COMENTARIO A LA 
  PRIMERA EPISTOLA PASTORAL
      DE SAN PABLO A TIMOTEO

              Por Juan Calvino

(CAPITULOS 3 Y 4)
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CAPÍTULO III

1.   Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea.
2. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar;
3. no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro;
4. que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
5. (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?);
6. no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo.
7. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.

1. Palabra fiel. Crisóstomo piensa que ésta es la conclusión de la doctrina que precede. Pero yo no soy de esta opinión; porque Pablo comúnmente hace uso de esta forma de expresión como un preludio de lo que está punto de introducir. Además, en el primer discurso no tenía necesidad de hacer una afirmación tan enfática; pero lo que ahora va a decir es, en alguna forma, de más peso. Recibamos, pues, estas palabras, como un precio destinado a señalar la importancia del tema; porque Pablo comienza ahora un nuevo discurso sobre la ordenación de los pastores, y la designación del gobierno de la Iglesia.
Si alguno anhela obispado. ("Si alguno tiene el deseo de ser obispo.")
Habiendo prohibido que las mujeres enseñen, ahora aprovecha la oportunidad para hablar del oficio de los obispos. Primero, para que se vea más claramente que no sin razón él rehusó permitir a las mujeres echarse a cuestas una labor tan ardua; segundo, para que no pensaran que, por excluir únicamente a las mujeres, él admitía a todos los hombres sin discriminación alguna; tercero, porque era muy conveniente que Timoteo y otros recordasen la vigilancia tan escrupulosa que había que observar en la elección de los obispos. Así el contexto, en mi opinión, es como si Pablo dijera que, estando las mujeres tan lejos de ser aptas para tan excelente oficio, ni aun los hombres debieran ser admitidos en él sin seleccionar primeramente.
Buena obra desea. El Apóstol afirma que éste no es un oficio insignificante, como para que cualquiera se arriesgara a tomarlo. Cuando él afirma que es kalon, no dudo que alude al viejo proverbio griego, citado frecuentemente por Platón, duskola ta kala, el cual significa que "aquellas cosas que son excelentes, son también arduas y difíciles"; así hermana Pablo la dificultad con la excelencia, o más bien argumenta que no corresponde a toda persona el desempeñar el oficio de obispo, porque es una cosa de gran valor.
Yo pienso que el significado de lo dicho por Pablo está ahora lo suficientemente claro; aunque ninguno de los comentaristas, en lo que yo me puedo dar cuenta, lo ha entendido. El significado general es que debe hacerse una selección al nombrar los obispos, porque es un puesto laborioso y difícil; y los que aspiran a él, deben considerarse cuidadosamente a sí mismos, si son capaces o no de asumir responsabilidad tan pesada. La ignorancia siempre es atrevida; y un conocimiento maduro de las cosas hace a un hombre modesto. ¿Cómo es que aquellos que no tienen habilidad ni sabiduría con frecuencia aspiran tan confiadamente a llevar las riendas del gobierno, y se apresuran hacia adelante con los ojos cerrados? Sobre este asunto, Quintilio observó que los ignorantes hablan atrevidamente mientras que los grandes oradores tiemblan.
Con el objeto de restringir el atrevimiento de desear el obispado, Pablo afirma, primero, que éste no es un oficio indolente, sino una obra; y en seguida, que no es una obra cualquiera, sino una obra excelente, y por lo tanto fatigosa y llena de dificultades, como realmente lo es. No es cosa baladí ser representante del Hijo de Dios, al desempeñar un oficio de tal magnitud cuyo objeto es erigir y extender el reino de Dios, procurar la salvación de las almas que el Señor mismo ha comprado con su propia sangre, y gobernar la Iglesia, que es herencia de Dios. Pero no es mi intención por el momento predicar un sermón, y Pablo tratará de nuevo el tema en el siguiente capítulo.
Surge aquí una pregunta: ¿Es lícito, en cualquier forma, desear el obispado? Por una parte, parece sumamente impropio que alguno se anticipe, llevado por su propio deseo, al llamamiento de Dios, y no obstante Pablo, mientras que crítica un atrevido deseo, parece permitir desearlo con prudencia y modestia. Respondo que si la ambición es condenada en otros asuntos, debiera ser condenada mucho más severamente en el "obispado". Mas aquí Pablo nos habla de un deseo piadoso, en el cual los hombres santos desean emplear ese conocimiento doctrinal que poseen para la edificación de la Iglesia. Porque, si fuera del todo ilícito anhelar el magisterio, ¿por qué aquellos que dedican toda su juventud a leer las Santas Escrituras habrían de prepararse mediante el estudio? ¿Qué otra cosa son las escuelas teológicas sino almácigos de pastores?
Por consiguiente, aquellos que han sido instruidos en esta forma, no sólo pueden dedicarse legítimamente ellos mismos a sus labores para Dios, mediante una entrega voluntaria, sino que tienen la obligación de hacerlo, y eso también antes de haber sido admitidos dentro del oficio; con tal de que no fuercen su entrada, y ni siquiera por su propio deseo, se conviertan en obispos, sino que únicamente estén dispuestos a desempeñar el oficio, si así se les pide. Y si resultare, de acuerdo con el legítimo orden, que no fueren llamados, que entiendan que ésta fue la voluntad de Dios, y que no tomen a mal que se haya preferido a otros en su lugar. Empero aquellos que, sin ningún motivo egoísta, no tengan otro deseo sino servir a Dios y a la Iglesia, serán afectados en esta forma y, al propio tiempo, tendrán tal modestia, que en ninguna forma sentirán envidia si otros son preferidos a ellos por ser más dignos.
Si alguno objetare que el gobierno de la Iglesia es un asunto que entraña tales dificultades, que más bien infunde terror en la mente de las personas de juicio sano, en lugar de estimularlas a desearlo; yo opino, que el deseo de los grandes hombres no estriba en la confianza de su propia laboriosidad o virtud, sino en la ayuda de "Dios, de quien viene toda nuestra suficiencia", como dice Pablo en alguna parte (2 Cor. 3:5).
Al propio tiempo, es necesario observar qué es aquello que llama "obispado"; y tanto más, porque los antiguos se desviaron, por la costumbre de sus tiempos, del verdadero significado; porque, mientras que Pablo incluye generalmente a todos los pastores, ellos entienden que un obispo es uno que ha sido elegido de cada colegio para presidir sobre sus hermanos. Recordemos, pues, que esta palabra tiene la misma importancia que si los hubiese llamado ministros, o pastores, o presbíteros. ("Entendemos que el Espíritu Santo, al hablar de aquellos que son ordenados como ministros de la palabra de Dios, y elegidos para gobernar la Iglesia, los llama pastores. Y ¿por qué? Porque Dios desea que seamos rebaño de ovejas, para ser guiados por Él, oyendo su voz, siguiendo su dirección, y viviendo apaciblemente. Por tanto, ya que la Iglesia es comparada a un rebaño, aquellos que tienen la misión de guiar a la Iglesia por medio de la Palabra de Dios, son llamados pastores. Y segundo, la palabra pastor significa anciano, no por la edad, sino por el oficio; del modo como en todos los tiempos aquellos que gobiernan han sido llamados ancianos, aun entre las naciones paganas. Ahora bien, el Espíritu Santo ha retenido esta metáfora, dando el nombre de anciano a aquellos que son escogidos para proclamar la Palabra de Dios. Así en la misma forma él los llama obispos, es decir, personas que velan por el rebaño, para demostrar que no es un puesto desprovisto de esfuerzo activo, cuando un hombre es llamado a ese oficio, y que no debe hacer un ídolo de ello, sino que debe saber que es enviado para procurar la salvación de las almas, y debe dedicarse, y vigilar, y laborar con ese fin. Vemos, entonces, la razón de estas palabras; y puesto que el Espíritu Santo nos las ha entregado, debemos retenerlas, a condición de que les demos un uso bueno y santo." Fr. Ser.
2. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible. La partícula pero confirma la explicación que ya he dado; porque, a causa de la dignidad del oficio, él concluye que es requisito que el hombre sea uno dotado de dones excepcionales, y no cualquier individuo entresacado de la multitud. ("Y no el primero que se presenta.")
Si la expresión empleada hubiera sido "un buen trabajo", tal como figura en la traducción común, o "un trabajo honorable" (honestam), como Erasmo la ha traducido, la inferencia no hubiera sido apropiada.
Pablo desea que el obispo sea irreprensible. (Anepilepton. "Éste es propiamente un término antagonístico que significa: uno que no da lugar a que el enemigo lo domine; pero frecuentemente se aplica (como aquí) en el sentido metafórico, a uno que no da motivo a otros para que le acusen. Así Tucídides, 5:17: tois ex-trois anepilepton einai. Tal es (dice un celebrado escritor) la perfecta pureza de nuestra religión, tal la inocencia y virtud que exige, que tiene que ser un hombre muy bueno ciertamente el que viva de acuerdo con ella. Y cuando consideramos los requisitos todavía mayores en un maestro de religión (que tiene que ser un ejemplo para los demás), y reflexionamos sobre el perjuicio que causan a la religión los falsos maestros, cuánta mayor razón hay para que el obispo sea, como dice el Apóstol, irreprensible." Bloomfield.
En lugar de esta palabra, en la Epístola a Tito (Tit. 1:7) ha empleado el vocablo anegkleton, indicando con ambos términos que el obispo no debe ser marcado por ninguna infamia, para que su autoridad no se vea menoscabada. No se encontrará a uno entre los hombres que esté libre de todo vicio; pero una cosa es ser culpado de vicios comunes, que no dañan la reputación, porque se encuentran también en los hombres de la más elevada reputación, y otra cosa es tener una fama desdichada, o estar mancillado con alguna bajeza. Entonces, a fin de que el obispo no se vea privado de su autoridad, Pablo manda que se haga una selección de uno que tenga una buena y honorable reputación y que no esté expuesto a que se le señale algún vicio notable. Además, no sólo establece una regla para Timoteo, para que seleccione a tal o cual persona, sino que al mismo tiempo recuerda a cada uno de los que aspiran a tal oficio, que hagan un cuidadoso examen de sí mismos y de sus vidas.
Marido de una sola mujer. Es una fantasía pueril interpretar esto como significando "pastor de una sola iglesia". Generalmente, se ha aceptado más otra explicación: que el individuo separado para el oficio sea uno que no haya sido casado más de una sola vez, y que como la esposa está ya muerta, no es ahora casado.
Pero tanto en este pasaje como en Tito 1:6, las palabras del Apóstol son: "Que sea", y no: "Que haya sido"; y en esta misma epístola, donde trata de las viudas (v. 10), él expresamente se vale de la partícula en el tiempo pasado. Además, en esta forma se podría contradecir a sí mismo; porque en otra parte declara que no tiene deseos de poner una trampa a la conciencia.
La única y verdadera explicación, por lo tanto, es la de Crisóstomo, que condena la poligamia (Que condena que el obispo tenga dos esposas al mismo tiempo".), en los obispos, la cual en aquel tiempo era casi reconocida como legal entre los judíos. Esta corrupción fue adquirida por ellos en parte por una pecaminosa imitación de la conducta de los Patriarcas (pues los que leyeron que Abraham, Jacob, David y otros de la misma clase, estaban casados con varias mujeres al mismo tiempo, pensaron que era correcto para ellos hacer lo mismo), y en parte de las naciones circunvecinas; porque los habitantes del Oriente jamás observaron esa rectitud y fidelidad consecuentes en el matrimonio. Sea como fuere, la poligamia prevalecía entre ellos; (“La poligamia era una cosa muy común entre los judíos". y, por tanto, con sobrada razón Pablo manda que un obispo esté libre de esta mancha.
Y con todo, yo no rechazo la opinión de aquellos que piensan que el Espíritu Santo se propuso ponerlos en guardia contra la diabólica superstición que poco después surgió; como si dijese: "Está muy lejos de ser correcto y propio que el celibato sea impuesto a los obispos, ya que el matrimonio es un estado altamente recomendable a todos los creyentes". En esta forma, Pablo no lo exigiría como una cosa necesaria para ellos, sino que le consideraría como inconsistente con la dignidad del oficio. Sin embargo, la opinión que ya he dado es más sencilla y más sólida: que Pablo prohíbe la poligamia en aquellos que tienen el cargo de obispos, porque es contraria a la castidad y la fidelidad conyugal.
Empero aquí podría objetarse, que lo que es pecaminoso en todos no debió haber sido condenado y prohibido sólo en los obispos. La respuesta es fácil. Cuando categóricamente se prohíbe a los obispos, no significa de ninguna manera que se permita libremente a los demás. Sin lugar a duda, Pablo condenó universalmente lo que era contrario a una ley de Dios no derogada; porque es un estatuto promulgado: "Y serán una sola carne" (Gen. 2:24). Más él podría, hasta cierto punto, tolerar en otros aquello que en un obispo hubiera sido excesivamente vil e imposible de tolerar.
Tampoco establece aquí una ley para el futuro, de que ningún obispo, que ya tiene una esposa, se case con una segunda o tercera, mientras que la primera esté viva aún; sino que Pablo excluye del obispado a cualquiera que sea culpable de tal atrocidad. Por consiguiente, lo que ya se hizo una vez, y no puede ser corregido, él lo tolera con desgana, pero sólo en el pueblo común. Pues ¿cuál era el remedio para aquellos que, dentro del judaísmo, habían caído en la trampa de la poligamia? ¿Debían haberse divorciado de su segunda y tercera esposa? Tal divorcio no hubiera sido correcto. Entonces, ya que la cosa estaba hecha y no podía deshacerse, la pasó por alto, con la salvedad de que. Ningún obispo fuese denigrado con semejante baldón.
Sobrio, prudente, decoroso. La palabra que nosotros hemos traducido sobrio, Erasmo la ti adujo vigilante. Como el vocablo griego nefaleos ("Nefalwn, «vigilante o circunspecto». En cuyo sentido aparece la palabra en los escritores posteriores; como por ejemplo, en Favorino. La fuerza de la palabra está bien expresada en la versión Pesch. Sir, «mente sit vigilanti». En lugar de nefalion (la lectura de muchos de los mejores MSS. y todas las ediciones tempranas), nefaleon fue introducido por Beza, pero sin suficiente razón; y la primera ha sido restaurada correctamente por Westem, Griesbach, Matthei, Tittmann y Vater. Aquí, pues, tenemos una cualidad sugerida mediante el término episkopos, que denota una superintendencia vigilante." Bloomfield.), admite ambas significaciones, los lectores pueden elegir libremente. Yo he preferido traducir sofrona por moderado, en lugar de sobrio, porque sofrosune tiene un significado más extenso que sobriedad. Decoroso, significa uno que se conduce a sí mismo con decencia y propiedad.
Hospedador. ("Voluntariamente hospedando a los extraños.") La "hospitalidad" de que se habla aquí, es para con los extraños, y esto era muy común entre los antiguos; porque hubiera sido considerado vergonzoso para las personas respetables, y especialmente para aquellos que eran bien conocidos, hospedarse en mesones. En la actualidad, el estado de cosas es diferente; empero esta virtud es y será siempre altamente necesaria en un obispo, por muchas razones. Además, durante la cruel persecución de los piadosos, muchas personas debieron haber sido obligadas frecuentemente a cambiar sus habitaciones; y por consiguiente, era necesario que las casas de los obispos se convirtieran en asilo para los refugiados. En aquellos tiempos la apremiante necesidad obligaba a las iglesias a brindarse ayuda mutua, de modo que se proporcionaban hospedaje unos a otros. Ahora bien, si los obispos no hubiesen señalado el camino a otros en este campo del deber, la mayor parte, siguiendo su ejemplo, hubiera descuidado las prácticas humanitarias, y así los pobres fugitivos se hubieran descorazonado grandemente. ("Que cada uno sepa que las virtudes requeridas aquí en todos los ministros de la Palabra de Dios, son con el objeto de dar un ejemplo al rebaño. Es altamente apropiado que cada uno sepa que, cuando se dice que los ministros deben ser prudentes, moderados, y de buen comportamiento moral, es a fin de que otros imiten su ejemplo; porque no es para tres o cuatro únicamente, esto que se ha dicho, sino para todos en general. Ésta es la manera en que el ejemplo de los hombres debe ser provechoso para nosotros, en tanto que ellos se comporten en forma consecuente, y de acuerdo con la voluntad de Dios. Y si ellos se apartan de esa determinación aun en forma insignificante, no debemos concederles tal autoridad como para seguirlos por esa razón; pues debemos prestar atención a lo que Pablo dice, que hemos de seguir a los hombres entretanto que ellos se conformen a la pura Palabra de Dios, y sean imitadores de Jesucristo, para conducirnos por el camino recto." Fr. Ser.
Apto para enseñar. En la Epístola a Tito, se menciona expresamente la doctrina; aquí Pablo habla sólo en forma breve acerca de la aptitud para comunicar la instrucción. No basta tener profundos conocimientos, si no van acompañados del talento para enseñarlos. Hay muchos que, ya porque su dicción sea defectuosa, o porque no tengan suficiente habilidad mental, o porque no empleen ese lenguaje familiar que se adapta al pueblo, se guardan para sí el conocimiento que poseen. Tales personas, como dice la frase, deben cantar para sí mismos y para las musas.  ("Tales personas deben ocuparse de otra cosa." Aquellos que tienen el oficio de gobernar al pueblo, deben ser idóneos para la enseñanza. Y aquí no demanda él verbosidad en el hablar, porque vemos a muchas personas cuya facilidad de palabra no es conveniente para la edificación; sino que más bien recomienda la sabiduría al aplicar la palabra de Dios cuerdamente para provecho del pueblo.
Vale la pena considerar cómo los papistas sostienen que las ordenanzas que el Apóstol da no se aplican a ellos en ninguna forma. No entraré en la explicación de todos los detalles; mas en este punto ¿qué clase de asiduidad observan ellos? Y ciertamente el don sería superfluo; porque ellos rehuyen el ministerio de la enseñanza considerándolo como bajo y servil, aunque esto corresponde especialmente al obispo. Pero todo el mundo sabe cuan lejos están de observar la regla de Pablo, al asumir el título de obispos, y ufanarse con orgullo de representar un papel sin hablar, a condición única de que hagan su aparición pública con vestidos teatrales. Como si una mitra corneada, un anillo engastado de joyas, o una cruz de plata, y otras bagatelas, acompañadas de una exhibición ociosa, constituyesen el gobierno espiritual de una iglesia, el cual no puede separarse de la doctrina más de lo que el cuerpo se pueda separar del alma.
3. No dado al vino. Mediante la palabra paroinon, ("Algunos expositores, antiguos y modernos, entienden esto como equivalente a hubristen o autbade; lo cual, ciertamente, es respaldado por tres vicios en esta cláusula, estando en oposición a tres virtudes en la siguiente. Empero, considerando que en el versículo 8 tenemos la expresión me orno prosexontas con referencia a los diáconos, aquí al menos el sentido físico debe ser incluido; y, de acuerdo con todos los principios de la interpretación correcta, éste debe sostenerse en el primer lugar. En el vocablo paramos, la partícula para significa más allá, denotando exceso. Así aparece la expresión en Habacuc 2:5: «el que es dado al vino es traicionero»." Bloomfield.), que aquí se emplea, los griegos denotan no sólo la embriaguez, sino cualquier intemperancia en el uso del vino. Y, ciertamente, el beber vino en exceso no sólo es indecoroso en un pastor, sino que comúnmente acarrea muchas cosas todavía peores; tales como reyertas, actitudes tontas, conducta incasta, y otras cosas que no es necesario describir. Mas el contraste que se añade poco después, demuestra que Pablo va más allá todavía.
No pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas. Como Pablo contrapone a "un pendenciero" uno que no busca reyertas, y al que es codicioso de ganancias deshonestas (afilarguron) uno que no lo es, así a to paroino, aquel que es adicto al vino, contrapone uno que es apacible o bondadoso. La verdadera interpretación es la de Crisóstomo: que los hombres adictos al vino y de carácter violento deben quedar excluidos del obispado. En cuanto a la opinión expresada por Crisóstomo, de que "pendenciero" significa uno que hiere con su lengua (es decir, que es culpable de calumnia o de reproche injuriosos), yo no la admito. Ni tampoco me convence su argumento, de que no es de gran importancia, si el obispo no hiere con la mano; porque yo pienso que aquí él reprueba generalmente esa ferocidad que frecuentemente se encuentra en la profesión militar, y que es del todo impropia en los siervos de Cristo. Es muy bien sabido a qué ridículo se exponen a sí mismos aquellos que están más dispuestos a pegar un puñetazo con la mano, y —aun podríamos decir— a sacar la espada, que a arreglar las disputas de otros, mediante su propio comportamiento sosegado. Pendencieros es por lo tanto el término que Pablo aplica a aquellos que hacen muchas amenazas, y que son de temperamento belicoso.
Todas las personas codiciosas son perversamente deseosas de lucro; porque, donde quiera que esté la codicia, allí estará también esa bajeza de que habla el Apóstol. "Aquel que desea hacerse rico, desea también hacerse rico pronto." ("Dives fieri qui vult, e: cito vult fieri." Juvenal.)
La consecuencia es, que todas las personas codiciosas, aunque esto no se manifieste abiertamente, aplican su mente a ganancias deshonestas e ilícitas. Por consiguiente, Pablo contrapone a este vicio el desprecio del dinero; ya que no hay otro remedio por el cual pueda corregirse. Aquel que no soporte la pobreza con mansedumbre y paciencia, jamás escapará a la enfermedad de la vil y sórdida codicia.
Amable, no pendenciero. Pablo contrasta con "el pendenciero" al hombre que no lo es.
Amable —que como ya hemos dicho, es contrastado con "el ser dado al vino"—, es el término aplicado a aquel que sabe cómo soportar las injurias con disposición apacible y moderada, que perdona mucho, que pasa por alto los insultos, que ni se hace ser temido por su rígida severidad, ni se impone con pleno rigor. No pendenciero, uno que elude las disputas y reyertas; porque, como escribe en otra parte, "el siervo del Señor no debe ser contencioso" (2 Tim. 2:24).
4. Que gobierne bien su casa. De aquí se hace evidente que Pablo no exige que un obispo ignore lo que es la vida humana, ("Que el obispo no ignore lo que es vivir en el mundo".), sino que sea un cabeza de familia bueno y digno de admiración; porque, cualquiera que pueda ser la admiración comúnmente festejada por el celibato y una vida filosófica desligada por completo de la costumbre ordinaria, sin embargo, los hombres sabios y precavidos están convencidos por experiencia, de que aquellos que no desconocen la vida ordinaria, están más familiarizados con los deberes del trato humano, están mejor preparados y adaptados para gobernar la Iglesia. Y, por consiguiente, debemos observar la razón que se añade (v. 5): que aquel que no sabe cómo gobernar su familia, no será idóneo para gobernar la Iglesia. Ahora bien, éste es el caso de muchísimas personas, y ciertamente de casi todos los que han salido de una vida ociosa y solitaria, como de cuevas y cavernas; porque son como salvajes y están destituidos de humanidad.
Que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad. El Apóstol no recomienda a un hombre listo, y profundamente instruido en los asuntos domésticos, sino a uno que haya aprendido a gobernar una familia mediante la sana disciplina. Pablo habla principalmente de los hijos, de quienes se espera que tengan la disposición natural de su padre; y por consiguiente, será una gran desgracia para un obispo, si tiene hijos que vivan una vida perversa y escandalosa.
Tocante a las esposas, hablará de ellas más adelante; pero de momento, como he dicho, se ocupa de la parte más importante del hogar.
En la Epístola a Tito (1:6), Pablo demuestra lo que aquí se quiere indicar con la palabra honestidad; porque después de afirmar que los hijos de un obispo no deben ser revoltosos ni desobedientes, Pablo añade en igual forma: "que no estén acusados de disolución ni de rebeldía". Él por tanto, quiere decir, en una palabra, que su conducta moral debe ser normal, con toda castidad, modestia y seriedad.
5. Pues el que no sabe gobernar su propia casa. ("La casa del creyente debe ser como una iglesia. Los paganos, que no sabían lo que era una iglesia, afirmaban que una casa no es más que la imagen y figura de cualquier gobierno público. Un hombre pobre, que vive con su esposa, hijos y sirvientes, tiene que comportarse en su casa como un gobernante público. Pero los cristianos deben ir más allá. Todo padre de familia debe saber que Dios lo ha puesto en ese lugar para que sepa cómo gobernar a su esposa, a sus hijos y a sus sirvientes; de modo que Dios sea honrado en medio de ellos, y que todos le rindan homenaje. Pablo habla de los hijos. ¿Por qué? Porque aquel que desea desempeñar su deber como pastor de una iglesia debe ser como un padre para todos los creyentes. Ahora bien, supongamos que un hombre no puede gobernar a dos o tres hijos que tenga en su casa. Ellos son sus propios hijos, y sin embargo él no puede mantenerlos en sujeción; pues no prestan oídos a todo lo que les les dice. ¿Cómo entonces podrá gobernar a aquellos que están distantes, y que puede decirse que no los conoce, que aun rehusan hacerse más prudentes, y que piensan que no tienen necesidad de ser enseñados? ¿Cómo podrá mantener a los hombres en temor, cuando su propia esposa no está sujeta a él? No pensemos, pues, que sea impropio si se pide a todos los pastores que sean buenos padres de familia, y sepan lo que significa gobernar bien a sus hijos. No basta con condenar a los hijos, pues tenemos que condenar a los padres, cuando permiten que sus hijos sean peores que otros.")
Este argumento, llevado de lo menos a le más, es evidente en sí mismo, pues aquel que no es idóneo para gobernar a una familia será completamente incapaz de gobernar a un pueblo. Además, siendo evidente que está destituido de todas las virtudes necesarias para ese fin, ¿qué autoridad tendrá sobre el pueblo, sabiendo que su propia casa lo hace despreciable?
6. No un neófito. Como había hombres de distinguida habilidad y conocimientos que en aquel tiempo fueron conducidos a la fe, Pablo prohíbe que tales personas sean admitidas en el oficio de obispos, tan pronto como hayan hecho profesión de fe cristiana. Y demuestra cuan grande podría ser el peligro; porque es palpable que ordinariamente eran vanos y ostentosos, y a consecuencia de esto la arrogancia y la ambición los haría atrevidos. Lo que Pablo dice, nosotros lo experimentamos; porque los "neófitos" no sólo tienen un fervor impetuoso y una firme osadía, sino que también se hinchan de una tonta confianza, como si pudieran volar más allá de las nubes. Por consiguiente, no sin razón ellos son excluidos del honor del episcopado, hasta que, en el curso del tiempo, su orgulloso temperamento sea subyugado.
No sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. El juicio o condenación del diablo puede interpretarse en tres formas; porque algunos piensan que diabolou (del diablo) significa Satanás; y otros lo entienden como calumniadores. Yo doy preferencia a la primera opinión; porque raramente ocurre que "juicio" signifique calumnia. Pero, de nuevo, "el juicio de Satanás" puede entenderse ya sea activa o pasivamente. Este último sentido es adoptado por Crisóstomo, y con el cual yo de buena gana estoy de acuerdo. Hay un contraste elegante, que realza la enormidad del caso: "Si el que es colocado sobre la iglesia de Dios, cae por su propio orgullo en la misma condenación que el diablo". No obstante, yo no rechazo la significación activa, especialmente, de que él le dará al diablo ocasión para acusarle. Empero la opinión de Crisóstomo es más correcta. ("Las palabras eis knma empese ton diabolou, de acuerdo con la mayoría de los expositores antiguos y modernos, se entiende como la caída dentro de 'la misma condenación y castigo en que el diablo cayó por el orgullo, lo cual es apoyado por la autoridad de la Pesch. Syr. Varios expositores eminentes, desde Lufero y Erasmo en adelante, interpretan tou diabolou. como significando el «calumniador», o el enemigo infamatorio del Evangelio. El sustantivo, afirman ellos, se emplea genéricamente para designar a aquellos que buscan la ocasión de ca-luminar a los cristianos; empero como dice Calvino, «raramente ocurre que juicio signifique calumnia». Además, la expresión alabólos tendría que quitarse así de la justa condenación." Bloomfield.)
7. Que tenga buen testimonio de los de afuera. Parece ser muy difícil que un hombre religioso deba tener, como testigos de su integridad, a los mismos infieles, que están furiosamente encolerizados para mentir contra nosotros. Mas el Apóstol quiere decir que, en cuanto a lo que se relaciona con el comportamiento externo, aun los mismos incrédulos se verán obligados a reconocerlo como un hombre bueno; porque, aunque ellos sin motivo calumnian a todos los hijos de Dios, con todo, no pueden afirmar que sea un hombre perverso, aquel que lleva una vida buena e inofensiva en presencia de ellos. Tal es ese reconocimiento de rectitud que Pablo describe aquí. Se añade la razón:
Para que no caiga en descrédito ni en lazo del diablo; lo cual explico en esta forma: "No sea que estando expuesto al reproche, comience a endurecerse, y se entregue más libremente a toda iniquidad, lo cual equivale a ponerse a sí mismo en las trampas del demonio". ¿Pues qué esperanza le queda a aquel que peca sin sentir ninguna vergüenza?

8. Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas;
9. que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia.
10. Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles.
11. Las mujeres  asimismo, sean honestas, no  calumniadoras,  sino ' sobrias,  fieles en todo.
12. Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas
13. Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.

8. Los diáconos asimismo. No existe razón para que la diversidad de interpretaciones nos conduzca a albergar alguna duda. Es cierto que el Apóstol habla de aquellos que tienen un puesto público en la Iglesia; y esto refuta la opinión de aquellos que piensan que se alude aquí a los siervos domésticos. En cuanto a la opinión expresada por otros, de que denota a los presbíteros como inferiores al obispo, eso no tiene fundamento; porque se hace manifiesto en otros pasajes, que el término obispo pertenece igualmente a todos los presbíteros. ("Que el término obispo era común a todos los presbíteros, y que no había diferencia entre un presbítero y un obispo.")
Todos están obligados a reconocer esto; y muy especialmente un pasaje en el primer capítulo de la Epístola a Tito prueba claramente que éste es el significado (Tit. 1:7). Queda por afirmarse lo que nosotros entendemos: que "los diáconos" deben ser aquellos que son mencionados por Lucas (Hch. 6:3), y que estaban encargados de ayudar a los pobres. Mas aquellos que quieran saber más detalles sobre los deberes de los diáconos pueden consultar la Institución de la Religión Cristiana. (Véase Institución de la Religión Cristiana, IV, III, 9 y  ss.)
Deben ser honestos, sin doblez. Las primeras cuatro virtudes con las cuales Pablo quiere que sean dotados, son lo suficientemente conocidas de por sí. Con todo, debe observarse cuidadosamente que él les recomienda ser sin doblez; porque es un hábito muy difícil de evitar en el desempeño de ese oficio, y sin embargo, debe eludirse más que cualquier otro.
9. Que guarden el misterio de la fe. Es como si dijera: "Que guarden pura la doctrina de la religión, y eso desde el fondo del corazón, con un sincero temor de Dios"; o: "Estando bien instruidos en la fe, como para no ignorar nada de lo que es necesario que los cristianos conozcan". Pablo da a la suma de la doctrina cristiana el nombre de misterio; así como Dios, ciertamente, por medio del Evangelio, revela a los hombres en la tierra una sabiduría que los ángeles en el cielo contemplan con admiración; y, por lo tanto, no debe extrañarnos que exceda a la comprensión humana.
Recordemos, pues, que debe ser acogida con la más profunda reverencia; y porque jamás podríamos, en nuestra propia fortaleza, ascender a tales alturas, pidamos humildemente a Dios que nos la imparta mediante el Espíritu de la revelación. Por otra parte, cuando vemos a los hombres perversos que ridiculizan esas doctrinas o que no tienen gusto por ellas, reconozcamos que se debe a la gracia de Dios el que esas cosas que han sido escondidas a otros estén en nuestro corazón, y ante nuestros ojos, como dice Moisés (Deuteronomio 30:11).
Así pues, Pablo desea que los diáconos estén bien instruidos en "el misterio de la fe"; porque, aunque ellos no tengan la misión de enseñar, sin embargo, sería excesivamente absurdo desempeñar un puesto público en la Iglesia, mientras ignorasen lo elemental de la fe cristiana, y muy en especial porque ellos frecuentemente se ven obligados a dar consejo y a impartir consolación a otros, si es que no descuidan el cumplimiento de sus deberes. Se añade con limpia conciencia, porque abarca la vida entera, pero principalmente para que ellos sepan cómo obedecer a Dios.
10. Y éstos sean sometidos a prueba primero. Pablo desea que aquellos que han sido escogidos no constituyan una incógnita, sino que se averigüe su integridad, como la de los obispos. Y de aquí se hace evidente, que quienes son llamados irreprensibles lo son porque no tienen ningún vicio o ninguna mácula. Además, esta prueba no es por una sola hora, sino que constituye una larga experiencia. En suma, cuando es necesario ordenar a los diáconos, la elección no se ha de efectuar a la ligera, o sin seleccionar previamente; mas se han de escoger aquellos hombres que estén aprobados por su manera pasada de vivir en tal forma que, después de que se convoque a un interrogatorio, sean investigados plenamente para que puedan ser bien calificados.
11. Las mujeres asimismo. Él se refiere tanto a las mujeres de los diáconos como a las de los obispos, porque ellas deben ser ayudas para sus esposos en sus oficios; cosa que no puede ser, a menos que su comportamiento exceda al de las demás.
12. Que los diáconos sean. Puesto que Pablo mencionó a las mujeres, establece la misma norma respecto a los diáconos, como lo había hecho al principio tocante a los obispos; a saber, que cada uno de ellos —satisfechos con tener una sola mujer— ponga el ejemplo de un padre de familia virtuoso y honorable, y que mantenga a sus hijos y a toda su casa bajo una santa disciplina. Esto refuta el error de aquellos que entienden este pasaje como refiriéndose a los servidores domésticos. ("Los servidores domésticos, y no a los diáconos de la Iglesia.")
13. Porque los que ejerzan bien el diaconado. Debido a la costumbre que entró en uso uno o dos siglos después de la muerte de los apóstoles, de escoger a los presbíteros de entre los diáconos, este pasaje ha sido interpretado comúnmente como describiendo la elevación a un puesto más elevado, como si el Apóstol llamase al honor de ser presbíteros a aquellos que fielmente habían desempeñado el oficio de diáconos. Por mi parte, aunque no niego que la orden de los diáconos pudiera ser algunas veces el almacigo de donde los presbíteros fuesen sacados, con todo, yo entiendo las palabras de Pablo como significando, más sencillamente, que aquellos que han desempeñado este ministerio de manera apropiada, son dignos de un honor no despreciable; porque no es un empleo indigno, sino un oficio altamente honorable. Ahora bien, mediante esta expresión Pablo insinúa cuan ventajoso es para la Iglesia el que este oficio sea desempeñado por hombres escogidos; porque el santo desempeño de tal puesto acarrea la estima y la reverencia.
¡Cuan absurdo es que los papistas sostengan que, al fabricar diáconos, ellos obedecen lo que manda Pablo! Primero, ¿para qué fabrican diáconos, sino para llevar el cáliz en procesión, y para recrear la vista de los ignorantes con no se qué ridículas exhibiciones? Además, ni aun siquiera observan esto; pues ni un solo diácono ha sido hecho en los últimos quinientos años, excepto aquel que, después de dar este primer paso, sea elevado inmediatamente al sacerdocio. ¡Qué descaro es ufanarse de elevar a un puesto más elevado a aquellos que han ministrado bien, cuando ellos no confieren su sacerdocio sino a aquellos que jamás han tocado ni un solo ápice del diaconado!
Y mucha confianza en la je. Con sobrada razón añade esto; porque no hay nada que tienda tanto a producir confianza como una buena conciencia y una vida libre de crimen y reproche; mas por el contrario, la timidez debe ser la suerte de aquellos que tienen una mala conciencia. Y si ellos algunas veces se jactan valientemente de tener confianza, con todo, ésta no es uniforme ni constante, ni tiene importancia alguna. Por esta razón Pablo describe la clase de confianza que debemos tener. "En la fe", dice él que es en Cristo Jesús"• es decir, que puedan servir a Cristo con mayor firmeza; como también por otra parte, de aquellos que han actuado con bajeza en el desempeño de su oficio se puede decir que tienen su boca cerrada y sus manos atadas, y están descalificados para hacer el bien; porque no se les ha otorgado ninguna confianza ni autoridad alguna.

14. Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
15. Para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.
16. E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido en gloria.

14. Esto te escribo. Pablo mantiene firme ante Timoteo la esperanza de su venida, en parte con el fin de animarlo, y en parte con el de reprimir la insolencia de aquellos que se volvían más arrogantes a causa de su ausencia. Y no obstante, no hace ninguna promesa fingida a Timoteo, ni atemoriza a otros por medio de una falsa simulación; porque realmente esperaba, ir, como es probable que fuese, ya que escribió la presente epístola cuando pasaba por Frigia, como Lucas relata (Hch- 18:23) Consideremos esto como una prueba de su gran solicitud por las iglesias, ya que no podía soportar la pequeña demora de un breve tiempo para llevar el remedio a fin de curar el mal presente. Sin embargo, inmediatamente después añade que escribió esta epístola con el fin de informar a Timoteo, si es que acontecía alguna demora por más tiempo de lo previsto.
15. Cómo debes conducirte. Mediante esta forma de expresión Pablo encarece la importancia y dignidad del oficio; porque los pastores pueden ser considerados como mayordomos a quienes Dios ha encomendado el oficio de gobernar Su casa. Si alguna persona tiene la superintendencia de una casa grande, trabaja noche y día con gran solicitud, para que nada ande mal por su descuido, ignorancia u olvido. Si esto se hace tratándose sólo de los hombres ¿cuánto más debería hacerse para con Dios?
En la casa de Dios. Hay buenas razones por las que Dios confiere Su nombre sobre su Iglesia; porque no sólo nos ha recibido para que seamos sus hijos mediante la gracia de la adopción, sino que también mora en medio de nosotros.
Columna y cimiento de la verdad. Este título denota una extraordinaria grandeza. ¿Podría haberse descrito en lenguaje más elevado? ¿Hay algo más venerable o más santo, que la verdad eterna, que abarca tanto la gloria de Dios como la salvación de los hombres? Si todos los elogios de la filosofía pagana, con los que ha sido adornada por sus seguidores, pudieran juntarse en un montón, ¿qué es esto en comparación con la dignidad de esta sabiduría, la cual únicamente merece ser llamada luz y verdad, enseñanza de vida, y camino y Reino de Dios? Ahora bien, ella es preservada en la tierra sólo por el ministerio de la Iglesia. ¡Cuánta responsabilidad, pues, descansa sobre los pastores a quienes se les ha confiado la custodia de tesor tan inestimable! ¡Con qué imprudente futilidad arguyen los papistas las palabras de Pablo para afirmar que todos sus absurdos deben aceptarse como oráculos de Dios, porque son "columna de la verdad", y por lo tanto no pueden equivocarse!
Primero, debemos ver por qué honra Pablo a la Iglesia con un título tan excelente. Sosteniendo ante los pastores la grandeza del oficio, él indudablemente trató de recordarles con qué fidelidad, laboriosidad y reverencia deben ellos desempeñarlo. ¡Cuan terrible es la venganza que les espera, si, por su culpa, esa verdad que es la imagen de la gloria divina, la luz del mundo, y la salvación de los hombres, se permite que caiga! Esta consideración debe indudablemente hacer que los pastores estén en continuo temor y temblor, no para privarlos de toda energía, sino para excitarlos a mayor vigilancia.
De aquí podemos concluir fácilmente con qué sentido emplea Pablo estas palabras. La razón por la cual la Iglesia es llamada "columna de la verdad", es por que ella la defiende y la esparce mediante su instrumentalidad. Dios mismo no baja del cielo a nosotros, ni diariamente nos envía ángeles para declararnos su verdad; sino que emplea pastores, a quienes Él ha designado para ese fin. Para expresarlo en un sentido más llano: ¿no es la Iglesia la madre de todos los creyentes? ¿No los regenera ella mediante la Palabra de Dios? ¿No los educa y nutre durante toda su vida? ¿Acaso no los fortalece, y los lleva finalmente a la perfección absoluta? Por la misma razón es llamada "columna de la verdad"; porque el oficio de impartir la doctrina, que Dios ha colocado en sus manos, es el único instrumento para preservar la verdad, a fin de que no desaparezca de la memoria de los hombres.
Por lo tanto, esta recomendación está relacionada con el ministerio de la Palabra; pero si ésta se quita, la verdad de Dios caerá por tierra. No es que sea menos fuerte si no es sostenida por los hombros humanos, como ociosamente afirman los papistas; porque es una espantosa blasfemia afirmar que la Palabra de Dios es incierta, hasta que obtenga de los hombres aquello que podría llamarse "una certidumbre prestada". Pablo sencillamente ratifica lo que afirma en otra parte y en otros términos: que puesto que nuestra fe es por el oír", no habrá fe, a menos que haya predicación (Rom. 10:17). Por lo tanto, en relación con los hombres, la Iglesia mantiene la verdad, porque mediante la predicación la Iglesia la proclama, porque la conserva pura e íntegra, porque la transmite a la posteridad. Y si la enseñanza del Evangelio no se proclama, si no hay ministros piadosos quienes, por su predicación, rescaten la verdad de las tinieblas y del olvido, entonces las falsedades, los errores, las imposturas, las supersticiones y toda clase de corrupciones reinarán instantáneamente. En suma, el silencio en la Iglesia es el destierro y la aniquilación de la verdad. ¿Hay algo que sea forzado en alguna forma en esta explicación?
Habiendo determinado lo que Pablo quiso decir, volvamos a los papistas. Primero, al aplicarse ellos mismos este elogio actúan perversamente, porque se cubren con plumas prestadas. Pues, concediendo que la Iglesia fuese elevada más allá del tercer cielo, yo sostengo que tal cosa nada tiene que ver con ellos en ninguna forma. Más aún, yo puedo tornar el pasaje entero contra ellos; porque, si la Iglesia "es la columna de la verdad", se sigue que la Iglesia no está con ellos, cuando la verdad no sólo yace sepultada, sino horriblemente destrozada, y arrojada, y hollada bajo los pies. ¿Es esto un enigma o una sutileza? Pablo no quiere que ninguna sociedad en que la verdad de Dios no mantenga un lugar elevado y conspicuo, sea reconocida como Iglesia; ahora bien, nada de esto existe en todo el papado, sino sólo ruinas y desolación; y por lo tanto, la verdadera marca de una Iglesia no se encuentra allí. Mas el error parte de esto: que ellos no consideran lo que es de mayor importancia, o sea, que la verdad de Dios se mantiene por la pura predicación del Evangelio; y que el mantenimiento de ella no depende de las facultades o entendimiento de los hombres, sino que descansa en lo que está mucho más elevado, es decir, en la sencillez de la Palabra de Dios.
16. Grande es el misterio de la, piedad. Tenemos de nuevo aquí otra cosa importante. Ya que la verdad de Dios no puede, por la ingratitud de los hombres, ser menos estimada de lo que debe, Pablo exalta su valor afirmando que "grande es el misterio de la piedad"; es decir, porque no trata de asuntos viles, sino de la revelación del Hijo de Dios, "en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría" (Col. 2:3). Los pastores deben contemplar su oficio partiendo de la grandeza e importancia de tales asuntos, para que puedan dedicarse a desempeñarlo con mayor conciencia y una reverencia más profunda.
Dios fue manifestado en carne. El traductor de la Vulgata, al omitir el nombre de Dios, relaciona lo que se sigue a "el misterio", pero en forma totalmente inapropiada y torpe, como se verá claramente por una lectura llana y cuidadosa; y aunque él tiene a Erasmo de su parte, éste, sin embargo, destruye la autoridad de sus propias opiniones, de modo que no necesito refutarlo. Todas las copias griegas indudablemente están de acuerdo con esta interpretación: "Dios fue manifestado en carne". Mas concediendo que Pablo no mencionara expresamente el nombre de Dios, con todo, cualquiera que examine cuidadosamente todo el asunto, reconocerá que el nombre de Cristo debe ser puesto. Yo, por mi parte, no vacilo en aceptar la lectura que ha sido adoptada en las copias griegas. Al llamar a la manifestación de Cristo, tal como más tarde la describe, "un misterio grande", la razón es obvia; porque ésta es "la altura, la profundidad, y la anchura de la sabiduría", que él en otra parte ha mencionado (Ef. 3:18), por lo cual todos nuestros sentidos deben inevitablemente quedar anonadados.
Examinemos ahora las diferentes cláusulas en su orden. Pablo no pudo haber hablado más apropiadamente sobre la persona de Cristo que con estas palabras: "Dios fue manifestado en carne." Primero, tenemos aquí un testimonio claro de ambas naturalezas; porque declara al mismo tiempo que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Segundo, Pablo señala la distinción entre las dos naturalezas cuando, por una parte, lo llama Dios, y, por la otra, expresa su "manifestación en la carne". Tercero, él asevera la unidad de la persona cuando declara que es Uno y el mismo Dios, y que ha sido manifestado en la carne.
Así, por este sencillo pasaje, la fe verdadera y ortodoxa es defendida poderosamente contra Arrio, Marción, Nestorio y Eutiques. Hay también gran énfasis en el contraste de las dos palabras, Dios en carne. ¡Cuan grande es la diferencia entre Dios y el hombre! Y, sin embargo, en Cristo contemplamos la infinita gloria de Dios unida a nuestra corrompida carne en tal forma que se hacen uno. ("Por medio de la palabra carne Pablo declara que Cristo fue verdadero hombre, y que se vistió de nuestra naturaleza; pero al mismo tiempo, mediante la palabra manifestado, demuestra que había dos naturalezas. No debemos imaginarnos a un Jesucristo que es Dios y a otro Jesucristo que es hombre; mas debemos saber que Él solo es Dios y hombre a la vez. Distingamos sus dos naturalezas, tanto para saber que éste es el Hijo de Dios, como para saber que es también nuestro hermano. Ahora bien, ya he dicho que Dios permite que las antiguas herejías con que fue turbada la Iglesia sean reavivadas en nuestro tiempo, a fin de excitarnos a mayor actividad. Pero, por otra parte, observemos que el diablo es constreñido a hacer el último esfuerzo para derogar este artículo de fe, porque él ve claramente que éste es el fundamento de nuestra salvación. Porque si no tenemos este misterio de que Pablo habla, ¿qué será de nosotros? Somos hijos de Adán, y por lo tanto nos encontramos bajo maldición; estamos en el hoyo de la muerte; en suma, somos enemigos mortales de Dios, y así no hay nada en nosotros sino condenación y muerte, hasta que nos damos cuenta de que Dios vino a buscarnos, y que, como nosotros no podíamos elevarnos hasta Él, Él descendió hasta nosotros. Mientras no hayamos comprendido esto, no seremos sino unos miserables. Por esta razón el diablo quiso, tanto como pudo, destruir ese conocimiento, o más bien, mezclarlo con sus mentiras, como para pervertirlo. Por otra parte, cuando vemos que existe tal majestad en Dios, ¿cómo nos atreveremos a acercarnos a Él, sabiendo que estamos llenos de miseria? Debemos, pues, acercarnos a esta unión de la majestad de Dios con la naturaleza humana. Y así, con todo respeto, hasta que hayamos conocido la divina majestad que está en Jesucristo, y nuestra debilidad humana que ha tomado sobre sí, porque es imposible para nosotros tener esperanza por nosotros mismos, o ser capaces de contar con los recursos de la bondad de Dios, o de tener la confianza de invocarlo, y regresar a Él. tn' resumen, estamos completamente alejados del reino celestial, la puerta está cerrada contra nosotros, y no podemos acercarnos a ella en ninguna otra forma." Fr. Ser.
Justificado en el Espíritu. Como el Hijo de Dios "se despojó a sí mismo" (Fil. 2:7) al tomar sobre sí nuestra carne, así también se manifestó en Él un poder espiritual que atestiguó que es Dios. Este pasaje ha recibido varias interpretaciones; pero, por mi parte, estoy satisfecho con haber explicado el verdadero significado del pensamiento del Apóstol, hasta donde me sea posible entender, y no añadiré más. Primero, la justificación denota aquí un reconocimiento del poder divino; como en el Salmo 19:9, donde se dice que "los juicios de Dios son todos justos", es decir, son admirable y absolutamente perfectos; y en el Salmo 51:4, que "Dios es justificado", significando que la alabanza de su justicia se manifiesta en forma ilustre. Así también cuando Cristo dice que "la sabiduría es justificada por sus hijos" (Mateo 11:19 y Le. 7:35), quiere decir que ellos la han honrado; y cuando Lucas relata que los publícanos "justificaron a Dios" (Le. 7:29), indica que ellos reconocieron, con la debida reverencia y gratitud, la gracia de Dios que contemplaron en Cristo. Lo que aquí leemos tiene, por tanto, el mismo significado que si Pablo dijese que Aquel que apareció revestido de la carne humana, declaró al mismo tiempo ser Hijo de Dios, de suerte que la debilidad de la carne no disminuyó Su gloria.
Bajo la palabra Espíritu, Pablo incluye todo lo que en Cristo era divino y superior al hombre; y lo hace por dos razones: primero, porque fue humillado en la "carne", el Apóstol ahora, exhibiendo la ilustración de Su gloria, contrapone "el Espíritu" a "la carne". Segundo, que la gloria, digna del unigénito Hijo de Dios, que Juan afirma haber visto en Cristo (Jn. 1:14), no consistía en una manifestación externa, o en un esplendor terrenal, sino que era casi totalmente espiritual. La misma forma de expresión emplea en Romanos 1:3.4: "Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, fue declarado Hijo de Dios con poder"; pero con esta diferencia: que en ese pasaje menciona una clase de manifestación, a saber la resurrección.
1 "Cuando él dice: «son justificados juntamente», el significado es: todos ellos son justos desde el mayor hasta el menor, sin una sola excepción. Mediante esta recomendación distingue la Ley de Dios de las doctrinas de los hombres; porque ninguna mancha o falta puede encontrase en ella, ya que en todos, los puntos es absolutamente perfecta." Comentarios sobre el Libro de los Salmos, por Juan Calvino, vol. I p. 323.
Visto de los ángeles, predicado a los gentiles. Todas estas afirmaciones son admirables y asombrosas: que Dios se dignó conferir a los gentiles —lo cual hasta aquí había sido vago e incierto en la ceguera de sus mentes—, una revelación de su Hijo, que había sido desconocida aun de los ángeles en el cielo. Cuando el Apóstol dice que "fue visto de los ángeles", quiere decir que la visión fue tal como para llamar la atención de los ángeles, tanto por su novedad como por su excelencia. Cuan singular y extraordinario fue el llamamiento de los gentiles, lo hemos ya afirmado antes en nuestro comentario al segundo capítulo de la Epístola a los Efesios. Y no es asombroso que haya sido un espectáculo nuevo para los ángeles, quienes, aunque ya sabían acerca de la redención de la humanidad, con todo no entendían al principio los medios por los cuales sería realizada; y de quienes debió haberse ocultado, a fin de que esta admirable manifestación de la bondad de Dios pudiera ser contemplada por ellos con mayor asombro.
Creído en el mundo. Es asombroso, sobre todas las cosas, que Dios haya hecho a los gentiles, que eran paganos, y a los ángeles, que mantenían la ininterrumpida posición de su reino, participantes en igual forma de la misma revelación. Mas esta gran eficacia del Evangelio predicado, fue un milagro no común, cuando Cristo, venciendo todos los obstáculos, sometió a la obediencia de la fe a todos aquellos que del todo parecían incapaces de dejarse domar. Ciertamente, nada parecía ser más improbable, tan completamente cerrada y sellada estaba toda entrada. Con todo, la fe triunfó, y su victoria se impuso en forma increíble.
Finalmente, dice que fue recibido en gloria; es decir, de esta vida mortal y miserable. Por consiguiente, como en el mundo, por lo que toca a la obediencia de la fe, así también en la persona de Cristo el cambio fue admirable cuando, desde la baja condición de un siervo, Él fue exaltado a la diestra del Padre, para que toda rodilla se doble delante de Él.

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CAPITULO IV

1. Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios;
2. por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia,
3. prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad.
4. Porque todo lo que Dios creó es bueno, y nada es de desecharse, si se toma con acción de gracias;
5.   porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado.

1. Pero el Espíritu dice claramente. Pablo había amonestado encarecidamente a Timoteo acerca de muchas cosas; y ahora le hace ver la necesidad de ello, porque es correcto avisar contra el peligro que el Espíritu Santo advierte que pronto llegara, es decir, que vendrán falsos maestros que enseñaran frivolidades como doctrinas de fe, y que, colocando toda la santidad en las prácticas externas, echarán por tierra el culto espiritual a Dios, que es el único lícito. Y ciertamente los siervos de Dios siempre han tenido que luchar contra esas personas como las que Pablo nos describe aquí. Siendo los hombres por naturaleza inclinados a la hipocresía, Satanás fácilmente los persuade de que Dios puede ser adorado correctamente mediante ceremonias y disciplina externa; y, ciertamente, sin necesidad de maestro, casi todos tienen esta convicción profundamente arraigada en sus corazones. A continuación se añade la astucia de Satanás para confirmar este error. El resultado es, que en todas las épocas, han existido impostores que recomiendan la falsa adoración, mediante la cual la verdadera piedad se ha extinguido. De nuevo, esta plaga produce otra, a saber, que en cosas de poca importancia, los hombres son frenados; porque el mundo fácilmente pone obstáculos para hacer aquello que Dios ha declarado lícito, a fin de que esté dentro de su poder el violar con impunidad las leyes de Dios.
Pablo aquí, por lo tanto, en la persona de Timoteo, advierte no sólo a los efesios, sino a todas las iglesias por todo el mundo, acerca de los maestros hipócritas, quienes mediante el establecimiento de un falso culto y tendiendo una trampa sobre las conciencias con nuevas leyes, adulteran el verdadero culto divino, y corrompen la pura doctrina de la fe. Éste es el verdadero objeto del pasaje, el cual se hace especialmente necesario de observación.
Además, a fin de que todos oigan con mayor atención lo que él va a decir, comienza con un prefacio: que ésta es una segura y muy clara profecía del Espíritu Santo. Ciertamente no hay razón para dudar de que Pablo haya sacado lo restante del mismo Espíritu; mas, aunque nosotros debemos escucharlo siempre como el que comunica la voluntad de Cristo, sin embargo, en un asunto de gran importancia que deseaba atestiguar en forma especial, no decía nada que no fuese por el Espíritu de profecía. Entonces, mediante un anuncio solemne, Pablo la recomienda; y, no satisfecho con hacer esto, añade que es clara, y libre de toda ambigüedad.
En los postreros tiempos. Ciertamente, en aquel tiempo no podía haberse esperado que, en medio de la luz tan clara del Evangelio, alguno pudiera haberse sublevado. Empero esto es lo que Pedro dice: que, así como los falsos maestros anteriormente causaron molestias al pueblo de Israel, así también jamás dejarán de causar molestias a la Iglesia cristiana (2 Ped. 3:3). El significado es el mismo que si dijera: "La doctrina del Evangelio se encuentra ahora en un estado floreciente, pero no pasará mucho sin que Satanás comience a sofocar la semilla pura con las malas hierbas" (comp. Mt. 13:25-38).
Esta advertencia fue provechosa en la época del apóstol Pablo: que tanto los pastores como también los demás presten seria atención a la pura doctrina, y no se dejen engañar. Para nosotros en la actualidad no es menos provechosa, cuando nos damos cuenta de que nada ha pasado que no se haya predicho por expresa profecía del Espíritu. Además, podemos notar aquí cuan grande solicitud tiene Dios para con su Iglesia, cuando la previene tan a tiempo sobre los peligros que se aproximan. Satanás tiene, ciertamente, muchísimos artificios para conducirnos al error, y nos ataca mediante asombrosas estratagemas; empero, por otra parte, nos fortalece lo suficiente, si nosotros de nuestra propia voluntad decidimos no dejarnos engañar.
No hay, pues, razón para quejarse de que la oscuridad es más poderosa que la luz, o de que la verdad es vencida por el error; mas, por el contrario, sufrimos el castigo de nuestro descuido e indolencia cuando ros desviamos del camino recto de la salvación.
Mas aquellos que se hacen ilusiones de sus propios errores, objetan que a duras penas es posible distinguir a quién o qué clase de personas describe Pablo. Como si fuese por nada que el Espíritu Santo declarase esta profecía, y la publicara con tanta anticipación; porque, si no hubiera una marca segura, el contenido íntegro del presente aviso sería superfluo y, consecuentemente, absurdo. Mas lejos de nosotros pensar que el Espíritu de Dios nos dé alarmas innecesarias, o que no acompañe la amenaza de peligro demostrándonos cómo debemos esquivarla. Y esa calumnia es suficientemente refutada por las palabras de Pablo; porque él señala, como si fuese con el dedo, ese mal que quiere evitarnos. Él no habla en términos generales, acerca de falsos profetas, sino que claramente describe la especie y falsedad de la doctrina; es decir, aquella que, vinculando la piedad a los elementos externos, pervierte y profana, como ya he dicho, el culto espiritual a Dios.
Algunos apostatarán de la fe. No se sabe exactamente si habla de maestros o de oidores; pero me inclino a creer que se refiere a estos últimos; porque él poco después llama a los maestros "espíritus engañadores". Y esto es más enfático (enfatikoteron): que no sólo aparecerán aquellos que siembren doctrinas perversas, y corrompan la pureza de la fe, sino que jamás les faltarán discípulos a quienes seduzcan para su secta; y cuando una mentira prevalece en esta forma, surgen de ella mayores dificultades.
Además, no es un vicio insignificante el que describe, sino un crimen atroz: apostasía de la fe; aunque a primera vista, en la doctrina que él brevemente considera, no parece ser un mal tan grande. ¿Cuál es el caso? ¿Es la fe completamente trastornada por causa de la prohibición del matrimonio o de ciertas clases de comida? Pero debemos tomar en consideración una razón más elevada: que los hombres pervierten e inventan a. su gusto el culto divino, para tener el dominio sobre las conciencias, y que se atreven a prohibir el uso de las cosas buenas que el Señor ha permitido. Tan pronto como la pureza del culto divino es menoscabada, ya no queda nada perfecto o íntegro, y la fe es en sí misma completamente arruinada.
Por consiguiente, aunque los papistas se rían de nosotros cuando censuramos sus leyes tiránicas acerca de las observancias externas, no obstante sabemos que estamos abogando por una causa del más alto peso e importancia; porque la doctrina de la fe se destruye tan pronto como se infecta por tales corrupciones. La controversia no es acerca de carne o pescado, o acerca de un color negro o ceniciento, o acerca del viernes o miércoles, sino acerca de las disparatadas supersticiones de los hombres, que desean apaciguar a Dios mediante tales fruslerías, e inventando una adoración carnal de Él, se forjan para sí un ídolo en vez de adorar a Dios. ¿Quién se atreverá a negar que esto es apostatar de la fe?
A espíritus engañadores. Pablo indica profetas o maestros, a quienes designa así porque se jactan del Espíritu, y, bajo este título, se introducen dentro del pueblo ganándose su simpatía. Esto en verdad es cierto todo el tiempo: que los hombres, cualesquiera que sean, hablan bajo la conmoción del espíritu. Pero no es el mismo espíritu el que los mueve a todos; porque algunas veces Satanás es un espíritu mentiroso en la boca de los falsos profetas, con el fin de engañar a los incrédulos, que merecen ser engañados (1 Re. 22:21-23). Por otra parte, todo aquel que rinde a Cristo el debido honor, habla por el Espíritu de Dios, como Pablo testifica (1 Cor. 12:3).
Ahora bien, esa forma de expresión, de la cual ahora hablamos, se originó primero de esta circunstancia: que los siervos de Dios profesaron tener por revelación del Espíritu, todo lo que ellos anunciaron públicamente. Esto fue cierto, verdaderamente; y de aquí que ellos recibieran el nombre del Espíritu, por cuyo medio Él hablaba. Empero los ministros de Satanás, mediante una falsa emulación, como los monos, comenzaron poco después a hacer el mismo alarde, y en la misma forma asumieron el nombre falsamente. Por esta razón dice Juan: "Probad los espíritus si son de Dios" (1 Jn. 4:1).
Además, Pablo explica lo que quiso decir, añadiendo la frase doctrinas de demonios; lo cual es como si dijera: "Escuchando a los falsos profetas, y a sus doctrinas diabólicas". Nuevamente, observemos que no es un error insignificante, o uno que deba ocultarse, cuando las conciencias quedan subyugadas por los inventos de los hombres, y al mismo tiempo se corrompe la adoración del culto divino.
2. Que con hipocresía hablarán mentiras. Si estas palabras se refieren a los "demonios", entonces este vocablo significa que los hombres engañarán a otros, instigados por el diablo. Pero también podemos emplear las palabras de "hombres que hablarán". Pablo ahora se refiere a un ejemplo particular, cuando dice que "con hipocresía hablarán mentiras", y teniendo cauterizada la conciencia. Y, ciertamente, debe saberse que ambas están íntimamente relacionadas, de suerte que la primera emana de la última; porque las conciencias que son malas y están cauterizadas con el hierro candente de sus crímenes, siempre huyen para esconderse dentro de la hipocresía como su seguro refugio; es decir, ellos inventan pretextos hipócritas, para deslumbrar los ojos de Dios; y ¿qué otra cosa hacen aquellos que se esfuerzan por apaciguar a Dios mediante la máscara de las ordenanzas externas?
La palabra hipocresía debe, pues, explicarse de acuerdo con el pasaje en que ahora aparece; porque, primero, debe relacionarse a la doctrina; y, segundo, denota esa clase de doctrina que adultera el culto espiritual de Dios cambiando su pureza genuina por ejercicios corporales; y en esta forma incluye todos los métodos inventados por los hombres para apaciguar a Dios u obtener su favor. El significado puede resumirse en esta forma: primero, que todos aquellos que asumen una pretendida santurronería son guiados por instigación del diablo; porque a Dios jamás se le adora correctamente mediante ceremonias externas; pues los verdaderos adoradores "le adoran en espíritu y en verdad" (Jn. 4:24); y, segundo, que ésta es una medicina inservible, mediante la cual los hipócritas mitigan sus dolores, o más bien un parche con el cual las malas conciencias tapan su heridas, sin ninguna ventaja, y para su mayor destrucción.
3. Prohibirán casarse. Habiendo descrito la categoría, Pablo menciona ahora dos ejemplos, ("Después de emplear el término general, es decir, las doctrinas de demonios, y mencionar después una clase, a saber, la hipocresía, él menciona dos ejemplos individuales de esa hipocresía."), a saber, la prohibición del matrimonio y de ciertas clases de comida. Ésta emana de esa hipocresía que, después de haber olvidado la verdadera santidad, busca algo más para fines de encubrimiento y disfraz; porque aquellos que no se guardan de la ambición, la codicia, el odio, la crueldad y cosas semejantes, se esfuerzan por obtener una justicia mediante la abstención de aquellas cosas que Dios ha dejado para nuestro libre uso. ¿Por qué son oprimidas las conciencias con esas leyes, sino es porque la perfección se busca en algo diferente de la Ley de Dios? Esto no lo hacen sino los hipócritas, quienes, a fin de poder violar impunemente esa justicia del corazón que la Ley demanda, se esfuerzan por encubrir su perversidad interior mediante esos ritos externos como velos con los cuales se cubren a sí mismos.
Ésta fue una amenaza de peligro diferente, de suerte que no era difícil para los hombres prevenirse contra ella, al menos si hubieran prestado atención al Espíritu Santo, cuando lo advirtió en forma tan clara. No obstante, vemos que las tinieblas de Satanás generalmente prevalecieron, de modo que la clara luz de esta asombrosa y memorable predicción no resultó de provecho. No mucho después de la muerte del Apóstol, surgieron los encratitas (que derivan su nombre de la continencia), los tacianistas ("Taciano, asirio por nacimiento, y discípulo de Justino Mártir, tuvo un gran número de seguidores, quienes, después de él, fueron llamados tacianistas; pero no obstante fueron más frecuentemente distinguidos de otras sectas por los hombres relacionados con la austeridad de sus costumbres. Porque, como ellos rechazaron con cierro horror todas las comodidades y conveniencias de la vida, y se abstuvieron del vino con tan obstinada rigidez como para emplear únicamente agua en la celebración de la Cena del Señor; y como ellos maceraban su cuerpo mediante continuos ayunos, y vivían una vida de riguroso celibato y abstinencia, fueron pues llamados encratitas (sobrios), hi-droparastatos (bebedores de agua) y apotactitas (renunciadores)." Mo-sheim, Hist. Eccl.), los cataros, Montano con su secta, y finalmente los maniqueos, quienes sentían extremada aversión hacia el matrimonio, y hacia la carne como alimento, y los condenaban como cosas profanas. Aunque ellos fueron desconocidos por la Iglesia por su arrogancia, al querer someter a otros a sus opiniones, es evidente, sin embargo, que aquellos que se les oponían cedieron a su error más de lo conveniente. No pretendían, aquellos a quienes ahora me refiero, imponer una ley sobre los cristianos; mas, con todo, añadían mayor importancia de la debida a las prácticas supersticiosas, tales como el celibato, y el abstenerse de probar la carne.
Tal es la disposición del mundo, siempre soñando que Dios debe ser adorado en una forma carnal, como si Él fuese carnal. Habiendo empeorado las cosas gradualmente, fue establecida esta tiranía: que no debe ser lícito para los sacerdotes o monjes entrar en el estado matrimonial, y que nadie debe atreverse a probar la carne en ciertos días. No injustamente, por tanto, sostenemos ahora que esta predicción fue hecha contra los papistas, puesto que el celibato y la abstención de ciertas clases de comida son ordenadas por ellos en forma más estricta que cualquier mandamiento de Dios. Ellos creen que se escapan mediante un ingenioso ardid, cuando destrozan las palabras de Pablo para dirigirlas contra los tacianistas o los maniqueos, u otros semejantes; como si los tacianistas no tuvieran la misma puerta abierta para escapar arrojando la crítica de Pablo contra los catafrinenses, y contra Montano, el autor de esa secta; o como si los catafrinenses no pudiesen señalar a los encra-titas, en su lugar, como los culpables. Empero Pablo no habla aquí de personas, sino de la cosa en sí; y, por consiguiente, aunque se presenten cien sectas diferentes, las cuales sean acusadas de la misma hipocresía de prohibir algunas clases de comida, todas ellas incurrirán en la misma condenación.
De aquí se concluye que no es propio que los papistas señalen a los antiguos herejes, como si ellos solos debieran ser criticados; siempre debemos ver si acaso ellos no son culpables en la misma forma. Ellos objetan que no se parecen a los encratitas ni a los maniqueos, porque no prohiben absolutamente el uso del matrimonio y de la carne, sino que únicamente en ciertos días hacen obligatoria la abstinencia de carne, y hacen obligatorio el celibato sólo al tratarse de los monjes, sacerdotes y monjas. Mas también esta excusa es frívola en exceso; porque primeramente, a pesar de todo, ellos hacen que la santidad consista en estas cosas; en seguida, establecen un falso y espurio culto a Dios; y finalmente, atan las conciencias mediante una necesidad de la cual debieron haberse libertado.
En el quinto libro de Eusebio,  ("La herejía de los frigenses, como se le llama, y que todavía prevalece en Frigia, a la cual Apolonio acometió la tarea de refutar en una obra particular que escribió; por una parte, corriendo sus falsas predicaciones en referencia a lo que ellos decían, y por otra, describiendo la vida que vivían sus fundadores. Escuchémoslo en sus propias palabras respecto a Montano: «Quién», dice él, «es este nuevo maestro? Sus obras y sus doctrinas lo manifiestan suficientemente. Él fue quien enseñó las disoluciones del matrimonio; él fue quien impuso las leyes del ayuno; él fue quien hizo de esas ciudades llamadas Pepuza y Timium, pequeños lugares en Frigia, una Jerusalén, a fin de juntar allí hombres de todos los puntos cardinales; él fue quien estableció exactores de dinero y, bajo el título de ofrendas, inventó el ardid de procurar regalos; él fue quien suministró salarios para aquellos que predicaban su doctrina, para que creciera y se fortaleciera mediante la glotonería y los excesos». Hasta aquí lo relacionado con Montano." Eusebio, Hist. Eccl., lib. V., cap. xvm.), hay un fragmento tomado de los escritos de Apolonio, en el cual, entre otras cosas, reprocha a Montano por ser el primero que disolvió el matrimonio, y estableció las leyes del ayuno. Él no afirma que Montano prohibiese absolutamente el matrimonio o ciertas clases de comida. Basta con que haya impuesto una obligación religiosa sobre las conciencias, y que ordenase a los hombres la adoración a Dios mediante la observancia de estas cosas; porque la prohibición de las cosas que son pasajeras, ya sea general o especial, es siempre una tiranía diabólica. Que esto es verdad respecto a ciertas clases de comida, aparecerá en forma más clara en la siguiente cláusula.
Que Dios creó. Es conveniente observar la razón por la que, en el uso de las diferentes clases de comida, debemos estar satisfechos con la libertad que Dios nos ha concedido; porque Él las creó para este fin. Ello proporciona un gozo indecible a todos los piadosos, cuando saben que todas las clases de alimentos que comen son puestos en sus manos por el Señor, de suerte que el uso de ellos es puro y lícito. ¡Qué insolencia, pues, es la de los hombres al quitar lo que Dios concede! ¿Acaso crearon ellos el alimento? ¿Pueden invalidar la creación de Dios? Recordemos siempre que Aquel que creó el alimento, nos concedió su uso libre, y es en vano que los hombres traten de quitárnoslo.
Para que con acción de gracias participasen. Dios creó el alimento para tomarlo; es decir, para que podamos disfrutarlo. Este fin jamás podrá ser anulado por los hombres. Pablo añade: con acción de gracias; porque jamás podremos dar a Dios recompensa alguna por Su bondad sino un testimonio de gratitud. Y así, expone para mayor aborrecimiento a esos perversos legisladores que, mediante nuevas y apresuradas leyes, obstaculizan el sacrificio de alabanza que Dios especialmente desea que le ofrezcamos. Ahora bien, no puede haber acción de gracias sin sobriedad y templanza; porque la bondad de Dios no puede ser reconocida verdaderamente por quien perversamente abusa de ella.
Los creyentes. ¿Qué entonces? ¿No hace Dios que su sol salga diariamente sobre buenos y malos? (Mt. 5:45). ¿No produce la tierra, por orden Suya, pan para los malvados? ¿Acaso los peores hombres no son alimentados por Su bendición? Cuando David dice: "Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra" (Sal. 104:14), la bondad que describe es universal. Yo respondo que Pablo se refiere aquí al uso lícito, del cual estamos asegurados delante de Dios. Los hombres perversos no son en ninguna forma participantes de él, a causa de su impura conciencia, como se dice: "corrompen todas las cosas" (Tit. 1:15). Y¡ ciertamente, hablando con propiedad, Dios ha designado sólo para sus hijos todo el mundo y todo lo que está en él. Por esta razón, ellos son llamados también herederos del mundo; porque al principio Adán fue designado para ser señor de todo, bajo la condición de que continuara en obediencia a Dios. Por consiguiente, su rebelión contra Dios le despojó de ese derecho que se le había otorgado, no sólo para sí mismo sino para su posteridad. Y puesto que todas las cosas están sujetas a Cristo, nosotros somos restaurados completamente por su mediación, y eso por medio de la fe; y, por tanto, todo lo que los incrédulos disfrutan puede ser considerado como propiedad de los demás, la cual ellos roban y birlan.
Y los que han conocido la verdad. En esta cláusula define quiénes son aquellos a quien él llama "creyentes", es decir, aquellos que tienen el conocimiento de la sana doctrina; pues no existe fe sino por la Palabra de Dios; para que no pensemos falsamente, como los papistas se imaginan, que la fe es una opinión confusa.
4. Porque todo lo que Dios creó es bueno El uso del alimento debe ser juzgado, en parte por su sustancia, y en parte por la persona que come de él. El Apóstol, pues, se aprovecha de los dos argumentos. Por lo que se refiere al alimento, él afirma que es puro, porque Dios lo ha creado, y porque su uso nos es consagrado por la fe y la oración. La bondad de las criaturas, que él menciona, se relaciona con los hombres, y eso no con relación al cuerpo o a la salud, sino a la conciencia. Hago esta aclaración: que nadie puede entrar en especulaciones curiosas no relacionadas con el ámbito del pasaje; porque, en una sola palabra, Pablo enseña que aquellas cosas que vienen de la mano de Dios, y están destinadas para nuestro uso, no son impuras o corruptas delante de Dios, sino limpias, para que las comamos libremente con relación a la conciencia.
Si se objetare que muchos animales antiguamente fueron declarados inmundos bajo la Ley, y que el fruto que fue producido por el árbol del bien y del mal fue destructivo para el hombre, la respuesta es que las criaturas no son llamadas puras meramente por ser las obras de Dios, sino porque, por Su bondad, nos han sido dadas; porque siempre debemos estar pendientes del decreto de Dios, tanto en lo que ordena como en lo que prohíbe.
5. Porque por la palabra de Dios y por la oración es santificado. Ésta es la confirmación de la cláusula precedente, si se participa de él con acción de gracias. Y es un argumento derivado del contraste; porque "santo" y "profano" son cosas contrarias la una de la otra. Veamos ahora cuál es la santificación de todas las cosas buenas, que pertenecen al mantenimiento de la vida presente. Pablo testifica que esto consiste "en la Palabra de Dios y la oración". Empero ha de observarse que esta Palabra debe recibirse por fe, para que pueda ser provechosa; porque, aunque Dios mismo santifica todas las cosas por el Espíritu de su boca, sin embargo, no obtenemos ese provecho sino por la fe. A esto se añade la "oración"; porque, por una parte, pedimos a Dios nuestro pan cotidiano, de acuerdo con el mandamiento de Cristo (Mt. 6:11); y, por otra, ofrecemos acciones de gracia a Él por Su bondad.
Ahora bien, la doctrina de Pablo se apoya en este principio: que no hay cosa buena, cuya posesión sea lícita, a menos que la conciencia testifique que es legalmente nuestra posesión. ¿Y quién de nosotros se atrevería a reclamar para sí un simple grano de trigo, si no fuese enseñado por la Palabra de Dios que él es el heredero del mundo? Ciertamente, el sentido común declara que la riqueza del mundo está destinada naturalmente para nuestro uso; empero, puesto que el dominio del mundo nos fue quitado en Adán, todo lo que tocamos de las dádivas de Dios es contaminado por nuestra corrupción; y, por otra parte, es impuro para nosotros, hasta que Dios por su gracia viene en nuestra ayuda y, al adoptarnos en su Hijo, nos constituye de nuevo en señores del mundo, para que podamos disfrutar legalmente de toda la riqueza que Él nos proporciona.
Justamente, pues, Pablo relaciona el disfrute lícito con "la Palabra" por la cual únicamente ganamos de nuevo lo que se perdió en Adán; porque debemos reconocer a Dios como nuestro Padre, para que podamos ser sus herederos, y a Cristo como nuestra cabeza, para que aquellas cosas que son de Él puedan ser nuestras. De aquí debe inferirse que el uso de todas las dádivas de Dios es impuro, a menos que vaya acompañado por el verdadero conocimiento y la invocación del nombre de Dios; y que es una manera bestial de comer cuando nos sentamos a la mesa sin orar, o cuando hemos comido a nuestra satisfacción y nos apartamos de la mesa en absoluto olvido de Dios.
Y si tal santificación es demandada en cuanto al alimento ordinario, el cual, juntamente con el vientre, está sujeto a la corrupción, ¿qué debemos pensar acerca de los sacramentos espirituales? Si "la Palabra" y la invocación a Dios por la fe no estuviese allí ¿qué quedará que no sea profano? Aquí debemos distinguir entre la bendición de la mesa sacramental y la bendición de la mesa común; porque, en cuanto al alimento que tomamos para la nutrición de nuestro cuerpo, lo bendecimos para que podamos recibirlo de manera pura y lícita; pero consagramos en una forma más solemne el pan y el vino en la Cena del Señor, para que sean nuestras prendas del cuerpo y de la sangre de Cristo.

6. Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido.
7. Desecha las fábulas profanas y de viejas. Ejercítate para la piedad;
8. porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.
9.   Palabra fiel es ésta, y digna de ser recibida por todos.
10. Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen.

6. Si enseñas estas cosas a los hermanos. Mediante esta expresión Pablo exhorta a Timoteo a enseñar y a repetir estas cosas frecuentemente, y después lo repite por segunda y tercera vez; porque son cosas de tal naturaleza que conviene enseñar con insistencia y traerlas a la memoria frecuentemente. Y debemos establecer el contraste que está implícito; porque la doctrina que recomienda es contrapuesta aquí por él, no a doctrinas falsas o perversas, sino a frivolidades inútiles que no edifican. Pablo desea que esas frivolidades sean sepultadas completamente en el olvido, cuando manda a Timoteo ser diligente al enseñar otras cosas.
Serás buen ministro. Los hombres frecuentemente aspiran a otras cosas antes que a ser aprobados por Cristo; y, en consecuencia, muchos están deseosos de ser aplaudidos por el genio, la elocuencia y el profundo conocimiento. Y ésa es la verdadera razón por la que prestan menos atención a las cosas necesarias, que no tienden a ganar la admiración del pueblo común. Mas Pablo ordena a Timoteo que se satisfaga únicamente con ser un fiel ministro de Jesucristo. Y ciertamente nosotros debemos considerar esto como un título mucho más honorable que el ser mil veces llamados seráficos y sutiles doctores. Recordemos, pues, que como el más encumbrado honor de un ministro piadoso es el ser reconocido por buen siervo de Jesucristo, así no debe aspirar a ninguna otra cosa durante todo su ministerio; porque cualquiera que se proponga otra cosa, podrá obtener el aplauso de los hombres, pero no podrá agradar a Dios. Por consiguiente, a fin de no perder tan grande bendición, aprendamos a no buscar otra cosa, y a no considerar nada tan valioso, y a tratar todo como inservible en comparación con este simple objeto.
Nutrido. El vocablo griego entrefamenos, que es un participio en la voz media, también pudiera traducirse con sentido de significación activa: nutriendo; pero como no hay sustantivo regido por el verbo, creo que ésta sería una construcción más bien forzada; y, por tanto, prefiero tomarla en el sentido pasivo, como confirmando la exhortación precedente por la educación de Timoteo. Como si dijera: "Como tú, desde la infancia, has sido enseñado convenientemente en la fe, y por decirlo así, te has amamantado con la leche de la sana doctrina, y has hecho un continuo progreso en ella hasta aquí, esfuérzate mediante el fiel servicio, a probar que tú eres tal cosa". Este significado concuerda también con la composición de la palabra entrecómenos.
Con las palabras de la fe y de la buena doctrina. Aquí la fe se toma por la suma de la doctrina cristiana; y lo que agrega inmediatamente, acerca de la buena doctrina, es con el fin de dar una explicación; ("Esto es con el fin de explicar más clara y plenamente el vocablo precedente".), porque quiere decir que todas las demás doctrinas, no importa lo plausible que puedan ser, no son provechosas.
Que has seguido. Esta cláusula denota perseverancia; pues muchos que desde su niñez habían conocido sencillamente a Cristo, después degeneraban en el transcurso del tiempo; y el Apóstol dice que Timoteo era muy diferente de esas personas.
7. Ejercítate para la piedad. ("Quien desee emplearse fielmente en el servicio de Dios, no sólo debe evitar, como dice Pablo, las mentiras y supersticiones que tienden a envenenar las almas; sino que debe evitar las fábulas profanas, es decir, sutilidades que no pueden edificar, y que no contienen instrucción que sea buena para la salvación de las almas. He aquí una pasaje que bien merece ser considerado; porque vemos que fue una parte de las corrupciones que entraron en el mundo, y que aún, hoy día, prevalecen en e] papado. Ciertamente, habrá doctrinas absurdas en el más alto grado, y los errores más disparatados y degradantes. Sabemos que la idolatría es tan burda y descarada entre ellos como siempre lo ha sido entre los paganos, que todo el culto divino ha sido corrompido y, en suma, que no hay nada que no sea espurio. Tales errores deben causarnos pavor; pero hay un mal que está todavía más escondido, y que es desconocido al pueblo común. Porque aunque la doctrina de los papistas no fuese falsa y perversa como realmente lo es; con todo, es «profana» como Pablo la llama aquí. ¿Y por qué? Ellos tienen asuntos que discuten y en los cuales no existe ningún provecho. Si hubiese alguno que entendiera todos los asuntos que se discuten en las escuelas de teología del papado, de nada serviría de cualquier modo. Con todo, ellos se entregan a los mayores esfuerzos al tratarse de estos asuntos, y jamás pueden tener éxitos; porque plantean problemas que no pueden ser resueltos por la adivinación; y aunque un hombre deseara escudriñar los secretos de Dios, de los cuales nada se dice en la Sagrada Escritura, ¿no se lanzaría acaso a un abismo? Ahora bien, los papistas han tenido ese orgullo y esa audacia por querer averiguar esos asuntos que no nos incumben. Y fue así como Dios escondió Su verdad cuando el mundo la corrompió en esa forma." Fr. Ser.)
Después de haberlo instruido en cuanto a la doctrina, le indica ahora también qué clase de ejemplo debe dar o los demás. Le dice que debe dedicarse a la "piedad"; porque, cuando agrega ejercítate, enseña que ésta es su ocupación idónea, su trabajo y su afán principal. Como si dijera: "No hay razón por la que debas afanarte sin objeto acerca de estos asuntos; harás aquello que es de la más elevada importancia, si te dedicas con todo tu celo y con toda tu habilidad, al ejercicio de la piedad únicamente". Por la palabra piedad, Pablo denota el culto espiritual a Dios, que consiste en la pureza de conciencia; que aún es más evidente por lo que sigue, cuando es puesta en contraste con el ejercicio corporal.
8. Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso. Por "ejercicio corporal" Pablo no entiende aquel que se hace en la cacería, o en las competiciones atléticas, o en la lucha libre, o al cavar, o en las ocupaciones mecánicas; sino que da ese nombre a todos los actos externos que se ejecutan por causa de la religión, tales como las vigilias, los prolongados ayunos, el postrarse en tierra, y cosas semejantes. Sin embargo, él no critica aquí la observancia supersticiosa de esas cosas; de otro modo las condenaría totalmente, como lo hace en la Epístola a los Colosenses (2:21); mas por ahora sólo habla con desprecio de ellas, y dice que son de poco provecho. Así pues, aunque el corazón fuese recto, y el objeto conveniente, no obstante, en los actos meramente externos, Pablo no encuentra nada que pueda considerar de alto valor.
Ésta es una advertencia muy necesaria; porque el mundo siempre se inclinará a querer adorar a Dios mediante actos meramente externos; lo cual es en exceso peligroso. Empero para no decir nada acerca de la perversa opinión de los méritos, nuestra naturaleza siempre nos dispone fuertemente a atribuir más de lo que debemos a la austeridad de vida; como si no fuese una porción ordinaria de la santidad cristiana. Una perspectiva más clara de esto no puede aducirse, sino el hecho de que, inmediatamente después de la publicación de este mandamiento, el mundo entero se llenó de inmoderada admiración por la forma vacía de los ejercicios corporales. De aquí surgieron las órdenes de monjes y monjas y casi toda la más excelente disciplina de la antigua Iglesia, o, al menos, esa parte de ella que fue más altamente estimada por el pueblo común. Si los antiguos monjes no hubieran soñado que había una indescriptible perfección divina o angélica en su forma austera de vivir, jamás la hubieran seguido con tanto ardor. De igual manera, si los pastores no hubiesen añadido un indebido valor a las ceremonias que entonces eran observadas para mortificación de la carne, jamás hubiesen sido tan rígidos en imponerlas. ¿Y qué nos dice Pablo en cambio? Que, cuando uno se haya fatigado y agotado mucho en esos ejercicios, el provecho será poco e insignificante; porque no son otra cosa que los rudimentos de una disciplina pueril.
Pero la piedad para todo aprovecha. Es decir, "el que tiene piedad no necesita nada, aunque no tenga esos pequeños auxilios; porque únicamente la piedad es capaz de conducir al hombre a una completa perfección". Es el principio, es el intermedio y el fin de la vida cristiana; y, por lo tanto, cuando eso es íntegro, nada es imperfecto. Cristo no llevó una forma de vida tan austera como Juan el Bautista; ¿fue por esto inferior a él? Que la suma del significado sea esta: Debemos entregarnos del todo a la piedad solamente; porque, una vez que la hayamos alcanzado, Dios no exige otra cosa de nosotros; y debemos dedicar atención a los ejercicios corporales en forma tal que no obstruyamos o retardemos la práctica de la piedad.
Pues tiene promesa. Es una consolación muy grande que Dios no desea el que los piadosos carezcan de nada; porque, habiendo decretado que nuestra perfección consista en la piedad, Él ahora la convierte en perfección de toda felicidad. Como ella es el principio de la felicidad en esta vida, así Él de igual manera extiende a ella la promesa de la gracia divina, la cual únicamente nos puede hacer felices, y sin la cual somos muy miserables; porque Dios testifica que aun en esta vida será nuestro Padre.
Mas sepamos distinguir entre las cosas buenas de la vida presente y las de la vida futura; porque Dios nos otorga benevolencia en este mundo, a fin de proporcionarnos únicamente un paladeo de su bondad, y para que mediante tal prueba pueda atraernos al deseo de los beneficios celestiales, para que en ellos encontremos satisfacción. La consecuencia es, que las buenas cosas de la vida presente no sólo están mezcladas con muchísimas aflicciones, sino que, casi pudiéramos decir, dominan en ellas; porque no nos conviene tener abundancia en este mundo, no sea que le demos rienda suelta al lujo. De nuevo, para que ninguno encuentre en este pasaje los méritos de las obras, debemos tener presente lo que ya hemos dicho: que la piedad incluye no sólo una buena conciencia para con los hombres, y el temor de Dios, sino también la fe y el acudir a Él.
9. Palabra fiel es ésta. Pablo afirma ahora, al concluir el argumento, lo que dos veces había declarado al principio; y parece que lo hace expresamente, porque inmediatamente añade la objeción contraria. Sin embargo, no es sin una buena razón que emplee una aseveración tan fuerte; porque es una paradoja que se contrapone intensamente a las sentimientos de la carne, el que Dios suministre a su pueblo, en este mundo, todo lo necesario para una vida feliz y placentera; puesto que frecuentemente estamos destituidos de todas las cosas buenas, y por esa razón, parecemos como olvidados de Dios. Por consiguiente, no satisfecho con la simple doctrina, él hace frente a todas las tentaciones opuestas con este escudo, y en esta forma instruye a los creyentes a que abran la puerta a la gracia de Dios, cerrada por nuestra incredulidad; porque, indudablemente, si estuviésemos dispuestos a recibir los beneficios de Dios, ("Si los beneficios de Dios encuentran cabida en nosotros, y si estamos dispuestos a recibirlos".), el emplearía mayor liberalidad para nosotros.
10. Que por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios. Ésta es una anticipación por la cual Pablo resuelve esa pregunta: "¿No son los creyentes los más miserables de todos los hombres, porque son oprimidos con toda clase de tribulaciones?" A fin de demostrar, pues, que su condición no debe ser juzgada por la apariencia exterior, él los distingue de otros, primero por la causa, y luego por el resultado. De aquí se sigue, que ellos no pierden nada de las promesas que Pablo ha mencionado, cuando son probados mediante la adversidad. La suma es, que los creyentes no son miserables en las aflicciones, porque una buena conciencia los sostiene, y un fin bienaventurado y gozoso les espera.
Ahora bien, puesto que la felicidad de la vida presente consiste principalmente en dos partes, honor y conveniencias, él las contrasta con dos males, trabajos y oprobios, denotando, con las palabras anteriores, incomodidades y molestias de todas clases, tales como la pobreza, el frío, la desnudez, el hambre, el destierro, el despojo, encarcelamientos, azotes, y otras persecuciones.
Porque esperamos en el Dios viviente. Esta consolación se refiere a la causa; porque estamos tan lejos de ser miserables, cuando sufrimos por causa de la justicia, que más bien es un buen motivo para dar gracias. Además, nuestras aflicciones son acompañadas por la esperanza en el Dios viviente, y, lo que es más, la esperanza puede ser considerada como el fundamento; pero jamás avergüenza (Rom. 5:5), y por consiguiente, todo lo que le acontezca a los piadosos puede ser considerado como ganancia.
Que es el Salvador.  Ésta es la segunda consolación, ("La palabra Salvador no se toma aquí en lo que llamamos su significado propio y estricto respecto a la salvación eterna que Dios promete a sus elegidos, sino que debe entenderse por uno que libra y protege. Así vemos que aun los incrédulos son protegidos por Dios, como se dice que «Él hace que su sol salga sobre malos y buenos» (Mateo 5:45); y vemos que todos son alimentados por Su benevolencia, que todos son librados de muchos peligros. En este sentido se le llama «El Salvador de todos los hombres», no en relación con la salvación espiritual de sus almas, sino porque Él mantiene a todas Sus criaturas. En esta forma, pues, nuestro Señor es el Salvador de todos los hombres; es decir, su bondad se extiende a los más perversos, que están alejados de Él, y que no merecen tener trato alguno con Él;, que debieron haber sido suprimidos del número de las criaturas de Dios y destruidos; y sin embargo, vemos cómo Dios hasta ahora extiende Su gracia hacia ellos; porque la vida que Él les da es un testimonio de Su bondad. Entonces, puesto que Dios muestra tales favores para con aquellos que son extraños a Él, ¿cuánto más los mostrará para con nosotros que somos miembros de su familia? No es que seamos mejores o más excelentes que aquellos a quienes vemos rechazados por Él, porque todo procede de su misericordia y de su libre gracia, y de que Él se haya reconciliado con nosotros por medio de nuestro Señor Jesucristo, puesto que Él nos ha llamado al conocimiento del Evangelio, y luego nos confirma y sella su liberalidad para con nosotros, de suerte que debemos estar convencidos de que Él nos reconoce como sus hijos. Mas, como vemos que también alimenta a los que están alejados de Él, vayamos y escondámonos bajo sus alas; porque, habiéndonos tomado bajo su protección, Él ha declarado que será un Padre para nosotros." Fr. Ser.), aunque depende de la primera; porque la liberación de que Pablo habla puede ser considerada como el futuro de la esperanza. Para hacer esto más claro, debe entenderse que éste es un argumento llevado de lo menos a lo más; porque la palabra soter ("La palabra griega que nosotros traducimos Salvador".), es aquí un término general y denota a uno que defiende y preserva. Pablo enseña que la bondad de Dios se extiende a todos los hombres. Y si no hay uno que no experimente la bondad de Dios para con él, y que no sea participante de ella, ¿cuánto más será experimentada por los piadosos, que esperan en Él? ¿No cuidará de ellos en forma peculiar? ¿No derramará más liberalmente Su bondad sobre ellos? En suma, ¿no los guardará Él seguros hasta el fin en todos los aspectos?
11. Esto  manda y  enseña.
12. Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.

13.    Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza.
14.   No  descuides el don  que hay en ti,  que te fue  dado  mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.
15.   Practica  estas  cosas.  Ocúpate en  ellas,  para  que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.
16.   Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.

11. Esto manda y enseña. Pabló enseña que la doctrina es de tal naturaleza, que los hombres no deben cansarse de ella, aunque la oigan todos los días. Hay, sin duda, otras cosas que deben enseñarse; pero él pone énfasis en el demostrativo esto; porque con ello nos quiere decir que no son cosas insignificantes, en las cuales hay que fijarse sólo de pasada y brevemente; sino que, por el contrario, merecen ser repetidas cada día, porque jamás podrán inculcarse en demasía. Por lo tanto, un pastor prudente debe considerar cuáles cosas son necesarias principalmente, para que les preste atención. Tampoco hay razón para temer que ello se haga tedioso; porque cualquiera que sea de Dios escuchará gustosa y asiduamente aquellas cosas que necesitan repetirse con frecuencia.
12. Ninguno tenga en poco tu juventud. Pablo dice esto tanto en relación a otros, como a Timoteo. En cuanto a otros, él no desea que la edad de Timoteo le impida esa reverencia que merece, a condición de que, en otros respectos, se comporte como es pronto de un ministro de Jesucristo. Y, al propio tiempo, instruye a Timoteo a suplir por la seriedad de su conducta lo que le falta en edad. Como si dijera: "Ten cuidado de que, mediante la seriedad de tu comportamiento, te procures tan grande reverencia que tu edad juvenil, que, en otros respectos, lo expone a uno al menosprecio, no te reste nada de tu autoridad". De aquí aprendemos que Timoteo era todavía joven, aunque ocupaba un puesto de distinguida excelencia entre muchos pastores; y que es un penoso error calcular, por el número de años, cuánto se le debe a una persona.
Sino sé ejemplo de los creyentes.1 En seguida le informa de cuáles son los verdaderos ornamentos: no las marcas externas, como el báculo del obispo, el anillo, la capa, y bagatelas semejantes, o matracas de niños; sino integridad en la doctrina y santidad de vida. Cuando dice: en palabra y conducta, el significado es lo mismo que si dijera: "por palabras y acciones", y, por consiguiente, por la vida entera.
Las cosas que siguen forman parte de una conducta piadosa: amor, espíritu, fe, pureza. Por la palabra espíritu, yo entiendo ardiente celo por Dios, si es que no se piensa en interpretarlo en forma más general, a lo cual yo no pongo objeción. La pureza no se contrasta sencillamente con la suciedad, sino que denota limpieza integral de la vida. De aquí aprendemos que aquellos que actúan de manera tonta y absurda, que se quejan de que no se les tributa honor, mientras que nada tienen en sí que sea digno de aplauso, se exponen ellos mismos, por el contrario, al menosprecio, tanto por su ignorancia, como por su detestable ejemplo de vida, o por la ligereza de vida u otras abominaciones. La única forma de alcanzar el respeto es por las virtudes excelentes, para protegernos contra el menosprecio.
13. Ocúpate en la lectura. Pablo conocía la aplicación ("Ten mucho cuidado en vivir una vida santa y sin mácula. Que tu preocupación sea dar un buen ejemplo a aquellos a quienes vayas a enseñar, un ejemplo de sobriedad, templanza, justicia, y un debido control de la lengua. Que no se diga que tú predicas lo que no practicas; porque puedes estar seguro de que los pecadores perversos que no oigan un buen consejo se esforzarán por aferrarse ellos mismos al pecado mediante un mal ejemplo. Los ejemplos algunas veces hacen bien, particularmente cuando los preceptos tienen poca fuerza. El instructor sabio y feliz es aquel que puede decir con sinceridad, hasta cierto grado, como el Apóstol, cuando se dirige en forma solemne a sus oyentes: «Haz aquellas cosas que de mí has aprendido, recibido y oído». Una religión así de sincera es la que debe practicar todo aquel que dispensa el pan de vida." Abraham Taylor.), de Timoteo, y sin embargo le recomienda ser diligente en la lectura de las Santas Escrituras. ¿Cómo podrán los pastores enseñar a otros si ellos mismos no están deseosos de aprender? Y si a un hombre tan importante se le aconseja estudiar a fin de que progrese día tras día, ¿cuánto más necesitamos nosotros de ese consejo? ¡Ay de aquellos perezosos que no escudriñan los oráculos del Espíritu Santo día y noche, (Nuestro autor pudo haber tenido ante sus ojos el consejo del poeta: "Vos exemplaria Graeca Nocturna  vérsate  manu,  vérsate  diurna." "Examina los ejemplos de los griegos de día y de noche." Siempre  ha  sido  un  rasgo prominente  en  el  carácter  de  un buen hombre, que "su delicia sea en la ley del Señor, y que en su ley medite de día y de noche" (Sal 1:2). ¡Cuánto más nosotros debemos esperar razonablemente que el siervo de Cristo, que habla a la gente en nombre de su Maestro, y que su deber es "enseñarles lo que está escrito en la Escritura de verdad" (Dan. 10:21), lea devota y asiduamente los oráculos de Dios!  (N.  del E.), a fin de aprender de ellos la forma de desempeñar su oficio!
Entretanto que voy. Esta referencia al tiempo añade importancia adicional a la exhortación; porque, aunque Pablo esperaba ir pronto, con todo, no deseaba que entretanto Timoteo permaneciera ocioso aun por breve tiempo; ¡cuánto más debemos mirar nosotros hacia adelante solícitamente a toda nuestra vida!
La exhortación y la enseñanza. Para que no pensara que una lectura descuidada era suficiente, Pablo, al propio tiempo, demuestra que debe ser explicada con miras utilitarias, cuando le manda poner diligente atención en "la enseñanza y la exhortación"; porque, indudablemente, la Escritura Sagrada es la fuente de toda sabiduría, de la cual los pastores deben sacar todo lo que ponen delante de su rebaño.
14. No descuides el don que hay en ti. El Apóstol exhorta a Timoteo a emplear, para la edificación de la Iglesia, la gracia con la cual había sido dotado. Dios no desea que los talentos —que Él ha otorgado a cualquier persona— se pierdan, o sean escondidos debajo de la tierra sin provecho (Mt. 25:18,25).
Descuidar un don es guardarlo descuidadamente e inactivo por la pereza, de modo que, habiéndose enmohecido, se desgasta sin producir ningún resultado. Consideremos, pues, cada uno de nosotros, qué clase de don poseemos, para utilizarlo diligentemente.
Afirma que la gracia le fue otorgada por la profecía. ¿Cómo fue esto? Fue porque, como ya hemos dicho, el Espíritu Santo señaló a Timoteo por revelación, para Que fuese admitido dentro del rango de los pastores; porque no sólo había sido escogido por la decisión de los hombres, en forma ordinaria, sino que previamente había sido nombrado por el Espíritu Santo.
Con la imposición de las manos del prebisterio. Pablo dice que el don fue conferido "con la imposición de manos". Como de esta ceremonia, y de su origen y significado, ya he dado previamente una breve explicación, el resto podrá aprenderse de la Institución de la Religión Cristiana (IV, iv).
Los que piensan que el presbiterio se emplea aquí como un nombre colectivo, para "el colegio de presbíteros o ancianos", creo yo que están acertados en su opinión; aunque, después de considerar todo el asunto, reconozco que un significado diferente no es inaplicable, es decir: el presbiterio o presbiterado es el nombre de un oficio. Pablo coloca la ceremonia para el mismo acto de la ordenación; y, por consiguiente, el significado es que Timoteo —habiendo sido llamado al ministerio por la voz de los profetas, y después solemnemente ordenado— fue, al propio tiempo, investido de la gracia del Espíritu Santo para el desempeño de su oficio. De aquí inferimos que ésta no fue una ceremonia inútil, porque Dios, por su Espíritu, efectuó esa consagración, la cual los hombres expresaban simbólicamente "mediante la imposición de manos".
15. Practica estas cosas.    Cuanto más  grande sea  la dificultad en desempeñar fielmente el misterio de la Iglesia, más seriamente debe dedicarse el pastor a ello, y con todas sus fuerzas; y eso no sólo por un breve tiempo, sino con perseverancia inagotable. ("Sino  perseverando  hasta  el  fin.")
Pablo, pues, recuerda a Timoteo que este trabajo no deja lugar para la indolencia, o para descuidar sus labores, sino que demanda la mayor laboriosidad y constante aplicación.
Para que tu aprovechamiento sea manifiesto. Añadiendo estas palabras le enseña que debe laborar a este fin, para que por su instrumentalidad la edificación de la Iglesia pueda avanzar más y más, y que los resultados correspondientes puedan ser visibles; porque no es el trabajo de un solo día, y, por consiguiente, debe esforzarse por progresar cada día. Algunos refieren esto a Timoteo, para que aventaje más y más; pero yo prefiero interpretarlo como refiriéndose al efecto de su ministerio.
Los vocablos griegos en pasin, pueden traducirse indistintamente a todos los hombres, o en todas las cosas. En esta forma incluye un doble significado; ya sea, "para que todos vean el progreso resultante de sus labores", o "que en todos los respectos, o en toda forma posible (lo cual es lo mismo), puedan ser visibles". Yo prefiero lo último.
16. Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina. Hay dos cosas de las cuales un buen pastor debe tener cuidado: ser diligente para enseñar, y guardarse puro a sí mismo. ("Y  guardarse  puro  de  todos  los  vicios.")
No es bastante si él amolda su vida a todo lo que es bueno y recomendable, y se abstiene de dar un mal ejemplo, si de igual manera no añade a una vida santa la continua diligencia en la enseñanza; y por otra parte, la doctrina será de poco valor, si no existe la correspondiente bondad y santidad de vida. Con buena razón, pues, Pablo apremia a Timoteo a "tener cuidado", tanto de sí mismo como de la doctrina, para el provecho general de la Iglesia. Por otra parte, recomienda constancia, para que no se enfade; porque hay muchas cosas que pasan con frecuencia, que pueden desviarnos de lo recto si no asentamos nuestro pie para resistir firmemente.
Pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren. No es por demás que estimulemos a nuestros pastores a que sean solícitos, porque ellos saben que su propia salvación, y también la de los otros, depende de la dedicación y perseverancia con que ellos se dediquen a su oficio. Y como a la doctrina que edifica sólidamente se le presta poca atención, Pablo dice que debe considerarse lo que es provechoso. O como si dijera: "Que los hombres deseosos de gloria se alimenten de sus propias ambiciones, y que ellos mismos se alaben su ingeniosidad; pero a ti, en cambio, que te sea suficiente el dedicarte a tu propia salvación y a la de los demás."
Ahora bien, esta exhortación se aplica a toda la Iglesia en general, para que no se escandalice de la sencillez que al mismo tiempo vivifica las almas y las preserva sanas. Ni tampoco debe extrañarse de que Pablo atribuya a Timoteo la obra de salvar la Iglesia; porque, ciertamente, todo lo que se gana para Dios es salvado, y es por la predicación del Evangelio que somos unidos a Cristo. Y así como también la infidelidad o el descuido del pastor es desastroso para la Iglesia, así la causa de la salvación es justamente atribuida a su fidelidad y diligencia. Es cierto que sólo Dios es quien salva; y ni siquiera un ápice de Su gloria puede legalmente atribuirse al hombre. Pues Dios no comparte ninguna porción de Su gloria cuando Él se vale de la instrumentalidad de los hombres para otorgar la salvación.
Nuestra salvación, por lo tanto, es exclusivamente una dádiva de Dios, porque sólo de Él procede, y por Su solo poder es realizada; y por consiguiente, a Él solo, como el Autor, debe atribuirse. Mas no por eso deberá excluirse e! ministerio de los hombres, ni todo esto interfiere en ninguna forma con la saludable tendencia de ese gobierno sobre el cual, como Pablo demuestra, se basa la prosperidad de la Iglesia (Ef. 4:11). Además, ésta es completamente la obra de Dios, porque es Él quien forma los buenos pastores, y los guía por su Espíritu, y bendice sus labores, para que no sean infructuosas.
Si en esta forma un buen pastor constituye la salvación de sus oyentes, que los hombres malos y negligentes sepan que su destrucción debe atribuirse a aquellos que tienen cargo de ellos; porque, así como la salvación del rebaño es la corona del pastor, así también de los pastores descuidados se requerirá todo lo que se pierda. Otra vez se dice que un pastor se salva a sí mismo cuando, desempeñando fielmente el oficio que se íe ha encomendado, obedece a su llamamiento; no sólo porque evita esa terrible venganza que el Señor anuncia por medio de Ezequiel: "Su sangre yo la demandaré de tu mano" (Ez. 33:8), sino porque es usual hablar de los creyentes corno obrando su salvación cuando caminan y perseveran en dicha salvación. De esta forma de expresión ya hemos hablado en nuestra exposición de la Epístola a los Filipenses (2:12).

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