VIDA NUEVA EN EL ESPIRITU
Efesios 5:18-21

por D. M. Lloyd-Jones
Parte 1
Parte 2
SUMISIÓN EN EL ESPÍRITU
Efesios 5:21

Hay un punto técnico referido a este texto al cual debemos referirnos antes de proceder con nuestra consideración del texto. Se trata de que todos concuerdan en que debe leerse: 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. No es un asunto de traducción sino más bien de manuscritos. Y todos los manuscritos más recientes y mejores dicen aquí: 'en el temor de Cristo', en lugar de 'en el temor de Dios'. Por supuesto, en el análisis final el resultado es el mismo, pero esta forma del texto da un acento adicional a lo que el apóstol dice, según veremos a continuación.
Estamos aquí ante una declaración que debemos considerar muy cuidadosamente en cuanto a su ubicación correcta y su contexto. Es muy importante que procedamos con cuidado para comprender verdaderamente lo que el apóstol está diciendo. En otras palabras, por un momento debemos dedicar nuestra atención a la relación entre esto y lo que le precede. Hay quienes quieren traducir esto como si fuese un mandato separado. Ellos afirman que en esta sección el apóstol está dando una serie de exhortaciones aisladas. Pero esto no se justifica de ninguna manera. El no dijo: 'someteos unos a otros'; él dijo en cambio: 'sometiéndoos unos a otros'. De manera que no debemos considerarlo una declaración o exhortación desconectada. Otros afirman que se trata sola y únicamente de una introducción a lo que sigue, como si dijera: 'sometiéndoos unos a otros en el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor...' y así sucesivamente con 'los hijos' y 'siervos'. De esa manera lo convierten en una especie de introducción a lo que sigue. Pero es seguro que ambas sugerencias son erróneas. La segunda está menos equivocada que la primera. Sin embargo, es patente que aquí el apóstol Pablo está continuando con lo que ya ha venido diciendo y al mismo tiempo está introduciendo lo que se propone a decir más adelante. A mí me parece que esta es la única forma correcta de interpretar esta declaración. Es una especie de eslabón entre lo que ha precedido y lo que va a seguir. En otras palabras, esto es otra ilustración de lo que ya ha establecido como principio fundamental en el versículo 18: "No os embriaguéis con vino, en el cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". Sostengo que Pablo aún está pensando en ese tema y se está dirigiendo a hombres y mujeres llenos del Espíritu. Y ya les ha dicho ciertas cosas acerca de ellos mismos y que son inevitablemente ciertas si ellos son llenos del Espíritu. Aquí entonces tenemos otra. De manera que interpretamos esa expresión a la luz del versículo 18 con su exhortación dirigida a nosotros, a fin de seguir siendo llenos del Espíritu.
Subrayo esto, porque ninguna persona en el mundo puede hacer lo que el apóstol Pablo nos manda a hacer en este versículo, a menos que esté lleno del Espíritu. No tiene sentido ir al mundo y decir: 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. No sólo es algo que el mundo no hace, sino algo que no quiere hacer, algo que el mundo no puede hacer. Esta es una exhortación que carece de sentido para todo aquel que no es lleno del Espíritu. Por eso sostengo que aquí el apóstol Pablo está desarrollando las dos ideas que tiene en mente en el versículo 18: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución". Una persona ebria no va a someterse a nadie. Sólo le importa hacerse el grande. Eso es lo que caracteriza al hombre ebrio. Carece de control, sobre todo en este aspecto. Se jacta y se gloría a sí mismo y piensa que es maravilloso. Si hemos de someternos unos a otros debemos ser totalmente distintos a aquellos que están llenos de vino, y que llegan a ese extremo de disolución. Y, por el otro lado, debemos ser llenos del Espíritu.
Sugiero que allí se encuentre la conexión principal entre los pasajes. Allí está la idea básica. Hemos de ser diferentes de lo que éramos, hemos de ser diferentes al mundo, y nuestras características esenciales han de ser totalmente diferentes a las de hombres y mujeres que todavía pertenecen a ese reino. Hemos de ser llenos del Espíritu. ¿Cómo lo demostramos? Hasta donde el apóstol lo ha estado indicando, hemos de demostrarlo mediante nuestra relación con Dios. El ha estado hablando sobre nuestra adoración, "hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo". Están llenos del Espíritu, dice el apóstol, y se reúnen para realizar sus cultos, sus reuniones llenas de alegría y gozo. Han de expresar todas estas cosas juntas en adoración a Dios y alabanza y culto. Pero, dice el apóstol, eso no es todo. Deben manifestar el mismo espíritu en su trato los unos con los otros, en el compañerismo que tienen los unos con los otros a nivel puramente humano y terrenal. De modo que el apóstol está subrayando su tema básico, mostrando que hombres y mujeres que son llenos del Espíritu deben demostrar esa característica en su trato los unos con los otros.
Esa es la forma de enfocar este versículo particular. Es esencial que entendamos exactamente su significado porque el apóstol va a ilustrar en tres sentidos esta verdad. El apóstol primero establece el principio y, habiendo hecho así, dice, para aplicarlo en forma particular, 'las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor... Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. .Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales'. Como hemos de ver, estas tres son ilustraciones separadas y particulares de este principio fundamental que siempre debería gobernar las relaciones entre los cristianos.
'Sometiéndoos unos a otros'. Nótese que la misma forma que el apóstol utiliza para expresarlo confirma lo que he estado diciendo acerca de la relación de este versículo con los que le preceden y siguen inmediatamente. "Por eso ustedes que están llenos del Espíritu deben cantar juntos, someterse unos a otros y comportarse como sigue en las relaciones cruciales de la vida".
Pero, ¿qué significa 'sometiéndoos unos a otros'? Una mejor traducción, quizás, podría ser: 'estando sujetos unos a otros'. En vista de la palabra que el apóstol utiliza, es obvio que su idea es algo parecido a esto: es el cuadro de los soldados en un regimiento, soldados que están en una misma línea bajo un oficial. La característica de una persona en esa posición es que en cierto sentido ya no es un individuo; ahora es un miembro del ejército y todos los soldados juntos prestan atención a las órdenes e instrucciones que les dirige el oficial. Cuando una persona se recluta, es como si renunciase a su derecho de determinar su propia vida y actividad. Eso es una parte esencial de su contrato. Cuando él se une al ejército o a la fuerza aérea o a la marina, ya deja de gobernarse y controlarse a sí mismo; en adelante debe hacer lo que se le ordena. Ya no podrá tomarse un día de descanso cuando quiera, ni tampoco podrá levantarse a cualquier hora de la mañana. Ahora es un hombre bajo autoridad y las reglas lo gobiernan. Y si tal persona comienza a actuar conforme a sus propias decisiones e independiente de otros, él es culpable de insubordinación, y por lo tanto será castigado. Esa es la imagen que utiliza el apóstol; y lo que quiere decir es más o menos lo siguiente: aquellos que están llenos del Espíritu han de comportarse voluntariamente en la misma manera en sus relaciones unos con otros. Somos miembros del mismo ejército, somos unidades del mismo gran ejército. Nosotros hemos de hacer voluntariamente lo que el soldado debe hacer 'por la fuerza'.
¿Cómo opera esto en la práctica? No es suficiente limitarse a utilizar las palabras; estas cosas deben ser aplicadas en la práctica. Como dijo nuestro Señor a sus discípulos: "Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis". ¿Qué implica esto? ¿Qué significa que tengamos que someternos y sujetarnos unos a otros? Desde el punto de vista negativo tiene ciertas implicaciones muy claras. No hemos de ser descuidados. La mayoría de los problemas en la vida y la mayoría de los conflictos se deben al hecho de que la gente no piensa. La acción impetuosa es la mayor causa de conflictos y disputas y de infelicidad en todas las esferas de la vida. Si las personas tan sólo se detuvieran a pensar antes de hablar o antes de mirar o antes de actuar, ¡cuánta diferencia harían! Pero el problema con el hombre natural es que no piensa. Tan pronto tiene una idea, la expresa; si está sintiendo algo y quiere hacerlo, lo realiza de inmediato; un impulso que llega inmediatamente es puesto por obra. Por eso, expresándolo en forma negativa, el apóstol está diciendo que el cristiano nunca debe ser una persona descuidada, debe abstenerse de este tipo de vida instintiva basada en la mera intuición. Como ya lo he venido diciendo ampliamente, el cristiano es una persona que es gobernada por la verdad, gobernada por principios; es una persona sabia. Anteriormente lo expresó así: 'sino entendido'. Y nuevamente: 'por tanto no seáis insensatos, sino entendidos de cual sea la voluntad del Señor'. Una persona sabia es una persona que piensa; él mira antes de saltar, piensa antes de hablar. Es una persona gobernada por los pensamientos y por el entendimiento, por la meditación y un espíritu de consideración.
Y tan pronto esa persona comienza a pensar, descubrirá otro aspecto negativo de suma importancia, es decir, que no debe ser egoísta ni egocéntrico. El verdadero problema con las personas egoístas y egocéntricos es que nunca piensan, excepto, por supuesto, acerca de ellos mismos. Pero en realidad eso significa que no piensan; en cambio, actúan como animales. Un animal siempre persigue sus propios propósitos, no piensa, sólo actúa conforme a sus instintos. Hablando en términos generales, éste es el problema con el no cristiano; él es un egoísta y un egocéntrico, porque no piensa.
O bien, recordando la palabra del apóstol y la ilustración que sugiere, permítanme expresarlo de otra manera. El cristiano, aunque siga siendo un individuo, nunca debe ser individualista. En cuanto se hace individualista, está equivocado. Este principio, esta característica de ser individualista es imposible, como ya he dicho, en un ejército. Eso es lo primero que debe ser reprimido en una persona que entra al ejército. El proceso puede ser muy doloroso; pero debe comprender que ya no puede comportarse como antes. Tal vez en casa la persona fue un niño mimado, y tan pronto quería alguna cosa la obtenía, era él quien gobernaba. Pero todo eso debe cesar. En el ejército debe someterse a otro. Sería imposible dirigir un ejército compuesto de una serie de personas individualistas. Todo eso debe ser sumergido.
Para expresar el asunto de otra manera, debemos dejar de ser agresivos. La agresividad es la antítesis misma de lo que el apóstol está diciendo: 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. Una persona que sigue este camino nunca es agresiva. El ego es la raíz de todos nuestros problemas. El diablo lo supo desde el comienzo mismo cuando tentó por primera vez al hombre: ¿Dios les ha dicho que no deben comer de esto? Lógicamente lo dijo sabiendo que al hacerlo ustedes serían como dioses. Eso es ofensivo para ustedes; eso los mantiene reprimidos. No se sometan a eso, afírmense ustedes mismos". ¡La afirmación del ego! ¡Cuántos estragos han sido obrados en el mundo por causa de la afirmación del ego! Ha sido la causa de las dos guerras mundiales que hemos tenido en este siglo. Es algo que puede tener carácter nacional o individual. 'Mi país, tenga o no razón', y, en consecuencia, ¡guerras y conflictos! Pero lo mismo ocurre al nivel de las relaciones individuales; todos los problemas nacen de este horrible ego, siempre ansioso de salirse con la suya.
Otra forma más de expresarlo es decir que el cristiano nunca debe ser obstinado. Un cristiano tiene y debe tener opinión; pero nunca debe ser obstinado. ¡Qué diferencia hay entre un hombre que tiene opiniones, buenas opiniones, opiniones fuertes, y un hombre que es obstinado, pretensioso y orgulloso de sus opiniones! Nunca debemos ser obstinados porque, nuevamente, esa sería otra manifestación del ego. La persona obstinada está mucho más preocupada por el hecho de creer que por el contenido de lo que cree; siempre se está considerando a sí misma; pone sus creencias en exhibición. Pero, por supuesto, la forma de hacerlo siempre engaña al hombre. El obstinado se muestra orgulloso de sus conocimientos. Eso se debe a que realmente no entiende el tema acerca del cual sabe un poco. Si entendiera, se mantendría humilde. Pero, en realidad, no le interesa la verdad; lo que le interesa es su propia relación hacia ella, su conocimiento de ella. Personas obstinadas siempre causan conflictos.
Esto, a su vez, conduce a otro problema. Esa clase de persona siempre tiende a asumir una actitud dominante—otra manifestación del ego—y (para utilizar la expresión del apóstol Pedro) quiere 'señorear' sobre otros. Pedro escribe en 1Pedro 5:1: "Ruego a los ancianos que están entre vosotros". Se está dirigiendo a los ancianos porque la obstinación es una tentación particular que asalta al hombre que llega a ser anciano. El anciano es una persona con habilidad, que posee elementos de liderazgo, motivo por el cual ha llegado a esta posición; y por el hecho de ser anciano está particularmente expuesto a este peligro. "Ruego a los ancianos que están entre vosotros... Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey". Deben conducirse de forma que no estén ejerciendo 'dominio' en la iglesia; los ancianos deben ser ejemplos a la grey. Esto es siempre la tentación, el peligro que confrontan estas personas; y cuanto más claras sean las ideas de una persona, tanto más expuesta está a esta tentación particular. Pero no deben caer en ella, dice el apóstol; ustedes deben 'someterse unos a otros'.
Este tema puede ser ilustrado casi sin fin. Quizás podamos resumir lo que hemos estado diciendo de esta manera: el cristiano nunca debe ser egoísta. He estado explicando las manifestaciones del ego; el centrarse en sí mismo siempre conduce al egoísmo. Entonces, para seguir desarrollando aun más este tema, diremos que este hombre del mundo con el cual el apóstol contrasta el cristiano es esencialmente egoísta y egocéntrico, es descuidado y desconsiderado con respecto a otros. Está tan preocupado de sí mismo que nunca tiene un minuto para otras personas. Anhela tener algo, pero nunca se le ocurre pensar que alguien más también puede desearlo. Desea mejorarse, pero la otra persona también desea mejorarse. Ahora bien, él no se da cuenta de ello; por lo tanto, por el hecho de estar tan concentrado en sí mismo y descuidado, es particularmente descuidado y desconsiderado con respecto a la posición, necesidades, deseos y bienestar de otros. Es probable aun que irá al extremo de querer despreciar a otros y de tratarlos con un aire de menosprecio. De esto hay una acertada ilustración en la primera epístola de Pablo a los corintios. El verdadero problema allí era el mal que estuve describiendo; por eso también el apóstol tuvo que escribir el capítulo 12 sobre la iglesia como cuerpo de Cristo. Aquellos que eran 'las partes más decorosas' despreciaban a aquellos que eran 'las partes menos decorosas' y estos últimos tenían celos de aquellos debido a su ostentación, a su importancia y al honor que se les rendía. De modo que allí había una carencia fundamental de la comprensión de este principio.
Una última forma en que podemos expresar esta consideración negativa es decir que la persona egocéntrica, egoísta e individualista, descuidada y vanidosa, casi siempre es simultáneamente una persona que resiente las críticas y que es impaciente con otros puntos de vista. Si yo estoy muy orgulloso de mi propia opinión, me siento profundamente insultado si alguien se atreve a cuestionarla u oponerse a ella. No importa que se oponga a la verdad, me importa el hecho de oponerse a mí. Sólo importa lo que yo creo. De manera que esta persona resiente las críticas y es impaciente con otros puntos de vista. No desea oírlos y, en realidad, se opone a ellos. Es una persona hipersensible. ¡Qué cosa más extraordinaria es este 'ego'! ¡Qué enfermedad vil es la vanidad del ego! Nótese la multitud de sus síntomas. Afecta a toda la actitud de un hombre, cada una de sus partes, sus pensamientos, su parte emocional, afectiva, sus acciones, su parte volitiva, todo ello está implicado. Mire el cuadro de esta persona: egoísta, egocéntrica, obstinada, tendiendo a dictar a los demás, hipersensibles. Y luego, ¿qué ocurre? Como siguiente paso siempre amenaza con renunciar. Siente que siempre le están dudando, que nunca le tienen confianza, no hacen lo que él dice, o no aprecian lo que él piensa. El deduce que esto es injusto y, por eso, pone su renuncia. El apóstol está escribiendo sobre la vida de la iglesia y dice: ustedes no deben ser así, ustedes van a hacer estragos de la iglesia si se comportan de esa manera, y si continuamente renuncian. Esa es entonces la forma negativa de interpretar estas palabras: 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'.
¿Pero cual es el significado positivo de estas palabras? Por supuesto, es antítesis cabal de todo lo que he venido diciendo; pero más que eso. "Sed llenos del Espíritu". Esto significa que 'los ojos de vuestro entendimiento han sido iluminados' respecto de la verdad. ¿Adonde nos lleva eso? He aquí como se manifiesta esto en la práctica. Aquí hay una solución a todos nuestros problemas, problemas personales, problemas individuales, problemas de relación en el matrimonio, el trabajo, el negocio, en la profesión, problemas en el estado con las diferentes clases y grupos, razas y todo lo demás. Qué fácil nos resultaría ilustrar esto, por ejemplo, en términos de antisemitismo. Esa no es sino una ilustración de este gran principio. Ocurre que ese es un asunto político que con frecuencia está en la atención del público; sin embargo, la gente no comprende que es el principio detrás del asunto lo que importa. Si tiene razón en cuanto al principio, no solamente resolverá ese problema, sino muchos otros también.
El modo cristiano opera de la siguiente manera. Si los ojos de nuestro entendimiento han sido realmente iluminados, la primera cosa que aprendemos es la verdad en cuanto a nosotros mismos. Eso significa comprender que todos nosotros estamos sin esperanza, todos estamos perdidos, todos condenados, todos nosotros somos pecadores—cada uno de nosotros. "No hay justo, ni aun uno". Cuando una persona comprende que eso es cierto, inmediatamente deja de jactarse de sí misma. Esa persona no se jacta acerca de su moralidad, su bondad, sus buenas obras, sus buenas acciones, su conocimiento, sus estudios ni ninguna otra cosa. Si nosotros tan solo supiéramos la verdad acerca de nosotros mismos, estos problemas de relación pronto serian solucionados. Pero sólo el evangelio puede hacer esto; ninguna otra cosa. El evangelio nos reduce al mismo nivel, a cada uno de nosotros. No hay diferencia. "Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios". 'Judíos y gentiles' todos son uno; no hay una raza elevada, no hay gente superior de ninguna manera—todos son iguales. Cualquiera sea la verdad acerca de nosotros, individualmente todos somos reducidos al mismo nivel.
Pablo lo expresa de manera espléndida al escribir a los corintios (1Cor. 4:7): "Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" ¿No es maravilloso esto? Y sin embargo, cuánto demora la gente en entenderlo. He aquí una persona jactándose de su gran cerebro, de su gran mente, de su gran habilidad, y despreciando a otros. Un momento, dice Pablo, ¿de qué te enorgulleces tanto? ¿Acaso has hecho tu propio cerebro, lo has generado, tú le has dado la existencia? "¿Qué tienes que no hayas recibido? ¿qué es lo que te hace diferente a otros?" ¿Has creado tú esa diferencia? Por supuesto que no; todo lo que tienes lo has recibido; es un don de Dios. Si tú tienes una mente brillante, está bien, pero no te jactes de ella, más bien agradécele a Dios por esto. Eso te mantendrá humilde. Algunos son orgullosos de su buen aspecto; pero, ¿acaso lo han producido ellos mismos? Algunos son orgullosos de su habilidad en algunos aspectos—en música, arte, o elocuencia —pero, ¿de dónde lo obtuvieron? En el momento en que te das cuenta de que todos éstos son dones, dejarás de jactarte, dejarás de tener un orgullo necio. Pero sólo el Espíritu puede llevar a una persona a ese punto. El mundo obra exactamente lo opuesto; el mundo clasifica en diferentes grados a los hombres. El mundo tiene sus honores, sus rutilantes premios, y el mundo considera todas estas cosas; ellas significan todo. La gente se enorgullece de ello, se infla de orgullo y de su propio éxito. "Ustedes no han de ser así", afirma Pablo, "eso es ser lleno de vino en lo cual hay disolución. Pero sed llenos del Espíritu, y si son llenos del Espíritu comprenderán que cuanto tienen les ha sido dado por Dios, y que no tienen nada de que jactarse. Cualquiera sea el caso, el Espíritu les guiará a ver lo siguiente y es que con todo lo que tienen todavía son muy pobres, todavía son muy ignorantes, todavía son muy falibles y que todavía fracasan mucho". Dice el apóstol a la gente en Corinto, "Ustedes están inflados de su conocimiento, pero, ¿qué es lo que realmente saben? no son sino recién nacidos en Cristo. Yo no pude alimentarlos con carne, sino sólo leche, porque aún son bebés, y aun así están engreídos de su conocimiento". La forma de resolver estas dificultades relaciónales es conociendo la verdad acerca de nosotros mismos. Cuando comenzamos a conocer esta verdad, vemos que no somos sino bebés y que apenas estamos comenzando. Aquel que piensa tener la cabeza llena de conocimiento, al encarar esta verdad tal como se encuentra a la luz del Espíritu, siente que no sabe nada, que no es sino un principiante, un niñito y que todavía está lleno de fracasos y fallas.
Por eso el apóstol puede seguir, y dice: "¿Quién eres tú para juzgar a otro?" En efecto, nuestro Señor ya había dicho todo esto en las siguientes palabras: "No juzguéis, para que no seáis juzgados. Con la medida con que medís os será medido". Comprendan, dice nuestro Señor, que ustedes están bajo otro. Ustedes que se sienten elevados y desprecian a otros, miren hacia Dios quien mira desde arriba, y entonces comprenderán que no son nada. Por supuesto, el problema es que tendemos a pensar en centímetros en vez de kilómetros y nuestro pequeño montículo de unos trescientos metros nos parece ser una montaña maravillosa simplemente porque tanta gente está a nivel del mar. Póngalo a la luz del monte Everest, póngalo a la luz del cielo, y entonces dejará de jactarse respecto de su pequeña colina. Esa es la forma de obrar del Espíritu. El abre nuestro entendimiento.
Pero eso no es todo. El nos ayuda a comprender que juntos somos miembros de un cuerpo. Este ha sido el tema anteriormente en esta epístola. "Sometiéndoos unos a otros"— ¿por qué? Porque todos ustedes son semejantes a las distintas partes y miembros de un cuerpo. El apóstol introdujo ese concepto al final del primer capítulo, y lo ha desarrollado en 4:11-16. Además, como ya lo he mencionado, éste es el gran tema de 1Corintios 12: "Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular" (v. 27). Si comprenden eso, también comprenderán que lo realmente importante no es que uno sea una parte, sino que es parte de un todo; es el todo lo que más importa y no la parte. Y nuevamente esa es una forma de resolver todos nuestros problemas. En otras palabras, esto lo llevará a considerar al cuerpo y al bienestar del cuerpo antes que su bienestar particular y personal. En efecto, la mitad de nuestros problemas actuales se deben a que somos demasiado individualistas en todo nuestro concepto de la salvación. Gracias a Dios que se trata de una salvación individual, cosa que hemos de subrayar siempre; pero no hemos de considerarlo desde un punto de vista individualista. Las personas siempre piensan en sí mismas y se consideran a sí mismas. Vienen a la iglesia de Dios para recibir algo para ellas mismas. Tratemos de obtener un concepto correcto de la iglesia, de esta cosa inmensa en la cual hemos sido puestos. No somos sino pequeñas partes y miembros y porciones; por lo tanto, pensemos en el todo y no en la parte. El hombre en el ejército no está luchando por sí mismo, está luchando por su país—ese es el argumento.
Tan pronto una persona comience a comprender todas estas cosas, estará dispuesta a pasar por alto sus derechos, sus derechos personales e individualistas. Es preciso que entienda este concepto de la iglesia como cuerpo de Cristo, y el gran privilegio de ser simplemente una pequeña parte o porción del mismo. Entonces ya no pensará primeramente en sus derechos, sino que en adelante estará interesado en el desarrollo y avance de todo el cuerpo, también de cada una de las otras partes—también de su vecino, del prójimo de aquél, y así sucesivamente. Juntos ellos ven esta gran unidad, la unidad vital orgánica del todo. La persona que llega a comprender esto ya no se preocupa por sus derechos como tales, ya no habla de ellos, ya no está velando por ellos y guardándolos; todo eso cesa. Además, está dispuesta a escuchar y está lista para aprender. Comprendiendo que no posee el monopolio de toda la verdad y que otras personas también tienen sus opiniones e ideas, siempre está dispuesta a escuchar y aprender. No rechaza las cosas en forma automática; en cambio, es paciente, es comprensiva y si alguien le dice, "pero, espere un minuto, yo creo que.", estará dispuesta a escuchar y a prestarle la atención adecuada. No le va a rechazar de plano, sino que dará a esa persona una oportunidad completa de exponer su posición. Luego la considerará lo mejor que pueda. En otras palabras, este hombre es la antítesis de aquél que he estado describiendo en términos negativos.
Pero podemos proseguir aun más. Afirmo que esa persona está dispuesta a sufrir, dispuesta a sufrir injusticias, si es necesario, por amor a la verdad, por amor a la causa, por amor al cuerpo total. Pablo lo ha expresado de una vez para siempre en su gran declaración en 1 Corintios 13: "El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no es indecoroso, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser". Eso es lo que el apóstol nos dice aquí que practiquemos: 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. No se envanezcan, no se jacten, no sean desconfiados. Líbrense del ego, llénense de amor, crean, alienten la esperanza, nunca desmayen, sean pacientes y practiquen la longanimidad. En efecto, puedo resumir todo esto expresándolo de la siguiente manera: la única persona que puede someterse a otros en el temor de Cristo es la persona que realmente es llena del Espíritu, porque la persona llena del Espíritu es una persona que muestra y exhibe el fruto del Espíritu. Y el fruto del Espíritu es 'amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza'. Si una persona es llena de estas características, no habrá dificultades con ella, no habrá problemas. Esa persona siempre estará dispuesta a someterse con prontitud, de buena gana, voluntariamente, siempre por el amor a otros y por el bien de la causa entera. La única persona que puede hacer esto es aquella que muestra el fruto del Espíritu, porque es llena del Espíritu.
Esto se demuestra en una infinidad de maneras. Permítanme darles solamente una ilustración, una ilustración muy práctica. En 1Corintios 14:29 el apóstol escribe: "Así mismo, los profetas hablen dos o tres, los demás juzguen. Y si algo le fuera revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. Porque podéis profetizar todos, uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas". ¡Qué ilustración más perfecta! El problema en Corinto era el siguiente: un hombre se ponía de pie y comenzaba a hablar. Estaba tan lleno de su tema, y sentía que sólo él lo dominaba y entonces proseguía en forma interminable. Pero había otra persona que tenía una verdad y quería hablar; sin embargo, el primero no le daba lugar. Ahora bien, dice el apóstol, eso está mal. "Pero", dice la primera persona, "yo estoy lleno del Espíritu, no puedo evitarlo, estoy tan empapado del asunto y no me puedo refrenar". Sí, puede, afirma Pablo, "los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas". Contrólese a sí mismo, y al ver que otro tiene algo para decir, y habiendo tenido usted su oportunidad, siéntese y deje que hable él. Y que esa persona haga por su parte lo mismo con la siguiente: "Asimismo los profetas hablen dos o tres y los demás juzguen". Esa es la forma, afirma el apóstol, de evitar estos problemas, 'sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'.
Esa es pues la exposición de lo que el apóstol está diciendo. Pero si yo dejara el asunto aquí, estaría haciendo algo que podría ser extremadamente peligroso. En efecto, yo estaría haciendo quizás lo más-peligroso que una persona puede hacer en este momento. He estado exponiendo lo que el apóstol está diciendo; pero recuerde lo que dije al principio, que esto debe ser tomado en su contexto, y que sólo es cierto visto a la luz de su contexto. Lo que quiero decir es que este es el tipo de texto que tanto abuso sufre en nuestros días. 'Sometiéndoos unos a otros, en el temor de Cristo', afirman ellos. "Es precisamente lo que deben hacer ustedes los evangélicos cerrados. Es lo que deben hacer ustedes los anglo católicos que suelen negarse diciendo: 'no, no podemos hacerlo, no podemos unirnos a la iglesia de Roma'. Ustedes que rehúsan someterse unos a otros son toda la causa de los problemas". "Miren a los comunistas", añaden, "miren a los enemigos del cristianismo: lo que se necesita en la actualidad es una gran iglesia mundial unida, incluyendo a los católicos romanos, a los ortodoxos del este, a los modernistas liberales, a los conservadores, en fin, a todos". En efecto, algunos van aun más allá y añaden: "todo aquél que cree en Dios, los mahometanos, los hindúes, los judíos, tráiganlos. Estos no son tiempos para subrayar creencias particulares". 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo' significa, conforme a ellos, que no se debe apartarse de esa manera, y que si se hace, se está negando su propia doctrina.
Esa es la forma en que actualmente se abusa de este texto. Ellos también dicen: ¿acaso no fue Cristo quien pronunció la gran oración del sumo sacerdote diciendo 'para que todos ellos sean uno'? Entonces, preguntan ellos, "¿por qué no se someten a esto?" Ellos creen que un texto como éste es el argumento conclusivo para el movimiento ecuménico, el argumento para eliminar todas las divisiones, diferencias y distinciones y tener una gran Iglesia mundial. Allí se ve la importancia de tomar una declaración como ésta en su contexto. ¿Imaginan que el apóstol Pablo en este versículo está predicando la paz a cualquier precio, y diciendo que un hombre debe conducirse liviana y abiertamente respecto de la verdad, y diciendo que un hombre debería ser flexible y dócil y dispuesto a comprometerse respecto de las doctrinas? ¿Acaso está enseñando aquí una falsa humildad? ¿Acaso está diciendo que la lealtad al cristianismo institucional precede a todas las demás cosas y que un hombre debe poner aparte sus opiniones y adaptarse a la línea general y decir lo que todo el mundo está diciendo? ¿Acaso las enseñanzas del apóstol siguen esos lineamientos? La respuesta es ésta: El apóstol que escribió este versículo ya había escrito los capítulos uno, dos y tres de esta epístola y en ellos había establecido doctrinas cristianas fundamentales, básicas y esenciales. Esta declaración se dirigió solamente a personas que están de acuerdo en cuanto a la doctrina. Aquí no está discutiendo la relación entre personas que sostienen doctrinas diferentes. El presupone que sus lectores se basan en 'el fundamento de los apóstoles y profetas' y que están 'en la unidad de la fe'. Al hereje no se le permitía permanecer en la iglesia; era expulsado y los creyentes no debían tener compañerismo con él.
Aplicar una afirmación comunista a la 'iglesia' tal como la encontramos en la actualidad, es interpretar equivocadamente la totalidad del Nuevo Testamento. Aquí Pablo está escribiendo a personas que están de acuerdo en cuanto a la doctrina, está hablando de la actitud con la cual aplican la doctrina común, la doctrina sobre la cual están de acuerdo. Si lo interpretan de otra forma, llegarán a la conclusión de que la Escritura contradice a la Escritura. La Escritura nos manda a "contender sinceramente por la fe". El apóstol agradece a los filipenses de que ellos estuvieron junto a él 'por la defensa y confirmación del evangelio'. Si aquella otra interpretación fuese acertada, ellos habrían estado equivocados al obrar de tal manera. Luego recordarán lo que leemos en el segundo capítulo de Gálatas acerca de lo que Pablo hizo a Pedro. Pedro no tenía tanta claridad en su entendimiento como Pablo respecto a comer con aquellos que no habían sido circuncidados. Pedro, el hombre que había sido tan prominente, estaba equivocado en su enseñanza a este respecto. ¿Y qué hizo el apóstol Pablo? ¿Se sometió a Pedro en el temor de Cristo, y dijo, "Bien, ¿y quién soy yo para discutir con Pedro? Después de todo, él fue uno del círculo íntimo de quienes estuvieron con Cristo. En la carne yo nunca estuve con Cristo; en ese tiempo era un blasfemo y un fariseo. ¿Quién soy yo para levantarme contra un hombre tan grande como Pedro? Debo permanecer callado, debo prestar atención en silencio y orar; y luego hemos de trabajar juntos en un espíritu de amistad y cooperación". ¡Qué cosa monstruosa! Pablo en cambio le dice: 'Yo le resistí en la cara'. Puesto que Pedro estaba equivocado, lo corrigió públicamente ya que todo el futuro de la iglesia estaba en peligro. Se ve lo importante que es tomar una declaración en su contexto y cuan extremadamente peligroso es extraer cualquier información fuera de su contexto. Es algo que puede llevar a la negación de la enseñanza del Nuevo Testamento. Permítanme darles un ejemplo final de esto, tomado de la segunda epístola de Juan, donde el asunto es expresado con mucha claridad: "Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: bienvenido. Porque el que le dice: bienvenido, participa en sus malas obras". Eso significa culpabilidad por asociación, de modo que no debemos asociarnos con él.
'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo' no significa que uno se acomoda a enseñanzas y doctrinas equivocadas, y que se guarda silencio cuando enseñan mentiras. No, porque ello sería una negación de todo el Nuevo Testamento. Además, sería negar algunas de las épocas y eran más gloriosas de la iglesia cristiana. ¿Cuáles son las cumbres en la historia de la iglesia? Una de ellas es: Átanoslo contra el mundo. Atanasio tuvo que mantenerse solo contra todo el mundo en cuanto a la doctrina de la Persona de Cristo. ¿Qué hacía Martín Lutero? Pues bien, he aquí un hombre que se levantó contra la gran iglesia papista y quince siglos de tradición. Ciertamente lo que la gente le decía era esto: "¿quién eres tú? ¿por qué no te sometes en el temor de Cristo?" 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. "¿Quién eres tú?" Sin embargo, él se mantuvo firme y dijo: "No puedo hacer otra cosa, por lo tanto que Dios me ayude". ¿Por qué? Porque el Espíritu Santo lo había iluminado. Lutero estuvo acertado, la iglesia era la equivocada.
Dios no permita que malinterpretemos un texto como éste. Esta es una afirmación que debe ser tomada en su contexto. Pablo está escribiendo a personas que están de acuerdo en cuanto a la verdad y lo que él está diciendo es lo siguiente: "Ustedes que están de acuerdo en cuanto a la verdad, háganlo de la forma correcta; no sean obstinados; escuchen pacientemente ser indulgentes en la discusión; permitan que los otros hablen, permítanles exponer sus ideas; no censuren a los demás; no condenen a un hombre por una palabra; estén dispuestos a escuchar; tengan caridad; hagan cuanto esté a su alcance; pero cuando se trate de verdades esenciales manténganse firmes; sin embargo, háganlo siempre con corrección, en el Espíritu. Háganlo así con humildad, háganlo con caridad, háganlo con entendimiento y con esperanza. No sean ofensivos ni de mal carácter; no sean obstinados; 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'.
Allí está, a mi juicio, el significado de lo que el apóstol dice en esta declaración vital e importante. Y resta todavía la última frase, 'en el temor de Cristo'. Hemos de pasar a ella, pero sobre todas las cosas estemos seguros de comprender el contexto en el cual el apóstol hace esta declaración. Hay algunas cosas fundamentales, esenciales, sobre las cuales no debe haber interrogantes ni dudas. El cristianismo tiene un mínimo irreducible; y sobre esa base hemos de ponernos firmes. Allí no nos sometemos; allí luchamos, si es necesario, hasta la muerte. Y hemos de hacerlo del modo correcto y con el espíritu correcto. Pero cuando se tratan de asuntos sobre los cuales no puede haber certeza ni conclusiones finales, es allí cuando deben recordar esta exhortación. Los miembros de la iglesia en Corinto en general estaban de acuerdo sobre los fundamentos y los asuntos vitales, los principios fundamentales del cristianismo. El apóstol no tiene necesidad de instruirlos respecto de estos principios, sino solamente recordárselos (1Cor. 15:1-4).
¿En qué sentido debía instruirlos? Sobre la forma en que hablaban unos de los otros, sobre el hecho de que algunos comían carne ofrecida a los ídolos, mientras que otros no lo hacían, y cosas por el estilo. Ellos estaban de acuerdo en cuanto al camino de la salvación, en cuanto a la deidad de Cristo y en cuanto a la expiación. Sobre eso todos estaban de acuerdo, de otra manera no habrían estado en la iglesia. Pero uno puede estar de acuerdo respecto de esas verdades y aún dividir a la iglesia y ser culpable de divisiones respecto de otros asuntos. Y es precisamente aquí donde debemos aprender a someternos unos a otros en el temor de Cristo. Si uno carece de opiniones no es un cristiano; pero si es un obstinado, es un mal cristiano. Dios nos conceda la habilidad de trazar la distinción. No se nos dice que no tengamos opiniones, o que las vendamos por poco. Se nos dice que las tengamos y que las mantengamos, pero que no seamos obstinados. Hemos de mantenerlas como 'llenos del Espíritu', manifestando amor, gozo, paz, longanimidad, bondad, mansedumbre, fe y templanza, estos gloriosos frutos del Espíritu Santo. 'No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución', no se jacten, no sean altisonantes, no sean violentos. 'Sed llenos del Espíritu'; sostengan y prediquen y enseñen la verdad en amor, y entonces las relaciones personales serán dulces, amables, llenas de amor y el nombre de Dios será glorificado a través del mundo.

***

EL ESPÍRITU DE CRISTO
Efesios 5:21

El apóstol Pablo en este gran precepto que ha de controlar la totalidad de nuestra vida cristiana, no se detiene con decir 'sometiéndoos unos a otros'. Puso este otro agregado al cual ahora llamo su atención: 'en el temor de Cristo'.
Acá se nos dice exactamente cómo y por qué hemos de someternos los unos a los otros. En otras palabras, esta última frase del apóstol nos provee de los motivos para someternos unos a otros. Podemos dividirlo de la siguiente manera. Observemos primero por qué hemos de someternos unos a otros, la razón para hacerlo. Esto es: 'en el temor de Cristo'. Ahora bien, esto no es simplemente un agregado casual ni una simple frase para redondear el precepto. Esto no es algo que Pablo haya escrito sin haberlo pensado antes, casi accidentalmente, como nosotros somos culpables de hacerlo a veces. Aquellos que quisieran hacernos conocer su espiritualidad, con frecuencia intercalan en su conversación ciertos clisés y frases usadas. Prácticamente terminan cada una de sus oraciones diciendo: 'Gloria a Dios'. No es esa la forma en la cual el apóstol agregó esta frase, 'en el temor de Cristo'; el apóstol no lo hizo liviana y superficialmente como sin pensarlo.
Obviamente lo hizo porque es una parte esencial de su enseñanza. Me es muy fácil probarlo. Aquí el apóstol está estableciendo su principio general, es decir, que hemos de vivir una vida caracterizada por el hecho de someternos unos a otros. Luego aplica este principio a tres ejemplos particulares, esposas y esposos, hijos y padres, siervos y amos. Pero lo que resulta tan interesante observar es que en cada uno de los tres ejemplos, así como en la declaración general del principio, él es muy cuidadoso en hacer este agregado.
Primero lo vemos en el principio general, 'sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. Luego en su primera aplicación en el versículo 22: 'las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor'. El apóstol no se limita a decir 'las casadas estén sujetas a sus propios maridos', sino que agrega 'como al Señor'. Luego en la segunda aplicación, en el caso de los hijos, 'hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres' (Ef. 6:1). ¡Siempre el mismo agregado! No se limita a decir simplemente, 'hijos, obedeced a vuestros padres, porque esto es justo', sino que dice, 'obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo'. Y luego, en la tercera aplicación referida a los siervos y sus amos tenemos lo mismo en el 6:5ss.: "siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; no sirviendo al ojo como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres, sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas".
Todo el pasaje demuestra que éste es claramente un principio fundamental. Entonces no tiene sentido para nosotros seguir considerando las obligaciones de las esposas hacia sus maridos, o de los hijos hacia sus padres, o de los siervos hacia sus amos, a menos que tengamos un concepto claro de este principio preponderante referido a la forma en que hacemos estas cosas y al motivo por el cual hemos de hacerlas.
¿Entonces, qué significa exactamente esto? Podemos expresarlo primero en forma general. Este es el motivo que ha de gobernar la totalidad de la vida cristiana. Todo lo que hace el cristiano debe ser hecho 'en el temor de Cristo'. El apóstol subraya esto, repitiéndolo en cada uno de los ejemplos individuales. Aquí hay algo que obra para nuestro propio perjuicio si lo pasamos por alto; todo debe ser hecho 'en el temor de Cristo'.
Permítanme poner este asunto primero en términos negativos. Hemos de someternos unos a otros y hacer todas las cosas que de ello resultan, no por qué en sí esté bien hacerlo y porque el omitirlo sería malo. Hay personas en el mundo que hacen esto porque piensan que es correcto hacerlo así. Pero ese no es el motivo por el cual el cristiano se comporta de esta manera. El hecho que distingue a un cristiano, separándolo del hombre que no lo es, no es el sólo hecho de creer en el Señor Jesucristo para salvación, confiando en él y en su obra expiatoria, sino que además la vida del cristiano es gobernada totalmente por esta persona. Jesucristo es el Señor y el cristiano cree en el Señor Jesucristo. No pueden creer en él como Salvador sin creer en él como Señor. Si alientan alguna fe en él, deben creer en el Cristo total; en consecuencia, él se convierte en el Señor de su vida. El cristiano no se limita a hacer cosas porque sean buenas y correctas y porque esté mal hacer ciertas otras cosas; lo que distingue al cristiano es que todo lo hace 'como al Señor', 'en el temor de Cristo', porque Cristo es su Señor.
Esto revoluciona todos nuestros pensamientos. Por eso permítanme expresarlo de otra forma negativa. 'Sometiéndoos los unos a los otros'.
"Aquí," dirá alguien, "hay un principio con el cual estoy totalmente de acuerdo. Su conversación sobre la sangre de Cristo, la expiación y lo demás no me sirve de mucho; pero cuando dice que debemos someternos los unos a los otros, estoy de acuerdo. Esa es la base de un estado igualitario; es la eliminación de todas las clases, divisiones y distinciones, de manera que todos seamos uno y que todos los hombres sean iguales." 'Sometiéndoos los unos a los otros'.
Pero eso no es lo que dice el apóstol. No hemos de someternos los unos a los otros por alguna enseñanza política o social que sostengamos. Hay personas que sostienen esa enseñanza, esa filosofía igualitaria, según la cual todos deben ser reducidos a un mismo nivel común. Sin consideración de lo que son ni de quienes son, todos han de ser reducidos a ese nivel. Eso no es de ninguna manera lo que dice el apóstol. 'Sometiéndoos los unos a los otros.' ¿Por qué? No porque ello sea su teoría política o social, sino 'en el temor de Cristo', algo totalmente diferente.
Al hablar de esta manera no estoy expresando mi opinión sobre las teorías políticas, sociales y filosóficas. Lo único que me preocupa subrayar es que el motivo cristiano para hacer estas cosas es totalmente distinto al que se aplica en el caso de personas no cristianas. Además, confundir la enseñanza cristiana con una teoría política, con el socialismo o lo que sea, o reducir la enseñanza cristiana a ese nivel, sería hacer una parodia del evangelio. No estoy preocupado, repito, por la política, sino por demostrar que en todos los casos la posición cristiana es ésta: 'en el temor de Cristo'. Si bien por decretos del parlamento pueden reducir a todas las personas a un denominador común, no por ello las hacen cristianas. Si no es por el motivo que aquí menciona el apóstol, carece de todo valor espiritual.
O bien, otro ejemplo negativo. No hemos de someternos los unos a los otros simplemente porque está de moda en ciertos círculos y bajo ciertas condiciones. Hay convenciones sociales que nos invitan a hacerlo así; se aparta amablemente y da lugar a otros—sometiéndoos los unos a los otros. Pero eso no es lo que el apóstol está diciendo. El apóstol no dice que tenga que vestirse con una especie de uniforme social, o de imitar las costumbres de cierta clase o grupo de manera que dé la impresión de estarse sometiendo a otros cuando en realidad, todo el tiempo en su corazón está haciendo exactamente lo opuesto. El problema con esa sumisión aparente es que en realidad es una señal de superioridad, y que está orgulloso de su posición y de sus modales sociales. ¡Pero esto no se trata de 'buenos modales'! El mundo es de apariencia muy maravillosa. Observa y ve a una persona tomando un paso para atrás y saludando y dando lugar a otro. Sin embargo, la pregunta de fondo es: ¿Qué ocurre en su corazón? ¿Por qué lo hace? ¿Lo está haciendo 'en el temor de Cristo'? El apóstol no está pensando en las reglas sociales, porque estos siempre son superficiales y generalmente irreales. El cristiano, en cambio, es movido por un motivo hondo y profundo, es decir, el 'temor de Cristo'. Esto es lo que lo gobierna, esto es lo que siempre dirige su vida.
Pero permítanme proseguir con otro punto negativo. Me pregunto si esto le causará un susto. No hemos de someternos los unos a los otros, las esposas y sus maridos, los hijos y sus padres, y los siervos y sus amos, por el motivo de guardar la ley. Ni siquiera por el motivo de guardar la ley de Dios. Ese no es el motivo principal del cristiano. El motivo del cristiano siempre es, 'en el temor de Cristo'. Por supuesto, algunas de las cosas que el cristiano debe hacer ya han sido establecidas en la ley. En el caso de los hijos, por ejemplo: "hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa". El mandamiento ya lo había establecido y el cristiano ha de hacer lo que indica el mandamiento. Es cierto, pero el cristiano tiene otra razón, una razón nueva para hacerlo así. Se esperaba que el judío guarde el mandamiento, pero el cristiano ha de hacerlo 'en el Señor', 'en el temor de Cristo'. La preocupación del cristiano no se limita a guardar la ley, sino que él tiene un motivo superior y es éste: 'en el temor de Cristo'.
Ahora bien, esta es siempre la marca distintiva del cristiano. El cristiano ya no se considera a sí mismo en términos de la ley, en cambio se considera a sí mismo en esta relación—'no como viviendo sin ley, sino como viviendo bajo la ley de Cristo', 'en el temor de Cristo', en términos de esta relación personal con su Señor y Salvador. Por eso el apóstol sigue repitiendo esto a fin de grabarlo en nuestro corazón; y por supuesto es necesario que lo repita por esta razón, que sólo en la medida en que somos gobernados por este motivo seremos capaces de hacer todo esto. Una persona que es llena del Espíritu es una persona que siempre recuerda al Señor Jesucristo. El Espíritu señala hacia él, el Espíritu le glorifica a él, el Espíritu siempre le conduce hacia él. Por eso la persona llena del Espíritu Santo estará mirando siempre hacia él. Este es el gran motivo que gobierna su vida: 'en el temor de Cristo'. Teniendo esto como centro de todos sus pensamientos, el cristiano está capacitado para hacer las distintas cosas mencionadas.
Para resumirlo, lo digo de la siguiente manera. La diferencia entre el cristiano y la persona no cristiana es ésta: el cristiano siempre sabe por qué hace lo que hace, siempre sabe qué es lo que está haciendo. Como ya se nos ha recordado, el cristiano 'no es insensato sino entendido de cual sea la voluntad del Señor'. Eso se encuentra en el versículo 17, y en ello consiste la diferencia. La otra persona no sabe por qué hace las cosas, solo se conforma a ciertos patrones, imita a otros, observa lo que ellos hacen y entonces hace lo mismo. Ignora el por qué, no tiene una verdadera filosofía de la cosa, se limita a hacerlo, vive adaptándose a lo que hacen los demás. Pero el cristiano, en cambio, piensa y razona; tiene entendimiento y sabe exactamente lo que está haciendo; y su motivo siempre es éste, 'en el temor de Cristo'.
¿En qué resulta todo esto? ¿Cuáles son las razones y motivos particulares del cristiano? Obviamente, el primero es este: el cristiano se somete a otros y hace estas otras cosas porque ellas son algo que ha sido enseñado nítida y claramente por el mismo Señor Jesucristo. Sería fácil citar muchos pasajes de los Evangelios que aclaran esto. Hay uno en el capítulo 20 del Evangelio de Mateo que ilustra e ilumina todo este tema. Miremos la declaración comenzando en el versículo 20: "Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús respondiendo dijo: no sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el vaso que yo he de beber. ..?" Luego el relato de Mateo sigue diciendo: "Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos". ¿Pero por qué? Porque ellos mismos querían estar en esa posición suprema. Estaban indignados con los dos hermanos porque ellos se presentaron primero. Todos nosotros tenemos un concepto tan claro de las deficiencias en los otros; de modo entonces que los diez se llenaron de indignación. "Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos". Allí el Señor les dio una enseñanza explícita sobre este mismo asunto. Para el cristiano no hay motivo de dudas o vacilaciones; éste es uno de los mandamientos y de las enseñanzas más claras jamás impartidas por nuestro Señor.
Luego está allí aquella otra extraordinaria ilustración del mismo tema en Juan 13:12. Aquí nuestro Señor está en vísperas de su muerte. Se nos dice que "como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin". Y luego tuvo lugar este notable acontecimiento: "Así que después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo..." Recuerdan los acontecimientos que precedieron a esto, ¿no es cierto? "Sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios y a Dios iba, se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido". Los discípulos no supieron entender esto y Pedro se opuso de tal manera que el Señor tuvo que amonestarlo y enseñarle. "Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Sabéis lo que os he hecho?" ¿Entienden ustedes lo que he estado haciendo? ¿Logran ver ustedes su significado? ¿Logran ver el sentido de esto? "Vosotros me llamáis, Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplos os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo: el siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis". Jamás hubo una enseñanza más clara que ésta. No hay necesidad de discutirla, no hay motivos para tener dificultades o dudas o imprecisiones con respecto a esta enseñanza. Nuestro Señor, mediante aquel acto del libamiento de los pies de los discípulos lo puso ante nosotros de una vez y para siempre. El hizo algo de manera que la imagen de ello estuviera siempre ante nosotros.
Ese es el motivo por el cual nos sometemos los unos a los otros—porque él nos ha enseñado a hacerlo así. Nuevamente, óiganle decir: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". De esa manera van a saberlo. En efecto, nuestro Señor vuelve a decirlo en la gran oración del sumo sacerdote, donde ora que todos sean uno, como él y el Padre son uno; que todos los hombres sepan que ellos son sus discípulos, y que el Padre los ha enviado al mundo. Entonces, nuestro primar gran motivo para prestar cuidadosa atención a esto es que el Señor hizo un énfasis especial para enseñarnos. Aquí está él, el Señor de la gloria; sin embargo, se ha humillado. Señor y Maestro, ¡eso es cierto! Sin embargo, él no es semejante a los príncipes del mundo. El pertenece a otra categoría. Aquí debemos despojarnos de todos los pensamientos humanos. Es el Hijo de Dios que ha descendido para ser nuestro ministro. "El Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos".
El segundo motivo para hacer estas cosas, o la segunda explicación por la cual las hacemos, es para demostrar nuestra gratitud hacia Dios. Si realmente creemos lo que decimos creer, nuestro mayor deseo en la vida como cristianos, es mostrarle a él nuestra gratitud. ¿Creemos realmente que él es el Hijo de Dios, y que descendió del cielo a la tierra a fin de salvarnos; que nos salva, no sólo por medio de su vida perfecta, sino especialmente por ir voluntariamente a la cruz cargando sobre sí mismo nuestros pecados, y llevando nuestros pecados y su correspondiente castigo; que entregó su vida, que murió para que nosotros pudiésemos ser perdonados, para que pudiésemos ser reconciliados con Dios? El argumento es que si realmente lo creemos, nuestro mayor deseo será agradarle y mostrarle nuestra gratitud. El lo ha hecho por nosotros. ¿Y qué desea él de nosotros? El nos pide guardar sus mandamientos para que su nombre pueda ser magnificado y glorificado entre la gente.
Nuevamente descubrimos que en la gran oración del sumo sacerdote, él lo expresó de esta manera. Orando al Padre él dice: 'yo te he glorificado en la tierra'. Luego agrega, 'he sido glorificado en ellos'. Este es el elemento que debería gobernar toda nuestra vida, que el Señor Jesucristo sea glorificado en nosotros y a través de nosotros. Este no es un asunto de discutir, no es un asunto de si nos gusta o no; él lo ha dicho y es obviamente cierto. Los hombres y mujeres del mundo juzgan al Señor Jesucristo y forman un concepto acerca de él por lo que ven en nosotros. Si ellos, al mirarnos, ven una conducta y un comportamiento idéntico a los del mundo donde cada uno lucha por superioridad, donde cada persona trata de mostrarse a sí misma y de llamar la atención de los demás, ellos dirán: "éste es el mundo y esto es lo que el mundo hace". El mundo no vive en armonía; siempre hay choques; el mundo está lleno de personas individualistas que constantemente tratan de destacarse a fin de llamar la atención de otros a sí mismas. Esa es la forma en que el mundo vive y hace las cosas; de modo que si ellos ven lo mismo en nosotros, ¿cómo van a creer y adorar al Señor Jesucristo? Cristo no sólo afirma haber muerto por nosotros, sino que nos da nueva vida, nos crea de nuevo, nos regenera, nos hace esencialmente diferentes, nos llena con el Espíritu que mora también en él. 'He sido glorificado en ellos'. De modo que el cristiano es una persona que constantemente recuerda esto. El cristiano no pregunta, ¿Qué es lo que yo deseo hacer, que quisiera hacer, que es lo que me agrada a mí?' El cristiano se ha perdido en su amor por Cristo, en gratitud hacia él. Su deseo es demostrar su gratitud; tiene un celo por el nombre del Señor; anhela que otros crean en él. Sabe que la forma de hacerlo consiste principalmente en vivir en la manera que el apóstol bosqueja aquí. No tiene sentido hablar a la gente de cosas que en la práctica se niegan; mi predicación es vana si con mi vida niego el mensaje. La gente nos mira y observa lo que somos y lo que hacemos. Por eso Pablo dice, 'Sometiéndoos unos a otros en el amor de Cristo'. Este debe ser el motivo que gobierne y cautive nuestra vida.
Permítanme desarrollar este tema un paso más. Nuestro deseo es agradarle a él y mostrarle nuestro amor. Pero Pablo utiliza la palabra 'temor'. 'En el temor de Cristo'. Entre otras cosas esto significa el temor de desilusionarlo, el temor de entristecerlo. La epístola a los hebreos afirma que Cristo dice: "He aquí, yo y los hijos que Dios me dio" (2:13). Somos posesión suya, somos pueblo suyo. Su nombre está sobre nosotros, somos sus representantes, somos el pueblo que él ha 'comprado' y la relación entre nosotros es una relación de amor. De manera que el cristiano es una persona que es gobernada por esta clase de pensamiento. El nos observa desde arriba; su reputación, por así decirlo, está en nuestras manos. 'He sido glorificado en ellos'. El dice, 'yo soy la luz del mundo' pero también dice, 'vosotros sois la luz del mundo'. El mundo no le ve a él, sino nos ve a nosotros y nosotros somos la luz, la única luz que tiene. El cristiano es una persona que vive y se conduce y hace todo lo que hace a la luz de esta realidad. "¿Lo desilusionamos?" Esa es la forma de pensar del amor, ¿no es cierto? Ese es el tipo de temor que penetra el reino del amor. Se trata de algo totalmente superior a la ley. Este es el temor de herir o de entristecer o de desilusionar a alguien que te ama, y que tiene fe en ti y que confía en ti y que se complace en ti y que ha hecho tanto por ti. Esto es lo maravilloso del amor.
Por este motivo el amor es el poder más grande y la fuerza motriz más poderosa en todo el mundo. Por causa del amor, una persona está capacitada a hacer cosas que no podría hacer por su propia voluntad o por ninguna otra cosa. El amor es el motivo más excelente y mayor; y, en parte, opera de esa forma. ¿Acaso hay alguna cosa más terrible que darnos cuenta que estamos desilusionando a Aquel que nos ha amado al extremo de darse a sí mismo por nosotros? ¿Habría algo más terrible que entristecerlo o ser indignos de él? Los padres tienen esta clase de sentimientos acerca de sus hijos, y los hijos deberían tenerlos acerca de sus padres. Esa es la forma en que vive el cristiano. No se trata, repito, de ponerse un uniforme, ni es algo basado en una teoría política o social. Se trata de su amor por nosotros y de nuestra relación con él y de nuestro temor y de nuestra renuencia a entristecerlo o desilusionarlo.
Sin embargo, debe desarrollarse esto aun un paso más. Hay una clase de temor que debería gobernar todo cuanto somos y hacemos, que debería gobernarnos en lo que se refiere a nuestra manera de vivir y a nuestra santificación, y en todo nuestro servicio. Esto es algo que frecuentemente se menciona en el Nuevo Testamento. Me pregunto en qué medida somos influenciados por este temor particular, al cual voy a llamar su atención ahora. El apóstol lo expresa en 1 Corintios 3:9-17: "Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire como sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno, cual sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien el mismo será salvo, aunque así como por fuego. ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es". Ahora bien, aquí estamos considerando un tipo de temor diferente, 'el día lo declarará'.
Consideremos algunos otros ejemplos de esto antes de trazar la doctrina de ello. Tomemos lo que Pablo dice al final del capítulo, 1Corintios 9:24-27. "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno sólo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esa manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado". Luego en 2 Corintios 5:9: "Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradable. Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos; y espero que también lo sea a vuestras conciencias". 'Conociendo el temor del Señor persuadimos a los hombres'. 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. 'El temor del Señor'. Prosiga a 2 Corintios 7:1: "Puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios". Y nuevamente, en Gálatas 6:lss.: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga''. Luego tenemos aquella gran declaración en Filipenses 2:12: "Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor". Esa es la forma en que han de ocuparse de su salvación, ese es el motivo por el cual deben someterse unos a otros en el temor de Cristo. 'Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor'. Luego, escribiendo a Timoteo, Pablo dice exactamente lo mismo en 2 Timoteo 2:19: hay personas, afirma el apóstol, que están diciendo y haciendo cosas equivocadas—"Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo". Pero en muchas formas el ejemplo supremo de todo esto se encuentra al final del capítulo en Hebreos 12:28, 29: "Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor".
Por supuesto, todo esto nada tiene que ver con nuestra justificación; nada tiene que ver esto con que recibamos la salvación. Se trata de algo diferente; este temor está referido al tema de la recompensa. Considere la declaración del apóstol en la primera cita tomada de 1 Corintios 3. Allí dice: "La obra de cada uno será probada y si alguien ha sobreedificado con madera, heno, hojarasca, su obra será quemada". Nada quedará de ella, "El sufrirá pérdida, si bien el mismo será salvo, aunque así como por fuego". Este es un gran misterio. No pretendo entenderlo; nadie lo entiende. Pero la enseñanza parece ser clara, y se aplica a todos los otros pasajes. Ninguno de aquellos pasajes trata de la salvación de una persona, sino que de la recompensa que esa persona va a recibir. Es posible que una persona sea salvada, 'Aunque sea como por fuego'. Es posible que llegue a la eternidad con absolutamente nada, nada que haya hecho y que tenga valor—¡absolutamente nada! Se ha perdido todo, todo ha sido destruido por el fuego del juicio. El mismo se ha salvado, 'Aunque así como por fuego'. Y exactamente lo mismo ocurre en todos estos otros pasajes. Esto no significa que una persona pueda caer de la gracia; pero sí significa esto, que una persona salvada puede llegar a conocer 'el terror del Señor'. "Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o malo" (2Co. 5:10).
Por eso dice el apóstol, "Someteos unos a otros en el temor de Cristo". Pueblo cristiano, vamos a presentarnos a él y mirarle a los ojos, cara a cara. ¿Pueden imaginar lo que sentiremos en ese momento? "¡Ah sí, yo creí que tú moriste por mí, yo creí que derramaste tu sangre; y me aproveché de ello, hice lo que quería, no obedecí tus mandamientos, no hice lo que me dijiste que hiciera, no perfeccioné la santidad en el temor de Dios. No me sometí a otros, traté de hacerme el grande, seguí siendo en tan gran medida el hombre natural!"
¿Se imaginan lo que será mirarle a los ojos? Yo les puedo dar una idea de ello. En los Evangelios se nos cuenta que nuestro Señor había advertido al apóstol Pedro que él lo negaría tres veces antes de cantar el gallo y cómo Pedro había protestado. Luego llegó el momento durante el juicio de nuestro Señor cuando una sierva se acercó para desafiar a Pedro y éste, ansioso en su cobardía por salvar su pellejo, negó a su Señor. ¿Pero recuerdan lo que se nos dice después? "Entonces vuelto el Señor, miró a Pedro... y Pedro saliendo fuera lloró amargamente". El Señor no le dijo una sola palabra, solamente lo miró. Lo miró con una mirada de desilusión, una mirada de tristura, porque Pedro le había fallado; en su mirada no había amonestación. Pedro no pudo soportarlo. Pedro habría preferido palabras, habría preferido una paliza, habría preferido ser arrojado a la cárcel. Pero fue la mirada que lo quebrantó, y por poco lo mata. "El Señor miró a Pedro". A esto añadan el elemento de juicio y allí está—'conociendo el terror del Señor'. 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. 'Las casadas y sus maridos', no hay motivo de discusión; 'hijos y padres', no hay argumentos o discusiones; 'siervos y amos'; él nos ha dicho lo que es su voluntad, y nos ha dado un ejemplo. Ya no tenemos excusas. Por eso sometámonos unos a otros en el temor de Cristo. Ese es el único motivo y es un motivo suficiente.
Pero gracias a Dios él nos da su aliento, él nos da un incentivo. Contamos con este glorioso aliento. ¿En qué consiste? Se trata de su propio ejemplo. Pablo ya lo ha utilizado al comienzo de este quinto capítulo. "Sed, pues imitadores de Dios como hijos amados. Y, andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante". Luego tomen esa declaración gloriosa que se encuentra en Filipenses 2 "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". ¿Es difícil someterse a otros en la forma en que lo hemos indicado? ¿Es difícil controlarnos a nosotros mismos, sumergirnos, librarnos de ese antagonismo, etcétera?— ¿es difícil? Pues bien, si lo encuentra difícil como cristiano, aquí tienen la respuesta: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los nombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
Si esto no le capacita a someterse, entonces, nada lo hará. 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo', "Para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanado" (1P. 2:21-24). 'Sometiéndoos unos a otros en el temor de Cristo'. Hemos de vivir esta vida, no porque esté de moda, no porque sea un 'uniforme' que nos vestimos ya que hemos sido salvados y convertidos, no porque otros lo estén haciendo; en efecto, no por ninguna otra razón, sino solamente por esta y única razón: 'en el temor de Cristo'. Y gracias sean dadas a Dios que esto no sólo es suficiente, es más que suficiente. "Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús".

***

www.iglesiareformada.com
Biblioteca