EL MATRIMONIO
por M. Lloyd-Jones
Efesios 5:22-33
Parte 1
  PRINCIPIOS BÁSICOS
  Efesios 5:22-33
  EL ORDEN DE LA CREACIÓN
  Efesios 5:22-24
  LA ANALOGÍA DEL CUERPO
  Efesios 5:22-24

Parte 2
  EL AMOR VERDADERO
  Efesios 5:25-33
  LA ESPOSA DE CRISTO
  Efesios 5:25-33
  LA PURIFICACIÓN DE LA ESPOSA
  Efesios 5:25-33

Parte 3
  LAS BODAS DEL CORDERO
  Efesios 5:25-33
  UNA CARNE
  Efesios 5:25-33
  LOS PRIVILEGIOS DE LA ESPOSA
  Efesios 5:25-33

Parte 4
  LOS DEBERES DEL ESPOSO
  Efesios 5:25-33
  RELACIONES TRANSFORMADAS
  Efesios 5:25-33

LOS DEBERES DEL ESPOSO
Efesios 5:25-33

Al considerar esta declaración hemos visto que contenía dos temas principales. Uno de ellos se refiere a la relación entre el Señor Jesucristo y la Iglesia, y el otro a la relación entre marido y esposa. La enseñanza del apóstol es que sólo entenderemos verdaderamente la relación de marido y esposa en la medida que entendamos la gran doctrina de Cristo y la iglesia. Por eso hemos estado considerando en primer lugar la doctrina de Cristo y la iglesia; habiéndolo hecho, ahora estamos en condiciones de comenzar a aplicar esto particularmente a los esposos, aunque, como se nota, el apóstol tiene cuidado hacia el final (v. 33) de considerarlo también desde el aspecto y punto de vista de la esposa. La aplicación de la doctrina es presentada por los términos 'así como' y 'como'. 'Maridos, amad a vuestras mujeres, así como...'. Luego al final, 'Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo'. En otras palabras, está desarrollando la comparación de la relación de Cristo y la iglesia que nos presentó anteriormente, en términos de la relación entre marido y mujer.
Entonces, al enfocar la aplicación me parece que la mejor manera de hacerlo es dividir el tema en dos partes principales. La primera es aquella que enseña ciertos principios con respecto a los esposos y sus mujeres. Luego, habiendo establecido los principios generales, podemos continuar a la segunda parte que es la aplicación detallada y práctica de los principios a la situación concreta.
Los principios generales, según yo los veo, son los siguientes: Primero, debemos comprender en conexión con el matrimonio como con todo lo demás en la vida cristiana, que el secreto del éxito consiste en pensar y comprender. Eso sin duda es obvio en la superficie misma de este pasaje. En la vida cristiana nada ocurre automáticamente. Este es un principio muy profundo y creo que la mayoría de nuestros problemas tienen su origen en nuestra tendencia a creer que ellas sí ocurren automáticamente. Nosotros persistimos en aferramos a un concepto semi-mágico de la regeneración. Según esto, debido a lo que nos ha ocurrido, el resto de la historia es sencillamente éste: 'y vivieron felices para siempre'. Pero por supuesto sabemos que esto no es cierto. En la vida cristiana hay problemas. Sin embargo, tantas personas no alcanzan a comprender que no se trata de algo que opera automáticamente y, en consecuencia, se meten en problemas y dificultades. Obviamente el antídoto para ello consiste en pensar, en tener un entendimiento, en razonar el asunto a fondo. Eso es algo que el mundo no hace. El problema con el mundo, finalmente, conforme a la enseñanza de la Biblia, es que no piensa. Si la gente tan sólo pensara, la mayoría de sus problemas quedarían resueltos.
Tome por ejemplo el problema de la guerra. La guerra es algo inherentemente ridículo, insano. ¿Por qué entonces lucha la gente entre sí? La respuesta es, porque no piensan. Actúan instintivamente, son gobernados por instintos primitivos tales como el deseo y la avaricia, el enojo, etcétera; y golpean antes de pensar. Si la gente solo se detuviera a pensar, no habría más guerra. Por supuesto, la falacia de los humanistas consiste en creer que lo único que hay que hacer es decir a la gente que debe pensar. Pero mientras las personas sean pecadoras no pensarán. Estas fuerzas elementales son tanto más poderosas que las fuerzas racionales, y por tanto el 'hombre en pecado' es siempre irracional.
Cuando nos convertimos en cristianos, todavía debemos acentuar este mismo principio. Ni siquiera el cristiano piensa automáticamente; se le debe enseñar a pensar. Por esto se escribieron las epístolas del Nuevo Testamento. ¿Por qué fueron escritas? Si un hombre al convertirse en cristiano, automáticamente obra el bien, ¿por qué tuvo que escribir el apóstol estas epístolas? O si se puede recibir su santificación de una sola vez, en una sola bendición, ¿por qué fueron escritas estas epístolas? Pero aquí están, llenas de razonamientos, llenas de argumentos, llenas de demostraciones, analogías y comparaciones. ¿Por qué? Para enseñarnos a pensar, para enseñarnos a desarrollar estos asuntos y a crecer en entendimiento.
El apóstol demuestra que en relación con todo este tema del matrimonio el pensar es de esencial importancia. El mundo considera el matrimonio de la siguiente manera. En primer lugar da por sentadas en mayor o menor medida grandes cosas. Confía en lo que llama 'amor', descansa en los sentimientos. Dos personas dicen haberse 'enamorado' mutuamente y en base a eso contraen matrimonio. No se detienen a pensar o a hacer preguntas; el hacerlo constituye una rara excepción. Son impulsados y animados y arrastrados sintiendo que todo inevitablemente va a salir bien y que su felicidad tiene garantía de duración, que por lo tanto nunca podrá fracasar. Todo esto es alentado por la literatura popular y por las películas que se exhiben en los cines y en el hogar en la pantalla del televisor. Pero, luego lee los diarios y sus informes y descubre que sí fracasa. ¿Por qué fracasa? La res-Puesta es porque nunca han considerado el asunto en profundidad. En consecuencia, no están a la altura de las pruebas y tensiones y presiones que inevitablemente deben aparecer a medida que la vida es vivida día tras día con sus cargas y su cansancio físico y las tantas otras cosas que producen dificultades. Y puesto que esas personas nunca habían considerado el asunto a fondo, luego no tienen donde apoyarse. Actuaron basados en un sentimiento, en un impulso; actuaron impulsados por las emociones. La mente apenas tiene alguna participación en todo ello y el resultado es que al enfrentar las dificultades no tienen argumentos en los cuales apoyarse. No saben qué hacer; todo parece haberse desvanecido; y esto les causa pánico y luego solicitan el divorcio. Muchas personas repiten el mismo proceso una y otra vez. La causa de todo el problema es una carencia de entendimiento, el hecho de no pensar.
Cuando considera la posición cristiana, descubre que la principal diferencia es ésta—que el cristiano es exhortado a pensar y a comprender y se le provee una base sobre la cual puede hacerlo así. Ese es el significado y propósito de la enseñanza que se nos provee aquí; de modo que no tenemos excusa si la pasamos por alto. El mundo carece de una enseñanza similar; en cambio nosotros ya no estamos en esa condición. De modo que la primera cosa que se nos recuerda mediante este párrafo es que debemos pensar. Incluso nos dice cómo hacerlo y nos lo presenta en forma detallada. Ese es el primer principio.
El segundo principio es que como cristianos nuestro concepto del matrimonio debe ser positivo. Corremos el peligro de considerar el matrimonio entre cristianos como esencialmente similar al de otras personas. La única diferencia sería que ambos cónyuges son cristianos mientras que otros no lo son. Ahora bien, si todavía tenemos ese concepto del matrimonio, nuestra consideración de este gran párrafo ha sido totalmente en vano. El matrimonio cristiano, el concepto cristiano del matrimonio, es algo esencialmente distinto a todos los demás conceptos. Eso es, sin duda alguna, el resultado que ha surgido de nuestro trabajo al abrirnos paso a través de este párrafo.
Aquí se nos ofrece un concepto del matrimonio que no es posible sino en la fe cristiana; el matrimonio es elevado a la posición de la relación entre el Señor Jesucristo y la iglesia. De manera que la actitud del cristiano hacia el matrimonio siempre es positiva. El cristiano siempre debe perseguir esta meta. El concepto del cristiano no debe ser negativo en el sentido de creer que por la introducción de ciertos factores nuevos, el matrimonio va a durar mientras que otros no lo harán. Eso es un concepto totalmente negativo. No se trata simplemente de evitar ciertas cosas que se dan en otros; también debemos tener este ideal, este concepto positivo del matrimonio. Se trata de algo que siempre debemos considerar en términos de la relación del Señor Jesucristo y la iglesia. Debemos aprender a probarnos a nosotros mismos constantemente, haciéndonos esta pregunta: ¿Realmente responde mi vida matrimonial a esa relación? ¿Manifiesta mi vida matrimonial esa relación? ¿Es gobernada por ella?
En otras palabras, siendo cristianos no nos limitamos a pensar en estas cosas durante los primeros meses de casados. Seguimos pensando y continuamos pensando en ellas. A medida que crecemos en la fe cristiana y crecemos en gracia, más pensamos en nuestro matrimonio y más nos preocupa que se conforme a este patrón celestial, a este ideal glorioso de la relación entre el Señor Jesucristo y la iglesia. Esto es algo difícil de expresar en palabras. Lo que estoy tratando de expresar es que la gran diferencia entre el matrimonio de personas cristianas y el matrimonio de personas incrédulas es que en el caso de aquellos el matrimonio paulatinamente se hace más maravilloso; con el tiempo llega a ser más glorioso, a medida que se conforma y a medida que logra alcanzar ese alto ideal. Sin duda todos nosotros vemos el significado de esto a medida que lo aplicamos a lo que con tanta frecuencia es cierto en el matrimonio, y no solamente en el de personas no cristianas sino lamentablemente también entre personas cristianas. Según el concepto cristiano del matrimonio, éste continúa creciendo, desarrollándose y aumentando.
Mi tercer y último principio general surge de la totalidad de esta exposición y consiste en esto: en el análisis final, la causa del fracaso en el matrimonio siempre es el ego y las varias manifestaciones del mismo. Por supuesto, esa es la causa de los problemas en todas partes y en cada esfera. El ego y el egoísmo son las mayores fuerzas destructoras del mundo. Todos los grandes problemas que confrontan al mundo ya sea que uno mire el asunto desde el punto de vista de las naciones y de los estadistas, o desde el punto de vista de la industria y de las condiciones sociales, o desde cualquier otro punto de vista, todos estos problemas a fin de cuentas, provienen del ego, de 'mis derechos', de lo que 'yo quiero', y de '¿quién es él?' o de ¿quién es ella?'. El ego con sus horrendas manifestaciones siempre causa problemas porque cuando dos 'egos' se oponen mutuamente, inevitablemente se produce un choque. El ego siempre quiere todo para sí mismo. Eso se aplica al mío, pero se aplica igualmente también al suyo. Entonces hay al mismo tiempo dos poderes autónomos que nacen del ego y hacen que el choque sea inevitable. Ese tipo de choques ocurren en cada nivel, desde el nivel personal hasta el de las grandes comunidades e imperios y naciones.
La enseñanza del apóstol en los versículos que estamos considerando tiene el propósito de mostrarnos cómo evitar las calamidades que resultan del ego. Por ese motivo me tomé tanto trabajo en acentuar el versículo 21 antes de comenzar a considerar el tema del matrimonio. Esta es la clave para todo el párrafo—'sometiéndoos unos a otros en el temor de Dios'. Ese es el principio básico, y debe ser cierto en todos los miembros de la iglesia cristiana. Estemos casados o no, todos debemos estar sometiéndonos unos a otros en el temor de Dios. Luego el apóstol prosigue para aplicar el principio al caso particular del hombre y la mujer, del marido y la esposa, y lo ha hecho en forma tan nítida y clara que seguramente nadie dejará de comprenderlo. ¿Cuál es la esencia del matrimonio? Según el apóstol es esta unidad—estos dos, esta pareja que se ha convertido en una carne. Entonces debe dejar de pensar en ellos como dos, ahora son uno. Por eso cualquier tendencia por afirmar el ego inmediatamente choca contra el concepto fundamental del matrimonio. El apóstol dice que en el matrimonio debería ser imposible que surja semejante conflicto, porque pensar en estos dos como si fueran dos es negar el principio básico del matrimonio, es decir, es negar que ellos son uno. 'Estos dos serán una carne'. La esposa es 'el cuerpo' del esposo, así como la iglesia es el cuerpo de Cristo. Entonces tenemos aquí, sobre todas las cosas, la denuncia final del ego y de todas sus horrendas manifestaciones; además se nos muestra aquí la única forma en que podremos finalmente ser librados de él.
Estos son los tres principios generales que en el matrimonio fundamentan la aplicación práctica de la doctrina de la relación del Señor Jesucristo con la iglesia. Ahora el esposo debe ser gobernado por estos principios. ¿Cómo se traduce esto a la práctica? Primero que todo, el esposo debe comprender que su esposa es una parte de él mismo. Esto no lo sentirá instintivamente; será preciso enseñárselo; y la Biblia lo enseña en todas partes. En otras palabras, el esposo debe comprender que él y su esposa no son dos; son uno. El apóstol sigue repitiendo que: 'Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos'. 'El que ama a su mujer, a sí mismo se ama'. 'Los dos serán una sola carne'. 'Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos'. Todo esto es cierto respecto de nuestra relación con el Señor, pero, también es cierto en esta otra relación.
Por lo tanto yo quisiera expresarlo diciendo que no es suficiente considerar a nuestras esposas como socias. Ellas son socias, pero son mucho más que eso. Puede tener dos hombres de negocios que son socios, pero no es esa la analogía. La analogía va mucho más allá. No es una cuestión de sociedad, aunque se incluye esa idea. Hay otra frase usada con frecuencia—al menos se la solía usar con frecuencia—que lo expresa de manera mucho mejor, y que me parece ser una declaración inconsciente de la enseñanza cristiana. Esa expresión usada por hombres al referirse a sus esposas como 'mi mejor mitad'. Ahora bien, esto es completamente correcto. Ella no es una socia, ella es la otra mitad del hombre. 'Los dos serán una carne'. 'Mi mejor mitad'. Precisamente la palabra 'mitad' expresa todo el caso que el apóstol está elaborando aquí. No estamos tratando con dos unidades, dos entidades, sino con las dos mitades de una unidad—'Los dos serán una carne'. Por lo tanto, a la luz de esto, el esposo ya no debe pensar en singular o individualmente. Eso según el apóstol debería ser totalmente imposible en el matrimonio, porque 'el que ama a su mujer, a sí mismo se ama'. En un sentido no está amando a otra persona, se está amando a sí mismo. Esa es la clase de diferencia obrada por el matrimonio.
Entonces, a nivel práctico, todos los pensamientos del esposo deben incluir también a su mujer. Nunca debe pensar de sí mismo en forma aislada o separada. Tan pronto lo hace ha quebrantado el principio más básico del matrimonio. Es algo que todo el mundo puede ver cuando ocurre a nivel físico, pero el verdadero daño ocurre antes, a nivel intelectual y espiritual. En cierto sentido tan pronto un hombre piensa en si mismo en forma aislada ha quebrantado el matrimonio. ¡Y no tiene derecho a hacerlo! En cierto sentido no puede hacerlo porque la esposa es una parte de sí mismo. Pero si de todos modos ocurre, él ciertamente estará infligiendo un grave daño a su esposa; y este es un daño que lo afectará a él mismo puesto que ella es una parte de él. Por lo tanto él estará actuando incluso contra sí mismo; si tan sólo se hubiera dado cuenta de ello. En consecuencia, su pensamiento nunca debe ser personal en el sentido de ser individualista. El solamente es la mitad, y lo que él hace implica necesariamente a la otra mitad. Lo mismo se aplica a sus deseos. Nunca debe tener ningún deseo para sí mismo. Ya no es un sólo hombre, en ese sentido ya no es libre; su esposa es afectada por todos sus deseos. Por lo tanto, es responsabilidad suya ver de estar siempre totalmente despierto a estas consideraciones. En otras palabras, nunca debe pensar de su esposa como de una añadidura. Ni mucho menos—y lamento tener que utilizar esta expresión—como de una carga; sin embargo, hay muchos que así lo hacen.
Para resumirlo, éste es un gran mandamiento dado a hombres casados en el sentido de nunca ser egoístas. Por supuesto tampoco la esposa debe ser egoísta. Cada cosa se aplica a ambas partes pero aquí estamos considerando particularmente a los maridos. Ya hemos visto que la mujer debe someterse a él. Al hacerlo así ella actuaba sobre el mismo principio; ahora bien, esta es la parte que le toca al marido. Por lo tanto, él debe recordar deliberada y constantemente acerca de la realidad que vive en la condición de hombre casado y esa realidad debe gobernar y controlar todos sus pensamientos, sus anhelos, y todos sus deseos, en efecto, la totalidad de su vida y actividad.
Pero podemos extendernos mucho más allá y expresarlo de manera más fuerte. El versículo 28 termina con estas palabras, 'El que ama a su mujer, a sí mismo se ama'; pero recordamos que el apóstol al describir la relación entre el Señor y la iglesia ha utilizado la analogía del cuerpo. Dice el apóstol en el mismo versículo, 'Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos'. Luego en el versículo 29 desarrolla este tema diciendo: "Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia". Esta es entonces la enseñanza: no solamente debemos comprender que el esposo y su mujer son uno, sino que además, el esposo debe comprender que la esposa, conforme a esta analogía del cuerpo, es en realidad una parte de él mismo. La actitud de un hombre hacia su esposa, dice el apóstol, debe ser, por así decirlo, la actitud hacia su cuerpo. Esa es la analogía—y es mucho más que una analogía. Ya hemos considerado el asunto tal como se enseña al final del capítulo dos de Génesis. La mujer originalmente fue tomada del cuerpo del hombre. Allí tenemos la prueba de que ella es una parte del hombre, una prueba que también describe la característica de la unidad. Por eso al hombre se le dice: 'Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos'. Ahora bien, esta pequeña palabra 'como' es de suprema importancia porque podemos fácilmente mal interpretarla. El apóstol no dice: "De la misma manera en que los esposos aman a sus cuerpos también deben amar a sus esposas". No es ese el significado. El significado es éste, 'Así también los maridos deben amar a sus mujeres porque ellas son sus propios cuerpos'. Un hombre ama a su esposa como a su cuerpo—eso es lo que está diciendo. No 'como' él ama a su cuerpo así debe amar a su esposa. ¡No!, un hombre debe amar a su esposa como a su cuerpo, como parte de él mismo. Así como Eva fue una parte de Adán, tomada de su costado, así la esposa lo es del hombre, ella es parte de él.
Estoy haciendo énfasis en esto por la razón que el apóstol establece claramente, esto es, a fin de mostrar que el matrimonio contiene este elemento de indisolubilidad, el cual, como yo entiendo la enseñanza bíblica, sólo puede romperse por el adulterio. Pero lo que ahora queremos expresar es que el apóstol lo construye en esta forma a fin de que el esposo pueda darse cuenta de que no puede separarse de su esposa. No se puede separar de su propio cuerpo, y así tampoco se puede separar de su propia esposa. Ella es una parte suya dice el apóstol. Debe recordarlo siempre. No puede vivir aisladamente, no puede vivir separadamente. Si comprende esto no correrá el peligro de pensar en separación, no correrá peligro de querer y anhelar o desear ningún tipo de separación. Menos aun puede haber antagonismo u odio. Nótese como lo expresa el apóstol: "Nadie", dice para ridiculizar el asunto, "Nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia". De manera que cualquier elemento de odio entre esposo y esposa es absoluta locura; y sólo indicaría que el hombre no tiene concepto alguno de lo que significa el matrimonio. 'Nadie aborreció jamás su propia carne', y la esposa es su propia carne; ella es su cuerpo; él ha de amar a su esposa como a su propio cuerpo.
¿A dónde nos conduce esto en la práctica? Aquí estoy considerando enseñanzas muy detalladas que todos necesitan, tanto personas cristianas como otras. Dios sabe que todos hemos fracasado; todos hemos pecado por no comprender esta enseñanza y por no aplicarla detalladamente. El principio es que la mujer es el cuerpo del hombre. De modo que lo que el cuerpo significa a la personalidad del hombre, eso le debe significar su esposa. De ello resulta la enseñanza detallada del apóstol. ¿Cómo va a tratar el hombre a su mujer? Permítanme dar primero algunos ejemplos negativos. El no debe abusar de ella. Un hombre puede abusar de su cuerpo, y muchos hombres lo hacen, comiendo demasiado, bebiendo demasiado y de diversas otras maneras. Eso es abusar del cuerpo, maltratarlo, ser grosero con él. Ahora bien, dice el apóstol, un hombre que hace esto es un necio, porque si un hombre maltrata su cuerpo y abusa de él, él mismo va a sufrir. No puede separarse de su propio cuerpo; y si cree que puede, y abusa de su cuerpo, será el que va a sufrir. Su mente sufrirá, su corazón sufrirá, la totalidad de su vida sufrirá. Podrá decir, "mi cuerpo no me importa; yo vivo una vida intelectual". Sin embargo, si prosigue obrando de esa manera, pronto descubrirá que ya no posee el intelecto que solía poseer, y que ya no puede pensar como antes. Si abusa de su cuerpo, usted es quien va a sufrir. No solamente el cuerpo, sino usted mismo. Es exactamente lo mismo en la relación matrimonial. Si un hombre abusa de su esposa él sufrirá tanto como ella. De modo que además de estar profundamente equivocado, ese hombre es un necio. Si un hombre abusa de su esposa, va a ocurrir un quebrantamiento, no solamente en la esposa sino también en el hombre, y en la relación entre ambos. Sin duda esto es lo que está ocurriendo con tanta frecuencia en el mundo actual. Debería ser imposible pensar que un hombre cristiano pueda abusar de su esposa.
Pero, no se trata solamente de que el esposo no abuse de su mujer. En segundo lugar, tampoco debe descuidarla. Volvamos otra vez a la analogía del cuerpo. Un hombre puede descuidar su cuerpo. Es algo que ocurre con frecuencia, y nuevamente es algo que siempre causa problemas. Descuidar el cuerpo es malo, es necio y es un error. El hombre ha sido constituido de tal manera que se compone de cuerpo, mente y espíritu, y los tres están en íntima relación uno con el otro. Sin duda todos somos conscientes de esto. Considérelo, por ejemplo, en términos de la fragilidad del cuerpo. Si yo sufro de laringitis, no puedo predicar aunque quisiera hacerlo. Puedo estar lleno de ideas y de un deseo de predicar, pero si mi garganta está inflamada no puedo hablar. Y así es con el cuerpo entero. Si descuida su cuerpo, usted mismo será quien sufrirá. Muchos hombres lo han hecho así, muchos eruditos lo han hecho, y por descuidar su cuerpo sufrió su obra. Ello se debe a la unidad esencial entre estas partes de nuestra personalidad.
Ocurre exactamente lo mismo en la relación matrimonial, dice el apóstol. ¡Cuántos problemas se causan en la esfera del matrimonio debido a simples descuidos! Recientemente los médicos han ofrecido evidencias de esto en los diarios, informando de un gran número de esposas que en la actualidad han sido impulsadas a fumar compulsivamente. ¿Por qué? Simplemente porque fueron descuidadas por sus esposos. Los esposos se pasan las noches haciendo deportes o en los clubes o jugando con sus amigos; y la pobre esposa es dejada en casa con los niños y el trabajo. El esposo vuelve de noche justo a tiempo para acostarse y dormir; para luego en la mañana levantarse y salir. El descuido de la esposa conduce a estos estados de neurosis que se revelan en un tabaquismo excesivo y en otras manifestaciones de tensión nerviosa. Es lamentable que un hombre contraiga matrimonio y luego descuide a su esposa. En otras palabras, allí hay un hombre casado, pero que en los asuntos esenciales continúa viviendo como si aún fuese soltero. Aún sigue viviendo su propia vida en forma separada, aún sigue pasando el tiempo con sus amigos.
Yo podría desarrollar fácilmente este tema, pero los hechos son tan familiares que resulta innecesario. Sin embargo, creo detectar una tendencia en el sentido de olvidar este punto particular aun en círculos cristianos, aun en círculos evangélicos. Un hombre casado ya no debe actuar como si fuese soltero; su esposa debe estar implicada en cada uno de sus asuntos. Recientemente recibí una invitación a una reunión social de una organización evangélica; pero la invitación era dirigida a mí solamente sin incluir a mi esposa. Automáticamente la rechacé, como siempre suelo hacer cuando ocurre este tipo de cosas. Aquel fue un ejemplo de una organización evangélica que obviamente no tiene pensamientos muy claros en estos asuntos. Me aventuro a afirmar en forma tajante, que un cristiano nunca debería aceptar una invitación a una reunión social sin su esposa. Muchos matrimonios sufren daños irreparables porque los hombres se reúnen solos en sus clubes sin sus esposas. Eso está mal porque es una negación de principios esenciales. El hombre y la mujer deberían hacer las cosas juntos. Por supuesto, en sus negocios el hombre debe estar solo y hay otras ocasiones cuando debe estar solo; pero si se trata de una reunión social, de algo en que puede participar la esposa, ella debe participar, y es responsabilidad del esposo que ella lo haga así. Sugiero que todos los esposos cristianos rechacen automáticamente toda invitación que les sea dirigida sólo a ellos sin incluir a sus esposas.
Sin embargo, este asunto tiene otro aspecto que con frecuencia me causa gran preocupación. Constantemente estoy oyendo lo que a veces ha sido llamado 'viudas evangélicas'. La expresión significa que el esposo de este tipo especial de mujer es un hombre que sale todas las noches para asistir a una reunión. Su explicación, en efecto, su argumento es que está ocupado en la buena obra cristiana; pero, aparentemente olvida que él es un hombre casado. El otro extremo, por supuesto, es la clase de cristiano que no hace nada, y que da lugar a su propia pereza y pasa todo el tiempo en casa. Ambos extremos siempre son malos; pero por el momento estoy condenando este extremo en particular—el caso del hombre que está tan ocupado con la obra cristiana que descuida a su esposa. He conocido muchos casos de esto. Recientemente oí de uno en el norte de Inglaterra. Es el caso de un hombre que salía todas las noches para hablar en reuniones, organizando esto y aquéllo. El hombre que me lo contaba confesó que había tenido la tentación de hacer lo mismo, pero de pronto fue alertado al encontrar a la esposa de aquel hombre que todo el mundo estaba admirando. Dijo que la pobrecita mujer parecía ser una esclava; se la veía exhausta, agotada, cansada, descuidada e infeliz y con el corazón quebrantado. La conducta de tal esposo es gravemente pecaminosa. Aunque todo sea hecho en el nombre de la obra cristiana, un hombre no puede y no debe tomar compromisos que lo separen de esa forma de su relación matrimonial, porque la esposa es una parte de él—su.'mejor mitad', no su esclava. Por eso los esposos cristianos deben examinarse a sí mismos en este asunto. Un hogar no es un dormitorio al cual un hombre regresa para dormir. ¡No! Debe existir esta relación activa, ideal y positiva; es algo que siempre debemos tener bien presente en nuestros pensamientos. En consecuencia, un hombre debe pedir sabiduría de Dios para saber como organizarse a sí mismo en este sentido. No me importa lo que un hombre es; pero si es un hombre casado, no debe comportarse corno si fuera soltero, ni siquiera en relación con el trabajo cristiano, porque al hacerlo está negando la enseñanza misma del evangelio que pretende predicar. En este preciso punto se puede ser indeciblemente egoísta. Yo sé que esto generalmente ocurre como resultado de nada peor que la falta de consideración; sin embargo, la irresponsabilidad generalmente conduce al egoísmo. En todo caso, un cristiano nunca debería ser culpable de irresponsabilidad.
De esta manera prosigo a la tercera aplicación práctica de la enseñanza. El esposo no debe abusar de su esposa, no debe descuidarla, y en tercer lugar, no debe considerarla como una cosa que se da por supuesta. Siempre debe existir el elemento positivo en la relación. La esposa de un hombre, no sólo es una ama de casa; debe haber este elemento positivo. ¿De qué otra manera podría expresarlo? Permítanme utilizar los propios términos del apóstol. El lo expresa de esta manera: "Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino..." ¿Qué? 'que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia'. Recuerda cómo, cuando consideramos estas palabras, nos quedamos asombrados e impresionados por la forma en que el Señor nos sustenta y nos cuida. Y esa es la forma en que el marido debería comportarse con su mujer. 'Sustenta y cuida'. Nuevamente, uno no puede hacer esto sin pensarlo.
Una vez más esto puede ser desarrollado en términos de la analogía según la cual un hombre no aborrece a su propio cuerpo sino que lo sustenta y cuida. ¿Cómo lo hace? En forma sencilla podemos subdividir el tema de esta manera: En primer lugar está el tema de la dieta. Un hombre debe pensar en su dieta, en su comida. Debe tomar suficientes alimentos, debe tomarlos regularmente, etcétera. Y todo esto debe ser elaborado en términos de marido y mujer. El hombre debería estar pensando en lo que ayudará a su esposa, lo que la fortalecerá. Pero, cuando ingerimos nuestros alimentos no sólo pensamos en términos de calorías, o proteínas, grasa, hidratos de carbono; no somos puramente científicos ¿verdad? En este tema de los alimentos entra en juego otro elemento. También somos influenciados por lo que apela al paladar, por lo que nos da placer y deleite. De esa manera debería tratar el esposo a su mujer. El debe estar pensando en lo que a ella le agrada, lo que le da placer, lo que a ella le gusta, lo que ella disfruta. Por supuesto, antes del casamiento se tomaba tiempo para hacerlo; pero, luego, después de casado con frecuencia deja de hacerlo. ¿Acaso no es ésta la dificultad? Muy bien, dice el apóstol, no se debe detener, debe seguir pensando; y si es un cristiano, debe ocuparse más y más en pensar, no cada vez menos. Ese es su argumento. ¿Acaso no nos sentimos todos condenados? Pero esta es la enseñanza apostólica, la enseñanza del Nuevo Testamento. Dieta—considere su persona en su totalidad y de su alma. Debe existir este pensamiento activo respecto del desarrollo de la esposa y de su vida en esta asombrosa relación que Dios mismo ha establecido.
Luego, hay el tema del ejercicio. La analogía del cuerpo lo sugiere inmediatamente. El ejercicio es esencial para el cuerpo; el ejercicio es igualmente esencial en la relación matrimonial. El ejercicio puede significar una cosa tan simple como la conversación. En efecto, con frecuencia he visto problemas matrimoniales por la simple ausencia de conversación. Todos sabemos cuantas cosas se pueden decir aquí a modo de excusa. El hombre está cansado, todo el día ha estado en su trabajo o en su oficina y vuelve al hogar agotado y cansado y sólo desea descanso y paz. Es cierto, pero lo mismo también ocurre con su esposa con la diferencia que tal vez ella ha estado todo el día sola o sólo en compañía de los niños. Sintamos o no deseo de hacerlo, debemos conversar. La esposa necesita este tipo de ejercicio. Háblele de sus negocios, de sus preocupaciones, de sus asuntos, introdúzcala a ellos. Ella es su cuerpo, ella es una parte suya, de modo que debe permitirle hablar al respecto. Consúltela, permítale que ella aporte su entendimiento. Ella es una parte de su vida, de manera que introdúzcala a toda su vida. Obligúese a conversar. En otras palabras, uno tiene que esforzarse a sí mismo a pensar. Repito una vez más, conozco todas las excusas y cuan difícil es, muchas veces. Pero permítanme expresarlo de esta manera y creo que es un argumento justo. Este hombre estaba igualmente cansado y trabajaba igualmente duro antes de casarse; sin embargo, antes de casarse estaba ansioso por contarle a su novia cuantas cosas había hecho, ansioso por introducirla a todo ello. ¿Por qué ha de cesar eso cuando se casa? No debería cesar, dice el apóstol. El esposo y la mujer son uno. Mírela y considérela como a su cuerpo, y recuerde este elemento del ejercicio. Deliberadamente introdúzcala a todos sus asuntos. Esto será maravilloso para ella; para su desarrollo; y será bueno para usted mismo porque la relación matrimonial entera crecerá y se desarrollará a medida que lo haga.
Y esto nos lleva al cuarto punto, al elemento de protección. Aquí está el cuerpo, necesita alimento, necesita ejercicio; pero además todo hombre necesita aprender a entender su propio cuerpo. El apóstol desarrolla el argumento. Recuerdan cómo el apóstol Pedro lo expresa: Dice al esposo que recuerde que su mujer es 'el vaso más débil'. Significa que estos cuerpos nuestros están sujetos a ciertas cosas. Todos nosotros somos diferentes aun en sentido físico. Algunos de nosotros estamos sujetos, quizás, a sentir más intensamente el frío o sujetos a temperaturas bajas de un modo en que otros hombres no lo son. Algunos de nosotros estamos constituidos de tal manera que tenemos estos problemas menores; y estamos sujetos a molestas infecciones y diversas otras cosas que nos ponen a prueba. ¿Qué hace un hombre sabio al respecto? Se cuida en gran manera de estas cosas; en el invierno usa un grueso abrigo, quizás use una bufanda; y se abstiene de hacer ciertas cosas. El hombre se protege a sí mismo y a su débil constitución de algunos de los peligros que le salen al encuentro en la vida. 'Así también los maridos deben amar a sus mujeres'. ¿Ha descubierto que su esposa tiene cierta debilidad temperamental? ¿Ha descubierto que ella tiene ciertas características especiales? ¿Acaso es nerviosa y aprensiva; o es demasiado elocuente en sus expresiones? No importa de qué se trate en particular; ella tiene ciertas características que en algún sentido son debilidades. ¿Cuál es la reacción de usted hacia ellas? ¿Le irritan o se siente desilusionado? ¿Tiende a condenarlas y a despreciarlas? Actúe como lo hace con su cuerpo, dice el apóstol. Protéjala contra esas debilidades, guárdela de ellas. Si ocurre que su esposa ha nacido con un temperamento de preocupación, muy bien, guárdela de él, protéjala. Haga todo lo que esté a su alcance para guardarla de sus debilidades, y fragilidades; lo que hace por su cuerpo, hágalo por su esposa.
Luego, por supuesto, hay épocas cuando sobrevienen grandes infecciones —una epidemia de gripe, fiebres, cosas que matan a la gente por millares. Correspondiendo a esto, también hay cosas que sobrevienen en la vida matrimonial—pruebas, problemas, tribulaciones que van a poner el matrimonio a prueba hasta el límite mismo.
¿Qué hace usted al respecto? Una vez más ¿qué hace con su cuerpo cuando se enferma de esa manera, cuando le da semejante ataque de gripe con una terrible fiebre? La respuesta es que guarda cama, con una bolsa de agua caliente; adopta una dieta apropiada, etcétera. Hace todo lo que está a su alcance para tratar la fiebre y ayudar a su cuerpo a resistirla. 'De tal manera deben los hombres amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos'. Si hay alguna prueba o ansiedad o problema peculiar o excepcional, algo que pone a su esposa a prueba hasta el límite, entonces, afirmo, el esposo debe salir de su rutina para proteger a su esposa y ayudarla y auxiliarla. Ella es 'el vaso más débil'.
Esto nos conduce al punto final. Trata de proteger su cuerpo contra las infecciones mediante diversas inoculaciones. Aplique todo esto a la vida matrimonial. Haga todo lo que esté a su alcance para desarrollar una resistencia, para preparar a su esposa a encarar los peligros de la vida. Debe edificarla. No lo haga todo solo; pero, edifíquela para que ella también esté en condiciones de actuar; de modo que si usted es llevado por la muerte ella no se quede inerme. Debemos pensar detalladamente en todo esto exactamente corno con el cuidado del cuerpo. Y si sobreviene una enfermedad, tenga cuidados especiales, déle los medicamentos apropiados, sálgase de su rutina y haga aquellas cosas extras que promoverán y producirán la restauración de la salud, del vigor y de la felicidad.
Aquí dejamos este tema, en el cual hemos estado viendo un gran principio que es de suprema importancia. Un hombre debe amar a su mujer 'así como' —porque ella es su propio cuerpo. 'Nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia'. 'Maridos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia'.


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RELACIONES TRANSFORMADAS
Efesios 5:25-33

Ahora llegamos a la consideración final de esta declaración tan importante y extraordinaria. El apóstol está tratando principalmente el deber de los esposos hacia sus mujeres, aunque en el último versículo, se nota, vuelve a mencionar el deber de las mujeres hacia sus esposos. Lo hace a fin de presentar su enseñanza referida al matrimonio como un todo y en una forma completa. Al aplicar todo esto, hemos visto que el gran secreto aquí consiste en entender la enseñanza. Entre toda la gente el cristiano debe ser aquel que piensa y razona, aquel que emplea su mente. No hay magia en la vida cristiana. El gran acto de regeneración es operado por Dios, pero tan pronto recibimos la vida, estamos en condiciones de pensar y razonar y de usar nuestro entendimiento. De modo que todas estas epístolas del Nuevo Testamento son dirigidas al entendimiento. Al comienzo mismo de la presente epístola, el apóstol ha orado que sean alumbrados 'los ojos de vuestro entendimiento' por el Espíritu Santo. Vimos pues que lo que el apóstol expuso aquí es esta gran doctrina de Cristo y la iglesia, para luego decir: 'Asimismo, de esa misma manera'.
Aquí hay algunos puntos prácticos que debemos considerar para que nuestra exposición sea completa. Hay aquí ciertos imperativos prácticos de parte del apóstol que están relacionados a esta gran analogía que ha estado usando. El gran principio fundamental es esa unidad. Lo que debemos comprender es esta unidad esencial entre el esposo y la mujer—'y los dos serán una sola carne'. Esta unidad es comparable a la unidad entre el hombre y su propio cuerpo y también a la unión mística entre Cristo y la iglesia.
La unidad es el principio básico en el matrimonio; debido a que mucha gente en este mundo moderno jamás ha tenido idea de lo que implica el matrimonio desde el punto de vista de la unidad, se apegan tan poco a el y quebrantan sus votos y promesas, a tal grado que el divorcio está viniendo a ser uno de los mayores problemas de nuestra época. Jamás llegaron a captar este concepto de la unidad; todavía piensan en términos de su individualidad, y de esa manera tiene en el matrimonio dos personas afirmando cada uno de sus propios derechos y como consecuencia, choques y discordia y separación. La respuesta a todo ello, dice Pablo, es comprender este gran principio de la unidad.
El apóstol ha desarrollado todo esto en términos del cuerpo, pero ahora lo expresa en forma muy explícita recordándonos otra vez lo que dice el segundo capítulo de Génesis en relación con la creación de Eva, tomada del cuerpo de Adán. El propósito fue que Adán tuviese una 'ayuda idónea'. Cuando Dios hizo a Eva para que el hombre y la mujer pudiesen entrar al estado matrimonial, también hizo la declaración de que un hombre debe dejar a su padre y a su madre y unirse a su propia mujer, y que 'ambos serian una carne'. El apóstol cita estas precisas palabras en el versículo 31: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne". Este es un mandamiento dirigido al hombre que se convierte en esposo. Debe dejar a su padre y madre. ¿Por qué debe hacerlo? Debido a esta nueva unidad que está naciendo entre él y su mujer. 'Por esto', dice el apóstol. ¿Qué es esto? El acaba de decírnoslo—'Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne, y de sus huesos'. Esa es la relación del esposo y la mujer, y debido a esto—'por esto'—un hombre debe dejar a su padre y a su madre para sí ser unido a su mujer.
Este es un punto de suprema importancia. En cierto sentido, es la prueba final de la unidad que existe en el verdadero matrimonio, es una señal externa de la unidad. En otras palabras, el apóstol está diciendo que cuando un hombre se casa, entra a una nueva unidad que rompe con las relaciones anteriores. Ya no estará atado ni sujeto por las relaciones anteriores puesto que ahora comienza una relación de unidad nueva y más íntima. Hasta el momento de casarse, la principal lealtad del hombre era dirigida hacia su padre y hacia su madre; pero ya no es ese el caso; ahora debe 'dejar a su padre y a su madre' y entrar en esta nueva relación. Esta es una declaración impresionante, especialmente en vista de tantas enseñanzas que se encuentran en las Escrituras respecto de la relación entre padres e hijos. La familia es la unidad fundamental de la vida, por eso en el siguiente capítulo el apóstol dirá: 'Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo'. Sin embargo, este imperativo debe ser tomado a la luz de lo siguiente: cuando un hombre se casa ya deja de ser un hijo en ese sentido. Deja a su padre y a su madre y entra a esta nueva unidad. Deja a la que pertenecía antes para entrar a esta unidad nueva, a esta nueva relación. Ahora es cabeza de una nueva unidad, cabeza de una familia nueva.
Es aquí donde mayormente tienden a surgir las tensiones más agudas y donde ocurren las dificultades en la relación matrimonial. Obviamente en todos estos asuntos las declaraciones bíblicas deben ser tomadas en su contexto y con el adecuado razonamiento. Nunca debemos hacernos legalistas en estas cosas. Considérese esta afirmación referida a un hombre 'dejando a aún padre y a su madre'. Obviamente esto no significa que nunca más va a tener nada que ver con ellos. El término es 'dejará' de manera que debemos considerar el significado de 'dejar'. Por supuesto se trata de un asunto muy práctico, pero lo importante es comprender las implicaciones espirituales. Algunas veces esto es interpretado, vuelvo a decirlo, de manera legalista, y entonces la gente se hace severa y casi descortés hacia el padre y la madre. No es esa la enseñanza del apóstol. Lo que al apóstol le preocupa es el principio, y es a él al que debemos prestar nuestra principal atención. En la práctica significa que este hombre en adelante ya no se considerará principalmente como un hijo de sus padres, sino como el esposo de su mujer. Durante toda su vida se ha considerado a sí mismo como hijo de sus padres, y eso era correcto. 'Honra a tu padre y a tu madre' es uno de los Diez Mandamientos. Pero ahora debe hacer un gran ajuste mental; ahora debe pensar los asuntos detalladamente y asumir nuevas responsabilidades y comenzar a vivir una nueva vida. Ya no se encuentra en una condición de subordinación, en cambio ahora se ha convertido en cabeza de una nueva familia. Debe considerarse a sí mismo como tal y debe comportarse como tal. El hecho de dejar a su padre y a su madre en realidad significa que no debe permitir que su padre y su madre lo controlen como lo hicieron hasta el presente. Es aquí donde surgen las dificultades. Durante veinte, veinticinco, treinta años ha existido aquella vieja relación—padre y madre, hijo. Y se ha hecho costumbre y uno piensa instintivamente conforme a esos patrones. Pero ahora este hombre ha contraído matrimonio. Es difícil para él—y tal vez sea más difícil para el padre y la madre—comprender que ha nacido esta nueva relación; sin embargo la enseñanza aquí es que el hombre debe dejar a su padre y a su madre para unirse a su mujer. El hombre debe afirmar y salvaguardar su nueva condición, y, como digo, defenderla contra cualquier interferencia de parte de sus padres. Y en su propio comportamiento ya no debe limitarse a hacer simplemente lo que hacía antes, porque ahora está unido a su mujer. Ya no es lo que era antes. Es lo que era antes—más, y ese 'más' es lo que crea la diferencia entre la antigua y la nueva relación.
Tal es el significado de esta expresión, 'dejar a su padre y a su madre'. El hombre debe afirmar la nueva posición, que ha surgido como resultado de su matrimonio. Y, por supuesto, al considerarlo desde el punto de vista del padre y de la madre la situación debiera ser igualmente clara. Ellos deben reajustarse a sí mismos como su hijo lo hace. Ahora ellos deben comprender que la primera lealtad de su hijo está dirigida a su esposa y que él sería un hombre muy deficiente, un esposo muy deficiente y, por último, un hijo muy deficiente si dejara de mostrar esa lealtad. Ellos no deben interferir en esta nueva vida matrimonial. En el pasado ellos siempre mandaban a su hijo en diferentes maneras, y era correcto que así lo hicieran. Pero, ahora deben dejar de hacerlo; deben reconocer que algo totalmente nuevo ha nacido y Que ya no deben pensar en su hijo simplemente como en su hijo. Ahora él está casado, una nueva unidad se ha creado, y todo lo que ellos le hagan a él, al mismo tiempo lo estarán haciendo a su esposa también. De modo que, obviamente, ya no pueden tratarlo como solían hacerlo antes. Todo esto está incluido en la idea de un hombre dejando a su padre y a su madre para unirse a su propia mujer. En realidad, la esencia de la enseñanza del apóstol sobre el matrimonio es que todas las partes implicadas deben comprender el nacimiento de una nueva unidad. Esta unidad no existía antes, pero ahora existe. El flamante esposo debe comprender que ya no es lo que era antes; la recién casada debe comprender que ya no es lo que era antes en su relación a sus padres. Los padres de ambos lados deben comprender que ya no son lo que ellos eran antes. Todas las cosas son diferentes. En virtud de la nueva unidad que ha nacido como resultado del matrimonio debe haber un reajuste en todas las áreas. 'Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre'.
Conforme a la enseñanza bíblica, nada más drástico puede ocurrir que esta doble acción—'dejando' y 'uniéndose'. La familia es la unidad fundamental de nuestra vida terrenal, y aunque el hombre aun sigue siendo hijo de sus padres, y por supuesto, aunque todavía pertenece en ese sentido general a su familia, lo importante es que ahora se ha convertido en cabeza de una nueva familia; en consecuencia debe ser tratado con la dignidad que corresponde a esa nueva condición. Debe pensar en sí mismo de esta forma; no debe volver a pensar en sí mismo como era antes; y tampoco debe permitir que sus padres piensen en él de esa manera. 'Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne'. Tan pronto comprendemos esto, el matrimonio se convierte en lo más importante, por cierto, en el acontecimiento más importante de toda la vida. En consecuencia, cuando asiste a unas bodas debe comprender que está naciendo esta nueva unidad y debe reajustar sus pensamientos y en adelante pensar de la esposa y del esposo en términos de esta nueva relación. Esta nueva condición de casados ahora tiene prioridad sobre toda otra relación humana. Un hombre deja a su padre y a su madre, y lo mismo hace una mujer. Y en la medida en que es comprendido este principio y puesto en práctica verá este matrimonio ideal que aquí es bosquejado, y se ve la diferencia entre el matrimonio cristiano y el que no es cristiano. Este entonces es el primar mandamiento práctico que el apóstol nos da aquí.
El segundo es, 'Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo'. En cierto sentido ya hemos analizado este punto del apóstol Pablo cuando considerábamos al hombre y la relación con su cuerpo, cuando considerábamos los pensamientos que alienta respecto de su mujer. El mejor comentario sobre este asunto es el que se encuentra en Colosenses 3:19 donde el apóstol dice: 'Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas'. El aspecto negativo allí nos ayuda a comprender el positivo en este último versículo de Efesios 5. Obviamente el gran peligro que corren los maridos es el de asumir una actitud dominante. El hecho que se acentúa es que él es la cabeza, él es el líder, él está en la posición de responsabilidad. Así es como Dios lo ha establecido en el comienzo. Por eso el peligro que siempre corre el hombre es, según lo expresa el apóstol, es el de ser áspero que significa 'ser duro'. El antídoto es, 'cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo'. Uno no es áspero consigo mismo, por lo tanto no lo sea con su esposa, no sea aplastante, no sea dominante.
Esta afirmación, cuando recién fue escrita por el apóstol, fue una de las más asombrosas jamás puestas sobre papel. Cuando leemos sobre el concepto que los paganos tenían del matrimonio, especialmente sobre la actitud típica de los esposos hacia sus mujeres—y, por cierto, no sólo entre paganos, sino también lo que se lee en el Antiguo Testamento—vemos cuan revolucionaria y transformadora es la enseñanza. Las esposas eran virtual-mente nada más que esclavas. Toda la noción de la poligamia expresa esta idea. En el primer capítulo del libro de Ester tenemos una heroica ilustración de mujeres que se rebelaron contra ese concepto, tal como el caso de Vasti, la mujer de Asuero. Pero aquello fue una excepción. El concepto global realmente era un concepto de esclavitud, y de esa manera los maridos generalmente eran culpables de esta aspereza, de esta actitud dominante. La esposa no era sino un vasallo, un efecto personal por así llamarlo. Pero tan pronto se introducía el mensaje cristiano la idea entera es completamente transformada y cambiada. En asuntos como éstos es que la fe cristiana hizo tambalear al mundo antiguo conquistándolo durante el primer siglo. Nunca antes se había enseñado algo igual. Se debe parcialmente a que los cristianos vivían esta nueva clase de vida, que el evangelio de nuestro Señor se dispersó en aquel antiguo mundo. Esto es como los cristianos testifican de la verdad del evangelio. La idea de que los cristianos testificaran levantándose y hablando en una reunión no es frecuente en el Nuevo Testamento, si es que se encuentra allí. El testimonio era dado en la vida cotidiana. El hecho de que un hombre hablase amable y afectuosamente a su esposa era algo insólito; y cuando la gente veía esto, comenzaba a preguntar, ¿qué es esto? Sobre todo cuando lo veían en un hombre que, como pagano había sido muy distinto. Una nueva ternura había penetrado su vida humana.
El verdadero matrimonio es una ilustración de la enseñanza neotestamentaria sobre el amor. Es lo que se encuentra en 1 Corintios 13 puesto en práctica en la relación matrimonial. El tema fue introducido en el versículo 18 Que es la clave a todo esto: 'No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu'. Si uno está lleno del Espíritu será diferente en cada aspecto de la vida y en cada relación. Aquí el apóstol nos está ofreciendo una ilustración de ello—el hogar. Ese es el lugar donde debe Presentarse la evidencia sobre todo; ése es el lugar donde debe juzgarse a un hombre y a una mujer. ¿Cómo son allí en el hogar? Ahora bien, dice el apóstol, que se sepa en el hogar que usted está lleno del Espíritu, de tal manera que cualquier persona que viene a visitarle se quede asombrada e impresionada por esto, y preguntará ¿qué es esto? No hay mayor recomendación respecto de la verdad y del poder de la fe cristiana que esposos cristianos, un matrimonio cristiano, un hogar cristiano. Eso fue lo que ayudó a revolucionar el mundo antiguo. Recuerde entonces el segundo imperativo dado al esposo. Se le ha concedido esta posición de dignidad y liderazgo, y esta condición de ser la cabeza; y si él lo entiende correctamente nunca abusará de ello, nunca lo usará mal siendo áspero o dominante o carente de amabilidad o injusto. Ser culpable de tal comportamiento es una negación del principio del matrimonio y demuestra que allí hay una ausencia del Espíritu.
Pero miremos el otro lado del asunto. El tercer requerimiento es, 'y la mujer respete a su marido'. Aquí el apóstol usa una palabra muy aguda. La versión autorizada la traduce correctamente como 'reverencia'. Sin embargo, en realidad la palabra significa 'temor'. 'Y la mujer tema a su marido'. Pero debemos recordar que existen diferentes tipos de temor. Existe el temor, tal como nos lo recuerda 1 Juan 4 que 'lleva en sí castigo'. No es ese el temor que aquí menciona el apóstol; él se refiere a 'temor reverencial'. Lo que realmente quiere decir 'deferencia'. 'Y la mujer trate con deferencia a su marido', 'con obediencia respetuosa'. Nuevamente aquí tenemos una idea que el apóstol ya introdujo cuando consideraba el tema de las esposas. El dice, "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo". Ahora el apóstol nuevamente vuelve a esto diciendo, 'Que la esposa trate a su marido con la necesaria deferencia, con una obediencia respetuosa'.
Quizás el mejor comentario sobre esto se encuentra en 1 Pedro 3:6 donde Pedro en su propio estilo considera exactamente el mismo tema. Pedro toma del pasado el gran ejemplo y patrón de esta enseñanza particular. El lo expresa de esta manera: 'Así mismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos'—la misma idea, 'deferencia'—'para que también los que no creen a la palabra sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas'. Aquí Pedro introduce un asunto levemente distinto al cual me referiré en un momento. Pero, a fin de imprimir esto sobre la conciencia de las esposas él prosigue diciendo, "Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos". Luego en el versículo 6 dice: "como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotros habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza". Siendo interpretado quiere decir algo como esto: La esposa trate con respeto a su esposo; en otras palabras, que reconozca el concepto bíblico y cristiano del matrimonio, que considere al esposo como su cabeza, la cabeza de esta nueva unidad. Los dos son uno, pero la unidad tiene una cabeza, como nuestro cuerpo tiene una cabeza, como Cristo es la cabeza de la iglesia. Puesto que el marido es la cabeza, la esposa debe tratarlo con el respeto que corresponde a una persona que comprende esa relación. De manera que lo que significa para la esposa es que el respeto que antes daba en primer lugar a sus padres, ahora ella lo da a su esposo. Ese también es el significado del imperativo en el Salmo 45:10 que lo expresa de la siguiente manera: "Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre". Aquellas palabras fueron dirigidas proféticamente a la iglesia cristiana; es eso lo que ella debe hacer al ser unida a su esposo celestial; pero ello también es aplicable al caso de la esposa en su relación matrimonial. 'Olvida tu pueblo, y la casa de tu padre'. Así como se le ordena al esposo a dejar a su padre y a su madre, la esposa debe olvidar a su propio pueblo y a la casa de su padre. Pero reitero que debe tener sentido común al interpretar palabras como estas. Ella no debe olvidarlos en sentido absoluto, sino que ella tiene que olvidar en este sentido, que ya no será más controlada por sus padres. El hombre no debe ser controlado por sus padres, y la esposa no debe ser controlada por los de ella.
Quizás a alguien se le ocurra hacer la siguiente pregunta: ¿Por qué, en relación con la clara enseñanza sobre el matrimonio, se nos dice que el hombre debe dejar a su padre y a su madre y ser unido a su mujer, no habiendo, sin embargo una afirmación paralela referida a la mujer, ni en Génesis 2, ni en Efesios 5? En mi opinión la respuesta es simple. La mujer siempre está en la posición de rendir deferencia. El hombre estuvo en tal posición hasta el momento de contraer matrimonio; pero desde ese momento en adelante se convierte en cabeza. La mujer rinde deferencia a sus padres; luego se casa y entonces rinde deferencia a su marido. Ella siempre está en una posición de estar rindiendo deferencia, ella nunca es la cabeza. En cambio el hombre, que anteriormente era niño e hijo y rendía deferencia, ahora se convierte en cabeza y recibe esta deferencia de su esposa. A medida que desarrollamos detalladamente este tema, ¿no es acaso obvio que por desconocer la gente esta enseñanza surgen tantos problemas matrimoniales y tantos fracasos?
Nada hace tanto daño a un matrimonio que la deferencia que los cónyuges rinden separadamente a un tercero. Al actuar de esa manera están quebrantando la unidad, están dejando de reconocer el hecho de esta nueva unidad y el liderazgo que el hombre tiene en ella. Entonces la esposa tiene que tratar de mostrar esta deferencia reverencial hacia su esposo. Ella tiene que realizar un ajuste mental y espiritual tal como también su esposo tuvo que hacerlo por su parte. Ahora ya no recibe sus instrucciones de parte de sus padres; ya no se somete a ellos; ahora se somete a su marido. Por supuesto ella sigue manteniendo su relación de hija; pero debe tratar de que su propia actitud sea correcta y que la actitud de su padre y madre también sea correcta. Con tanta frecuencia se fracasa en este aspecto, ya sea de un lado o del otro. El hombre que contrae matrimonio se dedica por completo a la familia de su esposa, o la esposa se dedica por completo a la familia de su marido. De ambos lados esto es incorrecto y nunca debería permitirse que suceda. Esta es una nueva familia. Se deben mantener las relaciones de amor con los padres de ambos lados, pero nunca en términos de deferencia y sumisión. La esencia de todo el secreto del matrimonio cristiano y de una vida matrimonial feliz es que el hombre y la mujer que contraen matrimonio comprendan esto desde el comienzo mismo y actúen conforme esto, y a todo precio se aferren a ello. Si hay interferencia de parte de los padres de cualquiera de los lados, ellos son culpables de pecado, y de no comprender y de no vivir conforme a la enseñanza bíblica respecto del matrimonio. 'Que la mujer trate de mostrar esta reverencia a su esposo'. Ese es el gran ajuste que ella hace. Ella se somete a él. Ella no debe competir con él, ella no debe pelear con él; ella debe reconocer que la esencia del matrimonio consiste en que le muestre deferencia.
Hay una extraña frase utilizada por el apóstol Pedro que debemos considerar brevemente: 'como Sara obedecía a Abraham llamándole señor'. ¿Le ha interesado alguna vez el cambio de moda con respecto a este asunto? Se puede leer acerca de la gente del siglo XVII y notar como la esposa se refería habitualmente a su marido llamándole señor fulano de tal. Quizás ha sonreído, quizás le parezca ridículo, y yo estoy de acuerdo; pero también estoy segurísimo de que hemos ido demasiado lejos en el extremo opuesto. Existe un equilibrio correcto para estos asuntos. Sara llamó a Abraham 'señor', reconociendo de esa manera el principio bíblico. Luego leemos, 'de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza'. El significado de esto es: las esposas cristianas deben rendir esta deferencia a sus maridos, y Pedro les dice que deben hacerlo a pesar de lo que las mujeres paganas alrededor de ellas pudieran decir. Aquí había algo nuevo, algo que era raro, algo excepcional, y por supuesto, creaba gran confusión. Cuando las mujeres paganas que eran rencillosas y rebeldes—y con toda razón—veían a una mujer comportándose de esta manera, ofreciendo y rindiendo esta deferencia a su marido, muchas de ellas se sentirían impulsadas a atacarla y perseguirla. Lo que Pedro está diciendo es esto: continúen comportándose de esa manera porque es lo correcto; no se dejen atemorizar, no permitan que la persecución les afecte en lo más mínimo. Dejen que ellas les insulten cuanto quieran; no les hagan caso. Sin temer ninguna amenaza. Y, en efecto, aun si el marido las malinterpreta y se abusa de ello, continúen haciéndolo así, dice el apóstol; 'sin temer ninguna amenaza'. Hagan lo que es correcto. No se preocupen por lo que pueda decir otra gente. Este mundo pagano del siglo XX en el cual estamos viviendo sigue diciendo lo mismo; se les dirá a las esposas cristianas que están actuando neciamente, que están negando sus propios derechos como mujeres. No les presten ninguna atención, dice Pedro; dejen que la gente del mundo diga lo que quiera. Acaso ¿qué saben ellas? Esas personas no tienen mente cristiana, no están llenas del Espíritu. Recuerde siempre que el propósito de su vida es que haga lo correcto, lo que es bueno; y no se deje atemorizar, no sea turbada, no permita que interfieran en su conducta y comportamiento. Esta es entonces la última indicación del apóstol. No podemos sino destacar el maravilloso equilibrio que siempre se preserva en las Escrituras.
El apóstol lo resume todo en el versículo 33: 'Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido'. Mientras ambos hagan eso no corren riesgos de disputas sobre 'derechos' o sobre 'mi posición', o 'mi estado'. He aquí un hombre en posición de liderazgo; sí, pero porque él ama a su esposa como a sí mismo, nunca abusa de su posición. Y he aquí una mujer sometiéndose a sí misma a este gran y glorioso ideal. Ella nunca tiene temor de que su marido se aproveche de ella, o que la pisotee. Aquí se considera tanto al marido como a la mujer, y el equilibrio es perfecto y total. Por supuesto notamos que el apóstol al escribir esta declaración presupone que ambos, marido y mujer, son cristianos. El apóstol Pedro, según hemos visto en su primera epístola, capítulo tres, escribía presuponiendo en parte que el marido podía no ser cristiano; pero aquí todo el contenido está basado sobre la presuposición de que ambos cónyuges son cristianos. Y puesto que el apóstol no trata ninguna otra cosa, yo también me he abstenido de hacerlo. Esta es la forma en que un hombre cristiano y una mujer cristiana contraen matrimonio y llegan a ser esta nueva unidad. Una vez más quisiera repetir que no hay forma más maravillosa de testificar de la diferencia que significa ser un cristiano, que precisamente ésta.
Sin lugar a duda, una de las mayores necesidades de nuestro moderno mundo se encuentra precisamente en este aspecto. Muchas personas están preocupadas por las desavenencias que hay entre las naciones. Eso está bien; también es correcto que estemos profundamente preocupados por los choques dentro de las naciones. La gente expresa sus opiniones, habla claramente, y condena este lado o condena a aquél. Pero, cuando llega a conocer algo de las vidas privadas de algunas de estas personas que hablan con más elocuencia, descubrirá que en su propia vida matrimonial hacen exactamente aquello que están condenando. ¡Qué ridículo es esto! Una de las grandes diferencias entre el cristianismo y el secularismo es que el secularismo siempre habla de generalidades, olvidando al individuo. El cristianismo comprende que la masa, la nación, después de todo, no es sino un conjunto de individuos. Poco me interesa lo que tenga que decir un estadista si él no practica sus principios en su propia vida personal. ¿Qué derecho tiene de hablar sobre la santidad de convenios internacionales y de decir a la gente lo que deben hacer o lo que no deben hacer como grupos, si en su propia vida privada no está poniendo en práctica los preceptos que ofrece a hombres y mujeres en sus diferentes esferas? En la medida en que los individuos viven correctamente también la nación vive correctamente. Las épocas más gloriosas en la historia de este país siguieron a aquellos años cuando se predicaba un evangelio personal y cuando grandes números de individuos llegaron a ser cristianos. Fue sólo en esos tiempos cuando comenzamos a aproximarnos a lo que es una nación cristiana. Pero no tiene sentido decir a la gente que emplee principios cristianos en su conducta si ellos mismos no son cristianos, y si en forma personal no entienden la fe cristiana. Esa es mi respuesta a aquellos que critican la predicación evangélica y la exposición bíblica diciendo: "Yo creía que usted diría algo sobre las conferencias referidas al desarme, o sobre lo que ocurre en África del Sur, y he aquí está hablando sobre esposos y esposas. Yo quería saber como resolver los grandes problemas mundiales". Confío que a esta altura ya haya quedado claro que es la predicación evangélica, y sólo ella la que realmente trata estos grandes problemas, todo lo demás no es sino habladuría. Pueden organizar marchas y hacer sus protestas. Todo queda en la nada, no se hace el menor impacto en nadie. Pero si tiene un gran número de individuos cristianos en una nación, o en el mundo, entonces, y sólo entonces, puede esperar una conducta cristiana a nivel internacional y nacional. Yo no presto atención a un hombre que me dice como resolver los problemas mundiales si no puede resolver sus propios problemas personales. Si el hogar de un hombre está en un estado de discordia, sus opiniones sobre el estado de la nación, sobre el estado del mundo, son puramente teóricos. Todos podemos hablar, pero el problema consiste en cómo aplicar la doctrina cristiana a la vida práctica. Y es precisamente en este punto donde usted debe ser 'lleno del Espíritu'.
Entonces, a la luz de los diversos principios que han surgido podemos trazar ciertas conclusiones referidas al matrimonio cristiano. Primero, la importancia de 2 Corintios 6:14: 'No os unáis en yugo desigual con los incrédulos’. Habiendo entendido algo de la verdadera naturaleza del matrimonio y particularmente del matrimonio cristiano, ¿acaso no es ésta una deducción obvia? Un cristiano no debe contraer matrimonio con un no cristiano; y si lo hace está buscando problemas. No puede lograr el equilibrio que se indica en este último versículo, a menos que ambos cónyuges sean cristianos. 'No os unáis en yugo desigual con los incrédulos'.
Segundo, solamente existe una cosa que realmente rompe el matrimonio, y ése es el adulterio. 'Los dos serán una sola carne'. Y solamente cuando esa 'sola carne' es quebrantada, también es quebrantado el matrimonio. De acuerdo a la enseñanza bíblica—y la encontrará en el Sermón del Monte y en otras partes—no hay otra causa para el divorcio y el rompimiento del matrimonio aparte del adulterio. Esa sí es una causa, porque ella rompe la 'sola carne'.
En tercer y último lugar, la cosa más importante siempre es considerar a nuestro Señor Jesucristo. Si un marido y una esposa juntos lo consideran a él no tienen por qué preocuparse de su relación uno con el otro. Nuestras relaciones humanas, afectos y amores, están cimentadas en nuestro amor común hacia él. Si ambos viven para él y para su gloria y para su alabanza, y si ambos dan un lugar principal en sus mentes a la analogía de Cristo y la iglesia y a lo que él ha hecho por la iglesia para que ella pueda ser redimida y que ellos como individuos puedan llegar a ser hijos de Dios—si ellos se sienten sobrecogidos por ese pensamiento y gobernados por él, no habrá peligro de que sus relaciones personales terminen en un desastre. El marido será la cabeza de la misma forma en que Cristo es la cabeza sobre la iglesia. El se dio a sí mismo por ella; él murió por ella; él cuida y sustenta su vida, él vive por ella, él intercede por ella, su preocupación es que ella sea gloriosa y sin mancha y sin mácula, sin impureza, o arruga o cosa semejante. Ese es el secreto—que siempre tengamos los ojos puestos en él comprendiendo que el matrimonio no es sino un pálido reflejo de la relación entre Cristo y su iglesia. De modo que el principio del matrimonio exitoso es éste: "Haya, puesto, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". "Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido". "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella". Gracias a Dios, hemos sido introducidos a una nueva vida, hemos recibido un nuevo poder, y todas las cosas han sido cambiadas—'las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas'. Todas las relaciones de la vida han sido transfiguradas y transformadas, han sido elevadas y exaltadas, y nosotros hemos sido capacitados para vivir conforme al patrón y el ejemplo del Hijo de Dios.


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