Mateo 2:7-12
7 Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, indagó de ellos diligentemente el tiempo de la aparición de la estrella; 8 y enviándolos a Belén, dijo: Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño; y cuando le halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya y le adore. 9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. 12 Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

7. Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos. El tirano no se atrevió a confesar su miedo y malestar con el fin de no dar nuevos bríos a un pueblo que él sabía le odiaba. En público, por lo tanto, pretendió que este asunto no le concernía, pero investigó en secreto, con el fin de encontrar algún peligro inmediato. A pesar que una mala conciencia le hizo tímido, no puede haber ninguna duda de que Dios golpeó su cabeza con un miedo extraño, que durante un tiempo le hizo incapaz de pensar y casi le privó del uso de la razón. Pues nada era más fácil que enviar a uno de sus cortesanos como escolta, con el pretexto de cortesía, para que fuera e investigara el asunto y volviera inmediatamente. Herodes ciertamente era un hombre con una gran inteligencia y de gran valor. Es más sorprendente que en este caso de extrema necesidad y con el remedio a la mano, permaneció en un estado de asombro y casi muerto. Aprendamos que un milagro se realizó en el rescate del Hijo de Dios de las fauces del león. No menos en el día de hoy, Dios enloquece a sus enemigos con el fin de que un millar de planes para dañar y arruinar su Iglesia no se produzcan en sus mentes, e incluso que las oportunidades que están a la mano no sean usadas. El truco que Herodes usó con los Reyes Magos, al pretender que él también vendría con el propósito de adorar a Cristo, fue evitado por el Señor, como veremos más adelante, de otra manera. Pero, como el temor de Herodes de despertar a la gente en su contra le privó del uso de su razón, una vez más es impulsado por tal locura que no duda ni tiembla ante la idea de provocar a Dios. Porque Herodes sabía que si un rey iba a nacer, este era ordenado por Dios, para que levantase el trono de David, que estaba caído. Por lo tanto, él no atacó a los hombres, sino que se atrevió con furia luchar contra Dios. Hay dos cosas que reclaman nuestra atención. Herodes fue invadido por un espíritu de aturdimiento para atacar a Dios, y por otro lado, su manera de actuar era infantil, pues su diseño se frustró, por lo que él fue como un hombre ciego andando a tientas en la oscuridad.

9. Ellos, habiendo oído al rey, se fueron. Es un verdadero ejemplo de penosa apatía que ni uno de los Judíos se ofreció como escolta a los extranjeros para ir a ver al rey que había sido prometido a su propia nación. Los escribas les mostraron el camino y les señalaron el lugar donde había nacido, pero se les permitió irse solos. Ni uno dio un paso. Tenían miedo, tal vez, de la crueldad de Herodes, aunque muestran la ingratitud malvada que en aras de la salvación que se les había ofrecido a ellos, no estaban dispuestos a someterse a ningún riesgo, y se preocupaban más por el ceño fruncido de un tirano que por la gracia de Dios. La nación entera, como recientemente he mostrado, estaba tan degenerada, que prefirió ser oprimida por el yugo de la tiranía, en vez de someterse a cualquier inconveniente que produjera un cambio. Si Dios no hubiera fortalecido las mentes de los Reyes Magos por su Espíritu, hubieran podido haber  sido desalentado por este estado de cosas. Pero el ardor de su celo se fortalece como nunca y parten sin una guía. Sin embargo, los medios para confirmar su fe no faltan, porque se enteran de que el rey al que habían seguido por una estrella, fue hace mucho tiempo descrito en un lenguaje brillante por los oráculos divinos. Parece que la estrella que los guió hasta la fecha en el camino, había desaparecido recientemente. La razón puede ser fácilmente conjeturada. Era, para que pudieran hacer la investigación en Jerusalén sobre el nuevo rey, y por lo tanto pudiera quitar todo pretexto de los Judíos, que, después de haber sido instruidos acerca del Redentor que se les envió, con pleno conocimiento y voluntariamente, lo despreciaron.

11. Y al entrar en la casa, vieron al niño. Tan repugnante espectáculo, naturalmente, podría haber creado un perjuicio adicional, porque Cristo estaba tan lejos de tener algo de la realeza que lo rodeaba,  ya que estaba en una condición más mezquina y despreciada que la de cualquier niño campesino. Pero ellos estaban convencidos de que estaba divinamente designado para ser un rey. Este solo pensamiento, profundamente arraigado en sus mentes es suficiente para producir en ellos reverencia. Contemplan en el propósito de Dios su alto rango, que todavía estaba oculto a la vista externa. Teniendo por cierto, que un día sería diferente de lo que parecía en ese momento, no se avergonzaron de rendirle los honores de la realeza. Sus regalos mostraban de dónde venían, porque no puede haber ninguna duda de que sus presentes eran los más selectas producciones de su país. No hemos de entender que cada uno de ellos presentó su propia ofrenda, sino que las tres ofrendas, que son mencionadas por Mateo, fueron presentadas por todos ellos en común. Casi todos los comentaristas caen en especulaciones acerca de los dones, denotando el reino, el sacerdocio, y el entierro de Cristo. Ellos hacen del oro el símbolo de su reino, del incienso, el símbolo de su sacerdocio y de la mirra, el de su sepultura. No veo ninguna base sólida para tal opinión. Era costumbre que, como sabemos, entre los persas, cuando ofrecían un homenaje a sus reyes, traían un regalo en sus manos. Los Sabios seleccionaron aquellos tres de los productos que engraciaban a los países del Este, al igual que Jacob envió a Egipto las producciones más selectas y estimadas de la tierra. Una vez más, al rendirle honor, de acuerdo con la costumbre de Persia, a quien siguen considerando como un rey terrenal, ellos le ofrecieron productos de la tierra. Nuestro deber es, adorarlo en una forma espiritual, porque el culto legítimo y razonable que él exige es que nos consagremos primero nosotros mismos y luego todo lo que tenemos a su servicio.

Una Harmonía  Sobre los Evangelios
de Mateo, Marcos, y Lucas

Por Juan Calvino
Traducida por Abiel Sneyder

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