El Evangelio de San Mateo

Traducido fielmente del griego en romance castellano y declarado según el sentido literal con muchas consideraciones sacadas de la letra, muy necesarias al vivir cristiano. 
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Capítulo XVI

         Y viniendo los Fariséos y los Saducéos, tentándole rogaban que les mostrase alguna señal del cielo. Y él respondiendo díjoles: Venida la tarde, decís: sereno hará, porque el cielo está colorado; y mañana: hoy habrá tempestad, porque el cielo tiene color triste. Hipócritas, sabéis juzgar la cara del cielo y ¿no podéis juzgar las señales de los tiempos? Generacion mala y adúltera señal va buscando, y señal no le será dada sino la señal de Jonas profeta. Y dejándolos se partió.

    Los santos del mundo, no pudiendo sufrir delante de sí la santidad de Cristo porque echaba por tierra su santidad de ellos, lo iban siempre tentando, como han ido y van siempre continuando en tentarlo, y así fingiendo que deseaban ser ciertos que él fuese el Mesía y que para certificarse no les bastaban los milagros que hacía, le demandan que haga algun milagro en el cielo, como sería decir haciendo firmar el sol como hizo Josué. Y Cristo, conociendo sus malas intenciones, no queriéndoles dar otra señal que la de su muerte y resurreccion, los reprehende de la ceguedad ó ignorancia con que trataban las santas escrituras, diciéndoles que tenian ingenios y discursos para juzgar hoy del dia que hará mañana, si hará sol ó si lloverá, y que no tenian ingenios ni discursos para entender por las santas escrituras como aquel era el propio tiempo en que habia de venir el Mesía. Esta es la sentencia de estas palabras. Lo mismo es: «sereno hará» que: sol hará. Por lo que aquí dice: «color triste» el griego dice: está colorado triste, pero entiende lo que decimos: está mustio. Á los Fariseos y Saduceos llama Cristo hipócritas porque era este el ordinario nombre con que los llamaba y porque venian á tentarlo mostrando uno en lo exterior y teniendo otro en lo interior.

    Cuanto á la señal de Jonas profeta, me remito á lo que he dicho en el cap. XII, añadiendo esto que me cuadraria mucho si la escritura dijese que los de Nínive supieron el caso entrevenido á Jonas y que por tanto le dieron crédito y se convirtieron; y aunque no se puede colegir de ella esto, no pudiéndose colegir el contrario y cuadrándome tambien, digo que entiendo que, así como los tres dias y tres noches, que Jonas estuvo en el vientre de la ballena, fueron señal á los ninivitas, por lo cual, convencidos en sus conciencias, dieron crédito á la predicacion de Jonas y se con

virtieron á Dios, así los tres dias y tres noches, que Cristo estuvo en la sepultura, son eficacísima señal para convencer las conciencias de los hombres á creer el testimonio de Cristo de nuestra reconciliacion con Dios por su sangre que él derramó al tiempo que fueron castigados en él nuestros pecados y así de nuestra justificacion, resurreccion y glorificacion. Los que no son convencidos con esta señal, no serian convencidos con todas las señales que pueden ser vistas en el cielo y en la tierra; y tengo por cierto que en tanto son convencidos los hombres con ella, en cuanto la creen.

         Y venidos sus discípulos á la otra ribera, habíanse olvidado de tomar panes. Y Jesus les dijo: Mirad y guardáos de la levadura de los Fariseos y Saduceos. Y ellos razonaban entre sí, diciendo: Porque no tomamos panes. Y conociendo esto Jesus, les dijo: ¿Qué razonais entre vosotros hombres de poca fé, que no habeis tomado panes? Cómo, aún no entendeis ni os acordais de los cinco panes de los cinco mil? y cuántos cofines alzastes? ni de los siete panes de los cuatro mil, y cuántas espuertas alzastes? cómo no entendeis que no os he dicho del pan: Guardáos de la levadura de los Fariseos y Saduceos?-Entónces entendieron que no les habia dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los Fariseos y Saduceos.

    Tres cosas se coligen de estas palabras. La primera la incredulidad del ánimo humano que, por mucho que crea, mientras es humano, cuando ve la necesidad al ojo, duda, como los discípulos que, viéndose sin panes, pensaban padecer hambre, como consta por lo que ellos decian entre sí y por lo que Cristo les responde. Y aquí entiendo que, si queremos no dudar jamás, por muy grande que sea nuestra necesidad, roguemos á Dios que nos despoje de todo lo que tenemos de Adam, porque, miéntras tendremos rastro de Adam seremos solicitados á dudar y dudaremos.

    La segunda, que los hombres, miéntras están intentos á las cosas exteriores, son incapacísimos de las cosas interiores, como los discípulos que, estando atentos á los panes, interpretaban las palabras de Cristo de los panes. Y aquí entiendo que el, que querrá ser capaz de las cosas interiores y espirituales, trabaje primero por apartar el ánimo de las cosas exteriores y corporales, cierto que no entenderá las unas miéntras estará atento á las otras.

    La tercera, que á los santos de Dios pertenece estar siempre alerta, mirando, advirtiendo y guardando no les entre por parte ninguna rastro ninguno de doctrina de santos del mundo, cuales eran los Fariséos, ni de sabios del mundo, cuáles eran los escribas, tomando cada uno de ellos para sí el aviso que da aquí Cristo á sus discípulos, porque siempre es levadura para mal la doctrina de los santos del mundo y de los sabios del mundo. Y aquí entiendo cuán poco me debo fiar de las persuasiones de los hombres que en el mundo son tenidos por santos y por sabios, y entiendo que el mejor expediente con que yo podré guardarme de ellos es con rogar contínuamente á Dios, imprima bien en mi memoria la fé cristiana con la doctrina del vivir cristiano que me predican y enseñan los apóstoles y los evangelistas, á fin que, viniendo las persuasiones de los santos del mundo y de los sabios del mundo á este parangon, les acontezca lo que acontece á las piedras falsas cuando están en presencia de las finas, y aún lo que acontece á las finas cuando están en presencia de las que son más finas que ellas.

    Despues de escrito esto, entiendo que propiamente pretendió aquí Cristo avisar á sus discípulos que se guardasen de lo que enseñaban los escribas y los saduceos acerca de la pompa con que se habian soñado que habia de venir el Mesía; y á esta inteligencia favorece mucho lo que inmediatamente se sigue de la confesion de San Pedro. Adonde dice: «porque no tomamos panes,» pienso que se ha de entender: esto dice porque no tomamos panes.

         Y venido Jesus en las partes de Cesarea la de Filipe, preguntó á sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que soy el hijo del hombre? Y ellos dijeron: Unos Juan el Bautista y otros Elías y otros Jeremías ó uno de los profetas. Díceles: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Y respondiendo Simon Pedro, dijo: Tú eres Cristo, el hijo de Dios vivo. Y respondiendo Jesus, le dijo: Bienaventurado eres, Simon Barjoná, porque la carne y la sangre no te lo ha revelado sino mi padre el que esta en los cielos. Y yo tambien te digo á tí que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y daréte las llaves del reino de los cielos, y lo que atarás sobre la tierra, será atado en los cielos, y lo que desatarás sobre la tierra, será desatado en los cielos.

    Muchas cosas hay en estas palabras, dignas de mucha consideracion, para la inteligencia de las cuales convendria que el hombre estuviese desnudo y despojado de todo afecto humano, de toda opinion humana y aún de todo discurso de prudencia humana. Yo diré lo que en ellas al presente entiendo, remitiéndome siempre á la inteligencia de los santos que las entienden mejor.

    Cuanto á lo primero, no entiendo que preguntó Cristo á sus discípulos la opinion, que los hombres tenían de él, por saberla él, sino, porque diciendo ellos la que tenían, la cual él sabia bien, con su respuesta de él ellos quedasen confirmados en ella. Y aquí entiendo que quiere Dios que confesemos la fé que él imprime en nuestros corazones, en presencia de nuestros superiores, á fin que, confirmándonos ellos en ella, alcancemos salud y vida eterna, y por tanto dice San Pablo: «corde creditur ad justitiam, ore autem confessio fit ad salutem». Rom, 10 (123).

    Por las diversas opiniones que segun parece los hombres tenían de Cristo, las cuales todas iban enderezadas á menoscabar la gloria de Cristo y la omnipotencia de Dios, como que no podía criar un profeta de nuevo sin resucitar á uno de los ya muertos, y por lo que yo he visto por alguna experiencia, entiendo que, siempre que los hombres como hombres toman opiniones de Cristo y de los que son miembros de Cristo, sin pretenderlo ellos, vienen á menoscabar la gloria de Cristo y la omnipotencia de Dios; y por tanto seria sanísimo consejo á todos los hombres, guardarse de tomar opinion ninguna en las cosas espirituales y divinas mientras que son hombres no regenerados y renovados por espíritu santo, y aún entónces les está bien atenerse al áncora de la fé cristiana y al intento del vivir cristiano, guardando el decoro cristiano, y en lo demás no atarse á opinion ninguna, porque, como se atan á una, se obligan á defenderla, y, como la quieren defender, se apartan de la mansedumbre cristiana y decoro cristiano.

    Diciendo San Pedro: «tú eres Cristo el hijo de Dios vivo,» entiendo que confesó en Cristo humanidad y divinidad, humanidad en cuanto lo confesó por el Mesía prometido en la ley, del cual constaba que habia de ser hombre del linaje de Abraham, de la simiente de David, y divinidad en cuanto lo confesó por hijo de Dios y una misma cosa con Dios, en la cual confesion está fundada la fé cristiana, en cuanto los, que aceptamos el indulto y perdon general que nos es intimado en el evangelio, fundamos nuestra fé en que Cristo es el Mesía y es hijo de Dios, y así nos certificamos en la remision de nuestros pecados y en nuestra reconciliacion con Dios, teniéndonos por hijos de Dios, incorporados en Cristo, y por herederos de la vida eterna con Cristo. Los que no se conocen perdonados y reconciliados con Dios en Cristo y por Cristo ni se conocen hijos de Dios, habilitados para la heredad de Dios que es la vida eterna, si bien dicen á Cristo lo mismo que le dijo San Pedro, tengan por cierto que no lo dicen por divina revelacion sino por humana instruccion, y los tales no siguen jamás á Cristo, no imitan en Cristo la mansedumbre ni la humildad, porque aún no están sujetos al yugo de Cristo.

    A Dios entiendo que llama vivo ó viviente porque solo él tiene vida en sí y da ser y vida á todas las cosas que son y viven; y sobre esta manera de hablar que usa la escritura, diciendo Dios vivo, agua viva, piedra viva, esperanza viva etc., he hablado en la primera epístola de San Pedro capítulo primero.

    Por aquellas palabras de Cristo: «porque la carne y la sangre» etc., entiendo que no son bienaventurados los que por relacion é instruccion humana y exterior confiesan á Cristo por Mesía, hijo le Dios vivo, sino los que lo confiesan por revelacion é inspiracion divina é interior, como San Pedro. Y la bienaventuranza consiste en que incorporados en Cristo no los mira Dios por lo que son por sí, sino por lo que son por Cristo, y, así unidos é incorporados en Cristo, gozan de lo que goza Cristo, siendo de ellos lo que es de Cristo. Adonde entiendo que á todo hombre, que confiesa lo que confiesa aquí San Pedro, pertenece examinarse muy bien, si la confesion hace sus efectos en él, á fin que, hallándose con la confesion y sin los efectos de ella, entienda que su fé es de carne y sangre, y que por tanto no pertenece á él la bienaventuranza de San Pedro, y entendido se vuelva con fervor á Dios, suplicándole, le dé la fé revelada é inspirada, para que toque tambien á él la bienaventuranza que es anexa á la fé cristiana inspirada y revelada. Barjoná es lo mismo que hijo de Juan.

    La santa escritura acostumbra llamar «carne y sangre» á los hombres con todo lo que tienen como hijos de Adam, comprehendiendo á la ciencia del bien y del mal, á la lumbre natural, que es propia de Adam porque él la aquistó comiendo del árbol de la ciencia del bien y del mal.

    Como gratificando y confirmando Cristo la confesion de San Pedro entiendo que dice: «y yo tambien te digo á tí que» etc., como si dijese: Tu´ me has confesado á mí por Mesía hijo de Dios vivo, y yo te doy á tí este nombre de piedra por la firmeza que hay en esta tu confesion que es como piedra, y te digo más que sobre esta piedra edificaré mi iglesia etc. Adonde entiendo que dice Cristo que habia de edificar su iglesia sobre la confesion de San Pedro, entendiendo que el fundamento de la iglesia es confesar á Cristo por Mesía, hijo de Dios vivo, en cuanto los que, aceptando la gracia del evangelio, la remision de pecados, y reconciliados con Dios por la justicia de Dios ya ejecutada en Cristo, siempre que son solicitados á dudar de esta verdad, recurren á este firme y estable fundamento, diciendo: él que nos ha hecho este beneficio y él que lo publicó y hace publicar en el mundo es Jesus Nazareno, el cual es el Mesía prometido en la ley de Dios y es hijo de Dios, y puesto es así verdad, tambien es verdad lo que él publicó y hace publicar, que es el indulto y perdon general, del cual gozan los que lo creen. De esta manera entiendo que la iglesia cristiana está fundada sobre creer de Cristo lo que aquí confiesa San Pedro.

    Tambien entiendo que, queriendo Cristo mostrar la excelencia de su iglesia y asegurar á los que pertenecen á ella, dice: «y las puertas del infierno» etc., entendiendo que todos juntos los espíritus infernales no seran bastantes á deshacer á esta iglesia, á derribarla y echarla por tierra, porque ella será poderosa en Cristo á hacerles resistencia á todos; de manera que sea esta la misma sentencia que dice Cristo en otra parte: (124)«et nemo rapiet eas de manu mea,» á las cuales sentencias y á las que son como ellas debemos abrir bien los ojos los que somos ovejas de Cristo, porque, dando el crédito que se debe á las palabras de Cristo, nos podemos bien certificar con San Pablo que ni la muerte ni la vida ni criatura ninguna será bastante á apartarnos de Cristo y por el consiguiente ni del reino de Cristo en la presente vida ni del reino de Dios en la vida eterna.

    Queriendo Cristo gratificar aún más la confesion de San Pedro por confirmarla más y establecerla más, le dice: «y daréte las llaves del reino de los cielos,» y entiendo que, declarando qué llaves son estas, dice: «y lo que atarás sobre la tierra» etc., de manera que estas llaves consistan en el atar y en el desatar. Estas llaves entiendo que las tuvo Cristo mientras vivió corporalmente entre los hombres, y entiendo que, pronunciando aquí á San Pedro por bienaventurado y confirmándolo en la fé que tenia de él, usó de la una de las llaves, y de la otra entiendo que usaba cuando pronunciaba por infieles á Corazain, á Betsaida y á Capernaum, y cuando pronunciaba por hipócritas á los pontífices, escribas, Saduceos y Fariseos.

    Tambien entiendo que usaban de la una de estas llaves los apóstoles cuando admitian á la congregacion cristiana á los que confesaban que Jesus es el Mesía, hijo de Dios vivo, como admitió San Felipe al eunuco, San Pedro á Cornelio y San Pablo á Tito etc., y que usaban de la otra llave cuando apartaban de la congregacion de los cristianos á los que, viviendo viciosa y profanamente, daban testimonio de sí que la fé que tenian no era revelada ni inspirada, sino relatada y enseñada. De manera que el uso de estas llaves sea confirmar la fé del que, creyendo con el corazon por espíritu-santo, confiesa por la boca aquello que cree, afirmándole que su fé es buena, como hizo Cristo con San Pedro, la cual cosa es necesarísima en la iglesia, porque el ánimo del hombre es tanto solicitado á dudar que, por muy grandes inspiraciones interiores que tenga, siempre tiene necesidad del testimonio exterior; y de manera que sea tambien el uso de estas llaves condenar la infidelidad tanto del que no cree de Cristo lo que San Pedro, cuanto del que, si bien confiesa por la boca lo que confesó San Pedro, muestra en su mal vivir que no lo confiesa con el corazon, que habla enseñado y no inspirado, y que habla por relacion de carne y sangre y no por revelacion de espíritu-santo.

    Aquí añadiré esto que por revelacion de Dios conocemos á Cristo cuando nos desatapa Dios los ojos para que lo conozcamos por el Mesía y lo conozcamos por hijo de Dios, conociéndolo por hijo de David segun la generacion humana y por hijo de Dios segun la generacion divina. Los que conocen de esta manera á Cristo, aceptando la gracia del evangelio, se tienen por perdonados de todos sus pecados hechos y por hacer, y teniéndose por amigos de Dios, aman á Dios, y reconociéndose hijos de Dios, se aplican á imitar á Cristo con intento de guardar el decoro de hijos de Dios. Los que conocen á Cristo por relacion de hombres ó de escrituras no se tienen jamás por perdonados de Dios ni por amigos de Dios ni por hijos de Dios, y así no aman á Dios ni se aplican á imitar á Cristo.

    Esto es lo que al presente entiendo en estas palabras, las cuales son de tanta importancia que, aunque me parece quedar satisfecho con esta inteligencia, todavía quedo con deseo de alcanzar otra mejor, y así ruego á Dios me la dé ó por sí mismo ó por medio de algun siervo suyo, pero en cuanto ha de servir para gloria suya y de su unigénito hijo Jesu Cristo nuestro Señor.

         Entónces mandó á sus discípulos que no dijesen á ninguno que él es Jesu Cristo. Desde entónces comenzó Jesus á descubrir á sus discípulos que le convenia ir á Jerusalem y padecer mucho de parte de los ancianos y príncipes de los sacerdotes y escribas y ser muerto y resucitar al tercero dia. Y apartándolo Pedro comenzó á reprehenderlo diciendo: Mejor sea á tí, señor; nunca tal te entrevenga. Y él vuelto dijo á Pedro: ¡Quítateme de delante, Satanás! Escándalo me eres, porque no sabes las cosas de Dios sino las de los hombres.

    La causa porque Cristo prohibió á sus discípulos que no lo publicasen por el Mesía pienso que es, porque tenia Dios ordenado que este secreto no fuese descubierto ni publicado entre los hombres hasta que Cristo fuese muerto, resucitado y glorificado. En aquello «desde entónces comenzó Jesus» etc., noto esto que primero confirmó Cristo á sus discípulos en lo que habian de creer de él, que les descubriese el secreto de su muerte, y entiendo que se lo dice ántes que sea por facilitarles el sentimiento de ella. Y aquí aprendo que los que Dios trae á Cristo, primero deben ser confirmados y fortificados en lo que han de creer de Cristo, que les sea dicho lo que han de padecer por Cristo, y más, que ántes que venga el padecer, muchas veces se les debe poner delante, á fin que, cuando venga, se hallen armados y apercibidos de tal manera, que por el padecer no se aparten de Cristo, desamparando la fé cristiana y el vivir cristiano. Adonde dice «ancianos,» puede decir presbíteros, es nombre de dignidad. Y aquí es digno de consideracion esto que los, que tenian la cumbre de la religion entre los judíos, fueron los que dieron la muerte á Cristo.

    En San Pedro considero aquí á todos los que con prudencia humana presumen reprehender y aconsejar á los que, siendo hijos de Dios, son regidos y gobernados por espíritu de Dios, en cuanto, así como San Pedro, ufano por ventura con las palabras que le acababa de decir Cristo, presumió reprehender á Cristo porque queria ir á cumplir la voluntad de Dios, siendo llevado por espíritu santo, así ellos, ufanos con el nombre de cristianos, con las ceremonias cristianas y con alguna noticia de las cosas cristianas que han alcanzado por revelacion y escritura, presumen reprehender á los que siguen á Cristo y siguiendo á Cristo van á cumplir la voluntad de Dios, siendo llevados por el espíritu santo.

    A donde entiendo que á los, que, incorporados en Cristo, son hijos de Dios, pertenece responder á los hombres, que, mostrando celo, los reprehenden, lo que respondió Cristo á San Pedro, diciendo: «quítateme de delante, Satanás» etc. Y para poderles responder de esta manera, conviene primero que ellos se persuadan y tengan por cierto que todos los hombres que no son hijos de Dios, no siendo regenerados y renovados por espíritu santo, les son á ellos el mismo Satanás, porque, estando con esta persuasion, tendrán por sospechosas todas sus reprehensiones, todos sus celos y todos sus consejos, los cuales, siendo de hombres no pueden ser sino carne y sangre.

    Diciendo Cristo: «escándalo me eres,» entiende: me eres fastidioso y enojoso, como nos es la piedra en que tropezamos. Y aquí se entiende una manera de escandalizar los hombres á Dios y á los que son hijos de Dios. Y declarando Cristo de dónde procedia que San Pedro le era escándalo, dice: «porque no sabes» etc., entendiendo que de no saber San Pedro las cosas de Dios, de no entenderlas ni penetrarlas, procedia el fastidio que le daba con aquellas sus palabras. Si San Pedro supiera el divino consejo en la muerte de Cristo, no se pusiera á reprehender á Cristo porque iba á morir; y aún si solamente considerara la divina sabiduría y potencia que veía en Cristo, callara y dejárale hacer; pero como no consideraba lo uno ni sabia lo otro, sabiendo solamente las cosas de los hombres que tienen por malo el morir y por malísimo el morir ignominiosamente, oyendo decir á Cristo de su muerte, pensó acertar, diciéndole lo que le dijo.

    Adonde pueden considerar las personas cristianas que, pues Cristo, ofendido de las palabras de San Pedro que nacian de ánimo vivo aún no mortificado por la fé, no lo echó de sí, solamente lo trató mal de palabra, que tampoco las echará de sí á ellas cuando lo ofenderán como San Pedro con viveza de ánimo aún no mortificado por la fé, si bien las tratará mal de palabra, dándoles á sentir que se tiene por ofendido de ellas. A donde dice: «sabes,» puede decir: precias, estimas y sientes. En aquello: «mejor sea á tí, señor, nunca, tal te entrevenga» y en aquello: «quítateme de delante, Satanás» están unas maneras de decir castellanas por otras maneras de decir hebreas.

         Entónces dijo Jesus á sus discípulos: Si alguno querrá venir tras mí, niéguese á sí mismo y tome su cruz y sígame, porque el que querrá salvar su ánima, la perderá, y el que perderá su ánima por mi causa., la hallará, porque ¿que aprovechará al hombre si ganará á todo el mundo con daño de ánima? ó ¿qué dará el hombre en trueco por su ánima? Porque será así que vendrá el Hijo del hombre en la gloria de su padre con sus ángeles, y entónces dará á cada uno segun su obra. Dígoos de verdad que hay algunos de los que están aquí, los cuales no gustarán la muerte hasta que vean al hijo del hombre venir en su reino.

    Habiendo Cristo como intimado á sus discípulos su pasion despues de haberlos confirmado en la fé, les intima lo que á cada uno de ellos conviene padecer, habiendo como buenos discípulos de seguir á su maestro, de pasar por donde él pasó. Adonde parece que, tomando Cristo ocasion de lo que San Pedro le habia dicho condenando por malo el padecer, dice así á todos los discípulos: no solamente es necesario que yo vaya á padecer, á perder esta vida que tengo como hijo de Adam, pero sabed que es tambien necesario que los que me han de seguir vayan por donde yo voy, negándose á si mismos, privándose de todos sus placeres, de todas sus satisfacciones y de todas sus comodidades, y tomando á cuestas su cruz, el tormento y el fastidio que les causará esta privación, y la deshonra, y la ignominia que la misma les causará en los ojos del mundo, y entónces me seguirán de la manera que yo quiero ser seguido. De esto he hablado en dos consideraciones (125) sobre estas mismas palabras de Cristo.

    Y aquí entiendo que, queriendo Cristo declarar en qué consiste esta negacion, añade: «porque el que querrá salvar» etc., mostrando que entónces el hombre se niega á sí mismo cuando, por salvar su vida, por resucitar á vida eterna, la pierde en esta, menospreciándola y teniéndola en poco y así privándose de todo lo que arriba está dicho, y ofreciéndose al martirio, siempre que será necesario por la manifestacion del evangelio.

    Aquello: «por mi causa» es digno de consideracion para que entiendan los hombres que, perdiendo sus vidas, hora sea con las privaciones ya dichas, hora sea con el martirio, no las hallarán en la vida eterna si no tienen por objeto á Cristo, siendo su principal intento la gloria de Cristo, no sus propios intereses ni sus opiniones ó pasiones. Y aquí entiendo que no pierden las vidas por Cristo sino los que se tienen por justos en Cristo, porque solos estos no pueden pretender justificacion ni glorificacion, conociendo que la han alcanzado en Cristo, pretendiendo solamente imitar á Cristo por el deber de la regeneracion cristiana; los otros todos, perdiendo las vidas, la pierden por justificarse delante de Dios y no por Cristo.

    Aquello: «porque ¿qué aprovechará al hombre» etc., entiendo dicho como por comparacion: así como sirve poco á un hombre el ser señor del mundo, si da por ello la vida, así sirve poco á otro hombre gozar en la vida presente de todo lo que se puede gozar, pues por ello pierde el gozar de la vida eterna. Y diciendo: «ó ¿qué dará el hombre» etc., entiende que es cosa tan preciosa la vida, que no hay recompensa ninguna que dar por el rescate de ella, como si dijese: y pues yo os ofrezco vida eterna en contracambio de la vida presente, no os debe parecer recio el perder la vida presente. Conforme es á esto lo que se lee en el Salmo 49.

    Y queriendo Cristo declarar cuándo comenzará esta vida eterna entera y cumplidamente, dice: «porque será así que vendrá» etc., entendiendo que comenzará desde el día del juicio, en el cual dia dice que dará Dios «á cada uno segun su obra,» entendiendo que dará vida eterna á los que habrán perdido por su causa de él la vida presente, y que dará muerte eterna á los que no habrán querido perder por su causa de él la vida presente.

    Aquello que añade Cristo, diciendo: «Dígoos de verdad que hay algunos» etc., yo no lo entiendo, y digo que no lo entiendo, porque no me cuadra lo que unos dicen que vieron á Cristo en su reino los que lo vieron transfigurado en el monte Tabor, porque no entiendo que aquel fuese el reino de Cristo ni sería al propósito de lo que aquí precede; ni me cuadra tampoco lo que dicen otros que los discípulos no gustaron la muerte porque no sintieron el agonía de la muerte como los otros hombres, porque sé que segun el hablar de la lengua hebrea, gustar la muerte es lo mismo que morir; tampoco me cuadra lo que dicen otros que vieron á Cristo en su reino, los que despues de la venida del espíritu santo vieron glorificado á Cristo, siendo aceptado su evangelio de grande muchedumbre de gentes, porque veo que aquí habla Cristo del día del juicio, en el cual dia descubrirá á todo el mundo su gloria y su majestad.

    Es bien verdad que las palabras que pone San Márcos se podrian aplicar á la venida del espíritu santo, porque él dice: «hasta que vean venir el reino de Dios con virtud» ó potencia, y no hay duda sino que lo vieron venir tal los discípulos al tiempo que recibieron al espíritu santo, desde el cual tiempo entendemos que comenzó á venir el reino de los cielos que se predicaba en tiempo de Cristo. Y si se pudiese decir que algunos de los, que estaban presentes al tiempo que Cristo dijo estas palabras, están reservados para el día del juicio, no siendo muertos, no habría que dudar. En efecto, es poco lo que alcanzamos de los misterios de Dios, por mucho que presumamos alcanzarlos, y por tanto es cosa segura confesar en ellos nuestra ceguedad.