El Evangelio de San Mateo

Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano.
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Capítulo tercero
         En aquellos dias vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo: Reconoceos, porque se acerca el reino de los cielos. Este es cierto aquel de quien dijo el profeta Esaías, (7) diciendo: Voz que vocea en el desierto. Aparejad el camino del Señor, haced derechas sus veredas.

    Queriendo comenzar San Mateo á escribir la predicacion de Cristo, pone primero la predicacion de San Juan el Bautista, que fué como un proemio de la predicacion de Cristo, y pone la vida de San Juan, porque el dio testimonio de Cristo, y pone el bautismo de San Juan, porque fué como un dar principio al bautismo de Cristo. Dos cosas dignas de consideracion se ofrecen en estas palabras primeras: la primera la significacion de las palabras de la predicacion de San Juan, y la segunda lo que entiende San Mateo alegando las palabras de Esaías. Cuanto á la primera, entiendo que, considerando San Juan á todos los hombres en el ser que tienen como hijos de Adam, por el cual son impíos, infieles y enemigos de Dios, no conociendo ellos su impiedad, infidelidad y enemistad, y por tanto no procurando ni deseando salir de aquel mal ser, y conociendo que para salir de él es necesario conocerlo, como despertándolos, les decia: «Reconoceos,» entendiendo: conoced el mal ser en que estais, siendo como sois impíos, infieles y enemigos de Dios; y entiendo que, añadiendo San Juan «porque se acerca el reino de los cielos,» entiende: dígoos que os reconozcais, porque esta es la via por donde podreis entrar en el reino de los cielos, el cual esta ya cercano.

    Adonde quiere entender dos cosas: la primera, que es necesario este reconocimiento para entrar en el reino de los cielos, porque, así como los que no conocen su enfermedad, no buscan la medicina, así los que no conocen su impiedad, infidelidad y enemistad no buscan la medicina, que es el evangelio, el cual sana de la impiedad, infidelidad y enemistad que nos es natural; la segunda, que por reino de los cielos entendia San Juan el reino espiritual de Cristo, el cual es muy semejante al reino de los cielos, al reino divino y celestial, á donde reina Dios por sí mismo, y el cual estaba ya cercano, porque comenzó desde la venida del espíritu santo. Y entiendo que no hacia San Juan diferencia entre el reino de Dios ó reino de los cielos, que es en la vida presente en los que siendo miembros de Cristo tienen del espíritu de Cristo, y el reino de Dios que será en la vida eterna, porque consideraba que en la vida presente se toma la posesion, la cual es continuada en la vida eterna.

    Tambien entiendo que estas palabras de San Juan eran entendidas diferentemente, porque él no declaraba que cosa era este reino de los cielos ni decia la manera como se entra en él, y así á unos atemorizaba y á otros alegraba, como si viniese hoy uno al cual todos diesemos crédito y el cual á voces dijese: cercano está el dia del juicio. Quiero decir que así como este atemorizaria á los falsos cristianos y alegrarla á los verdaderos cristianos, á los que creen cierto que es suya la justicia de Cristo, así San Juan atemorizaba á los falsos hebreos y alegraba á los verdaderos hebreos, á los que eran como Simeon, como Ana y como Zacarías. De manera que en sentencia diga San Juan en su predicacion así: Tornad sobre vosotros y conoced el mal ser en que estais, porque sabed cierto que ya se acerca el tiempo en el cual reinara Dios por sí mismo acá en la tierra, así como reina por sí mismo allá en el cielo. Reinaba Dios antes de Cristo en todo el mundo, pero su reino no era conocido sino en Judea, adonde, porque era Dios conocido, se decia que reinaba Dios y adonde reinaba non como reina despues de Cristo en los que son pueblo Cristiano, dando á cada uno de ellos su espíritu santo, sino como convenia que reinase en aquel pueblo exterior con ley y con ceremonias, y por tanto no era aquel reino, reino de los cielos ó reino celestial, como es este de que gozamos los que, habiendo aceptado la gracia del evangelio, estamos incorporados en Cristo, tenemos del espíritu de Cristo.

    Cuanto á la segunda cosa digna de consideracion, entiendo que á San Juan ó á la predicacion de San Juan llama San Mateo «voz que vocea en el desierto», y entiendo que segun San Mateo es lo mismo: «Aparejad el camino del Señor, haced derechas sus veredas» que lo que ha dicho que decia San Juan: «Reconoceos porque se acerca el reino de los cielos»; quiero decir que sea la misma sentencia la de las palabras de San Juan que la de las palabras de Esaías. Mas entiendo que segun San Mateo, diciendo Esaías «voz que vocea» etc., tuvo intento á la predicacion de San Juan, profetizando la alegre nueva que San Juan habia de publicar en el mundo, diciendo que se acercaba el reino celestial. Adonde se ha de entender que entonces aparejamos el camino del Señor, ó al Señor, como está en el Hebreo, cuando tornamos sobre nosotros y nos enderezamos y encaminamos por el camino verdadero que lleva á los hombres á la vida eterna. Lo mismo es «haced derechas sus veredas» que «aparejad el camino del Señor»; acostumbran los profetas replicar una misma sentencia por diferentes palabras.

    Hora, para que se entienda que San Mateo alegó propiamente las palabras de Esaías, repitiendo lo que otra vez he dicho que tiene Dios intento en sus palabras y en sus obras á engañar á la prudencia humana, dándole en que se cebe y se detenga de manera que no pueda penetrar á entender su divino consejo, vengo á decir que, habiendo profetizado Esaías la cautividad de Babilonia en el capítulo 39 y comenzando el cap. 40 diciendo: «Consolad, consolad á mi pueblo, dice vuestro Dios», etc., parece al juicio de la prudencia humana que Esaías profetizó en este capítulo la salida del pueblo hebreo de Babilonia y tornada en Jerusalem por el desierto. Adonde non niego yo que Esaías non tuviese intento á esta cosa del pueblo hebreo, pero digo que, teniendo principal intento á la salida del pueblo de Dios, pueblo cristiano y espiritual de la servidumbre de la ley y del reino del mundo y á la entrada en la gracia del evangelio y en el reino de Dios, de la cual (como he dicho arriba) se toma posesion en la presente vida, habló mas propiamente á este intento que á aquel, tanto que aún los mismos hebreos, no pudiendo verificar lo que Esaías dice en este capítulo en su salida de Babilonia y entrada en Jerusalem, van soñando que Esaías profetizó su salida de la cautividad en que ahora están y tornada en Jerusalem en tiempo del Mesía.

    Las palabras de Esaías segun la letra hebrea son estas: «Voz que clama en el desierto: escombrad el camino al Señor, enderezad en la soledad el sendero á nuestro Dios. Todo valle se alce y todo monte y collado se humille, y lo encorvado se enderece y lo que tiene alterones se allane. Y será revelada la gloria del Señor, y verá toda la carne juntamente que la boca del Señor ha hablado». Adonde creo cierto que por beneficio de Dios fué mostrada á Esaías la felicidad del estado de este nuestro reino de los cielos, en el cual tomamos posesion del felicísimo estado de la vida eterna; y entiendo que, viendo esta felicidad presente continuada con aquella futura, comenzó á decir: «Voz que clama», etc., como triunfando por la venida de Cristo en el mundo á meter los hijos de Dios en la posesion del reino de Dios; y entiendo que dijo Esaías «en el desierto,» porque, no siendo entendida su voz, tanto valía cuanto si hablara en el desierto adonde ninguno lo oyera. Tambien puede ser que entiende lo mismo por desierto que por soledad, y que diga que el camino y que el sendero sean alimpiados y aderezados en el desierto, en la soledad, porque en los tales lugares los caminos están más gastados, de manera que aquello «en el desierto» no se junte con lo que precede sino con lo que se sigue: aparejad en el desierto ó alimpiad en el desierto, etc.

    Y entiendo que, viniendo Esaías al particular de la manera como se habia de hacer esto, dice: «todo valle se alce,» etc, poniendo propiamente aquellas cosas que los hombres acostumbran hacer cuando quieren aderezar un camino, adonde simplicísimamente entiendo que Esaías solamente pretende decir, que esta venida de Cristo es así felicísima, que en ella se deben hacer todas las demostraciones de gozo y de jubilacion interior, aparejándole nuestros ánimos, que se hacen en una pasada de un gran príncipe por un desierto, queriendo que pase con mucha comodidad y satisfaccion suya.

    Diciendo «y será revelada» etc., entiende que con esta venida de Cristo al mundo, tanto con la humilde cuanto con la triunfante, es ilustrado el nombre de Dios.

    Aquello «y verá toda la carne» etc., parece que tiene intento al dia del juicio, en el cual todos los hombres generalmente verán la gloria de Dios, á unos será felicidad y á otros causará infelicidad; tambien puede ser que entienda por toda carne toda suerte de personas, judíos y gentiles, grandes y pequeños, y que se entienda de la primera venida de Cristo.

    Diciendo «que la boca del Señor ha hablado,» entiende que estas palabras que yo digo no son mias sino de Dios, él las dice y las pronuncia por mi boca, ántes esta boca al presente no es mia sino suya. Estaba la gloria de Dios como encubierta antes de la venida de Cristo, y en la primera venida de Cristo se comenzó á descubrir y á revelar, en cuanto ha sido y es conocida la verdad de Dios y su omnipotencia de los que han conocido á Cristo, y la misma gloria de Dios será del todo descubierta y revelada en la segunda venida de Cristo cuando (como he dicho) será vista y conocida de buenos y de malos.

    Así entiendo las palabras del profeta. Y tornando á las del evangelista, entiendo que lo mismo es «en aquellos dias» que en aquel tiempo; es manera de hablar hebrea. Pienso que comenzó San Juan á predicar en el desierto á fin que su predicacion fuese más admirable, pusiese más admiracion á las personas, y así mirasen más en ella.

    Adonde dice: «Reconocéos», el vocablo Griego propiamente significa entender el hombre su error despues de ser caido en él. Lo mismo es «reino de los cielos» que reino de Dios, reino celestial y divino. Diciendo «este», entiende: este San Juan. Diciendo que «vocea,» entiende que á voces dice. Cuanto al desierto, me remito á lo que he dicho declarando las palabras del profeta.

         Y el mismo Juan tenia su vestidura de pelos de camello y tenia cinta de pellejo arrededor de sus lomos, y su mantenimiento era langostas y miel salvaje.

    En tres cosas muestra aquí San Mateo el austeridad y aspereza de vida de San Juan: en el vestir, que vestia pelos de camello; en el ceñir, que ceñia cinta de pellejo; y en el comer, que se mantenia de langostas y de miel salvaje ó silvestre. Adonde entiendo que, estando San Juan en el desierto, usaba de aquellas cosas que fácilmente hallaba en el lugar adonde estaba, sin enviar ni ir por ellas á poblado, de manera que no era supersticion sino necesidad y descuido de sí mismo. El cual descuido debe ser imitado de los que, teniendo á Cristo en sus ánimos, tienen cuidado de Dios.

    A quien deseara entender la causa por que vivió San Juan con aquella aspereza, le diré cuatro cosas que al presente se me ofrecen. La primera que, habiendo de fenecer en San Juan el reino de las ceremonias, feneciendo en el la ley, como veremos adelante, cap. 11, parece que quiso Dios que él fuese en ellas extremadísimo. La segunda que, viniendo San Juan en espíritu y en virtud de Elías, como veremos adelante, cap. 17, parece que quiso Dios que tambien en el vivir esterior se pareciese á Elías, el cual, segun se lee 4 Regum 1, - (8)vestia pelos y ceñia cinta de pellejo. La tercera que, habiendo San Juan de dar testimonio de Cristo, en el cual no se veian apariencias de santidad exterior, las cuales mueven mucho á los hombres vulgares, parece que quiso Dios que viviese con aquella aspereza que vivió, á fin que fuese su testimonio más mirado, más preciado y más estimado, y así la gloria del aspereza de la vida de San Juan resultase en gloria de Cristo. La cuarta que, haciendo San Juan oficio de ley en cuanto atemorizaba á los hombres y en cuanto les mostraba á Cristo, parece que ordenó Dios que en su vivir representase la severidad, rigurosidad y aspereza de la ley, y aquí propiamente me parece ver en San Juan la ley y en Cristo el evangelio, y así San Juan me atemoriza y me espanta, y Cristo me enamora y me asegura. Adonde entiendo que al Cristiano pertenece mirar como de pasada á San Juan y á la ley, y mirar y remirar continuamente á Cristo y al evangelio. Los que se estarán mirando á la ley y á San Juan, no tendrán jamás paz en sus conciencias, siempre hallarán por qué y de qué temer; y los que mirarán á Cristo y al evangelio, dirán con San Pablo (9): Justificados por la fé, tenemos paz acerca de Dios por Jesu-Cristo nuestro señor.

         Entónces salia á él Jerusalem y toda Judea y toda la comarca del Jordan, y él los bautizaba en el Jordan, confesando ellos sus pecados.

    De predicar San Juan en el desierto y no en poblado y de vivir con el aspereza con que vivia resultó que la gente, movida por la novedad, salia de todas partes e iba al bautismo de San Juan; y los que se bautizaban decian y confesaban que se bautizaban porque eran pecadores, porque habian hecho muchas cosas contra la ley. Adonde entiendo que el bautismo de San Juan era como un dar principio al bautismo de Cristo, y entiendo que el bautismo de San Juan no pacificaba ni aseguraba las conciencias de los que se bautizaban, siendo reservada esta gloria para el bautismo de Cristo, el cual es el que hace estos efectos, no por sí sino por la fé en Cristo, que trae al bautismo á los que se bautizan. El efecto del bautismo de San Juan entiendo que era, como seria decir, turbar el agua de la balsa, y el efecto del bautismo de Cristo entiendo que es clarificar el agua turbada. Esta confesion de los que eran bautizados por San Juan, entiendo que era semejante á la confesion de los que oian las predicaciones de los apóstoles, como se lee Act. 19.- (10)

         Y como viese muchos de los Fariseos y Saduceos que venian á su bautismo, les dijo: Generacion de víboras ¿quien os ha enseñado huir de la ira que ha de venir? Haced pues frutos dignos de reconocimiento y no mostreis decir en vosotros: nuestro padre es Abraham. Porque yo os digo que puede Dios levantar de estas piedras hijos á Abraham, y ya tambien la segur esta puesta á la raíz de los árboles. Por tanto todo árbol que no hace buen fruto es cortado y echado en el fuego.

    En estas palabras se ofrecen estas cosas dignas de consideracion: la primera que San Juan no injurió ni habló mal sino á los Fariseos y Saduceos, los cuales en aquel tiempo en el pueblo hebreo tenian la cumbre de la santidad por sus ceremonias con que vivian diferenciados de los otros hombres del pueblo. La segunda que, de verlos San Juan venir á su bautismo como á los otros hombres, coligió que los traia el miedo y el temor que tenian de perecer en la ira de Dios en el dia del juicio, que ellos por las palabras de San Juan entendian que estaba cercano, entendiendo que desde entónces comenzaba el reinado de Dios. Y viene bien que llame San Juan «ira que ha de venir» al dia del juicio, hablando con los santos del mundo, para los cuales aquel dia será dia de ira; si hablara con los santos de Dios, no hay duda sino que lo llamara dia de gracia y de gloria.

    La tercera, que entónces hacemos «frutos dignos de reconocimiento», de hombres que se han reconocido en su vivir, cuando dejamos de vivir como hombres del mundo y como santos del mundo, y vivimos como hombres espirituales y como santos de Dios, dando con nuestro vivir testimonio de nuestro reconocimiento y arrepentimiento, así como con nuestro vivir mortificados segun la carne y vivificados segun el espíritu, damos testimonio de nuestra fé cristiana. Los que no viven de esta manera no tienen fe cristiana ni tienen reconocimiento cristiano, por más que digan y por más que se persuadan que tienen lo uno y lo otro, y los que no viven de aquella manera dan testimonio de sí que no hacen frutos dignos de reconocimiento, de arrepentimiento ó penitencia.

    La cuarta, que no engaña jamás al hombre la confianza cristiana, la que está fundada en la regeneracion cristiana, y que engaña siempre la confianza hebrea que está fundada en la generacion humana; y más: que la confianza en la regeneracion cristiana es eficaz en los hombres para hacerlos vivir en santidad y justicia todos los días de su vida, y que la confianza en la generacion humana es eficaz en los hombres para hacerles vivir licenciosa y viciosamente todos los días de su vida. En la regeneracion cristiana confian los que, siendo regenerados y renovados por espíritu santo, hacen suya la justicia de Cristo, los cuales dicen con San Pablo:- (11)«Quis accusabit adversus electos Dei?» ciertos que, teniendo á Dios y á Cristo de su parte, no hay cosa que los pueda empecer.

    Y en la generacion humana confiaban los Fariseos y Saduceos, á los cuales reprehendia San Juan, y confiaban los hebreos que eran como ellos, diciendo: Pues somos hijos de Abraham, no podemos perecer, y así vivian viciosa y licenciosamente; en la misma generacion humana confian los falsos cristianos, pensando que el ser hijos de padres cristianos los ha de salvar, no teniendo regeneracion cristiana. La quinta que, diciendo San Juan que es Dios poderoso para hacer de piedras hijos á Abraham, entiende lo mismo que entiende San Pablo, Rom. 3. 4, adonde muestra que, salvando Dios á los que creen como creyó Abraham, salva á los hijos de Abraham, y así cumple lo que prometió á Abraham, teniendo por hijos de Abraham no á los enjendrados de la simiente de Abraham, sino á los regenerados por la fé de Abraham.

    Y aquí parece que la persuasion de los falsos hebreos era decir: Nosotros somos simiente de Abraham; á Abraham y á su simiente prometió Dios la heredad del mundo, y por tanto no tenemos de que temer. Y en venir con todo esto al bautismo de San Juan mostraban no estar saldos ni firmes en aquella su confianza, la cual siendo persuasion humana no les servia sino para hacerlos viciosos y licenciosos, y viendo el peligro al ojo, les hacia temblar y temer.

    La sexta que, amenazando San Juan á los falsos hebreos, les decía que el peligro estaba en la mano, usando de una manera de hablar hebrea, entendiendo que, así como el mal árbol está en malos términos cuando el labrador queriéndolo cortar le pone la segur, la hacha ó el destral al troncon, así ellos estaban en malos términos porque ya su ruina y perdicion estaba cercana; y más: que así como el mal arbol es cortado y echado en el fuego, así el mal hombre es cortado y echado en el fuego; y mal hombre es el que no ha dejado de ser hombre, el no regenerado ni renovado por espíritu santo.

    Si queremos que aquello «y ya tambien la segur» etc., dependa de lo que inmediatamente precede, será esta la sentencia de estas palabras: Dios es poderoso de levantar de estas piedras hijos á Abraham, y ya esta á punto para hacerlo; y viene bien esta sentencia con el efecto que se siguió, en cuanto de los gentiles, que eran como piedras, hizo Dios hijos á Abraham, conforme á lo que dice San Pablo Rom. 4. (12)

    Aquello «generacion de víboras» es segun el hablar de la lengua hebrea y es lo mismo que nosotros decimos hombres infernales. Diciendo «en vosotros,» entiende que no lo decian con las bocas sino con los corazones, mostrando en su vivir lo que decian en sus corazones.

         Yo cierto os bautizo con agua para que os reconozcais, pero el que viene despues de mi es mas fuerte que yo, los zapatos del cual no soy digno de llevar. El os bautizará con espíritu santo y fuego, el cual tiene en su mano su ablentador y alimpiará su era y recogerá su trigo en la troj y quemará la paja con fuego que no se apaga.

    Lo mismo entiendo que declara aquí San Juan acerca de su bautismo que habemos dicho en lo pasado: que el de San Juan perturba el agua, y el bautismo de Cristo la esclarece; así dice San Juan aquí «yo os bautizo» etc., entendiendo: mi bautismo solamente os sirve de daros conocimiento de vosotros mismos para que conozcais vuestra impiedad, infidelidad y enemistad con Dios, y busqueis el remedio de ella, pero el bautismo de Cristo no será de esta calidad, siendo así que os dará espíritu santo, el cual hará en vosotros el efecto que hace el fuego en el oro, purificándoos y alimpiándoos y mejor mortificándoos y vivificándoos. Adonde se entiende que los que, siendo bautizados, no han alcanzado espíritu santo, no son bautizados con el bautismo de Cristo sino con el de San Juan.

    Y el contraseño que puede tener uno para certificarse que tiene espíritu santo, que es bautizado con el bautismo de Cristo, es la paz de la conciencia con la mortificacion y vivificacion, porque es así que el espíritu santo, que reciben los que son bautizados con el bautismo de Cristo, hace propiamente estos efectos, y el bautismo de San Juan, que es con agua solamente, hace este efecto que da al hombre conocimiento de sí, lo perturba y lo inquieta. Antes diré mejor así que los que, oyendo la predicacion de San Juan, en cuanto amenaza y atemoriza, vienen al bautismo de San Juan, muestran que se conocen por pecadores y que desean ser justos, y que los que, oyendo la predicacion de Cristo, la intimacion del indulto y perdon general por la justicia de Dios ejecutada en Cristo, en cuanto asegura y aquieta las conciencias, viniendo al bautismo de Cristo, muestran que aceptan y toman por suya la justicia de Cristo. Y por tanto no se da el bautismo á los hombres ya grandes si primero no confiesan la fe cristiana.

    Diciendo «es más fuerte que yo», entiende: es más recio y poderoso. Aquello «los zapatos del cual» etc. pertenece á la humildad de San Juan; los hombres lo estimaban en mucho y él queria que aquella su estimacion redundase en gloria de Cristo, los zapatos del cual dice que no era suficiente ó digno de traer en la mano.

    Diciendo «el cual tiene en su mano» etc., entiende que la fortaleza de Cristo, con que es más fuerte que era él, consiste en que le ha Dios dado potestad de juzgar. Y á este juicio llama ablentador ó pala; y era ó parva llama á las gentes que habrán sido y pretendido ser pueblo de Dios y pueblo cristiano; y trigo llama á los justos, y paja llama á los falsos cristianos; y troj ó granero llama al reino de Dios que será en la vida eterna, y al fuego del infierno llama «fuego que no se apaga», entendiendo que siempre arde. Por estas palabras parece que San Juan tenia más intento en esto que decia de Cristo á su segunda venida á juzgar, que á la primera á ser juzgado, y tanto más me confirmo en lo que he dicho sobre aquello: «¿Quién os ha enseñado huir de la ira que ha de venir?»

         Entónces vino Jesus de Galilea al Jordan á Juan para ser bautizado de él, pero Juan se lo prohibia diciendo: Yo tengo necesidad de ser bautizado de tí ¿y tu vienes á mí? Y respondiendo Jesus le dijo: Deja ahora, porque así conviene que nosotros cumplamos toda justicia. Entónces lo dejó. Y bautizado Jesus subió luego del agua, y he aquí se le abrieron los cielos y vió el espíritu de Dios que bajaba como paloma y venia sobre él, y he aquí una voz de los cielos que decia: Este es mi hijo el amado, con el cual me he contentado.

    La causa que movia á Cristo á venir al bautismo de San Juan no es menester que la adivinemos, pues el mismo Cristo la dice en aquello: «así conviene que nosotros cumplamos toda justicia», adonde parece que vino Cristo á ser bautizado de San Juan por cumplir aún aquella justicia esterior por hacer aquella cosa que hacian los otros, pretendiendo justificacion, á fin que no le faltase cosa ninguna aparente ni esterior que perteneciese á justificacion. Tambien entiendo que cumplian Cristo y San Juan con aquella justicia esterior por atapar las bocas á los hombres del mundo, que no tuviesen causa ninguna de calumniarlos ni con verdad ni con apariencia de verdad.

    Aquello que dice San Juan: «yo tengo necesidad de ser bautizado de tí» entiendo que esta dicho por humildad, como si dijera: más necesitad tengo yo de tu bautismo que tú del mio. Esto lo entiendo así, entendiendo por la santa escritura que San Juan fué santificado desde el vientre de su madre (13), y entendiendo que, si San Juan tuviera necesidad de ser bautizado de Cristo, Cristo lo bautizara, y no se lee que lo bautizase. Diciendo Cristo «deja ahora,» entiende: déjate de mirar á ese deber que miras, y haz como yo quiero.

    Y diciendo el evangelista «entónces lo dejó,» entiende: entónces le dejó hacer lo que queria; él queria ser bautizado, y así San Juan lo bautizó. Diciendo «subió del agua,» entiende: salió del rio en tierra. Aquello «se le abrieron los cielos» está ambiguo tambien en la letra griega, si fué á Cristo ó á San Juan, pero por lo que escribe San Juan el evangelista (14) consta que fué á San Juan, que el vió los cielos abiertos y vió al espíritu santo en figura de paloma que bajaba sobre Cristo. De manera que no se entienda que el espíritu santo bajaba como baja una paloma, sino que San Juan lo vió en figura de paloma, y que aquel: «sobre él» se refiere á Cristo. Cuanto á la voz de los cielos, se ha de entender que, abiertos los cielos, la voz parecia que salia de ellos. Que Cristo tambien viese abiertos los cielos, viese al espíritu de Dios y oyese la voz del padre, no tengo duda ninguna, pero dudo, si los que se hallaron presentes vieron lo que Cristo y San Juan, y oyeron lo que Cristo y San Juan, y más presto creere que oyeron la voz que no que vieron la vision, porque entiendo por la santa escritura que el hombre es más capaz de oir que de ver, de oir la voz de Dios que de ver los secretos de Dios.

    Grandísimos son verdaderamente estos tres misterios que hubo en el bautismo de Cristo, y no es menor que ellos el bautizarse Cristo, de manera que el bautismo fué digno de ellos y ellos del bautismo. La causa porque Cristo se bautizó ya está vista, por las palabras del mismo Cristo. La causa, porque en el bautismo de Cristo mostró Dios estas tres señales, la del abrirse los cielos, la del bajar el espíritu santo y la de la voz, la dejaré considerar á las personas espirituales. Diré bien yo esto, que no entiendo que fué por certificar á San Juan que aquel era el Mesía, pues ya él lo había conocido en el vientre de la madre, sino porque, testificando San Juan de Cristo, pudiese decir: este es el Mesía, hijo de Dios, y sé lo cierto porque he visto la tal y la tal y la tal señal, y así fuese más creido su testimonio.

    Por lo que aquí dice «con el cual me he contentado» en el Griego está un vocablo de que usa la santa escritura cuando quiere significar aquella buena voluntad de Dios de que él se alegra, se contenta y se satisface, como es aquella con que nos conoce, nos predestina, nos llama, nos santifica y nos glorifica. Y á este propósito hace una respuesta que he escrito á una pregunta. (15) Y es muy conforme á esta voz del padre aquello que dice Esaías (16), hablando de Cristo: «Y la voluntad del Señor en su mano será prosperada,» adonde por «voluntad» en el Hebreo esta un vocablo que significa lo mismo que el Griego que está aquí: «en el me he contentado.» Todo esto lo digo á fin que se entienda lo que significa aquello «me he contentado,» y desearia poder hacer tambien entender en qué manera Cristo es hijo de Dios, así como puedo hacer que se entienda en que manera Cristo es amado de Dios, pero, no entendiéndolo yo, mal lo puedo hacer entender á otros, ántes tengo por cierto que aunque lo entendiese no seria posible hacerlo entender á otros, tanto es ajena la capacidad humana de poder entender la divina generacion del unigénito hijo de Dios. Sobre lo cual me acuerdo haber escrito una consideracion (17) á mi ver harto al propósito.