Diálogo de doctrina cristiana
                  Juan de Valdés 
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DE LAS LECTURAS

Arzobispo.- En el Libro de las epístolas y evangelios y sermones del año; aunque, para deciros verdad, ni los sermones me contentan, ni aun la traslación de lo demás está como debía estar. Y también en los Cartujanos, donde hay mucha doctrina de santos doctores; y en el Enquiridion de Erasmo; y en algunas cositas del mismo que hay en romance, así como la Declaración del Pater noster, y un Sermoncito del niño Jesús, y algunos coloquitos. También en el Contemptus mundi, que dicen de Gerson, y en las Epístolas de San Jerónimo; y también en los Morales de San Gregorio, que ahora se han impreso en romance; y asimismo en algunas cositas que hay de San Agustín.

Antronio.- ¿Y no leerán en algunos libritos que hay de contemplación y otros de personas devotas?

Arzobispo.- No va nada que los lean; pero no os digo yo ahora, sino los que debéis decir que tengan familiares. Y también ya os he dicho, si me habéis querido entender, que no soy nada amigo de las imaginaciones que ellos enseñan.

Antronio.- Os suplico que me digáis la manera que tenéis en el leer de los libros sagrados y de varones santos.

Arzobispo.- Cuando leo en algún libro de los que decís, si topo alguna cosa que mucho me agrada, pienso en mí la riqueza que en mi alma tendría si aquella cosa tuviese; y así luego mi espíritu se levanta con grandísimo y ferviente deseo a pedir a Dios, me dé aquello que allí hallo me conviene tener; y así de la lección hago oración y contemplación. Y quiero que sepáis que, a mi ver, el que de esta manera acostumbrare a leer y estudiar, aprovechará más en un año, que otro en ciento. Y por esta causa, todas las veces que yo tomo algún libro para estudiar, especialmente si es de la Sagrada Escritura, lo tomo con grandísimo acatamiento y reverencia, humillando mi espíritu delante de la presencia de Dios, y así le suplico que de tal manera alumbre mi entendimiento, que lo que yo allí entendiere sea no más que para gloria suya, edificación de mi alma y provecho de mis prójimos. Y verdaderamente, todas las veces que esto hago, cuando dejo el libro me parece que quedo con un nuevo deseo de Dios y con una nueva afición a la virtud.

Eusebio.- Mucho me he holgado de oíros esto, porque, con la gracia de Dios, entiendo imitar esta vuestra manera de estudio, y aun aconsejaré a muchos hagan lo mismo; y el padre cura también tendrá cuidado de hacer como yo.

Antronio.- Por mi fe, sí tenga; y aunque nunca fui aficionado a estos estudios, yo lo seré de hoy más.

Arzobispo.- Veamos, ¿por qué no habéis sido aficionado al estudio?

Antronio.- Yo os diré la verdad. Suelen decir que no alaba más uno de lo que alcanza; y como yo no alcanzaba del estudio sino muy poco, o casi nada, no podía ser aficionado a él.