Sólo por Gracia

por Roberto Quiñones-Cardona

Una de las frases distintivas de la Reforma Protestante lo fue "Sólo por Gracia".

La salvación enseñada en la Biblia, decían los reformadores, es una salvación gratuita. No es algo que se gana o se compra. Nadie tiene el poder, ni la capacidad para mecer la salvación. Nadie tiene el derecho de ordenarle u obligarle a Dios que le otorgue la salvación por todo lo que haya hecho. Aunque haya vivido una vida digna de ser admirada e imitada por otros, nada de esto le da el derecho de demandar que Dios le otorgue el perdón total de sus pecados. ¿Por qué? En primer lugar, porque la salvación, es decir, el perdón de todos nuestros pecados, el declararnos justos delante de Dios y el derecho a heredar el reino de los cielos no es algo que se puede ganar; nadie lo puede merecer delante de Dios. El cielo y la salvación no se pueden ganar

Así lo enseña el apóstol Pablo en Efesios 2:8-10 cuando dice: "Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas."(LBLA)  El pasaje es claro. Nos dice que el medio por el cual somos salvos lo es la fe, no las obras. Ninguna obra sea religiosa, o ceremonial, o moral, o ética es el medio por el cual adquirimos posesión de la salvación. Es por medio de la fe, no por medio de las obras. Es gratuito; es un don (regalo) de Dios a quienes tienen fe, como dice el texto: “sois salvos por medio de la fe”. La fe es el medio para adquirir la salvación, no el fundamento o la base de la salvación. Dios no salva a un pecador en base a su fe sino por medio de la fe. La fe es el instrumento por medio del cual Dios nos aplica o hace partícipes de la salvación comprada por Cristo.

El pasaje también nos enseña que el fundamento y factor decisivo de la salvación de una persona lo es la gracia de Dios: "por gracia sois salvos". Es la gracia de Dios lo que nos salva. Esto es fundamental. Cualquier cosa que añadamos a la gracia como fundamento de la salvación, o cualquier cosa que añadamos a la gracia como factor decisivo de nuestra salvación nos aparta del mensaje bíblico del evangelio de Jesucristo. Si añadimos al fundamento de la salvación aunque sea lo más mínimo, nos apartamos del mensaje de gracia del evangelio, porque no seríamos salvos exclusivamente por la gracia de Dios, contrario al apóstol. Hay algunos que le quieren añadir las obras como el factor decisivo de la salvación, pero Pablo dice que es la gracia. Otros dicen que es el "libre albedrío" de la persona el factor decisivo de la salvación, pero Pablo dice que es la gracia de Dios el factor decisivo de la salvación y no el "libre albedrío" del ser humano. Así lo dice Pablo en forma poética Ro. 9:15-16 : "Porque Él dice a Moisés: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y tendré compasión del que yo tenga compasión. Así que no depende [el otorgar la salvación] del que quiere (libre albedrío) ni del que corre (obras), sino de Dios que tiene misericordia". Salvos sólo por gracia.

La historia nos enseña de grandes seres humanos que han dedicado toda su vida, su dinero, su tiempo y su dignidad por los necesitados, los huérfanos, los abandonados. María Teresa de Calcuta fue una de esas personas. Si todos nosotros fuéramos como ella y aún mejores que ella, nada de esto puede comprar los cielos. Nuestras “buenas” obras no pueden comprar el cielo. Sólo Jesús compró los cielos con su sangre. Él la compró sólo para todo aquel que en Él cree.

Querido lector, todos los seres humanos necesitamos ser salvos. En cada uno de nosotros hay pecado. Desobedecemos la ley de Dios dada en la Biblia todos los días. No amamos a Dios con todo nuestro corazón, ni con toda nuestra alma, ni con toda nuestra mente, ni con todas nuestras fuerzas. Tampoco amamos a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos. Vivimos de espaldas ante Dios. Ni le adoramos, ni le servimos como El se merece, aunque Él es absolutamente santo, justo, bueno y misericordioso y por tanto merece ser adorado. Nos comportamos muchas veces egoístas, impacientes con los errores de los demás, insensibles a las necesidades de nuestro prójimo. No pensamos en Él. Ni estudiamos su palabra, la Biblia. No cumplimos con el primer y más grande mandamiento el cual es amar a Dios con todo nuestro ser. Esto es así en todos los seres humanos evidenciando que en toda la humanidad mora el pecado en su corazón. Tú y yo somos pecadores. Tú y yo merecemos el infierno. Tú y yo necesitamos que la sangre de Cristo nos limpie de todos nuestros pecados.

La educación no es la solución fundamental a este serio problema del ser humano. No lo es tampoco el tener una buena alta estima. Nada de eso puede cambiar el corazón de raíz. Sólo Dios puede hacerlo. Sólo Él tiene acceso a nuestra alma para cambiarla y limpiar el pecado de nuestro corazón. Sólo el Espíritu eterno tiene acceso a nuestro espíritu. Necesitamos que Dios Espíritu Santo cree en nosotros un nuevo corazón. Y esto Dios lo hace de pura gracia. No lo hace a aquellos que con sus buenas obras buscan comprar la salvación. No lo hace a aquellos que descansan en su "libre albedrío" para "permitirle" a Dios que lo salve. NO. Dios salva a su pueblo de sus pecados por medio de la fe y por medio de su gracia salifica. Somos salvos exclusivamente  por la gracia de Dios.



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