11: ¿CÓMO CREÓ DIOS AL HOMBRE?

En la última charla les hablé acerca del tema, "¿Cómo creó Dios al hombre?"

La respuesta que se da a esta pregunta en el Catecismo Menor de las iglesias presbiterianas es como sigue : "Dios creó al hombre varón y hembra, a imagen suya en cuanto a conocimiento, justicia y santidad, con dominio sobre las criaturas." La Confesión de Fe de Westminster formula en forma algo más explícita un aspecto que está implícito en el Catecismo Menor cuando dice que Dios creó al hombre "con alma racional a inmortal . " Quiero hablarles ante todo acerca de este punto tan importante.

No cabe duda de que la Biblia habla de dos principios o sustancias distintos en el hombre ﷓el cuerpo y el alma.

Esto aparece con toda claridad en el primer libro de la Biblia, en el que, al relatar la creación del hombre, se dice: "Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente." Pero esta idea forma parte tan íntima de toda la Biblia que citar pasajes concretos para , demostrarlo parecería casi superfluo. Cuando Jesús distingue entre alma y cuerpo con las solemnes palabras, "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno,"  no hace más que expresar en forma explícita lo que en realidad constituye parte esencial de toda la enseñanza de la Palabra de Dios.
La Biblia no enseña de hecho que sea bueno para el alma estar separada del cuerpo; no está en modo alguno en favor de la idea griega de que el cuerpo es cárcel del alma, y que el estado de separación del cuerpo es un estado de libertad que deberíamos anhelar. Par el contrario, enseña bien claramente que la relación entre cuerpo y alma es algo normal y deseable y que un estado sin cuerpo es un estado de desnudez del que el cristiano quiere verse libre. Así pues, la doctrina cristiana de la resurrección del cuerpo es muy diferente de la doctrina griega de la inmortalidad del alma.

Sin embargo la Biblia sí enseña que el alma es una sustancia distinta del cuerpo, y que puede subsistir, y en el caso de los que mueren antes del retorno de Cristo y del juicio final, subsiste de hecho, separada del cuerpo.

A1 afirmar, pues, la existencia del alma, la Biblia está en pugna directa con muchas tendencias poderosas de la incredulidad moderna. Muchos no creyentes niegan no sólo la existencia de un Dios personal sino también la del alma humana. De hecho las dos negaciones van íntimamente unidas. Hay un dicho que afirma que si uno no cree que existe el alma en el pequeño mundo de la vida del hombre, tampoco es probable que crea que hay un Dios en el gran mundo del universo.

La manera más completa de negar la existencia del alma se halla en la doctrina materialista que se ha resumido en forma pintoresca en el aforismo que dice que el cerebro segrega el pensamiento como el hígado segrega la bilis.

Me pregunto si han sentido ustedes alguna vez el efecto deprimente de esa doctrina, tal como a mí me ocurrió en cierto período de mi vida.

¿Hay algo misterioso, verdad, en la conexión íntima que vemos entre la mente y el cerebro? Ciertas funciones mentales se ha demostrado que están en conexión con ciertas zonas cerebrales. Si se lesionan dichas zonas esas funciones mentales se interrumpen. ¿Acaso no demuestra esto que todas las funciones mentales no son más que reacciones físicas ﷓ formas especialmente complicadas de reacciones físicas, claro está, pero con todo simples reacciones físicas?

Si se toca una planta de hojas sensibles, se contrae y cierra. En el caso de la planta no hay actividad mental ninguna. Ahora bien, ciertas reacciones de los animales y del hombre no parecen ser esencialmente diferentes. Hay un cierto estímulo sensorial; este estímulo se transmite al cerebro por medio de los nervios censores; de inmediato se transmite un impulso desde el cerebro a los músculos, y se sigue una acción inmediata . Parece como si no fuera más que una máquina de gran precisión y delicadeza.

En el caso de algunos estímulos sensoriales la acción no se sigue de inmediato. Los rayas de luz que proceden de una página impresa hieren la retina del ojo; el nervio óptico trasmite la impresión al cerebro; de momento no parece que suceda nada. Vemos al hombre leer. Sigue sentado tranquilamente en el sillón; no parece reaccionar en ninguna forma inmediata a esas impresiones sensoriales.

A veces confieso que me es difícil no reaccionar de inmediato. Hay ciertas tonterías tan enojosas que cuando me las encuentro impresas siento la necesidad de hacer algo de inmediato. Pero me contengo. Sigo sentado; no me cierro como una planta sensible : no doy puntapiés como cuando el doctor me da golpecitos en la rodilla para ver si tengo bien los nervios. Parece que no hago nada.

Pero, dice el materialista, se ha producido una impresión en el cerebro. Esa tontería impresa ha dejado una huella en el cerebro. Después de haberla leído nunca más volveré a ser como antes. La impresión física en el cerebro es demasiado diminuta para que ni siquiera el microscopio más poderoso la pueda descubrir; pero ahí está, y en determinado momento ﷓ quizá años después ﷓es posible que afecte mi conducta. El cerebro, en otras palabras, posee la facultad de grabar impresiona en forma física, igual que lo que se graba en un disco, y en determinado momento en el futuro lo así grabado se puede reproducir.

Muy bien, todo esto es muy sencillo, ¿no es cierto? Todos los factores desconcertantes han sido eliminados. El universo todo ha sido colocado bajo la égida única de una ley de conservación de energía física.

Claro que alguno de .nosotros, los pobres ignorantes, quizá haga ciertas preguntas. Esa teoría materialista ha explicado muy bellamente todas las acciones físicas del hombre; se explican como debidas en última instancia a impresiones físicas dejadas en el cerebro. Pero en este caso no se olvida algo? ¿Cómo se explica el pensamiento, y cómo la conciencia? ¿No viene a resultar un mecanismo más bien curioso después de todo? ¿Tiene la máquina, por complicada que sea, conciencia de sí misma y del mundo que la rodea? ¿No deberá por tanto ser algo más que una máquina? ¿No deberá ser la mente algo diferente del cerebro?

Bien, el materialista no presta atención a preguntas tan necias como éstas. Desde luego, admite que existe esa curiosa asociación de ciertos fenómenos cerebrales que llamamos conciencia o pensamiento. No se sabe muy bien como explicarlo. No se puede contemplar can el microscopio; no se puede pesar en una balanza química. Pero no debemos preocuparnos mucho por ello. Lo que no se puede ver en el microscopio ni se puede pesar en la balanza química no merece consideración científica. No produce efectos en el poderoso proceso de la naturaleza. Este permanece siempre bajo la ley de la conservación de la energía prescindiendo de esos extraños fuegos fatuos de la conciencia que intervienen en ciertas operaciones naturales. No, no hay por qué preocuparse por minucias intangibles como ésas. "Males y bienes, dolores y gozos" ﷓ esto está muy bien para poetas y niños; pero no merecen la atención del científico.

Esta es la actitud del materialista. Hay en ella una cierta fascinación; posee la fascinación de lo sencillo. Recuerdo, como ya mencioné, que hubo un tiempo en mi vida en que me atrajo. Pero luego leí Naturalism and Agnosticism de Ward y otros libros y pude sustraerme de la misma. O, mejor dicho, Dios me sacó gratuitamente del abismo.

La verdad es que la simplicidad del materialismo es una simplicidad dañina. Es la simplicidad a la que se llega al prescindir de ciertos hechos. Cualquier problema se vuelve simple si se lo enfoca de esta forma ﷓ es decir, si se presciende de los factores que no armonizan con la idea que se time en cuanto a la solución.
Los problemas de ajedrez son en cierto modo parecidos. Se cree tener la solución del problema: "¡juegan las blancas y jaque mate en tres jugadas!" Hace la jugada que creé mejor para las blancas; luego imagina todas las jugadas que las negras podrían hacer; luego las contrarresta todas con jugadas geniales de las blancas. Y de este modo las pobres negras van directas a la muerte. En la tercera jugada de las blancas las negras parecen inevitablemente en jaque mate. Le parece que ha resuelto el problema; se ve a sí mismo como tan genial jugador de ajedrez. Pero luego examina el problema algo más en detalle y descubre que las negras tienen otro escape contra la primera jugada de las blancas. Tiene un alfil o una tome o un caballa que se podría jugar de modo tal que el jaque mate se evitarla.

Bien, pues, ¿qué hace cuando descubre esa posible jugada de las negras? ¿Sigue aferrado a la misma solución del problema? Dice : "Era una solución muy buena, y voy a seguir con ella sin hacer caso de la jugada desconcertante de las negras que la echaron abajo." ¡De ningún modo! No hace jamás esto. En los problemas de ajedrez no existe el "casi acerté." Esa jugada desconocer tanto de las negras echó par tierra su solución como si hubiesen sido dote las jugadas en vez de una. Y sólo debido a la posibilidad de esa jugada de las negras, time que cambiar por completo la primera jugada de las blancas. Time que volver a comenzar desde el principio.

Lo mismo ocurre en el caso del materialistas y de su fácil solución del problema del universo. Time la solución completamente lista. Es una solución muy atractiva. Time toda la hermosura de lo simple. Parece muy digna de que se la sitúe entre las soluciones acertadas en el periódico de mañana.

Pero entonces le salgo al paso y le señalo el hecho de que esa solución prescinde de la presencia, como uno de los factores del problema, de la mente o conciencia o pensamiento.

¿Qué dice cuando se lo señalo? Bien, quizá dice que no le agrada lo que le he señalado. El es científico, dice; y ofende su dignidad tratar de algo tan imponderable como la conciencia o mente.

¿Qué le digo entonces? Bien, me temo que soy algo recalcitrante en cuanto a este asunto. Le digo: "Sí, sé que no le gusta este imponderable que se llama conciencia. No me sorprende que no le agrade, porque echa por completo por tierra su solución del problema del universo. Lo siento por usted, amigo. Debe ser muy desagradable tener que volver a comenzar a buscar la solución del problema. Pero, a la verdad es que no lo puedo evitar. Después de todo tenemos que aceptar los hechos tal como son. No podemos descartar ninguno por el solo hecho de que no nos agrade. Como científico, debería estar de acuerdo con esto."

Esta podría ser la respuesta que daría al materialistas. Espero que no piensen que al dar esta respuesta también yo caigo en esa misma simplicidad inadecuada de la que acusé a mi oponente. Ni por un momento pretendo que con mi solución del problema del universo, que trato de poner en lugar de la del materialista, he contestado a todas las posibles preguntas y he eliminado todos los misterios. Pero con todo me atrevo a afirmar con toda confianza que, cualquiera que sea la solución que le dé al problema, no satisface ninguna solución que no tenga en cuenta la realidad de la conciencia o mente.

En realidad, cuando se piensa en ello, ¿acaso la realidad o mente no es más cierta que la existencia del mundo material? Después de todo, ¿no es acaso la conciencia o mente aquello de lo que con más claridad tenemos conciencia?

Confieso que tengo una cierta simpatía por la posición del idealista a este respecto. E1 materialista dice que la materia es la única realidad. Luego viene el idealista ,y dice, "No, la única realidad es la mente." Digo que tengo una cierta simpatía por él cuando afirma esto. No digo que esté de acuerdo con él. Pero sí me simpatiza. Veo que se engaña, pero por lo menos puedo entender cómo "se desvió."

El hecho es que lo que conocemos en forma más inmediata es nuestra propia mente. Puedo decir, en realidad, que percibo otras cosas aparte de mi propia mente. Digo que percibo un micrófono que está frente a mi rostro en esta estación de radio. Para remedar las palabras de Mark Twain, "parece un micrófono, está situado como un micrófono, y que me maten si no creo que es un micrófono." Así razono si razono como el simplón de Mark Twain al examinar el agujero en el techo, y así razono también si razono como el americano corriente.

Pero luego viene el filósofo idealista, y éste razona en forma distinta. "Dice que ve un micrófono frente a sí," me dice. "Bien, no me querrá decir que cree que el micrófono existe en realidad." Ante esto me alarmo algo. ¿Algo funciona mal en mí? ¿Estoy viendo visiones? Casi temo contestar. Pero por fin me atrevo a hacerlo. "Sí, señor," digo, "sí creo que es un verdadero micrófono." "¿Cómo sabe que lo es?" me dice él. "Porque lo veo," afirmo. "Ahí lo time; es un micrófono de color café." Mi filósofo idealista se sonríe burlón. Es evidente que piensa que me ha acorralado. "¿Qué me dijo?" pregunta. "¿Dijo que el micrófono es color café? Bien, ¿qué quiere decir con "café"? Suponga que el micrófono hubiera siempre estado en un lugar completamente oscuro, y' nunca pudiera estar en ningún otro lugar más que en una habitación completamente oscura; y suponga, además, que no hubiera nadie ni nunca pudiera haber nadie que viera el micrófono, ¿tendría sentido decir que el micrófono era café, negro o blanco? ¿No es, pues, el color del micrófono en realidad algo que está en la mente del que lo contempla y no algo que está en el micrófono mismo?"

Bien, comienzo a reflexionar, y puede que llegue a la conclusión de que quizá haya algo de verdad en lo que mi amigo filósofo dice. El color del micrófono sí parece quizá ser algo que está en la mente del que lo contempla y ,no algo que pertenece al micrófono mismo. Pero luego me acude a la mente un pensamiento brillante. ¿No estoy consciente de la existencia del micrófono por otros medios además de por el sentido de la vista? "Cómo," le digo a mi amigo idealista, "sé que el micrófono existe porque lo puedo tocar. ¡ Tenga ! Lo he tocado. Es duro, tiene un cierto tamaño porque me toma tiempo pasar el dedo de un lado al otro. Entonces, amigo filósofo, ¿qué me dice a esto? No es posible que reduzca algo tan duro y grande como este micrófono a una simple idea de la mente. No se puede tropezar con una idea. Si tropiezo con algo o lo toco sé que no es una idea de mi mente sino algo que sin duda existe."

Pero cuesta mucho reducir al silencio a esos filósofos en una discusión. Para todo tienen respuesta. Y por ello mi amigo filósofo idealista no se impresiona en lo más mínimo con mi argumentación a base del sentido del tacto. "Después de todo," dice, "los sentidos bajo el punto de vista filosófico son todos esencialmente iguales, y todos por igual no merecen confianza. Cuando digo que toco el micrófono, lo único de lo que puedo estar seguro es de una cierta sensación en la mente. Como filósofo no puedo decir más. Así que, si hubiera un mundo externo independiente de mi mente nunca podría saber cómo es. ¿Cómo puedo entonces No lo es realidad."

Así habla el filósofo idealista acerca del problema de la mente y la materia. ¿Qué se puede decir acerca del filósofo idealista? Me temo que algunos de ustedes quizá no tengan reparos en decir muchas cosas. Me temo que algunos de ustedes incluso lleguen a decir que está "chiflado." ¿Por qué perder el tiempo en "tontos" como ése?

Es posible que casi tengan razón en cuanto al filósofo idealista. No digo que no la tengan. Pero, comprendan, cuando una forma de necedad se generaliza tanto como esta filosofía idealista, con su escuela de escepticismo acerca de la existencia de un mundo externo, lo ha hecho en el curso de la historia humana, y cuando prevalece en épocas enteras y se filtra a través de filósofos y poetas hasta llegar a la vida del hombre ordinario en mil aspectos distintos, entonces me parece que hay que dedicarle cierta atención si es que amamos a nuestros hermanos los hombres.

Desde luego que tengo que decir que en su forma lógica ﷓ la única forma en la que se puede hallar algo plausible acerca de ello ﷓ se puede fácilmente demostrar que conlleva consecuencias del todo absurdas. Parte de la base de que es difícil ver cómo se puede estar del todo seguro de cualquier realidad que exista independientemente de la mente. Pero decir que no hay realidad ninguna fuera de la mente es del todo absurdo. Significaría que China, Japón y la India no existieron hasta que tuve conciencia de ellos. Pero, afirman muchos filósofos idealistas, hay otras mentes aparte de la mía, y por ello China, Japón y la India existían antes de que tuviera conciencia de ellos porque existían en otras mentes. En realidad, existían, y todas las cosas existen, como yo existo y ustedes existen, en la mente de Dios.

Así llega el idealismo, a partir de la idea absurda pero consecuente de que las cosas sólo existen en la mente, al deprimente pero menos obviamente absurdo panteísmo que sostiene que las cosas existen sólo en la mente divina.

El problema es, sin embargo, que al dar ese paso la filosofía idealista ha sacrificado todo lo que hace su contenido en cierto modo plausible. En el momento en que admito que hay otras mentes aparte de la mía, he admitido que hay una realidad fuera de mi mente; y cuando he admitido esto he dado un paso realmente difícil y no hay razón ninguna para no seguir adelante y admitir la existencia de todo el mundo externo como lo hace el hombre ordinario.

Me temo, sin embargo, que algunos de ustedes empiecen a impacientarse con toda esta exposición. ¿No es hora, dirán, de que volvamos al sentido común? Y quizá otros quieran volver a la Biblia. ¿No es hora de que regresemos a la Biblia? quizá digan. ¿Acaso esta hora no se suponía que estaba dedicada a la exposición de lo que la Biblia enseña ? Y aquí estamos perdiendo el tiempo en una serie de sutilezas filosóficas.

Por inclinación simpatizo mucho con ambas sugerencias. Estoy del todo dispuesto a volver al sentido común, y a la Biblia. Y lo mejor del caso; es que si hacemos cualquiera de los dos cosas respecto al tema que nos ocupa también hacemos la otra.

La Biblia es un libro con un sentido común extraordinario. En medio de los excesos a derecha o a izquierda, la Biblia sigue el sendero recto del sentido común ; y no parece que le dé vergüenza hacerlo. Con una cierta seguridad majestuosa confirma el juicio común del género humano de que la mente es una cosa y la materia otra, y que ambas existen realmente.

Pero, quizá digan, ¿ qué responderemos a nuestra dificultad inicial ? ¿ Qué diremos de la conexión entre los hechos de la conciencia y los cambios físicos que se producen en el cerebro? ¿Niega acaso que haya cierta conexión?

No, respondo, no niego que existe cierta conexión. Cuando me dedico al poco común ejercicio mental de pensar, a veces acabo con dolor de cabeza. Me atrevo a decir que mi pensar y sentir siempre van acompañados de cierto cambio físico en el cerebro.

Pero ¿cómo explicarlo? El materialista explica esa conexión entre los procesos físicos cerebrales y el pensar de la mente diciendo que sólo existen los procesos físicos y que lo que llamamos mente no es más que una forma muy complicada de proceso físico. La explicación es completamente absurda, cuando se piensa bien. ¿Pero no hay otra explicación satisfactoria? ¿Por qué no explicar la conexión entre procesos cerebrales y procesos mentales diciendo que la mente utiliza el cerebro como instrumento? Esta tesis la defendió vigorosamente Thomson en su obra Brain and Personality que vio la luz hace unos años. Nada se le puede oponer.

No cabe duda de que la relación entre la mente y el cerebro es un gran misterio. Los procesos mentales y los físicos parecen ser tan completamente opuestos. Pero hay muchas cosas misteriosas que sin embargo han de aceptarse como hechos. Por ello con gran confianza podemos aceptar la enseñanza de la Biblia en cuanto a que el hombre tiene un cuerpo y también un alma, y que ni el uno ni la otra son simples apariencias sino que ambos realmente existen.

***
12: LA IMAGEN DE DIOS EN EL HOMBRE


En la última charla hablamos acerca del alma del hombre. Dios creó al hombre con un cuerpo, decimos, pero también lo creó con un alma.

Creo que deberíamos sostener no sólo que el hombre tiene alma, sino que es importante que sepa que tiene alma.

Muchas personas parecen pensar que esto no tiene importancia especial. Estudiemos la conducta de la gente, dicen; clasifiquemos las observaciones; y luego tratemos de conseguir que la gente se forme tales hábitos que su conducta sea tal que contribuya al bienestar de la raza. Este, dicen dichas personas, es el método científico genuino. En el mismo debe evitarse a toda costa toda introspección, todas las preguntas que el hombre se quiera hacer acerca de su propia vida íntima, el hablar acerca de la existencia del alma, y cosas semejantes. Basta considerar la conducta humana, estudiarla tal como es, y dejar las cuestiones metafísicas o filosóficas acerca del alma o de Dios completamente de lado.

Tal es su método. Lo extraño es que algunos que, supongo, creen . en la existencia del alma y de Dios parecen pensar que se puede seguir con toda confianza dicho método. ¿Por qué no aceptar los estudios psicológicos que no creen ni en el alma ni en Dios, y luego emplearlos para propagar una filosofía y teología del todo diferente del escepticismo. que ellos profesan? ¿Por qué el cristiano no va a poder considerar las investigaciones de estos psicólogos como adecuadas en su limitada esfera ?

Esta forma de razonar es muy precaria. De hecho, no se puede separar una esfera de conocimiento de otra en compartimientos como ése . No, la idea que alguien time acerca del alma y de Dios afectará la interpretación que le dé a los fenómenos de la conducta humana; y, por otra parte, al observar desde una perspectiva falsa o limitada los fenómenos de la conducta humana afectará la idea que alguien tenga acerca de la existencia del alma y de la existencia de Dios.

Creo, pues, que es no sólo importante que tenga alma, sino que es importante también que sepa que la tengo.

¿Qué significa, entonces, decir que tengo alma?; Qué quiere decir la Biblia cuando afirma que tengo alma ?

Ante todo quiere decir lo que les expuse en la charla anterior. Quiere decir que los materialistas están equivocados, y que, contrariamente a lo que ellos piensan, la mente o conciencia es algo diferente del cerebro.

Pero también quiere decir algo más que eso. Quiere decir no sólo que el hombre time mente o conciencia, sino también que esa mente o conciencia es una unidad. No es una simple fuente de conciencia, sino la conciencia de una persona. No es tan sólo que dentro de mí se da el pensamiento, sino que yo pienso. Fui yo hace machos años, y es el mismo yo en la actualidad, y será el mismo yo toda la eternidad. Esto quiere decir la Biblia cuando me dice que tengo alma:

Es algo muy aterrador este terrible aislamiento del alma individual. Los teólogos y filósofos lo han expresado en muchas obras eruditas; y también lo expresa el clamor del corazón humano. Se manifiesta, por ejemplo, en las palabras de una canción negra que me gusta macho. ¿La han escuchado alguna vez con ánimo alegre como si fuera algo divertido? Bien, si la han escuchado alguna vez así, me parece que dirán que aunque quisieron reír salieron orando. Recuerdo a mi madre que solía hablar de la solemnidad con que la canción proclama la soledad del alma en la presencia de Dios. "No es mi padre," dice la canción aunque no recuerdo con exactitud las palabras. "no es mi madre, no es mi hermano; soy yo, Señor, que necesito oración."

Ahí tenemos el clamor del alma humana, en su espantosa separación de todo lo demás, en la terrible soledad de su existencia como alma indivisible a inmortal.

Esa soledad y esa naturaleza indivisible del alma son propias de todos los hombres, cualquiera que sea su condición. Es una de las cosas que más nos constituye como hombres. Así fuimos hechos en la creación de una vez por todas. Ni siquiera el pecado lo destruye, aunque el pecado hace que ya no sea una bendición sino un horror y maldición indescriptibles.

Esto, en breve síntesis, es lo que la Biblia quiere decir cuando afirma que el hombre time alma.

A estas alturas se nos hace necesario detenernos por unos momentos en una cuestión subsidiaria, a fin de que la enseñanza de la Biblia respecto a la naturaleza del hombre aparezca en toda su sencillez.

Hemos dicho que según la Biblia el hombre time cuerpo y alma. Pero machos que leen 1a Biblia ﷓ y algunos no sólo eruditos sino incluso lectores piadosos ﷓ nos han dicho que esto no es todo lo que enseña la Biblia. No, dicen, el hombre según la Biblia está compuesto de cuerpo, alma y espíritu. Defienden, pues, una división no bipartita sino tripartita de la naturaleza del hombre.

Quienes tienen esta idea difieren, claro está, algo en cuanto a lo que constituye la diferencia entre lo que llaman el alma y lo que llaman el espíritu. Algunos consideran al "alma," como simplemente el principio de la vida animal ﷓ el principio de vida que el hombre comparte con los animales inferiores. Pero me inclino a pensar que en la forma más popular de esta teoría se considera que el "alma" comprende las facultades del hombre incluyendo las del intelecto, sentir y voluntad, que son facultades específicamente humanas, pero no comprende una parte todavía irás elevada de la naturaleza del hombre por la que entra en comunión con Dios.

¿Es correcta o incorrecta esta teoría? ¿Enseña realmente la Biblia que el espíritu del hombre ha de distinguir se del alma, o bien enseña que el alma y el espíritu del hombre son exactamente la misma cosa, pero con dos nombres distintos ?

Creo que la respuesta a este interrogante se encuentra con especial claridad en un gran pasaje de la Biblia, el pasaje que se encuentra en el segundo capítulo de la Primera Carta a les Corintios y en el comienzo del tercero.

En ese pasaje Pablo distingue varias veces alma y espíritu, y distingue al hombre a quien caracteriza el "alma" del hombre a quien caracteriza el "espíritu." "Pero el hombre natural," dice, "no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie." Acabo de citar 1 Co. 2:14s. Esta traducción, como veremos en unos momentos, es excelente, muy adecuada al texto original. Pero lo que el texto griego dice en lugar de "hombre natural" es "hombre anímico" ﷓ adjetivo que no resulta apropiado en este caso.

Pero si la Biblia contrasta el "hombre anímico" o el "hombre﷓alma" con el "hombre﷓espíritu" en este pasaje, ¿no será esto un ejemplo muy claro de la división tripartita de la naturaleza del hombre, la división no sólo en cuerpo y alma, sino en cuerpo, alma .y espíritu? ¿No distingue este pasaje con toda claridad al espíritu del hombre del alma del hombre ?

La respuesta es un "no" rotundo. Por el contrario, este pasaje se opone bien claramente a la división tripartita de la naturaleza del hombre en cuerpo, alma y espíritu, y sugiere la división doble en cuerpo y alma. El hecho es que la palabra "espíritu" en el adjetivo "espiritual" que se emplea en la expresión "hombre espiritual" no se refiere al espíritu del hombre, sino al Espíritu de Dios. No veo cómo podría decirse más claramente que lo que el pasaje lo dice. "Porque, ¿quien de los hombres sabe las cosas del hombre," dice el pasaje en el versículo once, "sino el espíritu del hombre que está en él? Así también nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios.'' Luego el pasaje sigue hablando acerca del hombre que conoce las cosas de Dios porque el Espíritu de Dios está en él.

¿Qué, pues, quiere decir "hombre﷓espíritu" u "hombre espiritual" en contraposición a "hombrealma"? Está más claro que la luz del día. El "hombre﷓alma" es el hombre que tiene sólo el alma humane, y el "hombre espiritual" es el hombre que, además del alma humane, time al Espíritu Santo, al Espíritu de Dios.

Qué completamente erróneo es entonces decir que el hombre "espiritual" es el hombre que ha desarrollado un aspecto o parte más elevado de su propia naturaleza, llamado "espíritu" en contraposición al "alma"! No, el hombre "espiritual" es el hombre que ha sido transformado por el Espíritu Santo, por el Espíritu de Dios, la Tercera Persona de la Trinidad, y el "hombre﷓alma" es el que time alma pero no transformada de este modo. La clave de este pasaje, como de otros pasajes de las Cartas de Pablo, la hallamos si pensamos en la palabra "Espíritu" del adjetivo "espiritual" escrita en mayúscula porque se refiere no al espíritu del hombre sino al Espíritu de Dios.

Muy diferente es el use de la palabra "espiritual" en la terminología religiosa moderna. Casi he llegado a odiar esa palabra, de tan mal que se emplea. Se utilice constantemente para designar al hombre religioso, al hombre que se supone ha desarrollado una así llamada capacidad religiosa peculiar en su naturaleza en contraposición a otras facultades. Así a veces se dice de algún no creyente que ocupa el púlpito, si se objeta que su predicación no está de acuerdo con la Palabra de Dios : "¡Oh, pero es tan espiritual!" Quieren decir, imagino, que no se interesa por el dinero ni por lo necesario pare comer, sino que se preocupa sólo por lo referente al espíritu humano. Esto está realmente muy lejos del sentido bíblico de la palabra. En el sentido bíblico, el hombre espiritual es el que ha sido engendrado de nuevo, y que no tiene sólo una parte de la naturaleza sino toda ella transformada por la acción sobrenatural del Espíritu de Dios.

Creo, pues, que la división tripartita del hombre en cuerpo, alma y espíritu no está de acuerdo con el significado genuino de ese gran pasaje de los capítulos segundo y tercero de lo a los Corintios. Pero ¿no hay otros pasajes de la Biblia que parecen favorecer esa división tripartita?

Me parece que el único pasaje al que se puede recurrir con una cierta verosimilitud de que sugiere dicha división se halla en 1 Ts. 5:23, en el que Pablo pide que el espíritu, alma y cuerpo de sus lectores se mantengan íntegros y sin tacha cuando aparezca nuestro Señor Jesucristo. Pero sin dude que el pasaje no se puede utilizar pare desbancar la clara enseñanza de las demás cartas de Pablo y el recto de la Biblia. Parece claro que Pablo no hace más que usar una expresión más plena pare indicar la esperanza que time de que el ser todo de los tesalonicenses se mantenga de tal modo que se puedan presentar irreprochables cuando Cristo venga por segunda vez. Acumula palabras pare expresar una idea. Creo que podemos afirmar que si hubiera habido otras palabras además de "alma" y "espíritu" pare expresar esa idea, las hubiera empleado también.

Deberíamos rechazar con firmeza, por tanto, la idea de que la naturaleza del hombre según la Biblia se divide en cuerpo, alma y espíritu. Cuanto más reflexiono acerca de ello, tanto más me convenzo de que la idea de una naturaleza tripartita del hombre es un error grave. Es un error que muchos cristianos sinceros han defendido, y ha sido defendido con erudición y reverencia; y con todo sigue siendo un error grave.

Conduce a lo que se podría llamar idea de la presencia de Dios que llena una "habitación desocupada" en ,el hombre redimido ﷓ a la noción de que antes de que el hombre se haga cristiano tiene la naturaleza en orden a excepción de una habitación que tiene vacía, la habitación que debería ser templo de Dios. Conduce, en otras palabras, a la noción de que lo que sucede cuando alguien se hace cristiano es simplemente que una parte de la naturaleza humana, la parte "espiritual", una parte antes descuidada, se desarrolla y se le da el lugar que debería siempre tener en la vida humana.

Esta idea ,no hace justicia a las enseñanzas de la Biblia. El verdadero estado de la naturaleza humana después de la caída del hombre no es que una parte de la misma ha quedado aislada o pueda alcanzar un crecimiento raquítico, sino que toda ella está corrompida. Lo que ocurre cuando alguien se convierte a la fe cristiana no es que Dios es entronizado en una parte de la naturaleza humana que antes se hallaba como una habitación vacía, sino que todo el hombre, corrupto antes por causa del pecado, es transformado por el poder regenerador del Espíritu de Dios.

Creo, pues, que deberíamos tener bien clara la idea de que la Biblia no distingue al espíritu humano del alma humana. No se puede dudar de que estas dos palabras designan lo mismo de dos maneras diferentes, y sería interesante estudiar la diferencia entre ellas; pero lo que importa observar es que designan la misma cosa. Son simplemente dos palabras diferentes para designar lo que en castellano llamamos ya alma del hombre ya espíritu del hombre, y que, a fin de evitar confusiones, de ahora en adelante llamaremos alma humana.

¿Qué hemos hecho en esta exposición ? ¿Nos hemos dedicado a sutilezas que nos han desviado de la sencillez de la Biblia? Por el contrario, creo que hemos eliminado las sutilezas con que la interpretación de la Biblia se ha visto a veces rodeada, a fin de volver a la verdadera sencillez de la Palabra de Dios, La Biblia ofrece una idea muy sencilla de la naturaleza del hombre. El hombre, según la Biblia, tiene cuerpo y también alma.

Creo que deberíamos volver a esa enseñanza simple de la Biblia.

Cuando volvemos a ella, estamos en condiciones de pensar en sus implicaciones. No distraídos ya más con ningún intento de distinguir el alma del hombre del espíritu del hombre, podemos pasar a contemplar el gran misterio que la Biblia designa con esas dos palabras.

Ese misterio lo proclama la Biblia cuando nos dice que Dios hizo al hombre a imagen suya. "Y creó Dios al hombre a su imagen," dice la Biblia, "a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó."

La "imagen de Dios" no se puede referir al cuerpo del hombre porque Dios es espíritu; se debe referir por tanto al alma del hombre. El alma del hombre ha sido hecha a imagen o semejanza de Dios.

Pero ¿qué hubo en el alma del hombre, cuando fue creado, que fuera semejante a Dios? Un elemento importante en esa semejanza ya ha sido mencionado. Dios es persona, o, mejor, tres personas en un solo Dios y el hombre es persona . En esto el hombre es semejante a Dios.

¡Qué misterio tan estupendo es esto! Aquí tenemos al hombre, criatura finita, salido de la mano creadora de Dios, y que anda por la tierra con un cuerpo hecho del polvo de la tierra. Y con todo, este ser, tan insignificante como pueda parecer a primera vista, posee el don extraño yterrible de la libertad personal, y es capaz de gozar una relación personal con el Dios infinito y eterno. Esto quiere sin duda decir la Biblia cuando afirma que Dios creó al hombre a su imagen.

¿Pero significa sólo esto?

Algunos así lo han afirmado. Han dicho que la imagen de Dios en el hombre significa no que el hombre fue creado en modo alguno como persona igual a la de Dios, sino simple y solamente que es persona. No implica, dicen tales personas, ninguna semejanza moral entre el hombre como creado y Dios.

Los que esto afirman se dividen en dos clases.

En primer lugar, hay quienes han dicho que el hombre antes de caer en el pecada era un ser neutral respecto al bien y al mal. Era hombre, y esto era todo. No era ni bueno ni malo, y a él le correspondió decidir ser bueno o malo. Nada había decidido entre el bien y el mal. Si hubiera decidido algo bueno se hubiera vuelto bueno y si hubiera decidido algo malo, malo; pero tal como Dios lo creó no era ni una cosa ni otra. Era como Dios simplemente porque tenía libertad personal; y la libertad personal, y no la bondad, es lo que la Biblia quiere decir con imagen de Dios.

Esta opinión implica un error mortífero. Implica el error mortal en cuanto que considera la voluntad del hombre como algo que oscila en una especie de vacío que no se puede llamar ni bueno ni malo porque la persona lo sea. La Biblia no contiene tal idea. La Biblia dice : "De la abundancia del corazón habla la boca,"  y: "No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos."  Según la Biblia las acciones buenas proceden de la persona buena y las acciones malas de la persona mala; según la Biblia, la bondad y la maldad no es algo que simplemente pertenece a acciones conscientes individuales sino que también pertenece a algo que es mucho más hondo que las acciones individuales. Si somos fieles a la Biblia, no podemos en modo alguno hablar de alguien que no es ni bueno ni malo; no podemos hablar de alguien que es moralmente neutral, cuya calidad moral depende sólo de acciones futuras suyas, que es buena sólo en cuanto cada una de sus acciones concretas lo son y malo sólo en cuanto son malas. Deberíamos descartar en forma total toda esa idea.

Otros teólogos han sostenido una idea parecida a la que acabamos de exponer, pero se han esforzado en evitar algunas de las implicaciones más obvias que contiene.

Dicen que el hombre fue creado moralmente neutral. Con esto afirman algo muy semejante a la idea que acabamos de exponer. La imagen de Dios según la cual dice la Biblia que el hombre fue creado significa, dicen estos teólogos, sólo libertad personal, no bondad. Pero luego, prosiguen, Dios dio de una vez a1 hombre ﷓ aparte de la creación ﷓ un don sobrenatural de bondad, que fue necesario para asegurar la armonía en sus apetitos. Cuando el hombre cayó al pecar contra Dios, lo que sucedió fue simplemente que ese don sobrenatural y agregado de la bondad se perdió, pero la imagen de Dios, que consistía tan sólo en la naturaleza del hombre como persona libre, permaneció intacta.

Esta idea también es completamente errónea. Implica una visión muy superficial del pecado, y es del todo opuesta a la enseñanza de la Palabra de Dios.

No, cuando la Biblia nos dice que el hombre fue creado a imagen de Dios, quiere decir algo más de que el hombre recibió libertad personal.

Esta libertad es, desde luego, un elemento necesario en lo que la Biblia quiere decir por imagen de Dios; pero no es todo lo que la Biblia quiere decir. La Biblia quiere decir también que el hombre fue creado como semejante a Dios en cuanto que era bueno. No fue creado moralmente neutral ﷓ en realidad la noción misma de una persona moralmente neutra es una monstruosidad ﷓ sino que su naturaleza fue positivamente dirigida hacia lo bueno y opuesta a lo malo. La bondad no fue algo accidental, algo que le fue dado después de haber sido creado; sino que fue algo que formó parte de su naturaleza en el mismo acto creador de la mano de Dios. Acerca del hombre al igual que acerca del resto de la creación la Biblia dice : "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera."

Con todo el hombre cayó. ¡ Qué caída tan grande fue! No fue simplemente la pérdida de un don que no formaba parte del ser original del hombre, sino que fue la pérdida de algo que desde el principio perteneció a la imagen misma de Dios en el hombre. ¡Qué tristemente desfigurada quedó la imagen de Dios! De esto hablaremos en la charla siguiente.

***


13: EL PACTO DE VIDA

Mencionamos en la última charla que cuando la Biblia afirma que Dios creó al hombre a imagen suya quiere decir algo más que el hecho de que el hombre significa esto y algo más. También significa que hubo una semejanza moral entre Dios y el hombre. El hombre en cuanto creado, en otras palabras, era como Dios no sólo por ser persona sino también por ser bueno.

Vimos que esta idea de la imagen de Dios en el hombre, si bien la niegan diversas formas erradas ﷓ de pensar, se basa en consideraciones muy sólidas que se deducen de toda la forma en que la Biblia habla de la creación del hombre. Y también se basa en dos pasajes del Nuevo Testamento en los que deberíamos fijar ahora la atención. Estos pasajes se hallan en el capitulo tercero de la Carta a los Colosenses y en el capítulo cuarto de la Carta a los Efesios.

En Colosenses 3:10, Pablo habla de sus lectores que se han despojado del viejo hombre "y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno:" Aquí tenemos una mención de la imagen de Dios. ¿Qué luz arroja este pasaje sobre el problema del significado de la imagen de Dios?

Sin duda que la referencia en este caso no es en forma directa a la primera creación del hombre, la que ahora nos ocupa, sino a la nueva creación que tiene lugar cuando alguien se vuelve cristiano ﷓ esa nueva creación que en esencia es lo mismo que en otras partes de la Biblia se llama nuevo nacimiento.

Pero aunque la referencia directa es a la nueva creación, hay una alusión evidente a la primera creación, ya que se usan en parte las palabras mismas de Gn. 1:27; y en concreto en este pasaje se nos enseña algo muy importante acerca de lo que significa la imagen dé Dios en el pasaje del Génesis. La. imagen de Dios, que se menciona en Colosenses, quiere ser a todas luces la misma en esencia que la imagen de Dios de la que se habla en el pasaje de Génesis.

Muy bien, entonces. Examinando lo que Pablo dice en esta carta acerca de la imagen de Dios podemos comprender mejor qué significa tal expresión en Gn. 1:27.

¿Qué demuestra, pues, nuestro examen . del pasaje paulino? Muestra que la "imagen de Dios" según la Biblia implica conocimiento. "Revestido del nuevo (hombre)," dice Pablo, "el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno."

Pero esa palabra "conocimiento" es a todas luces un término muy rico. El conocimiento del que Pablo habla, y que dice que forma parte de la imagen de Dios en el hombre, no es un simple conocimiento intelectual como el que los demonios poseen cuando tiemblan ante Dios, sino que incluye también una comprensión genuina de Dios que sólo poseen quienes viven en comunión con El. Ese conocimiento por tanto debe haber formado parte de la imagen de Dios según la cual el ﷓ hombre fue creado al principio de acuerdo con el Génesis.

No quiero decir que el pueblo redimido de Dios, el pueblo que ha experimentado la nueva creación o el nuevo nacimiento, no tenga más conocimiento de Dios que el que Adán tuvo cuando fue creado; en realidad time mucho más. Pero a pesar de todo, de este pasaje de Colosenses sacamos la idea bien clara de que la idea bíblica. de la imagen de Dios, según la cual dice Génesis que el hombre fue creado, incluye un conocimiento que es un patrimonio tanto moral como espiritual.

El otro pasaje del Nuevo Testamento que les quiere mencionar es Efesios 4:24. En ese pasaje Pablo habla de sus lectores en el sentido de que han aprendido de tal modo a Cristo que se han vestido del nuevo hombre, "creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad." Aquí como en el pasaje de Colosenses Pablo habla de la nueva creación, por la que los hombres se hacen cristianos, y no de la primera creación del hombre referida en el libro de Génesis. Pero aquí al igual que en el pasaje de Colosenses hay una alusión clara a esa primera creación del hombre y se la ilumina. Las palabras "según Dios" significan "con Dios como modelo." Así pues, el pasaje enseña claramente que el hombre que es creado "con Dios como modelo," o ﷓ para expresar la misma idea con otras palabras ﷓ que es creado según la imagen de Dios, posee necesariamente justicia y santidad. Por ello cuando el libro de Génesis dice que Dios creó al hombre a imagen suya quiere decir ﷓ si interpretamos la Escritura con la ayuda de la Escritura ﷓ que Dios creó al hombre en justicia y santidad.

Cuán completamente se derrumbaría el paralelismo evidente entre la nueva creación y la primera creación si la imagen de Dios se interpretara en una forma del todo distinta en los dos casos ﷓ indicando justicia y santidad en el caso de la nueva creación y el simple don de libertad personal sin cualidad moral en el taco de la primera creación! No, nada tan inconsecuente se da a entender. Cuando la Biblia habla de ser igual a Dios como ideal pare el hombre ﷓ como por ejemplo cuando Jesús dijo, "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto"  ﷓ piensa ante todo en la semejanza moral. Por ello no se puede aceptar que la semejanza moral se excluya cuando el primer libro de la Biblia nos dice que Dios creó al hombre a imagen suya.

El Catecismo Menor, entonces, time perfecta razón cuando dice, en respuesta a la pregunta, "¿Cómo creó Dios al hombre ?": "Dios creó a1 hombre varón y mujer, según su propia imagen, en conocimiento, justicia y santidad, con poder sobre las criaturas."

Bien, de todos modos hasta aquí hemos llegado en nuestra exposición de la relación de Dios con el hombre. El hombre fue creado en conocimiento, justicia y santidad.

Pero ¿dejó Dios al hombre por su cuenta después de que lo hubo creado? No, no lo dejó por su cuenta : hizo un pacto con él.

Esta fue, claro está, sólo una de las cocas que Dios hizo con el hombre. Con su providencia preservó y dirigió al hombre y a todas sus acciones del mismo modo que preservó y dirigió a todas las criaturas. Pero el Catecismo Menor tiene razón en escoger ese pacto con el hombre como "acto especial de la providencia" que Dios tuvo "con el hombre, en el estado en que fue creado."

La Biblia, sin embargo, no emplea en realidad la palabra "pacto" en este taco concreto. Pero el acuerdo que describe se asemeja  tanto a otros acuerdos pare los que emplea ese término que no es posible negarles a los teólogos el derecho de emplear ese término también en el taco que nos ocupa. Es evidente que Dios sí estableció, según el libro de Génesis, lo que, según la forma en que la Escritura se expresa en otros pasajes, se llama un pacto.

Ahora bien cuando la Biblia habla de "pacto" en un contexto como éste, en que Dios era uno de los pactantes, no quiere decir exactamente lo que ,nosotros queremos significar cuando empleamos ese término. Por "pacto," en lenguaje más moderno "contrato," queremos decir un acuerdo que cede una de las dos partes puede aceptar o no según le plazca. La Biblia no quiere significar un pasto o contrato ordinario como éste cuando emplea ese término pare el acuerdo entre Dios y el hombre. La razón es que si bien el hombre es una de las dos partes, no puede escoger entre aceptar el acuerdo o no. Por lo menos no time en modo alguno libertad pare proponer otro acuerdo en lugar del que Dios presenta. No puede decirle a Dios:"No, no quiero establecer ese acuerdo contigo; lo que yo propongo es esto; puedes aceptar este contrato que lo ofrezco, o ﷓si no, no habrá acuerdo ninguno." Podría decir algo semejante a la otra parte contratante si se tratara de otro hombre, pero no se lo puede decir a Dios.

No, Dios sigue siendo el soberano absoluto en los pactos que establece como en todo lo que hace. El hombre no hace un contrato con El en nada que se parezca ni remotamente a igualdad. El pacto es una expresión de la voluntad de Dios, no del hombre, y el hombre debe aceptar las condiciones que se le proponen, confiar en Dios en que son santas, justas y buenas, y ordenar su vide en consecuencia.

¿Por qué, pues, emplea la Biblia la palabra "pacto" para designar esos acuerdos bíblicos ? Me parece que la respuesta es bastante sencilla. La razón es que esos pactos implican una promesa de parte de Dios ﷓ una promesa con una condición. Dios se compromete a cumplir con su parte del acuerdo. No estaba obligado a comprometerse; era perfectamente libre de no hacerlo: pero una vez lo ha hecho, una vez ha establecido el pacto, su honor depende de que cumpla con su parte.

Así sucedió en el caso del pacto que Dios hizo con el hombre en el estado en que lo había creado. Dios lo hizo libremente: no tenía oblación de hacerlo, excepto en el sentido en que todas las acciones de Dios están vinculadas necesariamente a la, bondad infinite de su propio ser. Pero si bien Dios lo hizo libremente, y no bajo presión ni obligación de la otra parte, del hombre, con todo, una vez establecido, el hombre puede estar perfectamente seguro de que cumplirá perfectamente con lo que le corresponde.

¿Cuáles fueron, pues las condiciones del pacto que Dios hizo con el hombre? Fueron muy sencillas realmente. Si el hombre cumplía perfectamente los mandamientos de Dios, Dios le daría vida. Este fue el pacto.

Es cierto que la Biblia no describe el pacto en esta forma exacta. No lo describe en forma positiva sino negativa, no en forma general sino con la presentación de un ejemplo concreto de la clase de conducta por parte del hombre que lo privaría de los beneficios del pacto. Así se expresa la Biblia:

"Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás."

Pero aunque el pacto se expresa en forma negativa, las implicaciones positivas son evidentes. A1 establecer Dios la muerte como castigo de la desobediencia, quiso decir claramente que si el hombre no desobedecía tendría vide. En la raíz de la amenaza del castigo está claramente una promesa.

Además, la única prohibición que Dios mencionó en forma expresa ﷓ la prohibición de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal ﷓ a todas luces se propuso como prueba de la obediencia del hombre en general.

El Catecismo Menor, por tanto, time plena. razón en hablar de este pacto como de "un pacto de vide" que Dios hizo con el hombre, "por el que le prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal bajo pena de muerte."

Se suscita entonces la pregunta de qué quiere decir la "vide" que Dios prometió al hombre en este "pacto de vide" que hizo can él, y qué significa la "muerte," que iba a ser el castigo de la. desobediencia.

En respuesta a estas preguntas creo que deberíamos decir sin terror que la vida y la muerte de las que se habla incluyen la vida y la muerte físicas. La Biblia parece enseñar en forma clara que si el hombre no hubiera desobedecido al mandato de Dios su cuerpo no hubiera muerto, no habría pasado por esa separación de alma y cuerpo que la muerte produce. Creo que el capitulo quinto de Romanos al igual que el libro de Génesis lo enseñan en forma clara.

Otro asunto es en qué forma se hubiera realizado esa preservación de vide. ¿Se﷓ hubiera llevado a cabo en cuanto que el cuerpo del hombre, tal como fue creado, no estaba en absoluto sujeto a la muerte ﷓ no estaba en absoluto sometido a ese proceso de deterioro que ahora penetra toda la naturaleza? No estoy muy seguro de que la Biblia quiera decir esto. Es cierto que en la Biblia, en el capítulo octavo de la Carta a los Romanos, hay algunas palabras misteriosas respecto a lo que se podrían llamar efectos cósmicos del pecado. Se las podría interpretar muy bien en el sentido de que si el pecado no hubiera entrado en el mundo, todo el curso del mismo y no sólo la humane habrían sido muy diferentes de lo que son boy día. Pablo habla de la creación como sujeta a la esclavitud de la corrupción y como gimiendo y con dolores de parto y como destinada a verse libre de esta esclavitud de corrupción pare llegar a la libertad de la, gloria de los hijos de Dios.  Lo que merece sobre todo la pena de observar acerca de este pasaje en relación con lo que estamos diciendo no es que prometa una transformación gloriosa del mundo creado en el futuro. En otros pasajes de la Escritura se promete esto. Isaías, por ejemplo, habla de cuando habrá un cielo nuevo y una tierra nueva.  Pero lo que merece sobre todo la pena observarse es que Pablo parece establecer una relación muy clara entre la condición imperfecta actual del mundo y el pecado. Esto está de acuerdo con lo que dice el libro de Génesis de que la tierra fue maldita por cause de Adán y que produciría espinas y abrojos pare él, el, pecador. Estos pasajes sí parecen indicar que el torso de la naturaleza hubiera sido diferente si el pecado no hubiera entrado en el mundo.

Sin embargo creo que quizá diríamos más que lo que está escrito si afirmáramos que a excepción del pecado, el cuerpo del hombre tal como fue creado y tal como hubiera sido en la descendencia de Adán, habría tenido la facultad natural de estar libre de la muerte. Hay a no dudar lo ciertas dificultades en un punto de vista como ate. No diré si son insuperables o no. De todos modos me parece que no vamos necesariamente contra la enseñanza de la Escritura si sostenemos que la prevención de la muerte, si Adán no hubiera pecado, habría ocurrido en alguna forma que no habría sido la operación del torso de la naturaleza. ¿Habría Adán sufrido quizá alguna clase de transformación o transposición antes de que el cuerpo se hubiera vuelto inmortal? Sencillamente no lo sabemos.

Sin embargo, incluso si opinamos acerca de esto en alguna forma parecida a la que acabamos de presentar como posible, me parece que seguiremos sintiendo en forma aguda la divergencia entre la enseñanza bíblica y las ideas a 1aa que estamos acostumbrados. Nos hemos acostumbrado a una idea de la naturaleza que en la práctica, aunque no necesariamente en teoría, prescinde de Dios, que universaliza lo que hemos observado en el torso de la naturaleza y prescinde del hecho de que el Creador de la naturaleza vive y puede hacer lo que le parezca con la obra de sus manos. Debido a esta idea que se ha hecho común, a algunos les parece increíble que el hombre; tal tomo fue creado, no vaya a pasar por egos procesos de deterioro y muerte que ahora vemos dondequiera que se encuentra vide, ya sea vegetal ya animal.

Pero consideremos por un momento este problema desde el punto de vista cristiano. Nosotros, los cristianos, esperamos, desde luego, la resurrección del cuerpo; aguardamos una vida que no tendrá fin, incluso el cuerpo. ¿Por qué, entonces   deberíamos considerar como imposible que Adán, si no hubiera pecado, habría obtenido lo que nosotros, como redimidos, esperamos firmemente alcanzar? Quizá, de hecho, alguien puede objetar que también los cristianos morirán ; sus cuerpos, por tanto, no se ven libres de los procesos de deterioro que forman parte del mundo natural. Sí, contestamos, pero no todos los cristianos morirán; los que estén vivos cuando venga de nuevo nuestro Señor no morirán. Serán transformados sin pasar por la separación de cuerpo y alma en la muerte. Volvemos, pues, a nuestra analogía. ¿Por qué habría que considerar increíble que Dios hubiera preservado a Adán de la muerte física, de no haber pecado, si según su promesa preservará de la muerte física a algunos, por lo menos, de los que ha redimido del pecado por la muerte de Cristo? No se ve en realidad por qué no hubiera podido hacerlo.

Creo, pues, que podemos afirmar con gran confianza que si Adán no hubiera pecado no habría pasado por la experiencia de la muerte física. Hay muchos elementos misteriosos en cuanto a la forma en que se hubiera llevado a cabo esa preservación de la muerte, pero en cuanto al hecho en sí me parece que la Biblia no deja lugar a dudas. La Biblia parece más bien enseñar claramente que la muerte, incluso la muerte física, fue castigo del pecado, y que la vida, incluso la vida física, habría sido la consecuencia de la obediencia.

Se debería advertir, sin embargo, con toda claridad a este respecto que si bien la muerte física entró a formar parte del castigo del pecado, y si bien la vida física constituía parte de la vida que habría resultado de la obediencia, con todo la vida y muerte físicas no son todo lo que vida v muerte significan en este caso. Vida, según la Biblia, no es sólo existencia, sino existencia en la presencia de Dios con el goce de su favor; y muerte no es simple muerte física del cuerpo sino separación de Dios y condenación que debería llenar el corazón del hombre de indescriptible temor. Ante nuestros ojos se abre un vasto horizonte de bienaventuranza a infortunio. Terrible es, según la Biblia el desenlace entre vida y muerte.

Ese resultado de vida o muerte fue puesto ante el hombre de acuerdo con lo que el Catecismo Menor llama "pacto de vida" que Dios hizo con Adán. Ese mismo pacto a veces se llama "pacto de obras." Con razón se le llama así porque según el mismo el hombre iba a recibir vida o muerte según lo que hiciera. Según las condiciones del pacto el hombre fue puesto a prueba. No se le hizo ninguna promesa absoluta de vida; iba a recibir la vida sólo si obedecía perfectamente los mandamientos de Dios.

Creen Uds. que la prueba iba a durar para siempre, o bien creen que si el hombre no hubiera pecado habría llegado un tiempo en que se hubiera concluido ese periodo de prueba?

Sin duda que habría seguido en pie por toda la eternidad que si el hombre pecaba moriría. Esto está bien claro. Pero el problema es si habría llegado un tiempo en que ése "si" hubiera perdido toda la importancia práctica porque la posibilidad de que el hombre pecara habría desaparecido.

Esto quiero decir cuando pregunto si la prueba del hombre, tal como se describe en el capitulo segundo de Génesis, fue permanente o temporal.

Creo que la pregunta se puede contestar con toda claridad. La respuesta en realidad no se encuentra en forma explícita en la Biblia; pero los teólogos tienen razón en sostener que sí se encuentra claramente en forma implícita.

Una vez Dios hubo creado al hombre, permitió que fuera sometido a prueba. Permitió que fuera tentado. Si el hombre hubiera superado con éxito la prueba, si hubiera resistido a la tentación, ¿creen que por toda la eternidad habría corrido riesgo tras riesgo ? En otras palabras, ¿ creen que si hubiera resistido a la tentación no habría estado en mejor situación que antes? Es decir, ¿habría seguido siempre viviendo con la posibilidad de caer y nunca con la de alcanzar un estado de seguridad definitiva?

La primera alternativa parece ser contraria no sólo a las implicaciones del relato del Génesis, sino también a la analogía de la forma de tratar Dios con el hombre en otras ocasiones.

Sabemos, si creemos a la Biblia, que hay hombres para quienes ha desaparecido la posibilidad de pecar. Son los redimidos ya en la gloria.

¿En qué consiste la esperanza cristiana? ¿Consiste tan sólo en la esperanza de recibir una nueva oportunidad de obedecer los mandamientos de Dios, de ver que el pecado ha sido eliminado, de tener otra vez ante sí en otro mundo la alternativa de vida o muerte tal como fue propuesta a Adán en el paraíso?
Ningún cristiano que tenga la más mínima noción de la verdadera riqueza de las promesas grandes y preciosas de Dios dirá tal cosa. Por el contrario, la esperanza cristiana es la esperanza de un tiempo en que incluso la posibilidad de pecar habrá desaparecido. No es pues la esperanza de volver a la situación de Adán antes de la caída sino la esperanza de estar en una situación mucho mejor.

¿Pero creen que si Adán no hubiera pecado, esa situación más elevada le habría sido vedada ? ¿Creen que habría sido dejado en un peligro eterno en el que la posibilidad temible de pecar hubiera estado para siempre frente a él ?


No creo que vayan a pensar así si leen la Biblia con cuidado. No, la prueba a la que fue sometido Adán no fue una prueba eterna. Fue pasajera, y si la hubiera superado sin pecar habría recibido una bienaventuranza garantizada.

Así pues ese pacto de obras que Dios hizo con el hombre fue algo gratuito. Contenía, de hecho, una posibilidad de muerte, pero también contenía la promesa de una vida eterna garantizada. Si se cedía a la tentación, habría muerte ; pero si se la resistía, la misma posibilidad de muerte quedaría eliminada.

***

14: LA CAIDA DEL HOMBRE

En la última charla les hablé acerca del pacto que Dios hizo con el hombre en el estado en que lo creó. Las cláusulas del pacto fueron muy sencillas. Si el hombre obedecía a la perfección los mandamientos de Dios viviría; si desobedecía, moriría. Ese pacto equivalió a una prueba a la que Dios sometió al hombre.

Hacia el final de la charla mencionamos que la prueba no iba a durar para siempre, sino que iba a ser sustituida, caso de que el hombre la pasara con éxito, por un estado de bienaventuranza segura. Si bien esto no se afirma en forma expresa en la Escritura opino que los teólogos tienen razón en decir que está claramente implícito.

Si tienen razón, entonces debemos completar en una forma fundamental lo que hemos dicho acerca del estado original del hombre.

En las últimas dos charlas insistimos, frente a ideas erróneas de distinta naturaleza, que el hombre fue creado bueno. La imagen de Dios, según la cual la Biblia nos dice que el hombre fue creado, no consistió tan sólo en libertad personal, sino que incluía también conocimiento, justicia y santidad. El hombre fue creado como Dios no sólo por ser persona sino también por ser bueno.

Sin embargo, debemos mencionar que si bien el hombre fue creado justo no fue creado en el estado más elevado que era capaz de alcanzar. Era justo, pero había en él la posibilidad de llegar a ser injusto, perverso. Le quedaba un estado más elevado por alcanzar. Era un estado en el que incluso la posibilidad misma de pecar no existiría.

Dios quiso colocar ante el hombre ese estado más elevado como meta a alcanzar por medio de un mandato concreto. "Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás," dijo Dios.  Esa fue la piedra de toque de la obediencia del hombre; esa fue la prueba del hombre.

Si la prueba hubiera sido superada con éxito, entonces el hombre habría sido recibido de inmediato en la vida eterna. Esa vida ya la poseía antes, pero entonces habría tenido la seguridad de ella. Todos los "si" que afectaban a la promesa de vida habrían sido eliminados. La victoria habría sido conquistada. Nada jamás habría podido separar a Dios de su criatura.

El desenlace, sin embargo, fue muy otro. El hombre quedó, como dice el Catecismo Menor, a merced de su propia voluntad, y la usó mal. Hubiera podido haber escogido el camino de la vida, pero de hecho escogió el de la muerte; al pecar contra Dios perdió el estado en el que había sido creado. Fue en verdad una decisión equivocada.

Cuando decimos que el hombre era libre y que escogió el camino de la muerte, no queremos decir que dicha decisión estuviera fuera de los planes eternos de Dios. No queremos decir que sorprendiera a Dios con su pecado. Por el contrario, el plan eterno de Dios, como vimos cuando tratamos de los decretos de Dios, lo abarca todo. Inc1uso el pecado del hombre ocurrió de acuerdo con el consejo de la voluntad de Dios.

Pero tal como observamos al tratar de ese tema, Dios hace que cada cosa suceda en forma distinta. Por ello Dios hizo que el hombre cayera en una forma que pusiera del todo a salvo la libertad personal y la responsabilidad del hombre. Dios no es el autor del pecado. El tentador y el hombre mismo fueron los autores del pecado del hombre. La justicia de Dios es siempre intachable. Con todo, Dios se sirvió incluso de un mal tan terrible para su propósito santo; Dios permitió que el hombre cayera.

No me pregunten, sin embargo, por qué lo hizo. No se lo puedo decir. Ese es el misterio eterno del mal; nos resulta un enigma insoluble. Debemos confiar en que la solución del mismo está en Dios.

Una cosa, no obstante, está clara. El hombre no tuvo excusas para pecan. Fue culpable ante Dios. Dueño de su propia voluntad, pecó contra Dios y por ello perdió el estado en el que había sido creado.

Esto nos lleva de la mano a un problema sumamente importante, el problema de "¿Qué es el pecado?" Es un problema que no podemos dejar de lado. Por haberlo resuelto erróneamente le han sobrevenido desastres sin fin al género humano y a la Iglesia, y en la solución adecuada al mismo se halla el comienzo de la senda de la salvación.

¿Dónde hallar la solución de problema tan importante? Trataré de ello en mi próxima charla. Pero me parece que es muy conveniente comenzar con una revisión de lo que la Biblia dice acerca de la forma en que entró el pecado en el mundo.

El Libro de Génesis nos los describe en una forma maravillosa. El lenguaje es muy simple, casi elemental. Pero ¡qué visión tan penetrante nos ofrece de las honduras del alma humana!

"Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás"
Se ha comentado que no se le da a Adán ninguna razón de por qué no debía comer de ese árbol, y se ha observado que ese hecho quizá es significativo. Comer del árbol en sí mismo desde luego que no era malo; el mandamiento de no comer del mismo no se basaba 'en ningún instinto de la naturaleza humana. Parece por tanto muy evidente que fue una simple prueba para la obediencia del hombre. ¿Obedecería el hombre los mandamientos de Dios sólo cuando alcanzara a descubrir la razón de los mismos, o los obedecería con sólo saber que se trataba de mandamientos de Dios, ya que ello implicaba que alguna razón había tenido al darlos y que eran santos, justos y buenos? ¡Con qué claridad y sencillez aparece esto en el relato de Génesis!

Igualmente sencilla y profunda es la descripción siguiente, la de la tentación y caída.

Adán y Eva se hallaban en el huerto. La serpiente le dijo a la mujer, "¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?"

Me parece que ya en esas palabras se puede descubrir el principio de la tentación. Se le pide a la mujer que contemple lo que Dios ha prohibido como algo deseable. Se da a entender que tos mandamientos son duros; se insinúa que quizá incluían la prohibición de comer de cualquiera de los árboles del huerto.

0 bien quizá se intenta hacer dudar del hecho mismo del mandato. ¿Conque Dios os ha dicho?' dice el tentador. Se le hacen ver a la mujer los mandamientos como un obstáculo que sería deseable superar. ¿No hay escapatoria? ¿Ha prohibido realmente Dios esto y aquello? ¿Quiso realmente prohibir comer de los árboles del huerto?

La respuesta de la mujer deja claro el hecho ﷓cuando menos en líneas generales. El mandato de

Dios no prohibía comer de cualquier árbol del huerto, sino de uno. "Y la mujer respondió a la serpiente : "Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis."

Entonces por fin llega el ataque directo a la veracidad de Dios. "No moriréis," dijo el tentador. "Morirás," dijo Dios; "No moriréis," dijo el tentador. Por fin se entabla la batalla cara a cara. Dios, dijo el tentador, ha mentido, y lo ha hecho para que el hombre no disfrute de algo bueno. "No moriréis," dijo el tentador: "sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien .y el mal."

A este respecto quizá nos preguntemos qué parte de verdad contenían esas palabras del tentador. Esas palabras fueron mentiras, pero las mentiras verdaderamente diabólicas son las que contienen un elemento de verdad, o, mejor, son las que distorsionan dé tal modo la verdad que la mentira parece que fuera verdad.

Sin duda que fue cierto que de comer del fruto prohibido Adán iba a alcanzar un conocimiento que no tenía. Esta parece ser la idea del versículo 22 del mismo capítulo de Génesis, donde leemos: "Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal." Sí, parece haber sido verdad que al comer del fruto prohibido el hombre vino a conocer algo que antes desconocía.

Antes no había conocido el pecado; ahora lo conocía. Antes sólo había conocido el bien; ahora conocía el bien y el mal. Pero ¡qué maldición fue ese nuevo conocimiento, y qué pérdida tan inmensa tanto de conocimiento como de todo lo demás trajo consigo ese nuevo conocimiento!

Ahora conocía el bien y el mal; pero, por desgracia, respecto a su propia experiencia, el bien sólo lo conocía en recuerdo; y el mal que conocía lo conocía para su condenación eterna. En otras palabras, la inocencia se había perdido.

Respecto a esto la pregunta que nos viene espontáneamente a la mente es si la inocencia era el estado más elevado del hombre. ¿Es la forma más elevada de bondad la que es buena sólo porque nunca se ha conocido el mal? ¿O hay una bondad más elevada que consiste en mantenerse firme ante la embestida del mal?

Bien, creo que hay que tener mucho cuidado en contestar a esa pregunta, y no me parece que debamos aceptar ninguna respuesta que haga necesario hacer el mal para producir el bien. Tal error sería en verdad destructor; porque si el mal es necesario para que exista el bien, si el bien no pudiera existir sin que estuviera presente el mal, entonces el dejaría a veces de ser mal y vendría a ser una especie de bien. De hecho, en un caso así ﷓ si el mal fuera necesario para el bien ﷓ debería aceptarse que el mal tuvo su lugar en la vida de Dios mismo antes de la creación del mundo; y esto es una blasfemia horrenda.

Pero creo que podemos decir que en el caso del hombre tal como de hecho fue creado, y con el mal .ya presente en el mundo de lo creado, la resistencia a la tentación era una senda hacia un nivel más elevado de perfección que la inocencia en la que fue creado.

No quiero decir que siempre sea adecuado buscar la tentación para poder demostrar lo bien que la podemos resistir. El pensar en semejante situación es una de las artimañas que el diablo emplea más a menudo. El hombre que siente disgusto por lo que Satanás llama inocencia infantil y busca en forma deliberada la tentación ya ha cedido a la misma, y en ese esfuerzo por ir más allá de la ignorancia infantil ha demostrado ser en el peor sentido de la palabra un niño y un incauto. "No nos pongas a prueba" ﷓ esa petición de ﷓ la oración que el Señor enseñó a sus discípulos debería ser la oración del cristiano fuerte, y creo que es correcto decir que cuanto más fuerte y maduro es el cristiano tanto más fervientemente repetirá esa oración.

Es muy diferente, por el contrario, que la tentación llegue no por voluntad propia ﷓ cuando la odiamos y con todo llega. En esos casos puede ser ocasión de alcanzar nuevos triunfos. " "Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas", dice la Carta de Santiago;  y el sentido' del versículo no cambia ya sea que se tome prueba en el sentido de tentación ya en el de persecución, como las que tuvieron que afrontar los primeros cristianos. Esas "pruebas" se considera que implican tentación ﷓ la de desaliento, la de infidelidad a Cristo y otras por el estilo. Sea como fuere Santiago emplea en este caso la misma palabra griega que figure en la Oración del Señor tal como se refiere en el Evangelio de Mateo.

Así pues, nuestro Señor nos enseñó a orar, "No nos pongas ,a prueba";  y con todo el autor inspirado de la Carta de Santiago nos invite a tener por sumo gozo ser sometidos a pruebas. ¿Es acaso una contradicción? En absoluto. Buscar la tentación es malo; pero cuando llega puede ser instrumento de bendición, si Dios nos da fortaleza pare resistir. Seria malo, por ejemplo, pedir la tentación que acompaña a la persecución por parte de los enemigos de la fe; sería muy malo pedir a Dios: "Señor, haz que ese gobernante tirano persiga a la Iglesia, retire de su corazón el freno de lo gracia, a fin de que la Iglesia pueda recibir las bendiciones que la persecución podría traerle." Sería un error muy grande orar de este modo, y sería sumamente equivocado provocar en alguna forma a un gobernante malo pare que desate la persecución. Pero cuando la persecución llega –a pesar de las oraciones del pueblo de Dios y de sus vidas apacibles- es cierto que muy a menudo "la sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia." Dios saca bien del mal.

Lo mismo sucede en las tentaciones en nuestra vida personal. Es malo buscarlas; si las buscamos ya hemos cedido en parte a las mismas. Deberíamos apartar por completo los ojos de lo malo y obedecer la recomendación del apóstol: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad."  Pero si la tentación llega, y si podemos decir con toda sinceridad en lo más íntimo del alma y en la presencia de Dios que penetra el corazón que no la hemos buscado sino que hemos orado pare que no nos llegue, entonces, si Dios nos da la gracia pare resistir, la tentación puede servirnos pare adquirir una fortaleza y poder nuevos.

No, no hay contradicción ninguna entre la Oración del Señor y la Carta de Santiago. El que ore con toda el alma, "No nos ponga a prueba," será el que tendrá por sumo gozo verse frente a cualquier clase de tentación y tener el privilegio de sufrir deshonra y dolor en manos de hombres perversos por amor de su Señor.

Mucho de lo que acabo de decir se puede aplicar a la tentación contenida en el capítulo tercero de Génesis. Hay, es cierto, diferencias importantes. La situación de Adán en el huerto del Edén era muy diferente en aspectos importantes de la situación de los hombres que han vivido después de la caída. Era obviamente diferente de la situación de los que no han creído en Jesucristo para salvación del alma; porque Adán antes de la caída era bueno en tanto que esos hombres son esclavos del pecado. Pero también era diferente de la situación de los que han nacido de nuevo por el poder del Espíritu Santo y han sido redimidos por la sangre preciosa de Cristo. No, nunca más volverá a presentarse una situación igual a la de Adán antes de la caída. Esa situación sólo se dio una vez en toda la historia del género humano.

Pero hay ciertos principios fundamentales de la tentación que se pueden ver tanto en la lucha actual del cristiano contra el pecado como en la prueba a la que fue sometido Adán según los primeros capítulos de Génesis. En ambos casos sigue siendo cierto, de acuerdo con la enseñanza de la Palabra de Dios, que resistir a la tentación hace progresar el alma del hombre.

¿Qué progreso hubiera supuesto para Adán y Eva haber resistido a esa primera tentación?

Ya hemos señalado la característica básica de ese progreso. Hubiera significado, dijimos, que la posibilidad de pecar habría sido﷓ eliminada. La prueba se habría superado con' éxito; el hombre habría adquirido un estado de bienaventuranza del que habría desaparecido todo riesgo.

Pero el progreso que el resistir a la tentación habría producido hubiera sido también un progreso en conocimiento. Ese árbol se llamaba árbol de la ciencia del bien y del mal. Bien; quizá en un sentido verdadero ese árbol hubiera sido árbol de la ciencia del bien y del mal para el hombre aunque no hubiera comido de los frutos del mismo. Si hubiera resistido a la tentación de comer del fruto de ese árbol, habría venido a conocer el mal además del bien que ya conocía. No lo habría conocido por haber caído en él, sino porque en .el proceso de resistir al mismo lo habría situado en la balanza con el bien y lo habría repudiado por voluntad propia. El estado de inocencia, en otras palabras, en el que se practicaba el bien sin oposición por parte del mal, habría cedido el lugar a un estado de bondad garantizada en el que el mal no hubiera tenido poder para perturbar.

Ese fue el estado bienaventurado en el que Dios quiso que el hombre entrara cuando hizo con él ese pacto de vida del que hablamos en la última charla. Era un estado que incluía lo que creo podemos llamar conocimiento del bien y del mal. Sin duda que era un estado en el que se habría discernido con toda claridad la diferencia entre bien y mal.

El tentador prometió ese discernimiento. "Seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal," dijo. Pero había una forma buena y otra mala de tratar de alcanzar tal objetivo. La forma buena era la de resistir al mal; la forma mala era la de ceder al mismo y tratar de conocerlo por experiencia.

¡Con qué frecuencia se les insinúa a los hombres esa forma mala en las tentaciones que les llegan! Como se desprecia la inocencia, la vieja mentira de que la única forma de alcanzar un estado superior al de inocencia es experimentar el pecado para ver cómo se le insinúa al corazón del hombre una y otra vez. Se cree que dejarse llevar por los instintos es una buena manera de superar la inocencia infantil y de llegar a ser hombre fuerte y maduro.

¿Saben Uds. cuál es la mejor forma de desenmascarar esa mentira? Creo, amigos míos, que es con el ejemplo de Jesucristo. ¿Menosprecian la inocencia? ¿Creen que es ser flojo a infantil no experimentar en forma personal el mal? ¿Creen que si no adquieren esa experiencia del mal serán siempre niños?

Si sienten así, les invito a que contemplen a Jesús de Nazaret. ¿Les da la impresión de inmadurez a infantilismo? ¿Carecía de alguna experiencia necesaria para ser hombre completo? ¿Lo miran con condescendencia como si no fuera más que un niño, en tanto que se ven a sí mismos como hombres completos por haber experimentado el mal? .

Si esta es la idea que tienen de Jesús, incluso los no creyentes, caso de que sean inteligentes, los corregirán. No, Jesús da la impresión de madurez absoluta y de fortaleza sorprendente a todos los que reflexionan. Sin parpadeos contempla el mal en el corazón del hombre. "Sabía lo que había en el hombre," dice el Evangelio de Juan.  Y con todo nunca experimentó el pecado,. eso que los necios consideran necesario para superar la inocencia y alcanzar la madurez. Ante su pureza inmaculada y su fortaleza avasalladora esa vieja mentira de que es necesario experimentar el mal para conseguir bienes más elevados es puesta en evidencia y retrocede avergonzada.

Esa fue la mentira que el tentador insinuó a Adán y Eva en el huerto del Edén. Se le dijo al hombre que buscara el discernimiento por el camino de Satán y no por el de Dios.

Si el hombre hubiera resistido a la tentación, ¡qué alturas de conocimiento y fortaleza hubiera alcanzado! Satanás se habría apartado de él tambaleante y el hombre habría entrado para siempre en un estado de realeza en unión con Dios.

Pero cedió, y ¿cuál fue la consecuencia? ¡Una muy triste! Trató de alcanzar conocimiento, y perdió el conocimiento del bien; trató de conseguir poder, y perdió el alma; trató de ser como Díos, y cuando Dios se le acercó en el huerto se escondió temeroso y avergonzado.

Es en verdad una historia muy triste. Pero es el principio y no el fin de la Biblia. Los primeros capítulos de la Biblia nos hablan del pecado del hombre. La culpa de ese pecado ha caído sobre cada uno de nosotros, su culpa y sus terribles consecuencias. Pero esa no es la última palabra de la Biblia. La Biblia nos habla no sólo del pecado del hombre; también nos habla de algo mucho mayor; nos habla de la gracia del Díos ofendido.

***
15: ¿QUÉ ES EL PECADO?

Llegamos ahora a una pregunta muy importante ﷓ "¿Qué es el pecado?" Hemos hablado del primer pecado del hombre. Ahora preguntamos qué es en el fondo el pecado.

Las respuestas a esta pregunta han sido muy diferentes, así como son diferentes las ideas acerca del mundo, de Dios y de la vida humana.
La verdadera respuesta hay que buscarla, coma veremos, en la Biblia; pero antes de ofrecerles esa respuesta verdadera, quiero hablarles acerca de un par de respuestas erróneas, a fin de que por contraste con las mismas la verdadera respuesta se pueda entender con mayor claridad.

En primer lugar, muchos tienen una noción del pecado que le quita al mismo su carácter distintivo, o, mejor, muchos simplemente niegan la existencia de nada que se pueda llamar propiamente pecado.

Según una forma de pensar muy común entre los incrédulos de nuestros tiempos, lo que solemos llamar moralidad no es más que la experiencia acumulada de la humanidad en cuanto a la clase de conducta que conduce a la preservación y bienestar de la raza. Las tribus en las que el hombre buscaba su propio placer sin tener en cuenta el bien de los demás, fracasaron, se dice, en la lucha por sobrevivir, mientras que las que frenaban los impulsos de sus miembros para el bien común prosperaron y se multiplicaron. Por un proceso de selección natural, por tanto, según esta teoría, ' fue convirtiéndose en algo indiscutible que entre los grupos humanos los que cultivaban la solidaridad eran los que sobrevivían.

En el curso de los tiempos ﷓ sostiene la teoría ﷓ el origen más bien vil de estos frenos sociales ﷓ se perdió completamente de vista, y se pensó' que se basaban en algo peculiar que vino a llamarse moralidad o virtud. Sólo en tiempos recientes se ha llegado a descubrir la identidad entre lo que llamamos "moralidad" y el interés propio de la sociedad.

Esta teoría es muy común. Según la misma "pecado" no es sino una manera de calificar ﷓ y por cierto muy desacertada ﷓ a la conducta antisocial.

¿Qué se puede decir de esa noción de pecado desde el punto de vista cristiano? La respuesta es sin duda muy sencilla. La debemos rechazar en forma absoluta. "Contra tí, contra tí solo he pecado," dice el salmista.  Esa es la entraña misma de la Biblia desde el principio hasta el fin. El pecado, según la Biblia, no es sólo una conducta contraria a la experiencia acumulada de la raza; no es sólo conducta antisocial. Es ante todo una ofensa contra Dios.

Igualmente destructora de la idea verdadera de pecado es el error de los que dicen que el fin de toda la conducta humana es, o (como algunos dicen) debería ser, el placer.

A veces el placer que se considera como el objetivo que hay que presentar al hombre es el placer del individuo ﷓ placer refinado y del todo respetable sin duda, pero al fin y al cabo placer. Esta teoría ha producido a veces vidas superficialmente dignas. Pero incluso una dignidad superficial así no puede durar mucho, y el carácter degradante de la filosofía que forma su base ha de salir a flote tarde o temprano. Además esa filosofía nunca puede incorporar ninguna noción que con alguna propiedad se pueda llamar una noción genuina de pecado.

A veces, es cierto, el placer que se dice constituir la meta de la conducta humana se considera ser el placer, o (para emplear una palabra de más categoría) la felicidad, no del individuo sino de la raza. Según esa teoría, el altruismo ﷓ a saber, la consideración por la felicidad mayor del mayor número posible ﷓ se considera ser la síntesis de la moralidad.
Una simple reflexión nos hará ver lo extendida a influyente que es tal teoría. Examinemos, por ejemplo, algunos de los sistemas para educación del carácter que se han presentado para utilizarlos en las escuelas, públicas o en otras instituciones. ¿A qué equivalen? Me temo que vienen a ser un recurrir a la experiencia humana como base de la moralidad. Esta es la clase de conducta,* dicen de hecho, que funciona bien; es, pues, la clase de conducta que los buenos ciudadanos deberían observar.

¿Qué deberla decir el cristiano de semejantes sistemas de la llamada educación del carácter? Me parece que debería oponerse a ellos con todas sus fuerzas. En lugar de formar el carácter a la larga, lo socavan, porque ponen a la experiencia humana como base de la moralidad en lugar de poner a la ley de Dios.
Lo que muchas veces proponen en detalle es, en realidad, lo que el cristiano también propondría. Cierto que la noción de que la mayor felicidad del mayor número posible es lo que debería proponérsenos como objetivo produce muchas normas de conducta que coinciden con lo que el cristiano, por razones distintas, propone. Es obvio que el homicidio y el robo no son conducentes a la mayor felicidad del mayor número posible, y también es obvio que son contrarios a las normas cristianas. Así pues, el cristiano y el no cristiano, aunque por razones diferentes, coinciden en decirle a las personas que no cometan crímenes.

Sin embargo, la diferencia entre la moralidad cristiana y la del mundo es muy importante.

Ante todo, existe diferencia incluso en detalles. Si bien en muchas cosas la moralidad que proponen los modernos utilitaristas, basadas en sus principios de que la norma de moralidad ha de buscarse en la experiencia de la raza, coincide en muchos detalles con la que proponen los cristianos, con todo hay casos en que la diferencia en principios se manifieste en diferencias en detalle.

Hemos visto, por ejemplo, en tiempos recientes que los periódicos han discutido mucho el tema de ﷓ la "eutanasia." Ciertos médicos dicen con toda franqueza que creen que a los inválidos desahuciados, que nunca pueden volver a valerse por sí mismos ni podrán ser de servicio para nadie, se les debería facilitar una muerte sin dolor. ¿Tienen razón?

Bien, me atrevo a decir que basados en una ética utilitarista se podría defender ese punto de vista.

No estoy muy seguro ﷓ permítaseme decirlo de paso ﷓ de que ni siquiera basados en esos principios se pueda defender tal cosa. Es algo muy peligroso eso de dejar que los expertos decidan de qué personas "se puede prescindir." Por mi parte, no creo en la infalibilidad de los expertos, y creo que la tiranía de los expertos es la peor y más peligrosa de las tiranías que se pueda imaginar.

Pero. con todo, esto no es ir a la raíz del problema. La raíz de todo es que los que defienden la eutanasia se basan en un fundamento completamente distinto del de los cristianos. Arguyen a base de lo que es útil ﷓ lo que produce felicidad y ahorra dolor a los hombres. E1 cristiano _ arguye basado en un mandamiento divino concreto. "No matarás," zanja la cuestión para el cristiano. Desde el punto de vista cristiano el médico que ayuda a morir sin dolor no es más que un asesino. Puede muy bien ser que a la larga su acción no nazca verdaderamente de un sentimiento de compasión. Pero no se discute esto ahora. Lo que decimos es que aunque sea por compasión, es un homicidio, y el homicidio es pecado.

Las teorías acerca del pecado que hemos considerado hasta ahora son claramente contrarias al cristianismo. Ningún cristiano puede sostener que la moralidad no es más que el interés propio de la raza que se ha ido acumulando, y que el pecado es tan sólo la conducta que se opone a ese interés. El cristiano debe obviamente sostener que la justicia y la felicidad son dos cosas distintas y que el pecado es algo muy distinto del desatino.

Otras teorías equivocadas del pecado, sin embargo, no son tan abiertamente erróneas, ni tampoco tan obviamente anticristianas, aunque también lo sean.

Existe, por ejemplo, la idea de que el pecado es el triunfo de la parte inferior de la naturaleza humana sobre la superior, de que es el triunfo de los apetitos corporales sobre el espíritu humano ﷓ el espíritu humano que debería ser el que dirige las acciones del hombre.

Esta definición recurre ﷓ aunque en forma falsa ﷓ a ciertas expresiones bíblicas, y es una idea muy antigua en la Iglesia cristiana visible.

En su forma extrema, concibe a la materia como mala en sí. El alma o espíritu humano está encerrado, sostiene, en la cárcel del mundo material, y el objetivo de los esfuerzos del alma seria liberarse. Pecado es todo lo que impide esa liberación ﷓ del alma del mundo material.

Indudablemente una doctrina así es del todo opuesta a la Biblia. Es una idea pagana, no cristiana. Sobre todo acaba completamente con la idea cristiana de Dios. Si la materia es esencialmente mala, y si Dios es bueno, entonces Dios no podría haber creado la materia, sino que esta materia debe haber existido siempre en forma independiente de él. Por ello no sorprende hallar en tiempos de la Iglesia primitiva que quienes consideraban a la materia como esencialmente mala eran dualistas, no teístas. Es decir, no creían en un Dios creador de todo lo que existe, sino que creían que había dos principios últimos independientes ﷓uno bueno, Dios; y un principio malo, la materia.

En marcado contraste con todas estas ideas, la Biblia enseña desde el principio hasta el fin que el mundo material, al igual que el inundo del espíritu, fue creado por Dios, y que ninguna de las obras de Dios ha de considerarse como mala.

Además, la Biblia no sólo combate esa idea como teoría del universo, sino también y con mucho ahínco los efectos de la misma en la conducta humana. Los que consideran a la materia como esencialmente mala tienden siempre al ascetismo. Es decir, tienden siempre a abstenerse de disfrutar de lo bueno de este mundo como si dicha abstención fuera por sí misma una virtud ﷓ no un medio para un fin, sino un fin en sí mismo; no algo necesario a veces, sino algo siempre necesario si se quiere conseguir una verdadera santidad.

La Biblia se opone en todo momento a tal ascetismo. "No manejes, ni gustes, ni aun toques," decían los ascetas que menoscababan la supremacía de ~ Cristo en la iglesia colosense.  Con todo vigor combate su enseñanza el apóstol Pablo. "Del Señor es la tierra y su plenitud," dice en otra carta.  Esto enseña la Biblia de principio a fin. En ninguna parte de la Escritura se puede hallar justificación para la idea de que el mundo material es esencialmente malo y que disfrutar de él es pecado.

A este respecto, sin embargo, se puede suscitar una objeción. ¿Acaso la Biblia no llama repetidas veces mala a "la carne", y con ello acaso no enseña que el pecado después de todo consiste en el triunfo de la parte inferior o corporal de la naturaleza del hombre sobre la superior?

Respondemos a esa objeción diciendo que sin duda la Biblia llama muchas veces mala a "la carne," pero que el problema radica en saber qué quiere decir en esos pasajes cuando usa la palabra "la carne".

Algunos opinan que la palabra se refiere a la naturaleza corporal del hombre, una parte inferior de su naturaleza en cuanto opuesta a otra superior. Esa idea se puede hallar en varias traducciones recientes de la Biblia que confunden a tantas personas. Una de esas traducciones emplea en vez de la palabra "la carne" en el capitulo octavo de Romanos la expresión "la naturaleza física"; otra emplea la expresión "la naturaleza animal."

¿Ven a dónde conducen esas traducciones? Conducen a la idea de que el conflicto entre la carne y el Espíritu según las cartas de Pablo es un conflicto entre la parte física y la parte espiritual del hombre, y que el triunfo de la naturaleza física o animal en ese conflicto es lo que la Biblia llama pecado.

¿Es acertada esa idea? No, amigos míos, no es acertada. Por el contrario, es un error nefasto y de largo alcance. Quien sostiene esa idea del pecado ni siquiera vislumbra lo que la Biblia dice que es el pecado, y por desgracia no está en condiciones de vislumbrar lo que la Biblia dice acerca de la salvación del pecado.

Es perfectamente cierto, desde luego, que en muchos lugares la Biblia usa la palabra "carne" simplemente en el sentido de cierta par lo de la estructura corporal del hombre o del animal. Habla de "carne y sangre" o de algo semejante. Este es el sentido simplemente físico de la palabra. Sin duda que se encuentra en la Biblia.

Pero ahora estamos hablando de los pasajes en que "la carne" se presenta en la Biblia como algo malo. ¿Tiene esta palabra en esos pasajes un sentido solo físico?

La respuesta es un "no" rotundo. En esos pasajes la palabra se emplea en un sentido muy especial ﷓ un sentido muy ajeno al sentido original, puramente físico. En esos pasajes designa no la naturaleza física o animal del hombre, sino toda la naturaleza del hombre, tal como se encuentra ahora, en su condición caída, separada de Dios.

Las fases principales por las que pasa la palabra "carne" hasta venir a tener el significado que time en la Biblia parecen ser bastante claras. Primero, el significado puramente físico. Luego "carne" en el sentido del hombre en su debilidad, ,y todo ello se designa con una palabra que señala propiamente aquella parte del hombre en la que se manifiesta con mayor claridad tal debilidad, como cuando la Biblia dice: "Toda carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo."  Luego "carne" designa al hombre tal como es ahora, perdido en el pecado ﷓ tal como es ahora hasta que el Espíritu de Dios lo transforma. Este tercer significado de la palabra es el que se halla en esos grandes pasajes en los que "la carne" se presentas en la Biblia como algo malo.

Empleada en esta forma, la palabra no designas una parte baja de la naturaleza del hombre en cuanto opuesta a una parte elevada. Designas una parte baja de la naturaleza del hombre pecaminoso actual, en cuanto opuesta a la santidad divina. No designa el cuerpo del hombre en cuanto opuesto al espíritu del hombre, sino a todo el hombre en cuanto opuesto al Espíritu de Dios.

Esto se ve con especial claridad en un pasaje como 1 Co. 3 :3, en el que Pablo dice : "Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales y andáis como hombres?" La palabra que se traduce por "carnal" procede de "carne." ¿Qué significa, pues? El apóstol mismo nos lo dice. "¿No sois carnales, y andáis como hombres?" dice. Sin duda ser carnal y andar como hombres tienen el mismo significado en este texto. Una de estas expresiones explica la otra. ¿Cómo debían andar los cristianos corintios? Según Dios. ¿Cómo andaban en realidad? Según los hombres. Pero andar según los hombres en cuanto opuesto a andar según Dios es, dice Pablo, lo mismo que ser carnal. Así pues la carne no significa, como esas traducciones equivocadas de la Biblia quieren hacerle significar, la naturaleza animal del hombre en cuanto opuesta a una parte más elevada de esa misma naturaleza; significa simplemente toda la naturaleza humana ﷓ es decir, la naturaleza humana tal como está ahora, bajo el dominio del pecado, en cuanto opuesta al Espíritu de Dios.

Pablo aclara todavía más la cuestión en el versículo siguiente, según el texto de los mejores manuscritos : "Porque diciendo el uno : Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois hombres?" El apóstol considera el ser hombres ﷓ es decir, sólo hombres, no transformados por el Espíritu de Dios ﷓ en realidad como algo merecedor de reproche a igual al ser carnales. "¿No sois carnales?" dice en el versículo precedente. "¿No sois hombres?" dice en este versículo. Las dos cosas significan lo mismo, a sade la naturaleza caída de uno en cuanto distinta ver actuar como si se estuviera bajo el dominio de la que está bajo el dominio del Espíritu de Dios.

Qué abismo existe entre esta manera bíblica de considerar la naturaleza humana caída y el paganismo moderno, que tantos profetas proclaman en nuestros días, que asume como articulo básico de su credo, "Creo en el hombre." Qué abismo existe entre la confianza pagana moderna en los recursos humanos y la enseñanza de la Biblia que hace equivalente el "¿No sois hombres?" con al "¿No sois carnales?" y considera ambas preguntas como un reproche terrible par a cl pueblo cristiano.

Así pues el pecado, según la Biblia, no es sólo "la bestia en nosotros" No, es algo macho más grave que eso. Por desgracia, el pecado no es la bestia que hay en nosotros; es más bien, el hombre que hay en nosotros. Es el hombre que hay en nosotros, porque todo el hombre, espíritu y alma al igual que cuerpo, está bajo el dominio del pecado, hasta tanto no sea transformado por el poder regenerador del Espíritu de Dios.

Claro que la Biblia enseña que el pecado reside en el cuerpo, que hace del cuerpo su instrumento, y que los apetitos corporales no dominados constituyen una gran parte de las. ocasiones de caída. Todo esto es perfectamente cierto. Pero esto es muy distinto que decir que los apetitos corporales constituyen la esencia del pecado. No, cuando la Biblia nos ofrece una de esas listas terribles de pecados que se cometen, por ejemplo, en varios pasajes de las Cartas de Pablo, cuando enumera, como en el capítulo quinto de Gálatas, "las obras de la carne,"  incluye no sólo lo que solemos llamar pecados carnales sino también, y en forma muy destacada, pecados como el orgullo y el odio, que no son en modo alguno carnales en el sentido nuestro. De hecho esos pecados de orgullo y otros parecidos, y no lo que llamamos pecados carnales, son precisamente los pecados de los que Pablo habla en ese pasaje de 1 Corintios en el que acusa a sus lectores de ser carnales.

La Biblia halla al pecado, además, en un mundo espiritual ﷓ habla de huestes espirituales de maldad en las regiones celestes  ﷓ al igual que halla al pecado, por desgracia, en el espíritu del hombre caído. Si deseamos ser fieles a la Biblia, debemos descartar toda esta noción de que la esencia del pecado se halla en la rebelión de la parte inferior de nuestra naturaleza contra la parte superior.

¿Qué es, pues, el pecado? Hemos dicho lo que no es. Ahora deberíamos decir qué es.

Por fortuna no tenemos que buscar mucho en la Biblia para hallar la respuesta a esa pregunta. La Biblia da la respuesta en el comienzo misma del relato del primer pecado del hombre ﷓ese relato que estudiamos juntos en una de nuestras charlas precedentes.

¿Qué fue el primer pecado del hombre, según la Biblia? ¿Fue la satisfacción de un apetito corporal? Sí, lo fue. La mujer vio que los frutos del árbol eran buenos pare comer y agradables a la vista, se nos dice. ¿Pero fue el pecado tan sólo la satisfacción de un apetito corporal? Desde luego que no. No, fue algo muy intelectual, espiritual. La serpiente dijo que el comer del fruto de ese árbol los haría sabios. Eso no fue en absoluto un apetito corporal.

¿Cuál fue, pues el primer pecado del hombre? ¿No está bien clara la respuesta? Sí, fue desobediencia al mandato de Dios. Dios dijo: "No comerás del fruto del árbol"; el hombre comió áe1 fruto del árbol; y eso fue el pecado. Aquí tenemos por fin nuestra definición de pecado.

"Pecado es cualquiera falta de conformidad con la ley de Dios o trasgresión de la misma." Esas son las palabras del Catecismo Menor, no de la Biblia; pero están de acuerdo con lo que la Biblia enseña desde Génesis hasta Apocalipsis.
***
16: LA MAJESTAD DE LA LEY DE DIOS

En la última charla hablamos de la importante cuestión, "¿Qué es el pecado?" Se han dado varias respuestas a la misma, pero la verdadera respuesta, dijimos, es la que se contiene en el Catecismo Menor. "Pecado," dice el Catecismo Menor, "es cualquier falta de conformidad con la ley de Dios o trasgresión de la misma."

El significado cabal de dicha definición se verá con mayor claridad, espero, a medida que hablemos de las consecuencias del pecado de Adán para la humanidad. .

De momento, sin embargo, lo tomamos sólo en la forma más sencilla y obvia. Lo más elemental acerca del pecado es que se trata de algo que va contra la ley de Dios. No se puede creer en la existencia del pecado a no ser que se crea en la existencia de la ley de Dios. La idea de pecado y la idea de ley van juntas. Si se piensa en el pecado, en el sentido bíblico de la palabra, se piensa en la ley; si se piensa en la ley, se piensa ﷓por lo menos tal como es ahora la humanidad ﷓en el pecado.

Siendo esto así, sólo les pido que recuerden lo que dice la Biblia y que piensen qué constante es la Biblia en enseñar la ley de Dios.

Ya hemos observado cuán clara es esa enseñanza en el relato del primer pecado del hombre. Dios dijo, "No comerás del fruto del árbol." Esa era la ley de Dios; era un mandato concreto. El hombre desobedeció dicho mandato; el hombre hizo lo que Dios le había dicho que no hiciera; y eso fue el pecado.

Pero la ley de Dios figura en toda la Biblia. No se halla sólo en alguno que otro pasaje, sino que constituye el telón de fondo de todo lo que la Biblia dice acerca de las relaciones entre Dios y el hombre.

Piensen por un momento en la parte tan considerable del Antiguo Testamento que ocupa la ley de Dios ﷓﷓ la ley que fue promulgada por medio de Moisés. ¿Creen que eso fue una casualidad? De ningún modo. Fue así porque la ley es una parte fundamental de lo que la Biblia tiene que decir.

En todo el Antiguo Testamento destaca un pensamiento básico ﷓ Dios es el legislador, y el hombre le debe obediencia.

¿Y qué se puede decir del Nuevo Testamento? ¿Obscurece el Nuevo Testamento ese pensamiento; rebaja el Nuevo Testamento en algún modo la ley de Dios?

Ha habido quienes así lo han creído. El error llamado "antinomianismo" ha sostenido que la dispensación de gracia que Cristo inauguró abrogó la ley de Dios para los cristianos.

Qué error tan horrible! Es sin duda cierto, en un sentido, que los cristianos ,no están, , como dice Pablo, bajo la ley sino bajo la gracia. No están sujetos a la maldición que la ley pronuncia contra el pecado; Cristo los ha liberado de esa maldición al llevar él en la cruz la maldición que les correspondía. No se hallan bajo ninguna dispensación en la .que su aceptación por parte de Dios dependa de su obediencia a la ley de Dios; en lugar de ello, su aceptación por parte de Dios depende de la obediencia que Cristo tuvo por ellos. Todo esto es del todo cierto. ¿Pero significa esto que para el cristiano la ley de Dios ya no es la expresión de la voluntad de Dios que tienen obligación absoluta de obedecer; significa que se hallan libres de hacer lo que les plazca y que ya no se hallan atados por los mandamientos de Dios?

Busquemos la respuesta en la Biblia toda, sobre todo en el Nuevo Testamento.

"No penséis," dijo Jesús, "que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar sino para cumplir."  Luego continúa poniendo su justicia en contraste con la justicia de escribas y fariseos. ¿Es más fácil que la de éstos? No, él mismo nos dice que es más difícil. "Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos." ¿Acaso su justicia participa menos de la naturaleza de ley que las normas que los escribas y fariseos habían establecido? ¿Es su justicia algo que el hombre puede tomar según le parezca; es algo que puede convenirle escuchar? Amigos míos, lo .único que puedo decir es que si leen de este modo las palabras de Jesús que figuran en los Evangelios, ni siquiera han comenzado a entenderlas. "Si lo ojo derecho," dice Jesús, "te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de tí; pues mejor lo es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo lo cuerpo sea echado al infierno."  "Mas yo os digo," afirma en otro pasaje, "que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio."  ¿son éstas las palabras de alguien que en lugar del reino de la ley de Dios pone otro reino? ¿Son éstas las palabras de alguien que creía que los hombres podían jugar con la ley de Dios?

Sé que algunas personas sostienen ﷓﷓ en un delirio de necedad, me parece ﷓ que las palabras de Jesús pertenecen a la dispensación de la ley que concluyó con su muerte y resurrección y que por ello la enseñanza del Sermón del Monte, por ejemplo, no pertenece a la dispensación de gratis en la que nos hallamos ahora.

Bien, permítanme volver al apóstol Pablo, al apóstol que nos ha dicho que no estamos bajo la ley sino bajo la gratis. ¿Qué dice acerca de esto? ¿presenta a la ley de Dios como algo que ya no time validez en esta dispensación de la gratis divina?

De ningún modo. En el capítulo segundo de Romanos, al igual que (por implicación) en muchas otras partes de sus Cartas, insiste en la universalidad de la ley de Dios. Incluso los gentiles, aunque no conocen esa clara manifestación de la ley de Dios que se encontraba en el Antiguo Testamento, tienen la ley de Dios escrita en el corazón y no tienen excusa si desobedecen. Los cristianos, sobre todo, insiste Pablo, están muy lejos de estar emancipados del deber de obedecer los mandatos de Dios. El apóstol considera que una idea tal es un error de los más nefastos. "Y manifiestas son las obras de la carne," dice Pablo, "que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios."

Grande, en realidad, según Pablo, es la ventaja del cristiano, respecto incluso a los que antes de que Cristo viniera fueron salvos por el mérito del sacrificio que iba a ofrecer en la cruz (siendo salvos, como lo son los cristianos, por la gracia de Dios por medio de la fe. Los cristianos no se hallan bajo la maldición de la ley; en ese sentido terrible no se hallan bajo la ley sino bajo la gracia. Cristo ha llevado el justo castigo de la ley en su lugar. Tienen además dentro de sí un poder nuevo, el poder del Espíritu Santo, que la ley por la misma no podría dar.

Pero ese poder nuevo no los emancipa de la obediencia a los mandamientos santos de Dios . De ningún modo, sino que los capacita para obedecer esos mandamientos en una forma que no les hubiera sido posible antes.

Piensen por un momento, amigos míos, en la majestad de la. ley de Dios tal como la, Biblia la presenta. Una ley por encima de todo ﷓ válida para los cristianos, válida para los no cristianos, válida ahora y válida por toda la eternidad. ¡Con qué grandiosidad se proclama dicha ley en medio del retumbar de truenos en el Sinaí! ¡Con cuánta más grandiosidad y con mucho mayor seriedad 3e proclama en la enseñanza de Jesús ﷓ en su enseñanza y en su ejemplo! Con qué terror estamos dispuestos a decir, con Pedro, en la presencia de esa pureza sobrecogedora : "Apártate de mi, Señor, porque soy hombre pecador."  En ninguna parte de la Biblia, ni en la enseñanza de Jesús nuestro Salvador, podemos eludir la terrible majestad de la ley de Dios ﷓ escrita en la constitución del universo, que penetra los pliegues más recónditos del alma, que abarca toda palabra ociosa, toda acción y todo pensamiento secreto del corazón, ineludible, exhaustiva, santa, terrible. Dios es el legislador, el hombre el sujeto; Dios el que gobierna, el hombre el gobernado. El servicio de Dios es un servicio que es libertad perfecta, un deber qué es el mayor de los gozos; pero siempre es un servicio. No lo olvidemos. Dios fue siempre y es pare siempre el Rey soberano; todo el universo está bajo su ley santa.

Esta es la atmósfera en la que la Biblia se mueve; esa es la rote en la que se base. ¡La ley de Dios que todo lo abarca! ¿Es la promulgación arbitraria de un tirano cruel, un entretenimiento sin sentido de alguien cuyo poder es mayor que su sabiduría o bondad? No, esta ley se basa en la perfección infinite del ser de Dios mismo. "Sed, pues, vosotros perfectos," dijo Jesús, "como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto."  Esa es la norma. La ley de Dios no es una ley arbitraria o sin sentido; es una ley Santa, como Dios mismo es Santo.

Si esa es la ley de Dios, ¡qué terrible es el pecado! ¿Qué lengua puede contar lo horroroso que es? ¡No es una ofensa contra una norma temporal o arbitraria que procede de autoridad temporal o que se hace cumplir con castigos temporales, sino una ofensa contra el Dios infinito y eterno! ¡Qué terror tan indescriptible se cierne sobre nosotros cuando contemplamos realmente una culpa semejante!
¿Pero la contemplamos en realidad? La pregunta se debe formular. Sé que algunos de mis oyentes consideran lo que he venido diciendo coma algo que no merece más atención qué los duendes y fantasmas con que las niñeras solían asustar a los niños malos. Una característica .destacada de la edad en que vivimos es la incredulidad respecto a cualquier coca que se pueda llamar ley de Dios y sobre todo la incredulidad respecto a cualquier coca que se puede llamar propiamente pecado. El hecho patente es que los hombres de nuestros tiempos viven en su mayoría en un mundo de pensamiento, sentir y vide del todo diferente del mundo en el que vive el cristiano. La diferencia no . se refiere a uno que otro detalle; se refiere a la base entera de la vide; se refiere a toda la atmósfera en que los hombres se viven y mueven y tienen el ser. En la raíz de todo lo que la Biblia dice hay dos grandes verdades, del todo inseparables ﷓ la majestad de la ley de Dios y el pecado como ofensa contra esa ley. Estas dos verdades básicas se niegan en la sociedad moderna, y en la negación de las mismas está la característica principal de la edad en que vivimos.

Bien, ¿en qué clase de edad nos encontramos? ¿Qué clase de edad es ésta en la que la ley de Dios se considera como pasada de moda y en la que no hay conciencia de pecado?

Se lo voy a decir. Es una edad en la que la sociedad se está desintegrando a ritmo acelerado. Miren a su alrededor y ¿qué ven? Por doquier se contempla un relajamiento de restricciones, un abandono de normas, una vuelta a la barbarie.

Pero, dirán, ¿acaso no se ha alcanzado por fin la libertad? Ahora que la moralidad ha sido abandonada ﷓ las convenciones tradicionales y todo lo demás ﷓ es evidente que la libertad tiene que haber alcanzado un gran apogeo. Pero yo pregunto, amigos míos, ¿lo ha alcanzado de veras? Hay que ser ciego para decir que sí. Antes al contrario, no hay libertad ni en Rusia, ni en Alemania, ni en Italia, ni en muchos otros países.  Qué lenta fue la transición en Europa de la tiranía a la democracia y libertad! Y ahora esa libertad alcanzada a costa de tantos sacrificios se está deteriorando rápidamente.

Hay sin duda oasis de resistencia a la invasión del tirano. Hace pocos días leímos que la gente de Gran Bretaña quedó muda al recibir la noticia de que su rey ﷓ símbolo de libertad ﷓ había muerto. Pareció que el silencio se apoderaba de la nación y que las luchas egoístas cesaban. Fue un silencio elocuente de verdad ﷓ que hablaba del amor de un gran pueblo por lo que el dinero jamás podrá comprar, que hablaba de siglos de historia gloriosa. Pero ¿creen que Gran Bretaña se encuentra a salvo ﷓ a salvo, quiero decir, no de los acorazados y aviones y ejércitos enemigos, sino a salvo de los enemigos mucho más peligrosos que están dentro de sus fronteras?

No lo creo, amigos míos. Se halla a salvo, sin dude, si hay algún lugar de la tierra que lo esté; pero con todo no está a salvo. Si repasamos la historia de Gran Bretaña creo que se puede ver que hasta ahora siempre poseyó algo que ahora está a punto de perder. Tuvo el convencimiento de que existe un principio trascendental de justicia al que todos los pueblos de la tierra están sujetos. Sé que hubo tiempos en que ese principio eterno de justicia se perdió casi por completo de vista. Hubo tiempos de mucho desenfreno. Hubo tiempos en la historia del Imperio Británico en que se cometieron crímenes nacionales terribles. Pero siempre hubo un núcleo considerable de ¡¡¡Británicos!!! que. tenían una convicción fume y sólida de la obligación que los ataba a la ley de Dios. Esa fue la sal preciosa que preservó a la nación y le dio esa estabilidad maravillosa que debería ser objeto de emulación pare todo el mundo civilizado. La libertad bajo la ley de Dios ﷓ esto y no vastos frentes de batalla ni un Imperio en el que nunca se ponía el sol -- es lo que hizo grande a Gran Bretaña.

Hoy día ese principio corre peligro en Gran Bretaña tanto como en el resto del mundo. También en ella hay multitud de personas que no creen que haya una ley de Dios, y el número de los que sí creen que existe es menor y mucho menos influyente ﷓ en la vide nacional que nunca antes . No sé . si están de acuerdo conmigo, amigos míos, pero creo ,debo decir que temo por Gran Bretaña, y más todavía por el resto del mundo. La tiranía está al acecho por todas partes, y la decadencia anda suelta bajo el disfraz de cien nombres pomposos y de cuño reciente.

Bien, y ¿qué se puede hacer? Muchos ,no cristianos están de acuerdo con nosotros de ,que hay que hacer algo. Incluso hay materialistas y ateos que lo ven. Algo hay que hacer sin duda incluso para mantener a la parte animal del hombre en condiciones saludables ﷓ para impedir que se destruya, por ejemplo, con otra guerra mundial.

Se han hecho, pues, muchas sugerencias para impedir los estragos del crimen. Alguien ha propuesto que se nos tomen a todos las huellas digitales y que se nos trate como criminales en libertad provisional a quienes, a capricho de la policía, se pide la identificación cuando circulan por las calles y a quienes no se les permita dedicarse libremente a sus asuntos a no ser que existan sospechas fundadas de que son reos de algún crimen. Otros proponen que se considere a los maestros, incluso a los de escuelas privadas y cristianas como funcionarios del gobierno, y que se les exija un juramento de fidelidad como el que se requiere en la Alemania nazi. Mil panaceas se han sugerido, diferentes en cuanto a detalles pero semejantes en cuanto que destruyen esa libertad civil y religiosa que nuestros padres se ganaron con tantos esfuerzos.

Tales medidas jamás podrán conseguir el fin que se proponen. Nunca se puede implantar por la fuerza el patriotismo. en el corazón de las personas. Intentarlo sólo sirve para suprimirlo si ya está presente. El progreso del comunismo o de cualquier otra forma de esclavitud nunca se puede impedir con la supresión de la libertad de expresión.

Tal supresión sólo sirve para volver más peligroso el progreso de las ideas destructoras.

¿Cuál es entonces el remedio para el amenazador descalabro de la sociedad y para el deterioro rápido y progresivo de la libertad?

Sólo hay un remedio. Es la vuelta a la ley de Dios.

Si queremos restaurar el respeto a las leyes humanas, debemos acabar con esa idea de que los jueces y los jurados sólo existen para el propósito utilitario de proteger a la sociedad, y debemos restaurar la noción de que existen para defender la justicia. Es cierto que no son más que exponentes imperfectos de la justicia. Hay muchos aspectos de la vida con los que no tienen nada que ver. Abusarían de la función que Dios les ha dado si trataran de obligar a una pureza intima de la vida personal, ya que a ellos les corresponde sólo obligar ﷓ e incluso esto en una forma imperfecta ﷓ a esa parte de la justicia que atañe a las relaciones entre hombre y hombre. Pero siempre son instrumentos de la justicia, y si no se reconoce así, el estado va camino del desastre. La sociedad no se puede preservar con imponer castigos violentos a ofensas menores porque lo exija así el interés utilitario de la sociedad; no se puede preservar con la práctica perversa (que algunos jueces siguen) de "escarmentar" a algunos de una forma anárquica a injusta por creer que de este modo se puede apartar a los demás del crimen. No, decimos, no hay que perder nunca de vista a la justicia ﷓ la justicia abstracta, santa, trascendente --sean cuales fueren las consecuencias inmediatas que de ello se crea van a producirse. Sólo así se podrá volver a respetar la toga del juez a impedir que la decadencia progrese.

Sin embargo, todo esto no toca el punto más importante. En el fondo dé todas estas consideraciones acerca de las naciones y de la sociedad está el gran problema de la relación del alma con Dios. A no ser que los hombres sean justos ante Dios, nunca serán justos en sus relaciones mutual.

Cómo, pues, pueden ser justos ante Dios? Oh, allá está el evangelio, dirán. Está la dulce y consoladora enseñanza de Jesucristo.

Sí, ¿pero acuden los hombres a Jesucristo? Van a él para la salvación del alma? No, lo tienen por un magnífico maestro religioso, y luego pasan de largo.

¿Cómo, pues, llevarlos a él? La Biblia nos da la respuesta. "De manera," dice, "que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe."  Así fue en el caso de los hebreos del Antiguo Testamento, acerca de quienes Pablo habla en ese pasaje; pero así es también en el caso de todos los que real y sinceramente acuden a Jesucristo como a su Salvador del pecado. Sólo la conciencia de pecado hace que los hombres acudan al Salvador del pecado, y la conciencia de pecado despierta sólo cuando el hombre se halla frente a frente a la ley de Dios.

Pero los hombres no tienen conciencia de pecado hoy día; ¿qué hacer, pues? Recuerdo que hace un tiempo oí presentar ese problema en una forma conmovedora a un predicador que se sentía tristemente confundido. Aquí estamos, decía. Vivimos en el siglo veinte. Tenemos que tomar las colas tal como se nos presentan; y de hecho, nos guste o no, si hablamos con los jóvenes de hoy acerca del pecado y de la culpa no sabrán de qué hablamos; se apartarán de nosotros aburridos, y se apartarán del Cristo que predicamos. ﷓ ¿No es realmente una calamidad? continuó. ¿No es una calamidad que se pierdan las bendiciones que Cristo tiene dispuestas ﷓ para ellos si acudieran a él? ¿Si, pues, no van a acudir a Cristo a nuestro modo, no deberíamos invitarlos a que acudan a él a su manera? Si no acuden a Cristo a través de la conciencia de pecado que nacería del terror de la ley de Dios, ¿no podríamos hacerlos llegar a Cristo por medio del atractivo de las enseñanzas éticas de Jesús y la utilidad de su enseñanza para la solución de los problemas de la sociedad?

Me temo que en respuesta a tal proposición debemos responder que no. Me temo que tenemos que afirmar que ser cristiano es mucho más trágico que lo que tales personas suponen. Me temo que tenemos que decirles que no se puede llegar a la vida cristiana por ningún atajo. Me temo que tenemos que indicarles la puerta angosta y decirles que busquen al Salvador mientras lo pueden encontrar a fin de que los rescate del día de la ira.

¿Pero no es un caso perdido? ¿No es un caso perdido tratar de que la gente del siglo veinte tome la ley de Dios con toda seriedad y tema los pecados?
Mi respuesta es que sí es un caso perdido. Del todo perdido. Tan perdido como lo es que un camello pase por el ojo de una aguja.

Pero, no olvidemos que hay Alguien que puede hacer lo que parece imposible. Es el Espíritu del Dios vivo.

No teman, cristianos. El Espíritu de Dios no ha perdido su poder. Cuando lo crea conveniente, enviará a sus mensajeros incluso a una generación perversa, adúltera y negligente. Hará que el Monte Sinaí despida llamas; convencerá a los hombres de pecado; aniquilará su orgullo; derretirá sus corazones de piedra. Luego los conducirá al Salvador de las almas.

El Hombre
  por J. Gresham Machen

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