EL TRABAJO
por Martyn Lloyd Jones
Efesios 6:5-9

Parte 1
Parte 2
ESCLAVOS DE CRISTO
Efesios 6:5-9

Llegamos a la conclusión de que el cristiano debe ajustarse a las circunstancias y condiciones que lo rodean. El hecho de haberse convertido en cristiano no implica que automáticamente vaya a desligarse o intentar de desligarse de todas ellas. También hemos visto que tiene derecho a unirse a otros para intentar mejorar o cambiar las condiciones de vida. El cristiano lo hace dentro de los límites de la ley; tiene todo derecho de hacerlo. Pero el principio mayor es que la tarea y el propósito del cristiano consisten en descubrir cómo ajustarse, con el nuevo discernimiento que ahora le asiste, a las circunstancias que lo rodean.
De todo esto podemos deducir algunas conclusiones. No implica pecado que un cristiano esté relacionado al sistema que lo rodea. Quizá prefiera personalmente evitar tal relación. Por ejemplo, imagínese un cristiano implicado en una situación de esclavitud, tal como la que existía cuando el apóstol escribía. Como cristianos se les requeriría hacer muchas cosas que hubieran preferido no hacer, cosas que tal vez consideraban decididamente equivocadas; sin embargo, me parece que, según esta enseñanza, debían cumplir con esas obligaciones. Debían ser obedientes porque era parte del sistema al que pertenecen. El esclavo no debía tratar de quedar libre o tratar de negociar su libertad. No, debía ajustarse y ser obediente. Este es un principio muy importante. Permítanme aplicarlo a las condiciones actuales.
Hay muchos cristianos relacionados a comercios o industrias que deben trabajar los domingos. Con frecuencia están muy confusos al respecto y se preguntan: "¿Estoy pecando al trabajar los domingos?" A modo de respuesta suelo preguntarle a la persona afectada: "Si usted fuese totalmente libre, si tuviese absoluta libertad de decisión, ¿escogería trabajar los domingos? Usted me dice que le pagan el doble por trabajar el domingo. Muy bien, mi pregunta es esta: Si usted fuera absolutamente libre, ¿renunciaría a ese doble pago por asistir al culto público en la casa de Dios?" Entonces, si tal persona puede decirme con toda honestidad que esa sería su elección, es decir, estar en la casa de Dios, yo le respondo que no peca si, por causa del sistema en que vive, debe trabajar los domingos. Si se rehúsa a trabajar los domingos, pierde su puesto, su trabajo; y no es eso lo que se pide del cristiano. La persona está atrapada en un sistema en que tal vez no cree, tal como ocurría con los esclavos; sin embargo, el mandamiento dice que sea obediente dentro del sistema aun cuando a veces implique hacer cosas que de otra manera no haría.
Permítanme darles otra ilustración. Hace poco se hablaba de la posibilidad de una huelga médica. Muchos médicos cristianos estaban preocupados por esto y preguntaban: "¿Podemos como cristianos unirnos a la huelga?" Mi respuesta era, "por supuesto; usted no está en ninguna situación excepcional". El mismo tema se presenta a cualquier cristiano en cualquier ocupación. ¿Debe tomar parte un cristiano cuando se propone realizar una huelga? Nuevamente creo que la respuesta es totalmente clara. Cualquiera sea su propia opinión, él es parte de un sistema. Actualmente la industria está organizada de tal manera que un obrero no tenga trato personal con sus jefes; él es uno en el grupo, y sus jefes posiblemente también pertenezcan a un grupo. El elemento personal está desapareciendo; por cierto, en gran parte ya ha desaparecido. El obrero es parte de un sistema; normalmente tiene que pertenecer a un sindicato para obtener un puesto. De modo que el cristiano no tiene opción aquí; está obligado a ajustarse al sistema. Y si la mayoría de aquellos con quienes trabaja se declaran en huelga, él se les une sin importar cuales sean sus conceptos personales. De lo contrario su vida se tornará imposible y al fin de cuentas desacredita al evangelio porque en los ojos de los otros su comportamiento es ridículo. Cada cristiano debe pensar por sí mismo y decidir por sí mismo. Obviamente el principio general es que el cristiano tiene que ser parte del sistema al que pertenece. Con la ayuda de otros podrá hacer lo mejor que está a su alcance para cambiar o mejorar el sistema; pero no debe actuar como rebelde; como individuo y por el hecho de ser cristiano no debe ir directamente contra el sistema.
En segundo lugar y me apresuro a añadirlo, porque condiciona todo lo que he estado diciendo, es que existe un caso cuando el cristiano debe asumir una posición absoluta. Es cuando se le requiere hacer algo, o cuando está implicado en una situación que afecta su relación personal con Dios y el Señor Jesucristo. En ese caso debe asumir una posición inmovible cualesquiera sean las circunstancias. Si es conducido a una situación en que de alguna manera tiene que negar a su Señor, el cristiano debe rehusarse. Debe ser cuidadoso, porque está bajo el gobierno de estos dos principios. No debe ser de una escrupulosidad enfermiza y sin embargo, siempre debe saber donde trazar la línea de separación. Cuando el problema llega a afectar su relación personal con Dios, cuando afecta al tema de la salvación en su totalidad, entonces habrá llegado el momento de asumir una posición. Aquellos primeros cristianos siguieron sirviendo como esclavos; sin embargo no dirían 'César es el Señor'. Preferían morir antes de decirlo. El primer capítulo del libro de Daniel contiene una buena ilustración de esto. Daniel creía que en determinado punto debía tomar una posición. Lo hizo en forma muy razonable y logró la victoria de su argumento. Pero cada uno debe juzgar por sí mismo cada circunstancia particular. Nunca debe hacer algo que implique una negación de su Señor o que de alguna forma interfiera con el tema de la salvación.
Este es el aspecto general del asunto. El mismo nos capacita ahora a considerar aspectos más prácticos del comportamiento que afecta a siervos (esclavos) y amos. Al hacerlo nos mantenemos fieles a las enseñanzas del apóstol. Los esclavos deben seguir siendo esclavos, ¿pero cómo? ¿Cómo deben conducirse? Como cristianos ahora ¿cómo reconciliar su nuevo punto de vista con la situación en que se encuentran actualmente? Aparentemente la respuesta se divide por sí misma en dos partes. Primero ¿cómo hemos de servir? Y nuevamente el apóstol divide esto en dos secciones. Estoy presentando sus divisiones, no son mías. El apóstol se toma gran trabajo en esto y lo hace entrando en detalles. Primero establece el elemento negativo. Los siervos deben ser obedientes a sus amos, 'no sirviendo al ojo'. Ese es el elemento negativo al comienzo del versículo 6.
¿Cómo debemos entender esto de 'no sirviendo al ojo'? Se trata de algo familiar para todos nosotros. Significa que los siervos deben obedecer a sus amos, pero sin estar mirando constantemente a sus amos, sin mirar a los amos más que al trabajo particular que están realizando. En otras palabras, no deben limitarse a hacer el mínimo imprescindible; lo suficiente para evitarse problemas. Existe un tipo de siervo que en cualquiera cosa que esté haciendo, siempre tiene sus ojos puestos en su amo para ver si se acerca o si está mirando. Si nadie está mirando deja de trabajar o se limita a cumplir el mínimo necesario; pero estando presente el amo, trabaja intensamente dando la impresión de ser un siervo muy fiel. Eso es 'servir al ojo'. El apóstol afirma que el cristiano nunca debe seguir tal comportamiento. Nunca debe limitarse a hacer el mínimo imprescindible para recibir su salario o cualquier otra clase de recompensa. El apóstol está condenando la actitud de aquel que sólo está preocupado por evitarse problemas y por mantener las cosas en marcha; la actitud de aquel que ni siquiera está interesado en hacer el mínimo necesario, la actitud de aquel que solamente trabaja cuando lo miran. 'Servir al ojo', dice el apóstol es totalmente incompatible con una verdadera actitud cristiana.
¿Cómo debemos ser entonces? Debemos ser el opuesto exacto del tipo de persona que 'sirve al ojo'. Fíjese en el método del apóstol. Nunca se limita a los aspectos positivos. En la actualidad muchas personas necias rechazan las cosas negativas. Sin embargo, el estado del mundo actual está como está porque la gente no repara en las cosas negativas. Saber lo que no debemos hacer es tan importante como saber lo que sí debemos hacer. ¿Cómo hemos de servir entonces? 'Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor'. Nótense que en otras partes el apóstol utiliza una expresión idéntica, por ejemplo en 1 Corintios 2:3, donde dice a los corintios: "Estuve con vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor". Luego volvemos a encontrarla en 2 Corintios 7:15, donde, refiriéndose a una visita de Tito a los corintios, dice lo siguiente: "Y su cariño para con vosotros es más abundante, cuando se acuerda de la obediencia de todos vosotros, de cómo lo recibisteis con temor y temblor''. Luego volvemos a encontrarlo en el famoso pasaje de Filipenses 2:12: "Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente". Aquí volvemos a encontrar la misma idea. "Siempre habéis obedecido", dice el apóstol, "no sólo estando yo con ustedes", lo que significa que su obediencia no es un "servicio al ojo", o una forma de agradar a los hombres. "Yo sé", prosigue el apóstol, "que, estando con ustedes, o no, ustedes seguirán la misma línea de conducta. Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupados de vuestra salvación con temor y temblor".
Los otros pasajes citados nos ayudan a interpretar lo que el apóstol quiere decir aquí. No significa que el apóstol esté exhortando a estos esclavos a vivir en un constante estado de temor y temblor ante sus amos; ni que cultiven un terror oculto y enfermizo, el terror del pobre esclavo ante el látigo de su amo, ante el latigazo cruel. No significa que deben vivir temblando siempre por lo que les pudiera ocurrir. Seria una interpretación inconcebible e imposible, tanto de este texto como de otros.
Para describir su significado tenemos que dirigir nuestra atención al propio apóstol cuando fue a predicar a Corinto. El mismo dice que fue 'en debilidad, con mucho temor y temblor'. ¿Cuál era la causa de su temor, qué le hacía temblar? Es obvio que no se trata de temor ante los corintios. El apóstol no temía a persona alguna. No temía a los epicúreos ni a los estoicos en Atenas, ni a reyes como Heredes, ni a gobernadores romanos como Félix y Festus. No tenía motivos para temer a nadie. Pablo no solamente era el intelectual que se ponía a nivel de todo aquel que lo escuchaba, en realidad era intelectualmente superior. Concerniente al conocimiento de la ley no temía a nadie entre los judíos y en cuanto a los gentiles, sabía que ellos ignoraban todo respecto de Dios. Por lo tanto, su temor no era de ese tipo.
El temor del apóstol era que de una forma u otra pudiese representar mal a su Señor y Maestro, y al evangelio que debía predicar. Siempre tuvo en extraordinaria estima el hecho de ser un predicador del evangelio. Conocía el peligro de despertar antagonismo entre la gente hacia el evangelio. Por eso sentía temor y temblor. El apóstol consideraba la predicación del evangelio un asunto sumamente serio. Hay personas que siempre están dispuestas a tomar apresuradamente el pulpito. ¡No así el apóstol! Si no fuera que se sentía constreñido por el amor de Cristo, y si no fuera porque podía decir:
'¡Ay de mí si no predico el evangelio!', jamás habría predicado. Del mismo modo nos ocupamos nosotros de nuestra salvación. No es que se exhorte a los cristianos a ser morbosos; sin embargo, debemos comprender que lo que hacemos en esta vida y en este mundo es de tremenda importancia. "Todos hemos de comparecer ante el trono del juicio de Cristo y dar cuenta de nuestras obras en la carne, sean buenas o malas". Cada uno de nosotros. Ese es el significado. Es entonces, el 'temor y temblor' de ofrecer una interpretación deficiente, o de no hacer bien cierta tarea. El apóstol dice que los esclavos deben ser obedientes 'a sus amos en la carne', y que deben serlo de esa manera. ¡Qué cosa tan tremenda es ser cristiano! Lo eleva todo, incluso esta condición de esclavitud ubicándolo en un contexto superior. Entonces tenemos aquí al pobre esclavo, realizando un trabajo despreciable; y ahora se le dice que debe hacerlo de la misma manera y con el mismo espíritu que el apóstol cuando predicaba el evangelio.
La siguiente expresión dice: 'De corazón'. Esto es similar a lo que dice nuestro Señor en el Sermón del Monte, y en otras partes, sobre tener 'un solo ojo'. Se refiere al opuesto de una doble visión; lo opuesto a hacer dos cosas, o a ver dos cosas al mismo tiempo. Significa que debemos cumplir nuestras tareas con atención y esfuerzo íntegros. El apóstol está pensando aquí en las motivaciones, especialmente en la necesidad de tener una sola motivación. Nuestra motivación debe consistir en hacer nuestro trabajo lo mejor posible, a fin de hacerlo en la mejor forma, y sobre todo, con el propósito de agradar al Maestro. Como cristianos, ¿estamos siempre conscientes, cada uno de nosotros, de la implicación de esto en nuestras propias vidas? El apóstol está diciendo a estos esclavos que cumplan así con su trabajo; no como personas que están mirando constantemente para ver si aparece el amo; no 'sirviendo al ojo'. Por el hecho de ser cristianos no debe importar si el amo está a la vista o no; aquí se les manda hacer su trabajo 'de corazón'. Deben concentrarse en él, y prestarle toda su atención.
Esto significa, entre otras cosas, que la responsabilidad del siervo, del hombre que está empleado sin importar quien sea su empleador, es entregarse totalmente a su tarea, y a su amo, entre tanto que esté cumpliéndola. Su tiempo no es suyo, sino de su amo. El dinero que maneja no es suyo, sino de su amo. Todo lo relacionado a su trabajo es de su amo. En otras palabras, yo diría que un cristiano está desobedeciendo el mandamiento del apóstol, si durante el tiempo que pertenece a su amo, y cuando debe estar haciendo el trabajo de su amo, está dirigiendo su atención a cualquier otro asunto.
No tengo derecho de usar el tiempo de mi amo, ni siquiera para evangelizar. En este aspecto muchos cristianos son culpables. Mientras se les está pagando por hacer su trabajo, usan parte del tiempo que en realidad no les pertenece, sino a sus amos, para hablar de la fe cristiana, del alma, de la salvación. En el curso de una semana pueden pasar horas haciendo esto, e incontables horas a lo largo del año. Ahora bien, eso implica una desobediencia total a este mandamiento; es deshonestidad, es una forma de robo. El apóstol dice que debemos obedecer 'de corazón', que debemos concentrarnos, que debemos poner nuestra atención total en el trabajo. No tenemos derecho de adueñarnos, por muy buenos que sean nuestros motivos, de la propiedad de nuestro amo. Pero alguien dirá: 'Si es para el bienestar de un alma humana, debe ser correcto'. ¡Sin embargo no lo es! No se le dio el empleo como evangelista. Eso no está previsto en su contrato; es algo que no se mencionó cuando usted aceptó el trabajo. No tiene derecho de hacerlo, no ha sido designado para ello, y al fin de cuentas, perjudica el evangelio siguiendo esa línea de conducta.
Esto se aplica a todas las pertenencias de un empleador. Una y otra vez quedo asombrado al recibir una invitación para hablar ante una organización cristiana conectada a un departamento de gobierno o a un gran comercio. Lo que me asombra es ver que la invitación ha sido escrita en papel con membrete del gobierno o del comercio. La gravedad de esto es que se trata de una forma de hurto y robo. Un cristiano no tiene derecho de usar para el trabajo de una organización cristiana el papel de la compañía u oficina donde está empleado, a menos que haya sido autorizado específicamente para hacerlo. Se está apropiando de algo ajeno. Entonces el suyo ya no es un servicio 'de corazón'. Debemos desarrollar estos conceptos en términos de tiempo, posesiones, y todos los demás aspectos. El cristiano tiene que tener mucho cuidado con estas cosas.
La siguiente expresión usada por el apóstol es: 'De corazón haciendo la voluntad de Dios'. 'No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios'. Aquí una traducción mejor sería: 'con todo el alma'. Nótense que los tres términos usados aquí son virtualmente los mismos usados por el Señor cuando fue interrogado acerca del primer y principal mandamiento. Cristo dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y toda tu alma, y con toda tu mente". Ya hemos considerado el corazón; ahora consideremos el alma. El término 'buena voluntad' implica la mente. En otras palabras se acentúa el hombre entero. El apóstol está afirmando que toda la persona debe concentrarse en el trabajo. La expresión 'de buena voluntad' significa 'con alma y cuerpo', 'háganlo desde lo más profundo de su corazón'. 'No lo hagan de mala gana'.
Ciertamente, esto llama nuestra atención a un error muy común. La gente cumple de mala gana su trabajo. Preferirían no hacerlo; desearían no verse obligados a hacerlo. No hay gracia en la forma que lo hacen; dan la impresión que va a contra su voluntad. Lo hacen obligadamente; el trabajo debe ser, por así decirlo, sacado de ellos a la fuerza. El apóstol afirma que no debemos trabajar de esa manera, sino siempre 'de corazón', con toda el alma, desde lo más profundo de nuestro ser. Debemos dedicarnos de lleno, y mostrar esta actitud 'de corazón'. "Todo trabajo que te viniere a la mano, hazlo según tus fuerzas" (Ec. 9:10). Sea de una sola pieza, su íntegro, deje que el trabajo surja de la profundidad de su alma. Esa es la forma, dice Pablo, en que los esclavos deben obedecer a sus amos. Esa es la forma en que todos los que estamos empleados, cualquiera sea el empleo, debemos conducir y comportarnos, en un espíritu de libertad y plena dedicación. La última frase dice: 'sirviendo de buena voluntad'. La buena voluntad está referida, como ya he indicado, a la mente y al entendimiento. En otras palabras, el cristiano debe demostrar que ha considerado a fondo este asunto; no está confuso. Nuevamente aquí tenemos un tema que podrá ocuparnos por un tiempo. Con frecuencia han venido personas a verme con interrogantes como los que siguen: Aquí hay alguien que enseña literatura inglesa. De pronto se convierte y se hace cristiano; no pasa mucho tiempo cuando se ve ante un problema: "¿Puedo seguir haciendo este trabajo?" "No es un trabajo específicamente cristiano. Aquí me encuentro dando clases sobre Shakespeare a niños que no son cristianos, y resulta que Shakespeare no ofrece una enseñanza netamente cristiana. ¿Hago bien en seguir de esta manera?" Estos interrogantes confunden a los cristianos y desarrollan en ellos mentes divididas. Ya no cumplen su trabajo con 'buena voluntad'. No están totalmente seguros. Hay algo en ellos diciéndoles que está mal lo que hacen; por otro lado hay algo diciéndoles que está bien. Entonces no saben qué hacer. El apóstol responde a todos los problemas de esta naturaleza usando las palabras 'de buena voluntad'. Aclare las cosas en su mente, discierna el lugar que la cultura tiene en el concepto cristiano de la vida; luego podrá hacer su trabajo con buena voluntad.
El problema aun merece atención adicional porque en la experiencia de muchos cristianos llega un momento cuando piensan que, según la propia expresión de ellos, deben ser obreros de 'tiempo completo' en la obra cristiana. "El hecho de ser cristiano me obliga a no hacer otra cosa sino la obra cristiana". Pero eso es totalmente contrario a la enseñanza del Nuevo Testamento. Si es llamado al servicio cristiano 'full-time' (o, tiempo completo —así se suele llamarlo), está bien, cumpla su llamado. Pero si no tiene ese llamamiento, quédese donde está (1Co. 7:20). No diga automáticamente, "para poder vivir como cristiano debo dejar todo lo demás". Yo no sería un predicador y pastor si no hubiera sido llamado a hacer la obra de Dios, si no fuera porque puedo decir que no podría hacer otra cosa. Si puede seguir haciendo otra cosa, siga en ella; y si no puede, tenga la seguridad que Dios le ha llamado a una tarea cristiana especifica. Lo que condeno es el concepto según el cual, por el hecho de haberse convertido a la fe cristiana, por el hecho de hacer un trabajo que no es directamente cristiano, lo crea incompatible con la nueva vida. Probablemente lo sea. 'Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales'. Logren tener claridad sobre esto en sus mentes y entonces podrán trabajar con buena voluntad. Sus pensamientos estarán claros al respecto, también su actitud será clara, no vacilará, no se sentirá indeciso, ni con la mente dividida. 'Buena voluntad'. Toda su voluntad estará involucrada, y entonces hará su trabajo bien.
Esto nos lleva a la segunda sección principal. ¿Por qué exhorta el apóstol a los esclavos a comportarse así ante sus amos? ¿Por qué debemos nosotros trabajar de esa manera? La importancia de esta pregunta reside en lo que sigue. Si no entendemos la enseñanza de esta segunda sección, nunca seremos capaces de poner en práctica la enseñanza de la primera. Nuestra comprensión será la medida en que estaremos capacitados a realizar nuestro trabajo 'no sirviendo al ojo, sino de corazón'; con 'buena voluntad' desde lo profundo de nuestro ser.
Una vez más el apóstol divide su enseñanza en un aspecto negativo y otro positivo. La división es suya, no mía. Esta es la expresión negativa: 'No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar al hombre'. No haga su trabajo, dice el apóstol, con esa clase de servicio 'como al ojo', que mantiene la atención principal en la buena relación con su amo, en agradar a los hombres. No lo hagan como quienes quieren 'agradar a los hombres'. Debido a su importancia lo repite en el versículo 7: 'Sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres'. La repetición del negativo es por amor al énfasis. En otras palabras, lo primero que debemos comprender es que nuestra atención no debe fijarse en el hombre. ¿Acaso no residen allí todos los problemas del que no es cristiano y con la vida no cristiana? Su atención se concentra constantemente en los hombres; en sí mismo, y en otros. Constantemente se pregunta ¿cómo va a afectarme esto? ¿En qué va a resultar esto para mis intereses? Y si, como cristiano, ésa es mi motivación, mi atención estará constantemente puesta en otros: ¿qué pensarán de mí? ¿Qué pensarán de la imagen que estoy dando? ¿Qué pensarán de mí como persona? ¿Qué pensarán de mis capacidades? ¿Qué pensarán de mí como predicador? ¿Qué pensarán de mí respecto de cien otras cosas? Mis consideraciones dominantes serán: ¿Qué piensan los de al lado de mí? ¿Qué piensa de mí la gente en la oficina, o en la fábrica? Entonces toda la vida cae bajo el control de los hombres y sus opiniones. 'Como a los hombres'. Toda la vida del pobre incrédulo es gobernada y está sujeta al hombre. Aspira obtener la alabanza del hombre, por eso su atención está siempre puesta en ellos, los observa constantemente. Pero no debe ser así con el cristiano. No debe ser 'como quienes agradan a los hombres'. Nuestra ambición no debe ser la de agradar a los hombres.
Dirigiéndonos a los aspectos positivos vemos que el apóstol tiene cuatro frases de sumo interés. La primera se encuentra en el versículo 5: 'Como a Cristo'. 'Obedeced a vuestros amos terrenales, con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo'. La siguiente se encuentra en el versículo 6: 'No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo'. Y la que sigue: 'de corazón haciendo la voluntad de Dios', 'no la de los hombres, sirviendo de buena voluntad, como al Señor, y no a los hombres'.
Recuerden que exactamente de la misma manera Pablo había exhortado a las esposas. 'Las casadas estén sujetas a sus propios maridos como al Señor'. 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó...' 'Hijos obedeced en el Señor a vuestros padres'. Cada cosa es 'en el Señor'. De modo que aquí, en conexión con estos esclavos leemos: 'Como a Cristo', 'como siervos de Cristo', 'haciendo la voluntad de Dios', 'como al Señor y no a los hombres'. Con esto tenemos la posición del apóstol en su totalidad. Nadie puede hablar así, sino un cristiano. Al hombre del mundo no le interesa, ni siquiera lo entiende. Sin embargo, esta es la característica del cristianismo. Tan pronto una persona se convierte en cristiana en el verdadero sentido de la palabra, comienza a ver todas las cosas en una nueva perspectiva—su trabajo, su esposa, sus hijos, su hogar, sus tareas más insignificantes. Toda su perspectiva es transformada. Nadie sigue siendo igual. "Las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas".
Podemos demostrar cómo se aplica esto a la práctica tomando los términos y colocándolos en otro orden. El mayor deseo del cristiano consiste en hacer la voluntad de Dios. 'De corazón, haciendo la voluntad de Dios'. Agradar a Dios es el primer y principal deseo del cristiano. ¿Qué es un cristiano? Sobre todo, es alguien que ha comprendido que el mismo es un pecador, no simplemente una persona que hace cosas que no debería hacer; un pecador es, en primer lugar, alguien que no vive para la gloria de Dios. 'Este es el primer y grande mandamiento, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente". "El principal propósito del hombre es vivir para la gloria de Dios, y gozar de él para siempre", tal como lo enseña el Catecismo Menor. ¿Qué es pecado? En su esencia, el pecado consiste en negarse a hacer esto. Pecado es cuando una persona no vive para hacer la voluntad de Dios. Cuando se comprende que uno mismo es un pecador, también reconoce que no ha vivido a la altura de ese gran objetivo y meta. Entonces llega a ser consciente de haber vivido para sí mismo, para sus compañeros de pecado, y entonces exclama: ¡Ay de mí! nunca he vivido para Dios, ni para hacer la voluntad de Dios. He complacido a todos los demás menos a Dios. Nunca se me ocurrió pensar que el principal propósito de la vida sería complacer a Dios. Pero ahora lo comprende. Esto es lo primero que ocurre en un cristiano. Se trata de alguien que ha llegado a comprender que siempre y en cualquier esfera y departamento de su vida, su primera consideración será conocer y hacer la voluntad de Dios; se trata de una persona determinada a vivir de esa manera. Su primera consideración siempre debe ser: ¿Cuál es la voluntad de Dios para mí? ¿Quiere Dios que yo siga como soy? ¿O debo cambiar a otra cosa? Luego procede a hacer lo que cree ser la voluntad de Dios.
Luego centra la atención en la segunda frase impresionante: 'No sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo'. 'Siervos' debe ser traducido, como en el versículo 5, 'esclavos'. En efecto, lo que el apóstol dice es lo siguiente: "Mi querido amigo cristiano, tu que eres un esclavo en la casa del cesar, o donde quiera que estés, lo que quiero decirte es esto. Mañana, al despertar, no comiences el día diciendo: Qué voy a hacer; este es otro día más. Debo hacer trabajo pesado, y si no cumplo seré azotado. No recibiré alimento suficiente; no soy más que un esclavo; todo anda mal. Estos amos paganos no lo comprenden; yo sencillamente no voy a cumplir; voy a rebelarme". "No", dice Pablo, "no debes hablar de esta manera. Mañana al despertar debes decirte a tí mismo: Incidentalmente soy esclavo de este hombre; pero en realidad soy un esclavo del Señor Jesucristo y debo hacer todo mi trabajo como para él". Esto es lo que Pablo siempre dice de sí mismo, especialmente al introducir sus epístolas. En ellas dice: 'Pablo, esclavo de Jesucristo'. Esa era la mentalidad con que hacía todo su trabajo; Pablo era esclavo de Cristo. Ahora bien, aquí recuerda a estos esclavos que con ellos ocurre lo mismo.
Para nosotros es de vital importancia comprender que hemos sido 'comprados por precio'; ya no somos nuestros. Como cristianos no tenemos derecho de determinar lo que queremos hacer, o pensar, o decir. Por naturaleza el cristiano puede ser un político o un agitador social; quizá quiera levantar una sublevación y derrocar el sistema. Pero, como cristiano, ya no debe hablar, ni pensar, ni conducirse de esa manera, dice Pablo. Y si se trata de un amo, este tampoco seguirá pensando en esos términos. Ya no amenazará a sus obreros porque comprende que él mismo es un esclavo de Cristo. Como cristianos, todos somos 'esclavos de Cristo'. El ha muerto por nosotros, su cuerpo fue quebrantado, su sangre fue derramada por nosotros. El nos ha sacado del mercado, él nos ha redimido; él nos ha rescatado; tanto en mis pensamientos como en mi conducta debo ser controlado por él. El apóstol dice: "Nunca olviden que son 'esclavos de Cristo'
El tercer principio que deduzco es que, debido a todo lo dicho anteriormente, el principal y único deseo del cristiano es agradar a su Señor y Salvador y demostrar sus excelencias y alabarlo. 'Como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios'. En otras palabras, el principal motivo de vida del cristiano es glorificar a Dios y a Cristo y de agradarles en todo.
Resumiendo el asunto podemos expresarlo de esta manera. Demostramos ser gobernados por estos tres principios a través de la forma de hacer nuestro trabajo. Es eso lo que el apóstol está diciendo. Así demostramos que nuestra principal ambición en la vida es hacer la voluntad de Dios, demostrar que somos esclavos de Cristo, comprados por su preciosa sangre. Y eso se manifestará en la forma de realizar nuestro trabajo diario. En la actualidad, todo esto es de excepcional importancia. Vivimos en un país donde solo un diez por ciento de las personas asisten alguna vez a un lugar de adoración. Entonces, por muy buenos que sean los predicadores, no es mucho lo que pueden hacer, porque la gente no va para escucharlos. Pero la persona cristiana trabaja diariamente con esa gente, está constantemente entre ella; de esa manera, realmente se convierte en evangelista. ¿Cómo practica el evangelismo? Por la forma de conducirse como siervo en su trabajo, ¡cualquiera que sea! Esa es su oportunidad. El resultado es éste: Cualquier trabajo deficiente es la peor recomendación posible para el cristianismo; el trabajo negligente, defectuoso, apurado, hecho a medias, constituye un testimonio totalmente negativo. ¡Esa es la forma de trabajar del hombre del mundo! Este hace el mínimo trabajo por la máxima recompensa. Si puede evitar de hacer algún trabajo, lo hará. Si el amo no está a la vista, se limita a dar la impresión de estar trabajando, de modo que si el amo aparece súbitamente, aparentemente está cumpliendo su tarea. Pero el cristiano es exactamente lo opuesto de esto. En un cristiano, cualquier trabajo deficiente, cualquier trabajo negligente constituye un testimonio muy pobre, que daña al reino de Dios. Esto se aplica a todas las esferas. Un trabajador deficiente, cualquiera sea su trabajo, afecta negativamente al Hijo de Dios y al reino de los cielos.
Siempre me apena y amarga cuando un estudiante cristiano fracasa en un examen. "Si, pero", dice, "yo he dedicado mi tiempo a la organización cristiana; he estado muy ocupado evangelizando". Sin embargo, un estudiante no va a la universidad para evangelizar; va allí para aprobar sus estudios, para seguir una profesión o algún otro tipo de llamamiento; pero si usa el tiempo y el dinero de sus padres y el estado, para hacer allí ese trabajo evangelístico en abandono de sus propios estudios, entonces realmente habrá dañado la causa cristiana. En un cristiano todo fracaso es un mal testimonio. El cristiano siempre tiene que hacer bien su trabajo. Esto no se aplica solamente al trabajo manual y a los exámenes en la escuela y la universidad; también se aplica a la profesión. Un hombre negligente en su profesión causa gran daño al reino de Cristo. Un cristiano antipático, sea médico, abogado, hombre de negocios, o cualquier otra cosa, un hombre antipático en el trato con sus superiores o con sus subalternos está dando un testimonio muy pobre, y probablemente esté causando mucho daño. Poco importa que esporádicamente predique un sermón o tenga una charla religiosa. Lo que la gente nota es la conversación diaria de una persona, su conducta de cada día; y la gente juzga a Dios y a Cristo por lo que ve en los cristianos.
Pero permítanme expresarlo en términos positivos. El cristiano siempre debe ser el mejor en las diferentes esferas de la vida. No quiero decir que el cristiano siempre sea el más competente de su grupo. Quizá no lo sea; quizá haya otros, no cristianos, mucho más capaces. El hecho de convertirse en cristiano no hace inteligente al que no lo era. Pero lo que ocurre es esencialmente esto, y es lo que el apóstol está subrayando, al convertirse el hombre usa al máximo todos los recursos disponibles. Allí está el secreto. Tal vez el otro tenga mayores recursos; ese no es el asunto. Si el cristiano usa sus recursos al máximo, probablemente hará un trabajo mejor que el otro. Esa es entonces la exhortación. El cristiano siempre debiera estar totalmente 'dedicado', debe ser trabajador, siempre honesto, siempre veraz, digno de confianza, dispuesto a ayudar, cumplidor. Estas características siempre deben destacarse en el cristiano. No puede darle nuevas capacidades o nuevas virtudes; pero un cristiano, cualquiera sea su nivel de inteligencia, puede ser un hombre honesto, recto, digno de confianza, un hombre que sabe organizar su tiempo, cumplidor, amigo de la verdad, un hombre de palabra, alguien en quien se puede confiar siempre. Y todo esto por el hecho de ser cristiano. Y es precisamente eso lo que aquí enseña el apóstol. "Esclavos", dice Pablo, "pongan siempre lo mejor que tengan, hagan su trabajo lo mejor posible, dedíquenle todos sus recursos, cualesquiera que sean; a pesar de ser esclavos, hagan lo mejor que esté a su alcance, dedíquense totalmente a su trabajo".
¿Por qué siente el cristiano la necesidad de comportarse de esa manera? La respuesta es obvia. De esa manera el cristiano honra y agrada a Dios. Esa es la voluntad de Dios para él. Mediante ese comportamiento se aproxima más y más a lo que fue el hombre en su creación original. Dios se siente complacido al verlo así. Nuevamente, tal como lo he dicho antes, se trata de una gran oportunidad misionera, una oportunidad que está abierta a todos.
Vemos que la Biblia ilustra esto constantemente. Recuerde la historia de José. José, aunque era uno de los integrantes del pueblo de Dios, llegó a ser esclavo de los paganos. Sin embargo, por el hecho de ser un hombre de Dios, supo ganarse el favor dondequiera que trabajase, así logró adelantarse. ¿Por qué? No por el hecho de predicar a los demás, sino porque siendo un hombre de Dios cumplía todas sus obligaciones lo mejor que podía. Por eso recibió adelanto cuando estuvo en la casa de Potifar; lo mismo ocurrió estando en la cárcel; dondequiera que se lo ponía alcanzaba posiciones favorecidas por el hecho de ser un hombre de Dios, y por el hecho de dedicarse siempre totalmente a su tarea, cualquiera que fuere. Lo mismo ocurrió con Daniel y Nehemías. A lo largo de todas las Escrituras hay ejemplos de esto.
Lo mismo descubrirnos en la historia de los primeros días de la iglesia cristiana en Roma. Por eso, al fin de cuentas, el emperador Constantino, en su astucia, decidió hacerse cristiano. Por eso el imperio romano llegó a ser teóricamente cristiano. Aquellos astutos políticos descubrieron que el factor más estabilizante del imperio era la presencia de personas cristianas. Obedecían las leyes, eran pacíficos, tranquilos, cumplían su trabajo, y así, oportunamente llegaban a posiciones favoritas. Yo sé que eso implicaba otros problemas, pero el principio se mantiene firme.
Me inclino a creer que lo mismo ocurrió en Rusia durante la guerra de 1939-45. Durante aquella guerra recuerdo haber leído en los diarios que súbitamente fueron aliviadas las leyes referidas a los cristianos en Rusia. El autor de esto fue nada menos que Stalin. Todos nos asombramos. Esta fue la explicación que se me dio: El mismo Stalin había observado que los obreros más confiables en todo el territorio eran los cristianos. Podía confiar que ellos harían su trabajo. En consecuencia decidió no ser tan áspero en su trato con ellos. No es que se hubiese convertido al cristianismo. De ninguna manera. Sin embargo, había hecho esta observación. El cristianismo puesto en práctica estaba haciendo su efecto. Siempre lo hace.
Esta es una de las mejores maneras de evangelizar. En gran manera explica cómo se propagó el cristianismo durante los primeros siglos. No se ocupaban en realizar gigantescas campañas, invirtiendo grandes sumas de dinero para la publicidad. El cristianismo se propagó mediante la 'infiltración celular' tal como lo ha hecho el comunismo desde que existe. Un hombre habla a su vecino, o un obrero a su compañero de trabajo. Ese es uno de los principales métodos con que actualmente debe llevarse a cabo el evangelismo. Todos tenemos la oportunidad de hacerlo, dondequiera que estemos, sin importar lo que somos. Las oportunidades son innumerables. Últimamente observo que no hay nada igual a esta enseñanza que demuestre con tanta claridad la importancia y la dignidad de cuanto hacemos en la vida. Cuanto hacemos como cristianos lo hacemos como para Cristo, 'como para el Señor', y como para Dios. Este fue el asombroso descubrimiento de Martín Lutero. Había sido educado en el sistema falso del catolicismo romano según el cual los cristianos se dividen en dos grupos, los religiosos y los laicos. Si un hombre quería ser realmente religioso, dejaba el mundo y se hacía monje; por eso Lutero se hizo monje. Sin embargo, no hallaba paz ni satisfacción. De pronto descubrió la gran doctrina de la justificación por la sola fe; y ello abrió sus ojos a la situación. Entonces llegó a comprender que cuando una sirvienta barre una habitación puede estar trabajando para Dios. No es necesario que se haga monje y pase toda la vida en una celda repasando las cuentas de su rosario y traspirando y orando para hacer la obra de Dios. De ninguna manera. La sirvienta barriendo una habitación puede servir a Dios igualmente bien, si no mucho mejor. Aquel descubrimiento transformó su vida. No es preciso que tomemos el hábito de los monjes ni que seamos ermitaños para ser cristianos. No todos tenemos que ser predicadores. Dondequiera que estemos, sea cual fuere nuestro trabajo, sea que se trate de barrer una habitación, o sea de cualquier otra cosa, hagámoslo con toda nuestra fuerza, de lo profundo de nuestro corazón no 'como los que quieren agradar a los hombres, ni sirviendo al ojo', 'sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres'. Nunca sabe cuándo alguien que le observa dice, "este hombre y esta mujer son diferentes a los demás. Nunca antes vi a alguien trabajar de esa manera. Aparentemente estas personas están realmente interesadas, están haciendo lo mejor que pueden. ¿Qué pasa aquí?" De esa manera se puede iniciar una sucesión de pensamientos que eventualmente pueden llevar al interrogante: "¿Qué debo hacer para ser salvo? ¿Qué debo hacer para ser así?" No importa a dónde esté. Puede ser como Pablo y Silas que estaban en prisión con sus pies firmemente agarrados en el cepo, pero por el simple hecho de comportarse como cristianos puede convencer a otros, puede despertar interrogantes en ellos, puede traerlos a Cristo.
Esa es entonces esta gran enseñanza, esta enseñanza extremadamente gloriosa. Nada de lo que hace el cristiano es insignificante. Cuando se levante mañana y vaya a la oficina, recuerde que va allí como esclavo de Cristo, como siervo de Dios. Los siervos de Dios no son solamente las personas que como yo predican desde los pulpitos. Si es cristiano, es un siervo de Dios, es un 'esclavo de Cristo', así como lo fue aquel poderoso apóstol. Demuéstrelo en su trabajo, demuéstrelo en todo trabajo que haga en su hogar, en sus diversiones, en su tiempo libre, durante su almuerzo, el té, en todas partes, siempre, permita que este testimonio irradie de su ser. Entonces comprenderá que cualquiera sea su llamado, cualquiera la porción y posición que le ha tocado en la vida, es algo glorioso. George Herbert lo expresa así en su bien conocido himno:
Un esclavo con este lema vuelve divina su faena; transforma en fina acción quien para ti barre un salón.
¡No vuelva a pensar que su trabajo carece de sentido! Quizá su trabajo sea mecánico, rutinario, sin vida. Si es así, aférrese a esta idea: "Un esclavo con este lema, vuelve divina la faena". Dígase a sí mismo: "voy a cumplir esta faena por amor a Cristo. Quizá alguien me esté observando y al ver cómo disfruto del duro trabajo, al ver la fineza con que lo hago, y el brillo y gloria que le transmito—algo que el mundo no puede hacer—súbitamente sea convencido y convicto de pecado, y entonces comience a buscar el camino de la salvación". Deje ya de pensar que debe estar predicando y enseñando explícitamente para evangelizar a otros. Puede evangelizar en el sitio donde está, siendo tal como es. Lo hace principalmente por su forma de vivir, por la forma de cumplir con su trabajo diario. De esa manera demuestra ser cristiano, porque solamente un cristiano puede hacerlo así. "Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales... como a Cristo".


***

NUESTRO SEÑOR CELESTIAL
Efesios 6:5-9

Al completar nuestro estudio de esta gran afirmación, también debemos considerar la forma en que el apóstol recuerda a los amos sus responsabilidades. Les recuerda su propia parte en esta situación. "Y vosotros, amos", dice el apóstol, "haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas". Una vez más quedamos impresionados por el perfecto equilibrio de la Escritura, por su completa unidad. Por supuesto, en ese sentido las Escrituras son únicas. No hay nada en la literatura mundial que se le pueda parecer. Además, en todas partes de la Biblia, desde el comienzo hasta el fin, se mantiene este equilibrio con toda perfección. Ya lo hemos visto en el caso de las esposas y los maridos, y también en el caso de los padres y los hijos. Jamás se podrá decir a las Escrituras que son injustas; su equilibrio, su justicia, su equidad es una de sus facetas más impresionantes y gloriosas.
Esta es una de las formas en que la enseñanza de las Escrituras resuelve el problema de la sociedad; también ayuda a explicar por qué no hay ninguna otra solución para estos problemas. El mundo actual es un elocuente testimonio de lo que digo. ¿Cuál es la causa de todos los problemas, discordias y choques? Es evidente que el conocimiento y el ingenio de los hombres son incapaces de controlar la situación. Existe un solo medio que puede resolver este problema de 'las relaciones', y ese es el mensaje cristiano, la fe cristiana. Lo hace a su manera, una manera única y asombrosa. Se basa todo en el mandamiento fundamental del 5:18: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu". Solamente cuando los hombres sean llenos del Espíritu podrán vivir realmente en paz y concordia, es sólo ahí cuando podrán practicar esta clase de vida. Porque cuando las personas están llenas del Espíritu, no hay amargura. La amargura es la maldición de la vida, ella es la principal causa de todos los problemas en las relaciones. Todos los esfuerzos de los hombres por resolver los problemas se ven obstaculizados por la amargura. Se la encuentra en ambas partes de una disputa. Se encuentra en el demagogo que frecuentemente representa a los siervos. El quiere mejorar las condiciones de vida y en ello está acertado, pero pocas veces lo intenta sin causar también muchos sentimientos amargos. Y lo mismo ocurre del otro lado. Los hombres nunca podrán resolver estos problemas porque cada uno persigue su propio bien, cada uno ve solamente su propio lado. La amargura nace debido al egoísmo; y eso es exactamente opuesto de estar llenos del Espíritu. Pero si los hombres de ambos lados en una disputa están llenos del Espíritu, entonces hay esperanza de solución, por qué entonces ambos lados están gobernados y animados por un mismo deseo.
Es precisamente eso lo que el apóstol quiere demostrar aquí. El está diciendo a los amos: "Ahora bien, todo cuanto he dicho a los esclavos es de similar validez para ustedes". Allí está el secreto del cristianismo: nos lleva a todos a una misma posición. En primer lugar nos coloca a todos bajo un común denominador—todos nosotros somos pecadores, todos estamos bajo condenación, todos hemos fracasado; no hay diferencia. "No hay judío ni gentil, bárbaro ni escita, esclavo o libre, hombre o mujer"—"Todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios". Luego se nos refiere al mismo Salvador, al mismo Dios, a la misma salvación. De esa manera hay un principio común que lo gobierna todo, y ello permite resolver los diversos problemas.
Sigamos al apóstol a medida que va desarrollando este tema. Dirigiéndose a los amos les dice: "Ustedes amos, hagan lo mismo". El mundo nunca podrá hablar de esa manera porque siempre tiende a polarizar las posiciones y diferencias. Dirige una apelación a los siervos; y otra apelación diferente a los amos. Pero el apóstol dice, 'hagan lo mismo'. Esto significa que en sus relaciones deben comportarse exactamente igual que los esclavos en las suyas. Deben vivir, 'con temor y temblor', lo que no significa un profundo miedo, sino el temor de desagradar al Señor que está en los cielos; temor de causar daño al evangelio y al reino de Dios. Ellos también deben vivir en 'temor y temblor', y respecto de sus esclavos también deben comportarse con sencillez 'de corazón', tal como se espera que lo hagan los esclavos. Deben hacerlo 'como para Cristo', y deben hacerlo como 'siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios'. 'Sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres'. En estos aspectos no hay diferencia entre ellos y los esclavos. Todos los principios establecidos para el esclavo se aplican igualmente al amo.
Luego el apóstol añade un elemento negativo, así como lo había hecho en el caso de los esclavos. En el caso de los esclavos fue 'no sirviendo al ojo'. Ya vimos que ése era el peligro peculiar de un esclavo, el peligro de mantener sus ojos siempre en sus amos, de hacer un mínimo y de lograr un máximo de provecho. Pero, ¿cuál es la tentación peculiar del hombre que está en el otro extremo—del amo? "¡Las amenazas!" Por eso Pablo añade, 'dejando las amenazas'.
Aquí volvemos a ver el profundo discernimiento psicológico de la enseñanza cristiana. El hombre que está en la posición de ser amo corre diferentes peligros, pero el mayor de todos ellos es el de ser culpable de amenazar a su subalterno. No hace falta decir que el amo cristiano no debe ser áspero en su trato de los siervos, no debe ser cruel, no debe azotarlos ni golpearlos ni pisotearlos. Es algo que dicta la simple decencia humana. Pero el cristianismo trasciende en mucho esos límites. Pablo dice que no sólo no debe hacer esas cosas, sino que ni siquiera debe amenazarlos; nunca debe mostrarles un espíritu equivocado, nunca debe aplastarlos deliberadamente, nunca debe insistir en recordarles que ellos son esclavos y él amo, porque eso es una forma de amenaza. Es posible amenazar a la gente sin decirle una palabra, sin hacerle absolutamente nada. Una mirada áspera o un comportamiento brusco puede equivaler a una amenaza. Mantenerlos rigurosamente en su posición de subordinados, hacerles saber cual es su lugar y que allí permanecerán; sugerirles que más bien les valdría tener cuidado; son todas cosas que se pueden hacer sin levantar una mano, sin pronunciar una maldición o gritar; puede hacerlo mediante su espíritu, mediante todo su comportamiento. El amo cristiano, afirma el apóstol, nunca debe comportarse de esa manera, nunca debe asumir un espíritu injusto, sin mencionar la práctica y la acción.
Una vez más un comentario perfecto de todo esto se encuentra en la epístola de Pablo a Filemón, a quien le manda recibir a Onésimo, su esclavo que había huido, a recibirlo no sólo como esclavo sino que ahora como 'un hermano amado'. Esa es la relación que debe existir entre el siervo y el amo. 'Dejando las amenazas'. Nunca y de ninguna forma debe aprovecharse el amo de la ventaja de su posición para aplastar el espíritu de aquel que le está sirviendo.
El motivo que aquí suple el apóstol es exactamente el mismo que en el otro caso. Permítanme ayudarles a recordarlo. Los siervos (los esclavos) debían servir 'con temor y temblor, con sencillez de corazón, con buena voluntad' y así sucesivamente. Debían hacerlo para agradar al Señor, para ganar a otros a Cristo, para manifestar su gloria y su alabanza. En esta forma también debe servir el amo al Señor. Esta debe ser la mayor ambición de su vida, su motivo principal. Al igual que su subordinado, es esclavo de Jesucristo y está viviendo para la gloria de él y de su alabanza y honor. Este es el secreto que el apóstol nos revela aquí; esa es la primera motivación que él presenta a los amos.
Vamos a mencionar una segunda razón; y nuevamente se aplica a ambas partes. Se enfatiza particularmente en los versículos ocho y nueve, aunque el apóstol ya la había sugerido en el versículo cinco. El texto dice así: "Sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre. Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas, sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos, y que para él no hay acepción de personas".
Esta es la segunda gran motivación que debiera gobernar nuestra vida cristiana en su totalidad, de nuestro vivir cotidiano; es decir, el hecho de que vamos a rendir cuentas a nuestro Señor Jesucristo. Se trata de ser conscientes de que somos esclavos suyos, y que todos hemos de rendirle cuentas. Este es un principio que actualmente muchas personas rechazan; en efecto, el rechazo de toda esta idea de rendir cuentas y de pasar por un juicio ha sido una característica de mucho del pensamiento religioso durante el presente siglo. Es un concepto que ha sido rechazado, es un concepto que se ha hecho muy impopular. La gente dice: "Ah, pero esa es una motivación muy indigna para vivir la vida cristiana''. Uno debe vivir la vida cristiana, afirman ellos, porque se trata de una vida noble y exaltada. Uno no debe vivirla en términos del temor al infierno o de la esperanza de estar en el cielo. Uno debe vivir esa vida por amor a ella misma, porque es una vida tan buena y tan maravillosa. Este es un sentimiento que se encuentra en algunos himnos. Se condena lo que ellos consideran una motivación mercenaria y egoísta.
Hace unos cincuenta o sesenta años se solía contar a menudo, tanto en sermones como en libros, una antigua historia. Trataba de un hombre en alguna parte de Arabia que fue visto caminando cierto día con un balde de fuego en una mano y un balde de agua en la otra. Alguien se le acercó y le preguntó: "¿Qué está haciendo con el balde de fuego en una mano y con uno de agua en la otra?" "Bueno", dice el hombre, "uno es para quemar el cielo, y el otro para apagar los fuegos del infierno". Era representado como un gran idealista, como una persona de corazón noble que no estaba interesado en evitar el infierno o ganar el cielo; una persona que creía en 'la bondad, la belleza y la verdad' por amor de ellas mismas.
Ese tipo de enseñanza se introdujo aproximadamente a mediados del siglo XIX. Ciertas personas llamados 'eruditos' comenzaron a decir que la Biblia no era divinamente inspirada en un sentido único, y comenzaron a sustituirla por sus propias filosofías. Propusieron 'la bondad, la belleza, y la verdad' en sentido abstracto como los grandes principios por los cuales debían vivir los hombres; afirmaban que uno no debía pensar en sí mismo. Sin embargo, de ninguna manera es esa la posición cristiana; es mera filosofía, idealismo, pero no cristianismo. Lo digo en virtud de la enseñanza del Nuevo Testamento y en efecto lo digo por causa de la enseñanza de toda la Biblia. Desde el comienzo hasta el fin la Biblia expone ante nosotros la idea del cielo y del infierno. Fue Dios mismo quien señaló las dos montañas—el monte Gerizim y el monte Ebal-—para enseñar una lección de vital importancia a los hijos de Israel al entrar a la tierra prometida. El hecho de tener bendición o maldición dependería del hecho de obedecerle o no.
Nuestro Señor enseñó también esta misma verdad tal como lo vemos en Lucas 12. Los siervos que se mencionan en su parábola en los versículos 42 al 48, serán examinados por su amo cuando este vuelva. Algunos recibirán unos pocos azotes, otros recibirán muchos. También en otras parábolas se enseña esta verdad, por ejemplo, en la parábola de las vírgenes necias, la parábola de los talentos en Mateo 25, y en la parábola de las minas en Lucas 19. Todas ellas fueron dichas para acentuar esta idea de juicio y recompensa. En 1 Corintios 3 esto queda expresado en forma clara y explícita: "La obra de cada uno será manifiesta", dice Pablo. El maestro cristiano como constructor debe ser cuidadoso de cómo construye sobre el fundamento que ha sido establecido, porque "la obra de cada uno se hará manifiesta" (vv. 11-15). Luego, nuevamente en 2 Corintios 5 se aclara esto: "Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo". Nosotros, los que somos cristianos, "para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo" (vv. 9-10). Esa es la enseñanza del Nuevo Testamento. Debemos entonces desechar a un lado la falsa enseñanza idealista. Es precisamente aquí donde demuestra su elemento diabólico. Se presenta a sí misma como algo mejor que las Escrituras, y ¡eso es absolutamente imposible!
Pero el argumento supremo y más irrefutable en favor de esta enseñanza se encuentra en Hebreos 12:3. Allí leemos que aun nuestro bendito Señor era sostenido por la idea de aquello que le esperaba. Se nos exhorta "a despojarnos de todo peso y del pecado que nos asedia" a medida que corremos esta carrera; "puestos los ojos en Jesús, el autor y consumidor de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio". ¡Por el gozo puesto delante de él! Eso fue lo que le ayudó y lo sostuvo.
Por supuesto, las Escrituras no quieren decir que el hacer estas cosas se ganará la salvación. ¡No! La salvación es totalmente por gracia, es un don gratuito de Dios. La Escritura enseña que "por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios". El hombre es justificado únicamente por la fe, "no por obras de la ley". Todos somos salvos de la misma manera, esto es, mediante la sola fe puesta en el Señor Jesucristo. No importa que hayamos sido buenos o malos antes de la conversión, que hayamos pecado mucho o poco; todos somos llevados a un mismo nivel, y salvados y justificados mediante la sola fe, por gracia. Las Escrituras después de aclarar esto con frecuencia, prosiguen afirmando que debe haber una valoración de nuestras vidas y de nuestro trabajo cristiano, y aunque todos fuimos igualmente salvos, habrá cierta clase de diferencia. El apóstol dice con toda claridad que un hombre que ha construido 'madera, heno, hojarasca', sobre el fundamento que es Jesucristo, descubrirá que aquel gran día toda su obra será quemada y que "él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego" (1 Co. 3:11-15). En otras palabras, aunque el hombre que construyó madera, heno y hojarasca sigue siendo justificado por la fe, él mismo sufrirá pérdida. No sabemos cómo. Lo que sí sabemos es que habrá un juicio de recompensa, y que todos aparecerán ante 'el trono del juicio de Cristo' y que recibirán recompensas conforme a sus 'obras hechas en la carne, sean buenas o malas'. Esa es la enseñanza apostólica, y es precisamente la enseñanza que el apóstol da a los esclavos y amos en esta relación particularmente difícil cual es la del empleador y el empleado. Es una enseñanza que siempre debe estar en nuestros corazones, en nuestros pensamientos y en toda nuestra forma de vivir. Es una enseñanza que nos alienta grandemente.
A medida que el apóstol continúa su exhortación utiliza la palabra 'sabiendo' tal como lo había hecho previamente en el versículo 8. Dirigiéndose a los siervos dice 'sabiendo'; ahora al hablar a los amos vuelve a decir 'sabiendo'. Esta palabra bien podría ser traducida así: 'sabiendo como ustedes saben'. En otras palabras, el apóstol lo da por sentado. Esta no es ninguna doctrina nueva, extraña y maravillosa que introduce súbitamente. Pablo dice 'ustedes saben'; y eso equivale a: "Lo doy por sentado. Creo que esto es algo que todo aquel con un poco de instrucción cristiana conoce y, en consecuencia, debe ser gobernado por ello". Pablo sólo les está recordando algo que ellos ya sabían.
Entonces, ¿qué era lo que ellos sabían? Aquí llegamos al clímax de todo lo que el apóstol ha estado diciendo referido a la obligación de someternos unos a los otros. Pablo inició ese tema en 5:21. Una afirmación nueva comienza en 6:10. Y es el versículo 9 el que constituye el clímax de la doctrina según la cual hemos de someternos unos a otros por el hecho de estar llenos del Espíritu y no de 'vino'. Esto es lo que sabemos: que todas las cosas que nos ocurren en esta vida y en este mundo son solamente 'conforme a la carne'. Pablo comienza esta idea en el versículo 5: 'Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales...'. Con eso queda todo dicho. A primera vista demuestra la forma cristiana de encarar el problema de la esclavitud. He aquí un pobre individuo, tal vez un esclavo, quizá un esclavo de cuyas muñecas penden las cadenas y cuyos pies posiblemente también estén encadenados. Sus movimientos han sido restringidos y cerca suyo hay crueles capataces observándolo y dándole demasiado trabajo y estando siempre dispuestos a castigarlo. El apóstol le dice 'sé obediente a tu amo terrenal'. Pablo afirma que esa es sólo una relación; pero existe otra relación distinta y superior.
Es aquí donde entra en vigor el gran principio. Todas las cosas que nos ocurren en este mundo pertenecen al orden temporal; son cosas que solamente duran mientras estemos 'en la carne', mientras estemos 'en el cuerpo'. Esta es una vida pasajera y transitoria; éste no es un mundo permanente. Decimos que 'estamos en camino'.
Aquí, del cuerpo prisionero, peregrinando vivo; mas con la noche mi tienda planto, y estoy un día más cerca tuyo.
'Conforme a la carne'. De modo que cualquiera sea su posición en esta vida y en este mundo, permítame recordarle que se trata de una situación pasajera. No es algo eterno. "Las cosas que se ven son temporales, pero las cosas que no se ven son eternas". Nada es tan importante como comprender esta distinción cualquiera sea su posición. Esto no sólo se aplica al siervo y al amo, al marido y la esposa, a los hijos y a los padres, sino a todas las relaciones y a todas las circunstancias. Tal vez esté luchando con un terrible problema que por un momento le está aplastando; tal vez esté en una situación prácticamente imposible que soportar; tal vez su dificultad tenga que ver con su salud; no importa cual sea la situación, recuerde que cualquiera sea el problema o la dificultad, la misma pertenece solamente a un orden temporal. Se trata de algo pasajero, es algo 'conforme a la carne'. No es eterno. Gracias a Dios por ello. El hecho de ser conscientes de esta verdad ha constituido el secreto de los santos a través de todos los siglos, el secreto de los mártires, de aquellos que confesaban a Cristo, de aquellos hombres que no estuvieron dispuestos a decir 'César es señor', de los hombres que supieron sonreír al ser arrojados a la arena en medio de los leones, de los hombres que agradecieron a Dios por haber sido tenidos como dignos de sufrir afrenta por causa de su nombre.
No olviden las palabras que el Señor dijo a sus discípulos: "No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer" (Le. 12:4). Estaba enviando a sus discípulos a "predicar y enseñar y echar fuera demonios". Les advierte que no en todas partes serían recibidos con los brazos abiertos, que se levantarían muchos para perseguirlos, y que algunos incluso conspirarían para matarlos. El Señor les manda no atemorizarse, no negar su mensaje ni negarlo a él a fin de salvar sus vidas. Porque hay un límite en lo que el hombre puede hacer; ellos podrán matar el cuerpo pero más allá no hay nada que puedan hacer. Luego el Señor continúa diciendo: "Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed". Este es Dios mismo. Entonces cualquiera sea su situación, recuerde siempre que esta vida no es sino pasajera, se desvanece y pasa. Hoy estamos aquí pero mañana habremos pasado. 'Conforme a la carne'.
En cierto sentido la segunda frase de Pablo subraya la primera; lo expresa positivamente, 'en los cielos'. Exhorta a los amos diciendo 'haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas', porque solamente son amos 'conforme a la carne'. Luego, en términos positivos agrega: 'Sabiendo que el Señor de ellos y vuestro está en los cielos'. Aquí el apóstol introduce el mundo eterno, el reino del Espíritu. Ese es el reino de la realidad; este es el mundo de las sombras y apariencias. Es precisamente aquí que los hombres que no creen en el evangelio son ciegos. Ellos creen y afirman ser realistas, y con desprecio hablan de las creencias referidas a otro mundo. Afirman diciendo que aquí tenemos la realidad: dinero, casa, automóviles, cosas sólidas y tangibles. Por supuesto, la realidad es que todo esto se está disolviendo aun mientras lo están usando y disfrutando. "En todas las cosas que me rodean no veo sino cambio y desvanecimiento". Esto es cierto aun en cuanto a nuestros cuerpos físicos. No poseemos en nuestro cuerpo ninguno de las células que poseíamos siete años atrás; todo está cambiando, todo está en movimiento. Luego, este reino de lo visible es un reino irreal y artificial; es pasajero y está destinado a disolverse y desaparecer. Pero luego existe este otro reino 'en los cielos', el reino invisible, eterno, el reino de los absolutos, el reino de lo interminable y de la perfección en todo sentido. 'En los cielos'.
El cristiano es una persona que vive con los ojos fijos en estas cosas. Hablo dice a los filipenses, 'nuestra ciudadanía está en el cielo' (3:20). Es aquí donde pertenecemos nosotros que somos cristianos. Y en esta carta a los efesios dice a los esclavos que ellos pertenecen al cielo. Sus amos no son sino amos 'conforme a la carne'; la actualidad es una etapa pasajera; lo permanente está en el futuro. Del mismo modo recuerda a los amos que aquel será el reino definitivo. En ese reino hemos de fijar nuestra mirada. Es como nos lo recuerda Hebreos 11, que los hombres de fe siempre 'esperaban la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios'. En este mundo pasajero no hay fundamentos sólidos; todos ellos están actualmente tambaleando, ¿no es cierto? Finalmente las bombas atómicas y de hidrógeno están haciendo ver a la gente que este mundo no es estable ni eterno. Este viejo mundo se está estremeciendo y va a desaparecer. El único fundamento sólido y duradero es aquel que se encuentra allí: 'en los cielos'.
El apóstol afirma que esto es lo que todos los cristianos y especialmente los amos deben tener constantemente presente en sus pensamientos; les ayudará a recordar que allí hay Alguien que está por encima de todos y encima de todo, Aquel que controla todas las cosas y que 'no cambia'. El es vuestro amo dice Pablo. El es vuestro Señor: 'Sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre'.
Aquí se encuentra la única solución para los problemas de la sociedad actual. Ante la mención de esta bendita persona, los siervos y amos cristianos caen de rodillas juntos y elevan su mirada al rostro del Señor para someterse juntos a él. Lo hacen así porque él es 'el Señor'. El es el Señor de señores, el Rey de reyes. El es supremo tanto en este mundo como en el mundo venidero. 'Toda autoridad le ha sido dada en los cielos y en la tierra', y por medio de él subsisten todas las cosas. Entonces tan pronto uno mira a él en el cielo, los términos 'esclavo' y 'libre' pierden su importancia y se hacen irrelevantes. El apóstol también afirma que el Señor los recibirá sean esclavos o libres. Cuando llega lo absoluto, se desvanecen todas las demás distinciones, dejan de contar como tales; ahora 'los maestros conforme a la carne' se convierten en siervos y esclavos exactamente como aquellos. 'Esclavos' y 'libres' son términos negativos y son sólo temporales.
Finalmente, para estar totalmente seguro de que lo entendamos, el apóstol añade esta frase: 'para él no hay acepción de personas'. El no mira nuestras divisiones y distinciones humanas y terrenales como lo hacemos nosotros, a él no le interesan tanto como a nosotros. El mundo actual está lleno de tales distinciones y divisiones tal como lo estuvo el mundo antiguo; había judíos y griegos, escogidos y perros, griegos y bárbaros. Todo el mundo estaba, y aún está, dividido en diferentes maneras. Pero a los ojos de este Amo, de este Señor esto carece de relevancia. Lo que le interesa sobremanera es la relación del hombre con él mismo; lo primordial para El es el alma. Ante sus ojos no importa que sea británico o americano, ruso o chino o cubano o que pertenezca a una gran ciudad o a una aldea desconocida. Una sola cosa importa: ¿Ha descubierto que ante los ojos de Dios usted es un pecador? ¿Confía usted total y completamente en el Señor Jesucristo quien ha muerto en su lugar y por sus pecados? ¿Sabía que es un miserable pecador salvado sólo por la gracia de Dios y que ha recibido nueva vida; y que ahora únicamente importa esa nueva vida y no aquella vida antigua?
Me he preocupado por destacar que mientras el cristianismo habla en estos términos, no destruye inmediatamente ni desplaza todas las invenciones y divisiones y distinciones humanas. Nos ayuda así a considerarlas en la forma correcta, a ponerlas en la perspectiva que corresponde y a tratarlas de tal manera que no causen problemas e infelicidad ni miseria. Tanto el amo como el siervo deben comprender que no hay 'acepción de personas' con el Señor. En aquel gran día de nada nos valdrá decir que fuimos esto o aquello en el mundo, importantes o sin importancia. Carecerá totalmente de valor. Sin embargo, esto es algo que el mundo no sabe; y ni siquiera podemos esperar que lo sepa. No podrá saberlo hasta no tener esta nueva mente que es en Cristo. Sin embargo, para todos aquellos que pretenden ser cristianos, el seguir asignando significado e importancia a estas cosas es negar la fe. Si nosotros pensamos y vivimos como los demás, y no logramos poner en práctica los principios cristianos, la gente que nos mira dirá: "¿En qué consiste la diferencia de ser cristiano? Ahora que son cristianos se comportan igual que antes. ¿Cuál es la esfera de la vida afectada por el hecho de ser cristianos?" Y de esa manera desacreditamos el reino y la causa. Pero cuando el mundo ve que el siervo y el amo se hablan como hermanos, y adoran juntos, y oran juntos, entonces dicen: "¿Qué es esto? Nunca antes he visto esto; es algo singular". Y entonces comienzan a preguntar. Y entonces tanto el amo como el siervo pueden decir juntos: "Esto se debe a que somos personas nuevas en Cristo Jesús. Las cosas viejas han pasado, he aquí todas son hechas nuevas. Económica y socialmente seguimos en la misma relación de antes, sin embargo ahora somos 'uno en Cristo', y ese es el aspecto que importa; sabemos que vamos a estar juntos en la eternidad". 'Para él no hay acepción de personas'. Ante él pierden relevancia todas nuestras distinciones y divisiones humanas.
El resultado final es éste: El cristiano sabe todas estas cosas, y sabe que todos compareceremos ante este bendito Señor y Maestro "para que cada uno reciba según lo que ha hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo". Esto es lo que el apóstol dice en el versículo 8: 'Sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor'. ¡Recibirá! Habrá un juicio a fin de asignar las recompensas. Esa debiera ser la consideración suprema y primordial en todos nuestros pensamientos y comportamientos en cada sentido. "Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo" (2Cor. 5:10). Pero antes de eso recibimos grandes riquezas en esta vida, ¿no es cierto? Servimos a un Señor muy generoso y muy justo. Otorga recompensas, alienta a los suyos. ¿Acaso existe algo en la vida, en todo el mundo, comparable a su sonrisa, a su expresión de satisfacción respecto de nosotros?
Pero de manera especial consideremos todo esto en términos del juicio final, en términos de comparecer ante él y de recibir recompensa o castigo. Existe elemento de castigo, o en todo caso de privación, de pocos o muchos azotes; el apóstol usa la expresión 'sufrirá pérdida'. No la entendemos totalmente; no tenemos suficientes detalles al respecto; y obviamente no es el propósito que lo sepamos con exactitud. Sin embargo, sabemos lo que está escrito, y debemos ser conscientes de ello. El apóstol mismo nos dice que en medio de su predicación y actividad en el reino de Dios siempre tuvo en mente esta verdad. Esto explica por qué hizo todo 'con temor y temblor'; era porque conocía 'el terror del Señor' y porque tendría que comparecer 'ante el tribunal de Cristo' y dar cuenta de sus obras hechas en la carne.
Muchas veces me causa asombro la forma en que algunos cristianos se atreven a hacer ciertas cosas, y también la forma en que dejan de hacer otras. Muchos de ellos parecen creer que por el hecho de ser creyentes y ser 'salvos' ya está todo hecho; olvidan totalmente este asunto de las recompensas. Viven haciendo el mínimo indispensable en el reino de Dios y en la Iglesia de Dios y aparentemente no comprenden su auténtica relación con Dios. No olvide jamás que él sabe todo lo que hace y deja de hacer, recuerde que algún día encarará el registro de todo ello y que 'dará cuenta de lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo'. Pienso que el 'sufrir pérdida' que menciona el apóstol debe ser algo temporal. No lo sé; pero hay una pérdida que se puede sufrir. A veces pienso que es un asunto de mirarle en la cara y a los ojos. Recordamos como, siendo niños y habiendo hecho algo que no debíamos hacer, cuando estábamos un tanto temerosos de ser castigados por nuestros padres, que el más terrible de los castigos recibidos era el hecho de no ser castigados realmente. Se limitaban a mirarnos y en la expresión de sus ojos nos mostraban que les habíamos desilusionados. Nos sentíamos avergonzados y nos despreciábamos y odiábamos a nosotros mismos. Sentíamos haber perdido algo muy precioso. En realidad no nos privaban de nada, no nos castigaban físicamente, pero ¡aquella mirada! 'Le veremos como él es'. Hemos de mirarle a los ojos. Hemos de recordar como, impulsados por nuestro egoísmo y nuestra pequeñez, le hemos fallado. ¡No permita Dios que ninguno de nosotros suframos pérdida!
Pero considere el otro lado. Hay una recompensa. 'Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel. ..'. Y entonces le da más aun. El siervo ha usado bien su talento, ha negociado con él. ¡Denle más, añádanle! ¡Qué recompensa! Acaso se puede pensar que exista algo más maravilloso que sencillamente oír aquellas palabras de él: "Bien hecho siervo bueno y fiel. Te he confiado este talento y tú has honrado mi confianza y lo has aumentado, eres un siervo maravilloso. Te he mirado desde el cielo, he estado orgulloso mientras tú lo hacías; me ha agradado, me he complacido en ello; y ahora yo te recibo; entra al gozo de tu Señor". Un adelanto inesperado. En Mateo 25 en el pasaje de las 'ovejas y los cabritos' se nos recuerda que posiblemente seamos inconscientes de lo que hemos hecho. Eso no importa. El ha llevado las cuentas; él sabe de todo ello; y él nos recompensará ricamente.
En 2 Corintios 5 el apóstol nos dice "conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres". Había dos grandes motivaciones que impulsaban al apóstol, que le daban su espíritu de urgencia, en todos sus viajes y en toda su predicación: 'el amor de Cristo me constriñe', y 'conociendo el temor del Señor'. Esas dos motivaciones deben gobernarnos siempre a nosotros como cristianos, seamos siervos o amos. 'Sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ese recibirá del Señor, sea siervo o sea libre'. Aunque su amo terrenal no lo recompense, aunque lo trate muy injustamente, aunque otros se rían y lo desprecien, aunque sus compañeros lo tengan por necio, no se preocupe; recibirá su recompensa. Su amo celestial lo está mirando desde arriba y él jamás olvidará nada. El lo recompensará rica y abundantemente cualquiera sea su posición. Y lo mismo se dice respecto de los amos. 'Amos, recuerden que vuestro Señor está en los cielos, y que para él no hay acepción de persona'. Nosotros los cristianos pertenecemos a la eternidad; somos ciudadanos del reino de Dios y pertenecemos al reino de lo espiritual. Dios no permita que alguno de nosotros considere su trabajo en términos de este mundo. Esto es sólo 'conforme a la carne'. Hoy estamos, mañana habremos pasado. Lo que importa es que 'le veremos cara a cara'. Todos compareceremos ante el tribunal de Cristo para recibir las cosas hechas en el cuerpo sean buenas o malas. "Por eso", digámoslo con el gran apóstol, "conociendo, pues, el temor del Señor...", proseguimos poniendo en práctica la enseñanza referida a esclavos y amos, a hijos y padres, a maridos y esposas. 'Conociendo el temor del Señor' vivamos para él y para su gloria; recordemos siempre que eso es lo que realmente importa. Este mundo, aunque transitorio y pasajero, tiene no obstante su influencia sobre el otro reino, determinando si hemos de sufrir pérdida o recibir recompensa grande y maravillosa. Por eso vivamos siempre a la luz de la eternidad; vivamos sabiendo que estamos siempre bajo su mirada y ante la presencia de "nuestro Amo celestial".


***



www.iglesiareformada.com
Biblioteca