CAPITULO VII.
LA RESPUESTA DE JERUSALEM

"¡Crucifícale! ¡Crucifícale!" (Lucas 23:21)_

PERO NO era para descansar todavía por lo que Jesús fue a Betania. Sus amigos de
Esta población tenían que hacerle un servicio social.

1. Un Grupo Apreciativo en Betania. No se reunieron en casa de María y Marta sino en la de Simón, el que había sido leproso (no era Simón el fariseo), quien deseaba mostrar su amor y gratitud para con Jesús. Cristo había dicho a sus discípulos que después de dos días sería crucificado, poniendo así por primera vez una fecha para el acontecimiento. ¡Sus corazones, estarían más apesadumbrados que de costumbre durante la fiesta! Juan menciona esta fiesta fuera de su lugar en conexión con su última mención de Betania, pero seguimos el orden sinóptico.

Lázaro estuvo allí de regreso del sepulcro, y Jesús estaba allí pronto para morir. Así fue que la ocasión causó emociones mixtas. Era María de Betania, no María Magdalena, cuyas devociones espirituales se expresaron de una manera idónea en el ungüento con el que ungió su cabeza y sus pies. Enjugó sus pies con sus cabellos. Había llegado a entender la verdad acerca de su muerte y así con mucha delicadeza expresó su amor para con el Maestro. Parecería que aun aquellos que no habían mostrado sus sentimientos hacia Cristo, al menos no tendrían inconveniente en que María lo hiciera así. Pero cada uno de los discípulos siguió a Judas Iscariote en su protesta brutal contra el desperdicio hecho por María. Sin embargo, halló un defensor en Jesús, quien entendió sus motivos y aprobó su hecho, interpretándolo para los discípulos despreciativos. Pero fue una reprensión distinta para Judas y, como se vio después, fue la última gota que se necesitaba para llenar la copa de su impaciencia.

2. El Sanedrín Recibió Ayuda Inesperada. A la mera hora de esta fiesta, cuando los jefes se habían reunido en Jerusalén para considerar la situación, fueron heridos intolerablemente por el desafío triunfante que Jesús hizo aquella mañana en el templo, y sufrieron aun más por verse tan impotentes. Antes de la pascua habían hecho una proclamación pública de su propósito de arrestar a Jesús, pero ahora temían su poder con el pueblo. Es evidente que tendrán que coger a Jesús secretamente, y después de acabada la pascua e ¡das las multitudes. Esta es la medida sabia como opinan todos. Todavía están resueltos a matarle para salvar al Estado y a ellos mismos. Pero de repente Judas, uno de los discípulos, entra en el aposento. Al principio, tal vez, los conspiradores están asombrados y temen algún ataque nuevo por parte de Cristo. Pero Judas alivia sus temores diciendo: " ¿Qué queréis darme para que yo os lo entregue?" (Mat. 26:15). ¿Qué más dijo para convencerlos de su sinceridad? .No lo sabemos.

Puede ser que les dijera que se había cansado de todo el negocio. Que no ofrecía nada para él; que quería ver romperse la burbuja lo más pronto posible. En su corazón estaba decepcionado de que Jesús iba a morir y no iba a ser la clase de Mesías que él esperaba; quizás había despertado envidia hacia Pedro, Juan y Santiago. Jesús había mostrado ser un soñador Ocioso y había echado a perder su oportunidad. En la fiesta de esta misma noche, le había inferido un insulto público mientras estaba vacía la bolsa. Conocía los hábitos de Cristo y los sitios a donde solía ir en la noche, su lugar de oración, por ejemplo, y así podía cogerlo fácilmente con tal que ellos dieran los soldados. No debían esperar hasta después de la fiesta de la pascua. Podría hacerse desde luego. El Sanedrín se convenció. ¡A estos piadosos asesinos les parecía providencial este converso oportuno que había venido del mismo círculo de los amigos de Jesús! ¿Quién habría creído posible tan buena fortuna? Se alegraron como no lo habían podido hacer por mucho tiempo. El precio convenido era el precio de un esclavo, treinta piezas de plata, y tal vez se acordó dar esa cantidad con esa idea. Sólo restaba que Judas cumpliera con su contrato. Sean cuales fueran los motivos de Judas es claro que estuvo en ese momento completamente bajo el poder del diablo. Es admirable cuán comunes son los desertores, son fácilmente insultados y desean mostrar su despecho. El acto de Judas era secreto, pero no dejó de ser conocido de Cristo. ¿Sospechaba Judas al día siguiente que Jesús lo sabía? Pasaron el día descansando en Betania, porque no serviría de nada volver antes a Jerusalén para enseñar a alguno. La cosa es decidida y Jesús recibirá las consecuencias.

3. El Cuidado de Jesús por los Discípulos. ¿Cómo soportarán la terrible catástrofe que está delante de ellos? Cristo hará un esfuerzo más a fin de prepararlos para cuando ocurran su arresto, condenación y muerte. Pedro y Juan son enviados para preparar la pascua, y al caer la noche, a la hora acostumbrada de la comida de la pascua, los discípulos se reúnen en Jerusalén con Jesús en el cenáculo, tal vez en la casa de María, la madre de Juan Marcos. El corazón de Jesús está conmovido de emoción antes de sufrir (Lucas 22:15). Judas había tenido la osadía de venir, pero además de su presencia la contención de los doce por el primer lugar perturbó el espíritu de Cristo (Lucas 22: 24), e hizo que los reprendiera por medio de una lección objetiva de humildad (Juan 13:15). Lástima que esta última pascua comenzara de semejante manera.

Pero esto, aunque era triste, era cosa pequeña comparada con lo que Cristo tenía que revelarles. Uno de ellos iba a entregarle al Sanedrín. La cosa parecía increíble, pero Jesús lo había dicho. Con rostros asombrados se miraron unos a otros y en seguida miraron a Jesús, uno tras otro, preguntando "¿Soy yo Señor?" Por supuesto Judas tuvo que preguntar también. Pedro hizo señas a Juan que preguntase quién era, pero parece que los discípulos no entendieron la señal dada por Cristo ni oyeron lo que él dijo a Judas cuando éste salió. Pero ya se había ido y era de noche.

Jesús se acercó más a los once y su corazón se enterneció con ellos. Instó a que se amaran unos a otros, a los que acababan de contender por los lugares principales. Satán quería tomarlos a todos, ya tenía a Judas, y se apresuraba a tomar a Pedro.

Pero Jesús había orado especialmente por Pedro de modo que él soportaría el zarandeo. Pedro realmente pensaba que la ansiedad de Cristo era inútil en el caso de él. Había olvidado cómo en una ocasión había hecho el papel de Satanás. Así se sentían todos, pero Pedro era vehemente en su declaración de estar listo para morir por Jesús, si esto llegara a ser necesario. ¡Si supieran! Necesitarán luchar ahora, aunque no literalmente con espadas como ellos entendieron a Cristo, pero Jesús no puede hacer más explicaciones, porque ellos no lo entenderán. Es probable que la Cena del Señor haya sido instituida por Cristo después de que salió Judas, si hemos de seguir el orden de Marcos y Mateo y no el de Lucas. Todos callaron en el aposento alto mientras Jesús hablaba de su muerte, simbolizada por esta ordenanza. Realmente pensaba morir. Esto era perfectamente claro. Es Juan quien ha conservado para nosotros esta revelación del corazón de Cristo. Les dijo todo cuanto podrían soportar y más de lo que podían entender acerca del Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, y el futuro del cristianismo. Pero la nota insistente en todo esto fue la necesidad de fe en Cristo después de su muerte. Debían creer en él como creían en Dios, porque él era uno con el Padre a quien les había manifestado en sí mismo. Ellos podrán dirigir sus oraciones a él también y él oirá. Además de esto él enviará al Espíritu Santo para tomar su lugar como consolador y guía a la verdad y a la vida. En una palabra, deberán permanecer en él y amarse los unos a los otros, porque el mundo 108 odiará y los perseguirá. Pero después de todo fue mejor para ellos que él se fuera, mejor para su propio desarrollo, mejor para el progreso del Reino de Dios. El nuevo Maestro les explicará a Jesús mismo y entonces sabrán lo que está ahora procurando hacer claro. Además de esto él volverá a ellos. Le volverán a ver cuando vuelva del sepulcro. Tendrán su presencia por medio del Espíritu Santo aun después de su ascensión. Además de esto, cuando ocurra la muerte de ellos, él llevará a cada uno al Padre. Vendrá otra vez cuando acontezca el fin del mundo. El mismo vino del Padre y vuelve al Padre.

Tomás, Felipe, Judas (no el Iscariote), al principio hicieron algunas preguntas mientras hablaba, pero pronto todos escucharon en silencio. Ahora, al fin, todos parecen comprender lo que Jesús dice. Cristo les ha dicho todo cuanto merece decirse. Mas, él podía hablar al Padre acerca de ellos. 0, tal vez mientras estuvieron en el aposento alto, o posiblemente a la luz de la luna, ya en la calle, Jesús se detuvo e hizo una maravillosa oración acerca de sí mismo, de estos once hombres y de los otros discípulos que tendría durante todos los siglos. En cuanto a sí mismo, anhelaba volver al Padre, a la gloria, a la comunión. En cuanto a los once apóstoles, tenía grande solicitud. Había hecho lo mejor que pudo mientras estuvo con ellos, pero ahora ha de dejarlos solos en el mundo. ¿Serán como levadura en el mundo o el mundo los vencerá? Satanás procurará ganarlos. Ruega que el Padre los guarde del malo. Tan sólo con que todos los discípulos, en todos los siglos, pudieran evitar las contiendas, las rivalidades personales, los celos, los rencores, las divisiones sobre asuntos no importantes el mundo pronto sabría que Jesús es el Salvador de los hombres y el Hijo de Dios. No es la unidad orgánica en la que Cristo está pensando. Es una cosa mucho más profunda, la unidad de espíritu y libertad de contiendas tales como las que habían afeado la conducta de los discípulos esta misma noche.

4. La Lucha de Jesús Consigo Mismo. El Maestro se había mostrado valerosamente mientras exhortaba y consolaba a los discípulos, pero en realidad él mismo estaba en las profundidades. Todo verdadero predicador sabe lo que es consolar a otros corazones mientras el suyo está quebrantándose. Pero la reacción tuvo que suceder después de la tensión de tantas pláticas emocionantes. Había unas pocas horas antes de que llegara la crisis, y Jesús las pasaría orando. Tenía la costumbre de ir al Huerto de Getsemaní para hacer oración en la noche y Judas sabía esta costumbre y se aprovechó de ella. En su mayor agonía naturalmente Jesús buscaba este sitio. Además de otras muchas ventajas obvias, le era un consuelo estar en un sitio donde con frecuencia había tenido comunión con el Padre. Los mismos objetos inanimados le ayudarían en su hora de depresión que sabía se le acercaba. Nunca había necesitado tanto el apoyo de la oración, ni aun en las terribles tentaciones al principio de su ministerio.

Cristo sabía que Judas vendría acá y por esto dividió a los discípulos, dejando a ocho cerca de la puerta y tomando a Pedro, a Santiago y a Juan más adentro para velar mientras él oraba. Al instante Jesús "Comenzó a atemorizarse en gran manera" (Marcos 14:33). Nunca se había sentido así antes. Volvió a los tres y les dijo: "Orad que no entréis en tentación" (Lucas 22:40). Ya estaba sufriendo la mayor de todas las tentaciones, el rechazamiento de la copa que había ofrecido tomar. No sabía que sería tan amarga Í y tuvo que apurar hasta las mismas heces de la copa. Era libre de pecado, y que el pecado le hiriera ahora era duro. Rostro a tierra oró, "Padre mío," "Abba, Padre" en el arameo de su niñez. ¿Cómo podría él ser mirado como pecado? Clamó en contra de la copa, pero al momento se sometió a la voluntad de] Padre "Sea hecha tu voluntad." En eso consistía la victoria ' en someterse al Padre. Un ángel de] cielo lo esforzó, y esta fue la respuesta del Padre a su oración. Pero la agonía se- aumentó hasta que su sudor llegó a ser como grandes gotas de sangre (texto probable de Lucas). Pero en todo esto Jesús había vencido y ahora tenía más calma. ¡Vuelve a los discípulos y los halla durmiendo! No estaban sino como a un tiro de piedra, pero habían dormido mientras el Hijo de Dios luchaba consigo mismo por la redención humana. Pareció triste que no pudieran velar en semejante ocasión ni una sola hora. No tenían excusa que ofrecer, sino el cansancio, pero se volvieron a dormir durante las (los luchas sucesivas de Cristo. Cuán poco entendieron lo que significaba todo eso. Cuán poca simpatía dieron a Jesús en su hora de grande necesidad. Pero Cristo había ganado la última gran batalla que libraba consigo mismo. Ahora sí ya podía ir al Calvario. Podía beber la copa. Importa poco ahora si duermen o no.

5. Jesús se Entrega a sus Enemigos. No debe olvidarse nunca que Cristo se rindió voluntariamente a sus enemigos. En vano los soldados romanos con todas sus armas y antorchas, en vano toda la hipocresía de Judas, en vano el odio persistente del Sanedrín, si Jesús no hubiera consentido en morir. Podía llamar legiones de ángeles en su ayuda. En verdad hirió hasta la tierra a los soldados al salir a su encuentro. Jesús les recordó su timidez al venir hasta allí de noche en lugar de haberle arrestado abiertamente en el templo.

Pero Judas no perdió su osadía. Se había aprovechado de su conocimiento de los hábitos devocionales de Jesús a fin de entregarle. Su infamia había de aumentarse aun más cuando dio el beso como señal a los soldados. Cristo ¡se asombró por esta depravación. La sangre de Pedro ardía por esta bajeza y deseaba pelear. Procuró matar a Maleo, un criado del sumo sacerdote, y le tajó la oreja derecha. Pero Jesús no consentía en que la espada se usara así en su defensa. Sanó la oreja e insistió en que las escrituras debían cumplirse. El tenía que tomar la copa. Era la hora y el poder de las tinieblas (Lucas 22:53). La hora de Cristo y el poder de la luz vendrá más tarde. Los discípulos se paralizaban de miedo cuando Cristo rehusó usar su poder para protegerse a sí mismo y les prohibió que hicieran algo con ese fin. El espectáculo de Cristo en cautiverio les era insoportable. Siempre, antes, había derrotado a sus enemigos, pero ahora no podía hacer nada. Evidentemente ya debían ellos cuidarse a sí mismos. Pedro huyó también, después de todo lo que había dicho acerca del valor. Un joven, que posiblemente era Marcos, estuvo a punto de sufrir por seguir a Jesús después del arresto. Tuvo que huir desnudo. Seguramente las densas tinieblas de la noche ya habían llegado. Para Judas todo era más fácil de lo que había pensado.

6. Jesús en Presencia de sus Acusadores. Pedro y Juan le siguieron hasta el palacio del Sumo Sacerdote. Juan siguió hasta adentro, pero Pedro se quedó en el atrio de afuera. Ahora Jesús está en las redes de sus enemigos. Al fin le tienen en su poder después de los esfuerzos hechos durante tres años. Cómo se rieron de satisfacción en su interior. Ahora le enseñarán quiénes entienden la ley y cuál teología es la correcta. Contestarán todos sus argumentos con la muerte. La lógica de la persecución cojea mucho. Pero la verdad no puede ser muerta aunque muera el hombre que la enseña. La vitalidad de la verdad es maravillosa. Pero el perseguidor nunca aprende nada y sin vacilación se arroja contra la verdad eterna y el Dios eterno. Hay dos juicios, el judaico y el romano, aunque, a decir verdad, sólo el romano era pertinente, porque el Sanedrín ya había resuelto matarle, y no tenía el poder de la muerte. Sin embargo parecería extraño que ellos demandaran su muerte sin un juicio, así que lo harían por pura fórmula. Pero realmente casi toda fórmula de ley y todo principio de justicia se pasan por alto para poder condenarle.

El juicio judaico tiene tres partes, aunque el comparecer delante de Anás es meramente un examen preliminar, probablemente por el sumo sacerdote, mientras se reúne el Sanedrín. Pregunta a Jesús acerca de sus discípulos y su enseñanza tratando despreciativamente a ambos. Cristo con dignidad apeló a la publicidad y al éxito de su obra. Su protesta hizo que uno que estaba presente hiriera a Jesús, quien no volvió la otra mejilla, sino que negó con calma y firmeza la justicia de aquella herida. Pronto se reúne el Sanedrín, posiblemente en el Mismo lugar, con todos los miembros presentes, exceptuando probablemente a- José y a Nicodemo. Caifás preside y obra también como acusador principal. De todos modos no era legal juzgar semejante caso en la noche. Los testigos eran alquilados y después de todo no dijeron nada. La farsa se acabó cuando dos testigos relataron lo que habla dicho Jesús acerca de la destrucción de Jerusalén tres años antes, interpretándolo mal. Pero el sumo sacerdote tuvo que pretender que algo había sido dicho en su contra, y muy enojado demandó que Jesús se defendiera. No habla nada contra qué defenderse, y aunque hubiera habido no tenía que acusarse a sí mismo. Sólo cuando el Sumo Sacerdote exigió a Jesús bajo juramento que dijera si era el Mesías o no, habló. Después de todo, esto era la cuestión. El rehusar contestar ahora hubiera sido legal, pero se habría entendido como una negación de que era el Mesías. Entonces Jesús habló con claridad, "Yo soy." Además de esto, vendrá el día cuando este Sanedrín estará parado delante de Aquel que estará sentado a la diestra del poder. Esta declaración trascendental hizo más fácil para ellos pretender obrar rectamente al votar que él era culpable de blasfemia. Después de amanecer se verificó una reunión para ratificarlo todo, pero ninguna ratificación puede jamás hacer buena una cosa mala.

En unos momentos, durante el juicio judaico la negación de Pedro se verificó. Es una historia triste y extremadamente humillante. Pedro había sido especialmente honrado y amonestado por Jesús, y había hecho más protestas de fidelidad que ningún otro. Procuró esconderse en medio de una turba de criados, junto a la lumbre, en el atrio abierto, pero la lumbre tenía luz así como calor. Siendo reconocido allí fue a la puerta de la calle, pero también aquí fue reconocido. Logró esconderse por una hora, pero al fin un pariente de Maleo, el criado del Sumo Sacerdote, cuya oreja había cortado, dijo: "¿No te vi yo en el huerto con él?" (Juan 18:26). Con eso bastaba, y Pedro perdió todo dominio de sí, y echó maldiciones, y juró, como otro cualquiera para probar que no conocía a Jesús. Vio que Jesús le miraba por la puerta abierta, y la mirada le despedazó el corazón. Salió y lloró amargamente, y no volvió a aparecer sino hasta después de la resurrección. Se dan muchos y distintos detalles en los Evangelios, pero de alguna manera parece que estas cosas ocurrieron así.

Los acusadores se presentaron delante de Pilato con acusaciones muy distintas. Ahora hacen acusaciones políticas, en lugar de religiosas. La primera acusación de pervertir la nación, fue una mera ficción. La segunda, la de prohibir dar tributo a César era una mentira sin excusa, la misma cosa que habían procurado que Jesús dijera. La tercera acusación, la de decir que era rey, era verdadera, pero no un rey en el sentido en que lo era César, como ellos bien lo sabían. En verdad la queja principal que tenían los judíos contra la declaración de Jesús de que él era el Mesías fue precisamente ésta, que no quería ser un rey temporal. La entrada triunfal dio suficiente color a la acusación para que la usaran. Cuando Pilato llega a saber que es en verdad un rey, ve que esto no tiene que ver en manera alguna con el oficio de César. Hasta procura persuadir a los judíos a que consientan que Jesús sea puesto en libertad, anunciando su propia decisión de que él es inocente. Seguramente ésta era una actitud extraña para que un juez la asumiera. Pilato se apresura a aprovecharse de la mención de Galilea para enviarle a Herodes Antipas, quien no tarda en devolverle. Para él no era sino un enigma. Procura ganar favor para Jesús proponiendo al pueblo que le escojan en lugar de Barrabás como el prisionero que habría de ser puesto en libertad. Pero los sumos sacerdotes incitan al pueblo a que pidan a Barrabás. Pilato procura hacer burla del asunto y saca a Cristo con una corona de espinas sobre su cabeza. Con disgusto se rinde, repitiendo la inocencia de Jesús y no su culpabilidad. Con recelos supersticiosos vuelve a retroceder del hecho y el pueblo le recuerda a gritos el nombre de César. Dirán a César que Pilato perdonó a un hombre que se anunciaba como un rey rival. La acusación podría ser fuerte y Pilato se rindió ante ella. En vano recordó a los judíos que ellos, en lugar de él, lo habían hecho. Podía lavarse sus manos, pero no su alma. En verdad el Sanedrín, el motín, Pilato, Judas, todos, participaron en el crimen supremo de los siglos. Bastaba la culpabilidad para todos. El grito del pueblo de que Cristo fuese crucificado fue una pesadilla para Pilato, sobre el Sanedrín, los saduceos, los fariseos, sobre todos ellos, que nunca ha sido borrada.

7. Jesús muere de una Muerte Vergonzosa. Es una historia terrible, una narración lastimosa, la tragedia del universo. Jesús vino para redimir a Israel e Israel le crucificó. Vino a los suyos y no le recibieron, prefirieron dejar libre a un salteador de caminos, evocaron la sangre de él sobre sus cabezas con una alegría maliciosa.

Jesús comenzó el viaje hacia la cruz, llevando su propia cruz, pero Simón el Cirineo pronto fue compelido a llevarla tras él, probablemente a causa de la fatiga de Cristo, causada por la terrible noche. Las mujeres de Jerusalén que lloraban sus padecimientos tenían poca idea de lo que sucedería a su hermosa ciudad a causa de este hecho. Jesús les recuerda la suerte del árbol seco una vez que el follaje se cae. En un sentido Cristo tomó literalmente el lugar de Barrabás, quien debió haber sido crucificado entre estos dos ladrones como el jefe de ellos. Sobre el cerro que tenía la forma de una calavera, que mira hacia la ciudad, clavaron a Jesús en la cruz. No quiso tomar el vino mezclado con hiel o mirra, que le fue ofrecido por alguna persona compasiva para aliviar sus padecimientos. Quería entrar en la sombra con la inteligencia despejada. Quería gustar toda la copa.

Las primeras tres horas sobre la cruz, desde las nueve A. M., fueron horas de tortura y escarnio. Pero Jesús mostró la sublimidad de su espíritu orando por sus asesinos, quienes no supieron, en su ciega ira, lo que hacían. Practicó en estos momentos lo que había predicado. Pero mientras oraba, los soldados echaron suertes sobre su vestido al pie de la cruz. Pilato tuvo un espasmo de obstinación después de su débil rendición sobre el punto principal. Resueltamente rehusó cambiar la acusación escrita sobre la cruz. Era en verdad la acusación sobre la cual Jesús había sido sentenciado por él, pero hirió en lo vivo al Sanedrín. Quería mostrarles que no podían imponerse ellos a él todo el tiempo. El corazón de Jesús fue conmovido por su madre que estuvo junto a la cruz. En verdad, la espada ya había penetrado en su alma. Los hermanos y las hermanas de Jesús no creían en él, y así pues, el discípulo amado es el único que puede consolar a María en esta hora de sufrimiento indecible. La condujo lejos de la terrible escena, a su casa en Jerusalén.

Una de las gotas más amargas de la copa fue el escarnio de las multitudes y el orgulloso desprecio con que le miraban al pasar. Jesús era ya un ídolo caído, y alegremente le echaban en cara sus grandes pretensiones de ser Salvador, Hijo de Dios, El Cristo, Rey de Israel, de edificar el templo en tres días. ¿Por qué no desciendes de la cruz para que podamos ver y creer? ¡Esto nos convertirá a todos! Así hablaron las multitudes, los miembros del Sanedrín, quienes perdieron su dignidad en su hora de triunfo, así los soldados con rudeza recia, así también los ladrones, en sus cruces, estando a cada lado de él. Aun los ladrones menospreciaron esta víctima propiciatoria en medio de ellos, hasta que uno volvió a su juicio y se dirigió al otro reprendiéndole. La reacción fue tan grande en él que llegó a tener fe en Jesús. Esta fue grande confianza, el creer que en una hora como ésta, Jesús tuviera un Reino. Confió en que vendría otro día mejor para Cristo, y Jesús honró su fe inmediatamente, y le abrió las puertas del Paraíso. Aun en la cruz Jesús salvó un alma, sí, en la cruz salvó a todos los que son salvos.

Al medio día vinieron las negras tinieblas, como si la naturaleza ya no pudiera soportar más la escena. El velo de la noche descendió sobre estas tres lentas horas mientras reinaba el silencio. El escarnio cesó y' un extraño miedo se apoderó de todos. No fue un eclipse de sol, pues era el tiempo de la luna llena. El silencio al fin fue interrumpido por un grito de Jesús. Sentía que de alguna manera, en medio de los sufrimientos de estas horas, el Padre le había retirado su presencia. Fue hecho pecado aquel que no conocía pecado, y fue dejado para sentir el aguijón de la muerte por el pecado. No podemos penetrar más en el misterio, pero alguno ha dicho que la respuesta a este clamor fue Juan 3:16. Fue el amor de Dios por el mundo lo que hizo posible esta hora de indecible tristeza. Jesús retuvo el conocimiento de lo que hacía. Tomó un traguito de vinagre y clamó, "Consumado es" (Juan 19:30). El vio la victoria donde el Sanedrín y el diablo no vieron sino la derrota. Murió con un grito de resignación en sus labios, y entregó su espíritu al Padre.

Y Jesús estaba muerto. Su cabeza estaba inclinada y no había luz en sus ojos. Los grandes pintores de todos los siglos han procurado representar en todos sus lienzos esta tragedia sublime y terrible. El velo fue roto desde arriba hasta abajo por el terremoto que vino cuando Cristo murió. Los sepulcros de muchos santos fueron abiertos, y ellos mismos salieron después de su resurrección, como narra Mateo (Mat. 27:53). El centurión romano que estuvo encargado de la crucifixión fue muy impresionado por la oscuridad, el terremoto, y la conducta de Jesús. Comprendió que se había cometido una terrible equivocación y había sufrido la muerte un buen hombre. El pueblo fue herido de terror y huyó a la ciudad. Las fieles mujeres se quedaron solas y lo miraron todo.

Cuando vinieron los soldados para acabar la obra, para que los cuerpos no se quedaran durante el sábado, hallaron que Cristo ya estaba muerto. Juan había vuelto a la cruz y vio a un soldado atravesar un costado de Jesús de donde salieron sangre y agua, probando as! dos cosas: una que era un verdadero hombre, y no un mero fantasma a causa de la sangre; la otra, que había muerto algo repentinamente porque todavía quedaba en él algo de sangre, probablemente la muerte ocurrió debido a una ruptura del corazón, según la sugestión de Stroud De otro modo, la sangre, según el argumento del doctor Stroud, no se hallaría en el cuerpo después de la muerte. Pero Juan, sea cual fuere la explicación, insiste en que su testimonio es veraz (19:35). El valor de José y Nicodemo no es, después de todo, extraño; así como las mujeres tímidas con frecuencia serán tan osadas como los leones en una gran crisis. Se pusieron del lado de Jesús después de que su estrella se había eclipsado. Que se relate para el crédito de aquellos dos hombres de alta alcurnia que, aunque se tardaron mucho, al fin se pusieron abiertamente al lado de Cristo cuando les costó mucho para hacerlo, cuando de hecho muchos de los discípulos principales se habían escondido. Pero las mujeres eran fieles. Vigilaron el lugar, el nuevo sepulcro de José en el jardín, cuando Jesús fue puesto allí, esperaron hasta que llegó el sábado (amaneció), y entonces descansaron con corazones apesadumbrados esa noche. Los jefes pasaron un sábado inquieto, porque aunque Cristo estaba muerto, había dicho que se levantaría de la muerte. Ellos mismos no creían semejante tontería, pero el caso de Lázaro los puso intranquilos. Temieron a Jesús, aunque estaba muerto, como Herodes Antipas había temido a Juan el Bautista. Dijeron a Pilato que temían a los discípulos de Jesús. De todos modos lograron que una guardia fuese puesta frente al sepulcro y que éste fuese sellado con el sello romano. Entonces el Sanedrín pudo ir a orar y dar gracias a Dios de que "Aquel engañador" ya no podría estorbarles. Ya no podría violar sus reglas y enseñar herejías al pueblo. Ya no podría ridiculizarlos delante de] populacho. El rabinismo y el sacerdotalismo estaban todavía triunfantes.

Habían salvado al Reino de Dios de este impostor! Este sábado podían felicitarse con satisfacción piadosa. ¿Los estigmatizó con el nombre de "hipócritas"? No volverá a hacerlo, gracias al cielo. Sin embargo, aún podían oír aquellas palabras resonar en los corredores del templo mientras el pueblo aclamaba a Jesús. ¿Estaría él realmente muerto, o sólo imaginaban ellos que él estaba repitiendo aquellas palabras? Quizás sólo sus nervios estaban un poco afectados.

S. Jesús en el Sepulcro. El sábado les parecía una eternidad. La excitación ya se había acabado. El austero Sanedrín era dueño de la situación. La conciencia vacilante de Pilato todavía le inquietaba a veces, y tal vez su mujer tenía aun sueños. Los soldados romanos hablaban curiosamente acerca del extraño prisionero que había sido crucificado. El pueblo de la ciudad tenía un respeto nuevo por el Sanedrín, el cual, después de todo, había llevado a cabo su amenaza contra el profeta de Nazaret. Las multitudes de Galilea que habían participado con tanto entusiasmo en la entrada triunfal aceptaron filosóficamente la situación. Muchos de ellos dijeron, "Yo os lo dije." Siempre habían sabido que llegaría a algún mal fin su osado maestro que no había vacilado en oponerse a los maestros de Jerusalén. Ellos eran los eruditos y los custodios de la ortodoxia. Los otros no tenían nada qué hacer sino creer lo que los rabíes tenían a bien enseñarles. Otros lo sentían, pero guardaban silencio. ¿Qué podrían ellos decir ahora?

Jesús estaba muerto. Esto afligió el alma de María, su madre, como una lluvia incesante. ¿Qué había dicho el ángel Gabriel? ¡Y ahora esto! Era demasiado para que su corazón de madre lo entendiera. Era profeta; obraba milagros; afirmaba que era el Mesías, el Hijo de Dios. Ella lo creería contra todo el mundo. Además de esto Juan el Bautista dijo que era el Mesías. Sin embargo, ha muerto. Las otras mujeres estaban demasiado apesadumbradas para consolar a la madre. ¿Y qué podían decir?

Los discípulos estaban esparcidos como ovejas sin pastor. Judas, el traidor, se había suicidado. Pedro, que le había negado, lloraba en secreto. Juan, suprimía su propio dolor cumpliendo con la súplica del Salvador moribundo. Los otros discípulos no habían sido vistos desde el arresto en el jardín. Pero sabían lo que había sucedido aunque le habían abandonado en la hora de su necesidad. Juan sólo había sido completamente fiel y valeroso todo el tiempo, Juan y las mujeres; las esperanzas de los discípulos estaban sepultadas en el sepulcro de José. Ya no habría más disputas triviales sobre los lugares principales del Reino. Les parecía que el Reino estaba muerto, así como el Rey. Ya no había futuro para el cristianismo porque el reino de] mundo había triunfado * La esperanza del mundo estaba sepultada en el sepulcro.

Manifiestamente los enemigos de Jesús habían triunfado. Es el triunfo de Satanás y él lo sabe. Los del Sanedrín no eran sino instrumentos en sus manos, aunque ellos piadosamente imaginaron que estaban sirviendo a Dios por lo que habían hecho.

Hubo gozo en el infierno y en Jerusalén ese sábado. Cristo había escogido la batalla en lugar de transigir y esta es la respuesta de Satanás. ¿Se quedará Jesús en aquel sepulcro? ¿Se quedó en aquel sepulcro? La luz del mundo se ha apagado. ¿Volverá a salir aquel Sol de Justicia con salud en las alas? De la respuesta depende el futuro del cristianismo y el futuro del mundo. Durante el sábado nadie lo esperaba. Todos habían perdido la esperanza y habían olvidado cuanto había dicho Jesús sobre el asunto. La teología de los discípulos se hundió bajo el terrible hecho de su muerte. Fue el hecho prominente que ensombrecía sus mentes, y no podían deshacerse de él. El tañido funeral de las solemnes horas del sábado hirió los sangrados corazones y mentes desesperadas de aquellos a quienes Jesús había escogido para este mismo día. Pero no podían levantarlo del sepulcro, y para ellos un Cristo muerto era un cristianismo muerto. Es fácil para otros ofrecer simpatía doctrinal en la hora de la muerte mientras los terrones que van cayendo sobre el ataúd producen el eco de nuestro pesar. Pero en esta tumba estaba sepultada la más preciosa flor de la raza, la esperanza de los que le habían confiado su todo. Poneos junto a aquel sepulcro e imaginad lo que podríais haber dicho. Es vano acordarse de las promesas de un Cristo muerto.

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CAPITULO VIII.
EL TRIUNFO FINAL DE JESUS

"El Señor verdaderamente ha resucitado" (Lucas 24:34).

SOBRE LOS discípulos pesaban las tinieblas de la desesperación. La noche fue larga y no había estrellas. Es verdad que Jesús había dicho que se levantaría al tercer día, pero nadie pensó en esto excepto sus enemigos, y no lo creían. El hecho cruel, y abrumador de la muerte del Maestro se les representaba a cada momento. Es verdad que habla levantado a Lázaro de la muerte después de que éste había estado en el sepulcro cuatro días, pero ahora el sepulcro tiene en sus fuertes garras a Jesús mismo. Juntamente con él habían enterrado todas sus esperanzas. No era un eclipse momentáneo del destino lo que les había sobrevenido sino una noche eterna. Es importante comprender plenamente esta situación para que uno pueda comprender claramente que cualquier luz sobre el asunto tenía que venir de otro que no era un discípulo. No es concebible ninguna conspiración de parte de estos discípulos desanimados para revivificar el cristianismo con el anuncio de que Jesús vivía. Si el cristianismo volvería a nacer por la creencia de un Salvador resucitado, debe uno entender cuán difícil era para que los discípulos llegaran a creer esto.

Si se dice que las mujeres imaginaron que habían visto a Jesús y a los ángeles, restaurando así las esperanzas a los discípulos, es de observarse que los discípulos no creyeron a las mujeres. Si se dice que las narraciones son contradictorias, debemos acordarnos de que esto muestra la independencia en el testimonio. Si se dice que esto es lo que los discípulos pensaban después, que es su interpretación teológica, debemos recordar el hecho de que las narraciones relatan sin vacilación sus propias equivocaciones, falta de perspicacia, falta de fe, dificultad para creer en la resurrección de Cristo Jesús. Es la verdad sencilla que no se ha propuesto todavía ninguna teoría que se armoniza con el hecho de la revivificación de un cristianismo muerto con excepción del hecho de la resurrección de Cristo. Los discípulos vieron a Jesús. Decir que vieron su espíritu, en lugar de su cuerpo, no hace más fácil la creencia. Es un milagro ver un espíritu desencarnado. Detengámonos sobre las narraciones fragmentarias de aquellos cuarenta días. Las esperanzas de la raza humana se basan en lo que se verificó en este tiempo. Observemos los pasos que conducen hacia la luz.

1. El Hecho del Sepulcro Vacío. Este fue el descubrimiento de las mujeres y fue admitido por todos. Es el primer hecho cardinal en la nueva situación. Los enemigos de Cristo habían ido más allá de lo necesario al haber obtenido el sello romano sobre el sepulcro y la guardia romana para cuidarlo. La guardia garantizó que ningún hombre pudo robar el cuerpo de Jesús. Cuando los soldados asustados huyeron hacia el Sanedrín, no hacia Pilato, dijeron la verdad. Dijeron que Jesús salió del sepulcro. ¿Creyeron los del Sanedrín en Jesús? De ninguna manera. Cristo había dicho que no creerían aunque se levantara uno de los muertos. El Sanedrín había muerto a Jesús, y ahora se proponía matar el hecho mismo de su resurrección. Un hecho es la cosa más difícil de destruir en el mundo, y tiene poder perpetuo para rejuvenecerse. Es mucho más fácil matar a un hombre que un hecho. Pero Jesús no apareció al Sanedrín, y los integrantes de éste dejaron de mortificarse porque los soldados fueron compelidos a decir lo que se les decía que dijeran. Se puede observar, de paso, que si los soldados estaban dormidos, no sabían nada de lo que había sucedido. El Sanedrín los aseguró en cuanto a Pilato. Pero volvámonos a las mujeres. Muy tarde, el sábado, las mujeres fieles se permitieron el triste privilegio de mirar otra vez el sepulcro. Por algún motivo no notaron a la guardia romana, tal vez porque no se acercaron lo suficiente. Después de la puesta del sol compraron especias para ungir el cuerpo de Jesús, y luego descansaron hasta la mañana. Al amanecer salieron, sin duda, de Betania, y antes de llegar al cerro que está al norte de Jerusalén, el sol había salido. No habían hecho ningún plan para quitar la piedra, y de repente se inquietan por eso. i Pero, he aquí la piedra ya se había quitado! ¿Qué significaba esto? ¿Había sido robado su cuerpo por los enemigos? Su ignorancia de que la guardia estuviera allí haría que semejante sugestión les fuera natural. Entraron tímidamente al sepulcro abierto y vieron a dos varones. Con una sola mirada ven que Jesús no está allí. Este es el primer hecho indisputable que nos presenta. El sepulcro vacío demanda una explicación.

2. La Narración de los Ángeles. Los dos varones resultan ser dos ángeles y tienen una interpretación de la situación. Ofrecen una explicación del sepulcro vacío. La fuerza de esta evidencia es debilitada por algunas mentes por el hecho de que estos ángeles son presentados en la narración. Pero si hay hombres que pueden levantarse de la muerte, puede ser posible que los ángeles aparezcan también. Sin embargo, las mujeres solamente han oído decir a los ángeles que Jesús ha resucitado. " ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? ¡No está aquí sino que ha resucitado!" (Lucas 24: 5). Son los ángeles quienes procuran recordar a las mujeres la promesa olvidada de que se levantaría el tercer día. Ahora comienzan a entender. Es extraño que antes no hubieran pensado en ello. Se les encarga a las mujeres que lleven un mensaje a los apóstoles y especialmente a Pedro. Jesús promete encontrarlos en Galilea como había dicho antes de su muerte que lo haría (Marcos 14:28). Naturalmente las mujeres estuvieron agitadas. Asombro, miedo, temblor, gozo y prisa se apoderaron de ellas y corrieron en silencio para cumplir con el encargo. ¿Sería todo esto verdad? Al menos las mujeres parecían estar convencidas de que Jesús vivía. ¿Pero qué pensarían de ello los discípulos?

3. La Intuición de Juan. Los escépticos acerca de la resurrección de Jesús eran sus propios discípulos. El problema del Cristo resucitado entonces era el de convencerles de este hecho. Era imposible revivir la fe y la esperanza en ellos mientras creían que Jesús estaba muerto. La resurrección del cristianismo dependía del Cristo resucitado como un hecho y como una fuerza. María Magdalena pronto se dio cuenta de que el sepulcro estaba vacío y se apresuró a ir, sin ver a los ángeles, para decirlo a Pedro y a Juan. Ahora Pedro ya está con Juan, ya no está solo. El dolor común ha hecho a Pedro volver. Ambos están muy afligidos por la idea de que el cuerpo de Jesús haya sido robado del sepulcro, como suponía María. *Tenían que ver primero si era verdad. Juan llegó primero al sepulcro, ambos dejando a María muy atrás, pero vaciló para entrar después de ver los lienzos puestos hacia un lado. Pedro no vaciló para entrar, y viéndolo Juan, hizo lo mismo. Juan notó que el sudario que había estado, sobre su cabeza no estaba con los lienzos, "sino, envuelto aparte en cierto lugar solo" (Juan 20: 7). Para este temperamento sensitivo y espiritual esto era evidencia de que Jesús se había levantado del sepulcro. No había habido robo del sepulcro, no había señal de una lucha con la guardia ni de apresuramiento para quitar los lienzos, los cuales, en verdad, probablemente no habrían sido quitados de esa manera en semejante caso. Jesús mismo puso cuidadosamente el sudario a un lado. "Vio y creyó." Pero Pedro era más práctico y dudaba todavía. Pedro y Juan habían olvidado la promesa de Jesús de que se levantaría el tercer día. Habían olvidado la gloria del monte de la transfiguración. Pero si había resucitado ¿dónde estaba? Nadie había visto a Jesús. Era todavía un misterio no resuelto. Sólo los soldados sabían lo, que había sucedido y ellos no lo dijeron a los discípulos sino al Sanedrín. Las bocas de los únicos testigos oculares de los hechos sobresalientes fueron cerradas. Es posible que los saduceos no hayan creído lo que habían dicho los soldados, pero los fariseos lo habían tomado más en serio. La situación, considerándola toda, era muy grave. ¿Habían de ser contrariados al fin? Quizás, sin embargo, había aparecido solamente como espíritu, desapareciendo después para no molestarlos más.

4. Jesús y María. Después de haber dejado Pedro y Juan el sepulcro vacío María llegó, porque habían corrido demasiado aprisa para ella. Otro hecho interesante es el de que los ángeles no aparecieron a Pedro ni a Juan sino que volvieron a aparecer a María. Se podría argumentar que esto prueba que las mujeres originaron todo en su imaginación excitada, pero nadie creería a las mujeres hasta que su testimonio fuese confirmado. De modo que otra explicación tiene que buscarse, aunque yo no tengo ninguna que ofrecer. Gabriel apareció a José así como a María. María estaba parada afuera, llorando con dolor inconsolable. La cosa era bastante triste antes, pero ahora es mucho más triste. Haber deshonrado el cuerpo de él robándolo, era llegar al colmo de la ignominia. Se inclinó y miró adentro del sepulcro. Los ángeles se sorprenden por su pesar y ella por el gozo de ellos. Dio a los ángeles la misma respuesta perpleja acerca de lo que se había hecho con el cuerpo de Jesús, y entonces se volvió y vio a uno a quien creía ser el jardinero. Aquí, tal vez, haya un rayo de luz. Es posible que él haya cambiado el cuerpo de Jesús a otra parte del jardín. La misma alma de María habló cuando ella dijo: "Señor, si tú le has quitado de aquí, dime dónde le has puesto, y yo me lo llevaré" (Juan 20:15). Fue un ruego patético. La respuesta fue la primera palabra de la cual se sabe que Jesús habló a un ser humano desde su resurrección y fue simplemente "María". Pero fue el acento y el tono de voz de otros días. No había pensado que era posible que Cristo viviera, y no lo reconocía. Además de esto Cristo tenía hasta cierto grado otra apariencia. No era fácil comprenderle al principio, y a veces estorbó a los discípulos, en cierto sentido, para que no le reconocieran. Pero ahora no había duda. Junto al sepulcro abierto María vio a Jesús. No pudo decir otra cosa sino, "Rabboni". Quiso tocarle tiernamente con la mano, pero él se lo prohibió. Sólo está aquí porque no ha ascendido aún al Padre.

Jesús está en el camino desde el sepulcro hasta la gloria y se detiene algunos días con los discípulos. Los llama "Mis hermanos" y se identifica ante ellos, en su relación con Dios el Padre, por simpatía con ellos mismos. Les envía el mensaje de que va a ascender al Padre. Las otras mujeres tenían la promesa de él de que las vería en Galilea. Ambos mensajes eran verídicos y las pondría a prueba. María arde en gozo por la maravillosa realidad y viene corriendo a los discípulos con las tremendas palabras,"¡ He visto al Señor!" (Juan 20:18). Pero nadie la creía. Si Juan oyó esto, guardó silencio. La duda ligaba a los apóstoles. Simplemente, no podía ser la verdad. Fue alguna nueva ilusión que se había apoderado de María. Tal vez pensaron que los demonios se habían posesionado de ella otra vez.

5. Jesús y las Otras Mujeres. Jesús encontró a las mujeres en el camino del sepulcro con el mensaje de los ángeles antes de que hubieran visto a los discípulos, aunque Lucas 24:9 puede indicar que ya habían entregado dicho mensaje. Jesús les repite el mensaje de los ángeles, el de que los encontraría en Galilea. Y sin embargo pronto había de verlos en Jerusalén. ¿Sería que paulatinamente los preparaba para verle? Antes de la gran reunión en Galilea necesitarían estar muy confortados. Todas sus apariciones a ellos en Jerusalén eran de la naturaleza de una sorpresa. Los sinópticos todos se refieren a la promesa de Galilea y a algunas de las apariciones en Jerusalén también en este primer día. Tampoco creyeron los apóstoles el testimonio del grupo de las mujeres. Y para ellos sus palabras parecían un desvaría (Lucas 24:11).

6. Luz Inesperada Sobre el Problema. Cleofas y un amigo vivían en Emaus, a distancia de como diez kilómetros de Jerusalén. Habían venido a la ciudad este primer día de la semana para ver si había algo nuevo en la situación. Era ya avanzada la tarde y volvían con pies pesados y con corazones tristes a su población. Al andar hablaban del asunto. Era una ocasión para revisar toda la carrera de Jesús de Nazaret. Cada uno procuraba explicar la obra de este maravilloso hombre y hacía al otro, preguntas sobre puntos difíciles. ¿Por qué había tanta promesa si todo habría de acabar así?

Un extraño se unió con ellos y escuchó su plática. Al fin les preguntó de qué hablaban "Y ellos se detuvieron con rostros entristecidos" (Lucas 24:17). ¿Dónde había estado ése en estos días para no haber oído hablar de Jesús de Nazaret? ¿Había vivido solo en Jerusalén? En estos días nadie hablaba de otras cosas sino de Jesús. Brevemente narraron la historia del Nazareno, sus obras, su carácter, y su fin. Agregaron lo que había sido la esperanza de ellos acerca de él, una esperanza ahora sepultada en su tumba "Mas nosotros esperábamos que era aquél que había de redimir a Israel." La esperanza de la nación no se había tardado en apoyarse en él. En un tiempo parecía que él fuese el Mesías por tantos siglos esperado. Pero ya se ha acabado todo esto porque ya hace tres días que está muerto. Es verdad que algunas de las mujeres relataron que el sepulcro estaba vacío, lo que resultó ser cierto, pero nadie creía lo que ellas decían acerca de una visión de ángeles que afirmaron que Jesús vivía. Cuando ellos partieron de la ciudad, nadie habla visto a Jesús mismo.

El extraño comenzó a hablar entonces. Se refirió al Antiguo Testamento y explicó cómo la carrera de Jesús, según la bosquejaron, estaba de acuerdo con la descripción que del Mesías hay en las Escrituras. Hasta argumentó diciendo que era necesario que el Mesías sufriera. Era para ellos una nueva y muy interesante interpretación y la tomarían en consideración. Era maravillosa, porque sus corazones ardían mientras él hablaba. Nunca habían oído a nadie expresarse de esa manera. Pero ahora han llegado a casa y tienen que detenerse. El extraño vaciló e hizo como que iba más lejos. Mas por la invitación persistente de ellos, él se detuvo para comer la comida de la tarde. Se sentaron en derredor de la mesa y él tomo el pan y dio gracias. Oyeron la voz y vieron el encanto de otros días. i Se miraron unos a otros y él desapareció! Era Jesús, y le habían visto. Después de todo, las mujeres tenían razón. Cristo se había levantado de la muerte y vivía. Debían decirlo a los hermanos en Jerusalén para regocijar sus corazones.

7. Una Conferencia Sobre la Situación. Esta se verificó en aquel mismo aposento alto donde se habían reunido en aquella noche triste cuando Jesús había predicho todo cuanto había sucedido. Es probable que Simón Pedro haya motivado la reunión. Las mujeres habían traído un mensaje especial de los ángeles para 61 enviado por el Maestro. Pero, para colmo de todo, Jesús mismo había aparecido a Simón Pedro. La nueva creó la más alta excitación entre los apóstoles. El era el más prominente y seguramente no sería engañado, aunque las mujeres lo fuesen. Era una crisis del cristianismo, la crisis de todas las crisis. Si verdaderamente Cristo se había levantado de la muerte, entonces no se habla perdido todo: en verdad, todo se había ganado. Habría un futuro glorioso para el cristianismo. Era importante que los apóstoles no se desbandaran. Debían reunirse desde luego con los discípulos que podían verse y conferenciar sobre el siguiente paso a dar. Probablemente María y las otras mujeres estaban presentes también, pero Tomás estaba ausente; posiblemente no podía ser hallado porque los otros tenían que apresurarse a hacer algo. Ciertamente todos estos testigos oculares del hecho -de que Cristo vivía tendrían una conversación interesante. Tal vez María, las otras mujeres, Pedro, todos, relataron cómo se vio Jesús y lo que dijo. ¿Qué había dicho Jesús a Pedro? Era la primera vez que Pedro había visto al Maestro desde su negación. Los demás pesarían ansiosamente todo cuanto se decía. ¿Era evidencia válida? ¿Era conclusiva? ¿No podrían estar, después de todo, equivocados? En medio de la conferencia vinieron los dos discípulos de Emaus con su maravillosa historia. Antes de que pudieran relatarla, los otros les anuncian gozosamente: "El Señor verdadera mente ha resucitado y ha aparecido a Simón" (Lucas 24:34). Lo último fue el punto de más importancia para los discípulos. Entonces los dos presentaron su notable confirmación. En verdad parecía ser la verdad, por más extraordinaria que fuese. Las puertas habían sido cerradas por temor a los judíos, porque no querían arriesgar nada.

Hablando ellos de Jesús, de repente se presentó él en medio de ellos. ¡Se había levantado de la muerte! ¿Pero, ahora estaban ya convencidos? Una extraña reacción les sobrevino, pues se atemorizaron, suponiendo que veían un espíritu o fantasma, precisamente lo que afirman ahora algunos críticos modernos. Toda esta aparición como es narrada por Lucas y Juan se opone a la idea de que no era sino el espíritu de Jesús, lo que fue visto por los discípulos. Les mostró sus manos y su costado y especialmente afirmó que no era un mero espíritu, sino que hasta tenía "carne y huesos" (Lucas 24:39).

Tenemos que admitir que este pasaje aumenta la dificultad, porque la carne y la sangre no entrará en el cielo. El cuerpo de la resurrección es un cuerpo espiritual. Pero tenemos que acordarnos de que el caso de Jesús es enteramente excepcional. Pasó cuarenta días sobre la tierra entre la resurrección y la ascensión. Su cuerpo no estaba como había sido ni como sería. ¡Podía pasar por puertas cerradas, y no obstante comer pescado asado! Tenemos que dejar este misterio no resuelto, como tenemos que hacerlo con todos los misterios más profundos de Dios y de la naturaleza. Pero después de todo esto no es más difícil que el hecho de la resurrección, y podemos ver cómo este estado de transición podía ser una ayuda poderosa para la fe de los discípulos. Su duda era tan grande en esta ocasión que Jesús les reprendió por su falta de fe. Como ha dicho uno de manera original, "Ellos dudaron para que nosotros creyésemos." Al fin nuestro Señor había convencido a sus propios discípulos de que ya no estaba muerto, sino vivo. Afortunadamente para nosotros la prueba es conclusiva, porque la resurrección de Jesús es el fundamento de todas nuestras esperanzas y luchas. Cristo los ha convencido pero esto no es sino el principio. Están comisionados para que vayan y conquisten el mundo. Como el Padre le había enviado a él, así él ahora los envía a ellos (Juan 20:21). Han de anunciar a los hombres los términos de perdón. Su tarea es ahora la de convencer a otros. ¿Pueden probar a otros que Jesús vive, que el cristianismo también vive y está destinado a conquistar el mundo? Tienen al menos un requisito: ellos mismos lo creen. Tienen esperanza y fe, pero les falta experiencia y poder.

8. El Caso de Tomás. Pronto encuentran a Tomás, quien estuvo ausente en la noche de¡ domingo cuando Jesús apareció a la compañía en el aposento alto. Procuraron convencerle diciéndole: "Hemos visto al Señor" (Juan 20: 25), y dejaron completamente de vencer su incredulidad. Estaba tan escéptico, como lo habían estado ellos antes de la experiencia de Pedro, y de ver las señales de los clavos en las manos y los pies de Cristo. Yo no creeré, dijo Tomás bruscamente, hasta ver lo que vosotros afirmáis haber visto. Despué3 de todo, Tomás no era mucho más escéptico que lo que los demás habían sido con Jesús en su misma presencia. Es verdad que él tenía su testimonio agregado al de todos los otros. Es dudoso cuál sea el enemigo de toda credulidad. El cristianismo es el enemigo de la superstición ociosa así como de la infidelidad vocinglera. El cristianismo desea que sus adherentes examinen los hechos. Sin embargo todos los discípulos -habían dudado demasiado y por eso fueron reprendidos abiertamente por Jesús. Tomás no es un consuelo para el hombre que se enorgullece de su escepticismo. Jesús se mostró bondadoso para con Tomás. El domingo siguiente los discípulos vuelven a reunirse en el mismo aposento alto donde Jesús les habla aparecido exactamente una semana antes. No le habían visto durante la semana, porque Cristo no se quedó con ellos corporalmente aunque estaba con ellos en espíritu. ¿Vendrá esta noche? ¡Quién sabe! No han ido todavía a Galilea porque todavía no ha llegado el tiempo. No han vacilado en su convicción de que Jesús está vivo. No han formulado ningunos planes para el futuro del cristianismo, sino que están esperando que se desarrolle más el asunto. De nuevo están cerradas las puertas, porque es preciso que los gobernantes ignoren la situación. Tomás está con ellos esta noche.

De repente Jesús vuelve a presentarse y habla con Tomás. Había aceptado el reto de la duda y mostró sus manos y su costado. Bastaba, y Tomás no pudo decirle sino "Señor mío y Dios mío" (Juan 20:28). Si Tomás había dudado más tiempo que los otros apóstoles su fe ahora crecía más rápidamente que la de ellos. Saluda a Jesús como Señor y Dios sin ninguna reserva. Cristo permitió que se le declarara divino, y agregó que la fe más grande seria la que llegara a esta altura sin haberle visto, la fe de aquellos que "no han visto y sin embargo han creído." Esta bienaventuranza nos pertenece a todos los que estamos convencidos de la resurrección y deidad de Jesús. Juan añade aquí, como para cerrar su Evangelio, que ésta es la raz6n por la que ha escrito, para producir este estado de te en Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios. Seguramente su ambición ha sido realizada de una manera noble no obstante que su Evangelio por esa misma razón ha sido atacado fieramente al través de los siglos. Pero, para decir verdad, Juan nos ha dado un retrato de Cristo tal, que le haría, si no fuera genuino, el más grande artista creativo de todos los siglos; cosa que nadie cree.

9. Junto al Mar de Galilea. Pasaron los días y los discípulos volvieron el rostro hacia Galilea. El tiempo no había llegado para que Cristo se revelara al cuerpo de creyentes (había como, según Pablo, más de quinientos de ellos) sobre el monte señalado en Galilea. No podían hacer nada sino esperar en medio de las escenas que habían presenciado tantas obras de Cristo. Cada vez que pasaran por la ribera del amado lago se acordarían de Jesús. En estas mismas riberas lo habían abandonado todo para seguir al nuevo Maestro. ¿Había valido la pena? ¿Qué tiene el futuro para ellos ahora? En verdad ha sido maravilloso. La mayor parte de ellos habían sido pescadores, y por lo mismo una noche Pedro tomó la iniciativa y dijo que iba a pescar. Eso bastaba para recordarles los días anteriores. Seis de ellos inmediatamente ofrecieron ir con él. Pescaron toda la noche y tuvieron la suerte de los pescadores, esto es no cogieron nada. Estaban acostumbrados a esto y se dirigían a la ribera al amanecer cuando vieron una figura en la tenue luz que andaba en la costa. Les llegó una voz que era extrañamente familiar, aunque la palabra "hijos" aplicada a ellos parece haber sido inusitada, pero el fino sentido espiritual de Juan percibió la, verdad, y dijo: "Es el Señor" (Juan 21:7). Lo impulsivo de Pedro correspondió a la intuición de Juan y pronto estuvo en la playa al lado de Jesús.

La escena entre Jesús y Pedro ocurrida en la playa a la hora del crepúsculo matutino es verdaderamente maravillosa. Fue después del almuerzo de pescado y pan cuando Cristo se volvió hacia Simón. Otra mañana había estado sentado junto a una lumbre, y esto por sí mismo era significativo para Simón, pero Jesús le habló tan claramente que trajo a su memoria ya muy viva, toda la escena de la negación. Se aprovechó del momento para probar el corazón de Simón con tres preguntas escrutadoras. Era Simón quien había hablado por los discípulos en Cesarea de Filipos. Era Simón quien había dicho en la noche de la traición que, aunque todos los hombres abandonaran a Jesús, sin embargo él sería fiel hasta la muerte. El tiempo pone a prueba al jactancioso y ahora Simón tiene vergüenza de hablar una sola palabra. Jesús lo trató con suavidad, aunque con persistencia, apelando a su amor superior y aun poniendo en duda si tendría simple amor, con la palabra escogida por Simón. Le hizo una pregunta por cada negación y cada una le hirió el coraz6n. El resultado fue verdaderamente satisfactorio y reveló en Simón una humildad que no se había visto antes, pero que vuelve a aparecer en I Pedro 5:1-11. Ya está convertido después de ser zarandeado por Satanás y las oraciones de Jesús por él habían prevalecido. Jesús le exhorta a que apaciente las ovejas, y más tarde él instará a los ancianos "a que pastoreen la grey de Dios" (I Pedro 5:2). En una ocasión Pedro había prometido a Jesús que moriría como mártir si fuese necesario, y en seguida volvió la espalda y huyó vergonzosamente. Pero ya que está humillado morirá como mártir algún día. Pero Simón es Simón todavía en sus características personales, y su curiosidad le hace hacer una pregunta acerca de Juan: "Señor, ¿qué hará éste?" (Juan 21:22). La pregunta de Pedro era casi impertinente y fue duramente reprendida por Jesús, aunque no quería decir que Juan realmente viviría hasta la segunda venida, equivocación que Juan pone cuidado en corregir. Santiago y Juan en una ocasión habían tenido la temeridad de decir que podían soportar el ser bautizados, con el bautismo de la sangre de Cristo, y en efecto Santiago pronto había de beber esa copa.

10. Sobre una montaña en Galilea. No sabemos cuál montaña era ésta, ni sabemos la fecha exacta. Sin duda la mayor parte de los creyentes estuvieron reunidos allí. Había habido tiempo para que la noticia les llegara. Fue una ocasión notable, porque allí estuvo reunido el pueblo que representaba el fruto visible del ministerio de Jesús, algo más que quinientos discípulos. El grano de mostaza había comenzado a crecer y al fin cubriría la tierra. Esto lo sabía Jesús. Había unos pocos que todavía dudaban, sosteniendo una batalla dura, pero la mayor parte de ellos ya habían llegado a una fe militante en el Redentor Resucitado. Jesús vino al encuentro de esta buena compañía como el capitán de una hueste que conquistaría al mundo. Ningún estadista alguna vez bosquejó un programa tan magnífico como éste que Jesús les propuso, la carta cristiana para la conquista del mundo. Ningún general alguna vez tuvo más seguridad de la victoria. El sublime optimismo de Cristo es trascendental cuando se recuerda que sus discípulos no tenían dinero, ningunas armas, ni ninguna influencia. Tenían, sin embargo, el mensaje supremo y la presencia y el poder de Cristo por el Espíritu Santo. Se objeta por algunos críticos que la gran comisión es demasiado eclesiástica para ser genuina, pero el bautismo es la única cosa contra la cual semejante objeción puede hacerse y ningunas direcciones detalladas se dan aquí para la ejecucí6n de aquel mandato. Todo esto lo encontramos en otra parte. Es una propaganda misionera la que Jesús impone en los corazones de los quinientos hombres y mujeres, primeramente sobre ellos como miembros del Reino de Dios, como individuos redimidos. La iglesia local es el medio señalado por Dios para llevar a cabo la obra del Reino, pero la responsabilidad descansa sobre cada creyente, en caso de que falte una iglesia al cumplimiento de su deber. Los discípulos son la sal de la tierra, la esperanza del mundo; el futuro del cristianismo descansa sobre sus hombros.

11. En Jerusalén de Nuevo. Los apóstoles ahora vuelven a Jerusalén, el escenario de su triste desconcierto, sí, pero también el escenario de la resurrección triunfante de Cristo. Desde ahora Jerusalén, -en lugar de Galilea, será el lugar de su actividad. Procurarán establecerse en Jerusalén misma, porque ahora saben que Dios estará con ellos hasta el fin. Santiago, el hermano de Jesús, había recibido una manifestación especial y es ahora un creyente devoto así como Juan y los demás. María, su madre, tiene un nuevo canto en su corazón. Puede cantar un nuevo Magnificat, con una fe más diáfana y firme. Había en verdad visto la salvación del Señor. Ya existe, pues, un núcleo en Jerusalén. Lázaro ya no aparece más en la historia, debido, tal vez, al odio implacable de los gobernantes contra él por haber salido del sepulcro.

Jesús vuelve a encontrar a los discípulos en Jerusalén y pone cuidado en darles una última lección en la interpretación del Antiguo Testamento, porque él sabía el Antiguo Testamento. Era, y es, el gran intérprete de la Escritura en todos los tiempos. Se halló a sí mismo en los escritos de Moisés, en los profetas y en los Salmos, aunque tuvo que abrir la mente de los discípulos antes de que pudieran verlo (Lucas 24:45). La mente abierta es tan necesaria como la escritura abierta y más difícil de alcanzar. La mente cerrada es el enemigo principal de la verdad. Jesús espera que usemos la mente al estudiar la Biblia. Una vez más Cristo los insta a la conquista del mundo. Esta es la cosa principal. Las misiones son la misma vida del cristianismo. Por cierto que tenían que esperar en Jerusalén hasta recibir poder de lo alto con el que podrían conquistar el mundo. El dinamo espiritual es absolutamente necesario. Pronto recibirán el Espíritu Santo y entonces deberán dedicarse a esta empresa mundial. Sin embargo, no han de quedarse en Jerusalén hasta que todo Jerusalén se haya ganado. ¡Esto no se ha realizado todavía! Ciertamente no están listos para esta misión mundial porque todavía esperan un reino temporal (Actos 1:6), un error que el Espíritu Santo les quitará cuando venga. De hecho, los discípulos entenderán a Jesús mejor cuando esté ausente.

12. La Última Vista Sobre el Monte de los Olivos. Jesús condujo los discípulos fuera de la puerta oriental, pasando Getsemaní con sus recuerdos trágicos, subiendo el declive familiar hacia Betania, la amada Betania. La vista era sublime en toda dirección, el Jordán, el Mar Muerto, el Monte Nebo, Jerusalén, el Mediterráneo. Miraban hacia arriba (Actos 1:9) y Jesús les daba una bendición de despedida. Una nube pasó y le arrebató de la vista de ellos. Mucho tiempo después de desaparecida la nube los discípulos, extáticos, siguieron mirando hacia el cielo, a donde Jesús había ido.

13. Hasta que El Venga. La mirada hacia arriba fue interrumpida por la palabra de los dos ángeles que "este mismo Jesús" así vendrá de] mismo modo (Hechos 1:11). El mismo lo había dicho. Ahora saben que se ha levantado y creen que volverá. Dentro de poco tiempo estarán bajo la dirección del Espíritu Santo Y llegarán a entender la naturaleza espiritual del Reino de Dios. Y adoraron a Jesús (Lucas 24: 52) con gozo y alabanza. La tarea de los discípulos es la de entender, interpretar, y obedecer a Jesús. El mundo cristiano está todavía ocupado en hacer estas cosas. Su vida y sus enseñanzas, su muerte y su resurrección, su poder sobre todos los hombres para elevarlos y hacerlos semejantes a Dios, la cosa más grande de todas, todavía llenan el horizonte del mundo moderno. La ciencia ha hecho maravillas, pero la ciencia es estéril comparada con la vida de Jesús. Ha soportado la luz escrutadora de la minuciosa investigación histórica. Sobre todo soporta la prueba de la vida. Su mirada llena de piedad está todavía fija en nosotros, su Poderosa mano todavía se extiende para salvar. Cuando vino la primera vez le crucificaron; cuando vuelva a venir será coronado Rey de Reyes y Señor de Señores. Entre tanto que reine en todos nuestros corazones. "Amén: ven Señor Jesús."

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Épocas En La Vida De Jesús

por A. T. Robertson
Prefacio
Capítulo 1: LA CONCIENCIA MESIANICA DE JESUS Mat. 3:17
Capítulo 2: LA PRIMERA INVITACION DE JESUS Juan 1:39
Capítulo 3: LA NUEVA PARTIDA Mat. 11:29
Capítulo 4: LA CAMPAÑA EN GALILEA Juan 6:67
Capítulo 5: LA ENSEÑANZA ESPECIAL DADA A LOS DOCE Mat. 16:15
Capítulo 6: EL ATAQUE SOBRE JERUSALEM Lucas 13:34
Capítulo 7: LA RESPUESTA DE JERUSALEM Lucas 23:21
Capítulo 8: EL TRIUNFO FINAL DE JESUS Lucas 24:34
Biblioteca
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