EL MOVIMIENTO DE LA PROSPERIDAD:

Los carismáticos heridos

por

Rev. Roger L. Smalling, D. Min.


©Miami, septiembre, 2004. Todos los derechos reservados por Roger L. Smalling. Permiso concedido para copiar y distribuir con fines educativos solamente, sin fines lucrativos.

CONTENIDO

Capítulo 1: El “Dios” en el espejo
Capítulo 2: Fe o ficción
Capítulo 3: Soberanía y sufrimiento
Capítulo 4: Orígenes del Movimiento de la prosperidad
Capítulo 5: La confesión positiva
Capítulo 6: ¿Esta su fe dañada por el Movimiento Palabra de fe?
Capítulo 7: Así como prospera tu alma
Capítulo 8: Prósperos como Abraham
Capítulo 9: Suficiencia sí
Capítulo 10: La herejía de que Jesús murió espiritualmente
Capítulo 11: Job y el reino
Capítulo 12: La psicología del movimiento
Capítulo 13: La negación de los síntomas: ¿Es válida?
Capítulo 14: ¿Sanó Jesús a todos?
Capítulo 15: Fe razonable

Apéndice A: Cuadro comparativo. Palabra de fe vs. Biblia.
Apéndice B: Acerca de la “naturaleza divina” en 2 Pedro 1:3-4.
Apéndice C: 150 versículos que no les gusta escuchar a los seguidores de la Palabra de fe.
Bibliografía

Acerca del autor

Roger Smalling y su esposa Diana son misioneros para América Latina de la Iglesia Presbiteriana de las Américas, una rama teológicamente conservadora del movimiento de la Reforma Protestante del Siglo XVI. Él es director de “Visión R.E.A.L” (Reformación en América Latina), que se dedica a la preparación de cristianos latinoamericanos en el campo del liderazgo bíblico y la ortodoxia teológica.

Es también autor de la obra Sí, Jesús, muy conocida en el idioma español sobre el tema de la gracia de Dios. Además es profesor del Seminario Internacional de Miami, el cual comparte su visión acerca de la Reformación en Latinoamérica.

Los esposos Smalling viajan intensamente por toda América Latina, dirigiendo seminarios y dando conferencias en iglesias de varias denominaciones.

La pareja ha publicado guías de estudio, artículos y cursos, los cuales están disponibles en su página de Internet, tanto en español como en inglés. La dirección es www.Smallings.com.

Prefacio

Enrique salió de la escuela bíblica a bordo de su auto; iba desesperado. Había invertido su vida, recursos y fe en las enseñanzas de este centro.
La semana anterior había visto morir de disentería, enfermedad de fácil curación, a uno de sus compañeros. El desafortunado estudiante, motivado por las enseñanzas del Instituto de la Palabra de fe, no había aceptado tratamiento médico alguno.

Enrique todavía creía en Dios. Simplemente que ahora ya no quería orar más a Él. En la mente del joven, no era él quien abandonaba a Dios, sino al contrario, Dios había abandonado a Enrique. Su Biblia permanecía sin abrir en un rincón del auto, en el cual se dirigía a casa, pensando ingresar a la universidad estatal. Ahora, su decisión era seguir una carrera que no incluyera el servicio al evangelio.

Conocí a Enrique en la universidad. Éramos compañeros en un curso de psicología. Nos hicimos amigos por nuestra afición a la buena comida mexicana. Un día, durante el almuerzo, le pregunté a Enrique si era cristiano. Me contestó que sí, aunque no había leído la Biblia por tres años, tampoco había asistido a ninguna iglesia y no tenía planes de hacerlo. Ahí fue cuando me contó la historia desde el principio.

Enrique no sabía que yo recién había terminado mi manuscrito de la presente obra. Le obsequié una copia que cambió su vida. Hoy día, Enrique es maestro en una escuela pública y miembro de una iglesia de sana doctrina. Dios no lo ha abandonado. Él sabe ahora distinguir entre el Dios verdadero y el dios falso que enseñan en la escuela de la Palabra de fe. La última vez que lo vi, me dijo algo muy gracioso y se estaba riendo. No lo había visto reír mucho en el pasado.

Si usted, lector, está en busca de armas en contra del movimiento carismático, deje este libro. No es para usted. El mismo consejo va para el que busca confirmar que los dones y milagros ya no existen.

No soy cesacionista (el que cree que los dones y milagros del Espíritu cesaron después de la época apostólica). Creo que los dones espirituales en el Nuevo Testamento existen hoy en día, aunque no necesariamente para los mismos fines ni en la misma forma que se enseña en los círculos carismáticos.

Es de vital importancia aclarar lo anterior, porque una defensa muy usada por los maestros de la prosperidad ante sus críticos, es afirmar que ellos están en “contra del Espíritu Santo” o “en contra de los dones espirituales.” No me opongo a ninguna de estas cosas. A lo que sí me opongo es a los dioses falsos, cristos falsos y profetas falsos.

El movimiento carismático tuvo, en sus inicios, aspectos loables. Por ejemplo, la petición a Dios de un renovado poder del Espíritu Santo y la búsqueda anhelante de los dones espirituales para edificación de la iglesia; esos son aspectos dignos de alabar. Es más, la Biblia nos manda hacer todo eso.

El movimiento era una bien merecida censura a las denominaciones antiguas y frías. Era un fresco recordatorio de mi propia responsabilidad como pastor, de orar por los enfermos... con a veces resultados dramáticos.

También caracterizaba a este movimiento una gran reverencia a la Palabra de Dios. Aunque algunos carismáticos erraban al pensar que la Biblia era como una varita mágica para obtener lo que quisieran, otras denominaciones tradicionales, no le prestaban ninguna atención a la Biblia.

Otro producto loable del movimiento carismático es su fresco entusiasmo en la alabanza. Personalmente, ya me estaba cansando de los mismos himnos y cánticos. Muchos y hermosos cánticos de alabanza que hoy se cantan en iglesias tradicionales nacieron de este movimiento.

Lo que NO aprecio es la forma en la cual grandes sectores del movimiento carismático han sido secuestrados por una secta extraña de tipo gnóstico, conocida como Movimiento de la prosperidad, Palabra de fe o Movimiento de la fe.

Mucho menos podría apreciar el daño espiritual y psicológico infligido a muchos ex adherentes del movimiento, que ya se han dado contra la dura realidad. Tal vez ellos sean los más afortunados. Mientras otros miles ignoran que pueden estar dando culto a un dios falso y a un falso cristo, por medio de revelaciones de profetas igualmente falsos.

Este libro no ofrece armas. Lo que ofrece es una herramienta misericordiosa. Deseo ayudar a aquellos cuya fe ha sido herida por el Movimiento de la fe y ofrecer una salida a aquellos que todavía permanecen allí, antes de que choquen contra la dura realidad.


CAPÍTULO 1
El “Dios” en el espejo

Las religiones paganas tienen una forma típica de aproximar al hombre a Dios. Lo hacen reduciendo a Dios a un nivel casi humano y, por otro lado, exaltan al hombre a una condición divina. La mitología, antigua o moderna, invariablemente rebaja a Dios a menos de lo que es y eleva al hombre a más de lo que es.

Para griegos y romanos, Zeus era el rey de los dioses. Era similar a un hombre grande y poderoso, sin ser infinito ni omnisciente. Zeus podía ser engañado. Estos dioses desplegaban todas las flaquezas de la naturaleza humana: celos, codicia y riñas entre ellos.

En la típica mitología pagana, algunos dioses previamente fueron humanos que lograron su deificación gracias al favor de un dios o luego de haber bebido la ambrosía, el elixir divino. Algunos humanos fueron inmortalizados al ser transformados en constelaciones estelares, luego de su muerte.

El apóstol Pablo se refiere a este proceso de reducción-exaltación en Romanos 1:22-23:

Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

En la revelación cristiana, al contrario de la pagana, Dios y el hombre se acercan en una relación que los deja intactos a ambos. En la doctrina cristiana, el punto de encuentro entre Dios y el hombre es una justicia mutua, la de Cristo, acreditada al creyente por medio de la fe en Jesús (Romanos 3 y 4). No se da ningún cambio en la calidad existencial ni en la esencia de Dios o del hombre.

En el evangelio, Dios es siempre el ser soberano, infinito y todopoderoso, como lo describen las Escrituras. Y el hombre permanece como el ser creado y dependiente.

En el capítulo anterior, vimos cómo los maestros de la Palabra de fe carecen de un concepto claro acerca de la soberanía de Dios. Esto por sí solo no es letal. Después de todo, la soberanía de Dios y la voluntad del hombre  son temas que han intrigado a los teólogos a través de los siglos. Sin embargo, el error va mucho más allá, como se revela en lo que sigue.

Kenneth Copeland describe a Dios como:

Un ser que mide alrededor de un metro noventa o uno noventa y cinco, y pesa unos cien kilogramos o algo más, con un palmo de unos veintitrés centímetros.

No es de admirarse que Copeland y sus seguidores tengan dificultad con la soberanía de Dios. Su “dios” es demasiado pequeño para ser soberano.

Copeland supera a los antiguos griegos, al igualar al hombre con Dios. Al referirse a la creación del hombre, Copeland añade:

Dios y Adán eran exactamente iguales. 

Ni siquiera Zeus era exacto al ser humano.

¿Tiene Dios un cuerpo?

En teología, se llama antropomorfismo a la noción de que Dios posee cuerpo. Este vocablo proviene de dos términos griegos: antropos (hombre) y morfos (forma). Existe una amplia gama de antropomorfismos que van desde la idea de que Dios tiene un cuerpo espiritual con forma humana, hasta la creencia mormona de un cuerpo material.

Todos los “maestros de la fe” se atienen a algún tipo de antropomorfismo, aunque difieran entre ellos. Por ejemplo, Hinn no endosa las perspectivas de Copeland, aunque su propio pensamiento es fuertemente antropomórfico.

¿Saben ustedes que el Espíritu Santo tiene un alma y un cuerpo aparte del cuerpo de Jesús y del Padre? ... que Dios Padre es una individualidad separada del Hijo y del Espíritu Santo y que Dios es Trino y camina en un cuerpo espiritual que tiene cabello ... ojos ... boca ... manos. 

Aunque el concepto de Hinn sobre la Trinidad con cuerpos espirituales se aleja de la doctrina bíblica, quizá se encuentre progresando teológicamente a tropezones.

El peligro del antropomorfismo es que se dirige a la negación de los tres principales atributos de Dios: Todopoderoso (Omnipotente), Omnisciente e infinito (Omnipresente). Los eruditos llaman a estas cualidades atributos incomunicables, porque siendo nosotros criaturas finitas no las tenemos en común con Dios.

Sea cual fuere la naturaleza de un cuerpo, física o espiritual, este no puede poseer ninguna de esas tres cualidades. El cuerpo, por definición, es limitado. Si Dios tiene cuerpo no puede ser infinito. De no ser infinito, tampoco es omnipresente, etc.

Si Dios posee un cuerpo, incluso uno espiritual de gran tamaño, comparado con el infinito, sería infinitamente pequeño. Jamás he conocido un antropomorfista que acepte que Dios sea infinitamente pequeño. No se pronuncian sobre esta contradicción.

Pequeños dioses

Si reducir a Dios al tamaño de un ser humano grande es un desastre teológico, igualmente serio es magnificar al hombre al nivel de un pequeño dios. 

Earl Paulk se une a Copeland y aclara:

Adán y Eva fueron puestos en el mundo como una semilla de la expresión de Dios. Tal como los perros procrean perritos y los gatos gatitos, así Dios tiene diocesitos y, hasta que comprendamos que somos pequeños dioses, no podremos manifestar el Reino de Dios. 

Es decir que en la línea conceptual de la Palabra de fe, el haber sido creados a la imagen de Dios, implica que somos duplicados de Dios. ¿Será que estos maestros también confunden la diferencia entre un espejo y el hombre que en él se mira?

Cuando me afeito en la mañana, ¿miro en el espejo mi piel con espuma de afeitar? No realmente. Lo que veo es vidrio pulido que me refleja. El espejo no sangra si me corto con la navaja.

Esta noción de igualdad entre Dios y el hombre no se origina en Copeland o Paulk. Su mentor, Kenneth Hagin, ya enseñaba que:

El hombre fue creado en términos de igualdad con Dios, y es capaz de pararse en la presencia de Dios sin ninguna conciencia de inferioridad. Dios nos ha hecho tan similares a Él como fue posible. Nos hizo el mismo tipo de ser que Él es y el hombre vivía en Su reino. El hombre vivía en los mismos términos que vive Dios. Se llama cristiano al creyente y eso es lo que somos: ¡somos Cristo!

Aquí Hagin no se esfuerza en definir a Dios. Es innecesario hacerlo. Si Adán entraba a la presencia divina en iguales términos, sin ningún sentido de inferioridad, esto ya revela el concepto que Hagin tiene sobre la esencia y ser de Dios.

La Biblia, por supuesto, no enseña nada de esto. En el Génesis vemos que Dios caminaba en el jardín en comunión con Adán. ¿Es esto suficiente para sugerir que Adán y Dios eran iguales? ¡Claro que no! Si Adán hubiera sido igual, ¿por qué habría tratado de esconderse de Dios, luego de haber pecado? Hubiera podido crear su propio universo y escaparse.

De vuelta al jardín

Volvamos al jardín de Edén y veamos dónde descansa la verdad. Génesis nunca deifica a Adán. ¿Cómo se puede restaurar algo que nunca existió primeramente? Si es que Adán tenía algún tipo de deidad, ¿por qué se habría Satanás molestado en ofrecerles a Adán y Eva, que llegarían a ser como “dioses”? Eva le habría replicado: “No, gracias, ya lo somos.”

Sí, existe una promesa en la Biblia de que podemos llegar a “ser como dioses.” Pero, nótese quién hace dicha promesa: ¡el mismo Satanás! Y continúa ofreciendo su vana promesa hoy en día.

Pero el Señor Dios dice:

... antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí (Isaías 43:10).

Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí (Isaías 45:5).

En la mitología de la Palabra de fe, Adán perdió sus privilegios y condición de dios. El hombre los recupera por medio de su conversión a Cristo. Así lo explica Benny Hinn:

Los cristianos son pequeños mesías. Los cristianos son pequeños dioses.

En caso de asumir que Hinn habla figuradamente, léanse con cuidado las siguientes citas:

¿Eres  hijo de Dios? ¡Entonces eres divino! ¿Eres hijo de Dios? ¡Entonces no eres humano! 

Yo soy un pequeño mesías caminando por la tierra ... Tú eres un pequeño dios sobre la tierra.  Los cristianos son pequeños mesías y pequeños dioses. 

Parece que estos maestros no dicen que todos los seres humanos son dioses. Solo los cristianos son dioses.  Copeland afirma:

Cada cristiano es un dios. No es que tengas a Dios dentro de ti, tú eres uno. 

Antes de Copeland, su mentor Kenneth Hagin enseñaba:

Tú eres tan encarnación de Dios como lo fue Jesucristo ... el creyente es tan encarnación como lo fue Jesús de Nazaret.

Copeland imita:

Jesús no es más el Unigénito Hijo de Dios. 

Copeland le resta importancia al término “unigénito” de Juan 3:16. Esta palabra hace una diferenciación entre la calidad de Hijo, de Jesús, y la nuestra como hijos de Dios.

Somos hijos adoptivos (Romanos 8). Jesús no fue nunca adoptado, porque Él es parte de la Trinidad desde la eternidad. Aplicar la palabra “encarnación” a un mero ser humano, bordea la blasfemia.

Paul Crouch y Trinity Broadcasting Network

El canal TBN es la mayor red religiosa de la televisión, en la historia. Su fundador Paul Crouch es amigo cercano de Hagin, Copeland, Hinn y los demás maestros de la Palabra de fe. Crouch exclama:

Los cristianos son pequeños dioses.

Dios no hace distinción entre Él y nosotros. Dios abre la unión con la Deidad [con la Trinidad] y nos la trae a nosotros. 

Declarar que no existe distinción entre Dios y nosotros es sumamente radical. Si Crouch se refiere al Dios de la Biblia, su conclusión debería ser que los cristianos son omnipresentes, omniscientes, todopoderosos y perfectos. Eso, o se está refiriendo a algún otro dios.

En la Biblia, nuestra unión con Cristo es por medio de la entrada del Espíritu Santo a morar en nosotros y por la imputación de la Justicia de Cristo. “Unión” no significa “deificación.”

Podríamos pensar que Crouch y los suyos vacilarían al hacer tales proclamas en un canal público de televisión. Deben haber sabido que iban a levantar críticas. ¿Cuál fue su reacción a estas críticas?

¿Saben qué otra cosa queda asegurada esta noche? El clamor, protesta y controversia, engendrada por el diablo, tratando de traer disensión en el cuerpo de Cristo, acerca de que somos dioses. Yo soy un pequeño dios. Llevo su nombre. Soy uno con Él. Estoy en una relación de pacto. Soy un pequeño dios. ¡Fuera, críticos! 

Crouch cree que el diablo está detrás de la crítica que han levantado él y sus amigos al declararse dioses. Los críticos deben callar. En la mente de Crouch, lo que él proclama es verdad obvia.

Su queja no silenció a los críticos. Cinco años más tarde, Crouch nuevamente los ataca:

Creo que están condenados al infierno y no creo que exista ninguna redención para ellos, los cazadores de herejías, que quieren encontrar alguna pequeña paja de doctrina ilegal en el ojo de algunos cristianos y sacarla de sus ojos, cuando tienen todo el bosque en  sus propias vidas y en sus propios ojos. Yo les digo: ¡Al diablo todos ustedes! ... ¡Oh, aleluya! Fuera del camino de Dios, dejen de obstaculizar los puentes de Dios. O Dios les destrozará a ustedes, si no ¡lo hago yo mismo! 

Aparentemente es una “pequeña paja” aquello de redefinir al Dios cristiano. Aquellos que no concuerdan son maldecidos, sin ninguna esperanza de redención. Merecen que Dios los aniquile.

Defendiendo a sus amigos de la Palabra de fe, Crouch continúa:

... si quieren criticar a Ken Copeland por su prédica de la fe o a Papa Hagin, ¡Fuera de mi vida! ¡No quiero ni siquiera escucharles o hablarles! ¡No quiero ver sus feas caras! ¡Fuera de mi vista, en el nombre de Jesús! 

Es comprensible que en un estallido de frustración, digamos cosas de las que luego nos arrepentiremos. Todos ofendemos de muchas maneras. A la fecha, no ha habido expresiones de arrepentimiento, ni de Crouch ni de sus amigos, ni una mínima retractación de esas enseñanzas.

En el paganismo se da una progresión. Primero, el humano es como dios. Segundo, parcialmente dios. Tercero, un dios. Al final del proceso piensa que es Dios mismo.

Los maestros del Movimiento de la prosperidad no han llegado a esta última fase. Ninguno de ellos ha sugerido nunca que ellos mismos sean Dios. Han estado cerca, sin embargo, al pretender una unión tan íntima con Cristo que la demarcación entre ellos y Cristo se borra.

Por unión con Cristo, ellos entienden una mezcla de esencias divinas, no únicamente una relación personal. Benny Hinn declara:

Cuando estoy en Cristo, soy uno con Él, unido a Él; un espíritu con Él. No soy, escúchenme bien, ¡NO SOY PARTE DE ÉL, SOY ÉL! ¡EL VERBO SE HA HECHO CARNE EN MÍ! Cuando mi mano toca a alguien, es la mano de Jesús tocando a ese alguien. 

¡Yo [Jesús] les amé lo suficiente para hacerme uno de ustedes! ¡Y les amé lo suficiente para hacerles Yo mismo! 

Desearíamos que Hinn estuviera hablando de manera figurada, pero no es así. Él confunde la relación con Cristo con una mezcla de esencia divina. Hinn añade:

¿Están preparados para una verdadera revelación? Ustedes son dios. 

Tal vez, Hinn haya querido decir: “Ustedes son un dios.” Ojalá que no hubiera estado en ese momento acercándose a la fase final del paganismo.


¿Qué piensa Dios acerca de esto?

El primero de los Diez Mandamientos revela lo que el verdadero Dios piensa acerca de su humanización:

Yo soy Jehová tu Dios … no tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo… (Éxodo 20:1-4).

En conjunto, estos dos mandamientos nos dicen que no tenemos autoridad para definir a Dios en ningún otro término de los que claramente se nos ha revelado. Hacerlo es idolatría.

¿Tenemos derecho a una propia opinión personal acerca de lo que es Dios? NO. Por medio de la declaración Yo soy Jehová tu Dios, el Señor se reserva el derecho de definirse a sí mismo y, al hacerlo, anula las opiniones personales y definiciones humanas. Él se define claramente a través de la creación, su Palabra y por medio de Cristo. Toda opinión que contradiga esto, constituye idolatría.

La manera más fácil de inventar otro dios es con nuestra imaginación. Moralmente hablando, poco importa si nos hacemos un ídolo de madera, de piedra o dentro de la mente. Cuando suponemos que Dios es cualquier cosa que deseamos que sea, somos idólatras.

La idolatría es algo tremendamente serio; posiblemente por esa razón sea que estos mandamientos encabezan la lista. La peor forma de idolatría es hacernos un dios a nuestra propia imagen y luego adorarlo. Esto es exactamente lo que los maestros de la fe han hecho. Están quebrantando los Diez Mandamientos.

Conclusiones

Parece ser que los maestros de la Palabra de fe han tomado la ruta pagana, al acercar al hombre a Dios. Su dios no es ni siquiera de la talla de Zeus.

A veces los niños o los recién convertidos tienen una idea humanística de Dios. Pueden visualizarlo como un enorme abuelo celestial sentado en su trono. Aunque esa imaginería no es la apropiada, tampoco es peligrosa para esas personas inocentes y suele desaparecer a medida que el cristiano madura.

Si pensáramos que estos maestros de la Palabra de fe fueran meramente inmaduros en su doctrina de Dios, estaríamos menos alarmados. Pero no es el caso. Por tres décadas han hecho desfilar sus enseñanzas a la vista de todos.

Los eruditos en Biblia han tratado de razonar con ellos. Se han escrito y editado libros que refutan sus doctrinas paganas. Pero ellos han ignorado cada censura, han rechazado toda corrección, han menospreciado la sana erudición y han maldecido a aquellos que han tratado de ayudarles.

¿Hay algo peor que dar culto a un dios falso? Posiblemente sí lo haya. Sería que la persona se imagine ella misma ser un dios. Los maestros de la Palabra de fe hacen ambas cosas.

Así que, cuídense de beber de la fuente de esas enseñanzas. La bebida que le ofrecen no es  ambrosía. No les transformará en Dios. Pero sí es un veneno mortal.

En este capítulo aprendimos que...

Los maestros del Movimiento de la prosperidad duplican el pensamiento pagano al redefinir al Dios cristiano, rebajándolo de lo que revelan las Escrituras acerca de Él y dándole condición divina al hombre.

Este movimiento enseña que los cristianos son pequeños dioses, de la misma esencia de Dios.

Estos maestros confunden aquello de “a la imagen de Dios” con algo que sería un duplicado de Dios.

La Biblia enseña que la unión con Cristo es a través del Espíritu. La doctrina de la Palabra de fe enseña que  la unión con Cristo es a través de una mezcla de nuestra supuesta divinidad con la de Él.

La doctrina de la Palabra de fe iguala nuestra unión con Cristo con una mezcla mutua de divinidades.

Los maestros de la Palabra de fe califican a sus críticos como ciegos y muertos espiritualmente. 

CAPÍTULO 2
Fe o ficción

Cerca de mi casa hay un gimnasio en el que los entrenadores personales enseñan físicoculturismo. Al igual que esos entrenadores, los maestros de la prosperidad consideran que su misión es ayudar a los cristianos en el desarrollo de músculos de fe fuertes, para controlar la realidad.

La fe en Dios constituye el punto central de la Biblia. ¿Cómo podría tal énfasis estar equivocado? “De ninguna manera”, piensan muchos... asumiendo que esos maestros se refieran a lo mismo que la Biblia, respecto a lo de las palabras “fe” y “Dios.”

Veneno en una botella de leche

Llenar una botella de leche con veneno no es necesariamente malo. Pero sí lo sería si le damos esta botella a alguien, diciéndole que contiene leche.

Algo semejante sucede en la teología, cuando los maestros toman palabras de la Biblia, las vacían de su contenido, añaden sus propios significados y las hacen pasar como legítimas. Sus seguidores terminan aceptando ideas que rechazarían normalmente.

Es decir que, aun cuando un maestro utilice palabras tales como Dios, fe, Jesús, esto no garantiza que esté enseñando la Palabra de Dios. Puede tratarse de veneno en una botella de leche.

¿Cuál fe?

Kenneth Copeland afirma: La fe es una fuerza poderosa. Es una fuerza tangible. Es una fuerza conductora. 

Copeland sostiene: La fe es una fuerza espiritual ... es una sustancia. La fe puede afectar la sustancia natural. 

Estos maestros ven la fe como una fuerza mística que manipulamos para nuestra propia ventaja. Si se combina la fe con nuestras propias palabras, se convierte en una catálisis para crear nuestra propia realidad.

Dichos maestros no ven la fe como la sola confianza en Dios, sino como un poder místico con su propio derecho. Para ellos, es casi una ley natural como la gravedad o el electromagnetismo. Aunque no sea una ley física, es tan poderosa como para afectar a la materia.

No nos preocuparía eso si pensáramos que hablan en sentido figurado o  si únicamente fuera un punto de vista de Copeland, podríamos ignorar la anomalía. Sin embargo, es lo que tipifica al movimiento. Charles Capps manifiesta:

La fe es la sustancia o materia prima ... La fe es la sustancia que Dios utilizó para crear el universo y transportó esa fe por medio de sus palabras ... La fe es la sustancia de las cosas, pero no es visible. La fe es una fuerza espiritual.

En caso de suponer que Capps hable en sentido figurado, nótese lo siguiente:

He aquí lo que Dios hizo: Dios llenó Sus palabras con fe. Dios usó Sus palabras como contenedoras y transportadoras de esa fuerza espiritual hacia la oscuridad, pronunciando: ¡Sea la luz! Esa es la manera en que Dios transportó su fe, generando la creación y la transformación. 

Copeland hace eco de las palabras de Capp acerca del poder de esta fuerza-sustancia en el escenario de la creación.

Dios usó las palabras para crear los cielos y la tierra ... Cada vez que Dios hablaba, liberaba su fe: el poder creativo que hacía cumplir su palabra. 

Estos maestros sostienen que Dios tiene fe y que depende de ella por su poder creativo. El Movimiento de la prosperidad considera esto un hecho autoevidenciable. Al discutir sobre el potencial de la fe en la vida de los cristianos, Copeland se refiere a...

La misma fe que Dios usó al crear ... 

Pero, ¿quién creó esta fe-sustancia de la que depende el poder creador de Dios? Si Dios la creó, ¿por qué tendría Él que depender de ella?

¿Y nosotros los humanos?

De acuerdo con la doctrina de la prosperidad, el creyente tiene acceso a la misma fuerza empleada por Dios al crear el mundo. Como pequeños dioses, podemos servirnos a voluntad de esta fe-fuerza y crear la realidad que deseemos. Si carecemos de prosperidad material o buena salud, el problema está en nuestra ignorancia sobre cómo controlar la “fuerza” de la fe.

A través de los siglos, la teología cristiana ha comprendido el significado de la “fe” como la confianza o la creencia en Dios. Cualquiera que sea el significado que los del Movimiento de la prosperidad hayan dado al término, se ve claramente que no concuerda con aquel.

Efecto de choque

A veces me gusta captar la atención de mis estudiantes de teología diciendo: “La fe, en sí misma, no tiene ningún valor, poder o mérito propio. No es una buena obra y no merece recompensa alguna. En ciertos casos, ni siquiera es una virtud.”

El tono radical de mi observación se atenúa cuando explico que la fe es como una caja vacía. El contenido es lo que le da su valor. Si Cristo es el contenido de la caja, su valor es inconmensurable. Pero, ¿qué si el contenido de la caja es el diablo?

La fe en sí misma es moralmente neutral. Adquiere su valor del objeto al cual se la asocia. Viéndola de esta manera, la fe puede ni siquiera ser una virtud, si no está dirigida a Cristo. En efecto, puede incluso tratarse de un vicio si está puesta en un dios falso o dirigida a nuestra autoaprobación.

La fe es el vehículo en el que Cristo se aproxima a nosotros. Cuando un amigo llega en su auto a nuestra casa, pensamos en el amigo, no en el vehículo. Lo que importa es la relación, pero la cercanía no hubiera sido posible sin el transporte. A esto es a lo que me refiero cuando digo que la fe no tiene valor “en sí misma.”

Entonces, si la fe no tiene un valor o virtud inherente, ¿cómo podría ser una fuerza creadora? Cristo es el poseedor de todo aquello. La fe es meramente el vehículo que acerca a Cristo a nosotros.

¿Es la fe una “ley”?

En su libro, Las leyes de la prosperidad, Copeland define la fe como una ley indispensable. Sembramos semillas de fe como un agricultor siembra su cultivo, esperando la cosecha.

Esto es cierto, siempre que lo entendamos como una metáfora acerca de la confianza llana en las promesas de Dios. Si vamos más allá, considerándola una “ley” en el sentido de una fuerza mística, caemos en un grave error.

Solo en una ocasión se refiere la Biblia a la fe como una “ley.”

¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe (Romanos 3:27).

En el contexto, Pablo contrasta la fe con las obras como el principio por el cual Dios comunica su don de la justicia. Esto no tiene nada que ver con ninguna fuerza mística. La NVI traduce el término griego "ley" como principio, posiblemente para evitar tal confusión. Las Escrituras nunca definen la fe como una “ley” en otro sentido que este.

¿Fe en la fe?

El folleto de Hagin titulado: Tenga fe en su fe, fue un elemento importante en el desarrollo del Movimiento Palabra de fe. Allí se cristalizó el concepto central de que la fe es una ley manipulable.

Para Hagin, tiene perfecto sentido tener fe en nuestra fe. Si la fe es una fuerza que controlamos, deberíamos obtener más fe a medida que crece nuestra capacidad de manipularla. Hagin veía este proceso como una espiral ascendente hacia un poder cada vez mayor.

Hagin estaba en lo correcto si la fe fuera una sustancia mística que manipulamos. De lo contrario, es autodependencia carnal.

¿Y dónde queda la gracia?

El evangelio es un movimiento de la “gracia,” no un movimiento de la “fe.” Cuando Pablo dice: Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe... dejó en claro de una vez y por todas la respuesta a la pregunta sobre qué nos salva. La fe NO salva. La gracia es la que salva. La fe es meramente el vehículo que transporta la gracia de Dios.

Gracia significa inmerecido favor de Dios. Si la fe fuera una fuerza o sustancia que podemos manipular, entonces la salvación podría ser una obra que merece recompensa. En ese caso, la fe estaría excluida, por la misma causa que las obras son excluidas... precisamente porque merecería una recompensa.

El apóstol Pablo clarifica

Ahora bien, cuando alguien trabaja, no se le toma en cuenta el salario como un favor sino como una deuda (Romanos 4:4).

Por eso la promesa viene por la fe, a fin de que por la gracia... (Romanos 4:16).

¿Por qué dice a fin de que? Porque él entiende que la fe no merece recompensa. Por lo tanto es el único vehículo apropiado de la gracia. ¿Cómo podría entonces ser la fe una ley, sustancia o fuerza que nosotros controlamos para obtener bendición? ¿Dónde quedaría la gracia?

A los maestros de la prosperidad se les escapa esta paradoja. Precisamente, debido a que la fe bíblica NO es una ley, fuerza o sustancia, es que puede ser el vehículo de la gracia.

¿Dónde se origina la fe?

En el pensamiento de la Palabra de fe, esta última no es un don de gracia. La gracia contradice el concepto de una fuerza-sustancia mística manipulable a discreción nuestra.

La Biblia enseña claramente que la fe es un don de gracia. Aun cuando la gracia salvadora viene por medio de la fe, esta fe es generada por la misma gracia. Esto no es un razonamiento circular, porque Dios es el origen del proceso.

... [Apolos] ayudó mucho a quienes por la gracia habían creído (Hechos 18:27).

La gracia de nuestro Señor se derramó sobre mí en abundancia, junto con la fe y el amor que hay en Cristo Jesús (1 Timoteo 1:14).

En resumen

Frecuentemente los cristianos decimos que somos salvos por fe. ¿Acaso queremos decir que es la fe en sí misma la que nos salva? No. Se trata de una forma breve y bíblica de expresar que la fe es un instrumento vital para aproximar a Cristo, que es el que salva.

Una buena ilustración que viene al caso es cuando Jesús le dijo a una mujer arrepentida: Tu fe te ha salvado (Lucas 7:50). Lo que expresó es que la fe de la mujer abrió la puerta a Aquel que salva. Él nunca implicaría que la fe de la mujer por sí sola le daba la salvación. Si fuera así, no hubiera sido para nada necesario el que ella fuera a Jesús.

A veces la Escritura asocia dos cosas tan cercanamente que una se vuelve metáfora de la otra. Ejemplo: En Juan 17:3 y 12:50, la obediencia a los mandatos de Dios es llamada “vida eterna”. La obediencia en sí no es la vida eterna, pero lleva a ella. Sería absurdo llamar a la obediencia una sustancia mística que podemos manipular para generar vida eterna.

Asimismo, en la Escritura, la fe es tan vitalmente asociada a la obtención de bendiciones, que podría parecer que la fe por sí misma genera las bendiciones. Es una forma breve de mostrar la importancia de la fe, no para demostrar que la fe sea una fuerza mística que, manipulada apropiadamente, produce lo que nosotros queramos.

¿Resulta denigrante a la fe bíblica este cuestionamiento al así llamado Movimiento de la fe? No. Nuestra intención es que la fe esté en su posición correcta, no en una mayor ni menor a la correcta. Cristo, a su vez, recibe la gloria que merece.

El así llamado Movimiento de la fe, lleva un nombre equivocado. Estos maestros no ejercitan la fe en sentido bíblico alguno. Se trata de un movimiento pseudocristiano de idolatría, egotismo y narcicismo. ¿Idolatría? Sí. ¿Cuál es el ídolo? Ellos mismos.

En este capítulo aprendimos que...

1. El Movimiento de la prosperidad enseña que:
La fe es una fuerza mística y una sustancia espiritual.
Dios mismo dependía de la fe al crear al universo.
Como dioses creados, los seres humanos tienen la capacidad de crear su propia realidad, manipulando la ley de la fe.
Debemos tener fe en nuestra propia fe.

2. El Movimiento de la prosperidad no enseña la fe bajo ninguna definición bíblica.

3. La fe bíblica no es ni ley, ni fuerza, ni sustancia mística.
La fe es una confianza sencilla en Dios.
La fe es moralmente neutral, pues su valor depende del objeto al que se la asocie.
El evangelio es un movimiento de la gracia, no un Movimiento de la fe.
La fe es un don de la gracia de Dios.


CAPÍTULO 3
Soberanía y sufrimiento

Miré entre la multitud esperando bajo la carpa. El gentío usual: una mezcla interesante de caras latinoamericanas, desde niños hasta ancianos. Unos pocos adolescentes se escondían tímidamente en las sombras, temerosos de ser vistos por sus amigos. Muchos escucharon el rumor de que los “gringos” estaban exhibiendo películas bajo la carpa. En este pueblo no había ninguna sala de cine y pocos tenían televisores, lo que hacía nuestra campaña evangelística el mejor espectáculo del momento.
 
Esta típica multitud sudamericana tenía una cosa en común. Ninguno había escuchado una exposición clara del Evangelio. Lo que yo iba a predicar en los próximos minutos tenía que ser simple y claro. Comencé diciendo: ¡Dios es un Dios bueno!

Cuando declaré esto, me di cuenta de que aquellos que serían salvos esa noche, enfrentarían pruebas en los meses venideros. Sería necesario ayudarlos a entender quién es Dios y lo que significa "bueno.” Supe también que este proceso de aprendizaje no es fácil.

Cuando la gente comienza a madurar en Cristo, pronto se da cuenta de que la definición de la palabra “bueno” no es tan obvia como pensaba previamente. Al fin y al cabo, el convertido sufre un revés, una enfermedad en la familia o un problema financiero. Él aprende de la Biblia que Dios es Todopoderoso. ¿Por qué, entonces, Dios no resuelve este problema? Sus amigos le dicen que el diablo lo causó. ¿Significa esto que Dios no tiene control sobre el diablo?

Muy pronto la brigada local de la fe informa al convertido que el problema es debido a su falta de fe. Le dicen que es su culpa. El nuevo convertido se pregunta: ¿Depende todo de mí? Pero no se siente capaz de enfrentar el problema.

En resumen, el convertido se encuentra ante el viejo dilema: la soberanía de Dios y el sufrimiento de los justos. ¿Es posible responsabilizar a Dios aun cuando continuemos amándolo y confiando en Él?

El único problema con el lema "Dios es un Dios bueno,” reside en un posible malentendido de la palabra "bueno.” A veces pensamos que el vocablo “bueno” es equivalente a “lo que nos agrada”. Sin embargo, Dios tiene otra cosa en mente. ¿Es lo que nos agrada realmente el bien mayor?  o ¿Es que Dios tiene en mente algo más importante que lo que nos agrada?

"Bueno"... ¿Quién lo define? 

Algunas personas suponen que la prioridad más alta de Dios es el bienestar del hombre. Por lo tanto, definen "bienestar" en términos de beneficios: Salud, riqueza, paz y seguridad. No obstante estamos totalmente engañados si imaginamos que hay alguna verdad en estas afirmaciones.

Hay al menos dos cosas más importantes para Dios. Veamos una de ellas en Romanos 8:28-29: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.”

Notemos en este texto que el propósito definitivo de Dios es que seamos conformes a la imagen de Cristo. La prioridad más alta de Dios es la santificación. Llegar a ser como Cristo es nuestro bien mayor, no nuestra comodidad. Esta prioridad es tan alta que Dios aun nos puede hacer temporalmente infelices para que al final tengamos una felicidad suprema.

Recientemente, leí un comentario que me chocó grandemente: “La meta final de la santificación es nada.” Después de recuperarme del impacto, tuve que aceptar esta aseveración. La santificación es la meta, y Dios nos ama mucho como para renunciar a su compromiso de santificarnos. La santidad no tiene propósito más allá de sí misma. Nuestra felicidad es un resultado de nuestra santificación.

Se deduce, entonces, que Dios define el término “bueno” como todo aquello que produce santidad en nosotros. Todos los demás principios de la Escritura están subordinados a esto.

  Considerando ello, es menos sorprendente que los cristianos experimenten pruebas y sufrimientos. Dudoso sería que los creyentes no sufrieran más de lo que sufren.

Otra consideración, y acaso la de mayor importancia, es la gloria de Dios. Considere lo siguiente: Dios creó al hombre conociendo perfectamente que este caería. ¿Por qué?

Romanos 9:21 sugiere la respuesta: "¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?" (NVI). La más alta prioridad de Dios es revelar Su naturaleza. El bienestar del hombre es secundario. La historia completa de la redención, la salvación y la condenación, es el escenario en el cual Dios despliega Sus atributos.

C.S. Lewis trajo a la luz el extraordinario pensamiento de que Shakespeare estuvo equivocado cuando dijo: “El mundo es un escenario y nosotros somos los actores.” A medida que miramos más de cerca el escenario descubrimos que Dios es el protagonista principal y no nosotros. Él es el único sobre el escenario, y nosotros somos meramente el telón.

La gracia no podría existir sin un pecador. Una hermosa flor no podría crecer sin el abono más elemental el que, por cierto, es tan repulsivo. Pero, ¿Existe la gracia para la mayoría? iDifícilmente! Si usted les hace el mismo favor a todos, entonces esta actitud llega a ser una política general en lugar de un favor. Una vecina, por ejemplo, nos trae pan fresco hecho en casa, como un signo especial de amistad. Si ella le hace eso a todo el mundo, ya no sería un favor especial. La ira de Dios tampoco podría existir sin el pecador. Para mostrar justicia tiene que haber alguien a quien juzgar. Para creer que Dios nos santificará conforme a su propósito debemos reconocer que Dios es soberano y que no puede fracasar.

Las opciones son claras: Él es soberano o no lo es. 

Hubo una época no muy lejana, en la historia de la iglesia, en la cual si una persona cuestionaba la soberanía de Dios era considerada herética. Aun hoy, hay personas que afirman que las manos de Dios están atadas a menos que alguien ore. Tales declaraciones son una blasfemia porque la Biblia dice:

... Él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Daniel 4:35).
Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho (Salmos 115:3).
... Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero (Isaías 46:10).
 
Entonces, ¿Depende Dios del libre albedrío del hombre? Revisemos algunos ejemplos bíblicos.

Nabucodonosor

Este rey pagano de Babilonia cometió tres errores graves. Primero: Se hizo un dios de oro (Daniel 3). iQué actitud tan típicamente humana! El hombre quiere un Dios a quien pueda manipular, y vivir libre de reprensiones por sus pecados. Hoy la gente es más creativa. En lugar de usar oro, simplemente usa su  imaginación e inventa sus propios dioses.  

Segundo: Usó cada medio a su disposición para conseguir que otros adoraran a su dios falso. (Es algo bueno que Nabucodonosor no tuviera radio ni televisión. Él pudo haber tenido éxito.)
 
Tercero: Atribuyó las obras del Todopoderoso a su dios (Daniel 4:30). El Dios verdadero lo llamó loco.
 
¿Qué hizo Dios al respecto? Dios tocó el interior de Nabucodonosor y le quitó la razón, el libre albedrío y todo. Lo dejó como una bestia por siete años.

¿Necesitó Dios el permiso de Nabucodonosor para hacer eso? ¿Necesitó las oraciones de alguien para llevarlo a cabo? Después de siete años, cuando Dios tuvo a bien, le devolvió su mente.

¿Qué aprendió Nabucodonosor de esta experiencia cuando recuperó su razón? “... y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano...”

El anticristo y las diez naciones

¿Quién controlará la mente del Anticristo... el falso profeta, la gran bestia y las diez naciones durante los tiempos finales? ¿El diablo?
 
Porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo, y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios (Apocalipsis 17:17).

Los enemigos de Jesús

... a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios... (Hechos 2:23).

¿Creyeron los apóstoles en la soberanía de Dios con las acciones y la voluntad del hombre?

... y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay ... verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hechos 4:24,27,28).
 
¿Controló Dios a los egipcios?

Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército... (Éxodo 14:17).
           
Al examinar estos ejemplos bíblicos vemos que Dios puede controlar todo, incluso la voluntad humana.

Miles de cristianos hoy en día, no saben que Dios es soberano. Alaban una parodia del Dios verdadero que tiene las manos atadas. Tal concepto de Dios proviene de la cultura moderna humanista en lugar de los conceptos bíblicos. Se puede llamar a  este el “dios falso” de la cristiandad moderna.

Según el “Movimiento de la prosperidad,” Dios tiene las siguientes características: Sus manos están atadas al menos que alguien ore. Está sujeto a un conjunto de leyes espirituales superiores a Él mismo. Depende del libre albedrío humano para actuar. Es incapaz de detener a sus rebeldes criaturas que frustran Sus planes tomándolo por sorpresa. Recompensa a los hombres con dinero, en proporción directa a la fe que ellos tienen.

No está realmente al control de este mundo. No es soberano.

Por mucho que tal dios agrade a la naturaleza humana,  tiene un defecto fatal: iNo existe!

¿Cómo es el Dios verdadero?

El Dios de la Biblia es soberano. Controla absolutamente todas las cosas.

Él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra (Daniel 4:35).

De esto concluimos que Dios no está bajo ninguna obligación de prestar atención a las protestas de nuestro “libre albedrío” con respecto al proceso de santificación.

Ahora que sabemos la doctrina de la soberanía de Dios, ¿Dónde nos deja esto? Estamos tratando de explicar cómo contestar el dilema del sufrimiento de los buenos sin culpar a Dios. Hemos probado que Dios hace como le place, y nada ni nadie lo limita. ¿No es esto empeorar al dilema? Parece que si. Al finalizar el análisis veremos que no.

Hay cristianos bien intencionados que tienden a negar la soberanía de Dios para resolver el dilema de un Dios bueno y un mundo malo. Sin embargo, estos cristianos no consideran la posibilidad de que Dios no quiere librarse del dilema. Quizás tenga un propósito con tal dilema y no quiere que nadie se lo quite. 

Muchos cristianos consideran esta solución completamente aceptable. Sugieren que Dios nos ha delegado parte de Su autoridad y que las respuestas a todos nuestros problemas yace en nosotros mismos. Sus manos están efectivamente atadas en cierta manera, a menos que actuemos en su favor. Así parece que el dilema está resuelto y podemos abandonar la discusión y olvidarnos del problema.

Pero hay un elemento suelto que nos obliga a revisar esta explicación. Si Dios ha entregado una parte de Su soberanía al hombre, entonces no merece toda la gloria. Debemos determinar exactamente qué porcentaje de Su gloria le ha cedido al hombre. Solo así sabremos a qué grado podemos adorarle. Después de todo, no queremos darle toda la gloria si nosotros tenemos parcialmente el control. Eso no sería justo, ¿verdad?

Si Él le ha dado veinticinco por ciento de Su soberanía al hombre, entonces deberíamos adorar a Dios un setenta y cinco por ciento y al hombre un veinticinco por ciento. O podemos alterar 2 Corintios 1:24 diciendo: “Porque por el setenta y cinco por ciento de la fe en Dios estáis firmes. He aquí el otro veinticinco por ciento te pertenece a ti.”

En lugar de llamarlo el Todopoderoso, tendríamos que llamarlo el “Casi poderoso.” Perdóneme todo este sarcasmo, pero es claro que negar la soberanía de Dios nos conduce a un dilema peor.

El error básico aquí está en fallar al distinguir la diferencia entre autoridad compartida y abandono de autoridad. Es como una cuenta corriente conjunta. Si usted añade el nombre de otra persona a la cuenta, eso no le quita la autoridad para firmar los cheques, ni está limitado a la aprobación de la otra parte. Si usted quiere, puede arreglar el asunto de tal forma que los otros necesiten su aprobación, sin necesitarlos para nada.  Perfectamente legal y lógico.
 
¡Qué tremendo error imaginar que Dios ha renunciado a cualquier parte de Su autoridad solo porque la comparte con algunas de Sus criaturas!

He observado a cristianos que poseen un entendimiento sólidamente bíblico de la soberanía de Dios. Atraviesan las pruebas con más facilidad y rara vez preguntan: “¿Por qué permitiste esto?” Entonces, ¿Cuáles son las opciones cuando confrontamos una prueba dura? Tenemos tres, y solo una es la correcta.

Opción uno: Acusar a Dios de injusto por meternos en problemas.

Todas las pruebas espirituales consisten en estar aparentemente abandonados por Dios. Si este sentimiento estuviera ausente, dejaría de ser una prueba válida.

Un arma potente para pasar exitosamente a través de las pruebas, es saber que estas son inevitables. No se preocupe, saber esto no es una confesión negativa. La realidad es así. Pedro nos advirtió: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese...” (v. 12).

Culpar a Dios nos da solamente un sentimiento de alivio temporal y superficial... como cuando estamos tratando de extinguir un fuego arrojándole palos de madera.    

Opción dos: Someterse pasivamente a la aflicción como la voluntad de Dios, puesto que Él es soberano y pudo haberla  prevenido.

Esta reacción es casi tan peligrosa como la anterior. Algunas religiones se aprovechan de este razonamiento para mantener a los oprimidos en sujeción.

En Jueces 3:2 leemos que Dios dejó a los enemigos en la tierra sabiendo que ellos atacarían a Israel. ¿Por qué hizo eso? Porque quería que los israelitas aprendieran a luchar.

Suponga que los judíos hubieran asumido que Dios estaba enseñándoles a ser humildes. Pudieron haberse acostado en las calles y sumisamente dejar que los carros pasaran sobre ellos. Habrían aprendido la humildad correctamente, pero esa no era la lección que debían aprender. Algunas veces Dios le permite al diablo atacar al creyente para que este aprenda a defenderse.

Recuerdo la historia de un joven estudiante de la Biblia, que sufrió pruebas severas por varias semanas. Nada le salía bien. Todo el mundo se peleaba con él. Una depresión constante lo consumía. Una noche, estando solo, súbitamente gritó: “iSatanás!, en el nombre de Jesús, ¡fuera!” La paz lo cubrió. Se dio cuenta de que Dios le estaba enseñando el arte de la autodefensa espiritual.

Someterse pasivamente a toda prueba y aflicción no es bíblico, es más, es peligroso.

Opción tres: Someterse a Dios pero resistiendo la aflicción, aun si sabe que Dios en su soberanía la permitió.

Desde el punto de vista de algunos, nunca en la historia de la humanidad ha existido un aguijón tan agudo como el de Pablo. Algunos dicen que era una enfermedad. Otros dicen que no.

Al enfrascarse en estas disputas, los cristianos pierden los puntos principales de la lección. Si para Dios eso fuera muy importante, el texto señalaría claramente lo que era el aguijón. Observemos algunas reacciones de Pablo con respecto a su  aguijón: 

Primero, nunca paró de enfrentar su aflicción. Él peleó. Tan simple como eso.

Segundo, observe la forma en que peleó. Fue con oración humilde y persistente. Él le pidió a Dios que se lo quitara. No se lo ordenó, ni trató de manipular a Dios. Hizo algo mejor que eso: simplemente oró. Nunca trate de manipular a Dios. Cada vez que lo intento, recibo reprensiones del Señor.

Note también que Pablo oró más de una vez sobre su problema. Algunos han pensado que es falta de fe orar dos veces por la misma cosa. Pablo no pensaba así. Si mi carro no arrancara al primer intento, lo intentaría otra vez hasta que arranque.

La forma como Pablo trató este problema demuestra que el resultado final dependía de la soberanía del Señor.

Indudablemente, si Dios le hubiera dicho a Pablo que la solución era pararse de cabeza y clamar: "Salve al Rey", él lo habría hecho, porque estaba dispuesto a hacer lo que el Señor le dijera que hiciera, aun si eso fuera no hacer nada.

En efecto, “no hacer nada” es exactamente lo que el Señor le dijo que hiciera: "Bástate mi gracia." Aun más, Pablo no perdió su santa agresividad. Aceptó esa gracia y la aprovechó para glorificar a Cristo.

Alguien me preguntó acerca de la diferencia entre un ataque satánico y una prueba divina. Realmente no importa. Puesto que Dios es soberano, ambas circunstancias son siempre lo mismo. Dios le permite al diablo atacarnos porque desea que nosotros lo derrotemos. Si no fuera por el diablo, la Iglesia sería perezosa y los cristianos aprenderían poco.

El libro de Job ilustra esto con claridad: Dios afirmaba la sinceridad de Job, mientras que Satán la negaba. Esto resultó en una prueba de la integridad de Job, siendo Satanás la causa inmediata y activa, y Dios la causa final y pasiva.

Vemos entonces que tanto Satanás como Dios usaron los mismos eventos pero con intenciones opuestas. La diferencia, entonces, entre un ataque satánico y una prueba divina, no está en los medios sino en los propósitos opuestos. Satán quiere probar lo peor de nosotros, y Dios desea probar lo mejor. Así que es un desperdicio de tiempo tratar de encontrar cuál es cual. Simplemente sométase a Dios y presente batalla ante la aflicción.

“En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno” (Job 1:22).

Algunas veces la esencia de la prueba espiritual gira alrededor de una pregunta: ¿Cuál es la calidad de nuestro amor? Amamos a Dios porque hace cosas buenas por nosotros. Pero en el reino de Dios esta clase de amor es inferior. Él quiere que nosotros le amemos por lo que es y no por lo que nos da. Esto implica una elección mental más que emocional. En tiempos de prueba es necesario hacer este tipo de elecciones.

Lo anterior nos da ciertas pautas para atravesar pruebas ordinarias pero, ¿qué acerca de las verdaderas tragedias, como la pérdida de un ser amado o un accidente con consecuencias terribles? Estas desgracias difícilmente pueden ser catalogadas como “pruebas.”

Un trágico accidente ocurrió durante nuestra conferencia misionera en Ecuador, en 1981. Un camión que transportaba a casi una docena de jóvenes se volcó debido a un error del conductor, que era una dama misionera. Fue un milagro que nadie muriera, pero un niño de ocho años quedó lisiado de su pierna derecha. La misionera estaba confusa y se sentía culpable. Pocos días después del accidente, ella me hizo la inevitable pregunta: “¿Por qué Dios lo permitió?”

Yo esperaba esa pregunta, así que quise estar preparado con una respuesta. Haciendo a un lado mi propia frustración, le respondí con otra interrogación: “Aun si Dios nos diera la respuesta, ¿aliviaría eso el dolor del niño o el tuyo? No siempre tenemos explicaciones a las tragedias, pero tenemos la promesa de Romanos 8:28.” Para mi gran sorpresa, esa respuesta le dio mucho alivio a la dama.

A veces lo único que tenemos es una promesa de Dios. Pero si la creemos, veremos que es suficiente para nuestro consuelo.

Los cristianos con un firme asimiento a la soberanía de Dios atraviesan las pruebas y tragedias mucho más fácil que aquellos que dudan de ella. Esta verdad ha sido el bastión de los santos en todas las edades y a medida que avanzamos a los tiempos finales, debemos asirnos a ella tenazmente.

No se imagine que soy un sufridor experto porque proclamo estas verdades. Admiro a aquellos hermanos dulcemente pasivos, que aceptan las dificultades con una quietud reposada. ¿Son así por gracia o es realmente el resultado de una predisposición natural del temperamento? Sería dudoso si todos mis lectores fueran así. En lo personal, prefiero las rabietas.

Para mi disgusto, descubrí muy temprano que Dios permanece inmóvil ante mis protestas. Él continúa la prueba de todas maneras. Aparentemente, podemos añadir tenacidad a Su lista de atributos. Él parece determinado a bendecirnos con cualidades morales que no sabíamos que eran parte del convenio cuando aceptamos a Cristo.

Lamento no haber resistido las pruebas pasadas de manera más victoriosa. Espero hacerlo mejor en el futuro. Sería muy simple si solo pudiéramos hallar la forma de quitarle al sufrimiento ese pequeño detalle: iel dolor!
Aparte de eso, el sufrimiento sería completamente tolerable. 

Lo digo para aclarar que conocer unas pocas verdades acerca de nuestras pruebas y su relación con nuestro soberano Señor, no aliviará el dolor, ni contestará todas las preguntas. Aún dolerá. Pero al menos se vuelven tolerables cuando entendemos que hay significado y propósito detrás de ellas.

Estoy dolorosamente consciente de que los puntos de vista que he compartido no logran explicar bien la expresión “Dios es un Dios bueno.” Sería un tonto si pensara eso.

Así que dejemos el asunto a los pies de Dios, donde Él quiere que esté. Sigamos con humildad, sabiendo que Él es mayor que cualquier concepto que podamos alguna vez imaginar acerca de Él.

En este capítulo aprendimos que...

Dios es soberano sobre todas las cosas, incluido el mal. Aunque Dios no es causante del mal, este está bajo su control.

Debido a que el valor más preciado por Dios es la santidad del creyente, Él permite que suframos pruebas para santificarnos. Por lo tanto, la falta de fe no es forzosamente causa de enfermedad o pobreza.

Aparte de no ser bíblico, es algo muy cruel acusar a una persona de falta de fe, si sufre pobreza o enfermedad.

A pesar de la tensión filosófica entre la bondad de Dios y la existencia de la maldad, Dios nos llama a confiar en Él.

CAPÍTULO 4
Orígenes del Movimiento de la prosperidad

El Movimiento de la prosperidad tiene sus raíces en una secta pagana, el gnosticismo, que rivalizó con la cristiandad durante los tres primeros siglos de la era cristiana.

Existieron varias sectas gnósticas. Todas sostenían una forma de dualismo que enseñaba que lo material era malo y que lo espiritual era bueno. Sin embargo, la Biblia enseña que Dios creó ambas dimensiones y las llamó "bueno.”

Algunos gnósticos enseñaban que había dos dioses; uno malo que gobernaba la dimensión material, y uno bueno por encima del espiritual. Todos, sin embargo, sostenían que entre las dos dimensiones existía una serie de leyes espirituales que permitían controlar ambos reinos.

Ciertos grupos gnósticos, según ellos espiritualmente superiores, se creían dotados con una “gnosis” especial o “conocimiento por revelación” que les permitía aprender a manipular esas leyes místicas para su beneficio... Incluso para controlar sus propios destinos espirituales.

Una de las metas de los gnósticos era alcanzar la divinidad y convertirse en una especie de “dios” creativo. Esto debía acontecer "liberando" el espíritu del reino material a través del "conocimiento" especial de las fuerzas místicas que gobiernan el universo.

Ireneo, uno de los padres del tercer siglo que combatió el gnosticismo, en su libro En contra de las herejías, hace el siguiente comentario acerca del orgullo espiritual característico de los gnósticos: "Ellos se consideran a sí mismos tan ‘maduros’ que nadie se les puede comparar en la grandeza de su conocimiento, ni siquiera Pedro o Pablo ni cualquiera de los otros apóstoles..." (I, XIII, 6). Ireneo añade que “... ¡Tal persona se infla tanto que camina pavoneándose con un semblante despreciativo y el aire pomposo de un gallo!" (III, XV, 2).

Los paralelos entre el gnosticismo antiguo y el Movimiento de la prosperidad son muy impactantes para ser ignorados. Pero, ¿cómo se transportó el gnosticismo al siglo veinte? Por esta información, estamos profundamente agradecidos y en deuda con Judit Matta, autora de La respuesta cristiana a las herejías gnósticas carismáticas. 

Judit es la experta más notable en los Estados Unidos en lo que tiene que ver con el origen gnóstico del Movimiento Palabra de fe. Ella se graduó en el seminario teológico Talbot y fue una estudiante de primera clase. 

Indica Judit que en 1875, Mary Baker Eddy publicó Ciencia y salud, produciéndose el lanzamiento de la secta Ciencia Cristiana, o Ciencia de la mente. La Primera Iglesia de Ciencia Cristiana fue fundada en Boston en 1879. Eddy había adaptado muchos de los primeros conceptos gnósticos en sus escritos, que incluían la negación de la realidad de la enfermedad y la materia.

Uno de los primeros convertidos a la Ciencia Cristiana y miembro de la Iglesia Madre desde 1903 hasta su muerte en 1908, fue el Dr. C.W. Emerson. Este fundó, a fines de siglo, una escuela preparatoria para jóvenes en Boston llamada Escuela Emerson de Oratoria.

Uno de los primeros estudiantes de la escuela Emerson fue un joven de nombre E.W. Kenyon, que recogió algunos de los conceptos gnósticos y más tarde los incorporó en sus propios escritos.

Kenyon murió en 1948, pero la antorcha gnóstica no murió con él, sino que fue tomada por otro joven y entusiasta predicador, hambriento de lo sobrenatural, de nombre Kenneth Hagin... el reconocido líder del Movimiento Palabra de fe.

Hagin alaba a Kenyon en uno de sus primeros libros: El Nombre de Jesús, declarando abiertamente la fuente que le influencia. Posteriormente, Hagin pasó estas enseñanzas a Kenneth Copeland. A través de Copeland fueron a Charles Capps, Jerry Savelle y otros. En 1972, T.L. Osborn también expresó su profunda deuda a Kenyon en una carta a la nieta de este en la que lo llamaba “apóstol.”

Los términos "palabra de fe" y "conocimiento por revelación" encuentran su origen en los libros de Kenyon. Mucho de lo que él escribió suena edificante y exalta el poder y señorío de un Cristo. Desafortunadamente, las herejías están mezcladas con estos aspectos, debido sin ninguna duda a la influencia de su mentor, Mary Baker Eddy de la secta Ciencia Cristiana.

Su folleto, Dos formas de conocimiento, es especialmente peligroso por su sutileza. Kenyon, hombre de temperamento supremamente místico, cae en la usual trampa gnóstica de emplear la razón para negar la validez de ella. Kenyon califica de "conocimiento sensorial" a la información derivada de nuestros cinco sentidos y la correlación de esa información se hace por lógica. Pero "el conocimiento por revelación" viene directamente a nuestro espíritu, saltándose tanto la razón como los sentidos. Kenyon creía que como Dios es espiritual, es imposible comprenderlo a Él y las verdades espirituales sin esa "revelación” especial.

Por medio de esto, se introduce un error peligroso y sutil. Si una persona lo asimila, entonces la Biblia en sí misma pasa a ser juzgada por la norma del "conocimiento por revelación" que esa persona experimenta en forma subjetiva. Sutil e inconscientemente, el lector de Kenyon se convierte en su propia norma de la verdad.

Kenyon olvidó que el ojo que lee la Biblia, el oído que la escucha y el cerebro que la correlaciona son todos órganos físicos. La Biblia es un libro humano y divino. Pasar por alto los sentidos y la razón inevitablemente lleva a pasar por alto la Biblia también. Los cristianos inexpertos y ansiosos de experiencias sobrenaturales pueden fácilmente caer en el misticismo de Kenyon.

Aunque Hagin fundamenta mayormente sus conceptos en Kenyon, él mismo ha aportado algunas "revelaciones" interesantes obtenidas a lo largo de su propio caminar.

En la introducción a una de las ediciones anteriores de su libro Arte de la intercesión, Hagin describe su octava "visita" de Cristo. Un ser espiritual, que se identificó como "Jesucristo,” entró al dormitorio de Hagin, se sentó y habló con él por hora y media. Durante esa visita, "Jesucristo" le dio una "revelación" sobrecogedora: Todos los teólogos de antaño que enseñaron que Dios estaba en control absoluto de todas las cosas estaban equivocados. En el primer capítulo, Hagin expresa la "revelación" que constituye la premisa del resto del libro: "Dios no está gobernando el mundo... y Dios no puede hacer nada al menos que alguien aquí abajo se lo pida.”

Este "ser" aparentemente olvidó leer su Biblia antes de negar categóricamente la soberanía de Dios. Observe:

Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra ... Salmos 135:6.
... para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres ... Daniel 4:17. 

En la séptima “visita,” el ser espiritual le dijo a Hagin que no orara más por sus necesidades sino que ordenara a los ángeles que las satisficieran. De nuevo, ese "ser" olvidó algunas claves escriturales. 

Padre nuestro que estás en los cielos ... el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Mateo 6:9 y 11.

En el contexto, el Señor Jesús de la Biblia nos ordena orar al Padre por nuestras necesidades.

¿Estoy insinuando que el "ser" que visita a Hagin y que le da las revelaciones de la Palabra de fe no es realmente Jesucristo, sino un demonio engañador? No estoy “insinuando” eso. Lo estoy declarándolo como un hecho bíblicamente comprobable, solo comparo los enunciados de ese ser con las enseñanzas bíblicas.


El secuestro de Hagin: Cómo entraron estas enseñanzas al movimiento carismático

El “Movimiento Carismático” echa raíces en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. A veces se le denomina Neopentecostalismo, este  se caracteriza por su rechazo a la marchita ortodoxia de algunas denominaciones tradicionales y su búsqueda de un nuevo énfasis en el Espíritu Santo y los dones espirituales.

En sus inicios, el movimiento carismático fue inocuo. No hay nada de malo en la búsqueda de nueva llenura del Espíritu Santo o de los dones espirituales. En efecto, es un mandato de las Escrituras que así lo hagamos. Sin embargo, hubo una falla fundamental  en el movimiento y fue la falta de bases teológicas sólidas.

Los carismáticos rechazaron una ortodoxia ya marchita. Sin embargo, muchos no apreciaban tampoco su alternativa, la ortodoxia viva. Más bien, desarrollaron un misticismo sin sentido. Por eso, las enseñanzas de Hagin encontraron terreno fértil en el nuevo movimiento.

Muchos carismáticos eran evangélicos de estratos sociales medios. Aunque se interesaban en experiencias emocionantes, no les entusiasmaba mucho unirse a los pentecostales tradicionales. Estos, originalmente, provenían de clases más pobres y menos educadas.

Los carismáticos estaban listos para recibir enseñanzas frescas dentro de su propio contexto socioeconómico. Era el escenario propicio para el secuestro de Hagin.

Aunque Hagin era el líder reconocido, no era tan elocuente como algunos de sus seguidores. Su acento campesino, mala gramática y obvia carencia de educación formal eran poco apreciados por las clases medias.

El movimiento ganó ímpetu con un líder más joven y bien articulado, Kenneth Copeland. Su obra titulada Leyes de la prosperidad, lo lanzó al estrellato del Movimiento de la fe, ofreciendo una nueva visión del mundo que tapaba las brechas dejadas por una ortodoxia abandonada.

El mercado se vio inundado de las obras de estos maestros y los nuevos carismáticos las devoraban como los peces hambrientos a la carnada. Lamentablemente, lo que determinaba qué libros aparecían en el mercado cristiano era la ganancia económica, más que la verdad. Aquellos que disentían se encontraron con grandes obstáculos para publicar sus obras.

El anuncio hecho por Paul Crouch, del canal televisivo TBN [Trinity Broadcasting Network] en cuanto a que adoptaba el enfoque del “Movimiento de la fe” en su programación contribuyó a su difusión. También Jim Bakker, del programa PTL [Praise The Lord] junto a Paul Crouch, endosó los conceptos del movimiento y ambos los expusieron a nivel mundial.

El resultado: El gnosticismo, disfrazado bajo el estandarte de la “fe”, comenzó a enraizarse profundamente en la conciencia de los carismáticos estadounidenses.

Un paralelo romanoestadounidense

Muy similar a los actuales Estados Unidos, Roma fue en su tiempo una sociedad próspera. En los tres primeros siglos, mientras la cristiandad echaba raíces, Roma pasaba su época de declive. Cundía la corrupción social. Las instituciones religiosas o gobernantes no podían detener el nivel de perversidad que dominaba en la sociedad.

La cultura parecía incapaz de recuperar su sentido de poder y dominio de antes. La población sufría saturada de una inseguridad sutil, pero generalizada.

En el campo de batalla, ahora les costaba más derrotar a los enemigos pequeños que lo que antes les había tomado triunfar sobre los grandes. Lo mismo se ve hoy en día en la nación americana.

Las clases medias y altas de cualquier sociedad, antigua o moderna, están acostumbradas a tener el control de sus propias vidas. Sin embargo, cuando las condiciones sociales se vuelven inseguras, se pierde el optimismo ante el futuro y se siente la pérdida de control. Así se prepara el suelo para que las raíces del gnosticismo se profundicen.

Este tipo de condiciones genera crisis psicológicas. Los cristianos estadounidenses están sujetos a presiones similares. Su dilema es: Cómo experimentar el consuelo del evangelio y a la vez mantener el control al cual estaban acostumbrados. Igual que sucedió en la antigua Roma, las condiciones en Estados Unidos están fértiles para que un movimiento seudocristiano, de tipo gnóstico como Palabra de fe, se arraigue. La esencia de su mensaje es una religión que le da a la gente una sensación de control dentro de su propia realidad.

Además, como un conveniente subproducto, los maestros logran una importante cosecha financiera. Las clases medias y medioaltas tienen recursos para gastar, y responden bien a la retórica positiva y a las revelaciones nuevas. Todos felices... excepto Dios.

La influencia del Movimiento de la prosperidad ha sido, en parte, cortada por tres factores:

Primero, las Asambleas de Dios, la denominación pentecostal más importante e influyente a nivel mundial, repudiaron las enseñanzas de Palabra de fe por medio de un documento oficial.

Segundo, la publicación de dos importantes obras de advertencia contra el movimiento: El cristianismo en crisis, de Hank Hanegraaf, y La seducción del cristianismo, de David Hunt.

Finalmente, el golpe más serio fue la caída de Jim Bakker (PTL) a finales de los años ochenta del siglo pasado, junto con similares escándalos entre los televangelistas estadounidenses. Sin embargo, esos sucesos terminaron siendo tan solo una poda de las ramas del movimiento, sin llegar a sus raíces, es decir Hagin y Copeland y su falso dios. Aunque debilitado, el árbol sigue floreciente en los Estados Unidos hoy.

Estamos frente a una ironía histórica: el mismo gnosticismo pagano que se oponía al cristianismo de los primeros siglos ha resucitado para infiltrarse en la iglesia de hoy.

En este capítulo aprendimos que...

El Movimiento de la prosperidad es un renacimiento de los conceptos gnósticos, adaptados al lenguaje cristiano.

Esas ideas gnósticas fueron transmitidas por Mary Baker Eddy y su secta de la Ciencia Cristiana al Dr. Emerson de Boston. Las que E.W. Kenyon fusionó con las doctrinas cristianas.
Kenneth Hagin adoptó las enseñanzas de Kenyon y las transmitió a Kenneth Copeland y otros.

El Movimiento de la Palabra de fe encontró suelo fértil en el movimiento carismático y virtualmente lo secuestró.

La popularidad del movimiento se explica en términos sociológicos. Las condiciones de los Estados Unidos de hoy en día son similares a aquellas que encendieron el gnosticismo en la antigua Roma.


CAPÍTULO 5

La confesión positiva

¡Todas las fuerzas naturales y todas las circunstancias de nuestra vida son controladas por nuestra lengua!  Cuando hablamos positivamente, una gran fuerza espiritual se genera dentro de nosotros, y esta cambia al mundo que nos rodea.  Las situaciones más difíciles pueden ser cambiadas por nuestra lengua. Si prosperan los malvados, es porque nosotros los cristianos hemos declarado que es así. Incluso la salvación de las almas depende de nuestra confesión positiva. Al no querer, podríamos estar echando una maldición a alguien, si declaramos que ese alguien está a punto de resbalar y, cuando lo hace, sería resultado de nuestra maldición, mas no profecía. 

Tales enunciados son medianamente representativos de las doctrinas de la Palabra de fe, acerca de la confesión con nuestra boca. Aunque parecen tremendamente extremas, aún hay más; por ejemplo, Charles Capps atribuye el nacimiento virginal de Cristo, a una declaración positiva de María. Ella recibió la palabra del ángel en su espíritu y luego esta se manifestó en su vientre. 

Tanto Copeland como Capps nos dicen que Satanás nos ha programado insidiosamente para que, desde jóvenes, hablemos palabras perversas y de muerte. Debemos eliminarlas de nuestro vocabulario ya que “ellas ponen en movimiento la llama ardiente de las fuerzas espirituales negativas.”

¿Cuáles son estas palabras tan horrorosas que Satán nos ha enseñado a pronunciar? Por ejemplo: "Me muero por tal o cual cosa...,” "Me moría de la risa,” "Tal o cual cosa me mató de la risa" y otras expresiones similares. Según Copeland, son... ¡Discursos perversos! ¡Palabras de muerte! ¡Contrarias a la Palabra de Dios! 

Cristo clarifica que todo lo que hagamos en nuestros ministerios, especialmente aquello de tipo milagroso, debe ser precedido por una absoluta dependencia de Dios. La iniciativa debe ser de Dios y no tenemos nosotros el derecho de soltar la lengua como nos plazca.

Si tuviéramos fundamento para sospechar que estos hombres solo están exagerando, podríamos ignorar sus enseñanzas. Pero hay iglesias, algunas grandes, dedicadas a enseñar estas doctrinas.

Para defender sus ideas, los líderes del movimiento se basan en los siguientes textos:

Marcos 11:22-24

"Respondiendo Jesús les dijo: Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho. Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá."

El principio fundamental de la fe está expresado en el último versículo. Debemos creer que Dios YA ha contestado nuestra petición antes de que la formulemos. Esta es la base para una declaración positiva de nuestra fe en la voluntad de Dios, tanto para escucharnos como para contestarnos.

La confesión  positiva es ciertamente mejor que la negativa. Pero sin una base bíblica sólida, puede llevar a una visión errada de la realidad. El pasaje mencionado nunca significó un cheque en blanco para cualquier cosa que deseemos o digamos. Es más un patrón básico de fe que puede ser ejercitada cuando el Señor nos da una promesa personal.

Hay que observar que el texto comienza con la frase "Tened fe en Dios.” El griego original es: exete pistin theou, que literalmente se lee como “tener fe de Dios.” Esto se conoce gramaticalmente como un genitivo absoluto y solo significa “tened fe en Dios.” Así se lo traduce correctamente en todas las versiones modernas.

Cristo nos clarifica que todo lo que hagamos en el ministerio debe estar precedido por una absoluta dependencia de Dios. La iniciativa debe ser de Él, y nosotros no tenemos el derecho de hacer lo que nos plazca. El texto en verdad no se refiere al uso de un principio místico de fe, del tipo del cual Dios mismo depende.
 
En el contexto del capítulo, Jesús maldijo a la higuera y esta se secó. El siempre curioso Pedro recalca esto en el versículo 21: "Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado,” como si dijera: "¿Cómo pudiste hacer eso?” Los versículos que siguen, entonces, son meras explicaciones de cómo lo hizo: "Primero, Pedro, tienes que estar operando EN el Espíritu, y no ser impulsivo. Debes determinar cuál sea la voluntad del Padre, y al conocerla, actuar en fe."

Por supuesto que Jesús no usa estas palabras, pero un análisis cuidadoso del texto y otros pasajes relacionados, nos revelan que esa es la intención del texto.

Existe una gran diferencia entre el ejercicio ordinario de la fe en nuestras vidas y el don específico de la fe, que recibimos por revelación directa de Dios. Esto último se confirma en 1 Corintios 12:9 como un don sobrenatural. En tal  contexto, se nota que no es para todos ni en todos los casos. Pablo dice: a otro, fe por  el mismo Espíritu...

Que se marchiten las higueras y se muevan las montañas no son cosas de todos los días en la vida del creyente. Por su naturaleza excepcional requieren un don sobrenatural de fe divina. Lograr comprender todo esto nos guiará a una posición equilibrada sobre la fe y la confesión positiva consecuente. Marcos 11:24 no es un texto que pruebe que tenemos el derecho de obtener cualquier cosa que deseemos. El ejercicio de nuestra fe se basa en la voluntad  de Dios declarada previamente. Podemos tener lo que sea que declaremos... Dios lo dijo primero.

Santiago, capítulo 3

Los proponentes de la superfe, usualmente usan este capítulo como apoyo de su punto de vista, según el cual las circunstancias que rodean la existencia humana son determinadas por las confesiones negativas o positivas.

El versículo 6 es un texto favorito de  Palabra de fe, ya que se refiere a la lengua como capaz de encender fuego a la "rueda de la creación.” Sin embargo, el contexto de este capítulo,  combinado con el análisis del texto griego, nos lleva a concluir que Santiago se refería a algo distinto que la manipulación de la realidad a través de la lengua.

La frase "rueda de la creación" es ton trochon tes geneseos en griego y es de difícil traducción. Trochon literalmente significa "rueda”, y geneseos origen, fuente, nacimiento, existencia, vida. En el Diccionario Expositivo Vine se describe a esta rueda que enciende fuego desde su eje interno y lo manda hacia afuera, justamente como el daño que causa la lengua.

Santiago se refiere simplemente a la influencia que tiene nuestra lengua en el marco de nuestras relaciones humanas. Dice: Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. ¿Se está acaso refiriendo al control de las fuerzas naturales, nuestra salud o finanzas mediante nuestra lengua? ¡Claro que no! Santiago se refiere a nuestras relaciones, ya que si hablamos mal de la gente que nos rodea, esto naturalmente afectará el curso de nuestra vida, nos haremos de enemigos.

Nuestro chisme destruirá a otros y a nosotros mismos. Usar este capítulo 3 de Santiago para probar que todas las circunstancias de nuestra existencia están controladas por las palabras que proferimos, en cualquier sentido más allá de nuestras propias relaciones humanas, es —sin duda— violentar el texto.

Te has enlazado con las palabras de tu boca. Proverbios 6:2

Citar este texto como una advertencia en contra de la declaración negativa es tomarlo fuera de su contexto. No se refiere a ningún tipo de confesión positiva o negativa, sino que más bien advierte a evitar la firma como garante de deudas contraídas por amigos. El texto completo es como sigue: Hijo mío, si salieres fiador por tu amigo, si has empeñado tu palabra a un extraño... y has quedado preso con los dichos de tus labios...

Y, ¿qué acerca de la palabra "confesión" en la Biblia? Algunos maestros del movimiento señalan que este término en griego es homologia, que se compone de homo —igual— y logeo, hablar. Consecuentemente, según ellos, significaría "hablar la misma cosa.” Es decir, que si hablamos "la misma cosa que Dios”, obtendremos el resultado deseado.

Incorrecto. En la era precristiana, la palabra tenía ese significado, pero en la época en que el Nuevo Testamento fue escrito, el significado que tiene es "profesar fe en algo o alguien.” De las cuarenta veces usadas en el Nuevo Testamento (en la forma mencionada y en la manera enfática exhomologeonai o verbo homologeo), en ninguna apoya el punto de vista de que las palabras de nuestra boca tengan algún poder creador. Observen algunos usos del Nuevo Testamento:

Profesión de fe 

En maestros falsos, Tito 1:16; en Cristo, Lucas 12:8; de los fariseos en los ángeles y en la resurrección, Hechos 23:8; de los espíritus admitiendo o negando la Deidad de Cristo, 1 Juan 4:3.

Confesión de pecado

De los hechiceros efesios convertidos y declarando públicamente sus obras, Hechos 19:18; de los cristianos confesando sus pecados a Dios, 1 Juan 1:9; de los creyentes confesando sus culpas unos a los otros, Santiago 5:16.

Promesa a alguien

Judas prometiendo traicionar a Cristo, Lucas 22:6.

Acción de gracias

De Jesús al Padre, Lucas 10:21.

No existe ni un solo rastro en la Biblia que apoye el uso de la palabra "confesión,” en el uso que le atribuyen los maestros de Palabra de fe.

Dos problemas graves

Aparte de la errónea aplicación de la Escritura, existen dos problemas graves en la enseñanza de la doctrina de la declaración positiva:

A. Énfasis excesivo

Las epístolas fueron expresamente escritas para instruir a los creyentes sobre cómo vivir en forma victoriosa, pero no se ve un énfasis del tipo que da este movimiento en ninguna manera.

Además, a veces se encuentran algunas declaraciones supuestamente negativas pronunciadas por el mismo apóstol Pablo:

... pero Satanás nos estorbó. 1 Tesalonicenses 2:18.

Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte. Aun hay más ejemplos: que estamos atribulados en todo. 1 Corintios 4:9-8.

Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos morada fija. 1 Corintios 4:11.

Quienes llevan el ministerio de Dios con responsabilidad, no enseñan a su grey que se pueden desatar fuerzas espirituales negativas, solo con pronunciar ciertas palabras o frases comunes. Los apóstoles no vieron que la realidad de los hechos pudiera ser una declaración negativa, ni tuvieron temor de expresarla. Este tipo de temor no proviene de una fe bien sustentada, sino más bien de una falta de fe.

B. Generalización de casos particulares

De los dos problemas señalados, este es el más grave, pues es aquí donde se lastima a la gente. Como hemos estudiado, los maestros de Palabra de fe consideran la prosperidad y la salud del creyente como verdad absoluta: todo cristiano, sin excepción, debe estar y ser saludable y próspero al momento presente, ya que Dios ha declarado que así es Su Voluntad, según ellos. Por lo tanto, se considera innecesario orar o pedir revelación sobre estos dos aspectos.

A medida que veamos que esta premisa de Palabra de fe es insostenible, comprenderemos cuán peligroso es lanzarse a una fe así, sin sostenerse en la voluntad de Dios primeramente. Los que proceden de esa forma, se encontrarán de seguro con problemas y dolor.

Existe una trampa muy sutil en este aspecto. Supongamos que la voluntad de Dios es que el Sr. Fulano prospere, pero no busca la voluntad de Dios primeramente. Se lanza a la fe, siguiendo las fórmulas de los libros. ¿Los resultados? ¡Voilá! ¡Funciona! Así que Fulano asume que todo le funcionó porque los maestros de Palabra de fe están en la verdad, enseñando verdades absolutas que todos pueden llegar a experimentar. Fulano no considera que la voluntad de Dios para su vida se cumplió en él, de manera personal, no universal.

Ahora supongamos que Juan proclama estas buenas noticias a un hermano de la iglesia y este se lanza  de similar manera que Juan, pero para él, todo termina en frustración y fracaso. Entonces, culpa a Dios, pierde la fe y entra en una crisis emocional. Si hubiera buscado primeramente la voluntad de Dios, habría podido escuchar algo como: "No, hijo, eso no es para ti. Esa fue Mi voluntad para Fulano, yo tengo algo mejor para ti. Quiero que me sirvas en la India y, si eres fiel, te consideraré digno de sufrir por el amor de mi nombre, e incluso que tu sangre sea sangre de mártir.”

¿Podríamos considerar a alguno de ellos superior al otro, si ambos encuentran la voluntad de Dios en sus vidas?

Los creyentes deben reconocer la soberanía de Dios
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Las Asambleas de Dios, la denominación pentecostal más grande del mundo, denuncian la enseñanza de la Palabra de fe sobre confesión positiva con estas palabras:

Hacer hincapié en la confesión positiva tiene la tendencia a incluir frases que parecen indicar que el hombre es soberano y Dios su siervo. Estas frases que exigen a Dios actuar, implican que Él ha entregado su soberanía; que no está en capacidad de actuar de acuerdo con su sabiduría y propósito. Se hace referencia a que¬ la verdadera prosperidad consiste en ¬usar el poder y¬ la capacidad de Dios,¬ para satisfacer ¬necesidades, cualesquiera que estas sean. Así, se posiciona¬ al hombre usando a Dios, en vez de que el hombre se rinda a ser usado por Dios. 
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Una manifestación insólita de Copeland

Hasta la fecha, la manifestación más insólita que he oído de los maestros del movimiento —acerca de la confesión positiva—, provino de Copeland durante un programa televisado en la cadena TBN, el 12 de noviembre de 1985.

Después de humildemente pedirle a Dios permiso para manifestar esta "verdad", se volvió a Paul Crouch, el anfitrión, y le hizo esta pregunta: "¿Sabe usted quién es el más grande fracasado de la Biblia?" Crouch se quedó perplejo, sin contestar, así que Copeland le informó. "¡El fracasado más grande de la Biblia es Dios!”

Copeland explicó que Dios era incapaz de impedir que sus criaturas se rebelaran en contra de Él. Dios era realmente sorprendido por sus criaturas, pero no entraba en pánico ni hacía confesiones negativas, porque Dios sabía que hacer tales confesiones, lo harían ver como un fracasado.

Así que Dios, explicó Copeland, buscó una solución. Orar no sería la solución porque no había a quien pedir. Ayunar tampoco porque Dios no come. Entonces se le ocurrió una solución: ¡La semilla de la fe! ¡Sí! Dios plantaría una semilla porque sabía que la ley de la semilla de la fe siempre funciona. ¿Cuál fue esa semilla que Dios plantó? Su Hijo Jesús, por supuesto. ¿Dónde la plantó? En el infierno para que sufriera por los pecados. Jesús estuvo en el infierno como un pecador condenado en nuestro lugar.

En lo que respecta a Dios, Jesús ya no existía. La única esperanza que Dios tenía era la ley de la siembra y la cosecha combinada con su confesión positiva. Dios sabía que eso siempre resulta. Por tanto, cuando Jesús —que estaba en el infierno sufriendo como un pecador condenado— nació de nuevo por el Espíritu, tres días después salió con poder. Resultado: Dios no solamente obtuvo a Su hijo de regreso, sino que además consiguió muchos más hijos.

Sí, explicó Copeland, Dios tuvo fe. Él sabía que la ley de la semilla de la fe siempre funciona. Los aplausos y vivas que Copeland recibió de la audiencia cristiana, incluyendo a Paul Crouch, por esta revelación, fueron ensordecedores.

En este capítulo aprendimos que...

El Movimiento de la fe practica el ocultismo por medio de un concepto distorsionado de confesión positiva.
-En la teoría ocultista, la mente controla la realidad. Las palabras tienen un poder propio y permiten transferir imágenes mentales a la realidad.
-De acuerdo con la enseñanza de Palabra de fe, el cristiano debe visualizar lo que quiere obtener, para luego crearlo con su palabra y su confesión positiva.
-El término “confesión” tiene solamente dos significados en la Biblia: Profesar la creencia en una verdad o admitir la culpa. Nunca se refiere a un poder propio de la palabra.


CAPÍTULO 6

¿Está dañada su fe por el Movimiento Palabra de fe?

El seguidor del Movimiento Palabra de fe vive en un limbo psicológico entre el mundo real y uno de fantasía que trata de crear con su confesión positiva. Es sincero, pero su entendimiento es defectuoso.

Cuando la realidad penetra mediante un problema financiero o de salud, se golpea contra la dura pared de la realidad. Eso le lastima, de manera que comienza a experimentar frustración y desesperación cuando sus fórmulas de fe fracasan.

Estas víctimas expresan su dolor en diferentes formas. Algunos se sienten desesperados. Otros llegan a enojarse con Dios. Sienten que Él les ha fallado al no honrar sus sinceras declaraciones de fe. Una de esas víctimas quería que Dios se disculpara con ella por no haber cumplido su palabra. Si esa gente no estuviera tan herida, esto sería algo gracioso.

Cuando una persona llega a ese punto, está más dispuesto a comprender cómo el enemigo lo engañó. Sin embargo, raras veces rechazan las enseñanzas erróneas de la noche a la mañana. La naturaleza humana tiene una tendencia increíble a adherirse tenazmente a las mismas ilusiones que le hacen daño.

Mi propósito es ayudar a aquellos que han sido atrapados y heridos por este movimiento. Con ese objetivo escribí a varios pastores que antes estaban en ese movimiento. Me dieron algunas ideas acerca de cómo ayudar a esas personas heridas. Mi oración y la de ellos es que las víctimas puedan restaurar su confianza en Dios, mientras que al mismo tiempo ayuden a liberar a otras personas de los errores que causaron su caída.

El pastor exparticipante del Movimiento Palabra de fe, Eric Hill, de Georgia, me escribió:

Si quieres alcanzar a esta gente, debes dejar bien claro que oras por el enfermo y que crees que Dios bendice. Al hacer eso, les quitas sus muletas. La gente de la prosperidad observa cada cosa positiva o negativa, fracaso o victoria, pobreza o riqueza, enfermedad o salud. La mayoría siente que no tiene alternativa entre el Movimiento Palabra de fe y  el cautiverio tradicional de la incredulidad. Debes mostrar que tu desacuerdo con el evangelio de Copeland, no significa un regreso a una mentalidad de pobreza y fracaso. Como exesclavo de este engaño, sé que muchos la abandonarían si solo fueran llevados cara a cara con la verdad por una persona que viva en victoria.

Recordemos que los líderes de Palabra de fe pretenden tener poder divino y fe especial para hacer milagros debido a sus doctrinas. Pero muchos misioneros y ministros han vivido por fe y han experimentado grandes milagros de sanidad sin las enseñanzas de ese movimiento. Así que la cuestión con la que estamos tratando no tiene nada que ver con la experiencia sino con la doctrina correcta o incorrecta.

Así que la pauta número es:

La víctima del movimiento debe entender los errores sin negar la sanidad y la provisión divina.

La primera área de enseñanza que tenemos que exponerle a la víctima es su concepto errado de Dios. En la misma medida en que esto queda distorsionado, también se distorsiona el resto de la doctrina.

Un arquitecto me explicó que si el fundamento de un edificio se inclina solamente a un centímetro de la plomada, la inclinación no se nota en el primer piso. Sin embargo, después de muchos pisos, la inclinación se convierte en un edificio que ve ladeado, con el consiguiente peligro de derrumbarse.

Igualmente un concepto correcto de Dios es fundamental para la vida cristiana. Tanto la relación del corazón como una sana doctrina son elementos esenciales. Una sin la otra, siempre significa desastre. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme... Jeremías 9:24.

El exadherente debe aprender que Dios no puede ser manipulado por supuestas leyes espirituales. El maestro de la Palabra de fe carece de sentido cuando dice: "Yo he aprendido cómo lograr que Dios trabaje para mí.” Uno se pregunta de qué dios está hablando.

Esto nos conduce a la pauta número dos:

El adherente al movimiento debe darse cuenta que ha estado sirviendo a un dios falso y que debe arrepentirse.

Ahora que hemos considerado la naturaleza del dios de este movimiento, es apropiado que también discutamos la calidad de la fe enseñada. Existen diferentes clases de fe. No todas son buenas. En la Segunda Guerra Mundial los nazis tenían una gran fe en Hitler. Los comunistas tenían fe en su causa y en su victoria final. Los mormones creen en un dios humanoide que emigró de un sistema estelar distante y que llegó a ser Adán.

Vimos anteriormente cómo la fe, en sí misma, es moralmente neutral, tomando su valor del objeto al que se asocia. El asunto entonces no es tanto la fortaleza de la fe de uno, sino el contenido moral de ella. Es mucho mejor tener un poco de fe en el verdadero Dios, que una gran fe en uno falso.

El Dios verdadero no está obligado a honrar la fe en una parodia perversa de sí mismo. Tampoco tiene que cumplir con promesas que nunca ha hecho.

Nunca en la historia de la humanidad ha habido tantos recursos disponibles para estudiar la Biblia. Los padres de la iglesia primitiva quedarían con la boca abierta de envidia si vieran los comentarios, las referencias bíblicas en cadena, las guías de estudio, los materiales de consulta del griego y las múltiples traducciones que tenemos hoy. La mayoría de todo esto es hecho por respetables y calificados eruditos, entrenados para no perder nada que sea importante en el análisis textual.

Pero los maestros de la Palabra de fe nos dicen que hoy tenemos acceso a algo mucho más superior, las revelaciones de ellos mismos. Esta generación tiene menos excusa que cualquier otra en la historia en cuanto a tal tontería.

¿Quién le permitiría a un cirujano no calificado operar su cuerpo mortal? Pero muchos se congregan por miles para permitirle a una persona ignorante operar con sus espíritus eternos. Y cuando ellos terminan heridos, ¡es Dios quien recibe la culpa!

Jesús enseñó que si construimos una casa sobre la arena, es muy probable que se caiga cuando la tormenta venga. Es lo mismo que ocurre con las interpretaciones falsas de su Palabra. Es imperativo para las víctimas del movimiento tomar plenamente la pauta número tres.

Dios no es responsable de la fe mal aplicada ni de las interpretaciones erróneas de su Palabra.

Durante su participación en el movimiento, el adherente típico imagina que su fe es admirablemente fuerte. Se siente superior a los que no tienen las mismas ‘revelaciones’ que él.

Los pecados del orgullo espiritual son frutos comunes de la clase de enseñanza de este movimiento. Raras veces se dan cuenta del pecado en que están viviendo. Es difícil creer que es posible sostener las premisas del Movimiento Palabra de fe sin vivir en esos pecados.

Tan sutiles y peligrosos son tales pecados que el creyente debe ser severo consigo mismo cuando los detecte en su vida.

La víctima del movimiento necesita examinar su conciencia. Esto es necesario para recibir liberación completa de las heridas causada al impactarse contra la pared de la realidad. ¿Ha criticado a alguien por su incredulidad o pecado simplemente porque estuvo en apuros económicos o enfermedad?

Podría ser valioso que conforme Dios le guíe, les ofrezca disculpas a aquellos que ha ofendido. Dios puede usar eso para traer sanidad emocional a ambas partes, interna y relacional también.

Esto nos lleva a nuestra última pauta, una muy importante que requiere valor y convicción. Practicarla le abrirá puertas para la sanidad emocional y una nueva dirección en la vida a la víctima del Movimiento Palabra de fe.

La víctima de la Palabra de fe debe arrepentirse de cualquier orgullo y arrogancia espiritual experimentada mientras estuvo en el movimiento.

Un último comentario: En la misma medida que el creyente perciba su  participación en el movimiento como meramente un “desequilibrio” doctrinal, será su liberación, un tanto incompleta. ¿Cómo podemos "equilibrar" a un dios falso? ¿Cómo podemos "equilibrar" una interpretación torcida de un texto de la Biblia? La única solución es rechazar la falsa y reemplazarla por la verdadera.

Mi consejo para esas personas es que busquen una iglesia que predique una teología sana, enfatizando la soberanía de Dios sin negar los dones espirituales. Estos dos elementos son difíciles de encontrar en una misma iglesia, pero existen.

En este capítulo aprendimos que...

Los seguidores del Movimiento de la fe viven en un mundo de fantasía creado por sus maestros. Por la misericordia de Dios, a veces llegan a chocar con la realidad.

Para liberarse, los exseguidores deberían:
-Arrepentirse de haber adorado a un dios falso, aunque lo hubieren hecho de forma inocente. La Palabra de Dios les da la revelación necesaria sobre Quién es Él verdaderamente.
-Rechazar los errores, sin abandonar la fe bíblica en la sanidad y la provisión divina.
-Reconocer que Dios no es responsable de la fe mal aplicada o de las erróneas interpretaciones de su Palabra.
-Arrepentirse del orgullo espiritual experimentado mientras seguían al movimiento.

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