Curso Práctico
De
Teología Bíblica

por Profesor Francisco Lacueva Lafarga

Parte I

DIOS CREADOR


LECCIÓN 1
Posibilidad del conocimiento de Dios

David comienza el Salmo 19 diciendo: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. En el mismo tono, dice el apóstol Pablo en Romanos 1:19-20 sobre el castigo que espera a quienes “detienen con injusticia la verdad”: “porque lo que de Dios se conoce es manifiesto entre ellos, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y divinidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”. Un testimonio parecido presentó el mismo Pablo a su paso por Listra (Hch. 14:15-17). Por otra parte, leemos en Hebreos 11:3: “por la fe entendemos que el universo fue enteramente organizado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles”. Se requiere, pues, una actitud de fe para admitir el hecho mismo de la creación del universo. Esta actitud de fe es posibilitada por la universalidad de una iluminación sobrenatural, especialmente eficaz desde el momento en que se manifestó al mundo “la luz verdadera que, viniendo a este mundo, alumbra a todo hombre” (Jn 1:9; 8:12; 9:5).

Sin embargo, la masa general de la humanidad, por obra de la actividad satánica, resiste a la verdad de Dios, a la gracia y al perdón y endurece en su actitud la incredulidad (Jn. 3:19-21; Ef. 2:2). Hay un velo tenebroso sobre los ojos de los que se pierden, “en los cuales el dios de este mundi cegó los pensamientos de los incrédulos, para que no les resplandezca la iluminación del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Co. 4:4)

La Biblia no nos ofrece silogismos filosóficos para demostrar la existencia de Dios. El texto sagrado comienza presentando a Dios vivo y activo: “En el principio creo Dios…” (Gn. 1:1). Toda prueba racional de la existencia de Dios tiene su eficacia real desde una actitud de fe. El corazón humano es, de por sí, tan perverso y engañoso (Jer. 17:9), que, a pesar de la evidencia, se aferra a su orgullo y autosuficiencia y rehúsa rendirse humildemente ante el Creador (Ro. 1:21ss.). De ahí que el ateísmo en todas sus formas (escéptico, agnóstico, dogmático y práctico) nunca es fruto espontáneo de la mente humana, tanto educada como inculta, sino que es siempre un fenómeno reactivo, es decir, de una reacción contra Dios, aun cuando esta reacción contra Dios sea, en muchos casos, subconsciente.

En efecto, los argumentos del ateismo contra la existencia de Dios carecen de toda base científica. Estos argumentos se reducen a dos:

1º Dios no es necesario. La ciencia moderna puede explicarlo todo, sin tener que recurrir a la existencia de un Ser Supremo, invisible y extramundano.

2º La existencia de tanto mal en el mundo es incompatible con la existencia de un Dios que, o no es bastante bueno o justo para evitar tanta desgracia, o no es bastante sabio y poderoso para dirigir y controlar la marcha del universo, especialmente de la humanidad.

Al segundo de estos dos argumentos responderemos en la lección 13. Sobre la omnipotencia de Dios.
Contra el primero, respondemos lo siguiente:

A) Tanto en el orden del universo, como en la aparición y progresión de la vida y en la marcha de la historia, se percibe una impresión de casualidad y finalidad, que sólo pueden explicarse por la intervención de un Ser Supremo, quien todo lo crea, lo dirige y lo controla. Ni la pura casualidad ni la ciencia, por sí misma, pueden explicar adecuadamente la armonía del Universo.

B) Si no existe un Dios personal, Creador y Remunerador, quedan sin respuesta los grandes porqués del hombre: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? No sólo eso. El ser humano sería victima de una frustración existencial, engendro abortivo de una naturaleza que le negaría una satisfacción que concede al paquidermo y al insecto, al cetáceo y al infusorio.



¿QUE DIREMOS DE LAS PRUEBAS RACIONALES DE LA EXISTENCIA DE DIOS?

Cuatro son los principales argumentos racionales que se han propuesto a lo largo de los silos para demostrar la existencia de Dios.

1. Argumento ontológico

Existe bajo dos formas:

A) A priori. Así lo propuso el primero Anselmo, arzobispo de Canterbury (1033-1109): Dios es el ser más perfecto que se pueda concebir; luego tiene que existir; de lo contrario, podríamos concebir algo mayor que él, es decir, algo existente. La falacia de este razonamiento es evidente, pues Anselmo da un salto indebido de orden lógico de las ideas al orden ontologico de los seres existentes. Descartes y Leibniz lo propusieron también bajo otra forma, pero con la misma falacia.

B) A posteriori. El famoso fraile dominico Tomás de Aquino (1225-1271) compuso lo que el llamó “las cinco vías” para demostrar por raciocinio natural la existencia de Dios. Resumo así la que es su “vía” central: Todo lo que vemos es contingente, es decir, podría no existir, puesto que no tiene en sí mismo la razón de su existencia; por tanto, si existe, debe su existencia a otro ser; y éste, a otro, y así sucesivamente, hasta llegar a un ser necesario, que tenga en sí mismo la razón de su existir. A este ser llamamos Dios. A esta argumentación, un científico puede obtener tres objeciones:
(a) Como ya advirtió Kant (1724-1804), tal argumento demostraría, a lo más, la existencia de un ser extramundano, una especia de arquitecto del Universo, pero no precisamente la del Dios de los cristianos.
(b) La ciencia ha mostrado que lo contingente no es la masa atómica o la energía constante del Universo, sino las distintas formas que la diversa composición atómica y molecular ofrece a nuestra percepción.
(c) El hecho de que un ser pueda no existir no da pie para afirmar que deba a otro su existencia, pues un mundo eterno en cuanto a su estructura nuclear, aunque podría no existir, puede también haber existido siempre sin necesitar una causa exterior, máxime cuando está comprobado que la materia no es inerte, sino que las partículas subatómicas están en continuo movimiento.


2. Argumento Teológico

El Universo presenta una exquisita adaptación del sujeto al objeto, del órgano a la función, de los medios a los fines, etc. Esto supone la existencia de una inteligencia anterior y superior al mundo, que haya programado dicha adaptación; de lo contrario todo lo que existe sería producto del azar. A este argumento, pueden oponerse dos serias objeciones:

A) La mencionada adaptación podría explicarse por un proceso evolutivo en el que cada ser y su medio exterior obrasen por la interacción mutua en progresión dialéctica ascendiente.
B) Los dos factores condicionantes de dicha adaptación (causalidad y finalidad) podrían explicarse por la existencia de una causa inmanente al mundo, sin identificación posible con el Dios de la Biblia (así lo explicó, entre otros, B. Spinoza- 1632-1677)


3. Argumento Psicológico

La conciencia nos avisa de una ley moral, común a todos los hombres, que se impone a cada individuo de la especia humana como una norma anterior y superior a él (Ro. 2:14-15). Una ley de tal universalidad implica la existencia de un Legislador Supremo, anterior y superior a la especia humana. Los fautores del psicoanálisis objetarán a este argumento que lo que la Biblia llama “el testimonio de la conciencia” no es otra cosa que una superestructura moral impuesta al “Yo” desde afuera y constituida por le conjunto de normas religiosas, morales y sociales que configuran la conducta del hombre y presionan desde los estratos más profundos de nuestra psicología. Es lo que S. Freíd (1856-1939), inventor del psicoanálisis, llamó “Súper-Yo”


4. Argumento Histórico

Los etnólogos están de acuerdo en que, desde la más remota antigüedad, y en las regiones más distantes del globo, el ser humano ha creído en la existencia de un Ser Supremo, como única explicación posible a los fenómenos de la meteorología, de la fertilidad, etc. Aunque esta creencia haya quedado corrompida, en la mayoría de los casos, por el politeísmo, el animismo y otras perversiones, la creencia en la divinidad ha subsistido y subsiste hoy día, aun en los pueblos más civilizados. Más aún, los modernos investigadores han mostrado, con suficiente evidencia, que el monoteísmo es cronológicamente anterior al politeísmo y que las naciones más civilizadas fueron abandonando el politeísmo para llegar al monoteísmo pasando por el henoteísmo (diferentes “dioses” protectores de las naciones respectivas- ver, p. ej., Jos. 24:15-18; 2 R. 5:17). El ateo responderá a este argumento que la idea de Dios surgió del miedo y de la ignorancia de los primeros homínidos en sus primeras confrontaciones con las desconocidas fuerzas de la naturaleza. Si se ha mantenido hasta hoy entre los pueblos más civilizados, ello se debe a la persistencia del mito, bajo la forma de “arquetipos” o símbolos ancestrales del inconsciente colectivo, como afirma C. G. Jung (1875-1961).

Esto viene a crear un serio problema teológico, porque, si se niega a la razón humana el poder de percibir y demostrar la existencia de Dios, el argumento de Pablo en Romanos 1:19-20 cae por su base y, con él, nuestra fe en la palabra infalible de Dios. Por eso, es preciso hacer aquí una distinción muy importante:

A) Si se considera  a la razón humana según su capacidad esencial, todo ser humano cuyas facultades mentales funcionen sanamente puede ver el eterno poder y divinidad de Dios, de modo que no tiene excusa.
B) Si se considera a la razón humana según su condición existencial de ser caído, alienado, desintegrado, entonces tiene efecto lo que dice Pablo en 1 Corintios 2:14.

Concluimos este punto con otro de los que yo califico como “axiomas de suma importancia”: El conocimiento humano se da a dos niveles, el de la pura razón y el de la fe. Del primero al segundo hay un salto cualitativo, no cuantitativo, es decir, las cosas de Dios solo se pueden percibir cuando el Espíritu Santo ha comenzado en el corazón del hombre la obra de conversión, como advirtió también el Señor Jesús a Nicodemo (Jn. 3: 3-8). Quizá la parte más práctica del axioma tenga que ver con el mejor modo de proceder de un creyente en su obligación de dar testimonio de su fe (1 P. 3:15). Aunque se dé el caso de que nuestros conocimientos de la Palabra de Dios no sean muy extensos ni profundos, y nuestros conocimientos científicos y filosóficos sean nulos, siempre podremos decir, como Felipe a Natanael: “Ven y ve” (Jn 1:46); y, en último término, como dijo el recién curado ciego de nacimiento: “una cosa sé: que siendo ciego, ahora veo” (lit. Jn. 9:25)



DIOS HA TENIDO A BIEN REVELARSE A NOSOTROS PERSONALMENTE

Al comienzo de esta lección mencionábamos el Salmo 19:1. En los versículos 1-6, dicho Salmo nos presenta la revelación general de Dios mediante la obra de la creación; en el versículo 7 y siguientes trata de la revelación especial por medio de su “ley” (heb. Torah, que significa fundamentalmente “dirección”).
Mediante su palabra escrita, Dios nos ofrece un mensaje de salvación y enseñanza, claro y completo, tanto para el pecador irremediablemente perdido en sí mismo, como para el ya creyente, cuya peregrinación en esta vida está iluminada por esa misma palabra (Sal. 119:105). Esta palabra de Dios, contenida en las Sagradas letras (lit. en 2 Ti. 3:15) interpela a cada ser humano, exigiendo de él una respuesta de la que depende su destino eterno, puesto que, sin esta respuesta de fe “es imposible agradar a Dios” (He. 11:6). También interpela a cada una de las iglesias (ver Ap. 2:7, 11, 17, 19; 3:6, 13, 22).

Es importante señalar que el conocimiento que la revelación de Dios nos proporciona al nivel de la fe, por estar basado no en la evidencia natural, sino en la autoridad infalible de un Dios que no puede engañar ni engañarse, no es un ciego presentimiento de la oscuridad, sino verdadero “saber” que supera la calidad y la importancia de todos los demás “saberes”, puesto que es un “saber para salvación” (2 Ti. 3:15), fruto de una mente renovada (Ro. 12:2), con lo que se sublima y perfecciona toda la óptica espiritual del hombre.

Pero, al mismo tiempo, el hecho de que la fe nos introduzca en el conocimiento de Dios por la vía del corazón (“con el corazón se cree” Ro. 10:10), hace de la fe una entrega-entrega total, sin condiciones- antes que una mentalidad. En efecto, aunque sea la mente la que capta la luz, es el corazón el que abre las ventanas al sol de la verdad. De ahí que dijese el Señor a los judíos que se negaban a recibir el mensaje del evangelio: “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios” (Jn. 7.17). Este es el verdadero conocimiento de Dios (Jn. 17:3), cordial, comunicativo, experimental, amoroso, sin el cual de nada sirve toda la erudición teológica o bíblica (v., entre otros lugares, 1 Co. 8:13; Stg. 2:19).

CUESTIONARIO

Preguntas para la lección 1ª


1ª pregunta ¿Qué le sugiere 1 Timoteo 6:3 con respecto al valor espiritual, práctico, de la doctrina bíblica?


2ª pregunta Dice Grudem (Systematic Theology, pág. 16, hacia el final) que “la teología debe ser cantada, rezada y vivida” ¿Qué relación tiene entonces el estudio con el culto, en la opinión de usted?


3ª pregunta ¿Por qué suele ser inútil discutir con un incrédulo sobre temas religiosos?


4ª pregunta ¿Cuál es la actitud correcta del creyente al poner por obra el encargo de Cristo eh Hechos 1:8? Nótese que la Biblia no presenta el Evangelio como una “exclamación”, ni como una “declamación” sino como una “proclamación”.


5ª pregunta ¿En qué acto del culto tiene lugar esa proclamación con gestos simbólicos que no necesitan palabras?


6ª pregunta ¿En qué condición espiritual y en que circunstancias es más fuerte la experiencia interior de usted acerca de la existencia y del carácter santo de Dios?


7ª pregunta ¿Le causa frustración el hecho de que, por mucho que conozcamos a Dios (ver Jn. 17:3), nunca acabaremos de crecer en ese conocimiento, incluso en la feliz eternidad del Cielo?

LECCIÓN 2
Nombres bíblicos de Dios

Los nombres con que la Biblia describe a Dios son muchos y muy variados. Ello se debe al método pedagógico de Dios, quien se adapta a la debilidad de nuestra mente para penetrar en el Infinito y nos ofrece, como en un arcoiris, Su esencia y naturaleza. Estas sólo se abren en la medida en que Dios ha tenido a bien revelarnos su intimidad absolutamente trascendente.

Es cierto que Dios se definió a Sí mismo, de aluna manera, a Moisés, cuando, desde la zarza ardiente que no se consumía, le dijo: “Yo soy el que soy”. Y añadió: “Así dirás a los hijos de Israel: El YO SOY me ha enviado a vosotros:” (Ex. 3:14). Luego volveremos sobre esto, al hablar de los nombres simples de Dios.

De los nombres atribuidos a Dios en las Escrituras, unos son simples; otros, compuestos de El (singular abreviado de Elohim); otros, compuestos de Yahweh (Jehová, en la versión Reina Valera y en la Biblia de los llamados “Testigos de Jehová”).


1. Nombres simples

A) El, Elah, Eloah, Elohim. Elohim es el primer nombre que se aplica a Dios en la Biblia (Gn. 1:1) y se refiere genéricamente al ser de Dios en cuanto que es creador y Rector Supremo del Universo y de cada uno de los seres creados. No es un nombre propio de nuestro Dios vivo y verdadero, pues la Biblia lo usa también con frecuencia a los dioses falsos (Sal 95:3), a hombres (Gn. 33:10) y, especialmente, a gobernadores y jueces (Sal 82:6, comp. Con Jn. 10:34), por ejercer una función que, por derecho propio, pertenece a Dios. Aparece preferentemente en plural para denotar intensidad de poder y majestad, pero no indica, de suyo, pluralidad de persona, lo cual es claro en lugares como Génesis 1:1, donde el verbo está en singular.

B) Yahweh (abreviado: Yah). Con este nombre, nos presenta el texto original del A. Testamento a Dios en relación protectora y salvadora con respecto a su Pueblo, tanto que, en un mismo versículo (p. ej. en el cap.2-también en el 3-de Gn.), aparecen juntos Yahweh-Elohim, dando a entender así la distinta relación que cada uno connota. La connotación salvífica de Yahweh o Yah se hace manifiesta en el nombre de Yeshúah = Jesús, que significa “Yahweh salva”.
Sólo el gran Día de la Expiación era permitido al sumo Sacerdote pronunciar en el Lugar Santísimo este nombre inefable, mientras todo el pueblo asistente caía sobre su rostro, diciendo: “Bendito sea Su nombre, cuyo Reino glorioso es por los siglos de los siglos” (comp. Lc. 1:31,33 y Jn 18:6, donde, al decir Jesús “YO SOY”, los que le van a prender retroceden y caen sobre sus rostros)

C) Adonay. Este nombre, que nuestras versiones traducen por Señor indica de modo especial el gobierno omnipotente de Dios, a quien todo está sujeto. El hebreo Adonai es un plural mayestático en estado contructo, es decir, coordinado con otro vocablo, aunque su uso bíblico lo ha fijado como en estado absoluto.


2. Nombres compuestos de “El”

A’) El-Shadday. Suele traducirse por “Dios Todopoderoso”,  con lo que vendría ser equivalente del griego Pantokrátor. Sin embargo, esta traducción que tanta aceptación ha encontrado entre los teólogos, se debe a una incorrecta versión de la Vulgata Latina. Su verdadero sentido, tal como dice Hertz (o. c., pág. 58) es “Dispensador de beneficios”. Scofield hace notar con acierto (Biblia anotada, págs. 24-25) que Shadday procede de “shad”= pecho materno, de donde el bebé saca su alimento, descanso y satisfacción; de modo que la mejor versión sería “El Todo- Suficiente”. Para profundizar en este nombre de Dios, véase la lección 13 de este Curso (ver Gn. 17:1-8).

B’) El- Elyón. Este nombre, que el griego del N. T. vierte por “Hypsistós Theós”= Dios Altísimo (Gn. 14:18,19, 22; Sal 28:35), describe a Dios como el que, desde arriba, es el “poseedor de todos los bienes del cielo y de la Tierra”. Es curioso que un gentil como Melquisedec conociera a Dios por este nombre y le sirviese como rey-sacerdote, por lo que Abram “le dio el diezmo de todo” (Gn. 14:20, comp. Con He. 7:1-17)

C’) El-Olam. Se traduce por “Dios Eterno”. El hebreo “olam” tiene diversos significados, aunque su sentido primordial es de “algo oculto”;  de ahí que signifique: (a) un tiempo oculto, al que no se le conoce principio ni fin; en este sentido se aplica a Dios, para designar su eternidad. Así tenemos también la expresión hebrea “meloam adolam” = desde el tiempo hasta el tiempo, esto es, desde toda la eternidad y hasta toda la eternidad (Sal 90:2); (b) el afán de investigar el universo, correspondiendo al griego “aión”, como en Eclesiastés 3:11. Ambas ideas (la de algo secreto, inescrutable, y la de eterno) se combinan en el nombre de El-Olam.

D’) A los nombres compuestos de El, ya citados, ha de añadirse El- roí = “Dios me ve” (Gn. 16:13). A pesar de las apariencias, este roí es distinto del roí del Sal. 23:1, como puede apreciarse en el hebreo.



3. Nombres compuestos de “Yahweh”

A) Yahweh- Elohim. Aparece por 1ª  vez en Génesis 2:4 (donde comienza realmente el cap. 2) y lo vemos así, invariablemente, en el resto del capítulo 2, así como en el 3. Aparecen aquí combinados dichos nombres para darnos a entender que, después de referirnos a la creación del hombre como la parte más noble del universo materia, salido de las manos de Elohim, el Génesis se dispone a centrar nuestra atención en los detalles de la formación del primer hombre y de la primera mujer, así como de la tentación, la caída y la consiguiente expulsión de ambos del Paraíso. El significado profundo de este nombre compuesto tiende a señalarnos una peculiar relación de Dios con el hombre, como el Poderoso Salvador, a quien, a pesar de los fallos humanos, no se le escapan las riendas de la Historia (v. Gn.3:15).

B) Adonay- Yahweh. Este compuesto, que aparece primero en Génesis 15:2, sirve para dar un énfasis especial al carácter del “Señor Bondadoso y Poderoso” que revela primordialmente una relación íntima de Dios con sus hijos, más bien que la trascendencia que el nombre “Yahweh” comporta. Es de notar el contenido en que Abram suplica a Dios como “galardón supremo” un hijo que sea el heredero de las promesas (ver Gn. 12: 1-3). Génesis 15:6 es clave para el concepto de justificación por la sola fe (ver. Ro. 4:1-5).

C) Yahweh-Tsebaoth. Su verdadera traducción es “Yahweh de las huestes”. Este título no se halla en el Pentateuco, no de modo directo en Josué o Jueces, raras veces en Salmos, pero copiosamente en Jeremías, Hageo, Zacarías y Malaquías.
Para más detalles véanse las lecciones 12 y 13 del presente Curso.

D) Yahweh- Elohey. Israel = “Yahweh Dios de Israel” (ver. Jue. 5:3; Is. 17:6)

F) Finalmente, hay en la Biblia otros nombres compuestos de Yahweh, que nos limitaremos a enumerar:
1) Yahweh-jireh = “Dios proveerá” (Gn. 22:13-14).
2) Yahweh-roféja (no rafah) = “Yahweh te sana” (Éx. 15:26).
3) Yahweh-nissí =  “Yahweh mi bandera”  (Éx. 17: 8.15).
4) Yahweh-shalom = “Yahweh-paz” (Jue. 6:24).
5) Yahweh-roí = “Yahweh, mi pastor” (Sal. 23:1).
6) Yahweh-tsidkénu = “Yahweh, nuestra justicia” (Jer. 23:6).
7) Yahweh-shammah = “Yahweh, allí” (Ez. 48:35).
8) Yahweh- meqadishkhem = “Yahweh, vuestro santificador” (Éx. 31:13).
EN TODOS LOS CIMP0UESTOS DE LA LISTA PRECEDENTE, LA PRIMERA PARTE A DE TRADUCIRSE POR YAHWEH, NO POR DIOS.



4. Equivalencia de los nombres hebreos de Dios en el N. T.

Los nombres simples de Dios que aparecen en el hebreo del A. T. tienen su equivalencia en el griego del N. T. del modo siguiente:

1) Al hebreo Elohim corresponde el griego Theós.
2) A Yahweh corresponde el griego Kyrios (o Kúrios), conforme a la versión de los LXX, que no se atrevieron a transcribirlo por Iabé (como aparece en el Pentateuco Griego Samaritano) por falsa  reverencia, pero nos ofrece una magnifica oportunidad –contra los “Testigos”- para darnos cuenta de que, al llamar en N. T. Kyrios a Jesucristo, le otorga el nombre más propio de Yahweh. Cuando ese Kyrios se toma como equivalente del hebreo Adonay, indica autoridad y supremacía.
3) Pero hay en el N. T. un tercer nombre griego: Despótes, que da la idea de “amo”, “dueño” o “propietario” y se aplica: (A) a Dios Padre en Lucas 2:29; Hechos 4:24 y Apocalipsis 6:10; (B) a Cristo en 2 Pedro 2:1 y Judas v.4.

CUESTIONARIO

Preguntas para la lección 2


1ª pregunta ¿Cómo se muestran la sabiduría, el amor y el poder de Dios al habernos hablado en nuestro propio lenguaje?


2ª pregunta ¿Qué pensamientos le sugiere el nombre EL-Shadday de Génesis 17:1, debidamente traducido?


3ª pregunta ¿Qué le dice el nombre de Yahweh- Tsebaoth, si se considera usted, como debe de ser, en su condición de “militar” cristiano? (véase 2 Ti. 2:3).


4ª pregunta ¿Qué nombres compuestos de El o Yahweh le resultan más reconfortantes y estimulantes pata Ud. mismo?


5ª pregunta ¿Van dirigidos esos nombres (p. ej., “Yahweh-mi pastor”) sólo a los israelitas o a todos, judíos y no judíos? ¿Cómo lo demostraría usted, Biblia en mano? Por esta vez, le voy a dar una pista importante: Romanos 15:4.


6ª pregunta ¿Cuál le parece el motivo de que, en Apocalipsis 1, le sean atribuidos a Cristo nombres y símbolos que la Biblia suele reservar para Dios Padre? La comparación de Apocalipsis 1:7 con Zacarías 12:10 y Juan 19:37 sirve para ver lo que tantos “expertos” no ven.



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