EL CRISTO DE LATINOAMERICA

(PRIMERA PARTE)

Se palpa y se ha dicho que la América ingenua que tiene sangre indígena, "aún reza a Jesucristo y aún habla en español.    En cuanto a rezarle a Jesucristo se abren algunos interrogantes. Por ejemplo, ¿a cuál Cristo le rezan las masas latinoamericanas? La verdad es que existen muchos cristos de hechura humana, así como también el cuerpo con el que Dios se vistió llamado Jesús de Nazaret y un solo verdadero, auténtico Jesucristo resucitado.

EL CRISTO ESPAÑOL

        Ciertamente, el Cristo llegó a nosotros vía España: la España que dotada de un sentido de misión, de una mística muy propia del espíritu ibero, realizó la conquista y colonización de gran parte del Nuevo Mundo. "Por la primera y última vez en la historia del cristianismo", dice Juan Mackay, "la espada y la cruz formaron una alianza ofensiva para llevar el cristianismo, o lo que se consideraba como tal, a tierras extrañas". 

Al frente de la empresa venía el almirante genovés don Cristóbal Colón, quien ufanándose de la etimología de su nombre Cristóforo se consideraba un verdadero "portador de Cristo". ¿De cuál Cristo? preguntamos. Ningún otro sino el de las austeras vestimentas medievales, el de los rígidos y fríos escolásticos, el Cristo del pueblo español, el cual en la actualidad la mayoría rinde adoración, o sea el Cristo carne (Jesús de Nazaret).

           Muy extraño debe haberles parecido a los aborígenes americanos este Cristo de sus conquistadores: el dios blanco que muere por toda la humanidad, establece una religión cuyo jefe máximo está en Roma, y cuenta entre sus seguidores al rey hispano, quien envía un grupo de sus aguerridos súbditos a descubrir y sojuzgar tierras misteriosas y lejanas al otro lado del mar. En nombre de Dios y del rey estos castellanos, rubios como el sol y cabalgando briosos corceles, matan indios a diestra y siniestra, les despojan de sus tierras, les violan a sus mujeres, y convierten a todos, los que sobreviven la matanza, en esclavos del papa y del gran imperio español,

           “En muchos casos”, "el espíritu de la espada fue más fuerte y poderoso que el espíritu de la cruz. Para muchos Cristo no era un Salvador que había dado su vida por ellos sino un tirano celestial que destruía las vidas para su gloria, por la conquista de dominios y terrenos.

           Con excepción de la obra caritativa de algunos frailes misioneros,        como la del célebre protector de los indios Fray Bartolomé de las Casas, muy poco hicieron los colonizadores en el terreno económico y social para borrar la impresión negativa que los aborígenes habían recibido en su primer encuentro con el Cristo en cuyo nombre lo habían perdido todo, inclusive la libertad. Los seguidores y defensores de este Cristo seguían oprimiéndolos y degradándolos, y la nueva raza que surgió de la unión de dos sangres no corrió mejor suerte que la sufrida por los autóctonos americanos.

           No era éste el Cristo que anunciaban con notas de oro los clarines de la Reforma religiosa del siglo XVI. Esta se quedaría atrás, allá en España, combatida tenazmente por Ignacio de Loyola, aplastada por Carlos V y Felipe II, consumida en las llamas implacables de los autos de fe. Mientras otros países europeos se sacudían la modorra de siglos en el despertar convulsivo de la Reforma, España seguía quieta, inerte,            sin experimentar en su religión los dolores de parto de una nueva era.

“El otro Cristo español”, que llegaron a cantar en poemas incomparables los grandes místicos de España, corno  Juan de la Cruz y Fray Luis de Granada, fue lento en su peregrinar al nuevo continente.  Si tuvo seguidores aquí desde el principio de la colonia, su influencia no fue lo suficientemente poderosa como para anular del todo la del Cristo de las tradiciones.

       Con todo, mucho empeño pusieron los misioneros para hacer aceptable su Cristo a la mentalidad de la raza oprimida; y en su afán de adaptarse a la cultura indiana no pudieran evitar el sincretismo religioso.  Toleraron y estimularon la mezcla del cristianismo español con las ideas y prácticas de la religión local. Cristo, la virgen y los santos vinieron a aumentar el número de deidades en el panteón americano. Al mismo tiempo muchísimos aborígenes continuaron adorando a sus antiguos dioses en las imágenes traídas por el catolicismo.  Detrás de estos santos de blanca tez y ojos azules se alzaba la presencia mágica y poderosa de dioses y diosas regionales que seguían muy campantes haciendo de las suyas en la experiencia religiosa de sus adoradores.

EL CRISTO IMAGEN

           Muy útil sería en el trabajo catequístico de la Iglesia en tierras americanas el Cristo imagen que tan prominente era ya en la religión de los colonizadores. Era mucho más fácil mostrar una imagen que explicar un dogma; hacer      un cambio de imágenes europeas por los ídolos autóctonos que arrancar de cuajo ideas religiosas que eran producto de siglos. Tampoco era difícil americanizar la imagen del Cristo, El sincretismo religioso se expresaría también en esculturas y pinturas de un Jesús que retiene sus facciones extranjeras pero en color moreno. Hay muchos cristos mestizos, y aun negros, en nuestra América hispana.

Aquí también el Cristo se volvería piedra y madera, lienzo y estampa -obra de arte a veces magnífico- escultura y pintura en la gloria de los altares, en el rincón hogareño, en la celda monacal, en el cruce de los caminos, en la cresta de las montañas. El Cristo imagen habría de proyectar su sombra a lo largo de todo un continente,

Esta figura del Cristo se hizo familiar en campos y ciudades, y al fin despertó en la gente hondas simpatías. Después de todo el Cristo es un niño en los brazos protectores de su madre, inofensivo y dulce como todos los niños. ¿Cómo puede El ser un déspota o un tirano? Si no es capaz de liberar a la raza de sus ominosas cadenas tampoco puede culpársele de haberlas forjado Él con sus débiles e infantiles manos.

Es el niño que no puede hablar. Su balbuceo es apenas comprendido por María, quien lo sostiene y le cuida. No puede el niño Dios reprocharle a los amos blancos su abuso de poder, su ilimitada codicia y lascivia, sus tremendas injusticias contra el pueblo humillado y vencido, Carece del don maravilloso de la palabra. Es inofensivo tanto para los poderosos como para los débiles y pequeños. Nada puede hacer contra el pecado de los unos y los otros. Es sólo la imagen de un niño que permanece sonriendo, indiferente a la enorme tragedia que ocurre en su derredor. Se está forjando bajo signos despóticos una raza, un nuevo mundo, y este niño Jesús no dice nada.

El indígena niño, subyugado por el patrón blanco, tratado como un niño por sus conquistadores, se identifica consciente o inconscientemente con el Jesús niño y corre a refugiarse en los brazos de la madre bondadosa. Así la veneración a María lleg6 a tener más importancia en nuestra América que el culto a Cristo. Las almas oprimidas buscan a la madre, María, no a su hijo Jesús.

Otra imagen favorita ha sido la del Cristo sufriente. En general, el catolicismo hispanoamericano se ha caracterizado especialmente por la presencia del Nazareno que sufre, agoniza y muere. La cristianización de estas tierras fue una siembra abundante de la cruz. Por este signo venció España en la conciencia de sus nuevos súbditos. Era la religión del crucifijo, del Cristo que muere en impotencia clavado al madero de ignominia. La apoteosis de esta religión se efectúa el Viernes Santo, no el Domingo de Resurrección. Por supuesto, el dogma afirma que el crucificado se levantó al tercer día de entre los muertos; pero el dogma no parece llegar a las masas. Lo que ellas contemplan es al Cristo prisionero, azotado, coronado de espinas, clavado en la cruz, encerrado en su urna funeraria: su aposento de todo el año, de todos los años, de siglos y siglos.

           El Cristo imagen está derrotado; la raza autóctona huye llena de pavor; la nueva raza, la de las dos sangres, la de los dos mundos, nació vencida.

Hispanoamérica no sólo ha llorado con Cristo; ha llorado por El. Y más por El que con El. Sus palabras pronunciadas en la vía dolorosa se han echado al olvido: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad por vosotras y por vuestros hijos".

Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, al Cristo imagen se le piden favores. Se le compadece y se le teme. Inspira lástima y fe. En grandes emergencias es posible acudir a Él, y mucho mejor si la petición se eleva a una de sus imágenes más milagrosas. En su novela El Señor Presidente, Miguel Ángel Asturias pinta a lo vivo la fe de las masas latinoamericanas en el Cristo imagen cuando pone en los labios de una pobre mujer las siguientes palabras:

A usted es al que yo siento. Debía pasar a pedirle a Jesús de la Merced. ¿Quién quita le hace el milagro? Ya esta mañana, antes de irme a la penitenciaría, fui a prenderle una su candela y a decirle: ¡Mira, negrito! aquí vengo con vos, que por algo sos tata de todos nosotros y me tenés que oír: en tu mano está que esa niña no se muera; así se lo pedí a la Virgen antes de levantarme y ahora paso a molestarte por la misma necesidad; te dejo esta candela en intención y me voy confiada en tu poder; aunque dia-cún rato pienso pasar otra vez a recordarte mi súplica.[i][iii]

            La oración de esta mujer no podía ser más sincera, ni su confianza más grande. Así reza nuestro pueblo; así ha rezado por siglos ante el Cristo crucificado, muerto y sepultado.

 





EL CRISTO DE LAS MINORIAS

            El Cristo desconocido por las masas no ha sido mejor comprendido por las minorías de nuestro continente.

  No pocos ricos y poderosos han hallado muy cómodo creer en el Cristo imagen que sufre pacientemente su calvario y guarda profundo silencio ante el dolor de las masas paupérrimas que le rodean. Durante casi cuatrocientos años sus labios han estado sellados sin pronunciar la palabra que el pueblo espera.

Es bastante fácil tolerar a Jesús Nazareno que no irrita a sus adoradores señalándoles sus pecados, que no despierta las conciencias encallecidas en el ejercicio del mal. Basta con arrojarle una limosna de cuando en cuando y llevarlo en hombros una vez al año en presencia de las almas devotas.  El es el Cristo de la cruz y del sepulcro, amurallado en el templo, encerrado en urnas de cristal, reducido a la impotencia en la seguridad del claustro. El no va a la intimidad de los hogares, ni se interesa en negocios ajenos. Su mundo es la paz sepulcral de los santuarios, de donde raras veces sale para ser admirado, compadecido y llorado por las multitudes.

           En círculos intelectuales el Cristo se vuelve fácilmente un símbolo o una figura retórica. Se le observa desde diferentes ángulos y se le presenta como un caudillo espiritual, maestro o filósofo, reformador social, o como un pobre visionario que equivocó el camino en su afán sincero de liberar al hombre.

           Algunos lo respetan y admiran; otros pasan frente a El con altiva indiferencia. Estos le prodigan mil elogios y aquellos se burlan de El.  Muchos le toleran con gesto de paternal solicitud.  Le tienen lástima porque le ven, como diría Rubén Darío, yendo aún por las calles “flaco y enclenque".  Es para ellos el Cristo que según Amado Nervo llama en vano a las puertas buscando un sitio donde reposar:

Cristo, la ciencia moderna te arroja sin compasión de todas partes. ¡No tienes donde residir, Señor!  (Hospitalidad)           

        No ha faltado quienes le nieguen al Cristo la realidad de su existencia. No andan ellos, por lo tanto, en busca del Jesús histórico. Para otros, El podrá pertenecer al pasado, pero no al presente, ni mucho menos al futuro. Creen vivir en una era poscristiana, y no ven en Cristo la respuesta para la angustia del hombre contemporáneo.





EL CRISTO PARA EL EVANGELICO

           Si el Cristo católico llegó a nosotros vía España, el Cristo del protestantismo ha venido de otros países europeos -como Inglaterra, Alemania, Francia y Holanda- y de los Estados Unidos de Norteamérica. De ahí que muchos le hayan identificado con sistemas imperialistas o capitalistas del mundo occidental. Las implicaciones de esta idea son dignas de un estudio aparte.

           Por ahora, basta decir que, en general, el Cristo protestante representa la herencia de los reformadores religiosos del siglo XVI, aunque El no se originó con ellos, ni por medio de ellos.  Los reformadores hallaron su fuente de autoridad en las Sagradas Escrituras y a ellas apelaron con finalidad para todo asunto de fe. A la autoridad de la Iglesia antepusieron y sobrepusieron la autoridad de la Biblia. Sus gritos de batalla fueron: " La Escritura sola, Cristo solo, la gracia sola y la fe sola como el medio de justificación delante de Dios”.

           Su Cristo lo buscaron principalmente no en la penumbra de los altares, ni en los pergaminos vetustos de la tradición eclesiástica, ni en los tratados filosófico-teológicos de los escolásticos, sino en las páginas del Sagrado Texto. La Reforma fue un retorno a la Biblia , un empeño por redescubrir al Cristo del Nuevo Testamento.

Esto nos sugiere la segunda gran característica del movimiento reformador: su mensaje salvífico que tiene como centro y circunferencia a la persona y obra de Jesucristo.  El es exaltado al lugar de preeminencia en la teología, la vida y el culto de la Iglesia. El es el Cristo que se introduce en la historia y experiencia del hombre por medio de la encarnación. Participa de carne y sangre humanas, vive entre los hombres, identificándose plenamente con ellos, sufriendo con ellos y por ellos, y muriendo finalmente a favor de ellos. Pero El es también el Cristo de la resurrección. Por consiguiente, el énfasis cae ahora en el Cristo que vive para siempre y trasciende el ámbito de lo material y temporal, al mismo tiempo que se hace presente en actividad redentora en el mundo de hoy.

Una tercera característica de la reforma religiosa del siglo XVI es su tendencia individualista. Se luchó con denuedo por la libertad de conciencia y se proclam6 que el hombre tiene derecho pleno al libre examen de toda materia de fe. El concepto del sacerdocio universal de los creyentes subrayó que el individuo es libre para acercarse a Dios y a su Palabra sin la intervención de autoridad humana. La Reforma dejó al individuo a solas con Dios en el santuario de la conciencia, bajo la luz de la revelación divina.

Este individualismo protestante habría de manifestarse además en la experiencia secular del cristiano. El individuo llega a ser consciente de su propia dignidad en la presencia de Dios, de la Iglesia y del Estado. Toda vocación es sagrada. Por lo tanto, el individuo puede y debe glorificar a Dios en cualquier profesión u oficio honorable, no sólo en el aislamiento de una celda conventual. El sacerdocio no tiene tampoco el monopolio de lo sagrado en su carácter vocacional. Toda vocación es sacra ante los ojos del Creador.

Que este individualismo resultaría también en una variedad de grupos protestantes, era de esperarse. Debe asimismo tenerse en cuenta que habiéndose resquebrajado la unidad monolítica de la iglesia medieval, no es de extrañar que los que por vez primera respiraban un ambiente de libertad religiosa no deseasen edificar otra gran estructura jerárquica para someterse a ella. Tal estructura iría contra el espíritu de la Reforma misma. Cuando algunos líderes protestantes, como Juan Calvino, intentaron volver al autoritarismo del pasado, encontraron seria resistencia entre los que ya habían sido iluminados por el nuevo

En cuarto lugar puede mencionarse que la Reforma tuvo también consecuencias político-sociales. Era inevitable el conflicto entre el movimiento reformador y el poder civil, debido a que la Iglesia y el Estado se hallaban estrechamente unidos en la Europa de aquellos tiempos. Luchar contra la iglesia equivalía a oponerse al poder secular. De consiguiente hubo ciertas transformaciones inmediatas en lo político y social en aquellos países donde prosperó la Reforma. Esta llevaba, además, simientes de libertad que algún día habrían de germinar para el bien de nuestra civilización.

Sin lugar a dudas el Cristo de la mayoría de protestantes latinoamericanos es bíblico, en cuanto a que han llegado a conocerle a través de las Sagradas Escrituras. El pueblo evangélico es el pueblo de un libro - la Biblia-, y su doctrina es profundamente cristol6gica. Cristo es supremo en la teología, la liturgia y el servicio del protestantismo hispanoamericano. En el culto que se le rinde, la cruz y la tumba están vacías. El es el Señor de la vida y el conquistador de la muerte, el Señor que vive hoy y para siempre, el único,  "Sólo Cristo salva", 'Cristo es la Respuesta 7', "Cristo es la Única Esperanza", han sido lemas favoritos de los evangélicos en su tarea evangelizadora por todo el continente.

El individualismo protestante se ha reflejado también en la experiencia del evangélico latinoamericano. A la luz de su conciencia y bajo el resplandor de la Palabra divina, el cristiano evangélico se siente libre de toda atadura eclesiástica y jerárquica para disfrutar la comunión con su Dios. No depende de autoridad humana para mantener  fe. Su relación con Cristo es profunda e intensamente personal. Su conciencia es un santuario inviolable. De donde resulta que en Ibero América proliferan los grupos protestantes. Levantar una gran estructura jerárquica con el fin de agrupar y gobernar por medio de una autoridad centralizada a todas las comunidades protestantes, sería una contradicción del espíritu evangélico latinoamericano. Ellos creen que las desventajas de sus divisiones son menores que las de una centralización del poder eclesial.

El evangélico latinoamericano ha sido, generalmente, un individualista en cuanto a su responsabilidad social. Que hay factores históricos y sociales que han contribuido a acentuar este individualismo no puede negarse. Aquí hay otro tema apasionante para un estudio ulterior. La verdad es que especialmente entre los elementos más conservadores del protestantismo en Hispanoamérica ha habido cierta indiferencia frente a los graves problemas que convulsionan a estos países que según el lenguaje de los internacionalistas se hallan en proceso de desarrollo.

Hasta aquí el Cristo de muchos protestantes iberoamericanos ha sido solamente escatológico -en el sentido más estricto de este término cuando se trata de la problemática social. Con su aparente actitud de indiferencia hacia los muchos conflictos que afligen a nuestra sociedad, estos cristianos pueden haber dado la impresión de que para ellos toda dificultad económico-social debe dejarse para que Cristo la resuelva en el más allá y que poco o nada deben hacer ellos en favor del mundo en que ahora viven.

Afortunadamente han comenzado a soplar nuevos vientos que prometen un cambio en esta posición de negligencia social. Aun el Cristo del protestantismo conservador ha empezado a abrir sus labios para decir el mensaje que ha callado sobre los problemas sociales del hombre latinoamericano. Tiempo era ya que se le dejase hablar.



EL CRISTO DE LA NUEVA TEOLOGIA 

Una de las reacciones más grandes al silencio del Cristo tradicional es la que ahora comienza a manifestarse en círculos teológicos de izquierda, dentro del catolicismo y protestantismo latinoamericanos.

Con gesto impaciente y rebelde, y con una mística capaz de subyugar a muchos espíritus selectos, los nuevos teólogos lanzan en nombre de Cristo su protesta de justicia social.

El Cristo que ellos proclaman es antropólogo y sociólogo, maestro de ciencias económicas, perito en estadísticas, psicólogo de masas, experto en política nacional y extranjera, teórico de la revolución, reformador social. Es el Cristo inconforme, activista, rebelde -y aun violento- que se viste a lo proletario y habla el lenguaje complicado de los técnicos de nuestro tiempo.

La teología de este Cristo -si teología puede llamársele- es definitivamente antropocéntrica. Viene del hombre para el hombre, y no va más allá del hombre. Establece prioridades de orden material. Su reino es de este mundo y consiste en comida y bebida aparte del espíritu. Transformar las estructuras sociales es su objetivo supremo, aun cuando el individuo no cambie.

En contraste con el Cristo individualista del protestantismo tradicional iberoamericano, este Cristo de los teólogos de izquierda es un furioso colectivista. Tiene obsesión de masas y está en peligro de perder de vista al individuo. En cierto modo este Cristo es un producto de nuestra ultramoderna civilización que despersonaliza al individuo y lo aplasta bajo la enorme maquinaria económico-social.

La presencia del Cristo de izquierda en nuestra América no debiera causamos sorpresa. Tarde o temprano el Cristo socialmente inactivo vería interrumpido su sueño de siglos por el advenimiento de otro Cristo ansioso de hablar y actuar. Si el recién llegado es el genuino, el auténtico, queda por dilucidarse a la luz del Nuevo Testamento.

¿Por qué a la luz del Nuevo Testamento? Sencillamente porque no hay documentos más autorizados para hablamos del Cristo verdadero que los escritos novotestarnentarios. Es ahí donde por vez primera en la historia humana se describe la persona y obra de Jesús de Nazareth. En esas páginas antiguas se encuentra el testimonio de hombres que le conocieron de cerca y anduvieron con El. Ahí está la fuente del cristianismo, el manantial de donde recibimos la enseñanza de su fundador y maestro. Es por lo tanto el Nuevo Testamento la norma que determina la autenticidad o falsedad de nuestros cristos, la luz que pone al descubierto la verdad o el error de nuestro cristianismo, la espada flamígera que divide entre los que son y los que no son del Cristo, vale decir, del legítimo Cristo.

Un nuevo signo de esperanza se perfila en el horizonte de nuestra América hispana. Hay un retorno a la lectura de la Biblia en las diferentes comunidades eclesiales. El Libro de ayer, de hoy y de siempre está en muchas manos, delante de muchos ojos ávidos de conocimiento espiritual. De las páginas sagradas habrá de erguirse la presencia majestuosa del Cristo histórico, viviente y verdadero, en respuesta a la búsqueda de fe.

Ha llegado el momento de la valentía moral para hacer a un lado los falsos cristos y abrazarnos al verdadero, al de Pablo, el apóstol para nosotros los gentiles, volvamos a la Biblia especialmente a los escritos Paulinos. Dejemos atrás al Cristo español o anglosaj6n, al Cristo rubio o moreno, mestizo o criollo. Despojémonos del Cristo de nuestro temor supersticioso, o de nuestro temor o miedo, o de nuestro orgullo intelectual. Firmemos el acta de nuestra independencia espiritual acogiéndonos al Cristo que dijo: "La verdad os hará libres... Si el Hijo os libertare seréis verdaderamente libres"  Para terminar analicemos ¿para que murió el Cristo verdadero?

Juan 15:16-17  “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.  Esto os mando: Que os améis unos a otros”

Lo primero que debemos saber en el Cristianismo es que Dios nos eligió, no nosotros a él.

Lo segundo es que nos eligió para que llevemos fruto (ese fruto es el amor), y ese fruto es bueno, no malo, además  ese fruto es eterno es para siempre, era para  que permaneciere. Ese fruto es bueno por eso Dios demanda de nosotros amarnos unos a otros.

b)  PARA DARNOS VIDA EN ABUNDANCIA

Leemos en 1 Corintios 2:1-4 “Así que hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.  Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu de poder”
 
El titulo en la Biblia Reina Valera del 60, de este pasaje dice: “Proclamando a Cristo crucificado”  Es un hecho conocido que el apóstol Pablo no conoció a Jesús de nazaret, o sea no conoció a Cristo en persona, si leemos el historial de Pablo en la Biblia corroboraremos que él fue celoso de la ley;  además Pablo  fue llamado camino a Damasco, asimismo fue llevado al paraíso 2 Corintios 12:4, entonces Pablo al que conoció fue a Cristo resucitado, no al cuerpo que Dios se puso, llamado Jesús.  Jesús dijo: “yo vine a daros vida y vida en abundancia” Juan 10:10, pero esta vida abundante vino después de la cruz, no antes, es decir ya con Cristo resucitado.  Por esta razón Pablo hace la siguiente analogía en:

Romanos 7:1-4 “¿Acaso ignoráis, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste vive?  Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras éste vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.  Así que si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera, pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera.  Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios”

Esta como hemos leído es una analogía del matrimonio; vemos que no dice para que seamos del mismo, dice para que seamos de otro,  también dice se lleva fruto con el Cristo  resucitado, el cuerpo de Cristo se llamó Jesús de nazaret, cuando Juan el bautista dijo en Juan 1:29 “he aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”  el  cuerpo era el cordero, pero lo que tenia dentro era a Dios mismo, por eso él fue el unigénito o sea el único en su genero, esto antes de la cruz Juan 3:16, o sea que antes de la cruz él era el único con Dios dentro de él, pero ahora después de la cruz él es el primogénito entre muchos hermanos Romanos 8:29 debido a que Cristo ya hizo morada en nosotros, entonces para llevar fruto nosotros es promoviendo a Cristo resucitado.   Como un corolario  él murió en la cruz para darnos lo siguiente:

•         Vida abundante
•         Reinar en vida

Pero el lo ocultó cuando vivió, porque esto se conocería después de la cruz, por eso él dijo antes de irse en Juan 16:12 “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar”

En 1 Corintios 2:6-8 dice: “Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.  Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestino antes de los siglos para nuestra gloria, la que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria”

Vemos claramente que la sabiduría, después de la cruz no es sabiduría terrenal, no es sabiduría de carne, esta es una sabiduría única y exclusivamente  para el espíritu, dice además que él era el Señor de gloria, pero el no lo pudo mencionar al ejercer su ministerio aquí en la tierra, por consiguiente  la vida abundante, esta sabiduría de lo alto es ahora después de la cruz,

c)  PARA SALVAR A LOS CREYENTES

Menciona la Biblia en 1 Corintios 1:21-24 “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.  Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios”

Realmente vemos que esto que se dice en este pasaje no se puede discernir con la mente humana; esto es sabiduría del espíritu, esto es sabiduría  de la mente de Cristo que ya tenemos 1 Corintios 1:21: Analicemos que si alguien nos dice que: Cristo vino a salvar a los impíos cualquiera lo cree y lo entiende;  pero si se dice que vino a salvar a los creyentes eso para muchos  es locura, este pasaje dice que Cristo vino a salvar a los que están creyendo, a los que se están nutriendo con el estudio de la palabra, ya Dios lo dijo a través del profeta “mi pueblo fue destruido por falta de conocimiento” Óseas 4:6, y actualmente sigue pereciendo pues les sigue faltando conocimiento.  Por eso el evangelio viene a salvar a los creyentes pues muchos por falta de conocimiento Bíblico están viviendo como mendigos siendo reyes, siendo señores o siendo hijos,

Leamos el Salmo 82:1, 6-7 “Dios esta en la reunión de los dioses” versículos 6 y 7 “Yo dije: Vosotros sois dioses, Y todos vosotros hijos del Altísimo; Pero como hombres moriréis, Y como cualquiera de los príncipes caeréis” aquí la Biblia dice que somos dioses con “d” minúscula.

Dios es el padre de los espíritus Hebreos 12:9 esos espíritus somos nosotros, sus hijos, nuestros padres terrenales son los padres de nuestro cuerpo, pero el padre de nuestro espíritu es Dios mismo.

Aquí se menciona que somos dioses en espíritu, no en carne, cuando decimos que Dios es nuestro  Padre nos referimos a que  nuestro espíritu es propiedad de Dios. Dios es el padre de los espíritus, y nosotros  como hijos de Dios somos dioses, según este versículo, el cual Jesús lo menciono en persona en Juan 10:34.

Otro aspecto muy importante es que Cristo también vino para redimirnos de la maldición de la ley, algunos piensan que se pueden justificar por obras, esto es algo absurdo, porque si se incumple un solo postulado de la ley,  nos convertiría en  transgresores de toda la ley,  otra cosa interesante es que por la ley nadie seria justificado Romanos 3:20. Veamos el siguiente aspecto:




d) PARA REDIMIRNOS DE LA MALDICION DE LA LEY

El Evangelio estipula en Galatas 3:10-13 lo siguiente: “Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.  Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios es evidente, porque;  El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.  Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)”

Al no conocerse ni estudiarse el contenido del evangelio en la Biblia , se puede fácilmente pensar que el hermano que mas vigila o el que mas ayuna, o bien el que mas ora, este es el mas espiritual, entendamos lo único que nos lleva a un crecimiento espiritual en plenitud, es el conocimiento del evangelio; y entender que no estamos bajo la ley caduca dada por Dios a Moisés,  si tratamos de cumplir esta, caemos bajo maldición y se tiene por inmunda la sangre de Cristo (Hebreos 12:29), además de desligarnos de Cristo (Galatas 5:4), recordemos al violar un solo mandamiento de la ley,  se violaba toda la ley, de tal forma que era imposible y es imposible,  cumplir la ley, veamos a continuación : ¿porque la ley era maldición?

Deuteronomio 21:18-23 “Si alguno tuviere un hijo contumaz y rebelde, que no obedeciere a la voz de su  padre ni a la voz de su madre, y habiéndole castigado, no les obedeciere, entonces lo tomaran su padre y su madre, y lo sacaran ante los ancianos de su ciudad, y a la puerta del lugar donde viva; y dirán a los ancianos de la ciudad:  Este nuestro hijo es contumaz y rebelde, no obedece a nuestra voz; es glotón y borracho.  Entonces todos los hombres de su ciudad lo apedrearan, y morirá; así quitarás el mal de en medio de ti, y todo Israel oirá, y temerá”

Si analizamos con detalle este mandamiento, es seguro que si aún estuviésemos bajo la ley; ya no existiera la humanidad, pues por naturaleza todo ser humano es rebelde; por eso la ley era una maldición, otro aspecto relevante es que Jesús cuando escogió a sus 12 discípulos aún estaban en el pacto anterior de la ley, por eso el les dio instrucciones claras cuando dijo: “por camino de gentiles no vayan” Mateo 10:5, sin embargo al apóstol Pablo, Dios le dio las instrucciones para el nuevo pacto, por eso Pablo dijo que él es el apóstol para nosotros los gentiles Romanos 11:13.

Veamos lo que dice Efesios 2:8 “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”

Este versículo aclara que la salvación, no es por medio de mi fe o de la fe de algún hombre, la fe que aquí se menciona no es nuestra es la fe  de Dios, esta fe no es nuestra, en el pacto de la ley perneaba la fe del hombre, ahora en este pacto superior lo que impera es la fe de Cristo en nosotros, por consiguiente todo hijo de Dios no  puede orar diciendo: “Señor dame mas fe” NO, nuestra oración debe ser diciéndole a Dios y permitiendo que la fe de Dios se active en nosotros, es decir que el don de la fe en nosotros salga para fuera, esto con el propósito que  entendamos los misterios de Dios contenidos en la Biblia , recuerde que nosotros somos administradores de los misterios de Dios 1 Corintios 4:1.

También leemos en Efesios 1:13-14 “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”

El sello del Espíritu Santo como vemos es el evangelio, y sobre todo creer en él, ahora bien  ¿Cual es ese evangelio?, no es cualquiera, es el de los misterios, que fue dado a Pablo, el cual dice que Dios ahora vive en nosotros, esto implica que: Cristo es Dios y vive en  nosotros Colosenses 1:27.

e)  PARA PERFECCIONARNOS

En Hebreos 10:14 dice: “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”

La ofrenda (que es única) que Dios utilizo es la muerte de Cristo en la cruz, de tal manera que nuestra perfección llegó a través de bautizarnos en su muerte Romanos 6:3, esto fue cuando él hizo morada en nosotros, en el antiguo pacto Cristo estuvo CON nosotros pero ahora en este pacto de la gracia Dios está EN nosotros Juan 14,17, Colosenses 1:27.

Derivado de este sacrificio de Cristo en la cruz el apóstol Pablo dice: acerca de nuestro papel en el evangelio lo siguiente: Colosenses 1:28 “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre; y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre”

Al anunciar el evangelio de Cristo el resucitado Pablo dice que debemos presentar a todo hombre perfecto en Cristo Jesús,  no solo a los que se portan bien, el vive en nosotros por eso es que estamos perfectos, por consiguiente debemos tratar a todos como perfectos sin hacer acepción de personas.

Que importante es entender que nosotros los hijos de Dios; en este pacto de la gracia tenemos toda la autoridad, toda la sabiduría, todo el poder de Dios, todo esto derivado de esta perfección, de que Cristo mora EN nosotros, veamos lo que dice la Biblia acerca de donde esta el poder de Dios:

Leamos Romanos 1:16 “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel, que cree; al judío primeramente, y también al griego”

El poder de Dios se encuentra única y exclusivamente en el Evangelio de Cristo, es decir que no se encuentra en sacrificios de parte nuestra o bien en posturas religiosas o carismáticas, es conociendo el evangelio, es asistiendo a una iglesia donde realmente se estudie la Biblia y sobre todo el evangelio dado a Pablo, o en las  epístolas desde Romanos hasta Hebreos.






MINISTERIO DE JESUCRISTO RESUCITADO

www.elamordedios.org

oscartenes@yahoo.com

www.iglesiareformada.com
Sermones