UNA MUJER

Basado en Proverbios 31: 10-12

Reverendo Pbro. Carlos Mario Marín O.


Una vez se me pregunto cual era mi personaje femenino favorito, estuve meditando en la relevancia y el significado ejemplar e inspirador de algunos de ellos. Y hoy que debo elegir ese personaje para este devocional puse empeño especial en esta tarea, y finalmente me decidí por uno que es a la vez relevante y maravilloso.

No, no se trata de Maria, aun cuando la gracia y la humildad de su corazón nos impresionan profundamente, además de ser la madre de Jesús nuestro salvador. Tampoco elegí a la madre de Moisés, o a la de Timoteo, cuya dedicación al sagrado deber de la maternidad en el ámbito de la educación temprana constituye un ejemplo clásico para toda mujer que desea tener hijos. Tampoco pensé en la reina Ester, cuya historia apela a nuestra imaginación con el esplendor de su belleza y la magnificencia del palacio. Como tampoco escogí a la prudente Abigail, ni me decidí por el amor y la gratitud sin fronteras de Maria Magdalena, cuya historia también encierra ilimitados recursos.

El personaje femenino al cual deseo referirme supera a cada uno de los otros, considerados en forma individual, porque abarca todas sus virtudes femeninas y las multiplica en una mirada de facetas y circunstancias.

La mujer a la cual me refiero no tiene nombre, ni tampoco posee rostro.

Esta mujer anónima es aquella cuyo nombre no quedo registrado en la Biblia, aun cuando se la menciona indirectamente, pero que es una parte, un elemento vital y constante dentro de todo ese eje que hace de la historia del pueblo de Dios una realidad viviente.

La Biblia esta llena de estas heroínas anónimas, mujeres de todas las edades que siguieron las reglas, que tuvieron fe y vivieron la vida cotidiana sin arrepentirse jamás por hacer aquello que llamamos la voluntad de Dios. Sin dudar entregaron su vida, como dice el Apóstol San Pablo, “En sacrificio vivo”, cada día, cada momento, para honra de Dios, de sus esposos, de sus hijos, de sus vecinos y  de su  prójimos.

Pensemos por un momento en las madres de todos los héroes bíblicos, cuyos nombres no fueron registrados en la Biblia, pensemos en las incontables mujeres que emprendieron esa jornada de cuarenta años de duración hacia la tierra prometida; los pies cansados y el alma atribulada, sin contar con un pedacito de tierra al cual llamar hogar y gozar de la experiencia de ser dueñas y señoras del pequeño reino, su hogar. Pensemos en ese coro femenil anónimo que muchas veces ensalzo el nombre de Dios, y en aquellos hábiles dedos femeninos que tocaban la pandereta y tocaban la flauta, piensen en todas aquellas madres que también son mujeres de Israel que sistemáticamente enseñaron a sus pequeños la Palabra de Dios, forjando así una tradición seguida fielmente por aquellas mujeres cuyos nombres no son celebres: Loida, Eunice, Maria y demás.

Piense en aquellas que usaron sus manos para tejer y vestir a sus amados, para amasar el nutritivo pan y para encargarse de los detalles del manejo de sus hogares con dignidad y honra. Y también en las que lamentaron  y lloraron la muerte de sus padres, de sus esposos, de sus hermanos, y amigos a través de la escabrosa y dura historia de la nación israelita.

Pero también es verdad, que  la economía judaica no proveía un gran espacio para el florecimiento de otras habilidades y talentos de la mujer, aparte de los que se relacionaban con el hogar y la familia; pero aun en los albor del Nuevo Testamento, se encuentran ejemplos de mujeres que contribuyeron con sus dones en otros aspectos, piensen, por ejemplo en el apoyo financiero y moral brindado por muchas mujeres a quienes el Apóstol Pablo esta listo a reconocer por nombre en muchos de sus escritos.

Y ahora en los tiempos modernos, cuando la sociedad ha aceptado e incluso requiere un más amplio desempeño de la mujer, ella ha añadido muchas otras dimensiones al espectro de su influencia y quehacer.

Seria imposible enumerar las profesiones y tareas que la sociedad actual ha impuesto, o por lo menos ha permitido que lleve a cabo la mujer.

Todas son parte de ese rostro anónimo, al margen de que tipo de mujer sean, el cual plasma en una sola imagen cada una de aquellas virtudes de nuestras ponderadas heroínas de la Biblia: las Marías y las Loidas, las Martas, las Esteres y las Anas. Los que cuenta es que cada una de ustedes vivan esa vida particular que Dios les ha asignado, usando al máximo sus talentos fiel y gozosamente; y estar conciente de que no existe ninguna área que carezca de importancia o significación en la gran tarea.

Cada hilo singular va formando la trama del tejido y contribuyendo a la total magnificencia del diseño, cada uno de ellos sustenta y fortalece a los demás. Negligencia o debilidad en uno solo de los hilos del tejido distorsiona la belleza y solidez del todo.

Que fortuna será si todas las virtudes desplegadas por los personajes femeninos de la Biblia, y muchas otras que por la gracia de Dios ustedes sean capaces de desarrollar,  lleguen a ser parte de esta gran imagen de la mujer de la iglesia del Señor, que no porta la mascara de un determinado color, de una raza en particular, profesión o estereotipo; sino que en la diversidad de talentos y funciones, seamos una misma cosa en Cristo Jesús. Dios bendecirá a cada una que participe en la creación de esa maravillosa imagen femenina, que trasunta amor, fe, servicio y sacrificio.

Mujer – Madre que Dios les bendiga en su día.

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