Autobiografía de Juan  Bunyan


GRACIA ABUNDANTE

Gracia en abundancia
para el mayor
de los pecadores

RELATO QUE CONTINÚA LA VIDA DE BUNYAN

Empezando donde él lo dejó, y concluyendo con el momento de su muerte y su entierro.
Querido lector:
El autor de este libro, sufrido y diligente, te ha relatado ya fielmente su vida en los días de su juventud y edad adulta en su peregrinaje en esta tierra. Pero hay mucho de la última parte de su vida que nunca consignó por escrito, sea por falta de tiempo o quizá por miedo de que algunos dijeran que intentaba conseguir alabanzas de los hombres. Así que siendo yo un verdadero amigo y desde muchos años conocedor de Mr. Bunyan, y después de haber leído lo que otros han escrito sobre él, voy a dar cuenta, lo mejor que pueda, de este último período, lo cual hay que añadir a lo que ya se ha dicho.
El ya te ha contado respecto a su nacimiento y educación y malos hábitos cuando joven, las tentaciones con las que tuvo que luchar tan frecuentemente, y las misericordias y liberaciones que recibió. Te ha dicho cómo empezó a predicar el Evangelio de las calumnias y cárceles que sufrió, y del progreso que hizo con la ayuda de Dios, con lo que, sin duda, salvó muchas almas. Ahora voy a seguir a partir de aquí.
Después de haber estado doce años en la prisión, durante los cuales escribió varios libros, su paciencia movió al Dr. Barlow, entonces obispo Lincoln, y a otros eclesiásticos, a sentir compasión por sus sufrimientos, duros y no razonables, y a escuchar a sus amigos que procuraban conseguir su libertad. Y así fue que finalmente se le dejó en libertad; de otro modo, probablemente habría muerto allí, a causa de las terribles condiciones en que se hallaba. Puesto en libertad, fue a visitar a aquellos que habían sido un consuelo para él en su tribulación y les dio las gracias por sus bondades y amor. Y les animó a seguir su ejemplo, si les ocurriera a ellos hallarse en una aflicción o pena semejante, el sufrir pacientemente por una buena conciencia y por amor de Dios. Elevó a muchos cuyo espíritu había empezado a hundirse por temor al peligro que los amenazaba, de modo que la gente halló una maravillosa consolación en sus palabras y sus amonestaciones. Tan pronto como pudo, los congregó, aunque se hallaba vigente y era vigilada la ley contra estas reuniones, y los alimentó con la sincera leche de la Palabra para que pudieran crecer en la gracia; y si algunos eran echados en la cárcel por predicar, él cuidaba de conseguir auxilio para ellos.
Cuidaba mucho de visitar a los enfermos y los corroboraba contra las sugerencias del tentador, que en aquellos tiempos eran muy fuertes; de modo que ellos tuvieron causa de bendecir a Dios para siempre, porque Dios había puesto en su corazón el rescatarlos del poder del eón rugiente que procuraba devorarlos. Ni se ahorró trabajos o penalidades para llegar a los lugares más remotos donde sabía o pensaba que había personas que estaban en necesidad de su ayuda. Algunos con burla le llamaban el obispo Bunyan, por los dos o tres largos viajes que hacía cada año. La semilla que él sembraba en los corazones de su congregación y que regaba con la gracia de Dios dieron fruto en abundancia.
Otra parte de su ministerio fue reconciliar las diferencias, con lo cual impedía mucho daño y salvaba a muchas familias de la ruina. Siempre que se encontraba con esta necesidad, estaba inquieto hasta que podía encontrar manera de hacer una reconciliación y ser un pacificador (porque hay una bendición prometida a los tales en las Sagradas Escrituras). De hecho, era mientras estaba en una de estas misiones que depuso su vida, como veremos al poco.
Cuando inesperadamente se dio libertad de conciencia, vio al instante que no había ningún cambio real con respecto a los «disidentes», que ahora, de súbito, estaban libres de las persecuciones que habían sufrido durante tanto tiempo, aunque ahora, en un sentido, estaban en la misma posición que la Iglesia de Inglaterra. Los romanistas estaban socavando la 1glesia de Inglaterra, y se pensaba que dando libertad a los disidentes, esto ayudaría a la situación, pero cuando hubieran conseguido su propósito, ellos no habrían estado mejor que antes.
Mr. Bunyan aceptó contento la libertad y sacó provecho de ella; pero se movió con precaución y santo temor, orando con fervor para que las dificultades inminentes que veía cernirse sobre las cabezas de la nación a causa de sus pecados fueran abatidas un tanto, y que la nación no fuera barrida por la ira de Dios.
Había tantas personas que venían a escucharle que se habló de edificar una casa de reunión, y todos hicieron su contribución voluntaria con alegría y prontitud. Cuando el lugar fue edificado, se llenó tanto que muchos tuvieron que quedarse fuera, aunque era un edificio muy grane, porque todos trataban de conseguir su instrucción y mostrar su buena voluntad hacia él estando presentes en la apertura. Y allí vivió en Bedford, con mucha paz y quietud de la mente, contentándose con lo poco que Dios le había dado y absteniéndose de todo empleo secular a fin de poder seguir su vocación del ministerio. Dios dijo a Moisés: «El que hizo los labios y el corazón puede dar elocuencia y sabiduría.»
Durante estos tiempos, se enviaron funcionarios a cada ciudad y corporación para poner el nuevo gobierno, quitando a algunos políticos y poniendo a otros. Mr. Bunyan expresó gran preocupación sobre esto, previendo malas consecuencias, y hablando a su congregación en contra de ellos. Y cuando vino un funcionario importante a Bedford con esta misión y le envió a buscar, como se suponía, para darle un cargo de pública confianza, Mr. Bunyan no quiso acudir, sino que se excusó.
Cuando no estaba escribiendo o enseñando iba con frecuencia a Londres y ministraba a la congregación no conformista que había allí. Algunos que consideraban que no valía la pena escucharle, a causa de sus pocos estudios, se convencieron de su conocimiento en las cosas sagradas, y vieron que era un hombre juicioso, que se expresaba de modo claro y con poder. Muchos que fueron a escucharle para verle, no ya para que les ayudara, se fueron satisfechos de lo que habían escuchado, y se preguntaban, como los judíos respecto a los apóstoles, de dónde había recibido su conocimiento. A1 parecer veían que Dios ayuda especialmente a aquellos que se ocupan de la labor en su viña con diligencia y espíritu contento.
Y así pasó los últimos años de su vida con su gran Señor y Maestro, el siempre bendito Jesús. Y anduvo haciendo bienes, de modo que los críticos entrometidos no han hallado ninguna mancha en su reputación de que acusarle. Debo señalar, como un reto a aquellos que no le tienen en gran consideración, así como a los que creían lo que él decía, que siempre que por una razón u otra hablaba a aquellos que se le oponían, con frecuencia oraba para que sus corazones se volvieran al Señor. Algunas veces buscaba una bendición para ellos incluso con lágrimas, y ellos han visto los resultados, o sus amigos, o sus deudos. Porque Dios escucha las oraciones de los fieles y %s contesta, incluso las oraciones en favor de los que se le oponen, como ocurrió en el caso de Job cuando oró por sus tres enemigos.
Y ahora vamos a resumir su vida.
Después que se convenció del perverso estado de su vida y se convirtió, fue bautizado en la congregación, y admitido como miembro de ella en el año 1655, y pronto pasó a ser un cristiano celoso. Pero cuando el rey Carlos regresó para tomar la corona en 1660, John Bunyan fue arrestado el 12 de noviembre, mientras estaba predicando y encerrado en la cárcel de Bedford durante seis años. Consiguió su libertad mediante el acta de indulgencia a los disidentes, y por medio de la intercesión de algunos en el poder.
Pero en el año 1666 fue otra vez detenido y encarcelado seis años más, en cuya ocasión el carcelero se compadeció de sus terribles sufrimientos. Cuando fue arrestado esta última vez estaba predicando sobre el texto: «¿Crees en el Hijo de Dios?» Poco después que fue puesto en libertad de su segundo encarcelamiento, pasó otra temporada de aflicción que duró seis meses en la cárcel. Durante estos períodos de confinamiento escribió estos libros: De la oración por el Espíritu; De la resurrección de la Santa Ciudad; Gracia en abundancia y El peregrino (lª. parte).
En el último año de sus doce años de cárcel murió el pastor de la congregación de Bedford, y Bunyan fue elegido como pastor de la misma el 12 de diciembre de 1671. Durante este tiempo tuvo frecuentes disputas con hombres de estudios que se le oponían, pensando que era una persona ignorante. Aunque discutía de modo sencillo y por medio de la Escritura, sin poder expresarse con elocuencia, y sin recurrir a los razonamientos lógicos, podía derrotar a uno que se opuso públicamente, demandándole si tenía un ejemplar de las Escrituras originales. En otra ocasión alguien le acusó de falta de amor por que él había dicho que era muy difícil para mudos el salvarse. Su acusador dijo que esto excluía a la mayoría de su congregación, pero Bunyan le hizo callar con la parábola del sembrador y la tierra pedregosa y otros textos del capítulo trece de Mateo. Su método era mantenerse en contacto con las Escrituras. Lo que no estaba allí, no lo predicaba, excepto en casos en que la cosa era tan clara que no había lugar a dudas.
Era una persona que manejaba todos sus asuntos tan cuidadosamente que parecía que se esforzaba sobremanera en no ofender a nadie, sino sufrir más bien todos los inconvenientes para no tener que hacer reproches a otros, cualquiera que fuera la injuria recibida; sin embargo reprendía a los que ultrajaban a otros.
En su familia mantenía una disciplina estricta en la oración y la exhortación. Sus esfuerzos recibieron gran bendición, de modo que su esposa, como dice el salmista, fue «como una parra plantada junto a la casa»﷓ sus hijos «como olivos plantados alrededor de la mesa», porque «bendito es el hombre que teme al Señor». Aunque su tesoro terrenal era pequeño, a causa de las muchas pérdidas sostenidas en sus encarcelamientos y enfermedades, siempre tuvo bastante para vivir decentemente, y tenía el tesoro mayor de todos, el contento, que es «un banquete continuo».
Pero finalmente, gastado por los sufrimientos, la edad y las enseñanzas, se acercó el día de su muerte, para soltar de la prisión a su alma. Sucedió que un vecino de Mr. Bunyan, un joven, se hallaba bajo el desagrado de su padre y había oído que su padre tenía la intención de desheredarle. Y pidió a Mr. Bunyan que hablara con su padre y él, siempre deseoso de hacer algún bien a otros, fue. Cabalgó hasta Reading, en Berkshire, y allí usó argumentos convincentes contra la ira y la pasión y en favor del amor y la reconciliación, y así el padre fue ablandado y deseaba ver a su hijo.
Pero cuando Mr. Bunyan hubo terminado su tarea, y regresaba a Londres, fue alcanzado por una recia lluvia, y llegó a su alojamiento muy mojado. Al poco se puso enfermo con una fiebre violenta. Lo llevó todo con mucha paciencia y dijo que no deseaba otra cosa que estar con Cristo, y que este suceso sería para él una gran ganancia. Vio que se moría y puso en orden su mente y los asuntos tan bien como pudo en vista de lo corto del tiempo y la violencia de su enfermedad. Entregó su alma a las manos de su misericordioso Redentor, siguiendo al Peregrino desde la Ciudad de Destrucción a la Nueva Jerusalén; porque había estado ya allí en sus visiones y sus deseos.
Y así, después de diez días de enfermedad, murió en la casa de Mr. Straddock, un tendero en la Estrella, en Snow﷓hill, en la Parroquia de St. Sepulchres, Londres, el 12 de agosto de 1678, a la edad de sesenta años. Fue enterrado en un cementerio nuevo, cerca de los terrenos de la Artillería.
Allí descansa su cuerpo hasta la mañana de la resurrección, cuando habrá un glorioso despertar ala gloria y a la felicidad. No habrá más tribulaciones ni más penas para él, y todas sus lágrimas serán enjugadas. Allí los justos pasarán a ser miembros de Cristo, su cabeza, y reinarán con El como reyes y sacerdotes, para siempre.
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