La Palabra de Dios

"La Inspiración Orgánica de la Escritura" de Doctrina según Piedad

por Ronald Hanko

Dios es tan grande que nosotros no podemos conocerle a menos que Él se revele a sí mismo a nosotros. Él es tan grande que nosotros no podemos verlo ni tocarlo (1 Tim. 6:16), por eso Él se revela a nosotros como nuestro Señor y Salvador por medio de su Palabra. Nosotros no debemos estar sorprendidos por eso ya que el hablar es el principal medio de comunicación entre nosotros, quienes fuimos creados a su imagen.

Sin embargo, que Dios hable a los hombres es un milagro. Es un milagro, en primer lugar, que el Dios infinito y eterno pueda hablar de sí mismo y de su eterna gloria en nuestro limitado e imperfecto lenguaje y hacer que podamos conocer algo verdadero acerca de Él. Es Dios a quien conocemos y con quien tenemos comunión a través de su Palabra.

En segundo lugar, el hablar de Dios al hombre es un milagro porque, igual que con el lenguaje humano, aquel hablar de Dios hacia nosotros es más que sólo un medio de comunicación. Es el medio por el cual tenemos comunión con Dios, lo conocemos y lo amamos. Como el hombre conoce y ama sobre todas las cosas la voz de su amada esposa, nosotros conocemos y amamos la voz de Dios a través del oír su voz (Cantares 2:14).

En tercer lugar, la revelación de Dios de sí mismo a través de su Palabra es un milagro porque la Palabra no es sólo un sonido en el aire, tampoco una mancha sobre el papel sino que vive y permanece (1 Pedro 1:23). Es una palabra que nosotros no sólo escuchamos y leemos sino que toma forma visible y se transforma una revelación tangible del Dios vivo y no visto (1 Juan 1:1) ya que, sin embargo, Dios nunca será visto, nosotros lo vemos en la persona de Cristo, la Palabra hecha carne.

Finalmente, la Palabra es un milagro porque es un acto de la mayor condescendencia y misericordia posible que Dios hable a nosotros. Ya que caímos en pecado ¿no sería más digno que Él se alejara y se escondiera de nosotros? El aún habla, y habla de paz.

Que Dios hable misericordiosamente como nuestro Padre y Salvador sólo es posible debido a la inseparable relación entre la Palabra hecha carne y la Palabra escrita, leída y predicada. Ninguna puede existir sin la otra. A través de la Palabra escrita podemos conocer a la Palabra viva; no hay otra posibilidad, cualquiera de aquellos que hablan de revelaciones directas deben clamar. La Palabra escrita tampoco puede ser entendida y recibida a manos que también la conozca y reciba a través de la viva Palabra hecha carne.

Hay errores que deben ser tratados aquí en ambos lados. Por un lado, debemos evitar hablar de conocer y creer en Cristo aparte de la Escritura, por ejemplo, que ahora que la Biblia es completa, podemos tener comunión con Él, oírlo y verlo aparte de la Escritura. Por otro lado, nunca debemos olvidar que leer la Biblia y no encontrar a Cristo en ella (Juan 5:39-40) es leerla sin entendimiento y en vano.

Así que nunca se debe dudar u olvidar las Escrituras, ellas han sido dadas a nosotros en forma escrita y preservadas de tal manera por Dios desde los primeros tiempo. Es sólo por medio de esas Escrituras que Dios quiso hacerse conocido y a través de Jesucristo. “Ellas,” dice Jesús, “son las que dan testimonio de mí” (v.39). Atendamos con más diligencia las cosas que hemos oído (Hebreos 2:1).

La Suficiencia de la Escritura

¿Has pensado alguna vez que tu fe sería mucho más fuerte y que tu vida más santa si hubieras podido caminar con Jesús como lo hicieron los apóstoles – si hubieras podido ver sus milagros, escuchar sus enseñanzas y seguirlo alrededor de Galileo y Judea? Pedro nos dice no debemos pensar así cuando el llama a la Escritura “la palabra profética más segura” (2 Pe. 1:19). Nosotros tenemos algo mejor y más seguro que lo que los apóstoles tenían quienes vieron con sus propios ojos su majestad (1:16). ¡Piense en eso! ¿Puedes imaginar una declaración más poderosa del valor y suficiencia de la Escritura?

Veamos lo que Pedro dice. En 2 Pedro 1:16-18 él está hablando de la transfiguración de Cristo. No mucho antes de su muerte Él fue “transfigurado” en una montaña en Galilea. Puedes encontrar la historia en Mateo 17:1-8, Marcos 9:2-8 y Lucas 9:28-39. Los tres discípulos que estaban ahí – Pedro, Jacobo y Juan – no sólo vieron a Jesús, Moisés y Elías, sino que ellos también escucharon la voz de Dios mismo testificando de Jesús. Es más, ellos vieron a Jesús en su gloria celestial, como lo veremos cuando Él venga nuevamente. Es por eso que Pedro habla en el versículo 16 de dar a conocer su “poder y venida.” ¿Qué puede ser mejor que eso?

Pedro sabía que nosotros podríamos pensar así. Él sabía que nosotros podríamos preguntar “¿Y qué pasa con nosotros? ¿Cómo podemos saber y estar seguros? Nosotros no lo vimos. Nosotros no vimos su majestad.” Pedro responde esas preguntas incluso antes de que fueran hechas cuando nos dice que la Escritura es la palabra profética más segura. Es más segura que ser un testigo. Eso es parte de lo que llamamos suficiencia de la Escritura. En la Escritura encontramos todo lo necesario para nuestra fe y vida.

¿Sabes por qué la Escritura es la palabra más segura? Pedro explica eso, también, hablando acerca de la inspiración de la Escritura: “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). En otras palabras, la Escritura no fue escrita porque los autores de varios libros querían escribirla. Ellos no fueron quienes, finalmente, decidieron qué y cómo escribir. En todos sus recuerdos, consulta de fuentes, escritura, edición el Espíritu Santo fue quien los movió. Eso es lo que la palabra traducida “inspiró” realmente significa. ¡Ellos fueron movidos! El real autor de la Escritura es el Espíritu Santo.

El resultado es que la Escritura es una luz brillando en la oscuridad. Este mundo es la tierra de la sombra de muerte, una tierra oscurecida por la ira de Dios (Is. 9:2,19). La Escritura  nos dice que no habrá noche en el nuevo cielo y nueva tierra, pero en esta tierra no hay día. Desde un punto de vista espiritual, en este mundo todo es oscuridad. Sólo hay, eternamente, noche. Y alrededor de nosotros la oscuridad se va haciendo más profunda en estos últimos días. En aquella oscuridad la luz de la Escritura brilla, y hasta que Cristo, el lucero de la mañana, vuelva, será la única luz que tenemos.

Guardemos, por lo tanto, la Biblia. Esta luz no brilla cuando está cubierta o encerrada. Léala diariamente. Estúdiela con la oración que Dios hará que esa luz brille en su corazón. Medite en esas preciosas verdades. Síguela como la luz que ilumina la senda de tu vida.


La Inspiración de la Escritura

En una forma, la doctrina de la inspiración divina de la Escritura es la más importante de todas las doctrinas. Cualquier otra doctrina y toda instrucción sobre piedad y santidad viene de la Escritura. Sin la Escritura no podemos conocer de Dios ni de Jesucristo a quien Él envió, a quien conocer es vida eterna. Todo lo que Dios revela de sí mismo en Cristo está ahí. Sin la Escritura no podemos saber cómo agradar a Dios. La Escritura es nuestra única guía para la santidad. Si la Escritura no es inspirada por Dios lo perdemos todo.

Encontramos la doctrina de la inspiración en 2 Timoteo 3:15-17. Ahí Dios dice de su Palabra que es “Soplada por Dios” (las palabras inspirada por Dios son la traducción de una palabra griega que significa “soplada por Dios”). Esta es una manera muy llamativa de decir que la Palabra es la obra del Espíritu de Dios (“soplar” y “Espíritu” son la misma palabra en griego), y que, por lo tanto, la Palabra es del discurso de la propia boca de Dios.

Ya que la Escritura es el soplar de Dios, ella debe ser perfecta y sin error. Hablar contra la Escritura es hablar contra Dios mismo. Cuando leemos la Biblia, oímos la dulce voz de Dios y olemos el dulce soplo de aquel cuyos labios son “como lirios que destilan mirra fragante” (Cantares 5.13). ¿Quién se atreve, entonces, a ser crítico?

La Escritura, en 2 Timoteo 3, no sólo enseña la inspiración, también enseña la inspiración plenaria. La palabra plenaria significa “llena” o “completa” y se refiere al hecho de que la Escritura es inspirada en todas sus partes, en todos los diferentes tipos de literatura que contiene y en todas las cosas de las cuales habla. No sólo en sus doctrinas sino también en geografía, historia, ciencia, cultura y vida, ella es soplada por Dios y por eso perfecta e infalible. Incluso su gramática es soplada por Dios, esa es la razón por la cual debemos insistir en una traducción cuidadosa de la Escritura y no estar satisfechos con algo menor.

Debido a que la Escritura es completamente inspirada ella es útil en cuatro aspectos: enseñar, redargüir, corregir e instruir en justicia (vv.15-17). Sin hablar en detalle de cada uno de ellos, sólo apuntaré que hay una hermosa perfección ahí. Las Escrituras son útiles para todo lo que necesitamos para la salvación. Ellas nos muestran el camino para la salvación (el sentido básico de enseñanza o doctrina). Ellas traen a nosotros el convencimiento de pecado (redarguyen), sin lo cual nunca reconoceríamos nuestra necesidad de Cristo y su cruz. Ellas nos mantienen en el camino por medio de la corrección, restaurándonos cuando estamos débiles o errantes. Ellas también nos disciplinan en el camino (la palabra instrucción es la misma palabra que es traducida como “disciplina” en Efesios 6:4). Ellas nos guían a la madurez espiritual, perfección y gloria en Cristo. ¡No se necesita nada más en la vida cristiana! Las Escrituras son útiles para hacernos “sabios para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (v. 15).

¿Qué más podemos pedir? Recibamos, entonces, la Escritura inspirada por Dios y usémosla como corresponde.

La Inspiración Plenaria de las Escrituras

Cómo ya sabemos, la palabra plenaria significa “completa.” Cuando hablamos de inspiración plenaria, entonces, enfatizamos el hecho de que la Escritura es totalmente inspirada.

Es una verdad que necesita ser enfatizada hoy debido a que hay muchos quienes, diciendo creer en la inspiración de la Escritura, niegan que toda ella sea inspirada. Quizás ellos no aceptan la historia de la creación en Génesis 1-3, o lo que Pablo dice del lugar de la mujer en la iglesia, o el testimonio de Romanos 9 sobre la soberanía, la doble predestinación. Quizás ellos piensan que la Escritura es inerrante en materia de doctrina y salvación pero no en materia de geografía, historia natural, ciencia e historia. Ellos no creen que toda la Escritura es inspirada.

Una vez más afirmamos que creemos en la inspiración plenaria, lo que quiere decir varias cosas:

Primero, inspiración plenaria significa que todos los libros de la Escritura (y no otros) son inspirados por Dios. No hay ninguno que tenga menor autoridad o que se necesite menos que los otros.

Segundo, significa que la Escritura es inspirada en los diferentes tipos de estilo literario en cual fue escrito. Historia, poesía, epístolas, profecías: todas son “inspiradas por Dios y útil” (2 Tim. 3:16).

Tercero, inspiración plenaria significa que la Escritura es inspirada también en materia de ciencia, historia natural, historia y geografía. Es más, hay algunos extraordinarios ejemplos de esto. La Escritura siempre ha afirmado, por ejemplo, que la tierra es redonda, incluso cuando el hombre no creía que fuera así (Is. 40:22). Se menciona el ciclo del agua antes que fuera entendido por la ciencia (Sal. 104:5-13). La creencia que Dios es el inspirador de la Escritura y el gran Creador hace inaceptable alguna posibilidad de que la Escritura pueda ser incorrecta, incluso en sus pequeños y más insignificantes detalles.

Cuarto, significa que la Escritura es totalmente inspirada en todo lo que incumbe a nuestra vida. No hay mandamiento y requerimiento en la Escritura que esté fuera de tiempo o culturalmente condicionado. Aunque haya sido dada a través de hombres, toda la Escritura viene del Dios eterno y no puede ponerse a un lado como si no tuviera aplicación para nosotros.

Quinto, inspiración plenaria significa que incluso la gramática, el vocabulario y la sintaxis son inspirados. Se hace una diferencia en que Dios dijo semilla y no semillas en Génesis 17:7 (ver Gálatas 3:16). Se hace una diferencia en que somos justificados por fe o a través de la fe pero no debido a la fe. Cada letra, cada palabra y cada oración es importante y debe ser cuidadosamente traducida. Debido a la inspiración plenaria no aceptamos paráfrasis de la Escritura, tampoco las versiones que tienen un compromiso entre una traducción exacta y paráfrasis, como la Nueva Versión Internacional (NVI).

Nuestra fe en la inspiración plenaria es probada, sólo recibimos esta enseñanza cuando de los labios para afuera o recibimos la Escritura como la infalible Palabra de Dios en todas las cosas, sin dudas, sin ponerla de lado, sino sometiéndonos, obedeciendo y creyendo en todas las cosas que Dios ha dicho y hecho aún cuando todo el mundo esté contra nosotros.

La Inspiración Verbal de la Escritura


La doctrina de la inspiración verbal está íntimamente relacionada con la doctrina de la inspiración plenaria. Esta enfatiza que las palabras de la Escritura son inspiradas por Dios. La Escritura no es sólo la Palabra de Dios, también es las palabras de Dios.

Nuevamente enseñamos y enfatizamos esto en contra de aquellos que piadosamente afirman que la Escritura es inspirada en sus enseñanzas y doctrinas pero no en palabras y detalles. Tal enseñanza es, por supuesto, simplemente un sin sentido, ya que es imposible que la Escritura sea la inspirada Palabra de Dios en sus enseñanzas y pensamientos si las palabras en las cuales aquellas enseñanzas son dadas nos son ellas mismas inspiradas e infalibles.

La creencia en la inspiración verbal hace que nosotros, como cristianos que hablan inglés, seamos fuertes defensores de la versión King James (Autorizada). Una importante característica de esta versión, encontrada en pocas versiones modernas, es que ella pone en cursivas aquellas palabras que no son encontradas en los originales hebreos y griegos, mostrando lo mejor posible a aquellos que no pueden leer hebreo o griego cuales son las palabras de la Escritura. Puede ser necesario agregar palabras con el objetivo de obtener una buena traducción a nuestros lenguajes, pero aquellos que leen deben saber que las palabras en cursivas fueron agregadas por hombres y no, de hecho, habladas por Dios.

La doctrina de la inspiración verbal se encuentra en pasajes de la Escritura tales como Salmos 12:6, Proverbios 30:5 y Apocalipsis 22:18-19; también hay otros pasajes de la Escritura que se refieren a las palabras que Dios ha hablado y causado a ser escritas (Salmos 50:17; Salmos 119:130).

Hay notables ejemplos en la Escritura de la importancia de esta doctrina – del hecho de que las palabras exactas de Dios son importantes. En algunos casos las elecciones de palabras crean enormes diferencias.

Si Génesis 17:7 dijera descendencias y no descendencia, sólo la diferencia entre singular y plural, no podría ser una profecía sobre Cristo (ver Gálatas 3:16). Esta referencia a Cristo se pierde completamente en algunas versiones modernas.

A veces las palabras en el idioma original hace difícil entender el pasaje, como en hebreos 11:11. La Escritura dice que Sara recibió fuerza para concebir. La palabra griega es ordinariamente usada para el masculino y es traducida comúnmente como “engendrar” o “generar”. Ya que esa es la palabra que usa la Escritura, nuestra única obligación es entender por qué la Escritura usa aquella palabra, y no cambiar el pasaje, como lo hace la NVI, para ponerlo en línea con nuestro pensamiento. La NVI dice que Abraham  fue capacitado para ser padre, aún cuando Abraham no es mencionado en el versículo. Tales cambios, así hay muchos en la NVI, son una negación de la inspiración verbal.

Hay muchos más ejemplos de lo mismo, pero el punto para nosotros es que necesitamos escuchar cuidadosamente lo que Dios dice. Estar satisfecho con haber obtenido lo esencial del texto, la importancia general de lo que Dios está diciendo, no basta. Debemos estar seguros de que lo hemos oído, creído y obedecido exactamente y en detalle. Si Él ha tomado el cuidado de revelarse, hablándonos por medio de la Palabra escrita, ¿quiénes somos nosotros para no tener cuidado al oír, obedecer y creer que cada palabra de Dios es pura? (Salmos 12:6).


La Inspiración Orgánica de la Escritura

Hay muchos que tropiezan en el hecho de que la Escritura fue dada a través del hombre. Debido a que esto es así, ellos piensan que hay un elemento humano en la Escritura y no pueden creer la verdad que la Escritura es total y completamente la Palabra de Dios, sin error – que no hay contradicción, imperfección, faltas ni nada en la Escritura que pueda ser atribuido a ideas humanas.

No negamos que la Escritura fue dada a través del hombre. Pero es tan poco importante que en veinte de sesenta y seis libros de la Biblia no conocemos su autor humano. Incluso donde conocemos al autor humano, sin embargo, la verdad de la inspiración orgánica se mantiene.

Inspiración orgánica significa que la inspiración de un libro comenzó mucho antes de que cualquier libro fuera escrito. Para tomar el libro de Eclesiastés como un ejemplo, la inspiración orgánica significa que Dios comenzó el trabajo de inspiración de ese libro no al mover a Salomón a escribirlo (2 Pedro 1:21) sino que al preparar todas las circunstancias bajo las cuales Salomón escribiría, y al preparar a Salomón mismo como autor.

Dios comenzó la inspiración de Eclesiastés cuando cientos o miles de años antes, cuando Él fijó las circunstancias de la historia de forma que todas las cosas en Israel y entre las naciones fueran tal como Salomón debía encontrarlas para escribir el libro. Dios comenzó la inspiración de Eclesiastés cuando cientos de años antes Él estableció la nación judía y las doce tribus, una de las cuales fue la tribu de Judá, que luego incluyó la familia de Isaí. Dios estaba preparando todo para aquel libro cuando David se transformó en rey y estableció la dinastía para que Salomón fuera rey después de él. Dios estaba preparando todo para el libro cuando David vio a Betsabé bañándose y cometió adulterio con ella y cometió el asesinato de su marido para casarse con ella.

Dios fijó todas las circunstancias de la vida de Salomón de tal manera que  él no fuera sólo el hombre más sabio de la historia, exceptuando a Cristo, sino también uno que cayó en uno de los pecados más graves. Es así que el libro de Eclesiastés, cuando fue escrito, fue el testimonio del arrepentimiento de Salomón y de la vanidad de la vida sin Dios.

En última instancia, por supuesto, la doctrina de la inspiración orgánica nos lleva hacia los consejos de la eternidad y al hecho de que no hay nada que ocurra, a lo largo de la historia del mundo, que no ha sido soberanamente ordenado por Dios y traído a existencia a través de su soberano e irresistible poder. No más que nosotros, trazando nuestra salvación hasta el decreto eterno de Dios, podemos clamar ser los autores de nuestra salvación, incluso cuando nos hemos arrepentido, creído y obedecido, Salomón podría clamar ser el real autor de Eclesiastés, aunque él escribió las palabras y las escribió usando su propia experiencia. Es el Dios soberano, que decreta eterna y soberanamente y su Espíritu quien, a través de la Palabra viviente,  es el autor de nuestra salvación y del libro por la cual se hace conocida a nosotros. ¡Que gran Dios! ¡Que libro maravilloso!

Ya que la Escritura es la Palabra de Dios, es también perfecta. Encontrar errores en la Escritura es encontrar errores en Dios. Aceptar la Escritura como algo menos que infalible es negar la inmutabilidad y soberanía de Dios.

Juan 10:35 enseña claramente la infalibilidad de la Escritura. En aquel versículo Jesús dice “la Escritura no puede ser quebrantada.” Él usa el singular, Escritura, para mostrar que la Biblia es la única Palabra de Dios, que fue dada a través de muchos hombres y en distintos tiempos. Porque es única, cualquier intento de falsear la Escritura es un intento de destruirla. Nadie puede quitar partes de ella o negar que ella es siempre verdad sin tener ningún error.

Es interesante que Jesús no sólo dice que no podemos quebrantar la Escritura, sino que ella no puede ser quebrantada. Él quiere decir que todos los esfuerzos del hombre de encontrar errores en la Escritura son en vano. Ellos están, cuando encuentran faltas en la Escritura, consultando contra Dios y contra su Ungido, y el que mora en los cielos se burlará de ellos (Salmo 2:2-4). Ellos, no la Escritura, son quebrantados en la inquebrantable Palabra de Dios cuando claman encontrar falta en las palabras o enseñanzas de la Escritura, por tales esfuerzos ellos estarán bajo el juicio de Dios.

El contexto de Juan 10:35 es importante, también, donde Jesús cita el Antiguo Testamento para apoyar que Él es Dios. Él usa el Salmo 82:6, el que llama dioses a los gobernadores. Él dice que si ellos pueden ser llamados dioses, entonces más aún Él que es santificado y enviado por el padre al mundo no puede ser acusado de blasfemia cuando dice “Hijo de Dios soy.” Sin entrar a la cuestión de cómo los gobernadores pueden ser llamados dioses, debemos reparar en que esta es una declaración extraordinaria. Nosotros no debemos osar a decir si eso no hubiera estado en la Escritura, e incluso lo podríamos encontrar difícil de entender. Jesús asume que esa declaración debe ser verdadera y una guía inefable simplemente debido a que se encuentra en la Escritura. Sólo la forma en que Él cita y usa la Escritura es una gran lección para nosotros sobre este tema, “La Escritura no puede ser quebrantada.”

Es significante, también, que Jesús se refiere a estas palabras del salmo 82 como “ley”. Él quiere decir que toda la Escritura, debido a que ella es la inefable Palabra de Dios, es la regla divina para nuestra vida. No hay nada en la Escritura más que la voluntad de Dios para nosotros, tampoco hay ningún consejo que necesitemos que no se encuentre en la Escritura. Historia, poemas, profecías, cartas – todas son la ley de Dios para nosotros. Esta es quizás el punto más importante de todo. Esto no es sólo para decir que la Escritura es infalible e inerrante. Nosotros debemos inclinarnos hacia ella, someternos a sus enseñanzas en cada punto y recibirla como siervos obedientes y deseosos de Dios. De otra forma, nuestra confesión de la inspiración e infalibilidad es mera hipocresía.

¿Crees que la Biblia es infalible? Entonces hazte la siguiente pregunta: ¿Es la Escritura la ley de Dios para mí en todo lo que creo y hago?

La Autoridad de la Escritura

Ya que la Escritura es la inspirada e infalible Palabra de Dios tiene suprema autoridad. No existe autoridad humana que sea más grande, ninguna regla humana que pueda sustituir esta regla y ninguna enseñanza humana puede contradecir lo que ella enseña.

Ella tiene autoridad en todo tipo de enseñanza. Esto es implicado en 2 Timoteo 3:16, donde la enseñanza es mencionada primero. En aquel pasaje la autoridad de la Escritura no es lo enfatizado sino su utilidad. Debemos entender, sin embargo, que la Escritura es útil debido a que ella tiene autoridad: su enseñanza es siempre la “última palabra” en cualquier materia, especialmente en materia de doctrina.

También tiene la misma autoridad en todos los asuntos de práctica y vida Cristiana. El hecho de que haya sido escrita miles de años atrás, en diferentes culturas y para diferentes personas, no hace diferencia alguna. Debido a que es la Palabra de Dios mismo, quien conoce el final desde el principio y quien no cambia, las circunstancias cambiantes de la vida en este mundo no destruyen la autoridad de nada de lo que dice la Escritura.

El hecho de que Pablo haya escrito sobre el rol de la mujer en la casa y la iglesia en una cultura diferente no quiere decir que lo que él dijo sea inválido. No es Pablo quien lo dijo, sino Dios mismo.

De hecho, es una razón de asombro para aquellos que creen en la inspiración de la Escritura el ver cuán a menudo la Escritura, como la Palabra del Dios eterno, anticipa las falsas enseñanzas y prácticas de hoy.  Un buen ejemplo de esto se encuentra en 2 Pedro 3:1-7, donde la teoría de la evolución es destruida por el repudio bíblico del uniformitarianismo, que asume que todas las cosas continúan igual desde el comienzo de los tiempos.

La autoridad de la Escritura es suprema incluso en materia de historia, geografía, ciencia, o cualquier otra disciplina académica donde ella dice algo. No sólo tiene autoridad en el área de la teología y la vida cristiana. Su autoridad es tan grande que el creyente debe aceptarla incluso cuando ella dice algo que está contra lo que dice la ciencia.

Debemos entender que la autoridad de la Escritura es la autoridad de Dios mismo. Decir que la Escritura es la Palabra de Dios es decir que ella tiene toda autoridad. Negarla es negar a Dios; contradecirla es contradecir a Dios mismo.

Nadie puede decir que acepta la autoridad de la Escritura en un punto y la rechaza en otro. No puede decir que acepta lo que dijo que Jesús pero no la creación. Todo es la Palabra de Dios, y toda ella es coronada con la autoridad de Dios. Dios y su discurso no pueden ser aceptados o rechazados a voluntad. Su Palabra no puede ser quebrantada (Juan 10:35).

Una cosa es confesar la autoridad de la Escritura; sin embargo, es otra cosa es inclinarse a ella. En cada aspecto de nuestra vida Cristiana, nuestra sumisión a la Escritura es probada. No es fácil someterse a los mandamientos de la Escritura cuando ellos interfieren con nuestros deseos, o a la enseñanza de la Escritura cuando ella contra a toda inclinación carnal, como usualmente lo hace.

Sólo obedecemos por gracia. Dios, quien dio la Escritura, también da  la gracia necesaria. Con Agustín decimos “Da lo que Tú mandes, y manda lo que quieras”.

La interpretación de la Escritura

Ya que la Escritura es la Palabra de Dios y el Espíritu Santo  su autor, nadie tiene el derecho de interpretarla. La gente suele hablar como si ellos tuvieran ese derecho. Ellos hablan de “mi interpretación” o de alguien más. Eso está mal (2 Pedro 1:20). Incluso en la controversia siempre hay sólo una interpretación de la Escritura, y esa es la propia interpretación de la Escritura de sí misma. Esa interpretación es de Dios, no del hombre.

Uno de los grandes principios de la Reforma fue el principio que dice que la Escritura se interpreta a sí misma. Aunque muchos se sientan extrañados, deber ser así, sólo el autor mismo, el Espíritu Santo de Dios, tiene el derecho y el poder de decirnos el significado. Mi propia interpretación es nada. Sólo la interpretación de Dios importa.

Esto se encuentra en 2 Pedro 1:20-21, donde claramente se afirma que la Escritura no es de interpretación privada. Esta afirmación parece estar un poco fuera de lugar a primera vista, porque el énfasis no está en la interpretación, sino en la inspiración. Sin embargo, la doctrina de la inspiración, como es encontrada en esos versículos, la tiene como su aplicación: nadie sino Dios mismo, quien inspiró la Palabra, tiene el derecho de interpretarla.

El Espíritu Santo interpreta la Escritura, pero no de una forma mística – revelando misteriosa y secretamente el significado de la Escritura a algunos en una revelación privada. Está mal decir “Dios me mostró”, “Dios me dijo”  o me “Dios me reveló” tal cosa. Eso, también, es negar la Escritura, no sólo su suficiencia, como ya hemos visto, sino que también su inspiración. La persona que dice esas cosas está diciendo que él tiene una interpretación de la Escritura que Dios le ha dado privadamente, separada de la Escritura misma. La correcta interpretación de la Escritura es dada cuando la Escritura es comprada consigo misma.

Por ejemplo, si deseamos determinar el significado de una palabra en la Escritura, quizás la palabra bautismo, debemos mirar los diferentes pasajes en los cuales la palabra es usada y el contexto de cada pasaje para así determinar que significa la palabra en la Escritura y cómo la Escritura la usa. La correcta interpretación de la Escritura, por lo tanto, requiere un cuidadoso estudio para que podamos aprender de ella misma lo que quiere decir. La persona que piensa que puede ir a un pasaje de la Escritura y entenderlo sin estudio es muy necia y orgullosa.

Debemos ser cuidadosos, por lo tanto, de no imponer nuestras ideas a la Escritura, sino humildemente y en oración recibir lo que ella dice. Aprender la correcta interpretación de la Escritura requiere gracia, sumisión y oración.

No hay nadie, ni ministros del evangelio, que pueda afirmar estar sobre la Escritura. Cada interpretación, cada credo, cada sermón, puede ser y debe ser sujeta al riguroso escrutinio de la luz de lo que la Palabra de Dios dice, exactamente porque nadie tiene el derecho privado de interpretar la Escritura. Por esta razón, incluso la predicación de los apóstoles estaba sujeta a cuidadoso examen y crítica (Hechos 17:10-11). Incluso aquella predicación, así como cualquier otra, debe conformarse a la interpretación del Espíritu de su Palabra.

Que Dios nos de la gracia necesaria – mucha gracia – para buscar y encontrar la única interpretación y que le prestemos atención (Hebreos 2:1).


La Unidad de la Escritura

Ya que la Escritura es la Palabra de Dios y tiene un autor, ella también es una. Dios no habló con sesenta y seis voces diferentes. Él no puede, porque Él mismo es uno en poder, en propósito, y en ser. Debido a que es uno, su Palabra y revelación también es una.

Que la Escritura es de suma importancia. Por esta razón la Escritura no se puede contradecir consigo misma. Un libro no puede diferir de otro, ni el Antiguo Testamento del Nuevo. La Escritura no puede enseñar una cosa en el Antiguo Testamento y algo opuesto en el Nuevo, ni un autor humano puede diferir de otro.

Está mal, por lo tanto, hablar de la “teología de Pablo,” como algunos hacen, sugiriendo que esta difiere de la teología de Jesús o la teología de Pedro. Nadie puede sugerir que Jesús tuvo una visión diferente de Moisés, Pablo o Juan sobre algunas cosas, tales como el divorcio o el lugar de la mujer en la iglesia.

La doctrina de la unidad de la Escritura es especialmente importante contra el dispensacionalismo, quien no ve unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre Israel y la Iglesia. Incluso los bautistas enseñan que el pacto con Israel es un pacto fundamentalmente diferente y que el pacto de Dios con la iglesia es una negación de la unidad de la Escritura. La Escritura en un libro y no puede enseñan dos o más pactos diferentes y en conflicto.

Si la Escritura es una, no pueden haber revelaciones diferentes, diferentes pactos, diferentes pueblos de Dios o diferentes formas de salvación. Nuestra objeción a la enseñanza del dispensacionalismo y del bautismo de creyentes no está sólo basada en los pasajes que desaprueban esas enseñanzas en específicas de esos grupos sino también en los pasajes que enseñan que la Escritura es una y no puede ser quebrantada (Juan 10:35).

La noción de que el Antiguo Testamento no es autoritativo para los creyentes del Nuevo Testamento excepto cuando su enseñanza es confirmada en el Nuevo Testamento es una negación de la unidad de la Escritura. Lo que está escrito en el Antiguo Testamento también fue escritos para nosotros los creyentes del Nuevo (1 Cor. 10:11).

La unidad de la Escritura, como Jesús nos recuerda en Juan 10:35, está en sí misma. Toda ella es, desde el principio hasta el final, la revelación de Jesucristo como Salvador y de la gracia de Dios que es revelada en Él. Como Spurgeon dijo “Donde sea que cortes la Escritura fluirá de ella la sangre del Cordero.” Encontrar a Cristo en cada pasaje debe ser nuestro objetivo y al hacerlo así, ciertamente encontraremos que la Escritura habla con una voz.

La doctrina de la unidad de la Escritura no solo es importante para la defensa contra otras enseñanzas sino también para el estudio de la Escritura. Si la Escritura es una, ningún pasaje puede ser estudiado, leído o incluso citado aislado del resto de la Palabra. Nada de lo que pensemos o digamos de la Palabra de Dios puede contradecir a otra cosa. Esto significa, por supuesto, que debemos estar ocupados con la Escritura para que la conozcamos del principio al final y estemos rigurosamente familiarizados con su enseñanza.

La doctrina de la unidad de la Escritura significa, entonces, que la Escritura es importante y necesaria, que ninguna parte puede ser dejarse de lado. Debemos conocer, leer, estudiar, aprender y honrarla completamente. ¿Lo haces?


Traducido por: Marcelo Sánchez
Fuente: “The Organic Inspiration of Scripture” de Doctrine according to Godliness del Rev. Ronald Hanko, pp. 9-21. La Inspiración Orgánica de la Escritura" de Doctrina según Piedad por Ronald Hanko, las págs. 9-21.

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