Mensaje para la Ascensión de
Nuestro Señor Jesucristo.

                                                por Revdo. José Luís Podestá                                            

Subió a su morada celestial
Hoy con gran gozo nos reunimos  en nombre de nuestro Señor para celebrar su Ascensión al cielo. No pudimos dejar de  escuchar sus palabras: "Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos ... hasta los confines del mundo" (Hch 1, 8). Desde hace más de  dos mil años estas palabras del Señor Jesús  impulsan a la Iglesia a sumergirse  en el mar de la historia, estas palabras no solo quedaron en las mentes de los primeros discípulos si no que son un Testamento y petición para  todas las generaciones, estas palabras deben transformarse en levadura de todas los Cristianos Reformados del mundo, no solo dejarlas pasar como algo que quedó en el tiempo de las primeras comunidades, si no llevarlas en el corazón cada día de nuestras vidas.
En este día las volvemos a escuchar y tenemos que acogerlas con renovado fervor. El mandato  "duc in altum rema mar adentro", que un día Jesús dió al Apóstol Pedro, orden que hoy  resuena también  en nuestra existencia cada día, cada segundo, no nos deja sin que podemos estar sin evangelizar.
Hoy en esta conmemoración de la ascensión, estas palabras cobran un significado más profundo aún. El adentrarse  en el mar embravecido de nuestra realidad hacia el que la Iglesia, cada uno de nosotros,  debe dirigirse  y enfrentar día y noche no es sólo un compromiso misionero más fuerte, sino también, y sobre todo, un compromiso contemplativo más intenso. Como los Apóstoles, testigos de la Ascensión, también  estamos convidados a fijar nuestra mirada en el rostro de Jesucristo, elevado al esplendor de la gloria divina.
Vislumbrar el cielo no significa desdeñar este mundo y fugarnos de nuestras realidades, tanto personales como sociales, que como iglesia y cristianos reformados debemos resolver. No dejar que por algún motivo en nosotros apareciera esta tentación, nos bastaría oír nuevamente a los "dos hombres vestidos de blanco, de la lectura del libro de Hechos en el primer capitulo versículos diez y  once  ¿por qué estáis  mirando al cielo?". La contemplación cristiana verdadera no nos aleja del compromiso histórico actual que nos rodea. El "cielo" al que Jesucristo ascendió no es separación, sino ocultamiento y custodia de una figura que no nos abandona jamás, hasta que Él regrese en la gloria. Al mismo tiempo es la hora inexorable del testimonio, para que en el nombre de Cristo  se predique su Evangelio, el verdadero mensaje de Cristo, no un mensaje  político o cargado de intereses personales, sino el mensaje que emanó de sus propios labios y nos comprometió para siempre a  ser sus testigos.
Hoy  como ayer la ascensión de Cristo a su reino, nos es imperiosa hacerla carne en nuestros corazones para la evangelización y los desafío que como testigos de Cristo en este mundo  tendremos que sortear,  por ello, no menos importante es nuestro trabajo como comunidad comprometida en estos tiempos que se avecinan donde debemos dar testimonio cristiano en la sociedad que vivimos.
Recordemos que el “Seréis mis testigos",palabras que Jesús dirigió a los Apóstoles antes de la Ascensión, también es para nosotros  hoy, mandato y meta para la  evangelización, especialmente porque vivimos en una época en que sobreabunda la voz pero no la Palabra, donde abundan las imágenes pero no los mensajes concretos, en una cultura que a pesar de los medios masivos de comunicación , no logramos dirigirnos la palabra el uno al otro, en donde la saturación  comunicativa nos sumergió en la oscuridad y  ostracismo.
Lo que precisamos hoy más que nunca  es la palabra poderosa en sabiduría y santidad que Cristo nos dejó en su Evangelio.
Los inconvenientes más graves que nos enfrentamos los cristianos y que  derivan de una mutación del espacio cultural, dominado por el primado de las ciencias experimentales mal utilizadas, formando una cultura de la muerte y la opresión de las libertades del ser humano, por estos hombres que  inspirados en los criterios de la epistemología científica, dejando de lado la concepción cristiana del hombre y del mundo.

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