CAPITULO XII
El Cristiano y la Persecución

Con el versículo 10 llegamos a la última de las Bienaventuranzas. 'Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia.' Se suele opinar que los versículos 11 y 12 son una especie de explicación de esta Bienaventuranza, y quizá una aplicación para los discípulos en particular de la verdad y mensaje que contiene. En otras palabras, nuestro Señor ha concluido el retrato general de las características del cristiano con el versículo 10, y luego aplica la última afirmación en especial a los discípulos.
Al principio, esta Bienaventuranza parece distinta de las otras en cuanto que no es tanto una descripción positiva del cristiano cuanto indicación de lo que es probable que suceda como consecuencia de lo precedente y porque el cristiano es lo que hemos visto que es. Con todo en última instancia no es diferente porque es una descripción del cristiano. Es perseguido porque es una cierta clase de persona y porque actúa de una cierta forma. La mejor manera de expresarlo, por tanto, sería decir que, mientras las otras contienen una descripción directa, ésta es indirecta. 'Esto os va a suceder por ser cristianos,' dice Cristo.
Pero es interesante observar que esta Bienaventuranza concreta sigue de inmediato a la mención de los pacificadores. En un sentido es así porque el cristiano es pacificador y por ello es perseguido. ¡Cuánto nos hace penetrar esto en el carácter y vida de la vida cristiana! No creo que se encuentre nunca expresadas mejor y con más exactitud las doctrinas bíblicas del pecado y del mundo que en estas dos Bienaventuranzas — 'Bienaventurados los pacificadores,' y 'Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia.' Si el cristiano es pacificador le sucede esto.
Otro punto preliminar de interés es que la promesa vinculada a esta Bienaventuranza es la misma que se vincula a la primera, 'porque de ellos es el reino de los cielos.' Es, si se quiere, una prueba más del hecho de que ésta es la última Bienaventuranza. Se comienza con el reino de los cielos y se concluye con él. Desde luego que no es cierto que las otras bendiciones que van vinculadas a las otras Bienaventuranzas no les pertenezcan a los que están en el reino de los cielos, ni que no obtengan bendiciones. Todos consiguen; pero nuestro Señor comenzó y concluyó con esta promesa específica para dejar bien grabado en sus oyentes que lo importante es pertenecer al reino de los cielos. Como hemos visto, los judíos tenían una idea falsa del reino. 'Pero', dice nuestro Señor, 'yo no hablo de esta clase de reino. Lo importante es que se den cuenta de qué es mi reino y que sepan cómo pueden llegar a ser miembros del mismo.' Por esto comienza y acaba con eso. Por encima de todas esas bendiciones especiales que recibimos, y que recibiremos en medida más abundante y plena, lo mayor es ser ciudadano del reino de los cielos y con ello pertenecer al reino espiritual.
También aquí tenemos derecho a decir que nos encontramos ante una de las pruebas más penetrantes que se nos pueden presentar. Que nadie imagine que esta Bienaventuranza sea como una especie de apéndice de las demás. A su manera, es una descripción tan positiva como cualquiera de las anteriores, aunque sea indirecta; es una de las más penetrantes de todas. 'Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia.' Qué afirmación tan sorprendente e inesperada. Pero recuerden que forma parte de la descripción del cristiano al igual que lo es el ser de corazón limpio, el ser pacificador y el ser misericordioso. Es una de las características del cristiano, como voy a explicarles, y por esto es una de las pruebas más penetrantes a las que podemos someternos. Todas estas Bienaventuranzas han sido penetrantes, pero en cierto modo esta lo es todavía más. Pero me apresuro a decir que quizá no hay otra Bienaventuranza con la que haya que tener más cuidado, que se preste más a malos entendidos y malas interpretaciones. No hay sin duda otra Bienaventuranza que haya sido mal entendida y mal aplicada con más frecuencia. Por ello debemos estudiarla con gran cautela y cuidado. Es una afirmación vital, una parte esencial e integral de la enseñanza del Nuevo Testamento. La encontrarán en los Evangelios y Cartas. Es más, podemos hasta decir que es uno de los mensajes característicos mayores de toda la Biblia, que conlleva consecuencias inevitables. Sugiero, pues, que lo más importante es poner de relieve la expresión 'por causa de la justicia.' No dice tan sólo, 'bienaventurados los que padecen persecución,' sino 'bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia.'
Estoy seguro de que no necesito dedicar tiempo a hacer notar lo oportuno que es esta afirmación para los cristianos de nuestro tiempo sea cual fuere el país donde vivan. Hoy hay más persecución de cristianos, dirían algunos, que la que ha habido desde los primeros siglos del cristianismo. Ha habido otros períodos de persecución en la historia de la Iglesia, pero de ordinario han sido locales. Ahora, sin embargo, la persecución se ha extendido por todo el mundo. Hay cristianos que son perseguidos con saña en muchos países en este preciso momento, y quizá se podría decir con motivo que este versículo es el más importante en su vida y en la mía. Hay tantos indicios de que la Iglesia se halla frente a esa prueba violenta de la que habla el apóstol Pedro. El apóstol, desde luego, pensaba sobre todo en las pruebas que iban a llegar en su propio tiempo. Pero quizá en este país, al parecer seguro y tranquilo, lleguemos a experimentar algo de las pruebas tremendas de la aflicción y persecución. Procuremos, pues, entender bien este versículo y saber con exactitud lo que dice.
Para ello comenzamos con consideraciones negativas. No dice, 'Bienaventurados los que son perseguidos porque son reprensibles.' No dice, 'Bienaventurados los que lo pasan mal en su vida cristiana porque tienen dificultades.' No dice, 'Bienaventurados los que son perseguidos como cristianos por qué carecen de sabiduría y son realmente necios en lo que consideran como su testimonio.' No es así. No hace falta extenderse en esto, pero a menudo hemos conocido a cristianos que sufren persecuciones leves sólo debido a su necedad, por algo que hay en ellos o en lo que hacen. Pero la promesa no se a-plica a esas personas. Es por causa de la justicia. Aclaremos bien esto. Podemos atraer sufrimientos sin fin sobre nuestras personas, podemos crearnos dificultades innecesarias, por tener alguna idea falsa y necia acerca del dar testimonio, o porque, por creernos justos, buscamos en cierto modo los inconvenientes. En estos asuntos somos a menudo muy necios. No acabamos de comprender la diferencia que existe entre prejuicio y principio; y no acabamos de comprender la diferencia que hay entre ofender, en un sentido natural, a causa de nuestro temperamento o manera de ser, y ofender por ser justos.
Todavía otra consideración negativa. No se nos dice, 'Bienaventurados los que padecen persecución porque son fanáticos.' Tampoco dice, 'Bienaventurados los que son perseguidos porque son demasiado celosos.' El fanatismo puede conducir a la persecución; pero nunca se recomienda el fanatismo en el Nuevo Testamento. En la vida espiritual y cristiana nos vienen muchas tentaciones. Algunos, incluso durante los cultos, creen que deben decir 'Amén' en una forma determinada, o que deben repetirlo mucho. Piensan que ello es señal de espiritualidad, y por ello se vuelven a veces molestos para los demás y con ello se crean problemas. En la Escritura no se recomienda eso; es una noción falsa del culto. El espíritu de fanatismo a menudo ha conducido tam¬bién a la gente a dificultades serias. Recuerdo que en cierta ocasión un hombre atrajo sobre sí y sobre su esposa muchos sufrimientos a causa de su celo. Era excesivamente celoso, y no tenía en cuenta algunos de los consejos que nuestro Señor mismo dio, precisamente por tener tanta ansia de dar testimonio. Tengamos cuidado en no atraernos sufrimientos innecesarios. Hemos de ser 'prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.' Dios no quiera que ninguno de nosotros tenga que sufrir por haber olvidado esto. En otras palabras, no se nos dice, 'Bienaventurados los que son perseguidos por hacer algo mal,' o por andar equivocados en algo. Recordarán cómo Pedro, en su sabiduría, lo expresó, 'ninguno de vosotros padezca como homicida, o ladrón, o malhechor.' Advirtamos, también, lo que puso en la misma categoría que los homicidas, ladrones y malhechores y demás — o por entremeterse en lo ajeno (vean 1 P. 4:15).
La siguiente consideración negativa es de otra clase. Este texto tampoco quiere decir 'bienaventurados los que son perseguidos por una causa.' Sé que las dos cosas a menudo van juntas, y muchos de los grandes mártires y confesores sufrieron a causa de la justicia y al mismo tiempo por una causa. Pero no se sigue en modo alguno que las dos cosas sean siempre idénticas. Creo que éste es uno de los puntos más vitales que hay que tener presente en estos momentos. Creo que en los últimos veinte años ha habido hombres, algunos de ellos muy conocidos, que han sufrido, y han sido encarcelados y puestos en campos de concentración por la religión. Pero no han sufrido por causa de la justicia. Hemos de tener cuidado con esta distinción. Se corre siempre el peligro de desarrollar el espíritu de mártir. Hay quienes parecen anhelar el martirio; casi lo buscan. Nuestro Señor no habla de esto.
También debemos caer en la cuenta que no significa sufrir persecución por razones religioso-políticas. No es más que la simple verdad decir que hubo cristianos en la Alemania nazi que no sólo estuvieron dispuestos a practicar y vivir la fe cristiana sino que la predicaron abiertamente y con todo no fueron inquietados. Pero sabemos de otros que fueron encarcelados y enviados a campos de concentración, y deberíamos tener cuidado de ver por qué les ocurrió así. Y creo que si se toma en cuenta esa distinción descubrirán que en general fue por algo político. No hace falta decir que no trato de excusar al nazismo; trato de recordar a los cristianos esta distinción vital. Si ustedes y yo comenzamos a mezclar religión con política, entonces no debemos sorprendernos de que se nos persiga. Pero quiero decir que esta persecución no será necesariamente por causa de la justicia. Esto es algo muy diferente y concreto, y uno de los grandes peligros que corremos es el de no distinguir entre estas dos cosas. Hay cristianos en China y en el continente en estos momentos para quienes este problema es el más grave de todos. ¿Sufren por causa de la justicia o por una causa? Después de todo, tienen sus ideas y puntos de vista políticos. Son ciudadanos de ese país concreto. No digo que uno no tenga que salir a defender sus principios políticos; sólo recuerdo que en este caso no se aplica la promesa vinculada a esta Bienaventuranza. Si uno decide sufrir políticamente, que lo haga. Pero no le reclamen a Dios si ven que esta Bienaventuranza, esta promesa, no se cumple en su vida. La Bienaventuranza y la promesa se refieren específicamente al sufrir por causa de la justicia. Que Dios nos dé gracia y sabiduría y comprensión para distinguir nuestros prejuicios políticos de nuestros principios espirituales.
Hoy día hay mucha confusión en cuanto a esto. Mucho de lo que se dice parece ser, o se dice ser, cristiano, en cuanto que ataca ciertas cosas que suceden en el mundo; sin embargo, creo que no es sino expresión de prejuicios políticos. Desearía que nos viéramos todos libres de esta interpretación equivocada de la Escritura, que puede conducir a sufrimientos innecesarios. Otro gran peligro en estos días es que la fe cristiana pura la juzguen muchos de los de afuera en función de ciertas ideas políticas y sociales. Son completamente diferentes y nada tienen que ver la una con la otra. Permítanme ilustrarlo; la fe cristiana como tal no es anticomunismo, y confío en que nadie sea tan necio e ignorante como para dejarse engañar por la Iglesia Católica o por cualquier otro grupo. Como cristianos hemos de preocuparnos por las almas de los comunistas, por su salvación, de la misma forma que nos preocupamos por todos los demás. Y si alguna vez damos la impresión de que el cristianismo no es más que anticomunismo nos cerramos las puertas, y les impedimos que escuchen nuestro mensaje evangélico de salvación. Seamos cristianos cuidadosos, y tomemos las palabras de la Biblia como son.
Hagamos una última consideración negativa; esta Bienaventuranza no dice tampoco, Bienaventurados los que sufren persecución por ser buenos, nobles o sacrificados. También esta distinción es vital y, para algunos, sutil. La Bienaventuranza no dice que somos felices si sufrimos por ser buenos o nobles, por la excelente razón de que probablemente nadie sufre persecución por ser bueno. El mundo, de hecho, suele alabar y admirar y amar al bueno y noble; sólo persigue al justo. Hay quienes han hecho grandes sacrificios, que han renunciado a carreras, perspectivas y riqueza y a veces incluso la vida; y el mundo los ha considerado como grandes héroes y los ha alabado. Por ello deberíamos sospechar de inmediato que no estamos frente a justicia verdadera. Hay ciertos hombres hoy día a los que el mundo considera como grandes cristianos porque han hecho semejantes sacrificios. Esto debería hacer de inmediato preguntarnos si practican realmente la fe cristiana o bien alguna otra cosa — quizá una nobleza general de conducta.
¿Qué significa, pues, esta Bienaventuranza? Lo diría así. Ser justo, practicar la justicia, significa en realidad ser como el Señor Jesucristo. Por tanto son bienaventurados los que son perseguidos por ser como él. Más aún, los que son como él siempre sufren persecución. Permítanme demostrarles esto primero por la enseñanza de la Biblia. Escuchen como lo dice nuestro Señor. 'Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán' (Juan 15: 18-20). No hay condición ninguna, es una afirmación absoluta. San Pablo lo presenta así, escribiendo a Timoteo, quien no entendía su enseñanza y por ello se sentía infeliz ante las persecuciones. 'Y tam¬bién todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución' (2Tim. 3:12). También ésta es una afirmación categórica. Por esto dijo al comenzar que a veces creo que es la más penetrante de todas las Bienaventuranzas. ¿Sufren ustedes persecución?
Esta es la enseñanza. Veamos cómo se pone en práctica en toda la Biblia. Por ejemplo, a Abel lo persiguió su hermano Caín. Moisés fue sujeto a cruel persecución. Veamos la forma en que a David lo persiguió Saúl, y la terrible persecución que tuvieron que sufrir Elías y Jeremías. ¿Recuerdan la historia de Daniel, y cómo fue perseguido? Estos pon algunos de los hombres justos más notables del Antiguo Testamento, y cada uno de ellos refrenda la enseñanza bíblica. Fueron perseguidos, no por qué fueran de carácter difícil, ni por ser demasiado celosos, sino simplemente por ser justos. En el Nuevo Testamento encontramos exactamente lo mismo. Piensen en los apóstoles, y en la persecución que tuvieron que soportar. Me pregunto si alguien ha sufrido jamás más que el apóstol Pablo, a pesar de su amabilidad, gentileza y justicia. Lean las descripciones que hace de sus sufrimientos. No sorprende que dijera que, 'todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.' El la conoció y sufrió. Pero, no cabe duda que el ejemplo supremo es nuestro Señor mismo. Ahí lo tenemos, en toda su perfección absoluta, total, con toda su amabilidad y mansedumbre, de quien se pudo decir que 'la caña cascada no quebrará, y el pabilo que humea no apagará.' Nunca nadie fue tan gentil y amable. Pero vean lo que le sucedió y qué le hizo el mundo. Lean también la larga historia de la Iglesia cristiana y encontrarán que esa afirmación se ha cumplido sin cesar. Lean las vidas de los mártires, de Juan Huss, de los Padres protestantes. Lean también la historia moderna y observen la persecución que sufrieron los líderes del avivamiento evangélico del siglo dieciocho. No muchos han conocido lo que es sufrir como Hudson Taylor, misionero a la China, quien vivió en este siglo. Supo qué es vivir sometido a violenta persecución. Es una comprobación de lo que dice esta Bienaventuranza.
¿Quién persigue a los justos? Cuando uno lee las Escrituras y la historia de la Iglesia, uno descubre que la persecución no sólo la lleva a cabo el mundo. Algunas de las persecuciones más violentas que han sufrido los justos han sido de manos de la Iglesia misma, de manos de la gente religiosa. A menudo ha procedido de cristianos de nombre. Tomemos al Señor mismo. ¿Quiénes fueron sus principales perseguidores? Los fariseos y los escribas y los doctores de la ley. A los primeros cristianos, también, los que más los persiguieron fueron los judíos. Luego lean la historia de la Iglesia, y véanlo en la persecución por parte de la Iglesia católica de algunos de aquellos hombres de la Edad Media que habían visto la verdad y trataban de vivirla pacíficamente. ¡Cómo los persiguieron las personas religiosas de nombre! Así fue también la historia de los primeros puritanos. Esta es la enseñanza de la Biblia, y la historia de la Iglesia la ha corroborado, que la persecución puede llegar, no de afuera sino de adentro. Hay ideas que conciben al cristianismo en una forma distinta que el Nuevo Testamento y muchos las siguen; esto los hace perseguir a aquellos que tratan con toda sinceridad y verdad de seguir al Señor Jesucristo por el camino angosto. Quizás su propia experiencia personal les diga lo mismo. A menudo me han dicho convertidos que encuentran más oposición por parte de los supuestamente cristianos que de las personas del mundo, quienes con frecuencia se alegran de que cambien j desean saber algo acerca de ello. El cristianismo formal es a menudo el mayor enemigo de la fe genuina.
Pero voy a hacer otra pregunta. ¿Por qué son perseguidos así los justos? Y, sobre todo, ¿por qué son perseguidos los justos y no los buenos y nobles? La respuesta, me parece, es muy sencilla. A los buenos y nobles se les persigue muy pocas veces porque a todos nos parece que son como nosotros mismos en nuestros mejores momentos. Pensamos, 'Yo tam¬bién puedo ser así con tal de que me lo proponga,' y los admiramos porque es una manera de halagarnos a nosotros mismos. Pero los justos son perseguidos porque son diferentes. Por esto los fariseos y los escribas odiaron a nuestro Señor. No fue por qué era bueno; fue porque era diferente. Había algo en él que los condenaba. Sentían que su justicia los hacía aparecer muy poca cosa. Y esto les desagradaba. El justo quizá no diga nada; no nos condena de palabra. Pero por ser lo que es, de hecho nos condena, nos hace sentir infelices, y nos anonada. Por esto los odiamos y tratamos de encontrarles faltas. La gente dice, 'Yo sí creo en que se sea cristiano; pero eso es demasiado, es ir demasiado lejos.' Esta fue la explicación para la persecución de Daniel. Sufrió tanto porque era justo. No lo exhibía, lo manifestaba a su manera, discretamente. Pero decían, 'Este hombre nos condena con lo que hace; tenemos que atraparlo.' Este es siempre el problema, y fue la explicación también en el caso de nuestro Señor mismo. Los fariseos y otros lo odiaban por su santidad, justicia y verdad total y absoluta. Y por esto encuentra uno personas amables, generosas como Hudson Taylor, del que ya hice mención, que sufren persecuciones terribles y violentas a veces de manos de cristianos.
Es obvio, pues, que de todo esto se pueden sacar ciertas conclusiones. En primer lugar, nos dice mucho acerca de nuestras ideas respecto a la Persona del Señor Jesucristo. Si nuestro concepto de él es tal que lo veamos como alguien al que los no cristianos hayan de admirar y aplaudir, estamos equivocados. El efecto de Jesucristo sobre sus contemporáneos fue que muchos lo apedrearan. Lo odiaron; y por fin decidieron matarlo, prefiriendo a un asesino en vez de a él. Este es el efecto que Jesucristo produce siempre en el mundo. Pero hay otras ideas acerca de él. Hay personas mundanas que nos dicen que admiran a Jesucristo, pero es por qué no lo han visto nunca. Si lo vieran, lo odiarían como lo odiaron sus contemporáneos. El no cambia; el hombre sí cambia. Tengamos, pues, cuidado de que nuestras ideas acerca de Cristo sean tales que el hombre natural no lo pueda admirar o aplaudir fácilmente.
Esto lleva a la segunda conclusión. Esta Bienaventuranza pone a prueba nuestras ideas acerca de qué es el cristiano. El cristiano es como su Señor, y por esto el Señor dijo de él, '¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas' (Le. 6:26). Y con todo ¿no es nuestra idea de lo que es un cristiano perfecto el que sea una persona amable, popular que nunca ofende a los demás, con el que es fácil entenderse? Pero si esta Bienaventuranza es verdad, ese no es el verdadero cristiano, porque el cristiano de verdad es alguien al que no todo el mundo alaba. No alabaron a nuestro Señor, y nunca alabarán al que es como él. '¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!' Esto hicieron con los falsos profetas, pero no con Cristo mismo.
La siguiente conclusión se refiere al hombre natural, no regenerado, y es ésta. La mente natural, como dice Pablo, 'es enemistad contra Dios.' Aunque habla de Dios, en realidad lo odia. Y cuando el Hijo de Dios vino a la tierra lo odiaron y crucificaron. Y así sigue siendo la actitud del mundo hacia él.
Esto nos lleva a la última conclusión. El nuevo nacimiento es una necesidad absoluta si uno quiere llegar a ser cristiano. Ser cristiano en último término, es ser como Cristo; y uno nunca puede ser como Cristo sin cambiar por completo. Debemos liberarnos de la naturaleza vieja que odia a Cristo y a la justicia; necesitamos una naturaleza nueva que amará estas cosas y lo amará a El y con ello llegará a ser como El. Si uno trata de imitar a Cristo el mundo lo alaba a uno; si uno llega a ser semejante a Cristo lo odia a uno.
Finalmente, hagámonos esta pregunta: ¿Sabemos qué es ser perseguido por causa de la justicia? Para llegar a ser como Cristo tenemos que llegar a ser luz; la luz siempre disipa las tinieblas, y por esto las tinieblas odian a la luz. No hemos de ofender; no hemos de ser necios; no hemos de ser temerarios; ni siquiera hemos de exhibir nuestra fe. No hemos de hacer nada que atraiga persecución. Pero por ser simplemente como Cristo la persecución resulta inevitable. Pero esto es lo glorioso. Alegrémonos de ello, dicen Pedro y Santiago. Y nuestro Señor mismo dice, 'Sois bienaventurados, felices, si sois así.' Porque si uno se ve perseguido  a  causa de Cristo, por causa de la justicia, en cierto sentido ha conseguido uno la prueba final del hecho de que uno es cristiano, ciudadano del reino de los cielos. 'Porque a vosotros,' escribe Pablo a los filipenses, 'os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él' (Fil. 1: 29). Y contemplo esos primeros cristianos a los que las autoridades persiguieron y los oigo dar gracias a Dios porque por fin los había considerado dignos de sufrir por su nombre.
Quiera Dios por medio de su Santo Espíritu darnos una gran sabiduría, discreción, conocimiento y comprensión en todo esto, a fin de que si tenemos que llegar a sufrir, podamos estar seguros de que es por causa de la justicia, y podamos tener el consuelo pleno de esta gloriosa Bienaventuranza.


***

Estudios Sobre el Sermón del Monte

por D. Martyn Lloyd-Jones

Pastor, Iglesia Westminster, Londres



CAPITULO I Introducción General
CAPITULO II Consideraciones Generales y Análisis
CAPITULO III Introducción a las Bienaventuranzas
CAPITULO IV Bienaventurados los Pobres en Espíritu
CAPITULO V Bienaventurados los que Lloran
CAPITULO VI Bienaventurados los Mansos
CAPITULO VII Justicia y Bienaventuranza
CAPITULO VIII Las Piedras de Toque del Apetito Espiritual
CAPITULO IX Bienaventurados los Misericordiosos
CAPITULO X Bienaventurados los de Limpio Corazón
CAPITULO XI Bienaventurados los Pacificadores
CAPITULO XII El Cristiano y la Persecución
CAPITULO XIII Gozo en la Tribulación
CAPITULO XIV La Sal de la Tierra
CAPITULO XV La Luz del Mundo
CAPITULO XVI Que Vuestra Luz Alumbre
CAPITULO XVII Cristo y el Antiguo Testamento
CAPITULO XVIII Cristo Cumple la ley de los Profetas
CAPITULO XIX Justicia Mayor que la de los Escribas y Fariseos
CAPITULO XX La Letra y el Espíritu
CAPITULO XXI No Matarás
CAPITULO XXII Lo Pecaminosidad Extraordinaria del Pecado
CAPITULO XXIII Mortificar el Pecado
CAPITULO XXIV Enseñanza de Cristo Acerca del Divorcio
CAPITULO XXV El Cristiano y Los Juramentos
CAPITULO XXVI Ojo por Ojo y Diente por Diente
CAPITULO   XXVII La Capa y la Segunda Milla
CAPITULO   XXVIII Negarse a Sí Mismo y Seguir a Cristo
CAPITULO  XXIX Amar a los Enemigos
CAPITULO  XXX ¿Qué Hacéis de Más?
CAPÍTULO XXXI Vivir la Vida Justa
CAPITULO XXXII Cómo Orar
CAPITULO XXXIII Ayuno
CAPITULO XXXIV Cuando ores
CAPÍTULO XXXV Oración: Adoración
CAPÍTULO XXXVI Vivir la Vida Justa
CAPITULO XXXVII Tesoros en la Tierra y en el Cielo
CAPITULO XXXVIII Dios o las Riquezas
CAPITULO XXXIX La Detestable Esclavitud del Pecado
CAPITULO XL No Afanarse
CAPITULO XLI Pájaros y Flores
CAPITULO XLII Poca Fe
CAPITULO XLlll Fe en Aumento
CAPÍTULO XLIV Preocupación: Causas y remedio
CAPITULO XLV 'No Juzguéis'
CAPITULO XLVI La Paja y la Viga
CAPITULO XLVII Juicio y Discernimiento Espirituales
CAPITULO XLVIII Buscar y hallar
CAPÍTULO XLIX La Regla de Oro
CAPITULO L La Puerta Estrecha
CAPITULO LXI El Camino Angosto
CAPITULO LII Falsos profetas
CAPITULO LIII El Árbol y el Fruto
CAPITULO LIV Falsa Paz
CAPITULO LV Hipocresía Inconsciente
CAPITULO LVI Las Señales del Autoengaño
CAPITULO LVII Los dos Hombres y las dos Casas
CAPITULO LVIII ¿Roca o Arena?
CAPITULO LIX La Prueba y la Crisis de la Fe
CAPITULO LX Conclusión
www.iglesiareformada.com
Biblioteca