COMENTARIO A LA 
  PRIMERA EPISTOLA PASTORAL
      DE SAN PABLO A TIMOTEO

              Por Juan Calvino

(CAPITULOS 5 Y 6)
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CAPÍTULO  V

1. No reprendas al anciano, sino exhórtale como a padre; a los más jóvenes como a hermanos;
2. A las ancianas, como a madres; a las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza.
3.   Honra a las viudas que en verdad lo son.
4. Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios.

1. No reprendas al anciano. Él ahora recomienda a Timoteo suavidad y dulzura al corregir las faltas. La corrección es una medicina que siempre tiene alguna amargura, y por lo tanto, es desagradable. Además siendo aún joven Timoteo, su severidad hubiera sido menos tolerable al no usar de moderación.
Sino exhórtale como a padre. El Apóstol le ordena que reprenda a los ancianos como a padres; y aun se vale del término moderado exhortar. Es imposible no enternecerse reverentemente cuando tenemos delante de nosotros a nuestro padre o a nuestra madre; por lo cual, en lugar de una impetuosa vehemencia, somos influenciados inmediatamente por la modestia. Sin embargo, deberá observarse que él no desea que se prescinda de los ancianos o que se les tenga tal complacencia como para que pequen impunemente sin ser corregidos; sólo desea que su edad se les respete en alguna forma, para que soporten la amonestación con más paciencia.
A los más jóvenes como a hermanos. Pablo desea que se proceda con moderación aun para con las personas jóvenes, aunque no en grado igual que con los ancianos; porque el vinagre habrá que mezclarlo siempre con el aceite, pero con esta salvedad, que siempre habrá de tenerse respeto y reverencia a los ancianos, y a los que son iguales habrá que tratarlos con suavidad fraternal. De aquí que los pastores sean amonestados a que no sólo tomen en cuenta su oficio, sino también vean en particular lo que deben hacer con los individuos de acuerdo con su edad; porque no a todos se puede aplicar la misma disciplina. Recordemos, pues, que si los actores de un drama han de conducirse decorosamente en el escenario, también lo deberán hacer los pastores que ocupan un puesto tan elevado.
2. A las jovencitas, como a hermanas, con toda pureza. La frase con toda pureza, se aplica a las jovencitas, porque a esa edad ellas deben siempre temer toda clase de sospecha. Con todo, Pablo no prohíbe a Timoteo tener ninguna conducta hostil o inmodesta para con las jovencitas (porque no había necesidad de tal prohibición), sino únicamente le ordena que se abstenga de dar a los hombres perversos cualquier motivo para la burla. Para este fin Pablo exige una seriedad pura, que lucirá en toda conversación y trato social; de modo que así pueda Timoteo conversar más libremente con las personas jóvenes, sin dar lugar a que sea criticado.
3. Honra a las viudas que en verdad lo son. Con el vocablo honra Pablo no indica ninguna expresión de respeto, sino ese especial cuidado que de ellas tenían los obispos ("Los pastores y obispos".), en la Iglesia primitiva; porque las viudas eran tomadas bajo la protección de la Iglesia, para que pudiesen ser sostenidas del fondo común. El significado de esta forma de expresión es como si dijera: "Para seleccionar a las viudas que han de ponerse bajo tu cuidado y el de los diáconos, tú debes considerar quiénes son realmente viudas. ("Por lo que los Padres y los comentaristas griegos nos dicen, parece que aquellas personas eran sostenidas de los fondos de la Iglesia; y por lo que sigue, está claro que ellas desempeñaban un oficio: el nombre xerat significa tanto como diacomsa, aunque la naturaleza exacta de sus deberes no ha sido determinada. Que las peisonas que tenían este oficio enseñaban a las mujeres más jóvenes los principios de la fe cristiana, es muy cierto; pero que ellas fuesen, como dicen algunos «lo mismo que las diaconisas», es un punto todavía a discutirse. Parece que no eran necesariamente la misma cosa; pero que, habiéndolo sido una ocasión, cuando sus esposos todavía vivían, ellas no fueron quitadas de ese oficio. En otra forma, sus deberes parecerían diferentes de los deberes desempeñados por las diaconisas; y si tuviésemos que llamarlas con algún nombre que indicara sus deberes principales, las llamaríamos «catequistas». Que éstas diferían de las diaconisas, es cierto, partiendo del testimonio positivo de Epifanio. Sin embargo, ocasionalmente podían ayudarlas en sus deberes de visitar a los enfermos. Sea como fuere, la existencia de un orden tal como el de las xerai no requiere el poderoso testimonio de la historia eclesiástica; ya que, juzgando por la vida absolutamente apartada de la mujer en Grecia y otras partes del Oriente, y su separación casi total del sexo opuesto, ellas necesitarían mucho la ayuda de tales personas, que pudiesen convertirlas a la fe cristiana, o instruirlas posteriormente en sus doctrinas y deberes." Bloomfield.)
Cuál haya sido su condición, lo explicaremos después y en forma más amplia. Pero aquí hemos de considerar la razón por la que Pablo no admite personas que no sean viudas en el sentido estricto de la palabra, y, al mismo tiempo, viudas sin hijos; porque, en esa condición, ellas se dedicaban al servicio de la Iglesia, renunciando así a los intereses particulares de una familia, y haciendo a un lado todo lo que pudiera impedirles el cumplimiento de sus deberes. Justamente, pues, Pablo le prohíbe aceptar madres de familia, que ya están comprometidas en un oficio de naturaleza diferente. Cuando las llama "viudas que en verdad lo sean", alude al vocablo griego xera, que se deriva de apo tou xerousthai, un verbo que significa "ser excluido" o "destituido".
4. Pero si alguna viuda. Hay varias formas de explicar este pasaje; y la ambigüedad surge de esta circunstancia: que la última cláusula puede referirse ya sea a las viudas, ya a sus hijos. Tampoco esto es inconsistente con el verbo (que aprendan) que está en plural mientras que Pablo habla de una viuda en singular; porque un cambio del singular al plural es cosa muy frecuente en el discurso general, es decir, cuando el escritor habla de toda una clase, y no de un individuo. Aquellos que piensan que esto se relaciona con las viudas, son de la opinión de que el significado es: "Que ellas aprendan por el gobierno piadoso de su familia, a retribuir a sus sucesores la educación que ellas recibieron de sus antecesores". Ésta es la explicación dada por Crisóstomo y algunos otros. Empero otros opinan que es más natural interpretarlo como relacionado con los hijos y los nietos. Por consiguiente, en opinión de ellos, el Apóstol enseña que la madre o la abuela es la persona para con la cual ellos deben ejercitar su piedad; porque nada es tan natural como el retorno (antipelargia) al afecto filial para tratar a los padres con ese afecto; y es muy irrazonable que éste deba ser excluido de la Iglesia. Que ellas cumplan con su deber antes de que se conviertan en carga para la Iglesia.
Hasta aquí me he referido a las opiniones de otros. Pero deseo que mis lectores consideren si el pensamiento no estaría más de acuerdo con el contexto en esta forma: "Que ellas aprendan a conducirse piadosamente en el hogar". Como si dijera, que sería valioso, a manera de instrucción preparatoria, que ellas se prepararan a sí mismas en el culto a Dios, ejercitando actos de piedad en el hogar para con sus parientes; porque la naturaleza nos manda que después de Dios, amemos a nuestros padres; de modo que esta piedad secundaria nos conduzca a la otra que es más elevada. Y como Pablo vio que los propios derechos de la naturaleza eran violados bajo el pretexto de la religión, ("Es decir, que ellas olvidaron amar lo que la naturaleza enseña"), a fin de corregir esta falta, ordenó que las viudas deberían ser preparadas, mediante el aprendizaje doméstico, para servir a Dios.
A ser piadosos para con su propia familia. Casi todos los comentaristas interpretan el verbo eusebein en el sentido activo, porque es seguido de un acusativo; pero éste no es un argumento conclusivo, porque es común en los autores griegos dar a entender una preposición. Y esta explicación va de acuerdo con el contexto, de que, cultivando la piedad humana, ellos se ejerciten a sí mismos en el culto a Dios; no sea que una devoción tonta e insensata los despoje de sentimientos humanos. De nuevo, que las viudas aprendan a pagar lo que ellas deben a sus antecesores educando a sus hijos.
Porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios. No demostrar gratitud a nuestros progenitores es universalmente reconocido como algo monstruoso; porque ésa es una lección que hemos aprendido por razón natural. Y no sólo es ésta una convicción natural en todos, que el afecto para con nuestros padres es el segundo grado de piedad; sino que las propias cigüeñas nos enseñan la gratitud con su ejemplo; y esa es la etimología de la palabra antipelargia. ("Esta palabra se compone de anti, («en lugar de» o, «a cambio de»), y pelargos, «cigüeña». La cigüeña es un ave migratoria, y es mencionada, junto con la grulla y la golondrina, como conocedora del tiempo designado (Jer. 8:7). Su nombre, en hebreo, significa misericordia o piedad; y su nombre en inglés, tomado (al menos indirectamente) del griego storgue, significa afecto natural. Esto concuerda con nuestro conocimiento de su carácter, el cual es extraordinario por su ternura, especialmente en las especies jóvenes, para con las aves viejas. No es raro ver que algunas de las aves viejas, que están cansadas y débiles por los largos vuelos, son llevadas algunas veces sobre las espaldas de las jóvenes; y los campesinos de Jutlandia hablan de ello como una cosa bien sabida, y que las tales son llevadas y puestas en sus viejos nidos, y acariciadas por las jóvenes a quienes criaron en la primavera anterior. La cigüeña ha sido por mucho tiempo el emblema del deber filial." Eadie's Cyclopedia. Pero Pablo, no satisfecho con esto, declara que Dios lo ha sancionado; como si dijera: "No hay razón para que alguno piense que esto ha tenido su origen en la opinión de los hombres; siendo que Dios así lo ha ordenado."

5. Mas la que en verdad es viuda y ha quedado sola, espera en Dios, y es diligente en súplicas y oraciones noche y día.
6. Pero la que se entrega a los placeres, viviendo está muerta.
7. Manda también estas cosas, para que sean irreprensibles;
8. porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.

5. La que en verdad es viuda. Pablo expresa su significado en forma más clara que antes; porque demuestra que realmente son viudas aquellas que están solas y no tienen hijos. Él dice que tales personas esperan en Dios. No es que esto lo hagan todas, o algunas de ellas; porque podemos ver muchas viudas que no tienen hijos, y que no tienen ni parientes, pero que a pesar de todo son altivas e insolentes, y completamente impías en su corazón y en su vida. Por otra parte, también están aquellos que tienen muchos hijos, y a quienes no se les impide que pongan su esperanza en Dios; tales como Job, Jacob y David. Mas por esto, una multitud de hijos (poltíteknia) sería una maldición, mientras que la Escritura siempre lo reconoce como una de las más grandes bendiciones de Dios. Empero Pablo dice que las viudas "esperan en Dios", en la misma forma que escribe en alguna otra parte, que las solteras estudian sólo para agradar a Dios, porque sus afectos no están divididos como los de las personas casadas (1 Cor. 7:32). El significado de esto es, entonces, que ellas no tienen nada que distraiga sus pensamientos de buscar sólo a Dios; porque ellas no encuentran a nadie en el mundo en quien puedan confiar. Por medio de este razonamiento él las recomienda; porque cuando la ayuda del hombre y todo refugio les falta, es deber de la Iglesia extender la mano para prestarles ayuda; y así la condición de la viuda, que no tiene hijos y está desamparada, reclama la ayuda del pastor.
Es diligente en súplicas. Éste es el segundo motivo de recomendación: que ellas continuamente se dedican a la oración. De aquí se concluye que deben ser socorridas y sostenidos a expensas de la Iglesia. Al propio tiempo, por estas dos marcas Pablo distingue entre lo digno e indigno; porque estas palabras significan lo mismo que si él ordenara que sólo deben ser recibidas aquellas viudas que no buscan la ayuda de los hombres, sino únicamente de Dios, y que, dejando a un lado otros cuidados y empleos, se dedican fervorosamente a la oración; y que las otras están descalificadas y no rinden ningún servicio a la Iglesia. De nuevo, esta constancia en la oración exige la libertad de otros cuidados; porque las que están ocupadas con las atenciones de la familia tienen menos libertad. A todos nosotros, ciertamente, se nos manda que oremos continuamente; pero debe considerarse lo que se requiere de cada uno, de acuerdo con su condición, cuando, a fin de poder orar, se hace necesario el retiro y la abstención de otros cuidados.
Lo que Pablo alaba en las viudas se relaciona con Ana, la hija de Fanuel (Le. 2:36); pero la misma cosa no podría aplicarse a todas, debido a la diversidad en su manera de vivir. Habrá mujeres tontas, simias, y no imitadoras de Ana que irán de iglesia en iglesia, y no harán otra cosa sino gemir y suspirar hasta el mediodía. Bajo este pretexto, ellas se zafarán de todos los quehaceres domésticos; y, al regresar a casa, si no encuentran todo arreglado de acuerdo con sus deseos, molestarán a toda la familia con desaforados gritos, y algunas veces llegarán a los golpes. Recordemos, pues, que existen buenas razones de por qué es un privilegio especial de las que son viudas y sin hijos; porque ellas están libres de los impedimentos legales, que no permitirían a las que dirigen la familia hacer lo mismo.
Y con todo, este pasaje no favorece a los monjes o las monjas, que con sus quejas y con sus expresiones ruidosas tratan de vivir una vida fácil y ociosa. Tales eran antiguamente los euquitas o los salianos; porque los monjes y los sacerdotes papistas no difieren en nada excepto en que los primeros, por su continuo orar, pensaban que nadie excepto ellos era piadoso y santo, mientras que los últimos, con laboriosidad inferior, se imaginan que se santifican a sí mismos y a otros. Pablo no pensaba así, sino que sólo procuraba demostrar que tienen mucha más libertad para dedicarse a la oración aquellas que no tienen nada que les distraiga.
6. Pero la que se entrega a los placeres. Después de señalar las marcas por las cuales se puede conocer a las que son realmente viudas, Pablo ahora las contrapone a otras que no, deben ser recibidas. El participio griego que emplea, spatalosa, significa una que se permite toda clase de gratificaciones, y que lleva una vida fácil y de placer. Por consiguiente, Pablo (en mi opinión) censura a aquellas que abusan de su viudez con este fin: que, viéndose libres del yugo del matrimonio, y de toda molestia, se entregan a una vida de placentera ociosidad; porque vemos a muchas que buscan su propia libertad y conveniencia, y se entregan a la excesiva alegría.
Viviendo está muerta. Cuando Pablo afirma que tales personas "viviendo están muertas", algunos suponen que aquí se trata de gente incrédula; una opinión con la cual yo no estoy de acuerdo. Yo creo que es más natural decir que una mujer "está muerta", cuando es inútil y no hace el bien; pues ¿para que otro fin vivimos, si no es para que nuestras acciones rindan algún provecho? ¿Y qué si afirmamos que el énfasis está en la palabra vive? Porque las que aspiran a vivir una vida indolente, para tener más holgura, tienen constantemente en sus labios aquel proverbio: "Porque la vida no consiste en vivir, sino en vivir bien". El significado sería entonces: "Si ellas se consideran felices cuando tienen todo lo que su corazón desea, y si piensan que la vida sólo consiste en la holganza y el placer, por mi parte declaro que están muertas." Mas como este significado pudiera prestarse a ser juzgado de excesiva ingenuidad, yo sólo quería darle un simple vistazo de pasada, sin hacer una afirmación positiva. Esto, al menos, es cierto: que Pablo condena aquí la indolencia, cuando llama muertas a aquellas mujeres que no prestan ningún  servicio.
7. Manda también estas cosas. Pablo indica, que no sólo señala a Timoteo el curso que debe seguir, sino que también las mujeres deben ser enseñadas cuidadosamente a no mancharse con tales vicios. Es deber del pastor, no sólo oponerse a las prácticas perversas y ambiciosas de las que actúan de manera irrazonable, sino precaverse contra todo peligro, en todo lo que esté a su alcance, mediante la instrucción y las constantes amonestaciones.
Para que sean irreprensibles. Fue el resultado natural de la prudencia y de la firmeza no admitir viudas, a menos que fuesen dignas; pero era propio señalar una razón por la que no eran admitidas; y se hacía necesario advertir a la Iglesia para que las personas indignas no se propusieran como candidatos, o que no se ofrecieran a sí mismas. De nuevo, Pablo recomienda esta parte de la enseñanza por motivos de utilidad; o como si dijera que en ninguna forma tiene que despreciarse porque es común, puesto que tiene como objetivo la parte principal de una vida buena y perfecta. Ahora bien, nada hay que con más diligencia deba aprenderse en la escuela de Dios que el estudio de una vida santa y pura. En suma, la instrucción moral es comparada con las especulaciones ingeniosas, que no tienen un provecho visible1 que vaya de acuerdo con ese pasaje: "Toda la Escritura es provechosa, para que el hombre de Dios sea perfecto", etc. (2 Tim. 3:16).
8. Si alguno no provee para los suyos. Erasmo lo ha traducido: "Si alguna mujer no provee para los suyos", aplicándolo exclusivamente a las mujeres. Mas yo prefiero considerarlo como una afirmación general; porque es costumbre en Pablo, aun cuando esté tratando de un tema en particular, deducir argumentos de principios generales; y, por otra parte, deducir de afirmaciones particulares una doctrina universal. Y ciertamente la cosa tendrá mayor peso, si se puede aplicar tanto a los hombres como a las mujeres.
Ha negado la fe. ("O ha renunciado a la fe." Pablo dice que aquellos que no se preocupan por sus parientes y especialmente por los de su propia casa, han "negado la fe". Y está en lo correcto; porque no puede haber piedad para con Dios, cuando una persona puede en esa forma hacer a un lado los sentimientos humanitarios. ¿Acaso la fe, que nos hace hijos de Dios, podrá hacernos peor que bestias brutas? Tal inhumanidad, por lo tanto, está en abierta rebeldía contra Dios, y es una negación de la fe.
No satisfecho con esto, Pablo realza la criminalidad de su conducta, diciendo, que quien se olvida de los suyos, es peor que un infiel. Esto es cierto por dos razones. Primero, cuanto más adelantado esté uno en el conocimiento de Dios, menos excusas tiene; y por consiguiente, aquellos que cierran sus ojos a la clara luz de Dios son peor que los paganos. Segundo, ésta es una clase de obligación que la propia naturaleza enseña; porque éstos son afectos naturales (sorgai fusikai). Y si, por el propio impulso de la naturaleza, los infieles son tan afectos a amar a los suyos, ¿qué debemos pensar de aquellos que no actúan movidos por tales sentimientos? ¿Acaso no van más allá que los infieles en brutalidad? Si se objetare que, entre los incrédulos, hay también muchos padres que son incrédulos y salvajes, la explicación es fácil, ya que Pablo no habla de cualquier clase de padres, sino de aquellos que, por la dirección e instrucción de la naturaleza, cuidan de su descendencia; porque si alguno ha degenerado de aquello que es tan perfectamente natural, debe ser considerado como un monstruo.
Cabe preguntar: ¿por qué el Apóstol da preferencia a los miembros de la familia y no a los hijos? Yo respondo: cuando él habla de ¿Los suyos y especialmente los de su casa, con ambas expresiones denota los hijos y los nietos. Porque, aunque los hijos hayan sido transferidos, o se hayan pasado a diferente familia, mediante el matrimonio, o en cualquier forma hayan dejado la casa de sus padres, con todo, el derecho de la naturaleza no ha sido completamente extinguido, como para destruir la obligación que tienen los mayores de dirigir a los más jóvenes tal como se les ha conferido por Dios, o al menos cuidar de ellos en la forma mejor que les sea posible. Para los domésticos la obligación es más estricta; porque deben cuidar de ellos por dos razones: primero porque son de su propia sangre, y segundo porque son parte de la familia que ellos gobiernan.

9.   Sea puesta en lista sólo la viuda no menor de sesenta años, que haya sido esposa de un solo marido,
10. que tenga testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra.
11.   Pero  viudas  más  jóvenes  no  admitas;  porque  cuando,  impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo, quieren casarse,
12. incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe.
13. Y también aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas sino también chismosas y entremetidas, hablando de lo que no debieran.

9. Sea puesta en lista sólo la viuda. Pablo señala nuevamente la clase de viudas que deben ponerse bajo el cuidado de la Iglesia; ("Cuáles viudas deben ser recibidas, para que sean sostenidas  a expensas de la Iglesia"), y lo hace en forme1 más clara de como antes lo había hecho.
No menor de sesenta años. Primero, él indica la edad, sesenta años; porque siendo sostenidas a expensas del público, era conveniente que ellas hubieran llegado a la vejez. Además, había otra razón más poderosa; porque ellas se dedicaban al ministerio de la Iglesia, lo cual hubiera sido completamente intolerable, si existieran todavía probabilidades de que se casaran. Eran recibidas bajo la condición de que la Iglesia aliviara su pobreza, y ellas, por su parte, deberían emplearse en el ministerio de los pobres, en cuanto lo permitiese el estado de su salud. Así había una obligación mutua entre ellas y la Iglesia. Era irrazonable que aquellas que tenían menos edad, y que aún se encontraban en el vigor de la vida, fuesen una carga para otros. Además, había razón para temer que ellas cambiasen su mente y pensaran en casarse de nuevo. Éstas son las dos razones por las cuales Pablo no quiere que sea admitida ninguna menor de "sesenta años".
Que haya sido esposa de un solo marido. En cuanto al deseo de casarse, ese peligro estaba lo suficientemente previsto, cuando una mujer tenía más de sesenta años; especialmente si durante toda su vida, no se había casado con más de un solo marido. Puede considerarse como cierta clase de promesa de continencia y castidad, cuando una mujer ha llegado a esa edad, satisfecha con haber tenido un solo marido. No es que Pablo desapruebe un segundo matrimonio, o que fije una marca de ignominia sobre aquellas que se han casado dos veces (pues al contrario, aconseja a las viudas más jóvenes que se casen); porque él deseaba que se tuvieran precauciones cuidadosas para no impedir que se casaran aquellas mujeres que sentían necesidad de un esposo. Sobre este tema hablaremos más adelante y con más amplitud.
10. Que tenga testimonio de buenas obras. Estos requisitos que a continuación enumera, en parte se relacionan con el honor, y en parte con el trabajo. No puede haber duda de que las asambleas de viudas fuesen honorables, y altamente respetables; y, por lo tanto, Pablo no quiere que ninguna sea admitida en ellas, sino aquellas que tengan excelente testimonio de toda su vida pasada. Además, ellas no fueron designadas para una actividad indolente y perezosa, sino para ministrar a los pobres y a los enfermos, hasta que, estando agotadas completamente, se les permita una honrosa jubilación. Por consiguiente, para que ellas estén mejor preparadas para desempeñar su oficio, Pablo desea que hayan tenido larga práctica y experiencia en todas las labores que pertenecen a su cargo; tales como trabajo y diligencia en educar a los niños, hospitalidad, atención a los pobres, y otras obras de caridad.
Cabe ahora preguntar: ¿Es que todas las estériles han de ser rechazadas por no haber tenido hijos? Debemos responder, que Pablo no condena aquí la esterilidad, sino las endebles de madres que, rehusando soportar la fatiga de criar a sus hijos, demuestran suficientemente que serán despiadadas para con los extraños. Y al mismo tiempo, él señala esto como una honorable recompensa para las matronas piadosas, que no se han escatimado a sí mismas, para que en su oportunidad sean recibidas en el seno de la Iglesia cuando lleguen a la vejez.
Por medio de una figura de lenguaje, en la cual una parte es tomada por el todo, Pablo da a entender por lavado de pies todos los servicios que comúnmente se rinden a los santos; porque en aquel tiempo se acostumbraba "lavar los pies". ("Esta observancia usualmente era administrada por, o bajo la supervisión de, el ama de la casa; y, siendo en el Oriente particularmente agradecida, se designaba con ello, generalmente, la bondadosa atención a las visitas." Bloomfield.)
Un empleo de esta naturaleza puede tener la apariencia de ser bajo y casi servil; y por lo tanto, él emplea esta marca para describir a las mujeres que eran laboriosas, y que estaban lejos de ser fastidiosas o delicadas. Lo que sigue tiene que ver con la liberalidad; y finalmente, expresa la misma cosa en términos generales, cuando dice:  si ha practicado toda buena obra; porque Pablo habla aquí de actos de bondad.
11. Pero viudas más jóvenes no admitas. Pablo no manda que sean excomulgadas de la Iglesia, o que lleven una marca de desgracia puesta sobre ellas; sino que sólo afirma que no sean recompensadas obteniendo el honor que ha mencionado. Y si el Espíritu de Dios, por boca de Pablo, declara que ninguna mujer de menos de sesenta años debe ser admitida dentro de ese orden, porque a esa edad la soltería es peligrosa, ¿qué desfachatez era entonces establecer una ley de celibato para las mujeres jóvenes en todo el calor de sus años juveniles? Pablo, afirmo yo, no prohíbe que se abstengan del matrimonio hasta que lleguen a la extrema vejez, y hasta que estén completamente fuera del peligro de la incontinencia. Poco después establecieron la costumbre de poner el velo a las vírgenes a la edad de cuarenta, y en seguida a los treinta; y finalmente comenzaron a poner el velo sin discriminación, y sin excepción, a las mujeres de cualquier edad. Ellos alegan que la continencia es mucho más fácil para las vírgenes, que jamás han tenido un esposo, que para las viudas. Pero jamás tendrán éxito en probar que no hay razón para temer ese peligro contra el cual Pablo previene y manda a otras que se prevengan. Por lo tanto, es imprudente, y aun cruel, poner una trampa a aquellas mujeres que aún son jóvenes, y que serían idóneas para el matrimonio.
Impulsadas por sus deseos, se rebelan contra Cristo. Pablo dice que "se rebelan contra Cristo" aquellas que, olvidando la condición a la cual son llamadas, le dan rienda suelta a la alegría impropia; porque deberían haberse guardado a sí mismas bajo el yugo de la modestia, tal como conviene a las damas serias y respetables. Por consiguiente, un tren de vida más lujoso y entregado al placer es cierta clase de rebelión contra Cristo, a quien ellas han prometido fidelidad. Como Pablo había presenciado muchos ejemplos de esta clase, él da la solución con un remedio general: que ninguna sea admitida si tiene la edad en que su deseo pueda impulsarla a casarse.
¡Cuántos crímenes monstruosos se cometen cada día dentro del papado por el celibato obligatorio de las monjas! ¡Cuántas barreras trasponen deliberadamente! Y por lo tanto, aunque este curso parecía recomendable al principio, sin embargo, enseñados por tantos y tan terribles experimentos, ellos deberían haber cumplido en alguna forma con el consejo de Pablo. Pero están tan lejos de hacerlo, que provocan la ira de Dios más y más, cada día, por su obstinación. Y no hablo sólo de las monjas, sino de sacerdotes y monjes que también son obligados a observar el celibato perpetuo. Con todo, la vergonzosa lujuria se desata entre ellos, de modo que difícilmente uno de cada diez vive castamente; y en los monasterios, el menor de todos los males es la fornicación ordinaria. Si ellos inclinaran su corazón a escuchar a Dios hablando por boca de Pablo, inmediatamente echarían mano de este remedio que él prescribe; pero tan grande es su orgullo, que furiosamente persiguen a aquellos que se lo recuerdan.
Algunos leen las palabras así: "Cuando se hacen frivolas, se casarán en oposición a Cristo." Aunque esto difiere poco del significado de Pablo, la primera opinión es preferible.
12. Incurriendo así en condenación, por haber quebrantado su primera fe, "Incurrir en condenación", lo interpretan algunos como significando "que merece reproche". Pero yo lo entiendo como una afirmación de mayor severidad: que Pablo las atemoriza con la condenación de la muerte eterna; como si él las reprendiera diciendo que ese excelente orden, que debiera haberlas unido a Cristo, era el propio motivo para su condenación. Y añade la razón: que "han quebrantado su primera fe" del bautismo y del cristianismo. Sé que hay algunos que lo interpretan de modo diferente; es decir, que ellas al casarse quebrantan la promesa que hicieron a la Iglesia habiendo prometido que vivirían sin casarse hasta su muerte. Eso es sumamente absurdo. Además, ¿por qué lo llama él su primera fe?
Por consiguiente, Pablo se pronuncia con mayor vehemencia contra ellas, y exalta la enormidad de la ofensa, diciendo que no sólo traerán desgracia a Cristo y a su iglesia apartándose de la condición a que ellas habían accedido, sino que también han quebrantado su "primera fe" por una perversa rebelión. Comúnmente sucede que, cuando uno traspasa una vez los límites de la modestia, se entrega después a toda clase de impudicias. Le preocupaba a Pablo que la ligereza de esas mujeres fuese un reproche para las piadosas, y que su lascivia fuese reprobada, o, al menos, que estuviese expuesta a la reprensión. ¡Esto las llevaba a mayores grados de libertinaje, hasta que renunciaban al cristianismo! Esa ampliación es sumamente apropiada; porque, ¿hay algo más absurdo que ellas, mediante un deseo, quieran promover el provecho personal, y abrir así la puerta a la negación de Cristo?
El esfuerzo de los papistas en sostener, apoyados en este pasaje, el voto del celibato perpetuo, es absurdo. Concediendo que se acostumbra a exigir de las viudas un compromiso en términos expresos, ellos no ganarían nada por esta admisión. Primero, debemos considerar el fin. La razón por la que las viudas anteriormente prometían quedarse sin casar, no era porque ellas pudiesen vivir una vida más santa que dentro del matrimonio, sino porque ellas no podían, al mismo tiempo, dedicarse a los esposos y a la Iglesia; pero en el papado, ellas hacen un voto de continencia, como si éste fuese en sí una virtud aceptable delante de Dios. Segundo, en esa edad ellas renunciaban a la libertad de casarse en el tiempo cuando habían dejado de ser casaderas; porque deberían tener por lo menos sesenta años de edad, y, estando satisfechas con haberse casado una vez, deben haber dado pruebas de su castidad. Mas hoy se hacen votos entre los papistas para renunciar al matrimonio, antes de tiempo, o en medio del ardor de los años juveniles.
Ahora bien, nosotros desaprobamos la tiránica ley del celibato, por dos razones principalmente. Primero, ellos pretenden que éste es un culto meritorio delante de Dios; y segundo, por la precipitación en hacer los votos, ellos empujan las almas a la destrucción. Ninguna de estas cosas se encontraba en la antigua institución. Ellas no hacían un voto directo de continencia, como si la vida matrimonial fuese menos aceptable a Dios; sino que únicamente, en cuanto se hacía necesario al oficio para el que habían sido elegidas, prometían abstenerse de los lazos del matrimonio durante toda su vida; ni se privaban a sí mismas de la libertad de casarse, hasta el tiempo cuando, aunque hubiesen estado alguna vez tan libres, era tonto e irrazonable para ellas el volverse a casar. En suma, estas viudas diferían tanto de las monjas, como Ana la profetisa difería de Claudia la vestal. (En Roma llamaban vestales a las vírgenes consagradas a la diosa llamada Vesta (como si dijéramos, hoy día, las monjas de Santa Clara), y esta Claudia, que fue muy famosa, era una de ellas.)
13. Y también aprenden a ser ociosas. Nada es tan decoroso para la mujer como el cuidar de la casa; y de aquí que, entre los antiguos, una tortuga ("Una tortuga o caracol"), era la imagen de una buena y respetable madre de familia. Pero hay muchas que están enfermas del vicio opuesto. Nada les deleita tanto como la libertad de correr de un lugar a otro, y especialmente cuando, al estar libres de la responsabilidad familiar, no tienen nada que hacer en casa.
Chismosas y entremetidas. Además, esas viudas, bajo el pretexto del respeto debido al carácter público que ellas sostenían, tenían acceso más fácil a muchas personas. De este privilegio, adquirido por la bondad de la Iglesia, ellas hicieron mal uso para fines de "ociosidad", y luego, como sucede comúnmente, de la pereza brotó la curiosidad, que es también la madre de la locuacidad. Certísimo es el dicho de Horacio: "Huye de una persona inquisitiva, porque es siempre chismosa". "Ninguna confianza debe ponerse", dice Plutarco, "en personas preguntonas, porque, tan pronto como han oído algo, jamás están tranquilas hasta que se desbuchan." Éste es especialmente el caso con las mujeres, quienes, por naturaleza, son inclinadas a la locuacidad, y no pueden guardar un secreto. Rectamente, pues, Pablo ha juntado estas tres cosas: pereza, manía de preguntar y chismografía.

14. Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia.
15.   Porque ya algunas se han apartado en pos de Satanás.
16. Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas.

14. Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen. Los críticos se ríen de este requerimiento del Apóstol. "Como si hubiera sido necesario", dicen ellos, "estimular su fuerte e intenso deseo; ¿pues quién no se da cuenta de que casi todas las viudas tienen el deseo natural de casarse?" Por otra parte, los hombres supersticiosos argüirán que esta doctrina concerniente al matrimonio es inapropiada en absoluto para un apóstol de Cristo. Pero, después de un cuidadoso examen de todo el asunto, los hombres de mente sana reconocerán que Pablo no enseña otra cosa aquí sino lo absolutamente necesario y provechoso. Porque también hay muchas mujeres para quienes la viudez les brinda la oportunidad de mayor libertinaje; y, por otra parte, siempre hay espíritus que se levantan hablando mentiras con hipocresía, que hacen que la santidad consista en el celibato, como si éste fuese una perfección angélica; o bien condenan totalmente el matrimonio, o lo desprecian como si tuviera el sabor de la corrupción de la carne. Hay muy pocos, ya sea hombres o mujeres, que consideren su llamamiento. Cuan difícilmente se encuentra un hombre que voluntariamente quiera llevar la carga de gobernar a su esposa. La razón es, porque esto va acompañado siempre de innumerables vejaciones. ¡Con cuánta repugnancia se somete una mujer al yugo!
Por consiguiente, cuando Pablo ordena a las viudas jóvenes que se casen, no las invita a los deleites nupciales; y, cuando les ordena procrear hijos, no las exhorta a que se entreguen a los excesos de la lujuria; sino que, tomando en consideración la debilidad del sexo, y lo peligroso del momento, él las exhorta a un matrimonio casto, y, al propio tiempo, a soportar las cargas que pertenecen al santo matrimonio. Y Pablo hace esto, especialmente, para que no se piense que él procedió con altanería al excluirlas del círculo de las viudas; porque quiere decir que sus vidas no serían menos aceptables a Dios si permanecieran en la viudez. Y, ciertamente, Dios no presta atención a las opiniones supersticiosas de los hombres, sino que tiene esta obediencia en una estimación más elevada que todo lo demás, cuando obramos de acuerdo con nuestro llamamiento, en lugar de dejarnos llevar por los deseos de nuestro propio corazón.
Habiendo escuchado esa consolación, no tienen razón de quejarse de que se las haya tratado mal, o de sentirse ofendidas porque se las haya excluido de esta clase de honor; porque ellas saben que, en el estado del matrimonio, no son menos aceptables a Dios, porque obedecen a Su llamamiento. Cuando habla de que críen hijos, Pablo incluye bajo una sola palabra todas las penas que han de soportarse en la crianza de los hijos; del mismo modo que en la expresión gobiernen su casa, incluye todo lo que pertenece al manejo de un hogar.
Que no den al adversario ninguna ocasión. Porque, así como se dice que el esposo ampara a la esposa, así la viudez está expuesta a muchas sospechas desfavorables. Y ¿qué objeto tiene dar a los enemigos del Evangelio motivos de calumnia sin ser necesario? Empero es muy difícil para una viuda, en la flor de su edad, conducirse con tal cautela que los hombres perversos no encuentren motivos para calumniarla; y, por consiguiente, si ellas desean sinceramente edificarse, que escojan una forma de vida menos expuesta a las suspicacias, a fin de tapar las bocas de los difamadores. Supongo que aquí se refiere a los adversarios comunes del Evangelio, más bien que a los adversarios de una mujer en particular, porque Pablo habla aquí en forma indeterminada. ("Examinemos bien esta doctrina de Pablo: porque, aunque él trata aquí de las viudas en particular, sin embargo todos somos amonestados, a que, al cumplir nuestras obligaciones para con Dios, no es suficiente que nuestra conciencia sea pura y limpia, y que andemos sin ninguna mala disposición; sino que, al mismo tiempo, tenemos que actuar con tal prudencia que los enemigos se queden con la boca cerrada cuando pretendan calumniarnos; que su desfachatez quede manifiesta; y para que siempre estemos listos a dar cuenta de lo que hemos hecho, y que ellos no tengan pretexto para blasfemar el nombre de Dios y su Palabra, porque no habrá apariencia de mal en nosotros. Es cierto que no podemos evitar que nos calumnien; pero siempre tengamos esto presente: que por nuestra parte no demos ninguna ocasión para que lo hagan." Fr. Ser.)
15. Porque ya algunas se han apartado. Es cierto que no hay ordenanza tan sagrada que no surja algún mal de ella debido a la perversidad de los hombres. Sin embargo, aquellas cosas que son necesarias deben permanecer invariables, no importa lo que pase, aun cuando el mismo cielo se derrumbe sobre ellas. Mas cuando tenemos libertad de escoger, ya sea de un modo o de otro, y cuando se ha descubierto por la experiencia que esto o aquello es provechoso, es cosa de prudencia hacer a un lado lo que anteriormente se había aprobado, como en el caso presente. No era necesario, después de todo, que las mujeres que aún eran jóvenes fuesen admitidas en la categoría de viudas; la experiencia ha demostrado que esto es peligroso y nocivo; y, por lo tanto, Pablo con justa razón aconseja que se tenga cuidado para que en el futuro no ocurran estos casos.
Si la rebeldía de algunas mujeres fue considerada por él como un argumento bastante fuerte para buscar un remedio universal, ¡cuántos argumentos tendrían los papistas para abolir su asqueroso celibato, si tuvieran en algo la edificación! Empero ellos más bien prefieren estrangular a millones de almas mediante las cuerdas de una perversa y diabólica ley, que cortar un simple nudo; y esto pone de manifiesto cuánto difiere su crueldad, del santo celo de Pablo.
En pos de Satanás. La expresión es digna de notarse; porque nadie puede apartarse de Cristo, ni un ápice, sin ir en pos de Satanás; porque él tiene dominio sobre todos los que no pertenecen a Cristo. De esto aprendemos cuan destructivo es apartarse del camino recto, ya que siendo hijos de Dios, el apartarnos de Él nos convierte en esclavos de Satanás, y, separados del dominio de Cristo, Satanás se convierte en nuestro guía. (Puesto que el Evangelio nos es predicado, es Jesucristo quien mantiene su cetro, y nos demuestra que Él desea ser nuestro rey, para tomarnos como su pueblo. Cuando hemos aceptado el Evangelio en esta forma, si no perseveramos hasta el fin, y si nos corrompemos a nosotros mismos en alguna forma, no sólo rehusamos someternos en obediencia al Hijo de Dios, sino que damos a Satanás todo el dominio sobre nosotros, y él lo aceptará, y tendremos que estar a su servicio aunque no queramos. Si esto es horrible y absolutamente espantoso, ¿no será mejor que seamos más avisados de lo que hemos sido para escondernos bajo las alas de nuestro Dios, y dejarnos gobernar por Él, hasta que Él nos renueve por su Santo Espíritu en tal forma que no seamos inconstantes y tontos como lo hemos sido? Con ese fin, consideremos que debemos tener a nuestro Señor Jesucristo como guía; porque si verdaderamente deseamos ser el pueblo de Dios, el dicho del Profeta debe cumplirse en nosotros, para que el pueblo camine y David su rey vaya delante de él. Tengamos siempre esta doctrina ante nuestros ojos, y sigámosle a Él paso a paso, escuchando su voz como la de nuestro buen Pastor (Jn. 10:4)." Fr. Ser.)
16. Si algún creyente. Ha sido costumbre que cada uno voluntariamente arroje sus propias cargas sobre toda la Iglesia, y por este motivo Pablo manda expresamente que se prevengan contra esto. Él habla de los creyentes que deben sostener a sus viudas; porque, en cuanto a aquellas viudas que renunciaron a una perversa relación, era conveniente que fuesen recibidas por la Iglesia. Y si actúan en forma descompuesta, y, escatimándose a sí mismas, permiten a la Iglesia llevar el peso de sus gastos, aprendamos de esto en qué sacrilegio tan grave se han metido las que, por fraude o robo, profanan lo que ha sido dedicado a la Iglesia.

17. Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.
18. Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario.
19. Contra un anciano no admitas acusación, sino con dos o tres testigos.
20. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman.
21. Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, y de sus ángeles escogidos, que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad.

17. Los ancianos. Para preservar el buen orden de la Iglesia, es absolutamente necesario que no se descuide a los ancianos, sino que se les brinde la debida consideración; porque, ¿qué cosa más insensible podrá haber que no cuidar de aquellos que tienen cuidado de toda la Iglesia? Aquí presbíteros (ancianos) no es un nombre que tenga que ver con la edad, sino con el oficio.
Sean tenidos por dignos de doble honor. Crisóstomo interpreta "doble honor" como significado "sostén y reverencia". Yo no me opongo a su opinión; que la adopte quien quiera. Mas, por mi parte, creo que es más probable que aquí se establece una comparación entre las viudas y los ancianos. Pablo había mandado anteriormente que se honrara a las viudas; pero los ancianos son más dignos de recibir honor que las viudas, y, en cuanto a ellos, deben, pues, recibir doble honor.
Mas a fin de demostrar que él no recomienda disimulos, añade: que gobiernen bien; es decir, que laboriosa y fielmente desempeñen su oficio. Porque, suponiendo que una persona obtuviera cien veces un puesto, y aunque se ufanara de su título, con todo, si al mismo tiempo no cumple con su deber, no tendrá derecho a exigir que sea sostenido a expensas de la Iglesia. En suma, Pablo enseña que el honor no se debe al título, sino al trabajo realizado por aquellos que han sido designados para el oficio.
No obstante, él prefiere a los que trabajan en predicar y enseñar, es decir, a aquellos que son diligentes en enseñar la Palabra; porque esos dos términos, predicar y enseñar, significan la misma cosa, es decir, la predicación de la Palabra. Mas para que nadie suponga que él designa con ello a un indolente, y como un estudio especulativo de ella, como se le llama, añade enseñar. ("En este pasaje Pablo no se consideraba a sí mismo, sino que hablaba por autoridad de Dios, a fin de que la Iglesia no careciera de personas que enseñaran fielmente. Porque el diablo, desde el principio, ha tratado de hambrear a los buenos pastores, para que dejen de trabajar, y para que haya muy pocos que estén empleados en predicar la Palabra de Dios. No consideremos la recomendación contenida aquí como emanada de un hombre mortal, mas pensemos en que Dios nos habla, y sepamos que no hay acepción de personas, sino que, conociendo lo que era provechoso para toda la Iglesia, y percibiendo que muchos eran fríos e indiferentes a este respecto, él ha establecido una regla, para que aquellos cuya obligación es predicar el Evangelio sean sostenidos financieramente; pues vemos que Pablo habla de esto en otros pasajes, y lo trata muy ampliamente en la Primera Epístola a los Corintios, y de igual manera lo menciona en la Epístola a los Gálatas." Fr. Ser.)
De esto podemos aprender, que en aquel tiempo había dos clases de ancianos; porque no todos habían sido ordenados para enseñar. Las palabras claramente significan que había algunos que "gobernaban bien" y honorablemente, pero que no desempeñaban el oficio de maestros. Y, ciertamente, se escogía de entre la gente a hombres de dignidad y de buen carácter, quienes, unidos a los pastores en consejo común y en autoridad, administraban la disciplina de la Iglesia, y constituían cierta clase de censores para la corrección de la moral. Ambrosio se queja de que esta costumbre había caído en desuso, por el descuido, o más bien por el orgullo, de los doctores, que ambicionaban el poder único.
Volviendo a Pablo, él manda que se provea sostén principalmente para los pastores que están dedicados a la enseñanza. Tal es la ingratitud del mundo, que muy poco se preocupa por sostener a los ministros de la Palabra; y Satanás, por esta triquiñuela, se esfuerza en privar a la Iglesia de instrucción, horrorizando a muchos, por el terror a la pobreza y al hambre, para que se abstengan de llevar esa carga. ("Él demuestra que podríamos hacer otras muchas cosas, y podríamos alegar que no tenemos un rato de sosiego; mas sin embargo debemos considerar principalmente aquello a lo que Dios nos llama. Aquellos que desean ser reconocidos como pastores deben consagrarse especialmente a lo que significa el vocablo. Y ¿cómo? ¿Estudiando aislados para sí en la cámara secreta? De ninguna manera; sino para la instrucción general de la Iglesia. Es ésta la razón por la que Pablo quiso añadir el término enseñar. Hubiera bastado con decir Palabra; pero él demuestra que no debemos especular privadamente lo que pensemos sea adecuado; sino que, cuando hayamos estudiado, es para que otros se aprovechen juntamente con nosotros, y para que la enseñanza sea común para toda la Iglesia. Ésta es la verdadera señal para distinguir propiamente entre los pastores a quien Dios aprueba y desea que sean sostenido en su Iglesia, y aquellos que reclaman el título y el honor, y sin embargo son excluidos y rechazados por Él y por el Espíritu Santo." Fr. Ser.)
18. No pondrás bozal al buey que trilla. Éste es un precepto político, con el cual nos recomienda ser humanos y equitativos en general; tal como hemos dicho al comentar la Primera Epístola a los Corintios; (Véase  el  Comentario  a  los  Corintios,  vol  I,  p.  294,  versión inglesa.), porque si él nos prohíbe ser despiadados para con los animales, ¡cuánta mayor humanidad exige para con los hombres! Por lo tanto, el significado de esta mayor afirmación es como si dijera en términos generales, que nadie debe abusar del trabajo de los demás. En la actualidad, la costumbre de hollar el grano es desconocida en muchas partes de Francia, donde lo trillan con mayales. Nadie, excepto los habitantes de Provenza, sabe lo que realmente significa "trillarlo". Empero esto no tiene nada que ver con el significado; porque lo mismo podría decirse acerca de arar la tierra.
Digno es el obrero de su salario. Pablo no cita esto como un pasaje de la Escritura, sino como un dicho proverbial, que el sentido común nos enseña a todos. En igual forma, cuando Cristo dijo la misma cosa a los apóstoles (Mt. 10:10), no expresó sino lo ya aprobado por el consenso universal. Se sigue pues, que son crueles y han olvidado los principios de equidad, aquellos que permiten que el ganado sufra hambre; e incomparablemente peores son aquellos que practican lo mismo para con los hombres, cuyo sudor ellos explotan para aprovecharlo. ¡Y cuan intolerable es la actitud de aquellos que rehúsan sostener a sus pastores, a quienes no pueden pagar un salario decoroso!
19. Contra un anciano no admitas acusación. Después de haber ordenado que se paguen salarios a los pastores, Pablo en la misma forma instruye a Timoteo para que no permita que se les ataque por medio de calumnias, o que se les acuse sin aportar las pruebas suficientes. Mas pudiera extrañarnos que él represente, como peculiar a los ancianos, una ley que es común a todos. Dios establece, autoritativamente, esta ley como aplicable a todos los casos, los cuales habrán de decidirse "por el testimonio de dos o tres testigos" (Dt. 17:6; Mt. 18:16). ¿Por qué, pues, el Apóstol protege sólo a los ancianos con este privilegio, como si fuese peculiar a ellos, para que su inocencia sea defendida contra las falsas acusaciones?
Yo respondo que éste es un remedio necesario contra la malicia de los hombres; porque ninguno está tan expuesto a las calumnias y difamaciones como los maestros piadosos. Y esto no sólo proviene de la dificultad de su oficio, bajo cuyo peso algunos sucumben, o titubean, o se detienen, o se equivocan, por lo cual muchos hombres perversos aprovechan la ocasión para encontrar defectos en ellos; sino que hay una vejación adicional: que, aunque ellos desempeñen su oficio correctamente, como para no errar, jamás escapan a miles de críticas. Y ésta es la astucia de Satanás: alejar el corazón de los hombres de los ministros, para que gradualmente la instrucción pueda caer en desprecio. Así no sólo se hace mal a personas inocentes, al herirles su reputación injustamente (lo cual es excesivamente bajo para los que tienen un rango tan honorable), sino que también la autoridad de la santa doctrina de Dios es menoscabada.
Y esto es lo que Satanás, como ya afirmé, se esfuerza muy especialmente por alcanzar; porque el dicho de Platón, de que "las multitudes son maliciosas, y envidian a aquellos que están sobre ellas", no sólo es cierto en este caso, sino que cuanto más seriamente se esfuerza un pastor por extender el Reino de Cristo, tanto más es envidiado, y tanto más fieros son los asaltos de que es objeto. Y no sólo esto, sino que tan pronto como se hace pública una acusación contra un ministro, se cree tan plenamente como si ya tuvieran todas las evidencias. Esto no se debe únicamente a un más elevado nivel de excelencia que se exige de los mismos, sino porque casi todos son tentados por Satanás a una excesiva credulidad, de modo que, sin hacer ninguna investigación, apresuradamente condenan a sus pastores, cuyo buen nombre debieron más bien haber defendido.
Con sobrada razón, pues, Pablo se opone a tan atroz iniquidad, y prohíbe que los ancianos sean sujetos a las calumnias de los hombres perversos hasta que ellos sean convictos por pruebas suficientes. No tenemos que sorprendernos, pues, si aquellos cuyo deber es reprender las faltas de otros y oponerse a los perversos deseos de todos, y restringir con severidad a todo aquel que vean extraviarse, tengan enemigos. ¿Cuáles, pues, serán las consecuencias si escuchamos sin discriminación alguna todas las calumnias que se esparcen con respecto a ellos?
20. A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos. ("Repréndelos públicamente.") Siempre que se toma alguna medida para la protección de los hombres buenos, inmediatamente se aprovechan de ella los malos para evitar ser condenados. Por consiguiente, lo que Pablo expresó acerca de rechazar las acusaciones injustas, lo modifica por medio de esta afirmación, para que nadie, bajo este pretexto, pueda escapar al castigo debido a su pecado. Y, ciertamente, cuan grandes y diversificados son los privilegios con los cuales el papado protege a su clero; de modo que, aunque sus vidas sean alguna vez tan perversas ("Aunque las vidas de sus monjes y sacerdotes sean las más perversas y disolutas que puedan describirse".), quedan, sin embargo, excluidas de todo reproche. Ciertamente, si se tomaran en consideración las precauciones que fueron recopiladas por Graciano ("Graciano, un monje benedictino del siglo xii, era nativo de Quio, y fue el autor de una famosa obra titulada "Decretum", o "Concordantia Discordantium Canonum", en la cual él se esforzó por reconciliar aquellos cánones que parecían contradecirse entre sí. Sin embargo, fue culpable de algunos errores, que Antonio Agustín trató de corregir en su obra titulada "De emendatiene Gratiani". El "Decretum" de Graciano forma una de las partes principales de la ley canónica". Gortorís Btog. Dtct.), (caus. 2, cuest. 4 y 7), no habría peligro de que se les obligara a rendir cuentas de su vida. ¿Dónde encontrarán a los setenta y dos testigos que exige la repugnante bula del papa Silvestre para condenar a un obispo? Además, viendo que todo el orden de los laicos es excluido del derecho de acusar, y como a las órdenes inferiores, aun las del clero, les está prohibido molestar a las clases que son superiores a ellos, ¿qué les impedirá el mofarse temerariamente de todas las decisiones?
Por consiguiente, conviene pues observar cuidadosamente esta moderación, para que las lenguas insolentes sean frenadas y no calumnien a los ancianos con falsas acusaciones, y también para que todo aquel que se comporte mal sea severamente corregido; porque yo entiendo que este mandato se refiere a los ancianos, para que aquellos que viven una vida disoluta sean reprendidos públicamente.
Para que los demás también teman. ¿Para qué? Para que otros, siendo advertidos mediante tal ejemplo, puedan temer más, cuando se den cuenta que ni aun aquellos que están colocados por encima de ellos en cuanto a rango y honor son eximidos; porque así como los ancianos deben dar el ejemplo a los demás por medio de una vida santa, así también, si ellos cometen algún delito, es conducente aplicarles la disciplina con severidad, para que les sirva de escarmiento a los demás. ¿Y por qué ha de emplearse mayor indulgencia para con aquellos cuyas ofensas son mucho más perjudiciales que las de los otros? Entiéndase que Pablo habla de delitos o notorias transgresiones, que van acompañados de escándalos públicos; porque si alguno de los ancianos hubiere cometido alguna falta, no de naturaleza pública, es cierto que debe ser amonestado en privado y no públicamente.
21. Te encarezco delante de Dios. Pablo introdujo este solemne llamamiento, no sólo por causa de la propia importancia del tema, sino también por causa de su extrema dificultad. Nada es más difícil que desempeñar el oficio de un juez público con tal imparcialidad como para nunca dejarse llevar en favor de uno o del otro, o dar lugar a que surjan sospechas, o ser influenciado por informes desfavorables, o emplear demasiada severidad, y en toda causa no mirar a otra cosa sino a la causa misma; porque sólo cuando cerramos nuestros ojos para no ver a las personas con parcialidad podemos pronunciar un juicio equitativo.
Recordemos que, en la persona de Timoteo, todos los pastores son amonestados, y que Timoteo está armado, como de un escudo, contra los deseos perversos, que en no pocas ocasiones causan muchas dificultades aun a las personas excelentes. Pablo, pues, coloca a Dios ante los ojos de Timoteo, para que sepa que debe desempeñar su oficio en forma no menos consciente que si estuviese en la presencia de Dios y de sus ángeles.
Y del Señor Jesucristo. Después de haber nombrado a Dios, en seguida menciona a Jesucristo; porque es a Él a quien el Padre ha otorgado todo el poder para juzgar (Jn. 5:22), y ante cuyo tribunal tendremos que comparecer algún día.
Y de sus ángeles escogidos. A "Cristo" él añade "ángeles", no como jueces, sino como futuros testigos de nuestro descuido, o imprudencia, o ambición o infidelidad. Ellos están presentes como espectadores, porque han sido designados para que cuiden de la Iglesia. Y ciertamente, debe de ser más que estúpido, y debe de tener un corazón de piedra, aquel cuya indolencia y descuido no sean sacudidos por esta sencilla consideración: que el gobierno de la Iglesia está bajo la vigilancia de Dios y de los ángeles; y cuando se añade este solemne llamamiento, nuestro temor y ansiedad deben ser redoblados. Él los llama "ángeles elegidos", ("Notemos que él desea distinguirlos de aquellos que se rebelaron. Porque los demonios no fueron creados perversos y maliciosos, como lo son ahora, enemigos de todo lo que es bueno, y falsos y malvados en su naturaleza. Ellos fueron ángeles de Dios, pero no fueron elegidos para perseverar y por eso cayeron. Empero Dios reservó lo que Él había escogido de entre los ángeles. Y así tenemos ya un espejo de la elección que Dios ha hecho de nosotros para el cielo, mediante la libre gracia, antes de que viniésemos a este mundo. Ahora bien, si nosotros vemos la gracia de Dios manifestada aun a los ángeles, ¿qué será de nosotros? Porque toda la humanidad estaba perdida y arruinada en Adán, y todos estamos bajo maldición, y, como la Escritura nos dice, somos por naturaleza "hijos de ira" (Ef. 2:3). ¿Qué podremos ser si Dios no nos escoge por pura bondad, ya que desde el seno de nuestra madre (Sal. 51:6) estamos corrompidos y alejados de Él? Esta gratuita elección debe prevalecer, a fin de separarnos de los reprobos, los cuales permanecen en su perdición. Debemos, pues, considerar cuidadosamente este pasaje en que Pablo, al hablar de los ángeles, demuestra que su elevado rango proviene de haber sido escogidos y elegidos por Dios. Y así, por una razón todavía más poderosa, nosotros estamos separados de todas las demás criaturas visibles, sólo porque Dios nos separa por su misericordia." Fr. Ser.), no sólo para distinguirlos de los réprobos, sino por causa de su grandeza, a fin de que su testimonio pueda inspirar mayor reverencia.
Que guardes estas cosas sin prejuicios. El vocablo griego prokrima, traducido literalmente, corresponde al vocablo latino proejudicium, "un juicio hecho de antemano". Pero más bien denota demasiada prisa, como cuando pronunciamos una decisión a la ligera, sin haber examinado cuidadosamente el asunto; o denota inmoderado favor, cuando damos a las personas más de lo conveniente, o preferimos a algunos porque pensamos que son mejores que otros; lo cual, en decisiones de juicio, es siempre injusto.
Pablo, pues, condena aquí, tanto la ligereza como la acepción de personas. Y con el mismo objeto se ha escrito lo que sigue a continuación: que no debe existir parcialidad hacia un lado o hacia el otro; porque es casi imposible decir cuan difícil es, para aquellos que ocupan la posición de juez, el mantenerse firmes, en medio de los asaltos tan numerosos y variados. En lugar de kata prosklisin, algunas copias tienen kata prosklesin. ("Kata proklisin, «mediante la parcialidad», o favor indebido. Así Clemente, en su epístola a los Corintios, tiene kata proskhseis (mediante parcialidades). El vocablo significa propiamente inclinarse hacia una cosa o sobre una cosa." Bloomfield.). Pero lo primero es lo más aceptable.

22.   No  impongas  con  ligereza  las  manos  a  ninguno,  ni  participes en pecados ajenos. Consérvate puro.
23.   Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.
24. Los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes que ellos vengan a juicio, mas a otros se les descubren después.
25. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras; y las que son de otra manera, no pueden permanecer ocultas.

22. No impongas con ligereza las manos a ninguno. No puede haber duda que él se proponía guardar a Timoteo contra la mala voluntad, y evitar muchas quejas, que continuamente surgen contra los piadosos siervos de Cristo que rehúsan condescender a las ambiciosas peticiones de algunos. Porque algunos los acusan de severidad, otros de envidia; y algunos exclaman que son crueles, porque no aceptan inmediatamente a aquellos que se ufanan de tener algunas cualidades recomendatorias. Esto es lo que experimentamos abundantemente en la actualidad. Pablo, pues, exhorta a Timoteo a que no haga a un lado la juiciosa precaución, y a que no se deje dominar por impulsos impropios; y no es que Timoteo necesitara de tal amonestación, sino que debería restringir, mediante su autoridad, a aquellos que de otra manera le hubieran causado molestias.
Primero, la "imposición de manos" significa ordenación; ("Lo  que  se  llama  ordenación  o  consagración".), es decir, se coloca el signo para la cosa significada; porque Pablo le prohíbe recibir con demasiada facilidad a cualquiera que no haya sido plenamente probado. Hay algunos que, por un deseo de lo novedoso, desearían recibir dentro del ministerio a alguna persona difícilmente conocida, tan pronto como ha dado una o dos demostraciones que son reconocidas como buenas. Es deber de un obispo sabio y precavido, resistir este sentimiento perturbador, en la misma forma en que Pablo ordena hacerlo aquí a Timoteo.
Ni participes en pecados ajenos. Pablo enseña que aquel que da su consentimiento a un acto ilícito de ordenación participa de la misma culpabilidad que los principales agentes de ello. Sin embargo, algunos lo explican así: "Si él admite a personas indignas, cualesquiera faltas que ellas puedan cometer después, a él le será imputada la culpa o parte de -la culpa." Empero yo pienso que ésta es una opinión más sencilla del asunto: "Aunque otros se apresuren a tales imprudencias, no te hagas tú un partícipe con ellos, para que no participes de su culpabilidad". Aun cuando nuestro juicio en alguna otra forma fuese correcto, con frecuencia sucede que nos dejamos llevar por la locura y ligereza de los demás. ("¿A quién se dirige el Apóstol? ¿Únicamente a ministros que predican la doctrina del Evangelio? ¿Únicamente a los magistrados, y a aquellos que tienen la fuerza y la administración del gobierno civil? No, sino a todos los cristianos, grandes y pequeños. Se nos dice, pues, que no debemos participar de los pecados de los demás. ¿Y en qué forma? Reprobándolos (Ef. 5:11). Y así, aquel que pretende halagar a su vecino, y que cierra sus ojos cuando ve que Dios es ofendido, y especialmente aquel que consiente en ello, será todavía más culpable. Pensemos seriamente que tendremos que rendir cuentas a Dios, si hemos caminado en medio de las corrupciones del mundo, así como para hacer aparecer que las hemos aprobado. Y tanto más debemos meditar en esta doctrina, cuando vemos que hay tal descaro en el pecar, que la costumbre parece haberse convertido en ley. Que un hombre se convenza de que está haciendo lo malo, con todo, si da por hecho que tiene muchos compañeros, él piensa que así está dispensado. «Estando entre lobos, tendremos que aullar», se dirá. Ahora vemos que los pecados de otros no nos excusarán delante de Dios; y aunque el mundo entero peque junto con nosotros, no dejaremos de vernos envueltos en la misma condenación. Pensemos en eso." Fr. Ser.)
Consérvate puro. Yo considero que esto también guarda la misma relación que la cláusula precedente. Y es como si dijera: "Si otros hacen lo malo, ten cuidado para que no te llegue el contagio, ya sea porque consientas o porque lo apruebes. Si tú no puedes impedir que ellos se corrompan, al menos es tu deber hacer siempre tus deliberaciones separado de ellos, para que puedas conservarte puro". Si alguno prefiere considerarlo como una afirmación general, que así lo haga; mas, por mi parte, reconozco que es más apropiado limitarlo al presente contexto.
23. Ya no bebas agua. Hay algunos que se hacen conjeturas de si esta oración, que se desvía del pensamiento principal, no fue escrita por Pablo. Mas vemos que Pablo no estaba tan ansioso de conservar la estrecha relación de un discurso, y que acostumbraba mucho a mezclar una variedad de afirmaciones sin ningún arreglo. Además, es posible que lo que había sido escrito originalmente en el margen de la epístola, después se intercaló dentro del pasaje, debido a un error de quienes lo transcribieron. Sin embargo, no tenemos necesidad de quebrarnos tanto la cabeza en este punto, si consideramos la costumbre de Pablo que ya he mencionado, de mezclar algunas veces varios temas.
Lo que se dice equivale a esto: que Timoteo debe acostumbrarse a beber un poco de vino, a fin de conservarse en buena salud; porque él no le prohíbe en absoluto "beber agua", sino usarla como su bebida ordinaria; y éste es el significado del vocablo griego hidropotein. ¿Más por qué no le aconseja simplemente beber vino? Porque cuando él agrega un foco, parece que quiere precaverlo contra la intemperancia, lo cual no había razón de temerse en Timoteo. Yo respondo, que esto fue expresado más bien a fin de encarar las calumnias de los hombres perversos, que en otra forma hubieran estado prestos a burlarse de su consejo, bajo este u otro pretexto: "¿Qué clase de filosofía es ésta, que alienta a tomar vino? ¿Es éste el camino por el cual iremos al cielo?" A fin de enfrentarse a los burladores de esta clase, Pablo declara que únicamente prevé para un caso de necesidad; y al propio tiempo recomienda moderación.
Ahora bien, es evidente que Timoteo no sólo era frugal, sino austero en su modo de vivir; en forma tal que ni aun se preocupaba por su propia salud; y es cierto que esto no lo hizo ni por ambición ni por superstición. De esto inferimos que él no sólo estaba muy lejos de entregarse al lujo y a lo superfluo, sino que, a fin de estar mejor preparado para hacer la obra del Señor, escatimó aun una porción de su alimento ordinario; porque no era por una disposición natural, sino por un deseo de templanza, que era abstemio.
Cuan pocos hay, en la actualidad, que tengan necesidad de que se les prohíba el uso del agua; o más bien, cuántos hay que tienen necesidad de que se les imponga limitaciones en el uso del vino. Es también evidente cuan necesario es para nosotros, aun cuando tengamos deseos de actuar correctamente, pedir al Señor, el espíritu de prudencia, para que nos enseñe moderación. Timoteo, ciertamente, estaba en lo correcto en cuanto a sus propósitos; mas ya que es reprendido por el Espíritu de Dios, aprendemos que el exceso de austeridad de vida era incorrecto en él. Al propio tiempo se establece una regla general: la de que, mientras que tenemos que ser moderados en el comer y el beber, todo individuo debe cuidar de su propia salud, no con el fin de prolongar la vida, sino para que, entre tanto que viva, pueda servir a Dios, y sea de utilidad a sus vecinos.
Y si se culpa demasiada abstinencia, cuando trae como resultado las enfermedades, ¿cuánto más todavía debe evitarse la superstición? ¿Qué juicio debemos formarnos de la obstinación de los cartujos, ("En el año 1048 fue instituida la famosa orden de los cartujos, llamados así por Chartreux (Cartuja), un triste y desértico pedazo de tierra cerca de Grenoble, en el Delfinado, rodeado de áridas montañas y escarpadas rocas. El fundador de esta sociedad monástica, que sobrepasó a todos los demás en la extravagante austeridad de sus costumbres y disciplina, fue Bruno, un nativo de Colonia, y canónigo de la catedral de Rheims (Francia). Este fervoroso clérigo, que ni tenía poder para reformar, ni paciencia para soportar las disolutas costumbres de su arzobispo Manases, se retiró de su iglesia, con seis de sus compañeros, y habiendo obtenido el permiso de Hugo, obispo de Grenoble, estableció su residencia en el miserable desierto ya mencionado. Adoptó primero la regla de san Benito, a la cual añadió un considerable número de severos y rígidos preceptos. Sus sucesores, sin embargo, fueron más allá todavía, e impusieron sobre los cartujos nuevas leyes, mucho más intolerables que las de su fundador, leyes que inculcaron los niveles más elevados de austeridad que la imaginación más tenebrosa pudiera inventar." Mosheim's Eccl. Hist.), que antes preferían morir que probar una pequeñísima porción de carne aun en necesidad extrema? Y si aquellos que viven parca y sobriamente son amonestados a no perjudicar su salud por la excesiva parquedad, un castigo no leve espera a los intemperantes, quienes, por llenarse el vientre, desperdician sus energías. Tales personas necesitan, no sólo ser advertidas, sino apartadas de su forraje, como las bestias brutas.
24. Los pecados de algunos hombres se hacen patentes. Como no hay nada que aflija tanto a los fieles ministros de la Iglesia, como el no encontrar la forma de corregir los males, y ser obligados a soportar a los hipócritas, de cuya perversidad ellos están al tanto; y no poder expulsar de la Iglesia a muchos que son como plagas destructoras, o aun impedirles que extiendan su veneno por artes secretas; Pablo sostiene a Timoteo con esta consolación, que cuando plazca a Dios, ellos un día serán expuestos a la luz pública. Así lo fortalece en el ejercicio de la paciencia; porque él debe esperar tranquilamente el tiempo oportuno que Dios en su sabiduría ha fijado.
Hay otra clase de bajo comportamiento que aflige dolorosamente a los fieles y consagrados pastores. Cuando ellos en la forma más consciente han desempeñado su deber, son provocados por muchas afirmaciones injustas, son objeto de mala voluntad, y se dan cuenta de que esos actos que merecían alabanza se cambian en vituperación. Pablo encara también este caso, informando a Timoteo de que hay algunas obras buenas que están reservadas para sacarse a luz en una época futura; y consecuentemente, su alabanza está como sepultada bajo tierra por la ingratitud de los hombres, y también esto debe soportarse pacientemente, hasta que llegue el tiempo de su manifestación.
Con todo, él no sólo provee un remedio para estos males. Porque frecuentemente ocurre que erramos al escoger por ministros a personas indignas, que se introducen con astucia, y las buenas nos son desconocidas; y aun cuando nosotros no erremos en el juicio, no pudiendo tampoco hacer que otros aprueben nuestra elección, son rechazados los mejores, muy a pesar de todos nuestros esfuerzos en contra, mientras que los hombres malos se introducen con astucia o se meten por la fuerza; es imposible, pues, que nuestra condición y la de la Iglesia no nos cause gran angustia. Por consiguiente, Pablo se esfuerza vigorosamente por quitar, o al menos atenuar, este motivo de inquietud. El significado puede resumirse en esta forma: "Debemos tolerar lo que no podemos corregir inmediatamente; debemos suspirar y gemir mientras no haya llegado el tiempo para poner remedio; y no debemos aplicar la fuerza a las enfermedades, hasta que estén maduras o al descubierto. Por otra parte, cuando la virtud no recibe el honor que merece, debemos esperar la plenitud del tiempo de la revelación, y soportar la estupidez del mundo, y esperar quietamente en la oscuridad hasta que amanezca."
Antes de que ellos vengan a juicio. Quiero referirme ahora a las palabras, después de haber dado una breve ilustración sobre el tema. Cuando él dice que los pecados de algunos hombres se hacen patentes antes de que ellos 'vengan a juicio, quiere decir que son descubiertos temprano, y llegan al conocimiento de los hombres, como si fuera, antes de tiempo. Pablo expresa la misma cosa mediante otra comparación: que se apresuran y "se hacen patentes antes de tiempo"; porque vemos que muchos corren precipitados, y de su propia iniciativa traen condenación sobre sí, aunque el mundo esté deseoso de salvarlos. Siempre que esto ocurra, recordemos que los réprobos son impulsados por un movimiento invisible de la Providencia, a echar espumarajos.
Más a otros se les descubren después. La traducción hecha por Erasmo: "A algunos les siguen después", no es de mi agrado. Aunque parece estar más de acuerdo con la construcción del griego, sin embargo el sentido requiere que la preposición en se entienda; porque el cambio de caso no destruye el contraste. Como Pablo había dicho que los pecados de algunos hombres se hacen manifiestos antes de ser juzgados, así ahora, por otra parte, agrega que los pecados de algunos hombres (o de otros) se les descubren después. Pero en lugar del genitivo "de algunos", Pablo emplea el dativo "en algunos" (o "en otros"). Enseña que, aunque los pecados de algunos hombres puedan ser escondidos más tiempo del que deseáramos, y sean expuestos en forma muy lenta, sin embargo, no quedarán escondidos para siempre; porque también les llegará su hora. Y si se prefiere la versión de Erasmo, el significado tiene que ser el mismo todavía: que, aunque la venganza de Dios no se apresure, con todo sigue lentamente tras ellos.
25. Asimismo se hacen manifiestas las buenas obras. Pablo quiere decir que algunas veces la piedad y las otras virtudes obtienen un aplauso prematuro y rápido entre los hombres, de modo que los grandes hombres son tenidos en estimación; y que, si ocurre en otra forma, el Señor no permitirá que los inocentes y justos sean oprimidos siempre; porque a veces quedará obscurecido por las calumnias, o por las nubes, pero finalmente se cumplirá la predicción dti que Dios hará que brillen como la aurora del nuevo día (Dan. 12:3; Mt. 13:43). Mas tenemos necesidad de la tranquilidad del Espíritu para soportar; y por lo tanto, debemos siempre considerar cuál sea el límite de nuestro conocimiento, para que no vayamos más allá; porque eso sería asumir para nosotros mismos una prerrogativa de Dios.

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CAPITULO VI

1. Todos los que están bajo el yugo de esclavitud, tengan a sus amos por dignos de todo honor, para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina.
2. Y los que tienen amos creyentes, no los tengan en menos por ser hermanos, sino sírvanles mejor, por cuanto son creyentes y amados los que se benefician de su buen servicio. Esto enseña y exhorta.

Parece que, al principio del Evangelio, los esclavos acariciaban la idea de que se había anunciado su emancipación; porque Pablo se esfuerza mucho, en todos sus escritos, por reprimir ese deseo; y ciertamente la condición de la esclavitud era tan opresiva que no tenemos por qué sorprendernos de que haya sido excesivamente odiosa. Ahora bien, es costumbre echar mano, para provecho de la carne, de todo aquello que tiene aun la remota apariencia de estar a nuestro favor. De modo que cuando se les dijo que todos somos hermanos, instantáneamente ellos llegaron a la conclusión de que era irrazonable que continuasen siendo esclavos de los hermanos. Mas aunque nada de esta naturaleza hubiera penetrado en su mente, con todo, los hombres miserables siempre tienen necesidad de consolación, para poder aliviar la amargura de sus aflicciones. Además, ellos no podían tan fácilmente ser persuadidos a doblar su cerviz voluntaria y alegremente, bajo yugo tan pesado. Tal, pues, es el objeto de la doctrina presente.
1. Todos los que están bajo el yugo de esclavitud. Debido a la falsa opinión de su propia grandeza que cada persona tiene, no hay uno que pacientemente soporte que otros ejerzan dominio sobre él. Ciertamente, los que no pueden evitar la necesidad, de mala gana obedecen a quienes ejercen dominio sobre ellos; pero interiormente se irritan y se enfurecen, porque piensan que sufren injustamente. El Apóstol suprime, con una sola palabra, todas las disputas de esta naturaleza, exigiendo que todos los que "viven bajo el yugo" se sometan a él voluntariamente. Él quiere decir que no deben investigar si merecen o no una mejor suerte; porque es bastante que estén atados a esta condición.
Cuando les manda que tengan a sus amos por dignos de todo honor, les pide que no sólo sean fieles y diligentes en el desempeño de sus deberes, sino que los estimen y respeten sinceramente como personas puestas en un rango más elevado que ellos. Ningún individuo tributa a un príncipe o a un amo lo que debe, a menos que, considerando la eminencia a la cual Dios los ha levantado, los honre, porque está sujeto a ellos; porque, por mucho que no lo merezcan, como frecuentemente sucede, con todo, esa misma autoridad de que Dios los ha investido, les hace acreedores de tal honor. Además, nadie voluntariamente presta servicio u obediencia a su amo, a menos que esté convencido de que está obligado a hacerlo. De aquí se concluye que la sumisión comienza con ese honor del cual Pablo desea que aquellos que gobiernan sean considerados dignos.
Para que no sea blasfemado el nombre de Dios y la doctrina. Siempre somos demasiado ingeniosos a nuestro favor. Así los esclavos que tienen amos incrédulos, son lo bastante listos para presentar la objeción de que es irrazonable que los que sirven al diablo deban ejercer dominio sobre los hijos de Dios. Mas Pablo vuelve d argumento hacia el lado opuesto y afirma que ellos deben obedecer a sus amos incrédulos, para que el nombre de Dios y el Evangelio no sean vituperados, como si Dios, a quien adoramos, nos incitara a rebelarnos, y como si el Evangelio hiciera obstinados y desobedientes a aquellos que deben estar sujetos a otros.
2. Y los que tienen amos creyentes. El nombre de hermano puede entenderse como que implica igualdad, y consecuentemente como que suprime el dominio. Pablo sostiene lo contrario, y afirma que los esclavos deben someterse todavía en forma más voluntaria a sus amos creyentes, porque ellos los reconocen como hijos de Dios, y están vinculados a ellos por el amor fraternal, y son partícipes de la misma gracia. ("Aprendamos a estimar las gracias de Dios cuando éstas sean colocadas ante nuestros ojos; y cuando veamos a algún hombre que tenga algo de temor de Dios y de fe, aprendamos a valorizarlo todavía más, para que procuremos acariciar la más íntima amistad con él, y para que seamos indulgentes con él hasta donde podamos serlo, y para que tengamos el deseo de estar en buenas relaciones con él. Y que cada uno considere lo que se dice aquí, que ya que Dios ha hecho que estemos cerca el uno del otro, es con el objeto de hacernos herederos a ambos, de que tengamos un mismo Espíritu que nos guíe, una fe, un Redentor, un bautismo; porque todo esto queda incluido en la palabra beneficio, Y ya que tenemos eso, aprendamos a estimar las gracias de Dios, para que éstas nos conduzcan a una bondad recíproca, y para que podamos actuar de acuerdo con la lección que Pablo nos enseña en otro pasaje (Ef. 4:2), es decir, amándonos unos a otros con amor fraternal; porque éste es un «lazo» que debemos reconocer como lo bastante fuerte para que nos una." Fr. Ser.)
Es un honor no insignificante, el que Dios los haya hecho iguales a los amos terrenales en aquello que es de la más elevada importancia; porque ellos tienen la misma adopción en común con nosotros; y por lo tanto, éste no debe ser un pequeño aliciente para soportar la esclavitud con paciencia.
Por cuanto son creyentes y amados. Es un argumento adicional el de que la esclavitud se soporta más fácilmente bajo los amos bondadosos, que nos aman, y a quienes nosotros también amamos. Existe también el vínculo de la fe, que liga muy estrechamente a aquellos que son de diferente condición.
Esto enseña y exhorta. Pablo quiere decir que estas cosas que tienen que ver con la enseñanza deben tomarse muy en serio, y desea también que la doctrina vaya acompañada de exhortación.

3. Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad,
4. está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas,
5. disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.

3. Si alguno enseña otra cosa. La palabra heterodi-descaleí, siendo compuesta, puede también traducirse: enseña otras cosas. Sin embargo, no existe ambigüedad en cuan-al significado; porque Pablo condena a todos aquellos que no estén de acuerdo con esta forma de enseñar, aunque no se opongan abierta y decididamente a la sana doctrina. Es posible que uno que no profese un error perverso o en forma abierta, pueda, sin embargo, esforzándose o insinuándose a sí mismo mediante rumores tontos, corromper la doctrina de la piedad; porque cuando no hay progreso, ni edificación en la propia doctrina, ya existe una desviación de la enseñanza de Cristo. Ahora bien, Pablo no habla de quienes sostienen decididamente doctrinas perversas, sino de los maestros irreligiosos y vanos, quienes, por su ambición y codicia, desfiguran la simple y sencilla doctrina de la piedad; no obstante, ya vemos con cuánto rigor y severidad los ataca él. No tenemos por qué asombrarnos de esto; porque es casi imposible afirmar cuánto daño se ha hecho predicando lo que es hipócrita y fraguado completamente para fines de ostentación y exhibición ociosa. Mas quiénes sean aquellos a quienes él señala como culpables, aparece más claramente en lo que inmediatamente se sigue.
Y no se conforma a las sanas palabras. Esta cláusula lleva el propósito de explicar la anterior. Frecuentemente ocurre que tales hombres, como los que aquí se describen, desviados por una tonta curiosidad, desprecian todo lo que es útil y firme, y se entregan a caprichos desenfrenados, como los caballos indómitos. ¿Y qué es esto, sino rechazar las sanas palabras de Cristo? Pues éstas son llamadas "sanas" o "saludables", porque nos dan salud, o porque son adecuadas para promoverla.
Y a la doctrina que es conforme a la piedad. Esto tiene el mismo significado que la cláusula anterior; porque la "doctrina" no será consistente con "la piedad", si no nos instruye en el temor y reverencia a Dios, si no edifica nuestra fe, si no nos entrena en la paciencia, la humildad, y en todos los deberes de ese amor que debemos a nuestros prójimos. Por consiguiente, cualquiera que no se esfuerce por enseñar provechosamente, no enseña como debería enseñar; y no sólo eso, sino que la doctrina no es piadosa ni sana, no importa cual sea su brillantez u ostentación, si no tiene como fin el provecho de los oyentes.
4. Está envanecido, nada sabe. A tales personas Pablo las acusa de un orgullo tonto y vacío. En seguida, dado que no se puede imaginar mejor castigo para castigar a los ambiciosos que declarar que todo lo que ellos aman prueba su ignorancia, Pablo declara que nada saben, aunque estén envanecidos en sus muchas sutilezas; porque no tienen nada que sea firme, sino sólo paja. Al propio tiempo instruye a los creyentes para que no se dejen desviar por esa vana ostentación, sino que permanezcan firmes en la sencillez del Evangelio.
Y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras. Hay un contraste indirecto entre "la sanidad de la doctrina de Cristo" y ese "delirar"; porque, cuando se han fatigado a sí mismos con tan largas e ingeniosas cuestiones, ¿qué provecho reciben de su labor, sino que la enfermedad avance continuamente? Así ellos no sólo consumen sus energías sin ningún fin, sino que su tonta curiosidad origina este delirar; y de aquí se sigue que están muy lejos de alcanzar provecho en forma correcta, como deben hacerlo los discípulos de Cristo.
No sin razón el Apóstol vincula "las cuestiones y contiendas de palabras"; porque con lo primero él no se refiere a toda clase de cuestiones, las cuales pueden surgir de un sobrio y moderado deseo de aprender, o contribuyen a aclarar la explicación de las cosas provechosas, sino a las cuestiones que tienden a provocar agitación en la actualidad, en las escuelas de la Sorbona, porque tienen como fin la ostentación del intelecto. Allí una cuestión da lugar a otra; porque no hay límite para éstas, cuando todo individuo, deseoso de saber más de lo que le conviene, da rienda suelta a su vanidad; y de aquí, surgen posteriormente innumerables disputas. Así como las densas nubes, en el tiempo de calor, no se deshacen sin truenos, así también esas cuestiones escabrosas tienen que estallar en disputas.
Se da el nombre de logomaquias (o disputas acerca de palabras) a las disputas contenciosas acerca de palabras en vez de cosas, o, como se dice ordinariamente, sin substancia o fundamento; porque si alguna persona investiga cuidadosamente qué clase de contiendas arden entre los sofistas, se dará cuenta de que éstas no provienen de las realidades, sino de la nada. En suma, Pablo se proponía condenar todas las cuestiones que nos orillan a las disputas que no son de valor.
De las cuales nacen envidias. Él demuestra por los efectos cuánto debemos evitar todo deseo de conocimiento ambicioso; porque la ambición es la madre de la envidia. Donde reina la envidia, allí también surgen los alborotos, las contiendas y otros males, los cuales enumera aquí Pablo.
5. De hombres corruptos de entendimiento, y privados de la verdad. Es cierto que él critica aquí a los sofistas, quienes, descuidando la edificación, desvían la Palabra de Dios hacia las distinciones triviales, y hacia un arte de ingeniosas discusiones. Si el Apóstol solamente demostró que la doctrina de la salvación se hace inútil en esta forma, aun eso sería una profanación intolerable; pero más pesada y severa es esa reprimenda, cuando él afirma que los males que provienen de ellos son demasiado perniciosos y nocivos. Aprendamos, pues, de este pasaje, a detestar la sofistería como algo más destructivo para la Iglesia de Dios, de lo que podamos imaginar.
Que toman la piedad como fuente de ganancia. El significado es que la piedad es un arte lucrativo; es decir, porque ellos evalúan el todo del cristianismo por el lucro. Tal como si los oráculos del Espíritu Santo hubieran sido escritos con el fin de servir a los fines de su codicia, trafican con ellos como con mercancía puesta a la venta.
Apártate de los tales. Pablo prohíbe a los siervos de Cristo tener relaciones con tales individuos. Él no sólo amonesta a Timoteo a no imitarlos, sino que le exhorta a esquivarlos como si fuesen peligrosas plagas; porque, aunque ellos abiertamente no se oponen al Evangelio, mas por el contrario, hacen falsa profesión de fe en él, con todo, su estado es contagioso. Además, si la multitud se da cuenta de que estamos en buenas relaciones con esos hombres, el peligro está en que ellos se metan entre nosotros con el disfraz de nuestra amistad. ("Existe el peligro de que nuestra amistad les sirva de disfraz para obtener acceso a nuestro pueblo y engañarlo.")
Debemos, pues, esforzarnos hasta donde sea posible, para que todos sepan que estamos tan lejos de aprobar lo que ellos hacen, que ni siquiera se comunican con nosotros. ("Cuando escuchamos que aquellos que en esta forma tergiversan la Palabra Dios, comercian con nuestras almas, como dice el apóstol Pedro (2 Ped. 2:3), y que trafican con nosotros y con nuestra salvación sin ninguna conmiseración, y que no tienen escrúpulos en mandarnos al infierno, y aun ponen precio a lo que se pagó por nuestra redención, es seguro que ellos arruinan nuestras almas, y también se mofan de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Cuando escuchamos todo esto, ¿no debemos aborrecer a tales maestros? Además, la experiencia nos demuestra que nos asiste una buena razón para escuchar esta advertencia del apóstol Pablo. Pues ¿hasta qué grado ha llegado la religión? ¿No la han hecho una especie de feria pública? ¿Qué ha hecho el papado? Los sacramentos se han puesto a la venta, y a todo lo demás que pertenece a nuestra religión se ha fijado un precio. No hizo más Judas al vender al Hijo de Dios en persona que lo que hace el Papa y toda esa asquerosidad de su clero al vender las gracias del Espíritu Santo, y todo lo que pertenece a su oficio y a nuestra salvación. Cuando vemos esto, ¿no hay razón para que estemos en guardia?" Fr. Ser.)

6. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento;
7. porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar.
8. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.
9. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
10. porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

6. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento. En forma elegante y con corrección irónica, Pablo instantáneamente da a esas palabras un significado opuesto, como si dijese: "Los que comercian con la doctrina de Cristo hacen mal y actúan perversamente, como «si la piedad fuese lucro»; aunque, indudablemente, si la valorizamos correctamente, la piedad es una ganancia grande y abundante". Y él así la llama, porque nos trae una plena y perfecta bendición. Son culpables, pues, de sacrilegio, aquellos que con el afán de lucro hacen que la piedad aumente sus ganancias. ("Quienes estando dedicados al lucro de la bolsa, hacen que la piedad y la doctrina de la verdadera religión contribuyan a su lucro.")
Mas por nuestra parte, la piedad es una ganancia muy grande para nosotros, porque, por medio de ella obtenemos el beneficio, no sólo de ser herederos del mundo, sino también de disfrutar de Cristo y de todas sus riquezas.
Con suficiencia. (O contentamiento). Esto puede referirse, ya sea a la disposición del corazón, ya a la cosa en sí. Si ha de entenderse como refiriéndose al corazón, el significado será, que "las personas piadosas, cuando no desean nada, sino que están satisfechas con su humilde condición, han obtenido ya un gran provecho". Si entendemos que esto ha de ser "suficiencia" de riqueza (y por mi parte me gusta esta opinión tanto como la otra), será una promesa, como la que está en el libro de los Salmos: "Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien" (Sal. 34:10). El Señor está siempre presente con su pueblo, y tanto como sea suficiente para su necesidad, Él de su plenitud otorgará a cada uno su porción. Entonces, la verdadera felicidad consiste en la piedad; y esta suficiencia puede considerarse como un aumento en la ganancia.
7. Porque nada hemos traído a este mundo. Pablo añade esto con el fin de fijar un límite a la suficiencia. Nuestra codicia es un golfo insaciable si no la restringimos; y el mejor freno es, cuando no deseamos nada más de lo que las necesidades de esta vida exigen; pues la razón por la que traspasamos los límites es la de que nuestra ansiedad se extiende a mil vidas que falsamente nos imaginamos. Nada es más ordinario, y ciertamente nada es más generalmente reconocido, que esta afirmación de Pablo; pero tan pronto como todos la hayan reconocido (como lo vemos cada día con nuestros propios ojos) todo hombre se traga con sus propios deseos sus vastas posesiones, tal como si tuviera un estómago capaz de contener la mitad del mundo. Y esto es lo que se dice, que "este su camino es locura; con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos" (Salmo 49-13). Por consiguiente, para que estemos satisfechos con nuestra porción de suficiencia, aprendamos a controlar  nuestro corazón  en tal  forma,  como para no desear más que lo necesario para el sostenimiento de nuestra vida.
8. Teniendo sustento y abrigo. Cuando menciona alimento y abrigo, Pablo excluye los lujos y el exceso de abundancia; porque la naturaleza se conforma con poco, y todo lo que va más allá del uso natural es superfluo. No que la amplitud en el uso de las cosas deba condenarse en sí, sino que el codiciar siempre es pecaminoso.
9. Porque los que quieren enriquecerse. Después de exhortarle a que esté contento, y a despreciar las riquezas, Pablo explica ahora cuan peligroso es el deseo de tenerlas, y especialmente en los ministros de la Iglesia, de quienes él habla expresamente en este pasaje. Ahora bien, la causa de los males que el Apóstol enumera aquí, no son las riquezas, sino un inmoderado deseo de tenerlas, aun cuando la persona sea pobre. Y Pablo demuestra aquí, no sólo lo que ocurre generalmente, sino lo que siempre debe ocurrir; porque todo hombre que ha decidido hacerse rico se entrega como cautivo del demonio. Muy cierto también es ese dicho del poeta pagano: "Quien está deseoso de enriquecerse, también está deseoso de adquirir las riquezas en forma rápida" (Juvenal). De esto se concluye, que quienes están desesperadamente deseosos de hacerse ricos se apresuran a su destrucción.
De aquí también provienen esos tontos, o más bien locos deseos que a la larga los arrojan a la perdición. Ciertamente éste es un mal universal; pero en los pastores de la Iglesia se nota más fácilmente; porque ellos se enloquecen tanto con la avaricia, que no se detienen ante nada por disparatado que sea, cuando ven el brillo del oro o de la plata que deslumbra sus ojos.
10. Porque raíz de todos los males es el amor al dinero (o la avaricia). No hay necesidad de ser demasiado escrupulosos al comparar otros vicios con éste. Es cierto que la ambición y el orgullo frecuentemente producen peores frutos que la codicia; y sin embargo la ambición no proviene de la codicia. Lo mismo puede decirse de los pecados prohibidos por el séptimo mandamiento. Mas la intención de Pablo no era incluir bajo la codicia todas las clases de vicios que puedan mencionarse. ¿Qué hay entonces? Él simplemente quiso decir que muchísimos males provienen de ella; así como tenemos la costumbre de decir, cuando hablamos de discordia, o glotonería, o borrachera, o cualquier otro vicio de esa naturaleza, que no hay mal que ésta no produzca. Y, ciertamente, podemos afirmar con toda certeza, tocante al vil deseo de lucro, que no hay males que éste no produzca abundantemente y todos los días; tales como innumerables fraudes, falsedades, perjuicios, engaños, hurtos, crueldad, corrupción, pleitos en los juzgados, rencillas, odios, envenenamientos, asesinatos; y, en suma, casi toda suerte de crímenes.
Afirmaciones de esta naturaleza aparecen dondequiera entre los escritores paganos; y, por tanto, es impropio que esas personas, que aplaudirían a Horacio y a Ovidio al hablar en esa forma, se quejen de que Pablo haya empleado un lenguaje extravagante. Ojalá que la experiencia diaria no comprobara que ésta es una llana descripción de los hechos como realmente suceden. Mas recordemos que los mismos crímenes que surgen de la avaricia, pueden originarse, como indudablemente acontece, por la ambición, o por la envidia, o por cualesquiera otras disposiciones pecaminosas.
El cual codiciando algunos. El vocablo griego oregome-noi ha sido forzado en demasía, cuando el Apóstol afirma que algunos "codician intensamente"; mas no por esto se obscurece el sentido. Él afirma que el más grave de todos los males emana de la avaricia rebelándose contra la fe; porque aquellos que padecen esta enfermedad, gradualmente van degenerando, hasta que renuncian completamente a la fe. D)e aquí provienen esos dolores que él menciona; por los cuales yo entiendo terribles tormentos de la conciencia, que atormentarán a aquellos que ya no tienen esperanza; aunque Dios tiene otros métodos de probar a los hombres codiciosos, convirtiéndolos en sus propios   verdugos.

11. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre.
12. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste llamado, habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos.
13. Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato,
14. que guardes el mandamiento sin mácula ni represión, hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo,
15. la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores,
16. el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén.

11. Más tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas. Al llamarlo hombre de Dios Pablo añade peso a la exhortación. Si se creyese conveniente suprimir del versículo que precede el mandato que da de seguir la justicia, la piedad, la fe, la paciencia, entonces ésta sería una enseñanza que él da por contraste, para corregir la avaricia, informándole de qué clase de riquezas debe desear, a saber, las riquezas espirituales. Sin embargo, este mandato puede también extenderse a las otras cláusulas, para que Timoteo, absteniéndose a sí mismo de toda vanidad, pueda evitar esa vana curiosidad (perierguia) que Pablo anteriormente había condenado; porque quien se ocupa seriamente de las cosas que son esenciales, fácilmente se abstendrá de las que son superfluas. Pablo menciona, a manera de ejemplo, algunas clases de virtudes, bajo las cuales podemos suponer que se incluyan otras. Por consiguiente, toda persona que se dedique a la prosecución de la "justicia", y que aspire a la "piedad, a la fe, a la caridad", y que siga la paciencia y la bondad, no puede menos que aborrecer la avaricia y sus frutos. ("Vemos, pues, que no sin razón Pablo añade este vocablo piedad, que significa religión y el temor de Dios, y que lo relaciona con la fe, diciendo que, cuando hemos puesto nuestra confianza en Dios, y cuando esperamos de Él los medios de nuestro sostenimiento, debemos también tener cuidado de no vivir en este mundo como si éste fuese nuestro fin, y no poner nuestro corazón en él, sino mirar hacia arriba, hacia el reino celestial. Habiendo dicho esto, él en seguida nos guía hacia el amor de nuestros prójimos y hacia la mansedumbre, ya que tenemos también el deber de ser amistosos con nuestros vecinos; de otro modo no podremos demostrar que tenemos la justicia que él ha mencionado. Y en esta forma, vemos pues que, por todas estas palabras, Pablo no quiere hacer otra cosa sino confirmar la exhortación que había dado para seguir la rectitud y la sinceridad. ¿Y cómo la seguiremos? Primero, poniendo nuestra confianza en Dios; segundo, elevando nuestros pensamientos hacia el reino celestial; y tercero, viviendo en buena amistad con todos." Fr. Ser.)
12. Pelea la buena batalla de la fe. En la siguiente epístola dice: "Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado" (2 Tim. 2:4). En la misma forma, y para evitar que Timoteo ponga demasiada solicitud en las cosas terrenales, le recuerda que debe "pelear"; porque el descuido y la complacencia excesiva provienen de esta causa: que la mayoría prefiere servir a Cristo con holgura, y como si fuese una diversión, mientras que Cristo llama a todos sus siervos a luchar.
Con el fin de animarle a pelear valerosamente la batalla, la llama buena, es decir, afortunada, y por lo tanto no hemos de rehuirla; porque si los soldados terrenales no vacilan en pelear, cuando el resultado es dudoso, y cuando existe el peligro de perder la vida, ("Vemos a los príncipes cuya ambición les conduce a arriesgar todo lo que ellos tienen, y a ponerse en peligro de perder todo su poder. Vemos a los soldados que, en vez de ganar dinero trabajando en los viñedos o en los campos, van y arriesgan su vida en los campos de batalla. ¿Y qué les mueve a hacer esto? Una dudosa esperanza, pero nada cierto. Y aunque hayan ganado y aunque hayan obtenido una victoria sobre sus enemigos, ¿qué ventaja sacan de ello? Mas cuando Dios nos llama a pelear, y quiere que seamos soldados bajo su bandera, no es bajo tales condiciones, sino que nos da la seguridad de que la batalla será buena y afortunada. Y en esta forma Pablo se proponía consolar a los creyentes a la vez que les exhortaba, así como Dios también condesciende con nosotros señalándonos nuestro deber, y, al mismo tiempo, declarando que, cuando hagamos lo que Él nos manda, todo resultará para provecho nuestro y para nuestra salvación." Fr. Ser.), ¿cuánto más valientemente debemos pelear nosotros bajo la bandera de Cristo, cuando estamos ciertos de la victoria? Y más aún cuando nos espera un galardón, no como aquellos que los generales dan a sus soldados, sino el galardón de una gloriosa inmortalidad y de una dicha celestial; ciertamente sería desafortunado que nosotros, teniendo delante una esperanza tal, nos fatiguemos o capitulemos. Y eso es lo que Pablo añade inmediatamente.
Echa mano de la vida eterna. O como si dijera: "Dios te llama a la vida eterna, y por lo tanto, despreciando el mundo, esfuérzate por alcanzarla". Cuando Pablo le manda "echar mano" le prohíbe detenerse o retardarse en medio de la carrera; como si dijera: "nada se ha hecho, ("Nihil actum esse". La expresión nos recuerda el bello encomio pronunciado por el poeta Lucano ante la infatigable actividad de Julio César, que él pensó que nada se había hecho, mientras hubiera algo por hacer. "Nihil actum reputans, dum quid superesset agendam." (N. del E.), hasta que hayamos alcanzado la vida venidera, a la cual Dios nos invita". En la misma forma, él afirma que se esfuerza por alcanzarla, porque todavía no la ha alcanzado (Fil. 3:12).
A la cual asimismo fuiste llamado. Por cuanto los hombres corren sin fin y sin propósito, si ellos no tuviesen a Dios como el director de su carrera, con el propósito de promover una actividad animada, Pablo menciona también el llamamiento; porque nada hay que pueda animarnos con tan grande ánimo como el saber que hemos sido "llamados" por Dios; porque de esto deducimos, que nuestra labor, la cual Dios dirige, y en la cual Él nos tiende su mano, no será infructuosa. Además, haber rechazado el llamamiento de Dios sería un reproche desastroso; y, por tanto, éste debe ser un poderoso aliciente: "Dios te llama a la vida eterna; guárdate de desviarte hacia otra cosa, o de fallar en cualquier forma, antes de que la hayas alcanzado".
Habiendo hecho la buena profesión. Mencionando su experiencia anterior, le incita a perseverar más todavía; porque el retroceder, después de haber comenzado bien, es más desastroso que nunca haber comenzado. A Timoteo, que hasta aquí había actuado valientemente, y había obtenido la aprobación, le dirige este poderoso argumento: que el fin posterior debe corresponder al principio. Por la palabra profesión yo entiendo, no aquello que se expresa en palabras, sino más bien lo que se realiza; y esto no una sola vez, sino a través de todo el ministerio. Entonces, el significado es éste: "Tú tienes muchos testigos de tu ilustre profesión, tanto en Éfeso como en otros lugares, los cuales te han visto actuar fiel y sinceramente en la profesión del Evangelio; y, por lo tanto, habiendo dado tal prueba de fidelidad, tú no puedes, sin la mayor vergüenza y desgracia, presentarte sino como un valiente y distinguido soldado de Cristo." Por este pasaje aprendemos, en general, que cuanto más sobresalga alguno de nosotros, menos excusa tendrá si fracasa, y mayores serán sus obligaciones para con Dios de perseverar en el camino recto.
13. Te mando. La gran vehemencia de la solemne admonición que Pablo emplea, es una prueba de cuan rara y cuan difícil es esta virtud de perseverar en el ministerio en forma apropiada hasta el fin; porque, aunque exhorta a otros, en la persona de Timoteo, también se dirige a él en lo personal.
Delante de Dios, que da vida a todas las cosas. Lo que él afirma respecto a Cristo y a Dios, tiene una relación inmediata con el tema presente; porque, cuando atribuye esto a Dios, que Él da vida a todas las cosas, desea hacer frente a la ofensa de la cruz, que no nos presenta otra cosa sino la apariencia de muerte. Por consiguiente, Pablo enseña que debemos cerrar nuestros ojos cuando los hombres impíos prevalecen y amenazan de muerte; o más bien, que debemos fijar nuestros ojos en Dios únicamente, porque es Él quien devuelve la vida a los muertos. La suma de todo es que, quitando nuestra mirada del mundo, aprendamos a mirar a Dios únicamente.
Y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Pondo Pilato. Lo que Pablo añade ahora acerca de Cristo contiene una confirmación extraordinaria; porque nos enseña que no estamos en la escuela de Platón, para aprender su filosofía, y para oírle discutir en la sombra sobre disputas necias; sino que la doctrina que Timoteo profesa fue ratificada por la muerte del Hijo de Dios. Cristo hizo su profesión ante Pilato, no mediante un gran discurso, sino en realidad; es decir, sufriendo una muerte voluntaria; porque, aunque Cristo decidió guardar silencio delante de Pilato, en vez de hablar en defensa propia, porque Él había llegado allí entregado ya a cierta condenación; sin embargo, en su silencio hubo una defensa de su doctrina no menos elocuente que si Él se hubiera defendido mediante un discurso altisonante. Él lo ratificó por su sangre, y por el sacrificio de su muerte, mejor de lo que lo hubiera podido ratificar con su propia voz. ("Con su silencio Él confirmó la verdad de Dios su Padre, y la muerte que Él sufrió tuvo por fin dar autoridad al Evangelio; de modo que, cuando la doctrina de la salvación se predica en la actualidad, y a fin de que seamos confirmados en la fe de ella, debemos tener presente la sangre del Cordero sin mancha, que fue derramada. Como antiguamente, bajo la Ley, el libro era rociado con la sangre del sacrificio, así ahora, siempre que se nos hable en el nombre de Dios, la sangre de Cristo debe traerse a nuestra memoria, y debemos saber que el Evangelio es rociado con ella, y que nuestra fe descansa en ella en tal forma, que los esfuerzos inauditos que hace Satanás no pueden hacerla flaquear." Fr. Ser.)
A esta confesión el Apóstol la llama buena. Porque Sócrates también murió; y sin embargo su muerte no fue una prueba satisfactoria de la doctrina que profesó. Mas cuando nosotros escuchamos que la sangre del Hijo de Dios fue derramada, ése es un sello auténtico que quita toda nuestra duda. Por consiguiente, cuando nuestro corazón vacile, recordemos que siempre debemos acudir a la muerte de Cristo para que sea confirmado. Cuan cobardes seríamos al desertar de nuestro Capitán que va delante de nosotros para señalarnos el camino.
14. Que guardes el mandamiento. Por la palabra mandamiento, Pablo entiende todo lo que hasta aquí ha dicho acerca del oficio de Timoteo, la suma de lo cual fue que él debe mostrarse a sí mismo como fiel ministro de Cristo y de la Iglesia. ¿Y de qué sirve extender esto a toda la Ley? Mas quizá sea preferible considerarlo como denotando el oficio que él había recibido por autoridad divina; porque somos designados para ser ministros de la Iglesia bajo esta única condición: que Dios nos impone lo que Él quiere que hagamos. Así que "guardar el mandamiento" no sería otra cosa sino desempeñar fielmente el oficio a él encomendado. Yo ciertamente lo considero como refiriéndose del todo al ministerio de Timoteo.
Sin mácula ni reprensión. Ya sea que consideremos el caso o la terminación de los dos adjetivos griegos que así se traducen, éstos pueden aplicarse al mandamiento dado, o a la persona de Timoteo; pero el significado que yo le doy es mucho más apropiado. Pablo informa a Timoteo de que debe tener cuidado en mantener la santidad de vida y pureza de conducta, si desea desempeñar su oficio en forma adecuada.
Hasta la aparición de nuestro Señor Jesucristo. Es imposible decir cuan necesario fue para todos los piadosos, en aquel tiempo, mantener su pensamiento completamente enfocado en el día de Cristo; porque existían innumerables ofensas por dondequiera en el mundo. Eran atacados por todas partes, eran odiados y aborrecidos universalmente, eran expuestos a las burlas de todos, y cada día eran oprimidos con nuevas calamidades; y no obstante» no veían el fruto de tantas fatigas y humillaciones. ¿Qué les quedaba entonces, sino que en pensamiento se remontaran a aquel bendito día de nuestra redención?
No obstante, la misma razón es válida para nosotros en el día de hoy, y ciertamente se aplica por igual a casi todas las épocas. ¡Cuántas cosas presenta Satanás ante nuestros ojos constantemente, las cuales si no fuera por esto, nos desviarían mil veces del recto sendero! No digo nada acerca del fuego, y de la espada, y los destierros, y todos los furiosos ataques de enemigos. No digo nada acerca de las calumnias y otras vejaciones. ¡Cuántas cosas hay dentro que son peores todavía! Los hombres ambiciosos abiertamente nos atacan, los epicúreos y los lucianistas se mofan de nosotros, los hombres descarados nos provocan, los hipócritas murmuran de nosotros, los que son sabios según el mundo, secretamente nos atacan y por todas partes y en diferentes formas nos obstaculizan. En suma, es un gran milagro que alguno persevere firmemente en un oficio tan difícil y tan peligroso. El único remedio para todas estas dificultades es enfocar nuestra mirada en la aparición de Cristo, y mantenerla continuamente. ("Los creyentes podrían, ciertamente, flaquear en su fe, al mirar a lo presente. Porque en cuanto a los grandes de este mundo, ¿qué desearían sino levantarse por encima de la Iglesia, y hollar a Dios bajo sus pies? Vemos que ellos juegan con la religión como con una pelota. Vemos que aún son enemigos mortales de ella, y que la persiguen con tal saña que todo el mundo tiembla al contemplarlos. Vemos todas estas cosas. Sin embargo, ¿qué podrá decirse de los hijos de Dios? Ellos son señalados con el dedo, se les considera como tontos, de modo que lo que dice el profeta Isaías se cumple en nusotros hoy, que los incrédulos nos tienen por monstruos (Is. 8:18). «¿Qué? ¿Estos pobres tontos? ¿Qué piensan? ¿Qué quieren decir? Debemos vivir con los vivos, y aullar con los lobos. Ellos siempre quieren estar en un estado de perplejidad. Ellos no hablan de otra cosa sino la vida eterna, y no tienen tiempo para las diversiones». Es así como los incrédulos nos toman por tontos y locos. Y Pedro dice (2 Ped. 3:2-4) que esto debe cumplirse en nosotros; como el profeta Isaías se quejó en su tiempo, los cristianos deben experimentar lo mismo en la actualidad." Fr. Ser.)
15. La, cual a su tiempo mostrará. Continuamente nos apresuramos en nuestros deseos, y no estamos lejos de señalar un día y una hora a Dios, por decirlo así, para que Él no tarde en cumplir lo que ha prometido; y por esa razón el Apóstol se adelanta y aprovecha la oportunidad para frenar la excesiva prisa que tenemos por el retorno de Cristo. Porque ése es el significado de las palabras "la cual a su tiempo mostrará". Cuando los hombres saben que el tiempo oportuno para algo no ha llegado plenamente, ellos esperan con paciencia. ¿Cómo es que nosotros somos tan pacientes con respecto al orden en la naturaleza, y sólo porque esta consideración nos restringe, acaso actuaremos irrazonablemente, si luchamos contra ella con nuestros deseos? Sepamos, pues, que la revelación de Cristo tiene su tiempo designado, por el cual debemos esperar pacientemente.
El bienaventurado y solo Soberano. Esos títulos espléndidos se emplean aquí al exaltar la soberana autoridad de Dios, a fin de que el fulgor de los príncipes de este mundo no deslumbre nuestros ojos. Y tal enseñanza era, en aquel tiempo, especialmente necesaria; porque si todos los reinos del mundo eran entonces muy poderosos, tanto más grande y más poderosa era la Majestad y la gloria de Dios que había sido ensombrecida. Porque todos los que gobernaban los reinos del mundo, no sólo eran enemigos mortales del reino de Dios, sino que orgullosamente se mofaban de Él, y hollaban Su santo nombre bajo sus pies; y mientras mayor era la arrogancia con que ellos despreciaban la religión verdadera, más felices se creían ser. Dental estado de cosas, ¿quién no hubiera llegado a la conclusión de que Dios había sido derrotado y vejado miserablemente? Vemos también a qué grado de insolencia Cicerón se levanta contra los judíos por su humilde condición, en su discurso a Flacus.
Cuando los hombres buenos ven que los perversos se infatúan a causa de su prosperidad, algunas veces se descorazonan; por consiguiente, Pablo, con el objeto de cerrar los ojos de los buenos ante ese esplendor transitorio, atribuye a Daos solo, "bienaventuranza, soberanía y esplendor real". Cuando llama a Dios el solo Soberano, Pablo no suprime el gobierno civil, como si no tuviera que haber magistrados o reyes en el mundo, sino que Él solo es quien reina de por sí y por su propio poder. Esto es evidente por lo que sigue, lo cual añade a manera de exposición.
Rey de Reyes, y Señor de Señores. La suma de todo es, que todos los gobiernos del mundo están sujetos a Su dominio, dependen de Él, están firmes o caen a Su mandato; mas la autoridad de Dios queda fuera de toda comparación, porque todos los demás son nada comparados con Su gloria, y mientras que se desvanecen y perecen rápidamente, Su autoridad permanece para siempre.
16. El único que tiene inmortalidad. Pablo se esfuerza por demostrar que no hay dicha, ni dignidad, ni grandeza, ni vida fuera de Dios. Por consiguiente, él ahora afirma que sólo Dios es inmortal, a fin de informarnos de que nosotros y todas las criaturas, estrictamente hablando, no vivimos, sino que tomamos prestada nuestra vida de Dios. De esto se sigue que, cuando contemplamos a Dios como la fuente de la vida inmortal, debemos reconocer que la vida actual no tiene valor.
Pero se objeta que el alma humana y los ángeles tienen su inmortalidad, y por lo tanto, esto no puede afirmarse verdaderamente sólo de Dios. Yo respondo que, cuando se dice que sólo Dios posee inmortalidad, no se niega aquí que Él la otorgue como le plazca, a cualquiera de sus criaturas. El significado es el mismo que si Pablo dijera que únicamente Dios, no sólo es inmortal por sí mismo y por su propia naturaleza, sino que tiene la inmortalidad en su poder; de modo que ésta no pertenece a las criaturas, excepto en cuanto Él les imparte poder y vigor; porque si quitamos el poder de Dios que es comunicado al alma del hombre, inmediatamente se desvanecerá; y lo mismo se puede decir de los ángeles. Entonces, estrictamente hablando, la inmortalidad no subsiste en la naturaleza de las almas o de los ángeles, sino que viene de otra fuente, es decir, de la secreta inspiración de Dios, de acuerdo con esta afirmación: "En él vivimos, nos movemos y somos" (Hch. 17:28). Si alguno desea tener una información más amplia al respecto, le recomiendo leer el duodécimo capítulo de la obra de san Agustín "La Ciudad de Dios".
Que habita en la luz inaccesible. Pablo quiere decir dos cosas: que Dios está oculto a nosotros, y no obstante, la causa de la oscuridad no está en Él mismo, como si estuviese oculto en las tinieblas, sino en nosotros mismos que, a causa de la débil visión, o más bien de la pereza de nuestro entendimiento, no podemos acercarnos a esa luz. Debemos entender que la luz de Dios es inaccesible, si alguno se esfuerza por acercarse a ella por su propia fuerza; porque, si no nos abriera la entrada por su gracia, el profeta no diría: "Los que miraron a él fueron alumbrados" (Sal. 34:5). Sin embargo, es cierto que, mientras estemos vestidos de esta carne mortal, jamás penetraremos tan profundo en los secretos de Dios como para que no quede nada oculto a nosotros; porque "ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara" (1 Cor. 13:9-12). Por fe, pues, entramos a la luz de Dios, pero sólo en parte Con todo, es cierto que esta luz es "inaccesible" para los hombres.
A quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver. Esto se añade a manera de explicación adicional, para que los hombres aprendan a mirar por fe a quien no pueden ver con sus ojos corporales, o aun siquiera con los ojos de su entendimiento; porque yo considero que esto se refiere no sólo a los ojos físicos, sino también a las facultades del alma. Debemos siempre considerar cuál es el propósito del Apóstol. Es difícil para nosotros pasar por alto y desatender todas aquellas cosas que miramos de cerca, para que nos esforcemos en acudir a Dios, que en ninguna parte puede verse. Porque este pensamiento siempre viene a nuestra mente: "¿Cómo sabes tú que hay Dios, entendiendo que únicamente escuchas acerca de Él, pero no lo ves?" El Apóstol nos previene contra este peligro, afirmando que no s« debe juzgar de acuerdo con nuestros sentidos, porque esto excede a nuestra capacidad; porque la razón por la que no vemos es que nuestra vista no es tan penetrante como para ascender a tan gran altura.
Hay una larga disputa en Agustín sobre este punto, porque parece contradecir lo que afirma Juan en la primera Epístola: "Seremos semejantes a él, porque le veremos como él es" (1 Jn. 3:2). Mientras que Agustín razona sobre este tema en muchos pasajes, me parece a mí que no hay uno en el cual lo explique más claramente que en la carta que escribe a la viuda Paulina.
Por lo que respecta al significado del pasaje que nos ocupa, la respuesta es fácil: nosotros no podemos ver a Dios en esta naturaleza, como se dice en otra parte. "La carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios" (1 Cor. 15:50). Tenemos que ser renovados, para que seamos semejantes a Dios, antes que se nos otorgue el privilegio de verlo. Y para que nuestra curiosidad no se exceda más de la cuenta, recordemos siempre que la manera de vivir es de más importancia en este estudio, que la forma de hablar. Al propio tiempo, recordemos la sensata advertencia que nos da Agustín, para que vigilemos, no sea que mientras estemos discutiendo sutilmente sobre cómo se puede ver a Dios, perdamos tanto la paz como la santificación, sin las cuales nadie puede ver al Señor.

17. A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.
18. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos;
19. atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.
20. Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia,
21. la cual profesando algunos, se desviaron de la fe. La gracia sea contigo. Amén.

17. A los ricos de este siglo manda (o encarga). Como entre los cristianos había muchos que eran pobres y de condición miserable, es probable que fueran despreciaciados (como usualmente pasa) por los ricos; y especialmente esto pudo ser común en Éfeso, que era una ciudad rica; porque en tales ciudades, casi siempre prevalece el orgullo. Y de aquí inferimos cuan peligrosa es la abundancia de riquezas. Tampoco faltan buenas razones para que Pablo dirija tan severa amonestación a los ricos; una de ellas es con el fin de remediar las faltas que casi siempre siguen a las riquezas en la misma forma que la sombra sigue al cuerpo; y esto por la depravación de nuestra condición natural, porque de lo que Dios nos da siempre nos aprovechamos para pecar.
Que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas. Pablo menciona expresamente dos cosas contra las cuales los ricos deben estar en guardia: el orgullo y la engañosa esperanza, de las cuales, la primera emana de la última. Por consiguiente, Pablo parece haber añadido, en el mismo lugar, "ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas", a fin de señalar la fuente de todo orgullo. Porque ¿de dónde procede que los ricos se vuelvan insolentes, y se deleiten mucho en despreciar a los demás, sino de que ellos se imaginan que son supremamente felices? La vana confianza viene primero, y luego le sigue la arrogancia.
Ricos de este siglo. Cuando Pablo desea corregir esas faltas, habla primero desdeñosamente de las riquezas; porque la frase, de este siglo, tiene por objeto rebajarlas en nuestra estima. Todo lo que hay en el mundo tiene el sabor de su naturaleza; de modo que se esfuma y muy pronto se pasa. La incertidumbre y la vanidad de la esperanza que se pone en las riquezas, Pablo las demuestra mediante esta consideración: que la posesión de éstas es tan transitoria que se asemeja a algo desconocido; porque, cuando pensamos que las tenemos, se van de nuestras manos en un momento. Cuan disparatado es, entonces, poner nuestra esperanza en ellas.
Sino en el Dios vivo. El que entienda esto no encontrará dificultad en quitar su esperanza de las riquezas; porque, si es sólo Dios quien nos da todo lo necesario para la vida, nosotros transferimos a las riquezas esa prerrogativa que sólo a Él pertenece, cuando ponemos nuestra esperanza en ellas. Ahora bien, observemos que hay un contraste implícito, cuando afirma que Dios da en abundancia a todos. El significado es que, aunque tengamos una superabundancia de todas las cosas, no tenemos otra cosa sino las bendiciones que sólo son de Dios; porque esa bendición es lo único que nos brinda todo lo necesario.
De esto concluye, que están estúpidamente equivocados quienes confían en las riquezas, y no dependen completamente de la bendición de Dios, la cual proporciona el alimento que necesitamos y todo lo demás. De aquí también concluimos, que se nos prohibe confiar en las riquezas, no únicamente porque éstas pertenecen al uso de la vida mortal, sino porque no son otra cosa sino humo; porque nosotros somos alimentados no tan sólo de pan, sino de la bendición de Dios (Dt. 8:3). ("Será inútil preguntarnos cuáles son las riquezas de este mundo. Podemos ver que no hay seguridad en ellas. ¿Qué son los honores? No son otra cosa sino humo. ¿Qué es la vida? Sólo un sueño. No se necesita más que un instante para que nos volvamos polvo y ceniza. Será inútil que argumentemos sobre estas bases. Todo esto no tendrá objeto, hasta que Dios esté en nuestros pensamientos, hasta que se nos haya demostrado que debernos poner todo nuestro afecto y confianza sólo en Él. Y ésa es la razón por la cual las grandes recomendaciones de los filósofos no tuvieron efecto. Porque ellos hablaron de la fragilidad de esta vida terrenal y de la incierta condición de los hombres. Ellos demostraron que es inútil que pensemos en buscar la felicidad en nuestras posesiones, en nuestros dominios, o en alguna otra cosa. Ellos demostraron que es ilusorio pensar en tener algo aquí, abajo, de lo cual pudiéramos vanagloriarnos. Esos grandes filósofos no sabían nada de Dios; sin embargo, convencidos por la experiencia, discutían y argumentaban hábilmente sobre estos temas. Más, no obstante, ellos no hicieron ningún bien, porque no buscaron el verdadero remedio: elevar el corazón de los hombres hacia Dios, e informarles de que sólo en Él se encuentra la felicidad; y hasta que hayamos llegado a esto, siempre estaremos envueltos en perplejidades." Fr. Ser.)
Cuando Pablo dice plousios eis apolausin, abundantemente para disfrutar, él describe cuan bondadoso es Dios para con nosotros, y aun para con todos los hombres, y para con los animales; porque su bondad se extiende mucho más allá de lo que necesitamos (Sal. 36:6).
18. Que hagan bien. Pablo añade otro remedio al primero, para corregir las disposiciones pecaminosas de los ricos, afirmando con autoridad cuál es el uso legal de las riquezas: para el hombre más rico es que sus medios de ayudar a otros serán más abundantes; y porque siempre somos más lentos de lo que debiéramos ser en dar a los pobres, él emplea muchas palabras para recomendar esa virtud.
19. Atesorando para sí buen fundamento. Además, añade un incentivo derivado de la promesa de un galardón; que, dando y siendo generosos, ellos procurarán para sí un mejor tesoro que el que puedan tener aquí en la tierra. Por la palabra fundamento, indica algo permanente y duradero; porque las riquezas espirituales que "atesoramos para nosotros" no están expuestas a los saqueos de los ladrones ni a la corrupción de la polilla (Mt. 6:20), o al fuego, sino que continúan siempre almacenadas en donde no existe peligro alguno. Por otra parte, nada en la tierra está firmemente establecido; sino que todas las cosas están, como si dijéramos, en una condición flotante.
La inferencia de este pasaje sacada por los papistas, que nosotros, por lo tanto, obtenemos la vida eterna por el mérito de las buenas obras, es excesivamente frívola. Es cierto que Dios acepta como regalo a Él, todo lo que se da a los pobres (Mt. 25:40). Pero aun los más perfectos difícilmente ejecutan la centésima parte de su deber; y por lo tanto, nuestra liberalidad no merece ser tenida en cuenta delante de Dios. Estamos tan lejos de pagar plenamente, que, si Dios nos llamara a cuentas estrictas, no habría ninguno entre nosotros que no se presentara en bancarrota. Pero, después de habernos reconciliado consigo mismo por la libre gracia, Él acepta nuestros servicios, tal como son, y nos otorga por ellos una recompensa que no merecemos. Esta recompensa, pues, no depende de consideraciones de mérito, sino de la aceptación graciable de Dios, y está tan lejos de ser inconsistente con la justicia que es por fe, que puede considerarse como un apéndice de ella.
20. Oh Timoteo, guarda lo que se te ka, encomendado. Aunque los intérpretes difieren al explicar paratheken, una, cosa, encomendada, con todo, por mi parte, yo pienso que denota esa gracia que había sido comunicada a Timoteo para el desempeño de su oficio. Es llamada "una cosa encomendada", por la misma razón que es llamada (Mateo 25:15) "un talento"; porque todos los dones que Dios nos confiere lo hace bajo esta condición: que un día demos cuenta de ellos, si el provecho que éstos produjeron no se perdió por nuestra negligencia. El Apóstol, pues, le exhorta a guardar diligentemente lo que se le había entregado, o más bien, lo que se le había encomendado en depósito; para que no lo dejara que se corrompiese o adulterase, o para que no se lo dejara despojar o robar debido a su propia falta. Frecuentemente ocurre que nuestra ingratitud o abuso de los dones de Dios hace que nos sean arrebatados; y por ello Pablo exhorta a Timoteo a que se esfuerce, por preservar en el uso debido, mediante una buena conciencia, aquello que se le había encomendado.
Evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas. El objeto de la amonestación es, que él sea diligente en impartir la sólida enseñanza; y esto no puede ser así a menos que evite la ostentación; porque donde prevalece un ambicioso deseo de agradar, ya no habrá un poderoso deseo de edificación. Por esta razón, cuando habló de "guardar lo que se le ha encomendado", muy apropiadamente añadió esta advertencia acerca de eludir las pláticas profanas.
En cuanto a la traducción que da la Vulgata a kenofonias manitates vocum, "vanidad de voces", yo no me opongo mucho a ello, excepto por la razón de cierta ambigüedad que ha conducido a una explicación errónea; porque "voces" se supone comúnmente que tiene aquí el mismo significado que vacábala (palabras) tales como destino y fortuna.
Mas, por mi parte, yo pienso que él describe el altisonante, verboso y retumbante estilo de aquellos que, no contentos con la sencillez del Evangelio, lo convierten en filosofía profana.
Las kenofoniai (Kenofomai, derivado de "henos" "vacío" y jone, "voz" literalmente significa "voces o palabras vacías".), consisten, no en simples palabras, sino en ese lenguaje envanecido que tan constante y asquerosamente emiten los hombres ambiciosos, que desean el aplauso en vez del provecho de la Iglesia. Y! Pablo lo ha descrito en la forma más exacta; porque, entretanto que haya un sonido extraño de algo elevado, en el fondo no hay sino una resonancia "vacía", la cual Pablo llama "profana"; porque el poder del Espíritu se extingue tan pronto como los doctores tocan sus flautas en esta forma, para exhibir su elocuencia.
Ante una prohibición tan clara y tan distinta, que el Espíritu Santo nos ha dado, esta plaga, a pesar de todo, se ha extendido. Y ciertamente, se manifestó desde el mismo principio; pero, a la larga, ha crecido a tal altura en el papado, que la marca de la falsificación de la teología que prevalece allí es un espejo viviente de ese "ruido profano y vacío" de que Pablo habla. Y nada digo de los innumerables errores, locuras y blasfemias que abundan en sus libros y discusiones ruidosas. Pero aunque ellos no hubieran enseñado nada contrario a la piedad, sin embargo toda su doctrina no contiene otra cosa sino palabras grandes y términos rimbombantes, porque es inconsistente con la majestad de la Escritura, con la eficacia del Espíritu, con 'a seriedad de los profetas, y con la sinceridad de los Apóstoles, y es, por este motivo, una absoluta profanación de la verdadera teología.
¿Qué cosa, pregunto yo, enseñan ellos acerca de la fe, o del arrepentimiento, o del llamamiento de Dios; acerca de la debilidad de los hombres, o de la ayuda del Espíritu Santo, o del perdón de los pecados por la libre gracia, o acerca del oficio de Cristo, que pueda ser de provecho para la sólida edificación de la piedad? Mas sobre este tema ya tendremos oportunidad de hablar nuevamente al explicar la Segunda Epístola. Indudablemente, cualquier persona que posea una pequeña porción de entendimiento y de sinceridad, reconocerá que todos los términos altisonantes de la teología papal, y de todas las decisiones autoritarias que hacen tanto ruido en sus escuelas, no son otra cosa sino profanas "kenofonias" (palabras huecas), y que es imposible encontrar vocablos más exactos para describirlas que aquellos que el Apóstol ha empleado. Y ciertamente es un justísimo castigo de la arrogancia humana, que aquellos que se desvían de la pureza de las Escrituras se hagan profanos. Los doctores de la Iglesia, por lo tanto, nunca serán demasiado cuidadosos y sinceros para precaverse contra tales corrupciones, y para defender de éstas a la juventud.
La antigua traducción, adoptando la lectura de kamofonias en vez de kenofonias, interpretó novedades de pala-bias', y es evidente por los comentarios de los antiguos que esta interpretación, que aún ahora se encuentra en algunos manuscritos griegos, fue en un tiempo extensamente aprobada; mas la primera, la cual yo he seguido, es mucho mejor.
Y los argumentos de la falsamente llamada ciencia. Esto también es muy exacto y elegante; porque tan arrogantes son las sutilezas con las cuales se emperifollan los hombres deseosos de gloria, que ellos anonadan la verdadera doctrina del Evangelio, la cual es simple y sin pretensiones. Esa pompa, pues, que las cortes ostentan, y que es recibida con aplauso por el mundo, es llamada por el apóstol "contradicción" (o argumentos). La ambición, ciertamente, es siempre litigiosa, y es la madre de las disputas; y de aquí se concluye que aquellos que están deseosos de exhibirse a sí mismos están siempre listos a entrar en la arena del debate sobre cualquier tema. Mas Pablo se proponía esto principalmente: que la hueca doctrina de los sofistas, elevándose airosa en especulaciones y sutilezas, no sólo obscurece por sus pretensiones la sencillez de la verdadera doctrina, sino que también la oprime y la hace despreciable, ya que el mundo se deja llevar casi siempre por la apariencia externa.
Pablo no quiere decir que Timoteo se deje llevar por emulación a intentar algo de la misma naturaleza; mas, porque aquellas cosas que tienen una apariencia de sutilidad, o se adaptan a la ostentación, son más aceptables a la curiosidad humana, Pablo, por el contrario, declara que "la ciencia" que se exalta a sí misma sobre la sencilla y humilde doctrina de la piedad, es falsamente llamada y tenida por ciencia. Esto debe observarse cuidadosamente, para que podamos aprender a despreciar y a reírnos a carcajadas de esa hipócrita sabiduría que impresiona al mundo con admiración y asombro, aunque no tenga edificación en sí; porque, de acuerdo con Pablo, ninguna ciencia puede con justicia y con verdad llamarse ciencia, sino aquella que nos instruye en la confianza y temor de Dios; es decir, en la piedad.
21. La cual, profesando algunos, se desviaron de la fe. Por el resultado, también él demuestra cuan peligroso es esto, y cuánto debemos eludirlo. La forma en que Dios castiga la arrogancia de aquellos que, por el deseo de obtener reputación, corrompen y desfiguran la doctrina de la piedad, es, que Él les permite desviarse del sano entendimiento, para que queden envueltos en muchos errores absurdos. Vemos que esto ha ocurrido en el papado; porque, después de que ellos comenzaron a especular en forma profana acerca de los misterios de nuestra religión, resultaron innumerables monstruos de las falsas opiniones. La fe se toma aquí, como en algunos pasajes anteriores, por la suma de la religión y de la sana doctrina. Avisados por tales ejemplos, si no queremos apartarnos de “la fe” volvámonos a la pura Palabra de Dios, y aborrezcamos la sofistería y todas las vanas sutilezas, porque son corrupciones abominables de la religión.

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